Catorce
La ceremonia perfecta.
Así era como habían decidido llamarla los medios, en la pequeña televisión de la sala se mostraban las brillantes y alegras imágenes mientras el pecoso alistaba su maleta, quizá debía haberla dejado como estaba el día anterior pero al encender la TV para matar el aburrimiento la necesidad de moverse y hacer algo le había hecho deshacerla.
La cadena de televisión encargada de cubrir el evento mostraba las imágenes del templo, la recepción y los jardines en los que dentro de una hora y media tendrían lugar la ceremonia tradicional, el registro civil y la fiesta, así como la sesión de fotografías planeadas para aquel día, ya era la tercera vez que Ace pausaba sus tareas, tomaba el control remoto y colocaba su pulgar sobre el botón rojo de apagado sin llegar a presionarlo, después lo paseaba por las teclas lentamente como acariciando aquel aparato hasta llegar a las pequeñas flechitas para cambiar los canales pero sucedía lo mismo, algo dentro suyo le impedía cambiar de canal tampoco y entre molesto y frustrado acababa botando aquel aparatejo al sillón antes de ir a la que durante aquellos días había sido su habitación para rebuscar entre los cajones y el armario que se llevaría consigo.
Había hecho y deshecho la maleta ya tres veces también, nada de lo que estaba en ella era suyo, seguramente no debía llevárselo pero tampoco quería dejarlo, exasperado se sentó al borde de la cama matrimonial arrugando su superficie del edredón mientras dejaba caer su cabeza entre sus propias manos de manera desesperada, soltando un pesado suspiro, se suponía que debiera estar feliz de largarse de aquel lugar pero en vez de eso solo se hallaba cada segundo más confundido.
Sentía unas ganas tremendas de desbaratar el cuarto por completo antes de marcharse y que Luffy viera el desastre que había causado antes de irse, que quizá le llamasen en medio de su maldita ceremonia para decirle que debía pagar por los daños a la habitación, pero eso no sucedería.
Sentía también ganas de que un ataque de narcolepsia le asaltase y quedarse ahí hasta quien sabe cuándo.
–En los días anteriores Luffy y Sabo…– ese nombre… ese nombre le había llegado desde la sala y como en un acto reflejo se había puesto en pie para asomarse por el marco de la puerta en un intento de conocer el rostro de la novia, sin suerte alguna, no prestando verdadera atención al resto del comentario del televisor, para cuando se acercase lo suficiente ya habían pasado a otro tema, era frustrante y quizá era ese el mismo motivo por el que no se decidía a irse, algo dentro le hacía fruncir los labios con la desagradable incertidumbre de estarse perdiendo de algo demasiado obvio, camino a pasos pesados y ruidosos hasta el sillón tomando el control remoto una vez más y de manera mucho más decidida que las anteriores pico de una buena vez el botón de “mute” silenciando por completo cualquier molesto ruido de ese aparato justo cuando salía un chico rubio y bastante atractivo a escena, se quedó viendo el cabello quebrado y los ojos azul obscuro del muchacho unos instantes, aquella quemadura en su ojo izquierdo de alguna forma le hacían bastante llamativo, de manera vaga se preguntó si sería aquel tal Sanji del que Luffy le había hablado en alguna ocasión, el que hacia buen par con el peliverde falto de orientación, aunque el chico en cuestión no parecía un fumador muy asiduo.
Con un poco más de calma coloco el control remoto sobre la mesita de centro antes de notar que se había quedado viendo al sujeto quizá demasiado, desviando la mirada hacia la habitación como si la televisión pudiera culparlo de algo regreso a paso más lento a esta, analizando cada parte de la pieza, palmo por palmo, ¿Por qué quería esa ropa que no era suya? ¿O el móvil? ¿O los zapatos y demás regalos que el más joven poco a poco le había ido haciendo? No había día en que Luffy llegase con las manos vacías aunque por lo general llegase con comida, cuando se enteró de que en la habitación no había reproductor de DVD’s habían salido a comprar uno aquel mismo día, la última vez que le viera antes de la situación con la invitación le había prometido que le llevaría alguna consola de juegos para que se entretuviera, aunque honestamente parecía que el menor estuviera más emocionado de jugar juntos que de darle aquel “regalo” en sí, era curioso recordar esos estúpidos sucesos que en nada debían haberle importado.
Rascándose la cabeza Ace regreso a la sala, tumbándose en el sillón subió los pies a la mesa de centro y se cruzó de brazos mientras continuaba mirando la televisión sin sonido, esperando a que su móvil sonase para indicarle que era hora de irse se encontró a sí mismo, de alguna forma, deseando que volviera a salir aquel chico que había logrado captar su atención y relajarle de alguna manera.
Quizá si se iba con su rostro en la mente en lugar del de Luffy las cosas serían más sencillas.
No era difícil dejar a un extraño.
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El día había sido atareado desde temprano, desvelarse definitivamente no había sido una buena idea y es que coordinar los tres tiempos de la fiesta no era tarea sencilla, ni siquiera con un equipo de primero como el que Luffy tenía a su disposición.
Había regresado a su propio apartamento alrededor de las 2 de la mañana, no convenía que la prensa le viera salir de un motel por la mañana pero a esa hora bien podía excusarse en la inexistente despedida de soltero, no había preguntado a Sabo si tendría una pero por su parte estaba lo suficientemente atareado para no pedir una, no lo había dicho aun pero planeaba que tras las aburridas ceremonias la fiesta durase mínimo dos días.
Había pagado extra para hacer la ceremonia tradicional especialmente corta, después de todo está solo estaba destinada a satisfacer a su padre y en el registro civil solo era cuestión de firmar y hacer las fotografías pertinentes, aquello le emocionaba un poco pues sería su amigo Ussop el encargado de realizarlas y no podía pensar en alguien mejor para ello, aun así no planeaba demorar demasiado en esa actividad, de ahí la recepción, ahí empezaría lo bueno, el banquete de tres tiempos no era mas que el inicio, la música ya estaba contratada para las siguientes 24 horas, no solo Soul King y Duval “el hermoso” serian parte del entretenimiento, el mismo café de las sirenas se encargaría de la barra de postres y el pastel de bodas y después de la media noche llegaría el buffet sin fondo del carne, carne de todo tipo y de todas partes del mundo ¿Por qué después de media noche? Bueno, planeaba para ese entonces haber bailado y jugado lo suficiente para que se bajase la comida consumida durante el banquete de apertura patrocinado por el restaurante del tío de Sanji, seria toda una ocasión.
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–¿Sabo? ¿A dónde vas?– Keimi se había topado con el rubio cuando aquel iba de salida de la habitación donde ella y Pappug se hacían cargo de los últimos detalles de su atuendo ¿Qué sucedía ahí?
–Necesito aire… yo… volveré en un segundo…–
No estaba bien, que la persona que iba a casarse súbitamente decidiera “salir a tomar aire” no estaba bien, se suponía que saliera en 5 minutos, y aparte de había arrancado el velo que tan cuidadosamente habían colocado sobre el sombrero de copa con las flores blancas y rojas… que desastre, Luffy seguramente no estaría feliz.
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Aparcarse entre todos los medios con un camión de carga gigantesco de “El rey de la chatarra” no era precisamente lo que Ace consideraba discreto… en realidad ni siquiera había dicho enserio lo de ir ahí en primer lugar, que ese pelirrojo enloquecido se tomase en serio su propuesta de colarse a la fiesta de Monkey D. Luffy cuando le mostrase la invitación que había terminado por ser su único equipaje probablemente no estaba en los planes de nadie, ni siquiera en los de Trafalgar, estaba seguro ¿A qué clase de gente conocía ese sujeto?
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De tantos lugares y sitios habían tenido que conocerse en aquel…
Ace y Sabo se encontraron frente a frente en aquella puerta, sin saber quién era el otro se sonrieron de manera amable y discreta.
Y como en los cuentos el tiempo pareció desaparecer súbitamente en el silencio.
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El primero en desaparecer el encanto había sido el rubio.
–Llegas tarde. – esas palabras eran verdad en más formas de las que cualquiera de los dos podría imaginar algún día aunque en ese momento quizá no lo supieran.
El chico rubio al que Ace había visto en el televisor aquella mañana era mucho más arrebatador en persona, la TV en definitiva no le hacía justicia, escuchar su voz también le había dejado medio atontado por unos instantes, era un poco más gruesa de lo que había imaginado pero no dejaba de ser bastante agradable y los ojos que en un principio creyó un azul obscuro y turbio habían resultado de un índigo profundo con leves destellos liliáceos, bastante atrayentes, encima aquel atuendo formal y el sombrero de copa le sentaban tan bien como los guantes con los que sostenía aquella puerta lateral por la que Ace había estado a punto de entrar.
–No fue mi intención. – Se disculpó el pecoso con una ligera sonrisa a pesar de que el rubio no le había reprendido en realidad, no podía ser que lo estuvieran regañando con una sonrisa tan esplendida y bonita como la que estaba luciendo en aquel momento. – ¿Tan aburrida es que has tenido que salir a fumar? –
Sabo miro al moreno por unos segundos tras ese comentario, él no fumaba, seguro que el moreno le confundía con alguien más, soltando una suave risa se abstuvo de corregirle en realidad. – No exactamente… – no reconocía a aquel chico moreno ¿Un amigo de Luffy al que no había sido presentado aún? era atractivo hasta para él que no solía fijarse mucho en eso ¿Un modelo nuevo quizá? debía admitir que incluso esos diminutos puntitos cafés que poblaban sus mejillas y parte de su cuello por lo que podía observar resultaban bastante llamativos. – ¿Vas a entrar? – invitó con una suave sonrisa haciendo ademan de entrar de nuevo, quizá no sería tan malo regresar si iba acompañado, de alguna forma ese rostro ameno y anguloso le había hecho sentir súbitamente tranquilo, como si en esos ojos negros como el cielo nocturno sus nervios simplemente hubieran decidido perderse.
–No, pero te veré en la fiesta. – Prometió Ace antes de regresar por donde había venido.
Sabo le observo a la distancia antes de meterse por la misma puerta por la que había pretendido salir, en definitiva aquel pecoso era una persona interesante, disfrutaría verle cuando todo eso acabara.
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Ace regreso donde el pelirrojo medio dormido esperaba en el asiento del conductor con los pies en el volante y una gorra obscura sobre su rostro.
–Pensé que tardarías más en detener la boda. – dijo Kidd acomodándose en el asiento y con esa sonrisa macabra que la falta de cejas provocaba que tuviera con cualquier sonrisa realmente.
–Tsk, ¿Quién dijo que la detendría? – No había sido el plan, solo quería ver a “Sabo” pero ahora no había hecho ni siquiera eso, quizá era mejor no saber quién era después de todo.
–Por tu rostro de cachorro a medio morir pensé que entrarías por lo grande y saldrías con la novia cargando mientras un idiota furioso te perseguía... –Ace no estaba seguro si el pelirrojo decía la verdad o bromeaba. – Ya hasta estaba listo para una emocionante persecución. – le escucho decir, viendo como colocaba sus manos en el volante y jugueteaba con él como imaginando un verdadera escena de película de acción, arrollando y mandando a volar a los pocos miembros de la prensa que quedaban tras esa entrada “espectacular” que había hecho Kidd con su tráiler.
–Eso ya no importa, pero quizá vallamos a la fiesta después de todo. –
Aún tenía una invitación, técnicamente no sería colarse.
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Sabo regreso a la habitación donde había dejado aquel estúpido velo, no planeaba escapar, desde el inicio no pensaba siquiera ir más lejos del jardín de aquel edificio, solo necesitaba unos minutos en calma, el rostro molesto de Pappug le había recibido junto a la cara preocupada de Keimi pero les había ignorado, quitando el sombrero de copa de su cabeza lo había colocado en una pequeña mesita junto al ridículo velo que le habían dicho que usaría, ante la mirada aterrada del diseñador se había encargado de hacer trizas aquella tela semitransparente, arrancando de ella las flores frescas que hacían juego a la que usaba en la solapa de su traje, con más cuidado había ido colocando y entretejiendo aquellas flores en la cinta azul obscuro antes de ponerse de nuevo el sombrero, con una de sus manos enguantadas tomando los girones de tul y dándoselos a la muchacha de cabellos verde claro le había indicado como amarrarlos a su antebrazo izquierdo por encima del traje, de manera que cuando saliera por la puerta que le dirigía a la capilla donde esperaban los invitados aquel le siguiera cual estela de avión de combate.
Algo más que un simple cambio se había producido en cuestión de segundos, como la teoría del efecto mariposa ese no era el día más feliz de su vida, probablemente era el primero.
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Continuara.