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Cupido me hace bullying por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

La actualización estaba programada para hace una semana, sin embargo me fue imposible. Quienes me conocen saben de algunos problemas que tengo y, bueno, caí en un estado depresivo que me duró una semana, y me enfermé gravemente también.

     Además, tuve que tomar un trabajo por dificultades económicas que tuve, apenas lo terminé en esta semana.

    Sin más, aquí está el capítulo.

17

¿Engaño?

 

Se acercaba con precisión, quería empezar con su venganza de una buena vez por todas. Deslizó la punta por la extensión del rostro del pelinegro, luego la deslizó por su cuello, hasta llegar al pecho. Sonrió con maldad, la cabeza de Goku colgaba hacia adelante, sus ojos estaban cerrados y su cuerpo no daba señales de vida.

     Hizo su brazo hacia atrás, y después lo hizo hacia adelante con todas sus fuerzas, para que la flecha se pudiera incrustar más profundo.

     ¡Crack!

     El sonido de las cadenas rompiéndose retumbó en la habitación. La mano del azabache sostuvo la flecha antes de que tocara su piel. Abrió lentamente los ojos y lo vio con furia, mientras que Dábura mantenía una expresión de sorpresa.

     ¡Crack!

     Se libró de la otra mano.

     ¡Whak!

     Voló velozmente contra él, golpeándolo contra su pecho, y al mismo tiempo librando sus tobillos de aquellas cadenas de una buena vez por todas.

     Impactó contra varios muros, destruyéndolos a su paso, atravesándolos.

     Por fin la luz del sol se hizo presente, cegándolo un poco, pero el coraje y la ira que sentía fueron más, que no le afectó en lo absoluto.

     —Por favor, necesito que me den un poco más de su energía—pidió a todos los seres vivos del planeta mientras le daba un puñetazo en el rostro—. Por favor, sólo me queda poca energía, ayúdenme, por favor…

     —Niño tonto—dijo despectivamente esquivando los golpes del menor, los cuales se fueron alentando. Lo golpeó en el rostro, mandándolo contra el suelo—. Pff, basura inútil—un aura oscura comenzó a emanar de él, el menor sólo sonrió bobamente.

     —Adiós, Vegeta… Te amo…

 

***

 

—Nyaa, Nyaa—Kakarotto lloraba desesperado, y por más que intentaban hacer que dejara de llorar no podían lograrlo. El menor llevaba así ya varios minutos, preocupando a los demás.

     —Mamá, Kakarotto no deja de llorar—decía angustiado al ver al menor así de alterado.

     —Sh, Sh…—intentaba calmarlo mientras lo mecía, pero sólo consiguió que su llanto fuera más agudo—. ¡Tía, ayúdame!—le gritó a la mujer.

     —A ver, préstamelo—pidió llegando con un biberón. Cargó al bebé en sus brazos y acercó la mamila a su boca.

     El bebé golpeó con fuerza el biberón, provocando que cayera al suelo. Siguió llorando estruendosamente, lucía tan desesperado. Una chica rubia entró a la casa. Al ver al bebé se acercó y le mostró una sonaja, lo cual parecía irlo calmando. La de ojos azules se la colocó en la manita, y el pequeño la movía, haciendo que ese sonidito fuera escuchado por todos.

     —Por fin se calmó…—suspiró Vegeta. Pero el bebé seguía luciendo con cierta desesperación.

     Kakarotto hizo sonar la sonaja tres veces, luego silencio. Una vez, y silencio. Así estuvo unos segundos, marcando una serie de ritmos que más que un juego parecían claves secretas.

     —¡Kyaaaa!—gritó al momento que arrojó con fuerza el juguete al suelo—. ¡Kyaaa!—siguió llorando.

     —¡Tía!—se quejó el de cabellera en punta al oírlo llorar nuevamente. Suspiró, y lo meció en sus brazos—. Iré a la habitación…—dijo pesadamente y se lo llevó a su cuarto.

     Una vez ahí lo colocó sobre la cama y lo vio preocupadamente. El bebé levantó sus bracitos mientras lo veía a los ojos.

     —¿Quieres que te cargue, Kakarotto?—acercó sus manos al menor para levantarlo, pero recibió pequeños golpecitos por su parte a modo de negación—. Entonces no…—suspiró nuevamente, harto de no poder entender la situación—. Quisiera poder entenderte—le dijo. Se recostó a su lado y le sonrió, quería tranquilizarlo—. Kakarotto, cálmate, por favor. Sea lo que sea que está pasando, se solucionará. Todo estará bien… ¿Eh?—el menor se subió a su pecho y se recostó ahí—. Tranquilo…—le acarició la espalda con ternura.

     Una lágrima se deslizó por su mejilla, la limpió extrañado. Dejó de pensar en ello y se concentró en el menor, que lo veía con tristeza, aun sollozando levemente.

 

***

 

—¿Eh?—una gran cantidad de energía llegó a él, de una fuente que no conocía, pero que era muy fuerte.

     —Es tu fin, maldita sabandija—dijo Dábura mientras arrojaba una enorme esfera oscura.

    —No… no me rendiré…—escupió sangre a un costado y se puso difícilmente de pie. Unió sus manos a su lado y formó una esfera—. Por Raditz…

     —¿Aún puedes moverte? Pff, sólo aplazas lo inevitable.

     —Por todas las criaturas inocentes de este planeta…

     —¡Eres una basura inútil!—gritó arrojándole su energía negativa.

     —Y por Vegeta… yo… ¡No me rendiré jamás!—arrojó su energía, y en menos de un segundo chocó con la de su enemigo.

     Ambos liberaban todo lo que podían con tal de ser los vencedores, de momento se veía una ligera ventaja de Goku, en otros de Dábura. Así permanecieron unos minutos, las fuerzas se les esfumaban rápidamente de ambos, el vencedor sería quien poseyera la mayor resistencia.

     —Sobre todo por Vegeta… yo debo… vencerlo…—empezó a aumentar su poder, y así empezó a tener ventaja sobre él.

     —¿Eh? ¡No!—gritó el de piel rojiza al momento en que aquella energía chocaba contra su cuerpo y lo hacía estallar en pedazos.

     —Lo… lo logré…—susurró con alegría. Su cuerpo se fue haciendo hacia atrás mientras cerraba sus ojos. Cayó completamente contra la tierra, inconsciente.

     Una criatura apareció de entre las sombras del bosque y se acercó cautelosamente a él, cuidando no producir ningún ruido. En su mano empuñaba una daga filosa y algo larga, se acercaba con gran determinación al muchacho que yacía sobre las rocas como un peso muerto.

 

***

 

El bebé sonreía nuevamente, cosa que alegró en demasía a Vegeta, quien se permitió sonreír también. Le besó la frente y suspiró, pensando que por fin sus tímpanos podrían descansar. Vio hacia la ventana, y notó algo peculiar. Se puso de pie y caminó hacia ella, con el menor en brazos.

      —¿Nieve?—preguntó al ver aquellas pequeñeces blancas caer del cielo. Abrió la ventana y extendió su mano, para tocar una.

     Evidentemente no era nieve, esa extraña cosa blanca parecía pelusilla tibia, que se desvanecía al entrar en contacto con algo.

     —Parece energía… pero en un estado físico…—dedujo.

     Miró la hora en su celular y suspiró por centésima vez en ese día.

     —Es increíble la manera en que puedes llegar a extrañar a alguien—dijo, el bebé lo miró—. Kakarotto, te confieso que extraño cada día más a Goku… Pero cuando estoy contigo, es como si también lo tuviera a él…—unió su nariz con la del menor—. Te pareces demasiado a él…—un aviso en forma de grito por parte de su tía le hizo saber que la comida estaba lista—. Ven, vamos a comer algo.

 

 

*-*-*

 

 

 

Todo daba vueltas, la luz que entraba por su ventana lo cegaba un poco, y una vaga sensación de que se iba a caer lo envolvía, pero se terminaba cuando sentía su cuerpo sobre el mismo objeto mullido todo el tiempo. Parpadeó un par de veces y giró su rostro hacia un costado, viendo la luz del sol que iluminaba la bandeja con un vaso con agua y algunas jeringas.

      Al ver estas últimas, toda aquella sensación de cansancio se desvaneció, en esos momentos sólo quería salir huyendo y evitar que perforaran alguna parte de su piel con aquella enorme aguja. Al intentar levantarse un terrible dolor lo invadió, que no fue capaz de moverse. Soltó el aire que retenía en sus pulmones y vio la puerta abrirse.

     —¡Kakarotto!—exclamó aquella persona que entró.

     —¿Pa… papá?—susurró al ver a aquella figura masculina frente a él.

     —Hijo…—se acercó a él y colocó su mano sobre su frente—. ¿Cómo te sientes?

     —Cansado… ¿qué… qué pasó?—preguntó. Recibió una sonrisa por parte de su padre.

     —Venciste a Dábura. Y después Goten te encontró inconsciente. Desde que desapareciste, envié a los querubines a distintos sectores en tu búsqueda. Cuando se hizo aquella lluvia de energía, mandé varios escuadrones armados por si era necesaria una lucha. Goten dijo que te vio vencer a Dabura, y caer inconsciente después. Se preocupó de que él volviera a aparecer, por eso se mantuvo atento mientras verificaba que estuvieras bien. Llamó a todos los demás y te trajeron aquí—suspiró—. Caíste en un estado de sueño profundo mientras tu cuerpo se reponía…

     —¿Sueño profundo?—preguntó preocupado—. ¿El mismo tipo de “sueño profundo” en el que una vez cayó el cupido del siglo xv, que duró 10 años?

     —Sí, Kakarotto…

     —Padre… ¿cuánto tiempo he estado dormido?—preguntó sin voltear a verlo.

 

 

***

 

—Lazuli, ¿cuidarías a Kakarotto en lo que me ducho?—pidió. Ella se levantó del sofá y cargó al menor.

     —Sabes que sí—respondió tomándolo en sus brazos—¿Sabes, Vegeta? Era demasiado pequeño cuando nació, y a pesar de que su edad es un poco mayor, apenas tiene el tamaño de un bebé de un año.

     —Lo sé… —sonrió.

     —Papá…—balbuceó el menor extendiendo sus bracitos hacia el mayor.

     —Dentro de poco vuelvo, pequeño… Jugarás con Lazuli un rato…—le besó la frente y le sonrió a la chica—. Debo agradecértelo, desde que te conocí me has ayudado demasiado con él.

     —No es nada, Vegeta. Me… hace feliz poderte ayudar. Además, me gusta tener compañía, mi hermano casi no está en casa por el trabajo y por su nueva pareja, me agrada estar aquí…

     —Bien, en un momento vuelvo…—el más joven se dirigió hacia el baño, se despojó de sus prendas y comenzó a ducharse.

     Mientras estaba bajo el agua de la regadera, no pudo evitar recordar momentos que pasó junto a Goku. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo había visto, que le era imposible no sentir un nudo en la garganta cada vez que pensaba en él, necesitaba saber algo de él, lo que sea, pero no recibía nada, ansiaba el instante en el que sus miradas volvieran a encontrarse, sus manos entrelazarse y sus destinos unirse…

 

***

 

—Así que fue un año…—susurró. Levantó la mirada hacia su progenitor y suspiró—. Bueno, pudo haber sido más—soltó una risilla y después cayó en cuenta de algo sumamente importante—. ¡Vegeta! ¡Debo ir a verlo y decirle que estoy bien!—se incorporó rápidamente con intenciones de bajar de la cama, pero el mayor colocó su mano sobre su pecho obligándolo a volver a recostarse.

     —Debes descansar, Kakarotto…—le ordenó.

     —Pero él…

     —Shh… descansa, hijo. Tienes que hacerlo, después irás a verlo—declaró.

     —Sí, papá…—murmuró con pesadez y decepción.

     El mayor le besó la frente y salió de la habitación. El de cabellera alborotada soltó aire fastidiado, provocando que su flequillo se removiera un poco. La puerta volvió a abrirse, dejando ver de nuevo a su padre.

     —Debo regresar al cuartel, vendré a verte esta noche. Ni se te ocurra salir, ¿está claro? Debes reposar—advirtió.

     —Sí, padre.

     —Bien…—cerró la puerta y comenzó a alejarse. Caminó por los pasillos de aquel lugar, maldiciendo por lo bajo que su hijo siguiera enamorado del hijo de quien alguna vez fue el amor de su vida. No quería que viviera el mismo infierno que él, por eso quería evitar a toda costa su reencuentro.

     Mientras tanto, Goku seguía recostado en la cama. Tan sólo dejaron de escucharse los pasos de su padre alejarse, quitó las sábanas que lo cubrían y se puso de pie, caminó dificultosamente hacia su armario y se cambió de vestimenta. Abrió la ventana, desplegó sus alas y emprendió vuelo a la casa de Vegeta, con precaución de no ser visto por alguien que le informara a su padre.

     Mientras surcaba los cielos sonreía, estaba alegre de que por fin volvería a ver a Vegeta. Lo extrañaba tanto, y ahora que no había amenazas permanecerían juntos por el resto de sus vidas.

     Al llegar, abrió la ventana y se introdujo en la habitación. Había alguien dormido en la cama a pesar de que eran horas de la tarde. Sonrió al notar las puntas de un cabello negro, lo movió cuidadosamente, esperando que despertara y darle la sorpresa de que ahí estaba una vez más.

     —Pss, Vegeta, despierta—decía meciéndolo.

     La persona que reposaba tranquilamente sobre la cama comenzó a removerse entre las cobijas. Se destapó y vio a aquel muchacho frente a él.

     —¡¡¡AAAHHH!!!—gritó asustado al ver a ese alguien desconocido por él.

     —¡Tú no eres Vegeta!—susurró mientras se dejaba caer sentado en el suelo, con decepción de que, a pesar del notable parecido, no era su amor.

     —Gotenks, ¿ocurre algo?—se escuchaba la voz de su tío acercarse. El de cabellera bicolor se puso de pie inmediatamente y aplicó fuerza sobre la puerta para evitar que la abriera y viera al otro muchacho que estaba en su cuarto—. ¿Qué tienes?

     —Nada—respondió con cierto nerviosismo mal disimulado.

     —¿Por qué no quieres abrir la puerta?—dijo dudando de su respuesta—. ¿Ocultas algo?

     —No, no oculto nada, sólo me caí de la cama—empezó a reír, rezando hacia sus adentros que se tragara aquel cuento.

     —Está bien, si tú lo dices—dijo resignado. Tomó aire y se retiró—. La comida está lista—dijo por último y se fue de nuevo a la cocina.

     El menor, aún con el pequeño susto y su corazón latiendo desenfrenadamente, cerró con seguro la puerta y volteó a ver al joven que había aparecido de la nada. Notó cierta familiaridad en él, y lo recordó, una ocasión en que había visitado a Vegeta en su escuela y él había llegado.

     —Buscas a Vegeta, ¿verdad?—preguntó. El mayor asintió débilmente. Buscó en un cajón algo y se lo entregó, era un sobre—. Goku, ¿cierto?—preguntó. El aludido volvió a asentir.

     —¿Qué es esto?—preguntó confundido. Abrió y comenzó a leer.

     —Luego de que tú desaparecieras, Vegeta se fue a vivir con mi mamá en una cabaña dentro del bosque. Vegeta terminó sus estudios en línea, incluso se adelantó un poco. Accedió quedarse allá mientras yo estudio aquí, en la ciudad. Como tuve una semana de vacaciones por fumigación a causa de una plaga, estoy aquí, pero normalmente esta habitación está vacía—le explicó—. Veg te dejó esto antes de irse, la había pegado en la puerta por si algún día aparecías y no encontrabas a nadie—agregó.

     —Conozco este lugar, solía ir cerca de esta dirección cuando era niño—dijo con una sonrisita.

     —Veg me contó sobre lo suyo…—dijo, el de cabellera alborotada volteó a verlo—. Te confieso que te llevarás una sorpresa cuando lo veas…—soltó una risilla nerviosa que desconcertó al mayor.

     —Lo he extrañado todo este tiempo—se puso de pie con lentitud, siéndole imposible moverse tan rápido por sus músculos entumidos por aquel sueño profundo en el que cayó.

     —Me dio gusto conocerte—dijo con sinceridad.

     —Opino lo mismo—colocó su mano sobre su cabeza y le removió su cabello—. Gracias por tu amabilidad—se alejó de él, se aproximó a la ventana y emprendió vuelo a la dirección que le habían dado.

 

***

 

—Yo abro, no te preocupes—dijo la rubia que ya se encontraba de pie, cargando al bebé en sus brazos, para que su amigo siguiera comiendo tranquilamente en el suelo.

     —Gracias—dijo.

     La chica se acercó a la puerta y la abrió. El pequeño Kakarotto balbuceaba varios “papá” viendo a Vegeta, estirando sus bracitos en dirección a él a pesar de la distancia, haciendo que la chica realizara varias maniobras para evitar que cayera.

     El pelinegro escuchaba atentamente la conversación que tenía la muchacha con la persona que estaba allá, hasta que le pareció escuchar su nombre. Pero no de una forma normal, sino con cierta peculiaridad que hace mucho no oía. Inmediatamente se puso de pie y caminó hacia ellos, para ver aquella presencia.

 

***

 

—Ahí es…—susurró y aterrizó a unos metros de una casita. Caminó con un poco de nerviosismo, parecía un sueño, uno del cual no quería despertar. De nuevo vería a Vegeta, su Vegeta. Tanta felicidad le parecía imposible, pero así era.

     Se había olvidado de todos sus dolores, ocultó sus alas y mostró la sonrisa más hermosa que pudo. Con su mano temblorosa a causa de la terrible emoción que lo invadía, tocó la puerta dos veces.

     A los pocos segundos le abrió una chica de cabello rubio, ojos azules como el mar, una figura femenina que bien podía ser considerada como gran símbolo de belleza. Y en los brazos de ésta había un pequeño bebé de cabellera rubia que intentaba asemejar una flama, pero un tanto alborotado y con algunos mechones que caían sobre su frente a modo de flequillo. Además, ese bebé tenía la apariencia de tener un año apenas. Y no solo eso, notó que tenía los ojos de un color esmeralda tan brillante y bello.

     —Disculpe, creo que me equivoqué de vivienda. ¿Me podría decir dónde está esta dirección?—preguntó mostrándole la carta, sólo la sección donde estaba escrita la ubicación de la casa.

     —No, es correcta. Es aquí. ¿Vienes a buscar a la señora Vegita?—preguntó ella.

     —No, me dijeron que aquí…—cayó al ver al bebé extendiendo sus bracitos hacia alguien que estaba en el interior de la casa.

     Goku no pudo evitar reír al verla con dificultades para sostenerlo, puesto que insistía en balancearse hacia un costado mientras llamaba a alguien “papá”. Ella rio con pena y se disculpó.

     —¿Me decías…?—preguntó al por fin sostener bien al menor.

     —Ah, sí. Me dijeron que aquí estaba viviendo Vegeta Saiyan—dijo con una sonrisa, sintiendo un hormigueo en sus labios al pronunciar aquel nombre que le parecía tan perfecto.

     Los pasos apresurados fueron escuchados por ambos. Alguien se acercaba lo más rápido posible. Y ahí estaba, Vegeta apareció frente a él, deteniéndose a un lado de la chica, viéndolo con total asombro, como si fuera imposible que estuviera ahí, parado frente a él, dedicándole de nuevo aquella estúpida sonrisa del cual él era el culpable.

     —Goku…—susurró, pero fue casi inaudible. Pero no fue necesario repetirlo, el de cabellera alborotada había entendido a la perfección con el simple movimiento de sus labios.

     —¡Papá!—exclamó el bebé extendiendo sus bracitos hacia Vegeta, quien lo ignoraba por ver al amor de su vida. ¡Por Kamisama! Parecía que el tiempo se hubiera detenido y ahora sólo existían ellos. Sus ojos empezaron a ponerse vidriosos de la alegría.

     Pero mientras sus ojos de un brillante tono negro desbordaban lágrimas de felicidad y se mantenía estático en su lugar sonriendo de alegría, la sonrisa que había tenido Goku todo ese tiempo se fue desvaneciendo lentamente y daba paso a una expresión de decepción y dolor.

     Si bien lo creyó imposible en un inicio, ahora lo confirmaba. Aquel bebé poseía cierto parecido con Vegeta, lo había descartado al principio porque no era posible. Pero ahora se daba cuenta de que, efectivamente, era su padre. Y no sólo eso, sino que el bebé poseía cabello rubio como la chica que estaba parada frente a él.

     —No sabes cuánto…

     —¿Cómo pudiste, Vegeta?—lo interrumpió,  mientras las lágrimas se empezaron a deslizar por sus mejillas.

     —¿Eh?—estaba completamente desconcertado ante aquella pregunta.

    —¡¿Cómo pudiste traicionarme de esta manera?!—gritó y apretó sus ojos con fuerza.

     —Goku, espera, no es lo que crees. Déjame explicarte—pidió desesperado.

     —¿Explicarme qué? ¿Qué ya tienes a otra persona? ¿Qué tuviste un hijo con alguien más? ¿Qué fuiste capaz de olvidarme tan fácilmente? ¡Creí que me esperarías! ¡Creí que teníamos algo especial!—estaba completamente confundido, su mente daba vueltas y no era capaz de soportar la situación—. Hicimos…—susurró—. Hicimos el amor, Vegeta… ¿Acaso eso no significó nada para ti?

     —Escúchame, este bebé sí es mi hijo, pero no es lo que piensas—dijo angustiado, con sus ojos llenos de lágrimas. La chica se alejó un poco, asustada por los gritos que ambos se dirigían.

     —¡No quiero escucharte! ¿Oíste? ¡No quiero volver a saber nada de ti nunca más!—gritó y corrió hacia la espesura del bosque.

     No, no se podían quedar las cosas así. Pese a la promesa de nunca rogarle a nadie, nunca suplicar ni mucho menos exigir un perdón luego de aquella traición amorosa que alguna vez hubo en su vida, salió en su búsqueda, para darle una explicación.

     Corría a toda velocidad, casi lo alcanzaba, pero aquel chico emprendió vuelo, perdiéndolo de vista entre los cielos. Cayó de rodillas al suelo, sin ánimos ya. Sus lágrimas cayeron. Con furia golpeó el suelo repetidamente, hiriéndose con las rocas, pero no le importó, sólo quería desahogar todo el dolor que sentía en su interior.

     A pesar de que había iniciado como un bello día, ahora el cielo estaba completamente nublado. Ningún rayo de sol se hacía presente, e incluso había algo de neblina que le imposibilitaba la visión a gran distancia. Unas gotas de agua comenzaron a caer. La lluvia se volvió más intensa, pero no le importó. Sólo se dejó caer hacia atrás.

     Ya no le importaba nada.

 

***

 

El bebé lloraba demasiado mientras veía a la ventana. La chica lo dejó llorar, después de todo ya había pasado una vez, y sabía que no podría hacer nada para tranquilizarlo.

 

***

 

Goku sintió un fuerte dolor en el pecho.

     —Sufre también… pero…—detuvo su vuelo y vio hacia atrás con tristeza—me traicionó… Aunque…—bajó lentamente al suelo y dio unos pasos en dirección de donde venía—. Aún lo amo…

     Miró hacia el cielo, sintiendo la torrencial lluvia golpear con fuerza su rostro.

     —¿Acaso… debería perdonarlo?

Notas finales:

Pobre Goku, creyó que Veggie lo traicionó con Lazuli. ¿Pedirá una explicación?

 

No sé si haya una actualización antes del 31, por eso aprovecharé para desearles un feliz fin de año. (^-^)7


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