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Decepción por fatfancyunhappycat

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Notas del capitulo:

Los personajes de One Piece no me pertenecen, son propiedad de Eiichiiro Oda. Como ya dije, este Fanfic es parte de la Convocatoria de Parejas Crack organizado por El Burdel de Kida. 

Me divertí mucho escribiéndolo, saludos y agradecimientos satánicos a mi querida Husbando (Sandy) que me dio la idea, la considero mi musa independientemente de la pareja que sea, no sé por qué. 

Si lees eso, Husbando mía, ¡gracias! Te adoro, empótrame(?). 

 

Sin más que decir porque poner cosas acá no es lo mío, espero que les guste. Los comentarios son muy bien recibidos(?!). 

 

 

Asqueroso, repulsivo, monstruo.


Al pobre Gekko Moriah lo tildaban de todo, siendo apenas un niño. Un niño que, para vergüenza de toda la humanidad, había visto y pasado por lo peor de lo peor. Puedo asegurarlo yo, que ni siquiera el más dulce beso de doncella sería capaz de curar las heridas que yacían en su desgraciada alma.


Su apariencia no era la mejor, era un niño con rasgos de demonio por la manera en la que su rostro había sido tallado por la naturaleza. Pero... aun así, era un niño de buen corazón o eso creo yo, que pude al menos toparme con lo mejor de él.


Un día recibí una lagartija muerta y hueca. Su manera de amar.


La enfermedad con la que debía lidiar lo consumía lentamente y con ello, él mismo se alimentaba con la idea de renacer estando muerto de alguna manera, a veces me causaba ternura, a veces me causaba miedo y pena. Nosotros nos preocupábamos mucho por él. Como triste Quijote, más temprano que tarde, los libros lo enloquecieron. Así que, muy aparte de tener que cuidar de un paciente terminal, era necesario también ayudarlo psicológicamente como nos fuera posible. Lo puedo asegurar: fue todo menos algo fácil.


Tuvo problemas, eso quedaba claro. Otros niños abusaban de él, le daban de comer basura o tierra. Él accedía por miedo a los golpes, ya había sufrido eso con otro chiquillo durante su infancia temprana. Kaido, lo llamaba él. La ira que pintaba en sus ojos aún me hace creer que no hay nada más pútrido que forzar a un niño a odiar.


Pero en realidad hay algo más allá.


Fuera de todas las alucinaciones, fuera de creer en muertos vivientes, fuera de creer que sus amigos eran cosas que iban más allá del entendimiento humano; fuera de todo eso, captaba la realidad, tal vez distorsionada para endulzar su mentecita, pero realidad era.


Moriah no me tenía solo a mí tachada, ser su enfermera favorita no quitaba el hecho de que pudiera tener otras... aunque no las tenía. Lo que sí tenía era un doctor favorito. Bartholomew Kuma, hombre de iglesia, ejemplo a seguir. Perfecto en el sentido de que podría hablarte de Dios una noche y la otra podría sacarle la vuelta a todo ese pudor que supuestamente lo cubre en plena noche si es que él lo desea.


Callado y peligroso.


Moriah siempre le tuvo miedo, eso lo comprendemos. Era grande, un gigante con apariencia gentil para cualquier niño. Calmado, silencioso... misterioso. A los niños les aterraba la idea de estar bajo su observación. Otros preferían a Chopper, otros a Trafalgar (sigo sin explicarme bien esto). Soy una simple vieja, ¿qué puedo decir?


Y como soy vieja, tengo mucho que contar. He visto aberraciones y he visto amores falsos. Justo es de amores falsos mi tema.


Los niños se enamoran con facilidad, mis estimados. Se enamoran y no pueden soltar esa bella idea hasta que pasan por la decepción.


Mi niño preferido, o quien lo fue, pasó por eso.


Decepción. Una decepción aplacada solo por la falta de cordura.


Palabras bonitas susurradas para alguien que no sabía cómo responder, palabras bonitas salidas de una boquita de azúcar. "Me estoy muriendo, ¿puedo pedir un deseo?" y su deseo era no morir y poder quedarse con Kuma por el resto de su vida.


Primero se sintió intimidado, pero algo más, como la idea de lo que era el amor y la imagen paternal que nunca tuvo mezclándose. Buscaba lo que nunca tuvo y lo que nunca tendría.


Yo esperaba que la historia terminara como la de aquel famoso Hidalgo que en clase de español me enviaron para analizar noche tras noche. Por el contrario, dolor multiplicado por cifras incalculables, la lucidez era una opción indiferente para el niño.


Caminaba mareado luego de varias sesiones, prácticamente se arrastraba hacia el consultorio de su platónico y le pedía por favor, calmara ese dolor y silenciara las voces que lo atormentaban. No podía hacer nada, Kuma no podía hacer nada y Moriah insistía en que cuando terminara todo eso, vivirían juntos tal cual él quería.


No obstante, Dios así no lo mandaba. No lo mandaba y mi compañero lo sabía bien, lo sabía muy bien como para jugar con los sentimientos de ese pobre niño enamorado de otro hombre... Pese a todo, lo hizo. Le quedaba poco tiempo, ¿por qué no darle ese gusto? Y yo, entre reproches de senil arpía, renegaba y le decía que era más cruel hacer eso.


Sigo creyendo fielmente en que yo estaba en todo lo cierto.


Al rato pasaron a los tocamientos, besos pacientes, roces entre la manga del traje viejo del doctor y las pálidas y flacas piernas del paciente. Fue aumentando.


Las ganas de conceder el deseo fueron más bien, todos los pecados que Kuma nunca cometió por miedo a quemarse eternamente en ustedes ya sabrán dónde. Le gritaron y juzgaron bastantes.


¡Eso tiene nombre! ¡Eres un pederasta y hace mucho que perdiste la ética!


Yo solo sabía que ese niño sufría sin siquiera saberlo.


Kaido desaparecía de su mente cuando el doctor pasaba sus manos entre sus piernas, la sensación precoz de la sexualidad en él lograba desvanecer con facilidad las ideas sacadas del género de horror que tenía. No era lo indicado, pero al menos podía hacerlo feliz por un cuarto de hora.


Lo veíamos mal, porque sacaba provecho él de la no tan cándida cabeza infantil.


Lo despidieron cuando el caso llego a mayores. Cuando la policía llegó a la institución preguntando por él y él accedió, arrepentido por mucho.


Antes de que se fuera, yo personalmente pedí que tomara responsabilidad del pequeño. Fue cruel, más cruel que cualquier otra cosa.


Moriah murió por sobredosis, dejando una carta devastadora, muriendo triste y llevándose con él al más allá un nuevo odio que nunca pudo manifestarse plenamente estando acá.


Desapareció como apareció: sin gracia ante el divino.

Notas finales:

Gracias por leer ;v; 


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