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T.I.D. por Evangeline_Evans

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Notas del capitulo:

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¿Crees en el amor a primer vista o debo pasar otra vez?

Darynda Jones

 

18 de septiembre de 2008

 

—¡Último trozo!

—¡Oído!

A Castiel no le gustaba servir las tartas de manzana fríos, es más, lo odiaba, así que sabía que tenía que tenerla preparada para meterla horno en cuanto quedaran dos trozos en la del mostrador.

En cuanto la voz de Jo le llegó al oído se puso lo guantes y metió la tarta que tenía en el frigorífico al horno. Después se dio la vuelta y siguió removiendo los huevos revueltos de la enorme sartén.

Era la hora del desayuno todavía (aunque en Harvelle's Roadhouse era la hora del desayuno hasta la una, cuando la gente ya empezaba a pedir el almuerzo), y los huevos revueltos con bacon y café (y zumo de naranja de vez en cuando) estaban a la orden del día.

Mientras servía la comida en los cuatro platos que Jo esperaba, movía la cabeza al ritmo de la canción de Survivor, The eye of the tiger.

Estos meses habían sido los mejores de su corta vida: se despertaba a las seis, salía a correr hasta las seis y media, se duchaba y después iba a trabajar desde la mañana hasta la noche, con una pequeña pausa a las tres para comer. A las diez volvía a su pequeño apartamento cerca de la cafetería, donde se preparaba la cena, se daba una ducha y descansaba hasta el día siguiente a las seis. Todos los días eran igual que el anterior, sin ninguna variación, sin imprevistos, sin pérdidas de memoria.

Sin pensar, puso los platos en las bandejas que lo esperaban, sabiendo que Ellen los vería y pondría el café.

Sacó unos donuts (una cafetería para policías necesitaba donuts) recién hechos y empezó a ponerles azúcar y chocolate, con la mente en otro lado.

Su salario iba al alquiler y a los pequeños gastos de la casa. No tenía pasatiempos ni caprichos, exceptuando algún libro de vez en cuando, así que todo el dinero que le sobraba lo ahorraba para los detectives.

Lo cual lo llevaba a una sombra en la casi perfecta vida que había construido en Lawrence, Kansas: su pasado. Estaba bastante seguro de que ya tenía el dinero necesario, pero tenía miedo de ir por fin y averiguar su pasado. ¿Por qué? Bueno, pues porque había un trauma. Un trauma tan grande que lo había obligado a estar encerrado por Dios sabe cuantos años. No quería descubrirlo y volver a perderse en si mismo.

Así que allí estaba el problema.

¿Qué hacer?

¿Qué debía hacer?

Una ayudita, ¿por favor?

—¡DEAN!

El estridente grito de Jo lo sacó de sus ensoñaciones. Y miró un donuts excesivamente espolvoreado.

—Demonios —murmuró mientras quitaba la montañita que quedaba sobre él.

Después giró la cabeza para ver a que se debía el barullo.

Inclinó la cabeza ligeramente para ver a un hombre alto, más de metro ochenta, dar un abrazo de oso a Jo, levantándola del suelo.

Así que ese era el famoso Dean Winchester, el casi hermano de Jo del que tanto hablaba.

Dean Winchester, el detective privado que había estado ausente por un caso desde que él llegó a la ciudad.

Allí estaba su señal; el hombre por el que había acabado allí.

Muchos pensamientos podrían estar pasando por su cabeza ahora mismo, pero el que resonaba con más fuerzas era “Es más guapo de lo que pensaba”.

Con un pequeño sobresalto, volvió a esconderse en la cocina.

—¿Qué me pasa?

Castiel había visto a muchas personas agradables a la vista (¡estaba trabajando con Jo!), pero nunca había sentido como mariposas en el estómago.

¿Eso era amor a primera vista? La verdad es que no tenía ni idea de la respuesta. ¡A efecto prácticos tenía un año de edad! Eso no daba para mucha experiencia, la verdad.

—¿Castiel? ¿Hola? ¿Estás allí?

La voz de Jo lo sacó de sus ensoñaciones.

—¿Qué? —medio gritó, mirando la cabeza que asomaba por encima de él (¿Cuándo se había agachado?)— Ah, sí. ¡Claro! Se me había caído... algo — Dios, ¿se podía ser más patético?—. ¿Quieres algo?

—A Dean le gustaría probar tu tarta de manzana. Desde que ha vuelto a la ciudad no para de escuchar de él.

—Claro, por supuesto. En unos minutos está.

Se puso rápidamente en pie y se acercó al horno para ver como iba todo.

¡Demonios! ¡Casi se le quema!

Se pone los guantes a toda prisa y saca la tarta. Con un cuchillo lo corta en diez partes y se lo pasa a Jo, que ya tiene preparado el plato de Dean.

—¿Te importa salir y preparar dos tazas de café? Mamá ha ido afuera por un momento.

Oh, por el gran Dios. Solo deseaba no hacer el ridículo frente a su futuro empleado.

—Por supuesto.

Con los pies de plomo se desplazó hasta la puerta de la cocina y salió.

Dean estaba sentado en una mesa junto a otro hombre más alto que él, Sam Winchester seguramente. A él lo había visto de vez en cuando en la cafetería, pero nunca habían hablado.

Harvelle's Roadhouse no se parecía a una cafetería cualquiera. La verdad es que parecía más un bar que cualquier otra cosa. Todo era de madera, desde las paredes hasta el suelo y los taburetes de la barra. Las ventanas eran grandes y dejaban entrar la luz durante el día y permitía que se viera toda la calle por la noche. Las paredes tenían fotografías de distintos eventos importantes de la ciudad y la pared que había al lado de la barra estaba llena de fotografías de policías tomadas en ese mismo bar delante de una tarta, con un gorrito gracioso y con Jo detrás haciendo muecas. Una de esas fotos era de su padre, donde Jo tenía sólo cuatro años y estaba subida a sus hombros, agarrándole de las orejas.

A Castiel le gustaba mucho trabajar allí, era un sitio hogareño, donde durante el día estaba lleno de familias y que a la noche, sobre las nueve, se llenaba de policías saliendo de su turno o de policías retirados que venían a hablar con otros compañeros o simplemente con Ellen, recordando viejos tiempos.

Con la mirada lejos de “La Mesa” se puso a servir el café para los hermanos Winchester.

No entendía porque no lo había hecho Jo. Sólo tomaba dos minutos.

—Ya está el café —dijo en voz alta, rezando para que ella lo oyera.

—¡Pues tráelo!

Por primera vez en cuatro meses y pico estaba maldiciendo a Jo. ¿Por qué tenía que llevarlo cerca del hombre que hacía latir su corazón como un bombo y dejaba su boca seca como el Desierto del Sahara?

Con todo el aplomo que pudo reunir, se acercó a la mesa, intentando que sus manos temblorosas no tiraran las tazas.

—¡Aquí estás! —gritó Jo, quitándole las tazas y poniéndolas delante de los hermanos— Déjame presentarte. Castiel, estos son Sam y Dean Winchester. A Sam ya lo habrás visto, pero Dean acaba de llegar después de meses de paz para nosotros.

—Yo sé que me has echado de menos, enana —dijo Dean, guiñándole un ojo.

—Y este —siguió, pasando de él—, es Castiel, nuestro nuevo cocinero.

—Un placer conoceros —les dijo con una sonrisa, intentando apartar la mirada de los ojos verdes que lo miraban intensamente.

—Lo mismo digo Castiel. Esta tarta es increíble —el elogio provino de Sam, que le sonreía con cortesía.

—Y dime Cas, ¿estás casado? —preguntó Dean como si nada, apoyando la barbilla en la mano.

—N-no. ¿Por qué lo preguntas?

Maldición, estaba tartamudeando.

—Porque pienso pedirte que te cases conmigo. Sólo debes hacerme estas tartas por el resto de mi vida. Te pagaré con sexo fantástico.

La boca de Castiel cayó abierta y un súbito calor alcanzó su cara y otras áreas de su cuerpo.

—Y-yo c-creo que debo volver a la cocina.

Y se dio la vuelta corriendo, con la voz de Jo de fondo diciéndole a Dean que era un completo imbécil por meterse con el pobre e inocente Cas y la de Dean pidiendo un nuevo trozo de tarta.

Notas finales:

Este fic es participante en el concurso Destiel Fest si deseas que gane vota en http://on.fb.me/1NJRDlM


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