5
¿Te amo?
Al día siguiente Goku llegó un poco tarde a la escuela, pero para su buena suerte aún no tocaba el timbre, sólo faltaban unos minutos, lo que le permitía tener la oportunidad de ver al de cabellera en forma de flama y preguntarle cómo se sentía, recordando lo sucedido el día anterior y lo que su padre le había comentado. Caminaba por los pasillos intentando encontrar a Vegeta.
Su corazón latía rápido, estaba nervioso, incluso ansioso y no sabía la razón. Desde ayer su estado estaba un poco alterado, sus manos sudaban y su estómago sentía un vacío repentino al pensar en el pelinegro. Cuando al fin lo encontró percibió en su corazón una punzada muy fuerte: el de cabellos en forma de flama estaba besándose con Vegetto.
Por impulso salió corriendo, decepcionado, molesto, furioso por presenciar esa escena pero sintiendo una fuerte impotencia para reclamarle. Empezó a volar, pero su corazón le dolía más fuerte, así que sus alas fallaron y cayó al suelo, quedando inconsciente en el transcurso de su caída.
Estaba tirado al centro de la calle, de pronto varias miradas se posaron sobre él cuando notaron su presencia. Un carro se aproximó, su velocidad era demasiado alta que incluso parecía que no se detendría, teniendo como objetivo al chico que yacía recostado sobre el asfalto.
***
Vegeta ese día llegó muy temprano a la escuela. Tenía ansias por ver a su chico de cabellos alborotados. Claro, el “su” era algo que solamente él suponía, o más bien imaginaba; ese pelinegro no era suyo, incluso se había resignado a no poder tenerlo jamás. Sin embargo, ¿cómo negarle la esperanza a su corazón terco y arrogante? En el fondo tenía esa ligera ilusión de que algún día lo notara.
—Maldito imbécil, yo aquí, intentando no enamorarme, y llegas tú. Tienes una estúpida sonrisa, eres demasiado cabeza hueca, irresponsable, incompetente… Y aun así te has convertido en alguien importante para mí… Baka. —pensaba con un ligero sonrojo en sus mejillas, para finalmente susurrar un insulto mientras su mente imaginaba el rostro alegre del más alto.
Caminaba por los pasillos esperando encontrárselo antes de que iniciaran las clases, pero alguien repentinamente lo tomó con fuerza del brazo y lo acorraló contra la pared. Reconoció a su opresor, era el castaño con quien había compartido tiempo días atrás. Mostró una mueca de desagrado al tenerlo demasiado cerca.
—¡Suéltame, insecto!—ordenó desesperado tratando de alejarlo.
Fue callado por un apasionado beso en los labios. Quería liberarse, pero no podía. Visualizó a lo lejos a Goku llegando y viéndolo en esa posición. Pudo ver cómo se iba con una expresión de sorpresa, así que golpeó con fuerza al castaño en un descuido, haciendo que cayera al suelo.
Corrió por los pasillos, hasta que salió de la institución. Corría completamente preocupado por su reacción por las calles, hasta que vio a un grupo de personas al centro de la calle. Fue ahí y pudo ver a ese chico en el suelo.
—Goku... —murmuró y se acercó más a él.
—Vegeta... —dijo y el menor notó que lágrimas caían de su rostro, pensó en limpiarlas pero al verse bajo múltiples miradas desistió en su idea.
—Déjame ayudarte... —le dijo y lo ayudó a levantarse.
El más alto pasó su brazo alrededor del hombro del menor, y así él lo sostuvo al caminar hasta que llegaron a su hogar. Muchas personas insistían en llamar una ambulancia, pero el más bajito les decía en un tono para nada amable "ya les dije que no, malditos insectos".
Su padre de nuevo llevó a Tarble a pasear, por tanto la casa estaba vacía. El hombre después de la muerte de su esposa, como queriendo compensar su pérdida, pasaba más tiempo con su hijo menor, quien era muy parecido a ella. No obstante, lo único que conseguía era descuidar a su hijo mayor, Vegeta, el cual necesitaba demasiado tener a alguien aunque nunca lo admitiera.
Entró y ayudó al mayor a subir las escaleras, iban al ritmo al que el más alto podía. Una vez en su habitación, lo recostó sobre la cama. Ante eso el más alto soltó un doloroso suspiro, cosa que no pasó desapercibida por el menor.
—¿Qué pasó, Goku?—preguntó un poco preocupado, tratando inútilmente de ocultar que era muy importante para él.
—Yo... no sé... —empezó a decir—. Sentí un dolor muy fuerte en mi pecho, después me empezó a doler todo. Me deprimí, incluso sentí que mi cuerpo deseaba que lo tragara la tierra...
—¿Y no sabes por qué? —cuestionó. Estaba imaginándose la razón, pero no quería ilusionarse con algo así pese a que todo apuntaba a esa posibilidad.
—Pues... no sé. Al principio creí que era porque había quienes no creían en mi existencia, pero después me di cuenta que la sensación es distinta. Incluso me atrevería a decir que esta sensación es peor... —respondió. Soltó una risa sin gracia con una expresión de tristeza. El más bajo tragó saliva.
—¿Y desde cuándo te sientes así? —preguntó sentándose a la orilla de la cama.
—Pues... supongo que desde que te vi besándote con Vegetto... No sé qué me está pasando, estoy preocupado...
—Creo que sé lo que te pasa... —dijo con una media sonrisa, cruzando sus brazos.
—¿De verdad? Pero... no creo... Tú no sabes nada acerca de los de mi especie, no sabes cuáles son las emociones o sensaciones y sus causas...
—Créeme, a todos les pasa igual, no importa quién sea... —dijo y se acercó un poco más a él—. Dime una cosa, ¿cupido puede llegar a enamorarse?
—No lo sé, mi padre jamás me dijo acerca de eso... Supongo que sí, pero no te lo garantizo. ¿Por qué?
—Tal vez pueda decirte qué es lo que te ocurre. Pero necesito comprobarlo de una manera.
—¿Qué manera? —preguntó con un poco de curiosidad, mirando fijamente ese par de orbes negros.
—¿Prometes no molestarte?
—Lo prometo.
—Primero, te aclaro que no siento nada por Vegetto aparte de repulsión.
—¿Seguro? Los querubines dijeron que estabas enamorado, y él es la única persona aparte de mí con quien has estado estos días… —dijo sin entender lo que trataba de decirle.
—Estoy enamorado, sí. Pero de alguien más... —respondió y se acercó más a él.
—¿De quién?
A modo de respuesta el de cabellera en forma de flama aproximó su rostro al suyo. Sus narices rozaban, sus respiraciones se mezclaban, sus miradas se entrelazaban. Vegeta unió finalmente sus labios, dándole un dulce y tierno beso. Sus mejillas estaban sonrojadas, y sus ojos entrecerrados. Lentamente masajeó sus labios contra los del otro, transmitiéndole sus sentimientos puros.