La cara de su tío mientras la mancha de sangre se expandía por su frente. Era lo que vieron sus ojos antes de despertar colapsado. Fye se sentó en la cama con el corazón acelerado por lo que acababa de soñar. Era más bien un recuerdo y él lo sabía de cuando su mano con precisión descargó la bala fatal sobre su pariente.
Sentía el sudor frío posarse en su piel mientras sus ojos intentaban adaptarse a la oscuridad. Entonces una mano rodeó su muñeca y lo haló hacia la cama y unos brazos que reconoció lo rodearon fuertemente. Entonces recordó como era que había llegado allí.
Intentaba irse mientras Kurogane lo llamaba y caminaba detrás suyo.
Estoy bien. ¡Déjame en paz!—anunció con vehemencia mientras intentaba alejarse de la escena.
Una mano se apoderó de su manga y lo hizo voltear desde atrás con fuerza--¿Acaso crees que me voy a comer esa mierda?—habló el pelinegro—Los dos sabemos muy bien que esto te afecta. Nadie es capaz de matar a su propia familia sin reparos—
Fye se salió de su agarre—En todo caso no es asunto tuyo el como me sienta. No te metas recuerda tu posici…--dijo el rubio antes de ser empujado contra la pared. El otro puso sus manos en el muro a los lados de su cabeza y su cara muy cerca.
¡No vuelvas a decir esa idiotez!—le dijo en voz baja pero siseante, sus ojos rojos a milímetros de los suyos con el ceño fruncido—Todo sobre ti me concierne. ¡Eres mío! ¿Lo recuerdas?—
Yo no…--intentó negar pero una mano grande tomó su brazo antes de que pudiera y lo haló mientras protestaba al auto que esperaba afuera. Lo metió en la parte trasera antes de meterse también.
¡A casa!—ordenó el pelinegro antes de que el ojos azules le mirara sorprendido.
Yo no voy a…--la protesta fue callada cuando Kuro agarró una solapa de su chaqueta y atrayéndolo hacia él, luego los labios del más grande se posesionaron en los suyos.
Solo dejaron su boca para decir—Reclamo mi derecho de hacerte mío—escandalizando al rubio cuando su cuerpo fue del todo abrazado y acostado en el asiento trasero.
Mientras trataba de empujarlo le dijo--¡No! Estamos en el auto… el chofer—
Todos saben que eres mío. Pueden olerme en tu piel—le dijo el otro mientras sus manos halaban de sus pantalones y el cuerpo de Defluorite se estremecía por el contacto. Esas palabras eran salvajes. Hablaban de olor como de quien marca su territorio o algo. Pero en la mirada del otro no solo había lujuria. Podía sentir su preocupación por él, como cuando lo cuidó en aquella casa. Su juicio se perdió cuando las manos de Fuko lograron desvestir su parte baja y sintió su contacto—Eres mío—le susurró mientras besaba su cuello.
La agonía de alcanzar el extasis era lo peor mientras rodeaba el cuello de Kurogane con sus brazos y se arqueaba hacia atrás boqueando por aire con los ojos cerrados, era lo que Fye pensaba. Su cuerpo estremecido solo buscaba el placer de los sentidos sin otro propósito que degustar la carne que el otro poseía. No lograba impedir que sus gemidos escaparan de sus labios aunque pusiera toda su voluntad en ello. Se vino bajo él y al hacerlo las pocas fuerzas que le quedaban menguaron perdiendo el conocimiento.
El solo pensar que el otro lo había cargado hasta su habitación le hacía perder el control de la rabia--¿Quién te crees que eres para tratarme así? ¡Yo no soy una mujer!—dijo DeFluorite mientras el otro lo sujetaba contra su pecho desnudo en la cama donde era bastante fácil sentir que ninguno llevaba ropa.
Lo sé. Eres un hombre—le dijo sin soltarlo Kuro con la fuerza descomunal de sus firmes brazos—Y eres mío—
¡Deja de decir eso! ¡Yo no te pertenezco!—le contestó el ojos azules tratando de soltarse sin éxito.
¡Puedes decir lo que quieras pero tu cuerpo es más sincero!—dijo el ojos rojos hablando claramente de su erección que se pegaba al cuerpo del otro.
No podía desmentirlo. ¡Estaba atrapado!
Déjame ir a casa—pidió con algo de rencor el rubio debido a su vergüenza.
Solo después de que todo haya pasado. Mis hombres se han encargado de limpiarlo todo—le contestó el pelinegro.
¡Yo ya estoy bien! Puedes soltarme—le dijo el rubio.
A veces tus mentiras son traslúcidas—dijo Kuro pasando una mano por su mejilla sin soltarlo. En la penumbra de la habitación su rostro para Fye era una máscara semioscura donde no podía ver sus ojos claramente solo percibir su presencia—No creas que no entiendo por lo que pasas—
¡Déjame ir!—dijo sin esperanzas el ojos azules.
No—fue todo lo que dijo Kuro antes de rodar en la cama besándolo para ponerse arriba.