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My time is yours {Jongkey} por Argoncita

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Notas del fanfic:

Este es el comienzo de una serie que llevará la misma trama todo el rato. Pertenecerán al mismo AU donde el tiempo son números exactos y todo lo explicado al comienzo del fic. 

He decidido empezarlo con el Jongkey porque oh, estos dos pequeños son tan adorables, distintos y parecidos al mismo tiempo que no sólo cautivan mi corazón individualmente, sino que en conjunto son simplemente explosivos. 

No hay más parejas en el fic a parte del Jongkey pese a aparecer el resto del grupo, simplemente por la forma en la que estaban estructuradas las cosas, no me agradaba poner más emparejamientos, o no me gustaban los que surgirían. >u<

 

Notas del capitulo:

¡Traigo algo nuevo! Un hermoso Jongkey cuya trama, sinceramente, es algo por lo que me siento orgullosa no sólo porque ha sido apoyada por alguien muy importante para mí, si no porque es una idea que surgió por algo que escribí hace mucho, a lo que le he conseguido dar forma.

No me extenderé mucho, porque simplemente quiero que disfruten y me digan qué tal, ¿cómo se encuentran, qué tal sus vidas?

¡Nos leemos abajo! <3 

El tiempo siempre ha sido relativo, sabemos que hay un tic porque hay un tac, ¿cierto? Es la sucesión de los segundos que desembocan en minutos, asimismo estos terminan siendo horas, las cuales sumadas veinticuatro dan un día, y así sucesivamente hasta la eternidad. Algunas veces, sentimos que el tiempo es dependiente de la actividad que estamos desempeñando, por lo que por ejemplo, parecerá que el tiempo "vuela" cuando estás entretenido, o con alguien especial; pero en cambio pasará paulatino conforme estés aburrido, o no sepas qué hacer. ¡Maldita sea, todos hemos estado en clases, siempre habrá un momento del año en el que una lección se nos haga eterna! Mas, es justamente lo contrario, todos nosotros dependemos del tiempo como pequeñas marionetas apresadas por finos hilos. Lo que somos, podemos ser y seremos, es exclusivamente gracias a que el tiempo sigue pasando, en mayor o gran medida.

Entonces, ¿qué ocurriría si la sujeción al tiempo, fuera aún más exacta y notoria?

Un mundo donde el tiempo sean números exactos, naciendo con una base de cien años que por media culminan siendo ochenta, ya que, inevitablemente, nos habrá gustado siempre algún infante en el colegio, adolescente, o adulto con el que has formado una vida. ¿La correlación? Aquí, si amas o quieres a alguien con la suficiente fuerza, le estarás dando tu tiempo como un simple objeto que puedas ofrecer aunque, en este caso, no eres capaz de controlarlo. Tus sentimientos te traicionarán, comenzarás a cederle tu tiempo paulatinamente, y conforme más te enamores, más y más tiempo darás. Así que, claro,  esos amores fortísimos que pasamos en nuestros años mozos, donde creemos que alguien será nuestra vida cuando simplemente es una ilusión, nos hace perder aproximadamente veinte años hasta alcanzar la absoluta madurez. Claro que, hay excepciones, algunas personas que superan la adolescencia con sus años completos y vivirán tranquilamente ese tiempo, otros apenas llegan con cincuenta.

Si tu contador de años llega a cero, si los pocos minutos que te quedan los regalas a esa persona, simplemente perecerás como una rosa que fue incapaz de soportar el invierno; el amor que acelera tu corazón, asimismo hará que este se detenga. Si no amas, no le das tu tiempo a nadie, vivirás una prospera y larga vida tranquilamente. Esa es la regla vital de este mundo.

Contrariamente a lo pavoroso que suena todo esto, si tu amor es correspondido y estás recibiendo tiempo de vida de otra persona, las proporciones se mantendrán equivalentes. La cantidad dependerá de cuán fuertes son tus sentimientos, si es el amor de tu vida y es unilateral, lamentablemente, a menos que logres aminorar la cantidad, perecerás a los pocos años.

Es así como se han acostumbrado las personas a vivir, con el dulce placer mortal que es enamorarse, acompañándolos en el pasar de sus relevantes segundos porque, efectivamente, en este mundo los segundos cuentan como un "todo".

Kim Jonghyun es parte de ese loco mundo, mas para su suerte es un simple adulto de veintinueve años de edad que actualmente no tiene pareja. Estudió comunicación audiovisual y hoy en día pertenece a una cadena de radio que se emite a partir de media noche, bastante famosa para aquellos que tienen horario nocturno, la cual le ha llevado inclusive  a entrevistas para periódicos, debido a su instantánea fama. Además, hace poco más de un año comenzó a estudiar música, en busca de cumplir uno de sus sueños desde adolescente, incluso si el trabajo en la radio le da suficiente como para ser autosuficiente de forma cómoda y agradable.

Podría decirse que este hombre tiene una vida bastante plena y opulenta, sobretodo porque aparentemente, nada hace que pierda su tiempo, además de que sería fácil comenzar a dar tus minutos a alguien como el cachorrito piadoso que es Jonghyun, o eso cree la gente. No tiene ningún secreto sobre su forma de ser, es igual de amable y sensible por dentro que por fuera, el problema está en que sí va perdiendo su tiempo, a cantidades demasiado grandes para lo solo que está.

Cuando él aún era un adolescente de diecisiete, se enamoró perdidamente de una chica siete años mayor. Trabajaba como ayudante en una radio de la localidad, por lo que no sólo su apariencia le atrajo como a cualquiera, sino las dulces características que fueron conquistando el corazón del coreano por cada día que pasaban; tanto las que compartían, como las que no.

Tuvieron una adorable relación (tras semanas de un joven adolescente tropezando por los nervios que le provocaba estar cerca suya) en la que Jonghyun cada día le daba más y más a aquella fémina, mas, esta le confesó en un punto sin retorno, que su corazón no le pertenecía completamente.  Antaño se había enamorado de alguien que ahora no estaba en su vida, pero que efectivamente, seguía amando como el primer día.

En ese momento, el joven de cabello (en aquel entonces) castaño no le dio relevancia, alegando que él la amaría pasara lo que pasara, y aunque fuera "querer" en vez de "amar" lo que recibía, era suficiente para mantenerle vivo. La sonrisa que recibió fue una apacible, pero con un resquemor de tristeza que erizó sus cabellos.

No fue hasta dos años después de relación que comprendió el por qué de aquella tristeza.

"Jjong, te he empezado a amar tanto, tanto como lo he amado a él, has hecho que mis sentimientos se vayan desvaneciendo poco a poco, pero, Dios, ya es demasiado tarde." Dijo, cuando desfalleció ante él por un mareo incomprensible, incapaz de mantenerse más en pie. "Siento que he perdido demasiado, mi corazón está resentido por haber compartido todo mi tiempo en tan pocos años, y sé que a los veinticuatro que tengo, no debe quedarme demasiado. Lo lamento tanto, mi pequeño cachorrito, que aunque sienta que me estás dando tanto, soy incapaz de mantenerlo porque he perdido ya demasiado." Las lágrimas descendieron por los rostros de ambos, puesto que aquello significaba un fin, el tiempo ha dictado que se ha jugado demasiado con él, las cuentas no salen en números positivos.

-No te preocupes, yo te seguiré dando mi tiempo hasta el fin de mis días.- Dijo, y por más que ella negó, Jonghyun supo que cumpliría su palabra a menos que le arrancaran el corazón.

Silenciosamente, jamás comprendió cómo era capaz de amar con tanta fuerza a alguien que ya no estaba, dándole tiempo a un ente que ya siquiera pertenecía a tu vida, incluso si tu corazón estaba ocupado por otra persona. Perdías el doble de tiempo, y eso sólo acabaría en desgracia.

En efecto, siquiera tres años después,  ella murió con una tierna sonrisa en sus labios, mientras recibía las caricias del castaño, en el hospital donde había estado ingresada semanas atrás por carencia de energía vital, para tratar de alargar lo inevitable.

-No me regales más tiempo, cariño, yo ya no estaré.- Susurró ella.

-Lo siento. -Aquellas fueron las únicas palabras que escaparon de sus labios, mientras observaba la lápida de su eternamente querida.

En ese momento sólo tenía diecinueve años, y para qué negarlo, fue complicado pasar la última etapa de la adolescencia experimentando cómo se sentía el darle tu tiempo a alguien que ya no estaba siquiera vivo, pero por más que quisiera, era incapaz de dejar de quererla.

Se fue acostumbrando a la sensación, de forma lenta y dolorosa, pero el ir perdiendo días y días de tu vida conforme èsta avanzaba en retroceso fue tornándose en algo irrelevante. Ya que era consciente de que no viviría demasiado, al menos moriría sin el pesar de no haber cumplido sus sueños por ella, sabría que eso le dolería.

En la actualidad, eran las tres de la mañana y Jjong acaba de salir del estudio. Su programa era de doce a dos, pero generalmente estaba un par de horas antes y culminaba una después, no sólo para ultimar cosas con la productora y ayudantes, sino porque él mismo aprovechaba que el estudio de "Blue Night" (así se llama su programa de radio) tenía sitio libre. Muchas veces había grabado un par de cosas allí, ya que por suerte se llevaba bastante bien con todos allí, y no les importaba hacerle ese favor. No podía negarlo, escribir y hacer música era como un placer que llenaba parte del vacío que permanecía en su interior; le gustaría que ella estuviera allí para ver lo que lograba.

Soltó un suspiro, que dejó una nube de vaho dispersándose durante unos instantes, ya que los grados habían bajado bastante desde que comenzó la época de invierno en Seúl, y más en plena noche. Le agradaba la tranquilidad que reinaba a aquellas horas: con apenas un par de personas caminando por la calle, aparte de algún que otro borracho. Absorto en sus pensamientos, casi resbala en la escarcha del suelo cuando su móvil vibró en el interior del bolsillo de la gabardina negra que llevaba puesta. Ocultó el rostro en el interior de su bufanda blanca, envuelta alrededor de la garganta para evitar constiparse, sacando el aparato y viendo que tenía un nuevo mensaje.

"Espero que no sigas en el estudio aún, pequeño Dino." Las comisuras de sus labios de elevaron, aunque no pudiera verse por la lana calentita que le cubría hasta la nariz, mientras tecleaba rápido una respuesta. "Ya voy camino a casa, rano." Y le dio a enviar. Aquel era Minho, su mejor amigo hasta el momento, un deportista de tamaño titánico (para él, que estaba por debajo de la media en Corea.) que le había acompañado desde primaria sin fallarle ni una vez. "¡Hoy ceno pollo!" Y ahí estaba Onew, el último integrante del trío fantástico, un par de meses mayor que él, pero el más infantil del grupo. Rió suavemente, sin emitir sonido más que el movimiento de su pecho por una tranquila carcajada. "Oye, ¿Taeminnie pasó el ingreso a la Universidad?" En ese momento, comenzó una alegre conversación entre Minho y Onew, de la que él se desconectó poco después de leer que sí le fue bien. Ellos fueron los únicos que vivieron con él la pérdida de ella, y los mejores que podría tener (Además de los causantes de que tuviera ahora el pelo castaño claro y no casi negro, como era originalmente.).

Segundos después de guardar el teléfono, escuchó unos pasos de alguien aproximarse corriendo a él, pero antes de poder reaccionar, fue tomado por la solapa del abrigo y estampado de espaldas contra la pared. Él generalmente tenía buenos reflejos, sobretodo, fuerte, pero esta vez iba distraído. Abrió los ojos de par en par al encontrarse con un cuchillo amenazando con clavarse en su abdomen, ¿cómo coño?

Presionando su cuello con el antebrazo, había un chico cubierto con un destrozado abrigo de color aceituna, cubierto además con un gorro de lana y una pañoleta negra. Por las apariencias, apostaría a que era un indigente que vio la oportunidad en alguien que caminaba a las tres de la mañana solo, con móvil en mano por las calles de la ciudad, pero había algo que no le cuadraba en la situación.

-Suelta el puto móvil y todo el dinero o cosas de valor que lleves encima, ¡venga! -Gruñó, con lo que Jonghyun y su desarrollado sentido del oído se dio cuenta de que era un tono de alguien joven, al menos mucho más que él. Se fijó un poco más en él, no sólo porque no había salido del todo del shock, sino porque las pocas facciones que veía en el otro, eran de verdaderamente un púbero aún, no de alguien de más de veinte años.  Sus orbes eran oscuras, rasgados como típicamente tendría un coreano, pero de tal forma que quedaban apariencia exacta de un felino. Mentiría si por un instante no pensó en lo bonitos que eran, pese a estar sucio y desaliñado.

-¡He dicho que sueltes la pasta! ¿Qué coño, quieres que te mate aquí y sea yo quien te saquee?-Reaccionó con un pequeño respingo al estímulo auditivo y el tacto de una punta sobre las dos capas de ropa que llevaba. Algo llamó su atención antes de responder, y es que el ¿menor? No se veía para nada firme, lo normal sería que si alguien roba, sepa lo que hace y no tema por ello, pero ese chico estaba temblando ligeramente, y tenía la espalda arqueada como si no tuviese clara su posición.

Abrió los labios ligeramente, aunque siguiera sin verse por la bufanda. -¿No eres demasiado joven para estar así? -Fue lo único que dijo, incluso si su vida dependía de ello, había una especie de instinto que le llevaba a no temer del todo, si no a desviarse del tema principal que era que no le matara.

-¿Qué cojones estás diciendo? ¡Te estoy amenazando con un jodido cuchillo! -Volvió a gruñir el joven, al que se le veían un par de mechones rubiancos a través del gorro. Jonghyun negó levemente, y miró hacia abajo como pudo.

-Estás temblando.- Volvió a aclarar, sin inmutarse demasiado, aunque el otro sí que frunció el ceño, separándose de golpe del otro.

-¡Joder! Estás loco, me largo, quédate con tu mierda de móvil. -El adolescente se metió las manos en los bolsillos para alejarse, Jjong entornó los ojos observando la delgada figura que se notaba que había bajo la ropa deshilachada y sucia.

-Espera. - Antes de permitir que echara a correr, se apuró en detenerlo, sujetando su muñeca con cierta fuerza. El desconocido se giró, frunciendo el ceño con fuerza y sacando de nuevo el cuchillo.

-¿Quieres que te mate de verdad, o qué? ¿Vas a intentar denunciarme? Te apuesto lo que quieras a que un puto cuchillo no vas a poder detenerlo ni a hostias.-Murmuró con ácido en las palabras,  separándose de un tirón y tratando de andar de nuevo.

-Eres muy joven, demasiado. Tal vez a la policía no, pero podría hacer que me lleves con tus padres, ¿no? -El castaño no hablaba de mala forma, sólo lanzaba una advertencia, aunque más con la curiosidad de saber si aquello era una estúpida tapadera, o la apariencia del menor era así por circunstancias del destino sin él quererlo.

-Claro,¿no ves que doy asco? Creo que es obvio que no hay ni padres, ni casa, ni mierdas. -Debía admitir que era bastante mal hablado, lo suficiente para que el cachorrillo simplemente se limitara a dejarlo ahí e irse a su casa agradeciendo haber salido ileso de allí, mas, una fuerza que él mismo desconocía, le instaba a averiguar más, a hacer cosas por él. ¿Sería la humanidad? ¿Amabilidad? Ninguna palabra lograba coincidir con la sensación que lanzaba calambres a sus extremidades con la idea de dejarlo marchar.

-Entonces, no tienes casa... Y te ves muy delgado. -Concluyó Jjong, frunciendo levemente el ceño. Era curioso como ambos estaban hablando con sus bocas tapadas, como si fuera una reunión secreta, pensó cómicamente el adulto.

-¿Qué cojones hago hablando contigo? -El rubio se giró en dirección opuesta, cuestionando algo que ninguno de los dos sabía, pero que de alguna forma no habían detenido hasta ahí, o eso creyó el menor.

-¿Quieres ir a mi casa a tomar algo caliente y comer algo? -Cuestionó repentinamente el supuesto adulto. Y se recalca supuesto porque a saber quién se atrevía a ofrecerle a un vagabundo una plaza en su casa a las tres de la mañana tras casi empalarle con un cuchillo roído.

-Sin duda, estás loco. -Verdaderamente, el otro ya estaba dando pasos para alejarse de allí, pero de alguna forma sólo había dado un par pese a creer que había avanzando bastante ya.  Veía claramente que era mayor que él.

-¿Vas a perder una o la única oportunidad de llevarte comida plena y sin robar o caducar al estómago? -Jonghyun sabía que debía estar muriendo de hambre, no sólo por lo delgado que estabab su rostro y sus manos (lo notó incluso llevándolas cubiertas con unos guantes gruesos y llenos de agujeritos), si no por lo pálido que se veía, temblando y caminando agarrotado.

El joven se quedó estático unos instantes, calibrando la posibilidad en su cabeza de cómo de mal podría acabar si aceptara la invitación. De todas formas, seguía teniendo un arma en su bolsillo y otra más debajo del abrigo por si acaso, podría asestarle una cuchillada, salir corriendo y ponerse a lloriquear en algún callejón por lo que acababa de hacer, por más amarga que sonara la opción. Suspiró, girándose lentamente con el dolor de sus congelados músculos quejarse por el movimiento, observando al hombre de pelos castaños y lisos, frunciendo el ceño.

-Como vea algo raro, te arrepentirás. -Por la forma en la que los ojos ajenos se encogieron con forma de media luna, supuso que sonreía, aunque no veía su parte de su nariz, ni su boca.

-Lo mismo digo, vamos. Y ahora, gracias por guardármelo. Eres muy torpe para haber venido tan decidido a robarme, ¿no? -Dijo con cierto tono divertido en la voz, acercándose sorpresivamente al menor y metiendo la mano en el bolsillo izquierdo de su abrigo, sacando su teléfono móvil, que justo vibraba por un nuevo mensaje.

El rubio abrió los ojos lo más que sus rasgos felinos se lo permitían, gruñendo y siguiendo a Jonghyun desde dos metros de distancia, como una sombra, mientras este iba hacia su casa.

Primeramente, la forma en la que había aceptado. No negaba que podía ser él quien estaba siendo engañado, y nada más abrir la puerta de su casa le incrustara el cuchillo para poder robar a gusto, pero era tan joven, que se estremecía de sólo pensar la maldad que podía tener alguien así encima. Parecía un adolescente hasta cierta medida inocente, por más que fuera como un vagabundo, dijera palabras malsonantes como una máquina expendedora y llevara un arma encima. Si Minho estuviera allí, le hubiera dado ya un buen puñetazo y luego le habría dejado ir por ser joven; de ser ella, estaría haciendo lo mismo que él.

Volvió a suspirar, algo que hacía bastante de hace nueve años, sacando las llaves para entrar al edificio y subir hasta su apartamento. Miró hacia atrás, cerciorándose de que aún era seguido, notando el frío calar incluso en su cuerpo ya, abriendo la puerta de su casa y mirando al menor.

-Supongo que quieres que entre yo primero para que no pueda meterte dentro, encerrarte y hacer cosas ilegales contigo, ¿no?- El otro asintió lentamente, ¿qué se suponía que hacía dejando entrar a un ladrón en su casa? Cada instante que pensaba más en ello, más se daba cuenta de que era tan estúpidamente irreal que se daba pena a sí mismo, pero de perdidos al río, tampoco tenía mucho que perder.

Pasó al interior, quitándose la gabardina y bufanda, además de los zapatos. Se detuvo cuando su "acompañante" entró también.- Detente. -Dijo, girándose hacia él.- Si quieres pasar, hazme aunque sea el favor de quitarte lo normal, pero también el cuchillo de encima, por favor. No sé si comprenderás que es un poco incómodo. - Por respuesta recibió un gruñido, aunque poco después hizo lo que le pidió, causando que cierta alegría revoloteara en él con sutileza. -Adelante pues.-

Su apartamento era sencillo, todas las paredes de las habitaciones comunes como los pasillos, salón y cocina estaban pintadas de un color crema bastante suave. Al joven le pareció que era el típico apartamento de un adulto moderno, con muebles de imitación de cuero negro, y todo en colores monocromáticos para aportar sencillez y elegancia. Un aroma agradable enarboló su casi anulado sentido del olfato de tanta basura y porquería; poco a poco se dio cuenta que era perfume masculino, algo que siempre le había gustado bastante. Al menos, aquel loco tenía buen gusto; entraron a la cocina,  la típica de mármol pulido negro y liso, con una isla del mismo estilo en medio, donde estaba la vitrocerámica y cuatro plazas para comer.

-¿Qué quieres? -Cuestionó repentinamente el castaño, cuyo nombre desconocía así como él el suyo. De alguna forma había acabado en su casa sin siquiera saber su nombre.

-¿Ah? -Su voz le sonaba de algo, suave y melosa, la típica que al reír o gritar se hace más aguda, pero que no deja de ser tierna. Era indudablemente agradable.

-Café, té, chocolate, leche... Supongo que querrás algo caliente, tengo esas cosas. -Una suave sonrisa asomó en los delgados labios contrarios (delgados comparados con los suyos), consiguiendo que algo en el interior del rubio se estremeciera, su sonrisa era suave, le recordó al merengue que hay encima de los dulces, de alguna estúpida forma.

-Uhm... Chocolate. Hace mucho que no como ni bebo nada. - Aquello hizo al corazón del cachorro sentir una especie de angustia, ya que por un momento había olvidado la situación contraria. Jjong asintió, preparándolo delante del menor, ya que se quedaba de cara a él utilizando la vitro, que estaba en la isla donde el menor tomó asiento.

Jonghyun se tomó unos instantes para observar  al menor, viendo su pelo rubio enmarañado por la suciedad caer en ondulaciones mal hechas. Su rostro delgado de pómulos rechonchos estaba sucio, así como sus manos (ahora libres de guantes) y toda porción de piel al aire. Tenía los labios amoratados y resquebrajados, seguramente del frío. Aún en esa condición, le parecía...  precioso: tenía la juventud retozando en cada uno de sus poros, pese a tener ese ceño fruncido y cara de dolor permanentes. Dirigió de nuevo la mirada a la leche,  que ya había comenzado a hervir, así que echó el chocolate en polvo. Pocos minutos después, la bebida ya estaba lista, sirviéndolo todo en dos tazas, poniéndole una al rubio delante con una suave sonrisa.

-Kim Jonghyun. -El rubio alzó la mirada, relajando al fin el caño y tomando la taza, dejando escapar el aire de sus pulmones por la calidez que emanaba la bebida. -Mi nombre, Kim Jonghyun, no te lo había comentado.

El rubio se quedó unos instantes en silencio, antes de hablar en un susurro.- Key. -Sentenció, antes de dar un largo trago al chocolate como si fuera su vida en ello, hasta ser incapaz de más y bajarla, suspirando aliviado. El castaño notó cómo sus pómulos tomaron color al fin, un rosa suave, debajo de la porquería que tenía en la cara, acto seguido sonrió, tomando de su propia taza.

-Eres bastante joven, tienes casi cara de niño, ¿cuántos se supone que tienes?-Aquella cuestión fue por mera curiosidad, ya que el castaño era incapaz de determinar una edad exacta aunque le daba menos de veinte. Key le observó por unos instantes con una de sus pobladas cejas arqueadas, aunque aquello le daba un toque aún más adorable, cavilando unos instantes sobre si decir la información correcta o no. Después de todo, ya le había mentido sobre su nombre (y eso Jjong lo supuso, pero no iba a insistirle) así que, ¿qué importancia tenía decirle una cifra estúpida?

-Diecisiete.- Dijo finalmente, terminándose el chocolate cuando el mayor aún iba por la mitad del suyo, causando una risita por parte de este que consiguió hacerle no sólo ruborizar, sino fruncir el ceño de nuevo.- ¿De qué coño te ríes?

-Me diste ternura, sólo eso, me alegra que te haya gustado el chocolate. –Mantuvo una leve sonrisa surcando sus labios, que de alguna forma enervó al menor. – Es un mérito conseguir eso en alguien doce años mayor que tú. –

- ¿Doce? ¿Tienes veintinueve? Vaya, eres más viejo de lo que aparenta. –El rubio socó una risa socarrona, y el castaño sólo frunció el ceño sin verdadera molestia.

- Y tú calculas bastante rápido, así que supongo que sí fuiste al colegio y no llevas toda tu vida en la calle. ¿Cómo acabó un menor así? –Desde luego, Jonghyun iría al infierno por curiosidad de saber simplemente cómo era, pero así había conseguido mucho de lo que tenía hasta ahora.

-Oye, Jonghyun, si quieres saber por qué acabé así ni siquiera te molestes, no voy contando mi vida y mucho menos a alguien que no conozco, por muy extrañamente amable que te estés comportando conmigo. –Aquel chico tenía un temperamento muy propio, casi como una diva típica de televisión, si no fuera porque… -¡¡AAAAAH!! –Un grito terroríficamente agudo (incluso más de lo que él solía gritar, que de por sí es difícil) casi revienta sus tímpanos y, de hecho, la taza corrió un peligro abismal en sus manos por el respingo que pegó, viendo al rubio con el corazón en la garganta.- ¿Qué me tocó el puto pie? –Y todo el miedo se fue de golpe, sustituyéndolo por una carcajada sonora que vibró en su garganta con fuerza; pero antes de que el rubio pudiera gritarle cualquier insulto, un lloriqueo llamó su atención.

-Key, este es Roo, mi perrita. ¡Roo, saluda a Key-ah! –Su voz se tornó un poco más aguda al hablar a la perrita, la cual se sentó y ladró alegremente al nuevo conocido, para luego ponerse a saltar en sus dos cortitas patitas para tratar de alcanzarle y jugar.

Por primera vez desde que se habían encontrado, el rostro del menor se iluminó como si hubieran prendido algo en él, la más iridiscente y bella luz que jamás había visto. Una preciosa sonrisa se instaló en los labios del susodicho por la ternura que le causaba el cachorrito, y por primera vez desde hace diez años, Jonghyun sintió que su corazón se aceleraba, así como el tic tac que cada vez descendía más y más rápido, en su contra.

Tras unos veinte minutos observando al rubio jugar con la perrita (que, a decir verdad, parecía que competían para ver quién era más adorable), el dueño de la casa decidió que ya era hora de que empezaran a hacer algo más que aquello, sobretodo porque Roo no se iba a ir de allí.

-Key. –Lo llamó, inclinándose hacia él, que estaba de cuclillas delante de la perra.- Es tarde, y créeme que si no la detienes tú, Roo nunca dejará de jugar. –Sonrió levemente, consiguiendo que el rubio asintiera y se incorporara, sacudiéndose la ropa como si no tuviese ya suficiente morralla encima. Al fijarse en ese detalle, observó con detalle al menor, haciendo caso omiso a la voz que le decía que no debía inmiscuirse demasiado o le traería consecuencias fatales.- ¿Quieres aprovechar y darte un baño? Dudo que seas fan de estar así, no pareces de esos.- Los gatunos ojos contrarios volvieron a abrirse de par en par.

- ¿En serio?- Su voz casi sonó como si le hablara a una divinidad, consiguiendo que Jjong esbozara una sonrisa, aunque acto seguido el menor pareció percatarse y carraspeó.- Es decir, primero el chocolate y ahora un baño, a alguien que no conoces, que trató de robarte amenazándote, y tiene aún un arma oculta en la ropa. ¿Por qué?

Jonghyun se quedó pensando unos segundos, sin fingir ni nada parecido, verdaderamente se cuestionaba la verdadera razón por la que había decidido hacer todo aquello, pero tras ser incapaz de llegar a una conclusión, se encogió de hombros.- Te lo plantearé de otra forma, un desconocido claramente mayor que tú te invita a ir a su casa a tomar chocolate, tu aceptas y te lo bebes sin pensar que podría drogarte teniendo en cuenta lo pútrido que está el mundo hoy en día, pero parece que ya no temes que pueda tratar de hacerte daño. ¿Por qué? –El menor pareció captar a qué se refería de alguna forma, por lo que no volvió a cuestionar sobre aquello explícitamente.- Además, también te invité a comer algo, cuando salgas del baño tienes libre albedrío en la cocina siempre que no me la vacíes y, preferiblemente, no me robes, aunque no tengo la sensación de que seas verdaderamente de esos.

-Estoy comenzando a dudar sobre si tienes un jodido problema con la amabilidad, eres extremadamente inocente, o sólo eres un pederasta redimido que pasa de meterse en problema con niños ricos por la presión social y prefiere vagabundos que no tienen nada que perder. –El castaño enarcó una ceja, sobretodo porque el menor parecía decirlo muy seriamente sin siquiera ápice de duda sobre esas tres posibilidades, ¿debería sentirse atacado?

-Y yo estoy comenzando a dudar sobre si quieres ese baño o no, ¿te gusta oler a basura, es un perfume nuevo? –El rubio entonces pegó un respingo, avergonzado por lo que de todas formas era obvio, frunciendo los labios en lo que a Jonghyun le pareció el puchero más tierno del planeta.

-Está bien, está bien. Dime dónde está el baño. –Mentalmente, el cachorrito se anotó un punto por esta vez, caminando hacia el baño, siendo seguido por el menor.

- Todos los champuses, geles, acondicionadores, están en el mueble pequeñito al lado de la bañera, elige el que guste. Las toallas están debajo del lavamanos, algunas de mis velas están por ahí, enciéndelas si quieres. Tienes ducha o bañera, la ducha tiene hidromasaje y la bañera función de jacuzzi aunque, obviamente, no lo es… Y no me preguntes cuánto estuve ahorrando para conseguir esto, porque demasiado. –Key no comentó absolutamente nada hasta que el mayor culminó con su monólogo, internamente sorprendido por la exquisita y sencilla colocación de todo, que instaba a la comodidad de tal forma que, de no ser porque no era su baño, se quedaría allí lo que le restaba de tiempo.

-Está bien, creo que entendí todo. –Jonghyun le sonrió suavemente, haciendo que frunciera el ceño. ¿Por qué sonreía tanto, sin razón alguna? Se veía tan dulce y bueno, que se negaba rotundamente a que eso fuera una realidad, no había gente así en el mundo.

-Te traeré algo de mi ropa, ponerte eso de nuevo sería como no haberte bañado. –Comentó, entrando en una de las tres puertas que habían aparte del baño. En aquel instante, Roo vino corriendo de quién sabe dónde con sus cuatro patitas y dando saltitos para meterse en aquella habitación, causando una sonrisilla en los gruesos labios del gatuno adolescente. Escuchó la risa de Jjong seguramente por la perrita, poco después salió con una camiseta de manga corta negra, bastante grande, y un chándal estilo bombacho gris en manos. –Seguramente te quede más grande que a mí, pero el pantalón tiene un cordón para ajustarlo. –Se lo tendió al rubio y le dio paso para que entrase al baño tranquilamente.

Tras aquello, se fue al salón para recostarse en el sofá con forma de “L” para revisar sus redes sociales y avisar a los chicos de que ya había llegado; poco después, Roo subió con él y se tumbó encima de su pecho, aprovechando que aún era pequeñita como para ser verdaderamente una molestia. El cachorrito más grande de los dos dejó el teléfono a un lado, tomando a la perrita de las patitas y suspirando, jugando con ella.

-Creo que ya te estoy empezando a entender, cariño. –Dijo hacia la nada, como si aquella mujer fuera aún capaz de escucharle, con todo el pesar de sus palabras siendo arrastrado por el silencio de la soledad.

Exactamente cincuenta minutos después, cuando ya eran las cinco menos algo, salió el pequeño del baño, con el cabello mojado y la ropa puesta, además de una toalla alrededor de su cuello para no mojarse; Jjong no pudo haber agradecido más haberle ofrecido bañarse.

Si de por sí era guapo teniendo dos capas de suciedad encima, así parecía un completo ángel. En efecto, sus pómulos eran lo único que permanecían intactos en su delgada tez, sus ojos parecían incluso más grandes que antes y seguían con esa apariencia felina. Sus labios… Eran de un color rosa chicle, regordetes, y Dios sabe que jamás había pensado en nada de eso desde hace diez años, pero con ese cabello rubio nadie podría evitarlo.

-¿Sigues despierto? Creí que te habrías quedado dormido hace un rato y tendría que irme como un fantasma.- Le encantaba la sinceridad de este gatito callejero, no se cortaba un pelo el jodido, pero aun así, no pudo evitar sonreír.

-Generalmente estoy despierto hasta las siete u ocho, estoy acostumbrado.-  Algo en sus orbes se oscureció, como a quien se le presenta un amargo recuerdo cuando vagamente se lo esperaba, mas pronto se recuperó sin comentarlo de ninguna forma, aunque Key se percató del cambio repentino.

-¿Eres nocturno? Entonces debes pasarte el día durmiendo, qué aburrido. –El castaño se levantó para dirigirse al baño él, negando.

-No, que va, me despierto a las once o así como máximo.- Key enarcó una ceja, cada vez con más seguridad de que ese tipo estaba loco.

-Ya sabes, la cocina es tuya, vuelvo en unos minutos. –Entonces el castaño desapareció en el baño, y el menor comenzó a husmear distraídamente el salón antes de ir a por algo de comer. Había libros, bastantes libros, muchas carpetas con distintos nombres, biografías… ¿Aquello era una colección de vinilos? Cierto, estaba el toca discos en una de las estanterías. De repente, se topó con unas cuantas fotografías enmarcadas; no se inmiscuiría demasiado en los asuntos, pero ver esas cosas tampoco era considerado un delito. Había una de Jonghyun cuando tenía más o menos su edad, en la graduación de su instituto, con una hermosa y amplia sonrisa de un adolescente feliz. Un ligero regusto agridulce se posó entre sus labios, comparándose inconscientemente a él, parecía una cucaracha aplastada por el peso del mundo. Sacudió la cabeza y prosiguió, después había una de él unos cuatro o cinco años después, con la toga de graduación en la universidad y abrazado a dos chicos más. Uno de ellos era alto, atractivo, bastante masculino, el otro parecía un pequeño angelito sonriendo amplia e inocentemente. Los tres reían, pero sin duda, el más apagado era Jjong, con una ligera sonrisa entristecida, aún si se notaba que se esforzaba en verse espléndido. ¿Qué había ocurrido en medio de aquellos años? Aquella cuestión surcó su mente con curiosidad, hasta que se topó con una fotografía que en concreto, tenía un marco de color oro oxidado. Era Jonghyun, con la misma sonrisa vivaz de la primera foto, e iba acompañado… De una mujer. Su cabello era liso, marrón oscuro, y sus facciones denotaban tal tranquilidad, que era imposible verla como una mala persona. Se veían muy bien juntos, mucho más que amigos. Se fijó en el detalle de que había una rosa roja seca tras el cuadro, como queriendo ocultarla a cualquiera que viera el escenario por encima.

Prefirió no seguir, aunque sin darse cuenta, mientras se hacía un crepe con masa precocinada que vio en uno de los roperos, en su mente comenzó a vagar la idea de que todo lo que parecía no concordar con el antes y después de aquel hombre, era por esa señora en concreto. ¿Pero qué coño? A él no le importaba, estaba ahí para poder comer al fin.

Jjong salió veinte minutos después de la ducha, más o menos con el mismo conjunto que llevaba Key en aquel instante, sólo que con camiseta de manga larga y con el color inverso. Notó que había demasiado silencio para lo ruidoso que de por sí el rubio parecía, por lo que por instantes pensó en que verdaderamente había cumplido las sospechas de robarle hasta el carnet de identidad, pero se encontró con una curiosa sorpresa al llevar al salón.

El menor estaba tirado en el sofá (literalmente, tirado, seguramente se había acostado ahí y luego se encogió como un felino en busca de calor) dormido, con un plato encima de la mesilla que estaba frente al sofá con lo que pudo adivinar que era el inexistente cadáver de un crepe. Lo observó por unos instantes, cómo trataba de acumular calor y disfrutaba notoriamente de la comodidad de dormir en algo blandito, por la forma en la que las comisuras de sus labios estaban suavemente alzadas.

En vista de que siquiera era capaz de plantearse el despertarle, fue a la segunda habitación a por una manta y lo cobijó con esta cuidadosamente, viendo cómo automáticamente agradecía la cobertura escondiéndose más bajo ella.

Jonghyun se le quedó observando,  mientras su corazón estremecía por esa dulce estampa. Key parecía un pequeño ángel, rubio, de facciones delicadas y (ahora que estaba aseado) piel nívea y tersa, de apariencia extremadamente delicada para alguien con un porte tan fuerte como ese niño llevaba encima. ¿Qué habría sucedido para que culminara así, qué clase de pecado podría haber cometido para que siquiera se plantearan abandonar a este pequeño gatito? Cuestionas que era consciente no serían respondidas en mucho tiempo surcaban su mente, y vagaban ahí desde que estaban en la calle, pero sólo era capaz de llegar a una conclusión, era incapaz de dejarlo desprotegido de nuevo.

El gatito callejero despertó al día siguiente por el olor a café recién hecho que zumbaba por toda la casa, trayéndole hacia sí los recuerdos de cuando se tomaba una taza todas las mañanas antes de ir al colegio, a veces caliente, y otras con unos adorables cubitos de hielo con forma de sonrisa que tenía.

Fue abriendo poco a poco los párpados, observando el lugar en el que estaba según giraba hacia el lado contrario y veía el salón del castaño. Vio una figura delgada moverse por la cocina, mientras su cerebro trataba de procesar una información demasiado amplia para lo dormido que estaba. Largos segundos después, todo le vino como un cubo de agua fría sobre la cabeza y se incorporó, quedando sentado en el sofá.

-Oh, buenos días, pequeño. -Dijo con voz dulce Jjong al ver a un despeinado rubio verle como si le hubiese arrastrado allí, sonrió levemente y alzó una taza llena de café.- ¿Quieres? -El menor asintió, y él sirvió una taza más antes de dirigirse al salón y tomar asiento en la otra punta de donde estaba el contrario, no sin antes dejarle el café delante.

-¿Qué hora es? -Cuestionó Key con voz ronca, restregándose la cara, notando que está hinchada por el sueño, dejando sus párpados entrecerrados.

-La una de la tarde, supongo que dormiste bien. -El rubio, demasiado ido aún como para seguir en su papel de diva orgullosa, asintió torpemente y sorbió parte del café con gusto. El amargo sabor de este no sólo comenzó a despertarle, si no que avivó su sentido del gusto, trayendo recuerdos con ello que culminaron en un ceño levemente fruncido.

-Supongo que tienes hambre, y yo aún no he comido nada. ¿Te apetece un brunch? -Jjong permanecía actuando como si fuera normal tener a alguien como Key en su casa, siquiera parecía incómodo con su presencia.

El susodicho arqueó una ceja.

-¿No sólo lo de ayer, sino también un almuerzo? -Su voz ya se había acomodado más o menos a lo normal, y antes de siquiera darse cuenta, Key ya estaba observando su reflejo en el móvil bloqueado del mayor. -Oh, qué pelos. -Dijo con indignación, peinándose con una mano cuidadosamente. Desde luego que era coqueto, Dios mío.

-Ignora los detalles, ¿quieres o no? -El menor, tras quedarse más o menos contento con su apariencia, lo observó unos instantes antes de suspirar resignado (porque, ya que se le presentaba la oportunidad, no iba a decir que no) e incorporarse, poniéndose de pie y caminando a la cocina tras mantener el equilibrio.- Oye, ¿a dónde vas? -Cuestionó nuevamente Jonghyun, hasta que el rubio se giró repentinamente, casi haciendo que el otro chocara contra él.

-Tú me ofreces comer, yo haré la comida. Si me dices que no, simplemente me retiraré por esa puerta y quedará en tu consciencia que estaré de nuevo en la calle por no dejarme coger un par de sartenes. -Las palabras salieron de los labios contrarios como puñales contra su corazón y humanidad, de alguna forma se había dado cuenta de que era incapaz de abandonarlo tal cual y ahora utilizaba eso en contra suyo. ¿Conclusión? Empate a uno, punto para el pequeño Key.- Por cierto.- El susodicho habló de nuevo, logrando que el castaño arqueara una ceja.- ¿No eres demasiado bajito para tu edad? Apenas nos diferencian un par de centímetros.  -Entonces, Jjong vio rojo y luego el adolescente recibió un buen capón en la coronilla.

Veinte minutos después, en la isla de la cocina, habían dos platos con un par de gofres cada uno, bañados en miel y un poco de mantequilla encima puro estilo occidental. Habían pequeños bocaditos de dos tipos, jamón cocido y queso, y tomatitos con queso tierno. Zumo (¿natural? ¿cómo lo había hecho si no tenía exprimidor?) y leche. Jonghyun miraba con la boca desencajada al adolescente que no sólo devoraba la comida con la mirada, si no que estaba cruzado de brazos excéntricamente, enorgulleciéndose de su obra.

-¿Sabes cocinar? -Cuestionó el mayor de ambos, tomando asiento a la par que el otro, el cual asintió levemente, mientras mordía uno de los bocaditos.

-Un poco. -Mintió. Key había tomado clases de cocina antes de acabar donde estaba ahora, y podía darse un canto en los dientes con el par de diplomas que ganó por lo sobresaliente que era con respecto al resto. Pero eso a Jjong no le incumbía... ¿Cuándo había comenzado a pensar en él como Jjong?

-Hm... Que aproveche.- Un "igualmente" salió de los labios ajenos, antes de que ambos comenzaran a comer silenciosamente, no sin dejarle claro al menor que aquello era igual que platos probados en restaurantes famosos de más de tres tenedores. Cuando estaban por culminar, y Key era el único que seguía comiendo, Jonghyun comenzó a hablar tranquilamente.

-Oye, Key-ah, tengo algo que proponerte. -Aquello hizo que el nombrado alzada la mirada, masticando el último trozo de gofre que le quedaba para terminar.

-No vendo mi trasero, por si era eso. -Puppy se atragantó él solo.

-Idiota, no quiero... No. -Negó rápidamente, ruborizado como si aún fuera un púbero también.- Como iba diciendo. -Carraspeó, tratando de alejar el calor que golpeó su rostro repentinamente.- Verdaderamente, no soportaría dejarte de nuevo solo, no sólo la consciencia iría matándome poco a poco.- Aunque de todas formas, su tiempo cada vez descendía más rápido y culminaría de la misma forma.- sino que es obvio que tú no mereces estar ahí, por más... complejo de diva que tengas.

-¿Perdona?- Aquel tono de voz incrédulo y agudo sólo corroboró lo que dijo.

-Como sea. También supongo que no te debe agradar demasiado tener que atracar gente para subsistir, así que... ¿Por qué no te quedas aquí, hasta que decidas que puedes independizarte? -Lanzó la propuesta como una bomba, tanto que se instalaron entre ellos varios segundos de silencio.

-¿Estás de coña? -Ahí salía el mal hablado de nuevo, pensó Jjong con una sonrisilla.

-A cambio cocinas, y nos repartimos las tareas del hogar, creo que es un pago más o menos justo.- El de rasgos felinos no sabía si reír o llorar de la alegría.

-No puedes estar en serio. No hay gente tan estúpidamente amable, imposible. -Era hora de Jonghyun recurriera al plan B.

-¿Por qué no? Hay suficientes personas como para que alguna sí lo sea... ¿O es que no quieres aceptar porque sabes que te quedarás pegado cuan lapa hasta que consigas mi herencia y me mates? -El castaño mostró una sonrisilla maliciosa, alzando una de sus cejas pese a no notarse demasiado bajo el fleco.

-¿Perdona? -Key no podía creer aquel ataque tan gratuito.

-Claro, eres muy poco independiente y por eso te quedarías aquí tantos años que acabaría echándote, por eso no quieres aceptar. ¿Prefieres que recurra a la policía? -Aquello fue la gota que colmó el vaso en el rubio, dejó los cubiertos sobre la mesa con un golpe, frunciendo el ceño y (para la perspectiva de Jjong) adorablemente enfurruñado.

-¿Quién crees que soy, un pijo retrasado de la zona rica de Seúl que no puede ganarse la vida? He sobrevivido absolutamente solo durante todo este tiempo en la puta calle sin un sólo won, claro que puedo comenzar una vida decente e independizarme, apuesto a que un año después de cumplir los dieciocho estaré listo para ser un jodido adulto y vivir solo. -La sonrisa del mayor se amplió más, entrecerrando incluso sus rasgados ojos.

-Entonces, demuéstramelo. -En aquel momento, Key se dio cuenta de que había caído inocentemente en el juego de aquel hombre, pero sonrió cínico y asintió, demasiado orgulloso como para plantearse lo contrario. Asimismo, escaparía de las crueles garras callejeras y permanecería en un confortante piso.

-Trato hecho. -Ahí se firmó el pacto. El corazón de Jonghyun aleteó con fuerza, feliz por permanecer al lado de aquel joven indefinidamente. De enterarse sus dos amigos, le llamarían de todo menos sensato.

-¡¡SERÁS IDIOTA!! -Esa fue la primera frase de príncipe-rana- Minho al escuchar a historia de Jonghyun, haciendo que no sólo Key (que pudo escuchar el grito por el teléfono desde la cocina) si no Roo pegaran un bote del susto, el castaño cerró un ojo apartando el aparato de su oído. -¡Podría ser un ladrón, un pequeño estafador, hasta el jodido coco y tú decides meterlo hasta quién sabe qué en tu casa! -El pelinegro era presa de la rabia, y no podía agradecer más estar hablando a distancia, o si no moriría entre zarandeos.

Por otra parte, escuchaba la fuerte risa de Onew aplacar la riña del carismático Minho, divertido por el ataque psicótico-histérico de su amigo. -¡Puppy-Jjong, estás loco!- Y eso fue lo que dijo, más entretenido que enfadado. 

-Rana, deja de arder en tu carisma, por favor. -Ahí fue otra carcajada de Onew.

-Es peligroso, Jjong, podría hacerte daño. 

-Pero no tengo esa sensación, todo lo contrario, lo veo tan... tierno. Dudo que quiera hacer verdaderamente daño. -Defendió el mediano de aquel trío, ya que Minho era un año menor, y Onew meses mayor (sí, ambos habían repetido curso por distintas situaciones en algún momento de su vida.) 

-Eso no quiere decir que... -El pelinegro fue  detenido por el amante del pollo, quien por primera vez tomó parte de la conversación en vez de dedicarse a reír.

-Minho, escucha a Jjong, ¿hace cuánto le escuchas hablar con ese tono, de esa manera, y sin suspirar en menos de diez minutos? -El silencio perduró entre el trío un buen tiempo, el castaño estaba congelado, el deportista reflexionando.

Se escuchó cómo el menor de ellos abrió la boca y tomó aire lentamente antes de hablar.- Nueve años. -Dijo firmemente, provocando un estremecimiento en la columna vertebral del cantautor. 

-Todo ha sido dicho.- Por el tono, ambos sabían que Onew estaba sonriendo. 

-Jjong, ¿eso es sano? Llevas todo estos años dándole tiempo a ella, y ahora...- 

-Lo sé. -Cortó el mayor, suspirando con resignación, ahí volvía el Jonghyun de siempre.- Pero... se siente bien estar dándole también a alguien vivo, aunque sea peligroso. -Sonrió, y esta vez fue el turno de los otros dos suspirar, les dolía imaginarse un mundo sin él. 

-¿Y cuántos años dijiste que tenía?- Cuestionó Onew tras varios minutos de silencio que Jjong había dedicado a observar al rubio caminar por la cocina para colocar los platos lavados mientras canturreaba, "lindo", pensó.

-Diecisiete.- Dijo tranquilamente.

Silencio.

-¡¡PEDERASTA!! -Ahí rompió de nuevo Minho, y el pollo-adicto comenzó a llorar de la risa de nuevo. Un sonido de vaso rompiéndose indicó que el adolescente se había vuelto a asustar, y ese "¡joder!" Sólo lo verificó, sería un tiempo divertido el que se avecinaba.

Notas finales:

¡Y aquí culmina la primera parte!

Esta vez me he centrado en el desarrollo de los personajes de una forma más o menos realista, en el caso de Jjong, es tan melodramático, apagado y yendo hacia lo negativo por lo que le ha ocurrido, y ya se sabrá más adelante por qué Key se comporta así.

Dejadme reviews sobre qué os ha parecido, qué pensáis que ocurrirá más adelante o cualquier cosa que os apetezca, yo aceptaré todo, ¡besos! <3 


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