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T.I.D. por Evangeline_Evans

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Notas del fanfic:

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Notas del capitulo:

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Cada ser humano es un ritmo propio en el universo.

Doménico Cieri Estrada

 

15 de mayo de 2008

 

—Lo siento Amelia, pero no soy Jimmy. Hace mucho que Jimmy se fue.

Los ojos azules la miraron con lástima pero con firmeza.

—¡Mientes!

Castiel suspiró con cansancio.

El psicólogo le había dicho que debía plantearse decirles la verdad a Amelia y a Claire, así que por fin había decido “tomar el toro por los cuernos” y tener esta conversación. Sabía que iba a ser difícil; sabía que Amelia no iba a tomárselo bien; sabía que sus palabras destrozaban las últimas esperanzas que le quedaban, pero no había llegado a pensar que esa esperanza la cegara tanto. Ya habían pasado dos horas desde que comenzó la conversación.

Suerte que había decidido hablar esto antes de que Claire volviera del colegio.

—Amelia, yo lo sé. Y sé que tú también lo sabes. Hace dos semanas que Jimmy no ha vuelta a aparecer. Sabes tan bien como yo que eso no es normal. El doctor Shurley dijo que es algo inaudito, pero que a veces...

—¡Cállate! ¡CÁLLATE! ¡Tú no eres nadie! ¡No existes!

Castiel sintió una punzada en la pecho. No era la primera vez que Amelia le decía eso. No era la primera vez que le decía que sólo era una invención de la mente de su marido, que no era una persona.

Castiel no sabía como debía sentirse una persona. Él se sentía como una persona, o por lo menos eso creía por lo que había leído. Sentía hambre, sentía sed, sentía sueño, calor, frío, dolor. Soñaba, tanto mientras dormía como mientras estaba despierto. Así que no sabía que entendía Amelia por persona y cual era la razón de decir que él no era una.

Pero tenía que comprenderla. Hace casi un año que las conversaciones con su marido habían ido disminuyendo. Hace dos semanas que vivía constantemente con un desconocido con la cara del hombre con el que tuvo una hija.

Se quedó en el sofá viendo como lloraba desconsolada, su cara enterrada en sus manos.

No sabía que hacer. ¿Qué se le decía a una mujer a la que solía ver de vez en cuando, la mujer que a veces le confundía con su marido y le abrazaba?

La respuesta era “nada”. No había nada que decir. Estaba destrozando su vida y un simple “lo siento” no iba a arreglarlo.

Tampoco sabía como sentirse exactamente. A diferencia de muchas personas con trastorno de identidad disociativo, él no tenía recuerdos de una supuesta vida pasada. Para él todo comenzaba con su cara reflejada en un espejo con una cuchilla de afeitar en mano, no había nada anterior. A veces estaba tranquilamente leyendo un libro y al siguiente momento estaba en un lugar completamente distinto, sin recuerdos de como había llegado allí.

Se sentía como un niño viendo el mundo por primera vez, aunque la verdad es que no todas las cosas le eran desconocidas. Sólo lejanas.

Siempre se sentía asustado, desprotegido, después de haber sido ocupado por Jimmy. Tenía miedo de aparecer en algún lugar desconocido y perderse, o al volante de un coche en marcha, o tal vez en algún momento íntimo con Amelia. La vez en la que había aparecido y se encontró con la lengua de ella dentro de su boca se había sentido asqueado, violado.

Pero desde hace dos semanas el miedo a desaparecer había ido disminuyendo. Jimmy no había vuelto. Era él, Castiel, quien estaba allí.

Su mente volvió a la maleta que yacía dentro del armario del cuarto de invitados —su cuarto— desde hace tres días, desde su última sesión con su psicólogo. No sabía dónde ir, no sabía como iba a sobrevivir, no sabía nada, sólo sabía que quería alejarse de Amelia, de sus ojos esperanzados, deseando ver otra vez el amor en los ojos de su marido; de Claire, quien volvía todos los días del colegio y preguntaba si su papá había vuelto; de todos los que lo paraban por la calle y hablaban con él como si se conocieran de toda la vida. Él no los conocía y eso le asustaba.

Así que había reunido las pocas prendas que Amelia le había dado, un poco de dinero que tenía en caso de emergencia y lo había metido en una pequeña maleta
(o más bien mochila), a la espera de encontrar la fuerza para irse.

Al principio pensó dejar una nota pidiendo disculpas e irse por la noche, pero lo descartó. No era justo para ninguna de las dos. Después decidió hablar con ella, ser valiente. Viendo como se desarrollaban las cosas, tal vez no había sido una buena idea.

Con un suspiro, se puso de pie y se encaminó hacía su cuarto, decidido a irse cuanto antes.

—¿Q-qué estás haciendo?

Castiel se paró.

—Me voy.

—P-pero J-Jimmy...

—Lo siento, Amelia, pero ya no puedo quedarme aquí. No es justo para ti que yo esté aquí, y no es justo para mi tener que quedarme, alimentar tus esperanzas.

—¿Pero y-y si vuelve?

—Si Jimmy vuelve a aparecer ya sabe donde está su casa, sabrá volver por sus propios medios.

Castiel se calló unos segundos.

—Adiós Amelia.

Fue rápidamente hacía su habitación y cogió la mochila.

Iría a ver al doctor Shurley, su última sesión, y luego tomaría un autobús a alguna ciudad lejos de todo lo que Jimmy conocía.

Sorprendentemente, el miedo ante la gente desconocida que estaría en su camino fue insignificante en comparación a miedo de estos desconocidos tan conocidos.

 

oOo

 

—Castiel, me alegro de que hayas venido a verme por última vez.

El doctor Chuck Shurley no le ofreció la mano, sabía que no le gustaba que lo tocaran, simplemente hizo un gesto hacía el sillón enfrente suya.

—Doctor Shurley, gracias por recibirme.

—Por supuesto. Doy por supuesto que te vas.

—Así es. Creo... creo que es lo mejor. Sé que en realidad sólo soy el producto de la mente enferma de un hombre, pero me gustaría vivir tanto como me fuera posible.

El doctor Shurley lo miró unos segundos con la cabeza inclinada.

—Esa es la cuestión Castiel, que no creo que lo seas.

Castiel lo miró confuso.

—¿Qué es lo que no soy?

—El producto de la mente enferma de un hombre —le citó.

—Pero... pero...

—No puedo afirmártelo con total seguridad, pero es una conclusión a la que he llegado después de entrevistarte tanto a ti como a Jimmy. Los trastornos de identidad disociativo aparecen al existir un trauma muy profundo, normalmente en la infancia. El individuo crea a alguien que sea capaz de sobrellevar ese trauma, algo así como un protector. Bueno, no es que se cree algo totalmente nuevo, sino que se acentúan características del individuo. En principio el subconsciente sólo quiere a alguien fuerte, capaz de afrontarlo todo para que la mente no se rompa en pedazos irreparables, pero no es capaz de controlarlo y aparecen otras personalidades además de la “fuerte”. Hasta ahora no he sido capaz de comunicarme con otra personalidad, y parece que no ha aparecido ninguna más, por lo que podemos decir que sólo estáis Jimmy y tú. Y la deducción más rápida es decir que tú eres la personalidad y Jimmy el “original”. Pero algo no me cuadraba.

Castiel seguía con expresión confusa mientras Chuck revisaba su blog de notas.

—Aquí —dijo, consciente de la impaciencia de Castiel—. Tú dices que “desapareces” cuando Jimmy vuelve, como si te expulsaran del cuerpo; pero Jimmy dijo que él era, en principio, consciente de lo que pasaba a su alrededor, como si lo viera a través de una ranura en la pared; no siempre, pero sí de vez en cuando.

Castiel por fin encontró la voz:

—¿Y eso que significa?

El doctor empujó las gafas sobre el puente de su nariz.

—Castiel, las personalidades son conscientes de lo que pasa a su alrededor, al menos la que fue creada “conscientemente”, digamos, la fuerte. El paciente sabe que está enfermo cuando se despierta con perdidas de memoria, en un lugar en el que no estaba o con ropa que no llevaba. No recuerda lo que sus personalidades han hecho.

Las palabras del psicólogo se repetían una y otra vez en la cabeza de Castiel, buscando su significado (pese a que estaba claro).

Él era real.

Él existía.

¡Él era una persona!

Luego la burbuja explotó.

—¿Y de qué me sirve eso, doctor Shurley? —preguntó en voz baja— ¿De qué me sirve saber que soy el “original”? No recuerdo nada, es como si no hubiera existido hace dos años. Jimmy tiene una familia, un trabajo, una vida. Yo no tengo nada.

—Castiel... —la voz de Chuck también era baja, triste. Sabía que eso iba a pasar. Y sabía que Castiel tenía razón. ¿De qué le servía saber eso si no tenía nada?

—¿Qué cree que pasó? —preguntó Castiel, interrumpiendo sus pensamientos— ¿Por qué cree que mi mente creó una personalidad tan fuerte como para que existiera durante tantos años, haciéndome creer que yo era la personalidad?

—No lo sé —respondió con sinceridad—. Pero... —volvió a inclinar la cabeza, como hacía siempre que reflexionaba—. Creo que tengo a alguien que podría ayudarte a averiguarlo. Son unos amigos que tengo en Lawrence, Kansas.

Kansas. Eso estaba lo bastante lejos como para no cruzarse con ningún conocido de Jimmy...

—Bobby Singer es detective privado. Está prácticamente retirado, pero su hijo Dean se encarga ahora del negocio. También está Sam, que también está en el negocio familiar, pero él es un abogado más que nada. Te aseguro que son muy buenos en lo que hacen.

—Esto... doctor Shurley, yo no tengo dinero. ¿Cómo los voy a pagar?

—Ese es un problema, sí... ¿Sabes qué? Te voy a dar su número. Vete lejos, busca trabajo en lo que puedas y en cuanto reúnas un poco de dinero llámalos.

Castiel se quedó en silencio, mirando sus manos. Entre sus planes había estado buscar trabajo, pero realmente no estaba muy seguro de en que. No tenía ninguna carrera, ni siquiera había ido a la escuela, ¿quién lo contrataría?

—¿No me habías dicho que te gustaba cocinar? —preguntó Chuck, interrumpiendo sus pensamientos— Podrías probar en alguna cafetería, creo que te contratarían. Todavía recuerdo los pastelillos de miel que me trajiste —dijo con voz soñadora.

De repente su camino se veía menos oscuro y terrorífico. Tenía un destino en su mente y también más o menos lo que hacer para ganarse la vida. Sí, definitivamente estaba un poco menos asustado.

—Gracias, doctor Shurley, de verdad que aprecio mucho lo que ha hecho y lo que sigue haciendo por mi —dijo con la voz entrecortada y los ojos brillantes.

Chuck lo miró sonriente.

Por eso estaba allí, para ayudar a todas las personas que pudiera.

Notas finales:

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