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Cupido me hace bullying por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Este es el capítulo final de la historia, espero lo disfruten C:

Saludos especiales para VidelFujoshi, Martina y todos mis lectores <3

20

Capítulo Final: Volviéndolo un solo destino

 

 

—Vegeta—habló despacio para despertarlo. El menor sólo se removió entre las cobijas—. Anda, Veg, despierta.

     —¿Qué quieres?—lo miró con el ceño fruncido, su cabellera estaba levemente despeinada y su mirada denotaba gran molestia.

     —Buenos días—besó sus labios con ternura, rápidamente fue correspondido—. Quería que tuviéramos un paseo en familia. Sólo Kakarotto, tú y yo. Hace mucho yo conocí este lugar, y hay una zona a donde quisiera ir con ustedes.

     —Está bien—besó su cuello lentamente, el de cabellera alborotada comenzó a sentir un cosquilleo ante aquel tierno tacto.

     —Jejeje detente—se posicionó sobre él y lo vio a los ojos con una sonrisa—. Te amo demasiado, Vegeta.

     —Y yo a ti, cabeza de alcornoque—sus rostros fueron aproximándose, pero no cumplieron su objetivo, una voz al otro lado de la puerta los hizo suspirar.

     —Vegeta, ¿estás despierto?

     —Sí, tía. ¿Qué sucede?—se puso de pie y abrió, un poco decepcionado de que lo interrumpieran.

     —El hermano de Lazuli se ofreció a llevarnos a la ciudad a comprar cosas que necesitamos, de paso me llevaré a Tarble. Ya nos vamos.

     —Está bien, tengan cuidado. Y por favor llámame si ocurre algo—la mujer asintió y le besó la frente.

     —Adiós, Vegeta. Volveremos mañana temprano.

     La mujer terminó de despedirse y se fue. Así, la pareja quedó sola en la habitación, a excepción del pequeño Kakarotto que dormía en su cuna. El pelinegro se rascó un poco la cabeza y bostezó.

     —Vamos a desayunar, Goku—pidió. El más alto asintió y bajó de la cama con un brinco.

     —¡Sí!—lo siguió, abrazándolo por la espalda.

     Es como si con aquel contacto quisiera reparar todo aquel tiempo perdido, como si quisiera llenar aquel vacío que apareció en él cuando tuvieron que separarse por un largo tiempo. Pero ninguno se quejaba, aunque no fue la mejor manera de hacerlo pudieron comprobar que su amor era tan fuerte que soportaba cualquier dificultad.

 

***

 

—Mgh, Ve… Vegetto…—jadeó al sentir aquellas manos expertas pasearse por su pecho, el cual estaba cubierto porque conservaba su playera.

     —¿Sí?—besó con delicadeza su cuello, aprovechando para marcarlo con sus dientes.

     —No… no quiero hacerlo…—el mayor se detuvo y suspiró. Se sentó frente a él y le dedicó una sonrisa sincera.

     —Entonces no lo hacemos y no hay problema.

     Se recostó a su lado y lo abrazó por la cintura, mientras el menor se acurrucaba en su costado.

     —Perdón—fue lo único que pudo decir.

     —Está bien, no pasa nada. Prometí respetarte y eso haré—le besó la frente y lo abrazó con más fuerza.

     —Vegetto… ¿tú ya lo has hecho antes?—lo vio a los ojos. El castaño únicamente soltó aire.

     —Seré sincero contigo, sí—admitió.

     —Oh, está bien… ¿Y te gustó?

     —Tuve sexo, sólo lo hice y ya, no volví a verlo nunca más. Únicamente liberamos nuestras ganas, no fue la gran cosa—unió su frente con la suya—. No diré que me arrepiento, pero si pudiera regresar el tiempo evitaría ese momento para guardar mi primera vez para ti… Yo… a diferencia de esa ocasión, quiero hacerte el amor… Claro que cuando te sientas listo, no te estoy presionando—besó sus labios y le sonrió.

     —Vegetto… Te quiero…

 

***

 

—Iré por Kakarotto, para que desayune con nosotros, Vegeta—avisó mientras el menor colocaba los platillos sobre la mesa.

     El de cabellera alborotada sonreía enormemente mientras caminaba a la habitación. Se sentía tan feliz, era indescriptible toda esa alegría que sentía en su interior. Tenía una pareja a quien amaba a su lado, un hermoso bebé, había terminado con todos aquellos problemas que le complicaban la existencia y, si todo salía bien, ya no tendría qué preocuparse mucho por su trabajo de cupido ya que, posiblemente, ahora sería mucho más fácil.

     Entró a la alcoba y se acercó a la cuna, que estaba cerca de la ventana. Pero al estar ahí notó que únicamente estaba la pequeña almohada y la sábana dentro. Miró al ventanal, se encontraba abierto, el viento que se adentraba a la habitación movía la cortina. Una enorme angustia creció en su pecho al no ver a su pequeño bebé. Bajó corriendo las escaleras.

     —Vegeta, ¡Kakarotto no está!—avisó con desesperación. El menor se angustió al instante.

     —¿Cómo que no está, insecto?—lo miró fijamente mientras empuñaba el cuchillo con más fuerza—. Su peluche de zanahoria, ¿estaba ahí?

     —No, no había nada—exclamó preocupado.

     El más bajo se permitió soltar todo ese aire que había contenido por la angustia. Clavó el cuchillo en la mesa, quedando completamente recto y caminó serenamente a la puerta de atrás. Salió y miró a todas direcciones del cielo.

     —¡Kakarotto!—gritó.

     Por otro lado, Goku estaba completamente confundido, ¿acaso no estaba preocupado porque su hijo estaba desaparecido y posiblemente secuestrado si alguna entidad maligna seguía con vida? No entendió sino hasta que vio al rubio volar en dirección hacia ellos, para detenerse frente a Vegeta y que él pudiera tomarlo en brazos.

     —¿Puede volar?—exclamó incrédulo.

     —Sí… Siempre que sale se lleva este peluche—señaló la pequeña zanahoria anaranjada con la parte de arriba verde, simbolizando las ramitas, además tenía ojitos brillantes y una sonrisa bordados—. Yo también me asusté la primera vez, creí que le había pasado algo malo… Pero sólo estaba volando libremente mientras yo me moría de la preocupación.

      —Vaya…—sonrió al ver al menor—. ¿Y qué hiciste cuando lo viste volando?

      —¿Qué más iba a hacer? Seguirlo, obviamente. El problema fue que no pudo controlar su movimiento y cayó, afortunadamente lo atrapé—miró al menor con una sonrisa—. Por eso nunca más dejé las ventanas abiertas, pero al parecer a “alguien” le dio calor en la noche y la abrió en lugar de encender el ventilador.

     —Lo siento, no sabía—rio nerviosamente—. Vaya, me he perdido de mucho… Pero por lo menos no me perderé más… nunca más me alejaré, Vegeta…

 

 

***

 

 

Dos años. Han pasado ya dos años desde entonces.

     —Cálmate un poco—pidió. La rubia sólo asintió con una sonrisa de medio lado, se podía sentir su cuerpo temblando a causa de todas las emociones sentidas en ese momento.

     —Vegeta, estoy muy nerviosa—abrazó al menor y se aferró fuertemente a él.

     —Ya, tranquila. Todo saldrá bien…—sacó de su bolsillo una cajita con tapa plateada y la abrió. Dentro había un collar muy hermoso plateado con un dije en forma de corazón. Se lo colocó alrededor del cuello y ella sólo sintió nuevamente las ganas de llorar—. Es un pequeño regalo que, cuando lo vi, pensé que te gustaría.

     —Vegeta, muchas gracias por todo…—le dedicó una hermosa sonrisa y se limpió aquella lágrima que amenazaba con salir y correr su maquillaje.

     —¿Estás lista? Tu hermano ya está esperando afuera de la Iglesia—ella sólo miró en dirección al pequeño Kakarotto que yacía sentado en una silla moviendo sus piernitas que colgaban.

     —Sí, lista.

     El pelinegro tomó aquel velo blanco y le cubrió el rostro con él. Sonrió al ver a aquella bella mujer vestida con ese vestido blanco, y no pudo evitar admirar su belleza. Llamó al rubio y él, cargando un cojincito y una cajita en mano, avanzó con ellos. Salieron de aquella habitación y fueron a donde estaba el auto del de cabellera lacia.

     —Te ves muy hermosa—le dijo a su hermana una vez entró en la parte de atrás.

     —Gracias…

     Todos los demás terminaron de subir y así el mayor de todos pudo encender el motor y poner el auto en marcha.

 

***

 

La ceremonia fue de lo más tranquila. Kakarotto llevó los anillos, Vegeta se encargó del lazo, lo normal. Ahora se encontraban en una pequeña fiesta en donde sería la futura casa de los novios, ahí había más familiares de Krillin que de Lazuli, ya que ella no quería invitar a quienes le dieron la espalda cuando más lo necesitó.

     Además, ¿a quién más necesitaba? Tenía un hermano que había dado la cara por ella muchas veces y había estado a su lado siempre, un cuñado que la había protegido y tratado muy bien desde que se conocieron (sí, su hermano terminó saliendo con un chico que con chicas), un mejor amigo que tuvo todas las consideraciones con ella sin importar nada, una amiga que a pesar de ser ya una mujer mayor supo cómo comprenderla, entre otras amistades hechas pertenecientes a la familia Saiyan.

     La velada fue muy divertida para todos, incluso Bardock y Vegeta habían asistido, aunque como esos hombres eran muy orgullosos y tercos, permanecieron en una mesa oculta en un rincón dentro de la oscuridad.

     —Vegeta—llamó el de cabellera alborotada—. ¿Tú y yo también nos casaremos algún día?—preguntó. Sonrió al ver al de cabellera en forma de flama sonrojarse de sobre manera ante aquella pregunta.

     —No lo sé, Goku—miró al pequeño Kakarotto entre toda la gente recogiendo los globos alargados que había—. La verdad lo creo innecesario… Tú lo has dicho, ya hicimos la prueba de amor más grande que existe para los de tu raza, ya tenemos a un hijo, llevamos varios años amándonos con más intensidad cada día… ¿para qué demonios queremos un papel que diga lo que es obvio?

    —Vaya…—sonrió algo atontado—. Dices cosas muy lindas, Vegeta—besó al menor y lo abrazó con ternura, acortando la distancia que aquellas sillas los hacían tener.

     —Hmph, ya quítate, insecto—no le gustaban las muestras de cariño en público, menos si había gente desconocida, y como ya su rostro estaba pintado de un color carmín su vergüenza sólo aumentaba.

     —Perdón, pero me hace muy feliz estar contigo…

 

***

 

—No entiendo por qué me convencieron de ir a ese lugar, no tengo nada que ver con esa chiquilla—mencionó cortante el de cabellera en punta cuando llegaron a la casa, sí, ahora le compartía su hogar a aquel hombre, quien a veces se quedaba a dormir y a veces no, depende de si su trabajo se lo permitía.

     —Ya deja de quejarte, maldita sea—se destapó los oídos, algo aturdido por toda esa música estruendosa que tuvo que soportar toda la noche.

     —¡Tú no me callas!—respondió. Se desvistió completamente, y sin importarle nada se metió al baño a ducharse.

     —Maldito egocentrista—murmuró. Miró con detenimiento el techo.

     ¿Cómo era posible que se siguieran amando como antes lo hicieron? Se la pasaban de pleito en pleito… Bueno, así se conocieron y se trataron en su proceso de enamoramiento… Pero, ¿acaso no se cansaban de esa rutina, donde se gritaban, insultaban y maldecían.

     Rio un poco al darse cuenta de que su fuerza de carácter era demasiada y que además le resultaba sumamente atractiva. Si no, ¿por qué otra cosa se quedaría a su lado? Bueno, sí, lo amaba, y su relación no sólo se trataba del sexo… Sí había mucho sexo, pero no sólo se trataba de eso. También charlaban a veces y comían juntos en silencio. Para ambos, por ser fuertes como si fueran guerreros, les costaba demostrar sentimentalismos y esas cosas, por ello se demostraban su amor a su manera.

     —¿De qué tanto te ríes?—preguntó al verlo con aquella sonrisita dibujada en su rostro. Su cuerpo se perlaba de gotas de agua y su cabello estaba mojado a causa del baño. Una toalla amarrada en la cintura era lo único que tapaba su desnudez.

     —Ni para qué te duchabas—mencionó al verlo.

     —¿Por qué lo dices?—arqueó una ceja en señal de confusión.

     —Creí que era obvio—se puso de pie y caminó hacia él.

     Lo tomó con un poco de brusquedad y lo colocó contra la pared, para besarlo intensamente. Se conocían perfectamente, sabían que al contrario no le gustaba el ir despacio y a besos castos, sabían que le encantaba el ser fuertes y algo bruscos para tener algo “por qué pelear” incluso a la hora de demostrarse amor.

     —Maldito—susurró en su oído una vez separaron sus labios—. Si vas a hacerlo hazlo ya—exigió.

     El de cabellera alborotada hizo caso a su petición. Tomó entre sus manos aquel miembro que comenzaba a marcarse en la toalla y lo masajeó con cuidado, retomó sus labios y acarició su pecho con la mano sobrante. El de cabellera en punta rodeó su cuello con sus brazos y pegó sus cuerpos.

     La temperatura estaba elevándose, ambos sentían nuevamente perderse entre el placer y abandonar todo juicio con tal de entregarse nuevamente. Ese contacto no era suficiente, necesitaban más. El mayor de los dos lo tomó bruscamente de los hombros y lo arrojó contra la cama. Retiró ese último paño que lo cubría y se lanzó arriba del de cabellera alborotada para volver a besarlo.

     El azabache cambió la posición, quedando encima ahora. Se desvistió rápidamente, algo desesperado por consumar el acto de una vez. ¡Al diablo todo! Ambos eran impacientes y no querían detenerse con formalidades. Se encargó de besar su cuello, marcarlo, morderlo y hacerlo gemir con el simple hecho de deslizar su lengua por su extensión, llegando ocasionalmente al lóbulo de su oreja donde pudo morder y juguetear un rato.

     Pasó a algo más, bajó a su pecho y succionó sus pezones alternadamente, los pellizcaba, mordía e incluso estiraba un poco, enloqueciendo al de cabellera en punta que siempre se derretía con aquellas caricias lujuriosas. Siguió bajando, incluso él mismo se estaba desesperando de ir lento.

     Su rostro quedó a la altura de su miembro, así que dirigiéndole una última mirada llena de orgullo lo introdujo completamente en su boca, sabiendo que eso lo haría gemir sonoramente y gritar por más. Su cabeza se movía de arriba abajo con fluidez, sacándolo y metiéndolo con intenciones de que sintiera el máximo placer. Sólo se detenía a succionar el glande y a masturbarlo un poco con su mano. Acariciaba ocasionalmente sus testículos, y a veces los metía en su boca para estimularlo más.

     —Maldito, ¿cuánto más me harás esperar?—con la voz entrecortada y su rostro enrojecido volteó a verlo con reproche, por más que le gustara esa sensación quería llegar a otro paso que les hiciera sentir mejor a ambos.

     —Nunca tienes paciencia—dijo una vez se separó de su miembro, el cual quedó lleno de fluidos que aún formaban un hilillo entre su boca y él. Dejó caer un poco de saliva en su mano y humectó bien sus dedos.

     Se acercó a su rostro para besarlo de nuevo, los fluidos de ambos se mezclaban en un beso lleno de pasión, sus lenguas danzaban en una pequeña batalla en la cual no les importaba quién ganara con tal de liberar todas esas ganas que sentían que el otro sintiera su cariño.

     Mientras sus bocas se volvían una sola, el de cabellera alborotada aprovechó para introducir sus dedos en su entrada, moviéndolos en su interior para dilatar ese estrecho lugar. Aquellas paredes internas los apresaban como si fueran una oleada de calor floreciente. Miró con una sonrisa al mayor y volvió a retomar sus labios.

     Sacó sus dedos una vez terminó de prepararlo. Tomó sus piernas y las acomodó a modo que sus tobillos quedaran sobre sus hombros. Miró aquel rostro, a pesar de ese ceño fruncido y la mirada llena de molestia sabía que lo amaba, que disfrutaba su compañía y que, sin importar lo mucho que han discutido, los problemas que tuvieron, la manera en cómo se vieron obligados a separarse, ahora estaban juntos, ahora y por toda la eternidad serían una sola alma, un solo destino.

     Con ternura introdujo su miembro con constancia, se abría paso en su interior con delicadeza y fluidez. Se aproximó a su rostro nuevamente y volvió a unir sus labios, necesitaba demostrarle cariño mientras movía su cadera hacia adelante para terminar de conectarse.

     Cuando su pelvis chocó contra el cuerpo contrario, se detuvo y besó su hombro, como solía hacerlo desde siempre para calmarlo. Sí, sabía que le dolía a pesar de haberlo hecho muchas veces, sabía que sentía dolor a pesar de que se mostrara fuerte y aparentara que no es así.

     —Muévete, soldado—pidió al cabo de unos segundos. El de cabellera alborotada sonrió de medio lado y asintió con firmeza.

     Sacó la mitad de su miembro y lo volvió a introducir con ritmo. Marcó un compás tranquilo, sin prisa, dejándolo acostumbrarse antes de moverse con mayor intensidad. El choque de sus pieles era demasiado erótico, excitante, ese sonido acompañado por sus gemidos no hacía más que elevar su temperatura y hacerlos sentirse en un mar de placer donde la lujuria acompañaba al amor y a la pasión en un dulce acto que se consumaba por los sentimientos que se tenían.    

     —Eres un arrogante, vanidoso…—susurró en su oído.

     —Y tú eres un exasperante odioso—devolvió.

     Pero a pesar de que esas palabras pudieran ser consideradas como insultos, ambos sabían que era la manera de decirse lo mucho que se querían y que a pesar de las diferencias (o exageración de similitudes) ambos supieron permanecer juntos.

     El movimiento de su cadera fue más veloz, entraba y salía sintiendo aquella fricción abrazar su miembro y estimularlo, el calor de su interior le daba ese último toque para hacerlo ceder ante todo el deseo de su cuerpo.

     Los gemidos que escapaban de sus gargantas resonaban en la habitación e inundaban su tiempo y espacio. La unión de sus bocas no era suficiente para acallar ese alarido que aclamaba por salir. Su vaivén le permitía al menor tocar aquel punto que sólo él conocía, aquel lugar donde sólo él ha llegado. Tomó un momento para detenerse y tomar aire, y volvió a moverse, esta vez con mayor fuerza tocando aquel lugar con más potencia.

     Sólo bastaron unos movimientos más para que ambos llegaran al clímax. El de cabellera alborotada se corrió en su interior al sentir sus paredes internas estrecharse más al llegar al orgasmo. Sonrió y reguló su respiración mientras veía el cuerpo del de cabellera en punta intentando relajarse.

     Sacó su hombría y miró con cierta satisfacción su entrada, de donde escurrió un hilillo de ese líquido blanco. Se acostó a su lado y se abrazó a él, todavía tomando suficiente aire para regularse.

     —Nunca te lo digo, Vegeta… Porque si lo hago sólo elevaría tu ego hacia tu persona sobrevalorada, pero…—rio al escuchar el gruñido del mayor—. Te amo, Vegeta.

     —Sí, ya lo sabía, yo también te amo—dijo con un tono extremadamente desinteresado mientras le daba la espalda—. No molestes más, quiero dormir.

     —Claro.

     Así, el de cabellera alborotada se abrazó a su cuerpo desnudo, sonriendo porque sabía perfectamente que se lo dijo con toda sinceridad, que sólo intentaba mantenerse insensible y fuerte pero en el fondo lo quería con todo su corazón.

 

***

 

—Sigo pensando que la fiesta de boda de Lazuli fue muy divertida—comentó mientras tecleaba cosas en su computador. El chico con el que compartía habitación en aquel campus sólo quitó la almohada que cubría su rostro y le dedicó una sonrisa.

     —Lo sé, tienes todo el mes diciendo eso. ¿Me estás tirando una indirecta de que quieres ir a la fiesta de Gogeta, mañana en la noche?—el menor solamente rio.

     —No, no quiero ir—respondió con simpleza sin despegar la mirada de la pantalla.

     —¿Entonces?—arqueó una ceja.

     —Nada, ¿acaso no puedo decir algo sin que tenga que tener un significado oculto?—al ver la mirada del más alto sólo le hizo saber que no le creía—. Vegeta… me dijo que ella está embarazada…

     El mayor notó la baja en la tonalidad de voz del menor. Guardó silencio unos segundos, en los cuales el de cabellera bicolor se permitió cerrar su laptop y girar la silla de rueditas a su dirección, para verlo mejor. Nunca habían hablado el tema, solamente lo habían tomado en cuenta para saber de su existencia y ya, pero nada más.

     —Nunca te pregunté qué harías sabiendo que tú… puedes tener un bebé…—comentó. El menor asintió bajando la mirada.

     —Vegetto, la verdad yo desde hace tiempo quería hablarlo contigo, pero me daba mucha vergüenza—soltó una risilla.

     —Sabes que puedes decir las cosas con confianza—animó al menor. Se sentó en la orilla de la cama y lo miró con una cálida sonrisa.

     —Vegetto… yo—sus mejillas se coloraron—… en un futuro… me gustaría tener hijos… contigo…

     El de cabellera bicolor sólo cerró los ojos con pena. Al no obtener ninguna respuesta, los abrió nuevamente y miró al castaño, quien sonreía tiernamente con un ligero sonrojo en sus mejillas.

     —Yo…—sus ojos estaban vidriosos. Limpió las lágrimas que alcanzaron a salir de ellos bajo la mirada confundida del más bajo—. Me hace sentir feliz que me veas en un futuro a tu lado.

     —¿Eh?—su rostro se enrojeció completamente.

     —Gotenks… —caminó hacia él y se paró delante, se arrodilló y le tomó ambas manos—. Me gustaría formar una familia contigo… Sé que faltan muchos años todavía, pero eso está bien, porque tendré tiempo suficiente para conseguir un trabajo, tener casa propia y… poderte dar todo lo que mereces.

     El de cabellera bicolor asintió y jugó nerviosamente con sus dedos en un intento de relajarse por lo que iba a hacer.

     —¿Sucede algo?—el menor empuñó con fuerza sus manos y le plantó un beso en los labios. Podía sentirse su cuerpo temblando de nerviosismo. En un mal movimiento cayó encima del mayor, quedando ambos en el suelo—. Gotenks, espera, ¿qué intentas?

     —Yo… quiero…—miró la puerta y se levantó a cerrarla con seguro. Después se acercó a la ventana y la cubrió con las cortinas. Miró nuevamente al mayor y comenzó a desabotonarse la camisa mientras apretaba sus ojos con fuerza.

     —Gotenks…—susurró desde el suelo al entender sus acciones—. ¿Estás seguro?

     —Sí…—asintió sin abrir los ojos—. Sé que no tengo experiencia y no podría ser igual que como con el otro chico con quien lo hiciste antes, pero puedo aprender rápido y hacerte sentir bien…

     —Gotenks…—soltó aire. Se puso de pie y lo tomo de los hombros cuando su torso estuvo descubierto completamente. El más bajo abrió los ojos y lo miró con vergüenza por la cercanía—. Tengo que decirte algo… el chico con el que lo hice fue Gogeta…

 

***

 

—¡La comida estuvo deliciosa!—agradeció y miró con una sonrisa al pequeño rubio que jugaba con bloques de plástico—. Vegeta, ¿te falta mucho?

     —Sí—respondió sin despegar la mirada de su cuaderno, donde tenía demasiadas fórmulas y cálculos escritos—. ¿Por qué?

     —No, nada—bajó la mirada y miró su plato ahora vacío—. Siempre te veo esforzándote mucho y ni siquiera en vacaciones tenemos tiempo de salir en familia… Pensé que… como ahora nuestros padres estaban juntos, tu tía cuida de Tarble y Kakarotto a veces junto con su nueva pareja, Gotenks y Vegetto están en la universidad… Tú y yo pasaríamos más tiempo como pareja, solos, ya que tenemos nuestra propia casa…

     Soltó el lápiz y dejó la calculadora a un lado para verlo—. Lo sé, Goku. Yo también quiero que seamos una pareja normal… Por eso me esfuerzo demasiado… Tú trabajas medio tiempo como cupido y la otra mitad trabajas en aquella oficialía. Pero yo quiero terminar la carrera de una buena vez por todas y poder ayudarte a pagar los gastos de la casa y garantizarle un futuro a nuestro hijo—el más alto sonrió tiernamente—. Goku, tú tal vez no lo notas, pero por eso tomo clases extra, quiero acabar pronto para no preocuparme por nada más.

     —¿De verdad?—miró con una sonrisa emocionada al más bajo—. ¿Cuándo te gradúas, Vegeta?—el más bajo sólo soltó aire.

     —Eres un distraído… —señaló el calendario que marcaba un día del mes de julio encerrado en rojo—. Me gradúo el próximo verano.

 

***

 

—¿Gogeta?—frunció levemente el ceño—. ¿Y entonces por qué te sigue tratando muy bien y te invita a todas sus fiestas…? ¿Sigue enamorado de ti o…?

     —Nada de eso…—interrumpió—. Te dije que sólo lo habíamos hecho para liberar nuestras ganas, fue sexo y ya… Es más, tal vez ni siquiera recuerde que fue conmigo, estábamos ebrios.

     —¿Y te gustó?

     —Ya lo habíamos hablado, sólo fue algo rápido, vacío, sin sentido…

     —Sí, lo hablamos, pero como en esa vez ¡sólo evades la pregunta!—lo miró con los ojos vidriosos.

     —…—miró los ojos del menor y se sentó en la silla de rueditas. Lo invitó a acercarse y, una vez estuvo delante de él, lo hizo sentarse sobre sus piernas. Posó sus manos en su cintura y lo vio con cierta pesadez—. Sí, me gustó en el momento.

     —Entiendo…—bajó la mirada.

     —Gotenks. En el momento sentí de maravilla, él sí tenía experiencia y por eso lo sabía hacer genial, sabía dónde tocar y qué hacer para sentir más placer. No te lo negaré, fue una experiencia muy placentera—se abrazó a él y unió sus frentes—. Pero después me sentí mal, sentí un vacío. Es decir, ¿acaso la pasión del momento realmente valió la pena para haberle entregado ese “algo especial” de la primera vez? La respuesta es no, Gotenks—acarició su cabellera al verlo derramar lágrimas—. ¿Quieres saber por qué no me arrepiento totalmente de haberlo hecho?

     —S-sí—lo vio a los ojos luego de responder en voz baja.

     —Porque ahora, gracias a la experiencia que tengo, podré hacerte el amor y hacer que te sientas muy bien—susurró en su oído. Besó su cuello con ternura mientras sentía el cuerpo del menor estremecerse.

     —Vegetto…—encajó sus uñas en la espalda del mayor al sentir esa lengua en su oreja.

     —Tranquilo—besó con cariño sus labios, el menor asintió y sonrió tímidamente—, créeme que estoy más nervioso yo—el más bajo tomó su oreja y retiró uno de sus pendientes, el mayor lo miró extrañado.

     —No te lo dije, pero me perforé una oreja—soltó una risilla—. Mi mamá me va a matar, pero…—se colocó el pendiente en la oreja derecha, mientras el castaño tenía el otro en la izquierda—te confiscaré este, para sentir como si fuéramos uno solo… Lo sé, es ridículo pero—calló por la pena.

     —No, no lo es…—besó sus labios castamente y unió sus frentes—. Ahora, tú y yo seremos uno solo, como si nos fusionáramos…—sonrió—. ¿Estás listo?

     —Sí.

     Lo tomó de las piernas y se puso de pie, cargándolo para llevarlo a la cama. Ahí lo depositó suavemente, para después colocarse arriba. Admiró su cuerpo, su piel blanca nívea era suave al tacto, sus mejillas sonrojadas hacían juego con esos labios levemente hinchados por esos besos previos, y sus ojos entrecerrados a causa del nerviosismo y el aumento de temperatura en su cuerpo.

     —No me mires así—cubrió su rostro apenado.

     —Me gustas demasiado, eres muy lindo…—tocó tímidamente su pecho, únicamente con la yema de sus dedos, aún sin sentirse totalmente con la libertad de hacerlo, se sentía como… indigno…

     —Tú también me gustas—respondió el menor mirándolo con vergüenza.

     El más alto sonrió tiernamente, y volvió a besar su cuerpo con delicadeza, pasando sus labios por su cuello, pectorales, hasta su ombligo. Siguió bajando, quería escuchar más esos suspiros que escapaban de los labios del menor. Llegó a la altura de su entrepierna, ahí besó la punta de su miembro, el de cabellera bicolor volteó a verlo con su rostro completamente enrojecido.

     —Tranquilo…—le sonrió y después guiñó su ojo—. Toma mi mano—pidió estando allá abajo. Extendió su brazo izquierdo y el más bajo entrelazó sus dedos.

     El castaño tomó aquel falo con la mano libre e introdujo la punta en su boca, succionó con delicadeza y rodeó con su lengua. El menor soltó su mano para sostener las sábanas y apretarlas con fuerza mientras arqueaba su espalda. Fue ahí donde el mayor aprovechó para introducirlo por completo en su boca, movía su cabeza de arriba abajo, la saliva escurría de la comisura de sus labios.

     —Mgh—gimió sonoramente cuando sintió sus manos tocar sus testículos.

     El castaño se separó, dejando un hilillo de saliva conectándolos. Tomó sus piernas y las separó otro poco, para bajar más y pasar su lengua por donde estaba su entrada. Eso provocó que el más bajo se separara rápidamente con el rostro en color carmín.

     —¿Qué… haces?—preguntó sintiendo más vergüenza.

     —Relájate, Gotenks…—pidió.

     —Vegetto…—susurró. Miró la sonrisa sincera que le dirigía el más alto, así que asintió y se volvió a recostar.

     El castaño volvió a su labor, rodeaba con su lengua esa zona erógena, lubricando perfectamente. Al sentirlo más relajado, aprovechó para introducirla, eso lo hizo gemir más fuerte. Terminó de llenar con fluidos ese lugar y se acomodó a su lado, para abrazarlo. Bajó su mano nuevamente e introdujo un dedo, al ver que iba a gritar acalló su boca con un beso.

     Lo movió circularmente, intentando que se dilatara. Metió un segundo dedo y uno tercero, repitiendo los pasos para prepararlo y no lastimarlo. Al sentirlo listo, se colocó arriba de él y tomó sus piernas. Se notaba que, a pesar de que “tenía experiencia”, estaba completamente nervioso, como si fuera la primera vez que lo hiciera.

     La mirada llena de amor del de cabellera bicolor lo hizo tomar valor para empezar. Se posicionó y empujó hacia adelante, adentrándose en su interior, sintiendo aquellas paredes internas abrirle paso para que se volvieran uno solo. Al introducirse por completo, lo abrazó con cariño. Podía ver perfectamente que se esforzaba por no gritar o derramar lágrimas.

     —Cuando te conocí, mi vida dio un giro—susurró en su oído mientras comenzaba a moverse lentamente—. Me enamoré a primera vista de ti… y entre más te conocía, más me gustaba estar contigo—el movimiento de caderas se hizo más rápido—, amo tus ojos, son tan bonitos… tan únicos…

     Continuó susurrándole cosas lindas al oído mientras su cadera se movía marcando un ritmo donde tocaba aquellos lugares que nunca antes alguien había tocado. Unió de nuevo sus bocas en un juego donde sus lenguas danzaban en una erótica batalla.

     —¡Ahg!—gimió más fuerte cuando tocó ese lugar tan íntimo. El castaño tomó aire un segundo y subió los tobillos del menor en sus hombros, para aumentar la velocidad y potencia de sus estocadas, tocando repetitivamente aquel lugar.

     El cuerpo del más bajo estaba sufriendo espasmos, estaba próximo al clímax, así que se inclinó hacia adelante para retomar sus labios. Un par de movimientos más fueron suficientes para que se corriera en su interior. Sus abdómenes también quedaron manchados por la esencia del menor.

     Lo tomó con delicadeza y cuando se recostó lo acomodó sobre sí mismo, para poderlo abrazar mientras regulaban sus agitadas respiraciones. Tomó las caderas del menor para levantarlas un poco y sacar su miembro. Besó su cabeza y lo abrazó con un poco más de fuerza.

     —Gracias por estar a mi lado, Gotenks—susurró en su oído—. Te amo como a nadie nunca he amado.

     —Yo también te amo, Vegetto…

 

 

***

 

—¿Te falta mucho?—preguntó asomándose por un hombro del más bajo, quien estaba en la mesa terminando su proyecto final.

     —Sí, me falta mucho—respondió sin voltear a verlo.

     —Eso dijiste hace una semana y te la has pasado trabajando en eso todo el tiempo.

     —Hmph—suspiró y volteó a verlo. En su rostro se podía notar el cansancio causado por la pesada labor de los últimos días antes de graduarse—. ¿Qué necesitas?

     —Tu cariño—bajó la mirada. El más bajo sonrió de medio lado, al ser una criatura hecha para esparcir amor al parecer también necesitaba recibirlo.

     —Eso es fácil de solucionar—se puso de puntitas y lo besó dulcemente. El más alto correspondió colocando sus manos en su cintura—. Mañana me califican, Goku. Ya sólo falta esta semana para poder prestarles completa atención…

     —Está bien—respondió más animado—. Ya no te molesto, termina tu proyecto, Vegeta.

     —Gracias—volvió a sentarse en la silla y siguió con su labor.

     El más alto lo besó en la mejilla y salió corriendo de la habitación, dejando a un azabache de cabellera en forma de flama sonriendo dulcemente en la dirección por donde se fue.

    

 

***

 

—¡Felicidades, Vegeta!—dijo la rubia chocando su puño en el pecho del pelinegro, que tenía en manos el papel que acreditaba su título.

     —Gracias, Lazuli… ¿Cómo vas con el bebé?—preguntó refiriéndose a la pancita que comenzaba a marcarse por sobre su ropa.

     —Bien, gracias. ¿Y a ti, cómo te está yendo con Kakarotto?

     —Se porta muy bien, aunque le gustan mucho los paseos al aire libre, si sabes a lo que me refiero—ella sólo rio—. Y…

     —¡Vegeta!—una chica peliazul se colgó en su cuello, ella también tenía en manos un papel—. Te extrañaré tanto, me harás mucha falta. Nunca te lo dije, pero estoy muy enamorada de ti…

     —Bueno, creo que yo no hago mal tercio—dijo la rubia con una sonrisa traviesa, el de cabellera en forma de flama sólo le miró con furia.

     —¿Qué piensas, Vegeta? ¿Acaso no te gusto?

     —La verdad, no—respondió con simpleza, la chica de ojos turquesa lo vio con ofensa—. ¿Podrías soltarme?

     —¡Aight!—lo soltó y lo reprochó con la mirada—. ¿Por qué no, si soy muy hermosa?

     —Pues…—rascó su nuca a modo desinteresado, sólo con la intención de hacerla molestar más.

     —¡Vegeta!—llegó a su lado y lo abrazó—. Felicidades, te mereces esto y más.

     —…—sonrió al sentir el tacto de su pareja, tenerlo así de cerca lo hacía sentir una paz indescriptible.

     —Sigo esperando, Vegeta—pronunció con los brazos cruzados y un pie moviéndose con impaciencia.

     —¿Y dónde está Kakarotto?—preguntó sin prestarle atención a la chica. El más alto empezó a reír nerviosamente.

     —Creo… que lo perdí…

     —Que tú, ¿qué?

     —¡Perdón! Fui a la mesa de bocadillos y cuando volteé ya no estaba…—miró a la chica—. ¡Hola, soy Goku!

     —Vegeta—ignoró al de cabellera alborotada—. ¿Me vas a contestar o no?

     —No quiero nada contigo y…—ella no le prestaba atención, miraba con terror el techo—. ¿Qué no te interesaba mi respuesta?

     —¡Un niño está allá arriba!—el azabache levantó la mirada y pudo ver a su hijo rubio en el techo, sobre una de las barras atravesadas, sentado comiendo un helado.

     —¡Kakarotto!—murmuró.

     —¡Iré por él!—comenzó a caminar hacia la pared, donde había una cuerda que iba hasta el techo por el telón de aquel auditorio.

     —Oh, no… conozco esa mirada—susurró al verlo reír, guardar la servilleta en su bolsillo luego de limpiarse el rostro y bajar la mirada mientras balanceaba sus piernitas.

     El pequeño rubio saltó de ese lugar. Vegeta no tuvo otra opción más que calcular muy bien en esas fracciones de segundo dónde caería. Al estar en el lugar, lo tomó entre sus brazos antes de que llegara al suelo. Soltó el aire contenido en sus pulmones al ya tenerlo a salvo en sus brazos.

     —¡Mi héroe!—dijo ella abrazándose a él. El más bajo la empujó un poco para que se quitara.

     —¡Papá Vegeta!—dijo el pequeño abrazándose a su padre. La chica lo miró con confusión.

     —¿Es tu hijo, Vegeta?—cuestionó con el ceño fruncido.

     —Sí—respondió sin darle importancia—. Si me disculpas, Bulma, quiero pasar tiempo con mi familia…

 

     Cuando salió del lugar lo esperaban sus familiares, fueron a un restaurante a comer algo y a  charlar. Pero como siempre, los primeros en irse fueron Bardock y Vegeta, quienes odiaban estar con muchas personas, simplemente no toleraban las reuniones. Después Vegetto y Gotenks, ya que ellos “tenían que estudiar para un examen”.

     —Nos vemos, Vegeta—dijo la rubia al ver a su ahora esposo al otro lado de la ventana—. Te visitaré un día de estos.

     —Adiós—ella lo abrazó y le dedicó una sonrisa.

     Cuando ella se fue, la mujer pelinegra miró con ternura la pareja.

     —Ustedes dos se ven muy bien juntos—comentó al cabo de unos segundos.

     —¿Verdad que sí?—dijo el más alto.

     —Sí… chicos, ya es algo tarde y quiero regresar a casa para tener lista la cena para cuando regrese Tomma… ¿Puedo llevarme a Kakarotto?

     —Sí, tía—respondió el más bajo—. Sólo no dejes las ventanas abiertas.

     —Claro, ya lo sé—rio—. Nos vemos, chicos y, Vegeta, estoy orgullosa de ti.

     Terminó de despedirse de los jóvenes y se fue del restaurante. Ambos terminaron de comer tranquilamente, sin prisas, disfrutando la compañía del otro.

     —Vegeta, vayamos a casa—pidió en susurro.

     —Hmph, ¿para qué?—metió una papa frita a su boca y miró por la ventana. Comenzó a sentir un cosquilleo en su cuello, cerró lentamente los ojos a la vez que un sonrojo se divisaba en sus mejillas al tener a Goku besando su cuello. Agradecía tres cosas en ese momento: que el vidrio de la ventana fuera unidireccional y que los que estaban afuera no podrían verlo, que la mesa estuviera casi al fondo y que las luces estuvieran algo bajas.

     —Quiero demostrarte mi amor esta noche, Vegeta—mordió sutilmente su cuello, el más bajo tapó su boca para no gemir.

     —Aquí no—pidió con la voz entrecortada.

     —¿Entonces dónde, Vegeta?—preguntó viéndolo con una sonrisa. El más bajo reguló su respiración y volteó a verlo.

     —Paguemos la cuenta y vayamos a casa.

 

***

 

Casi tiraban la puerta cuando llegaron, se besaban dulce y apasionadamente. El más bajo se separó sólo unos segundos para cerrar la puerta principal con seguro. Retomó sus labios. ¿Cuánto tiempo llevaban sin hacerlo? Bueno, con un niño inquieto no es algo simple. Pero ahora tendrían toda la noche para entregarse.

     Llegaron hasta su habitación, ahí se desvistieron rápidamente sin quitar la unión de sus labios. El más alto comenzó a tomar las riendas, se posicionó sobre él en la cama y besó su cuerpo, tenía a su lado a la persona que más amaba en este mundo, era tan satisfactoria esa sensación de tener con él al amor de su vida. Miró al menor, apreció su cuerpo desnudo y deslizó sus dedos por su cuerpo.

     Vegeta se sentó y quedó de frente a él, aprovechó para tocarlo también, disfrutaba el estar con él, otra vez en esa posición, mirándose como llegaron a la vida. El más bajo se acercó a besar su cuello, acariciando su espalda.

     —Te amo, Vegeta…—susurró en su oído para después besarlo con cariño.

     —Yo también te amo—gimió al sentir su lengua bajar por su cuello, hasta sus pezones, donde comenzó a succionar y pellizcar—. Mgh.

     Tomó su miembro e inició un lento movimiento de arriba abajo, el de cabellera alborotada comenzó a suspirar al sentir aquella fricción en su hombría. Quiso agradecerle repitiendo sus movimientos, acariciándolo con fluidez, sintiendo cómo se endurecía ante el tacto.

     —Vegeta… Me haces feliz…

     El mayor se detuvo para mirarlo a los ojos. Sonrió de medio lado ante eso, “ser su felicidad”… Lo abrazó por el cuello y lo besó con mayor cariño que antes. Lo amaba, lo amaba tanto, él fue el único que logró sacarlo de su estado de autocompasión y miedo a querer. Se había enamorado profundamente de él e incluso había tenido un hijo con él.

     —Hazlo…—pidió—. Seamos uno.

     El de cabellera alborotada sonrió con ternura. El momento en que se habían entregado supieron verdaderamente lo que era ser uno, uno solo, una única alma. Ese fue el momento en el cual decidieron trazar su destino como uno solo.

      —Puedes empezar—dijo luego de que el mayor preparara su entrada con sus dedos y lubricara bien con su saliva.

     —Vegeta, te amo tanto…—sonrió y besó su frente. El de cabellera en punta unió sus frentes, abrazó su cuello y se acomodó él mismo sobre sus piernas. Goku lo tomó de las caderas y tomó su miembro, para posicionarlo.

     —Te amo…—le dedicó una media sonrisa antes de bajar y sentarse, esa expresión en su rostro cambió por una de placer.

     —Mhg—gimió al sentir aquel calor abrasador en su miembro. Abrazó el cuerpo del más bajo cuando estuvieron completamente conectados.

     Besó su cuello, y aspiró su aroma, su fragancia.

     El amor que se tenían era demasiado grande, atravesó muchos obstáculos y se mantuvo fuerte, nunca se debilitó. Eran la prueba viviente de que el amor verdadero sí existe y era eterno, porque sabían que aunque la muerte los separara en el otro mundo continuarían amándose.

     Comenzó a moverse, sacaba y metía su miembro de ese estrecho lugar, aprovechaba la posición para que la misma fuerza de gravedad fuera la que hiciera que alcanzara su punto G, se adentraba con potencia para sentir mejor esa zona.

     Sus pechos subían y bajaban por la respiración tan agitada, la habitación se inundó de gemidos de ambos, la sensación de satisfacción y placer era demasiada que no podían reprimirse, no querían hacerlo, necesitaban liberar toda la pasión para demostrarle su amor al contrario.

     —Ah—gimió más fuerte. El de cabellera alborotada sonrió y unió sus labios en un fogoso beso donde sus lenguas participaban, la saliva comenzó a escurrir de sus bocas por la comisura de sus labios, deslizándose por su barbilla hasta su cuello. El menor se movió más fuerte tocando ese punto, sacándole gemidos cada vez más fuertes.

     Sintió su cuerpo estremecerse entre sus brazos, los espasmos de su cuerpo le avisaban que estaba próximo a correrse. Tomó su hombría y lo masturbó, acariciándolo. El calor de su mano lo envolvía, la fricción sólo aumentaba las sensaciones de su cuerpo.

     Sólo bastaron un par de estocadas más para que se liberara en su interior, su esencia se adentró en él como muestra del acto más puro realizado hace unos minutos. El más bajo se corrió entre sus cuerpos, ese líquido blancuzco permaneció entre ambos, manchando sus abdómenes bien formados.

     Separaron sus labios y se miraron a los ojos. Sus rostros ruborizados y sus frentes perladas de sudor delataban el calor de sus cuerpos intentando bajar. No pudieron evitar sonreír con algo de vergüenza a pesar de que ya se conocían perfectamente.

     Sus respiraciones todavía agitadas se mezclaban, la cercanía de sus rostros les permitían ver mejor los ojos de su pareja, esos ojos azabaches que declaraban sus más íntimos sentimientos…

 

 

***

 

 

—Gracias por estar conmigo…—dijo en su oído y besó su mejilla, posteriormente lo abrazó por la cintura, aprovechando que su espalda estaba contra su pecho. Lo único que los cubría era la sábana blanca tapando desde su cintura hacia abajo, incluso sus piernas se divisaban, siendo sus entrepiernas lo único cubierto.

     —No, gracias a ti…—susurró y apretó las manos del menor contra su cuerpo. Se acurrucó mejor y cerró los ojos—. Nunca pensé que fuera a amar otra vez… Pero contigo me di cuenta que jamás había amado antes, lo hice contigo por primera vez…

     Así, abrazados con cariño, y sintiendo el cuerpo del otro a su lado, transmitiéndoles esa calidez única que sólo puede dar el verdadero amor…

 

Fin

Notas finales:

El final llegó, lo siento, pero era inevitable.

     No pueden enojarse, hubo 3 lemons (algo simples pero la historia es romántica).

     Y, por si se lo preguntaban… Habrá un pequeño epílogo.

      Espero lo hayan disfrutado.

     ¡Adiós y gracias por leer!


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