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You're Welcome {Hyukbin} por HaePark

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Notas del capitulo:

*aparece sepultada por la montaña de rw's que le dejaron en el capitulo anterior(??) :(((( (?*

Este cap es un poco más fuerte porque es el punto de inicio de la historia

Nos leemos en notas finales <3

Chapter 2-The trade

“The wish of the night will bring the tomorrow”

Las diminutas olas rompían contra las rocas de la orilla. Los flexibles tallos de los juncos se mecían al compás de la canción del viento helado. Ante él, oscuridad, detrás de él, frío. Aún iba desnudo. Las extremidades le dolían como si sus huesos se hubieran dilatado tanto que ya no cupiesen en su prisión de piel. Sus músculos estaban fatigados y su rostro enrojecido.

El viento silbaba a sus lados con una sutil consistencia tal que parecían íntimos susurros. Dirigidos a él.

Hongbin parpadeó.

Estaba vivo.

Lo embargó una sensación de vértigo tal que fue como caer a un abismo infinito. Su corazón latía. Con demasiada presura, pero latía. Sus ojos veían la arena y la hierba negruzca, olía el mojado de la laguna, oía el sonido del aire penetrar en sus tímpanos.

Hong…—un intervalo de tiempo tan largo que pareciera que ahí terminaba. Hongbin aguardó, como esperando escuchar la segunda sílaba de su nombre en el murmullo de la ventisca. Al cabo de unos momentos se sintió ridículo; la interesante experiencia que es morir ahogado y revivir ya en la orilla lo había dejado un poco desorientado. Pero…—…bin…

El chaval comenzó a desarrollar teorías cristianas para su interior. Cuadraba perfectamente; Dios lo había visto ahogarse, había decidido que tenía que vivir para cuidar de su enorme familia y de su madre delicada de salud, lo había salvado y ahora lo llamaba para hacerle alguna revelación divina, del tipo de que lo había elegido para ser monje. La idea de ser monje no le entusiasmaba—le gustaban demasiado los placeres de la vida pagana —pero se sentía tan agradecido con su salvador que estaba dispuesto a negociarlo.

Hong…—no aguardó al bin para preguntar, tartamudeante:

—¿Dios?

—Hongbin—esto no había sido ya un susurro del viento, sino una voz humana. Normal. Provenía de delante de él, así que alzó la cabeza.

En la oscuridad solo fue capaz de percibir la silueta una alta sombra que se correspondía perfectamente con la forma de un hombre adulto. Sintió un ramalazo de emociones encontradas; por una parte, su teoría de la salvación divina se veía reafirmada, pero por otra…¿quién demonios era?

—¿Damos un paseo? —preguntó de nuevo la voz. Era masculina, gutural, casi melódica. No la reconocía.

Era un desconocido. ¿Qué coño hacía un desconocido en mitad del bosque de noche? ¿Lo habría rescatado él? ¿Lo había revivido? ¿Cómo?

Recordó de golpe a Hyuk, también en el lago, al imbécil de Jaehwan, al excéntrico de Hakyeon y al friolero de Taekwoon. Se volvió hacia la otra orilla, pero de nuevo la oscuridad volvió a hacerse protagonista. No vio a nadie.

¿Quizá aquello era la muerte? ¿Una ilusión de la vida real? Se sintió por una parte acongojado, por otra, entusiasmado por el descubrimiento.

—¿Quién eres? —preguntó a la sombra.

Pero la sombra no respondió.

—Sígueme—ordenó ésta, se dio media vuelta y comenzó a internarse en el bosque.

El cerebro de Hongbin valoró rápidamente sus opciones; 1) regresar a la frigidez del lago y buscar, en la oscuridad, a sus compañeros, 2) quedarse ahí tirado sobre la orilla a la espera de que alguien fuese a por él 3) seguir al desconocido que conocía su nombre.

La primera opción quedaba descartada por defecto, la segunda le tentaba —implicaba no moverse—, pero la curiosidad de la tercera le pudo.

Cualquier persona cabal descartaría la tercera de antemano, por aquello de no seguir a desconocidos y menos aún en un bosque desierto a altas horas de la noche, pero no se debe obviar que Hongbin había muerto y había vuelto a la vida. Confiaba en que la deidad que lo hubiese protegido no retirase de él su favor, al menos por aquella noche. Se sentía envalentonado.

Se incorporó, no sin experimentar un fuerte dolor de rodillas cuando se apoyó sobre ambas piernas, y se apresuró a seguir a la sombra.

Emprendieron el camino a través de una trocha lo suficientemente ancha como para que Hongbin pudiera caminar sin que el bosque se ensañase contra su piel desnuda. La sombra que lo precedía iba siempre a una distancia demasiado grande como para que Hongbin no pudiera ni distinguir los rasgos de su rostro.

Probablemente si el camino se hubiera extendido más, Hongbin hubiera recelado. Pero quiso la suerte que éste fuera inusitadamente corto; en cinco minutos se encontraron con un claro, en el centro del cual había una construcción. Su sombra se erigía en medio del claro como una especie de estandarte.

Cuando se hubieron aproximado más, Hongbin detectó con sorpresa que se trataba de una casita, bastante similar a la que él ahora compartía con sus cuatro compañeros. ¿Se trataría de otro universitario que lo llevaba a que conociese a su hermandad? ¡Y él pensaba que sus compañeros y él estaban mal ubicados! ¡Si tenían la carretera al lado! Los pobres universitarios de la casita aquella tenían que cruzar un río y media selva para alcanzar la autopista. Los compadeció.

Pero si se trataba de un universitario, no estaba demasiado bien instruido sobre las normas de educación que rigen ciertas situaciones, puesto en vez de abrir la puerta y retirarse a un lado con gentileza para que Hongbin le precediera, abrió la puerta, se metió en la casa y la dejó abierta para Hongbin.

El chico sí desconfió un poco al encontrarse frente el agujero negro que suponía la entrada a la misteriosa casa. Pero, habiendo andado ya hasta allí…

Se obligó a continuar. Vamos, ¿Qué era lo peor que podía pasar?

Franqueó el umbral de la casa, que, por cierto, estaba provisto con una alfombrilla idéntica a la de su casa: You’re welcome.

Fue este detalle el que disparó sus reflejos y su latido cardíaco. Al ver la alfombrilla hortera, tuvo la certeza de que algo estaba yendo terriblemente mal. Que se estaba metiendo en la boca del lobo. Sería incapaz, luego, de decir por qué una simple alfombrilla se le antojó tan escalofriante.

Pero era demasiado tarde para dar marcha atrás.

La puerta se cerró de golpe detrás de él, con tanta brusquedad que Hongbin pegó un brinquito por el susto y profirió un gritito estrangulado. Se golpeó mentalmente por ser tan nenaza (feministas perdonen, no se me ocurrió ningún sinónimo más apropiado a la mentalidad de nuestro protagonista). ¿Por qué coño estaba tan a la defensiva?

No había ninguna luz encendida, ni se oía ningún ruido. Parecía que hubiese penetrado en una dimensión paralela aún por diseñar. En cierto modo, le recordó al interior de la laguna donde había fallecido y le embargó una sensación de ahogo sumamente desagradable.

Aunada esta sensación a la intranquilidad que comenzaba a abrirse paso a través de su curiosidad, tanteó a sus espaldas en busca del pomo de la puerta para darse a la fuga. La sombra que lo había guiado hasta allí parecía haberse fusionado con la oscuridad y desaparecido.

Encontró el pomo y lo accionó, pero la puerta no giró ni un centímetro en sus goznes. Hongbin se alarmó más seriamente. Él había cerrado la puerta y le constaba que no había echado el cerrojo. ¿Qué coño…?

—¿Ya te vas? —inquirió la voz de antes. Un matiz sugestivo coronaba sus palabras.

—Yo…

De pronto, se hizo la luz. Una lámpara colgada del techo iluminó un pasillo…blanco. Tan blanco como el de su casa.

 Porque era exactamente el mismo pasillo, con las dos mismas puertas a los lados, y al frente, la escalera.

Pero la escalera estaba entonces tapada por una figura humana. O…no.

Unas botas negras hasta la rodilla, unos pantalones de cuero y una camiseta del mismo material, sin mangas, era lo que vestía. Era alto, mucho más alto que Hongbin, y delgado hasta poder afirmar que carecía de músculos y de grasa, que estaba constituido por una fina capa de piel sobre los huesos.

Pero incluso esto no habría resultado escalofriante si Hongbin no hubiera mirado su rostro. Su faz estaba enmarcada por una fina mata de cabello negro. Tan negro como sus ojos, que carecían de pupila y le conferían el aspecto de moscardón antropomórfico. Poseía nariz, pero esta estaba como a medio desintegrar, como los cadáveres cuando llevan varias semanas en descomposición. Todo él despedía un olor similar, nauseabundo y hediondo.

Cuando hablaba, lo hacía mediante una boca provista de unos labios que se extendían hasta la mitad de la mejilla, por lo que no solo mostraba los dientes sino también el músculo y el hueso del nacimiento del pómulo.

Hongbin gritó, y su grito debió de escucharse desde la réplica de la casita blanca, o sea, la que estaba en la otra orilla, en la que viviría a partir de entonces con Hyuk y los otros…o no llegaría a vivir.

Se ahorró la novelesca pregunta de: ¿Quién eres? O mejor dicho: ¿Qué eres? Porque seamos francos, ¿Qué sentido tiene? ¿Es que acaso la bestia infernal de turno se va a poner a documentarte sobre su naturaleza antes de abrirte en canal? Además, Hongbin no sentía demasiadas ganas de conversar. Se volvió y comenzó a forcejear con el pomo de la puerta. Cuando asumió que este no iba a ceder, se planteó la opción de tirar la puerta. Se arrojó contra esta, pero el tablero de madera ni siquiera tembló. Precisaba tomar más carrerilla, pero echarse hacia atrás sería caminar directo hacia la bestia infernal.

La aparición se echó contra Hongbin y lo aplastó contra el tablero de madera. El joven notó el cuero rasgando la piel de su espalda desnuda y gritó, presa del pánico, del horror. Las manos de la bestia se apoyaron sobre la puerta. Hongbin quedó encarcelado entre el cuerpo de la criatura y la madera. Gritó y arañó la puerta. Pidió ayuda, aún a sabiendas de que antes desarrollaba poderes mágicos y se libraba de la bestia él solo que acudía alguien en su auxilio, hallándose a media noche como ya se hallaban, y en mitad de un bosque nada acogedor.

Luchó y pataleó hasta que sintió una garra posarse sobre su hombro y deslizarse hacia abajo, creando cinco canales rojos. El dolor fue nimio en comparación a su terror. Se quedó paralizado, con los ojos desorbitados y el corazón embistiendo con violencia contra su tórax.

La garra de la bestia llegó hasta el punto en el que el trasero conecta con la espalda y ahí se detuvo. Comprobó que Hongbin estaba lívido e inmovilizado en el sitio y le susurró al oído:

—Pasemos a la salita y hablemos, Lee Hongbin.

El sonido de su propio nombre de labios de aquella cosa lo despertó de golpe, y ahí, sí sintió el dolor de la herida de su espalda. Cuando la cosa se retiró de su espalda, Hongbin se llevó una mano a la piel abierta y siseó de dolor. Las garras de la fiera habían penetrado tan hondo que la piel de los bordes de las heridas estaba levantada. Cuando apartó la mano de su espalda, sus dedos estaban impregnados en sangre.

La bestia lo guió a la salita. Hongbin lo siguió temblando de puro pánico, de un pánico que no había experimentado en su vida, ni siquiera cuando se había ahogado. El chico tenía la certeza de que si no hubiera relajado esfínteres al morir, ahora mismo un charquito de peculiar olor y forma adornaría el rabioso blanco de la réplica de su hogar.

No le sorprendió, pero sí le estremeció el comprobar que la salita era exactamente idéntica a aquella en la que se había sentado a conocer a Jaehwan y a Hakyeon. Joder. Lo que daría ahora mismo por encontrarse en aquella salita —la original—, incluso en compañía de los dos idiotas. Casi los extrañaba, aunque un sentimiento de rabia empañaba su melancolía. Si no le hubieran retado a hacer la estúpida novatada, no habría muerto, y si no hubiera muerto, ahora no estaría en el infierno junto a un ser espeluznante. No, la verdad es que no los extrañaba a ellos en concreto.

El ser extraño se dejó caer sobre el mismo sillón que Jaehwan había utilizado cuando se había presentado. Hongbin se sentó en el sofá en el que se había sentado con su hermano.

Evitó mirar al ser extraño, porque sabía que si volvía a fijar su mirada en aquellos ojos de pesadilla, negros como la noche, sentiría deseos de 1) huir 2) vomitar 3)relajar esfínteres, aunque su vejiga estuviera tan vacía como su capacidad de razonamiento en aquel momento.

No conseguía comprender qué estaba sucediendo. Era impensable que un ser como aquel pudiera existir en el mundo real. Cada vez estaba más seguro de que, aunque su corazón latiera contra su pecho, aún estaba divagando entre las letanías de la muerte.

—Me llamo Wonshik—se presentó la bestia, que tenía una voz humana, algo inquietante en contraste a su apariencia infernal. Y Hongbin supo entonces que no estaba soñando. Era demasiado real. —soy un shinigami. Y el dueño de tu vida.

Shinigami. Shinigami, Tardó en ubicar la palabra —no había visto ni Bleach ni Death Note—, pero acabó por sonarle de una historia de terror que le había contado Hongki años atrás. Recordaba que eran los dioses de la muerte japoneses, pero no conocía su naturaleza, ni su función. Ni sus habilidades.

No supo que responder a eso. Por descabellado que sonase lo del dios de la muerte, Hongbin alzaba un tanto los ojos, veía la boca del tal Wonshik, y se lo creía a pies juntillas. Y quién no lo haría.

—¿Cómo es la muerte, Hongbin? —inquirió con un deje de burla impreso en su voz.

Un hormigueo similar a cientos de picaduras de avispas ascendió por los antebrazos de Hongbin, que tenía las manos apoyadas en la tapicería del sofá.

No supo qué responder, pero no quería cabrear al shinigami con su silencio. Se devanó los sesos recordando su muerte en el lago. La última imagen que acudió a su mente era la del fondo del lago, siniestro y helado.

—Fría—contestó él con parquedad.

—¿Y la vida?

—Extraña.

—Así es. ¿No es fascinante?

Para Hongbin, el calificativo de fascinante aplicado a la situación que estaba viviendo se quedaba harto corto.

Asintió.

—¿No me amas, Hongbin, por ser yo quien te haya devuelto una vida tan fascinante?

Ahí sí Hongbin alzó la mirada y esta quedó atrapada en la del shinigami. A través de sus negros orbes, el chico se sintió de nuevo transportado al fondo del lago, sintió el frío, el ahogo, las náuseas. Entonces el frío trocó en desesperante calor, tanto calor que las llamas le devoraban…sudaba. Trató de escapar, pero estaba prisionero en sí mismo. Algo le picó en la mano, una serpiente. La ponzoña se extendió por sus venas, arropándolas con un punzante dolor. Hongbin comprendió que al mirar a los ojos de un shinigami experimentaba mil muertes distintas. Se preguntó si alguna de ellas sería la suya, si sería capaz de predecirla…de pronto vio una pared —blanca— que de pronto se cubría por una mancha de sangre inmensa. Sintió un dolor enorme, indescriptible, insoportable en la nuca…que de pronto se desvaneció.

Wonshik había retirado la mirada.

—Quien quiere saber, sabrá, Hongbin.

Hongbin se había quedado helado, con la respiración entrecortada. ¿Iba a morir de un golpe en la nuca? ¿La sangre que había visto en la pared era suya? Miró de nuevo a Wonshik, cuyos ojos se habían opacado por completo para evitar que Hongbin fuera capaz de prever su muerte.

—¿Por qué me has salvado? —jadeó entonces.

Aunque el shinigami no se había cortado un pelo a la hora de abrirle la espalda, algo le decía que no iba a matarlo. En primer lugar, lo había salvado de la muerte en el lago, y en segundo, había impedido que viese cuál era su muerte. Y el pequeño segmento de visión que había sido capaz de obtener le había aclarado completamente que moriría de un golpe en la nuca. Era cuestión de no ofrecerle la espalda a Wonshik.

Se preguntó si aquella visión era mutable, si se desarrollaría o no de acuerdo a si él alteraba su futuro o…era demasiado complicado ahondar en los campos del destino.

—Te he salvado porque te amo, Hongbin, he ahondado en tu alma y he comprobado que mereces vivir. Tu corazón es noble y valeroso, y aunque sería para mí un gran…placer—pronunció la palabra acompañada de un lascivo movimiento de lengua sobre los infernales labios—tomar tu vida…me interesa más…aprovecharla—nuevo movimiento de lengua.

Hongbin se planteó seriamente el echar a correr como alma que lleva el diablo —nunca mejor dicho—pero eso conllevaba consigo el darle la espalda a Wonshik. La imagen figuraba muy nítida en su mente; él se daba la vuelta para echar a correr, Wonshik agarraba el jarroncito que decoraba la mesita frente a la televisión y se lo clavaba en la nuca. Su sangre manaba de la herida abierta de su nuca como en los animes gore y manchaba la blanca pared del salón. Todo cuadraba. No, prefirió no exponerse.

Se removió incómodo en el asiento. La tapicería del sofá se frotó contra la intersección entre su pene y su trasero y se quedó quieto de golpe.

—Hongbin…me obedecerás…¿No…?—preguntó Wonshik titubeante, como si temiera la respuesta de Hongbin.

El chico, paralizado, no acertó a responder a tiempo. De pronto, se encontró con que el shinigami había apoyado una rodilla a cada lado de su cadera y lo acorralaba contra el sofá.

Una garra lo tomó por el mentón y se lo alzó. Hongbin soltó un grito de puro pánico, pero no atinó a empujar al shinigami, que acercó su rostro a él tanto que el humano fue capaz de oler la fetidez de la sangre en la lengua del dios de la muerte.

—Sé un niño bueno, Hongbin. Obedéceme y no me obligues a castigarte.

El chico acertó a asentir con la cabeza rápidamente. Afortunadamente, eso fue suficiente para que el shinigami diera por concluido su acoso sexual y volviera a repantigarse en el sillón, frente a él.

—¿Qué…quieres que haga? —inquirió Hongbin con voz trémula.

—Quiero, que en pago a tu vida, asesines a uno de tus compañeros—expuso con claridad, concisión, parquedad de vocabulario y sin dar margen a malentendidos. — A éste, para ser más concretos. —la opacidad de sus ojos se disolvió. Una imagen translúcida la sucedió. Hongbin la miró, con atención y aprehensión. Y cuando se hizo nítida y fue capaz de reconocer al chico en cuestión, exclamó fuera de sí:

—¡No! ¡No lo haré! ¿Cómo coño quieres que haga eso?

Todo aquello era surrealista. Inconcebible. Si Hongki le hubiera dicho, veinticuatro horas antes, que un día después se encontraría charlando amigablemente con un shinigami en un saloncito réplica al de su casa de universitario, después de haber fallecido ahogado pero ¡Eh! El shinigami lo había sacado de la muerte…eso sí, con la condición de que asesinase a uno de sus compañeros en su lugar…bueno, probablemente Hongbin habría creído que Hongki se encontraba bajo los efectos del weed que Hongdae solía vender a veces para sacarse un sobresueldo, aunque la prueba de las pupilas y del aliento revelasen que no se trataba de ello.

—¿No lo harás? Lo comprendo. En fin, prepárate para morir, Lee Hongbin…

El dios de la muerte se incorporó de nuevo y esta vez Hongbin sí reaccionó, se levantó y retrocedió a toda velocidad hacia la puerta de la salita, sin exponer en ningún momento la nuca.

Sintió un júbilo indescriptible embargarle cuando alcanzó el picaporte de la puerta de la salita. Lo accionó y salió, echó a correr por el pasillo en dirección a la puerta de entrada —ya había olvidado que estaba cerrada a cal y canto—pero una visión espantosa, incluso más espantosa que la del shinigami lo hizo detenerse en seco.

Casi oyó a su corazón desprenderse del pecho y caer a sus pies. La tensión le bajó de golpe, y a punto estuvo de desmayarse. Se apoyó contra la blanca pared, incapaz de retirar los ojos de aquella…carnicería.

La puerta del estudio estaba abierta, aunque cuando él había cruzado el pasillo la primera vez hacia la salita, había estado cerrada.

A través de la puerta se veían las bibliotecas repletas de libros apilados exactamente igual a como los había visto cuando vio la biblioteca de la casa original, es decir, la que compartía con sus compañeros. Recordó haber visto en uno de los estantes más próximos a la puerta un ejemplar de Leviatán tan deshecho y maltratado que su deterioro le llamó la atención…y ahí estaba, exactamente igual de carcomido y estropeado, en el mismo sitio donde lo viera.

Hasta el portátil de Taekwoon estaba en el mismo sitio. Todo era escalofriantemente idéntico…salvo un detalle. En la casa original no había cadáveres colgando del techo.

Eran en torno a doce y estaban colocados en filas de tres. Cada uno pendían de una especie de ancla colgada directamente del techo, Hongbin no llegó a ver con precisión qué era lo que las mantenía fijas al techo. Estaba demasiado ocupado alucinando al ver cómo los cadáveres, en diferentes estados de composición, tenían ambos pies cercenados y en el muñón se hundía el extremo del ancla.

Se dejó de caer de rodillas al suelo al advertir otra característica; todos carecían de ojos. Veinticuatro cuencas vacías clavaban en él su mirada infernal y torturada. La nariz de algunos ya se había desprendido por completo, otros tenían la piel repleta de llagas, de heridas que ya no sangraban. La piel de todos estaba tirante sobre los huesos. Las costillas se traslucían con una claridad mórbida y asquerosa.

Porque…todos los cadáveres estaban desnudos.

Como él.

Aulló.

—¿Qué te parece mi colección? —susurró la voz del shinigaimi a su oído y Hongbin se sobresaltó; no lo había oído acercarse.

La garra lo tomó del hombro y lo levantó con tanta fiereza que a punto estuvo de desencajarle el hueso. Hongbin había comenzado a sollozar, la visión de los cadáveres le había arrebatado de golpe el poco aplomo que restaba en él.

Wonshik vio sus lágrimas y soltó una suave carcajada, mordaz, cantarina.

—¿No te gusta…? Es una pena, porque vas a unirte a ella.

—¡No! ¡No! ¡Haré lo que quieras! ¡Haré lo que quieras!

—Mata a tu víctima.

—¡No puedo hacer eso! ¡No soy un jodido asesino!

—Bueno, pues yo sí. ¿Prefieres que te arranque los pies con mis garras o mejor te los cerceno con un hacha?

Hongbin se arrojó frente a Wonshik de rodillas.

—Haré cualquier cosa menos matarle. Cualquier cosa.

El shinigami lo observó, postrado frente a él, y se planteó muy seriamente —y la autora se lo planteó con él, es tentador…mmhh RaBin…— si convertirlo en su esclavo sexual y dejar lo del asesinato para el próximo advenedizo que muriera en las inmediaciones. Pero como eso supondría muchos cambios, y Wonshik ya estaba decidido a convertir a Hongbin en su esbirro, se negó.

—No hay absolutamente nada más que un humano como tú pueda hacer para complacerme. O aceptas el acuerdo y lo matas, o yo te mato ahora. Decide.

El llanto de Hongbin arreció. La mente de Hongbin se transformó en un mar embravecido de principios y realidades. La opción de matar era para él inconcebible, era incapaz de imaginarse blandiendo un cuchillo frente a su compañero dormido, aguardando para darle el golpe de gracia. ¿Cómo iba a cargar con una vida en su conciencia? ¿Él, que detestaba meterse en problemas? ¿Quién era él para terminar con la vida de uno de sus compañeros? Iba destinado a médico, la vida humana era su prioridad.

Pero...no deseaba morir. Mentalmente, la vida de los demás era su prioridad, pero en lo que a sus instintos atañía, su propia vida era aquello que él con más celo custodiaba. Se resistía a morir.

Desde el primer momento fue obvio que realmente no existía tal elección.

—Hongbin—lo llamó Wonshik—mírame.

El aludido alzó la mirada.

Se encontró con los ojos de Wonshik de nuevo transparentes. No vio nada, pero olía a sangre. Estaba boca abajo. El dolor que sintió en sus propias carnes era horripilante, inhumano, descarnado, insoportable. Lo experimentó durante dos segundos antes de apresurarse a girar la cabeza para eludir la visión.

Gritó hasta que sintió su garganta en carne viva. Entonces abrió los ojos. Vio la puerta de entrada. Tenía ojos. Y pies. Solo había sido una visión. Una horrenda visión. Que no se haría realidad si perseveraba en su negativa.

Sin mirar a Wonshik por temor a revivir su muerte, sollozó:

—¡Lo haré! ¡Lo mataré!

Notas finales:

WENO WENO WENO AQUI EMPIEZA EL JUEGO

¿Quién creéis que será la víctima de Hongbin? Dad por sentado que es uno de los vixx no penséis en Hongki ni en ningún personaje que no haya aparecido aún jajajaja

¿Habéis notado algo extraño en este capítulo? ¿Qué os parece Wonshik?

Por dar un poco la chapa ya que estamos os contaré que ODIO que las novelas de intriga tengan un personaje de fantasía en plan tatatachán, todo era culpa de un dios de la muerte random (? así que os haré spoiler y os diré que básicamente toda la trama de intriga de este fic gira alrededor de la figura de Wonshik, porque es más de lo que parece ser...

En el próximo capítulo: 3-The boy and the shadow, en el que comienza el salseo Hyukbin y los planes de Hongbin de matar a su víctima, que incluye un par de sustos y algo de salseo...

Lo subiré el viernes. <3 

¡Nos leemos!

 

 

PD: Si no recibo ningún review, mandaré a Ravi el shinigami tras vosotras...mmh...

 

@Lost_Nagini


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