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Strawhat corporation por sunshinebunny

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Dieciocho

Su madre y su abuela no estaban en casa a la hora que Ace había despertado, pasaba del medio día y el pecoso estaba seguro que para esa hora su ausencia ya habría sido notada en los apartamentos que el pajarraco usaba para guardar a sus putas y juguetes, la pregunta era si Babyfive ya habría notificado que no estaba en su cuarto y de ser así si Doflamingo ya habría dado noticias a su actual comprador, ya no era un problema del pajarraco, al menos en la mente de Ace ya no lo era.

Sabía que estar en aquel lugar ponía en riesgo a las dos únicas personas que le importaban en su vida pero también estaba consciente de que quizá era el lugar más seguro para estar de momento, si ellos pensaban que él pensaba que le buscarían ahí primero quizá no lo buscaran en ese lugar… a su lógica quizá le faltaba un poco de trabajo pero se sentía relativamente seguro en aquel sitio.

¿Luffy le haría algo malo a su familia de la manera como Doflamingo lo hubiera hecho? No pensaba conocer tanto al chico como para estar seguro.

Sentado en la cama individual de la pequeña habitación que debía ser el cuarto de servicios, o lo que fuera que ese apartamento de vecindario tuviera, notaba de manera pesumbrosa que incluso el cuartucho donde le mantenían encerrado antes era más lujoso de lo que probablemente podría costearse él en toda su vida, o costearle a su familia.

Quizá si no hubiera abandonado la educación media con el supuesto motivo de ayudar a su madre con los gastos ahora no estaría en aquel dilema, pensaba que podría hacer dinero fácil de manera rápida y retirarse de ese mundo sin problemas, Whitey lo hacía lucir tan sencillo, pero él y la señorita Bay estaban a mundos de diferencia, jamás conseguiría igualarse con una mujer como esa, por algo había sido desechado después de que la chica se aburriera de él.

Para cuando le remplazaran sin embargo ya estaba bastante deslumbrado por aquel mundo como para abandonarlo, la gente que le llenaba de regalos, los extravagantes shows, las brillantes luces de los casinos y casas de apuestas, quizá no le habría ido tan mal de no ser porque sus mismos “amigos” le alentaban a caer cada vez más bajo, siempre había una chica con suficiente dinero para invitarle a beber con ella, su cuerpo después de todo no era nada despreciable, una de las pocas cosas de las que podía jactarse en realidad.

Buen abdomen, fantásticos brazos y una sonrisa que hacia suspirar si él lo quería, un perfecto candidato para escolta en una fiesta exclusiva o para ahuyentar a sujetos molestos de alrededor de sus lindas clientas que resultaban no ser tan lindas a veces pero nunca se los diría, mientras sus billeteras pudieran pagar su tiempo no se los diría, y su tiempo no era barato por que las grandes apuestas que eran las que hacían vibrar su corazón eran lo que necesitaba para vivir, en una buena noche hacia y perdía miles… cientos de miles… era delicioso, era arrebatador y al final, al final aun si perdía una fortuna que no le pertenecía estaba bien, aún quedaba mucha gente que le quisiera ahí, el mundo estaba en las palmas de sus manos y no se aferraba a nada.

El dinero iba y venía con la misma fluidez, su adolescencia, que época aquella, apenas y ponía pie en su casa ya en aquel entonces pero telefoneaba a su madre casi cada semana, a veces dos o tres veces, mandaba algo de dinero si este le sobraba, aunque no era que sobrase mucho, unos cuantos cientos para pagar la renta, uno o dos miles para reparar la tubería que se rompió, dinero que no era suyo y que cuando lo era no le dolía dar, de haber sido inteligente tras hacerse rico en una noche no se habría ido a perderlo todo en menos de una hora, se hubiera retirado con sus riquezas a vivir en un buen lugar ganándose la vida de manera honesta.

Pero las buenas ideas, las buenas ideas de verdad y no esas que él consideraba buenas, le escaseaban en esos años, el dinero nunca llego a durarle más de una semana y debía por completo el deportivo rojo que usaba para pasear por las noches y tres meses de renta en el apartamento que usaba por aquel entonces, unas cuantas palabras bonitas y un regalo o dos a la cacera y esta le daba unas semanas extra, siempre lograba pagar de una manera u otra, no faltaba quien le invitara a quedarse en su casa y llegar sin ser invitado a cualquier fiesta era casi casi un sello propio.

Bien podía quedarse dormido en la cama del dueño de la mansión donde se daba la fiesta sin sentir culpa alguna, no regresaba a casa por aquel entonces por qué el ver a aquellas mujeres y la manera como les tenia viviendo cuando bien podría haberles comprado una buena casa no le enorgullecía, pensaba que habría tiempo para eso después, siempre después.

Era más joven eh idiota en aquel entonces y ahora lo seguía siendo bastante joven y un tanto igual de idiota probablemente, temperamental eh impulsivo, su maldito sello.

Ace se levantó y fue al único mísero baño de aquella casa a lavar su rostro, inspecciono su propia cara en el espejo, las ojeras apenas eran notorias, fuera del sexo medio forzoso lo peor había pasado hacia bastante tiempo, tampoco era que nunca se hubiera acostado con otros solo por beneficio propio, simplemente nunca había estado en posición sumisa antes.—¿En qué te convertiste Ace? — susurro para sí mismo, el pequeño lavabo de un blanco percudido hacia juego con los mosaicos amarillentos y la luz amarilla del único bombillo, en todo ese tiempo que estuvo haciéndose un supuesto nombre y fortuna nunca había mandado a casa dinero suficiente como para arreglar lo completamente ese lugar, mezquino, egoísta y despreciable, en eso se había convertido.

Con furia hacia sí mismo dio un golpe en la pared junto al espejo, dolía, ¿Cómo podía pensar en volver a las andadas? Sus ojos comenzaron a nublarse con la amenaza de lágrimas, no había ayudado a las personas que amaba ni siquiera una vez eh incluso al contrario solo les ponía en riesgo con su presencia en aquel lugar, con su desobediencia.

Siempre quitaba más de lo que daba, siempre perdía más de lo que podía pagar, fue por ello que la gente comenzó a alejarse de él, a evitarlo, sus falsos amigos comenzaron a cerrarle las puertas, las chicas ya no le buscaban como antes y no había quien pagara sus deudas por él, aunque no era algo de lo cual preocuparse, siempre pensó que simplemente podía volver a ganar aquel dinero, si recuperaba sus riquezas perdidas en mil noches de juegos eso sería suficiente para que su vida volviera a ser la misma.

Ese pensamiento fue el que le llevo a firmar su contrato con el diablo.

Que alguien estuviera dispuesto a prestarle una cifra mayor a ocho ceros sin una garantía aparente ya debió haberle parecido bastante sospechoso a Ace, Doflamingo Doquixote no daba paso en ciego, el hombre que había acabado con su propio hermano por traicionarle no era una persona con la que se quisiera jugar, lo mejor era no pararse del lado equivocado de la acera con aquel sujeto pero a Ace no le preocupaba eso, después de todo no planeaba perder en aquella ocasión, todo se arreglaría después de que juntara el dinero suficiente o al menos eso quería pensar, eso había pensado ilusamente.

Por si solo el pajarraco quizá no fuera una amenaza pero con todos los contactos que poseía era prácticamente intocable eh impune, nadie lo hubiera pensado por el pequeño barecillo y prostíbulo por el que la mayoría no habrían dado más de 3 céntimos, después de todo las épocas de brillo habían pasado para aquel lugar, al menos en la superficie, el Pink flamingo se dedicaba a complacer gustos un poco más especiales que los regulares, la ganancia de aquel lugar no estaba en la cantidad de clientes si no en su calidad, gente dispuesta a pagar fortunas completas con tal de obtener un pequeño capricho.

Un pequeño capricho como el que Ace estaba destinado a convertirse si no cumplía con su contrato, la verdad es que no se molestó en leer las 32 hojas de aquel documento que detallaban todas y cada una de las libertades a las que estaba renunciando de no ser capaz de pagar su préstamo, solo había firmado y firmado y firmado y firmado interminablemente, un pequeño dolor de mano después se había hecho acreedor a un jugoso cheque que, apenas recibir, había ido a canjear al casino de su preferencia por fichas suficientes para multiplicar su fortuna.

Sueños rotos, la casa siempre gana, no hay excepción.

Los golpes en la puerta del frente le trajeron de regreso a la realidad, apagando la luz del baño se asomó a la pequeña sala que hacía las veces de recibidor, por alguna razón su corazón latía bastante a prisa, su madre no había dicho que esperase visitas, quizá solo fuera alguna de esas sectas religiosas de moda, no le apetecía demasiado enterarse, pero aquellos golpes en la puerta no parecían querer dejarle en paz.

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Continuara.

Notas finales:

Sé que es muy corto. Lo siento.

Debo admitir que últimamente me la eh pasado leyendo Manwhas y buscando por mis ganas de escribir, no sé qué ha pasado, espero sepan disculparme por la demora, en estos días grises muchas veces lo único que me anima a seguir y no abandonar los proyectos (aunque nunca abandono en sí, solo los pongo en pausa) es volver a leer los comentarios que dejan en mis queridas historias.

Con cariño para ese gatito que me aguanta todos mis caprichos y berrinches, te amo.


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