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Quebrados por Jesica Black

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Capitulo 11
El 'bebé'

 

 Camus golpeó con un zapato el espejo, estaba furioso, con el llanto contenido. Apretó sus puños y recordaba lo ocurrido días antes, principalmente el sábado a la noche. Se maldecía a sí mismo por estar en esa horrible situación y se arrepentía de todo lo que había hecho. Se colocó frente al espejo que estaba roto por el golpe y apretó sus puños en él, intentando por todos los medios evitar sollozar demasiado fuerte. Daba gracias a la vida que Dégel se había ido a buscar a Brendan, quien saldría de rehabilitación psiquiátrica para volver al hogar, sino escucharía sus gritos por toda la casa.

Una vez que se tranquilizó, bajó la mirada hacia aquel pequeño bulto en su vientre, le observó con algo de desprecio, pero luego recordó que había sido su culpa y no de ese niño por nacer. No le había dicho nada a su madre, ni a su hermano, a nadie en general, el único que probablemente lo intuía, aparte de los procreadores de la vida, era el vecino que estaba en todas. 
Fue al baño corriendo, para limpiar su llanto y se sentó encima de la tapa del retrete, se secó los ojos con la manga,  tratando de serenarse. Todos los días habían sido así desde que quedó con Milo en verse el sábado pasado. Estaba listo para informarle sobre el nacimiento inminente del bebé que llevaba dos meses y medio en su vientre, no hacía faltas hacer cálculos para darse cuenta que había sido concebido cuando Camus pidió no cuidarse y que llegara dentro de él, luego de esa noche, Milo volvió a ser cuidadoso ante el terror de ser papá.

Debía admitirlo, la culpa había sido suya, enteramente suya, no había vuelta que darle y repasó contantemente en sus pensamientos lo que había ocurrido ese día. 

El sol de verano comenzaba a menguar, Milo caminaba hacia el pequeño restaurante donde habían decidido verse como siempre. La relación iba viento en popa, salían mucho, se besaban apasionadamente, tenían sexo casi todos los días cuando los amigos de Milo le desocupaban el departamento o cuando Camus lo invitaba a su casa ahora que Brendan no ocupaba ese lugar. 
El rubio lo vio a lo lejos y sonrió mientras saludaba con la mano, estaba muy emocionado por la cita como siempre, el heleno se veía más que enamorado.

—¡Camus! —Se acercó dándole un beso en la boca—. Al fin nos vemos, estos dos días sin ti fueron un terror, sobre todo aguantándome a mi padre y tío todo el día hablándome de lo bella que es Ivonne.

—Bueno, pero ahora estamos juntos —le tomó la mano, Milo las besó dulcemente.

—No podía más, necesitaba verte….dime ¿qué hay de nuevo en tu vida? No he sabido de ti en dos días así que debes ponerme al corriente —comentó, Camus no quería iniciar el tema de su embarazo, por lo cual comenzó a hablar trivialidades.

—Mi hermano menor recibe todos los días la visita de Zaphiri, parece la niñera…

—Zaphiri está enamorado, nunca lo había visto así, tú sabes que es gamberro —comenzó y se apartó un poco para ver el menú de bebidas—. ¿Quieres algo refrescante? A pesar que el sol ya no está a lo alto, me estoy asando.

—Ordené un jugo de naranja frío, debería venir en un rato….y para ti, uno de manzana y mango, sé que te gusta…

—Ay bebé, sabes todos mis gustos —ante la palabra bebé, algo en su organismo reaccionó, tal vez era su propio hijo quien deseaba ser nombrado en la conversación—. ¿Estás bien? Te pusiste pálido.

—Sí, sí, es que he tenido algunos mareos, es todo —susurró, al notar que el mozo llegaba con su bebida, simplemente la aceptó.

—Gracias, ¿cuánto es? —el mozo le entregó la cuenta y fue Milo quien pagó.

—No, espera, no es necesario.

—Es mi deber complacerte, te has portado como el mejor novio al esperarme todo este tiempo, sobre todo sabiendo que mi papá me quiere casar a toda costa —bebe un poco de su jugo—. Hmm, delicioso.

—Milo….

—¿Hm? —continuaba tomando, casi sin prestar atención.

—Debo comunicarte algo y es muy delicado —susurró, casi con tristeza en su voz, Milo se aleja del popote de su jugo y le toma las manos al pelirrojo.

—¿Qué pasa?

—Milo, tal vez me odies por esto pero…

—Nunca te odiaría —interrumpió—. ¿Cómo podría? Eres hermoso, me has aguantado todo este tiempo y respetado en mis decisiones, eres lo más lindo que se cruzó en mi vida….

—Por eso Milo, creo que te decepcione —bajó la mirada.

—No, no, no….Camus ¡no digas eso! Tú jamás podrás decepcionarme ¡jamás! —intentaba levantarle el ánimo, pero Camus estaba al borde del llanto por su estado hormonal.

—Milo, yo……creo que te traicioné….—esta vez el pelirrojo fue más claro pero Milo tomó aquello como una infidelidad.

—¿Qué? ¿Con quién?

—No, no….no hablo de ese traicionar —suspiró, Camus estaba dispuesto a decirlo—. Milo….yo…

—¿Hm? Por favor, Camus, me estas poniendo nervioso ¿qué te pasa?

—Yo….estoy….—se mordió el labio y lo suelta—. Estoy embarazado….

 

El silencio fue brusco, tan brusco que pensó que moriría. Tragó de su propia saliva cuando sintió como Milo le soltaba y sus ojos se agrandaban, tampoco esperaba que se abrazaran, besaran y fueran felices, pero jamás creyó que la mirada de aquel hombre a quien se había entregado muchísimas veces en esos meses, fuera a poner una expresión tan fea con él. 
No fue lindo lo que continuó, Milo le abofeteó frente a todos y se fue de allí, sin ver hacia atrás, simplemente arrastrando sus pies. Camus quedó avergonzado, humillado, sentado en su lugar para acabarse el jugo frente a las miradas de aquellos griegos que quisieron salir a refrescarse. Luego desapareció, y se hundió en su casa, llorando en la cama besando la almohada.

 

Y eso había acontecido, desde aquel instante no supo más de Milo, ni de los amigos de este, es como si todos le hubieran abandonado de un momento al otro, dándole la espalda. Cuando bajó del baño hacia el living arrastrando los pies, sintió la puerta abrirse y allí apareció Dégel junto a un renovado Brendan, con ambos venía Zaphiri cargando las valijas.
Sonrió de costado y abrazó a su hermano que vino hacia él, aferrándose al cuerpo delgado del pequeño, Brendan creció demasiado en esos meses.

—Camus, ¿cómo estás? —preguntó Zaphiri dejando la valija y saludando al pelirrojo.

—Bien.

—¿Bien? Parece como si un autobús te hubiera arrollado —comentó Brendan mirándole a los ojos.

—Brendan, ve a acomodar tus cosas en el cuarto, déjame hablar con Camus —comentó Dégel, el pelirrojo suspiró y tomó una de las valijas.

—Vamos Zaph, parece que van a hablar de algo privado —comentó comenzando a subir las escaleras.

—Por cierto Zaphiri, pobre de ti si tocas un solo pelo de Brendan —gruñó el peliverde, más por miedo que por otra cosa, el pelinegro subió cabizbajo—. Bien….—se sentó y pidió a Camus que se siente—. ¿Qué pasa?

—Pues…..—el timbre le interrumpió y Brendan fue el primero en bajar las escaleras velozmente para abrir la puerta.

—¡PAPÁ, PAPÁ LLEGO! —gritó el más joven abalanzándose cuan koala a Kardia.

—Hablamos luego —Dégel se levantó para ir a saludar a su ex—. Vaya, Kardia, te ves mejor que la última vez —susurró con ironía.

—Gracias —gruñó pero le guiñó el ojo coqueto—. ¿Y cómo está mi adorado bebé? —nuevamente Camus reaccionó ante eso y giró la cabeza para ver a Brendan abrazarse a Kardia.

—Bien papi…..estoy tan feliz de verte…..aaah, me hacías falta en el psiquiátrico….

—Lo siento cariño, fue difícil desplazarme hacia allí con un yeso, pero aquí estoy recuperado….y ¿tú novio no te ha tocado aun, verdad? —preguntó mirando como Zaphiri bajaba las escaleras.

—¿Por qué todos creen que soy un pervertido? ¡No le he tocado ni un pelo!.....aun…

—Y no lo harás —sonrió abrazando más fuerte a Brendan—. ¿Y Camus? —observó al pelirrojo acercándosele—. ¿Qué pasa, cariño?

—Ha estado así desde hace unos días —Dégel estaba realmente preocupado—. He intentado hablar con él, pero no me dice nada.

—Bueno, no importa, llegó papá para darles un fuerte abrazo a mis dos bebés —le tomó a ambos muy fuerte para abrazarlos. Zaphiri sonríe de costado.

—Bien, traeré galletitas y algo de tomar ¿quieres algo, Kardia?

—Un té está bien….vamos, vamos, es hora que me cuenten lo que ha pasado en estos años sin mí —se va a sentar en el living, con un hijo en cada brazo.

 

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 Manigoldo estaba entrenando como siempre en el gimnasio donde iba, su hija mayor hacía danza al lado y la más pequeña bailaba con cinta en la parte de atrás, por lo que tenía todo el lugar para él. Las pesas las subían y bajaba mientras Albafica hacia bicicleta, desde donde estaba Manigoldo podía ver los glúteos de la persona que había escogido como “compañero de vida” y sin dudar estaba dispuesto a darle durante varios años más. 
Fue entonces que un hombre apareció, era fortachón y rubio, con bastante anabólicos encima. Se colocó junto a Albafica y se sentó en la máquina de entrenamiento muscular. Colocó un brazo de cada lado y comenzó los movimientos hacia adentro moviendo los brazos y ejercitando la espalda. Albafica se miraba al espejo sin prestar atención al hombre hasta que este le habló.

—¿Vienes seguido aquí? —preguntó, Albafica giró su cabeza y lo miró.

—Sí, todos los días normalmente —comentó, prácticamente sin prestar atención al coqueteo que para Manigoldo era muy obvio.

—Nunca te había visto, soy......me llamo Radamanthys Wyvern —sedujo con la mirada mientras apretaba más fuerte sus puños para dejar ver sus músculos, Alba, que ya estaba acostumbrado al físico de su marido, no le llamó nada la atención.

—Igualmente, Albafica….—sonrió, sin mucho querer, en realidad no quería continuar charlando pero aún le quedaba media hora de bicicleta.

 —Hermoso nombre, Alba…

—Dime Albafica —corrigió, Radamanthys suspiró entonces.

—Lo siento, Albafica, sólo quería ser amigable —el muchacho de hermosas caderas no contestó—. Albafica, ¿no te gustaría beber algo?

—No creo que a mi marido le guste eso….—arqueó una ceja.

—¿Tu marido? —preguntó y miró para un lado y para el otro—. No lo veo aquí, ¿qué dices una aventurita? Tengo el pene largo y ancho para ti….—el joven estaba acostumbrado a los coqueteos de esa índole en ese local, pero ya estaba harto.

—Escucha, no estoy interesado, amo a mi esposo y tengo dos hermosas hijas con él, no me interesas —continuó sus ejercicios mientras miraba al frente, Radamanthys frunció el ceño.

—¿Cómo qué no te intereso? ¿Nunca viste un macho como yo? —dejó de ejercitarse para levantarse.

—Sí, todas las noches cuando me voy a dormir, en mi cama, es mi marido —gruñó, estaba a punto de darle un puñetazo.

—Pues no veo a tu marido protegerte —le tomó del brazo—. Vamos cariño, hazme una mamada, sé que tienes boca de buen mamador.

—¡ALEJATE DE MI! —Albafica tironeó de su brazo para que lo soltase.

—¿No lo oíste, grandulón? Dijo que te vayas —una tercera voz apareció y ambos se dieron la vuelta, Manigoldo comenzó a enfurecerse.

—¿Y quién eres tú?

—Soy su marido, ¿te gusta esa? —el italiano sonrió mientras se acercaba—. Mi esposo sólo necesita de mi fuerza en la cama y no sabes cómo lo hago gozar, un pene como el tuyo jamás lo va a satisfacer.

—Dale duro cariño —sonrió Alba acomodando su cabello, Manigoldo se le acercó y besó la boca para demostrar su hombría sobre él.

—Ahora lárgate, uniceja, no necesitamos de un monstruo aquí, tenemos demasiados —Radamanthys les miró con fastidio y se retiró a otra parte del lugar.

—Te tardaste mucho ¿qué hacías? —cuestionó cruzando los brazos.

—Lo siento, mi amor, pero estas dos quieren atención —flexiona sus brazos para mostrar sus músculos—. ¿Quieres tener sexo en el baño?

—Estoy cansado, no me dan más las piernas, tenemos que ir a buscar a Bianca en media hora y a Giannina en una….

—Tenemos media hora, puedo hacerte uno cortito….—le ayudó a bajar de la bicicleta.

—Te conozco, Mani, casi siempre que tenemos sexo aquí, yo hago todo el trabajo mientras tú te pones con los brazos detrás de la cabeza esperando que cabalgue sobre ti….esta vez no —suspiró exhausto—. Me duelen las piernas.

—De acuerdo, de acuerdo, te lo haré yo esta vez, aún tengo potencia para darte unas tres horas —le dió una nalgada—. Además que otros hombres te miren me excitó.

—¿Cómo puede excitarte eso? —el italiano no dijo nada más y llevó al muchacho griego hacia el servicio, allí donde usualmente se encerraban y comenzaban un acto amatorio que era difícil de terminar.

 

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—¿Estás embarazado, no? —fue la pregunta del menor de los Antares al ver a Camus salir del baño, este suspiró, no podía esconderle nada a su hermano pequeño.

—¿Tan obvio soy?

—No tanto, pero te conozco, desde que llegué hoy al mediodía has vomitado tres veces, te has mareado cuatro, y actuas muy sensible —comenzó cruzando las piernas al estilo indio encima de la cama—. ¿Es de Milo?

—¿De quién más? —bufó molesto tirándose en la cama.

—¿Entonces por qué estas triste? Milo te ama ¿son novios, no?

—Dejamos de serlo el sábado —comentó, Brendan abrió sus ojos sorprendido.

—¿Qué? ¿Pero él sabe sobre….?

—Precisamente, terminamos por él —señaló su vientre y cerró los ojos, estaba cansado.

—¿Qué clase de hombre dejaría a un chico embarazado? —preguntó más para sí que para Camus.

—¡Pues Milo! —Camus se incorporó, sentándose—. Fue mi culpa, él fue muy claro cuando me dijo que no quería tener hijos….

—Pero un accidente le ocurre a cualquiera, digo, no pensaste en quedar ¿o sí? —El silencio dio por sentada la respuesta—. ¿Acaso quisiste embarazarte, Camus?

—¡Tú no entiendes! —se dio la vuelta y se arrojó boca abajo—. No entiendes….

—No entenderé sino me cuentas.

—Milo nunca rompió su compromiso con Ivonne en estos meses que venimos saliendo, nunca se cuestionó eso y hasta su padre sigue haciendo planes para el casamiento ¿cómo crees que me sentía? Pasaría a ser “el amante” en unos meses si las cosas continuaban, así que pensaba en cómo hacer para atarlo a mí…

—Sabes que eso nunca funciona ¿verdad?

—Me lo hubieras dicho antes de seguir los consejos de Afrodita…

—¿Afro? ¿El vecino de junto? —preguntó, Camus asiente—. ¿El chusma?

—Ya, ya, entendí, entendí…..soy un idiota —se dio la vuelta para mirarlo—. Y ahora tengo tres meses de embarazo y no tengo novio —suspiró pesadamente, se cubrió la cara, estaba tan avergonzado—. ¡Soy un idiota!

—No, no eres un idiota…

—¡Mamá va a matarme!

—Bueno, eso es verdad…….—Brendan suspiró, Camus se entristece—. Pero primero matará a Milo.

—Él no tiene la culpa, nos veníamos cuidando dentro de las posibilidades, ya sabes, eyaculaba afuera o usaba preservativo, pero yo le pedí que no lo hiciera más —se tocó el vientre con una mano—. No sé qué hacer ahora, estoy tan confundido.

—Hmmm, díselo a mamá, es lo mejor…

—¡No puedo!

—Sino lo dices, él se terminará dando cuenta, ya sabes cómo es cuando pasa algo en la casa y él no está enterado, será mil veces peor.

—Tienes razón, pero ¿qué le digo? “¿Sabes mamá? Tuve sexo con mi novio y aunque él me cuidara yo le pedí que no lo hiciera para quedar embarazado y casarme con él” claro, es una excelente estrategia —dijo Camus con ironía.

—Bueno, no tienes que ponerte rudo, es sólo una idea —murmuró y comenzó a levantarse para abrir su cama—. No sé tú, pero me voy a dormir.

—Tal vez el sueño me haga mejor, estoy que exploto.

—En unos meses más serás una bola jajajajajaja.

—¡No te rías! Quisiera verte a ti embarazado….—Brendan negó ante esa posibilidad.

—No creo poder estarlo.

—Que te hayan abusado no significa que no puedas quedar.

—Ya lo sé, bobo, a lo que me refiero es que no sé si pueda…..ya sabes, lograr ese tipo de intimidad—se sonrojó y bajó la cabeza.

—Vamos, claro que puedes, es más, hasta hace un tiempo apenas podías mantener contacto mano a mano con un desconocido, pero con Zaphiri lo has logrado, pronto podrás besar y hacerlo con la persona que amas, y créeme, una vez que lo hagas tu vida cambiará al cien por cien….no es necesario que lo hagas ya o te apresures, saltar etapas no es bueno, lo que tienes que hacer es esperar hasta que estés listo.

—Lo haré.

 

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Dégel se había sentado en la cama y observaba atentamente la foto de él con sus hijos cuando Brendan había nacido. No podía evitar sonreír al notar los hermosos ojitos y mejillas regordetas de su bebé recién nacido, pero al mismo tiempo, su brillo se apagó y la remembranza de ese día que dio a luz comenzaba a volver en su mente como una película.

Él había intentado abortar de muchas maneras, tomando líquidos extraños y abortivos que había buscado en internet, incluso se arrojó por las escaleras dos veces para ver si de esa forma perdía el embarazo, pero Brendan parecía aferrado a su cuerpo como un koala.  El tiempo pasaba y durante su embarazo, Dégel puso todas sus energías en su hijo mayor: Camus, quien apenas tenía dos años y empezaba a hablar y caminar. Kardia se encontraba durmiendo con el pequeño encima, eran bastante unidos en esa época y Dégel había estado sufriendo pequeñas contracciones desde la mañana.
Cuando se rompió la fuente, fue cuando llamó a su madre para que lo viniera a buscar. Se llevaron a Camus consigo, porque Kardia estaba demasiado borracho para despertarse o ser consciente que su hijo estaba naciendo. El dolor que padeció Dégel era el infierno, nada que ver con Camus, era como si su pequeño desde el primer momento quisiera arruinarle la vida de cierta forma.
Tuvieron que hacerle una cesaría y pasado el tiempo fue llevado a una habitación normal.

—Es raro —dijo la madre de Dégel mientras este leía una revista—. No han traído al bebé en más de una hora, ¿estará bien?

—No lo sé, no me dejaron verlo —indicó Dégel, pero continuaba con su mirada clavada en el suplemento deportivo.

—Debería estar aquí —comentó al padre sosteniendo a un Camus completamente dormido.

No dijeron nada más hasta tres horas más tarde cuando al fin trajeron al pequeño. La mujer se enterneció completamente al ver a su nieto, incluso Camus despertó solamente para ver aquella bolita blanca con su ropita celeste y sus ojitos cerrados, tenía una pelusita roja en la cabeza que daba por sentado que sería igual que su madre  y sus manitos eran tan pequeñas que apenas podían rodear un dedo.
El abuelo y la abuela estaban babosos con su nieto, incluso Camus quería alzar y abrazar a su hermanito nuevo, pero Dégel jamás manifestó ganas de verlo, cargarlo o alimentarlo, todo lo tuvieron que hacer sus padres o hermanos cuando vinieron a visitarlo.

—Hijo —comentó la señora—. ¿No quieres cargarlo?

—Sí, además tienes que pensar en un nombre, ya ha venido tres veces la enfermera a preguntarte, es muy triste que solamente haya un cartel que diga "Soy varón y me llamo" en la puerta.

—No tengo ganas de cargarlo y pónganle cualquier nombre —susurró, arropándose.  Tanto la madre como el padre se miraron mutuamente, pensaron que tal vez era una crisis post parto, aunque con Camus no había pasado.

—Tal vez deberíamos buscar un nombre. Camus, ¿cómo deseas llamar a tu hermano? —preguntó la señora al pequeño pelirrojo.

—¡Patito!

—Patito no es un nombre —comentó el  viejo.

—¡Osito! —exclamó.

—Son animales, debes ponerle un nombre, como el tío Unity se llama Unity, la tía Seraphina se llama Seraphina.... —indicó la mujer, tratando de dar ejemplos.

—Brendan —exclamó el pequeño pelirrojo, a ambos les gustó el nombre.

—¿Te gusta, Dégel? —preguntó, pero el chico se había quedado dormido.

 

Dégel suspiró, dejo la foto a un lado. Tal vez este sería un nuevo comienzo con su hijo, uno más amoroso, más fraternal, uno más familiar. Esperaba no tener nuevamente contratiempos con Brendan, pues dentro de su corazón endurecido, él amaba a su hijo menor con locura.

 

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—Creo que es el momento para….tú sabes —habló Zaphiri mientras caminaba, mirando el piso mientras fumaba. Brendan giró la cabeza, desconcertado.

—¿Tú sabes? —preguntó sin comprender.

—Sí, pasar…..al siguiente nivel…ya sabes….—tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó, para luego reclinarse en la pared—. No te estoy presionando, es sólo que me gustaría poder tener un poco de contacto contigo.

—Zaph….

—Lo sé….soy un imbécil, verdad…

—No dije eso.

—Lo pensaste.

—No lo pensé, ni siquiera sabes lo que estoy pensando —le miró, el sol estaba fuerte a pesar de ser otoño, Zaphiri le miraba con una sonrisa.

—¡Claro que lo sé!

—¿Qué estoy pensando?

—Que tienes hambre y quieres un refresco con un gran pastel de chocolate —comentó, Brendan abrió los ojos sorprendido.

—Wooo, ¿sabes eso con sólo mirarme? —preguntó sorprendido el más chico.

—Sé esto porque te conozco…. ¿entiendes? ¿Nos tomamos las manos?

—¿Eh? ¿Querías sólo tomarme la mano? —nuevamente se notó extrañado por la conducta del mayor, sobre todo teniendo veintiún años, pensaba que querría un beso.

—Bueno, si tú quieres ir más aprisa, por mí no hay problema —le extendió sus manos para atraparlo en brazos y acercarlo a él—. Te amo….

—Yo también te amo, Zaphiri, gracias por aguantarme todo este tiempo en el psiquiátrico —susurró cerrando los ojos—. Quiero recompensarte….

—¿Cómo lo harás? —preguntó separándolo lentamente.

—Así —murmuró tomándolo del rostro y muy lentamente le da un suave y casto beso en los labios. Zaphiri queda completamente embobado ante ese gesto, sobre todo porque el chico tenía los labios más dulces que pudieran existir.

—Aaaah, dios….—murmuró lamiéndose la boca—. Delicioso….. ¿Cómo no besaste a nadie todo este tiempo?

—Eso es lo que tú crees —la mirada juguetona del pelinegro cambio—. Besé a mi brazo para practicar.

—Ay Brendan, casi me infarto…..—ambos comenzaron a reír tras esto—. ¿Vamos a casa?

—En realidad, me gustaría ir a comer algo ¿no te molesta?

—Claro que no, lo que quiera mi príncipe —le aferra contra él, haciendo una analogía con el nombre Brendan, que significaba 'principe'.

 

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Dégel había aceptado tener una relación con Kardia nuevamente, como novios, luego del desenfreno sexual que habían tenido post-cita fallida. El peliverde estaba dispuesto a darle una nueva oportunidad luego de recordar lo bien que se le daba el sexo a su ex marido, pero no sólo por eso, también estaba la alegría de sus hijos por poder estar con su padre, cosa que por miedo o por el simple egoísmo, no había aceptado cuando los pequeños eran unos niños. Ahora, con Dégel sentado en el sillón, comiendo unas palomitas mientras esperaba que Kardia sacara el queso cheddar del microondas, esperaban el inicio de la película que verían en comodidad de su casa. A decir verdad no había cambiado mucho las cosas entre ellos, principalmente porque Dégel tenía miedo a volver a confiar, pero le había dado una pequeña oportunidad a su ex para que logre conquistarlo y lo estaba logrando.

—Ah, es la primera vez en mucho que tenemos tiempo para nosotros —habló Kardia sentándose con la bandeja de nachos con cheddar.

—Es verdad, primero nació Camus, luego Brendan y ahí nos separamos —suspiró el peliverde, Kardia le pasó una mano por los hombros para acercarlo a él.

—¿Aun estas resentido conmigo por arruinar tu cita?

—Hmmm….no….—suspiró—. En definitiva sabía que no pasaría nada.

—¿Por qué aún me amas?

—No, sino porque no era mi tipo, es algo aburrido —cruzó los brazos y se acercó más a Kardia.

—¿Yo soy más divertido?

—Algo así —suspiró—. Sabes que aún no puedo perdonarte del todo, pero te dije que abriría las puertas de mi casa para que puedas ver a nuestros hijos.

—Lo sé, lo sé y te agradezco.

—No la jodas.

—Sí amor, sí….—suspiró y le arrebató un beso.

—¡Kardia! —Se quejó, pero no muy enserio mientras se abrazaba más al cuerpo de su ex esposo—. Eres un idiota.

—Un idiota que te ama.

—Buen día —una tercera voz se hizo presente y miraron por encima del sillón, era Camus, quien arrastraba una bolsa en sus manos—. Sigan con lo suyo, no miraré.

—Camus, ven aquí —Dégel parecía algo enojado, pero no lo estaba, el pelirrojo se acercó hacia ellos y se sentó en el sillón en medio de ambos—. ¿Qué sucede?

—¿Sobre qué?

—No somos tontos, Camus, te hemos visto algo extraño en estos días —comentó Kardia.

—Hijo, sabes que no importa lo que ocurra, siempre estaremos a tu lado….pero debes decirnos que te ocurre.

La mirada tanto de Dégel como de Kardia le lastimaban, eran sus padres y estaba mintiendo todo el tiempo. Se toma la cara aguardando lo peor si es que decía lo que de verdad había pasado, pero ¿cómo contárselo a tus padres? ¿Qué debía aclarar primero? ¿Tendría que decir que él buscó dicha criatura? Estaba demasiado nervioso y jugaba con sus dedos, sin duda era algo difícil de digerir.

—Tengo miedo que se enojen.

—No nos enojaremos —Dégel le acarició el cabello para darle ánimos y Kardia le tomó la mano.

—De acuerdo —suspiró y bajó la mirada—. Estoy esperando un bebé de Milo.

Tal vez esperaba un grito de alguien, pero este nunca llegó, solo un silencio monótono. Kardia se sorprendió al ver la templanza en la mirada amatista de Dégel, por mientras, el propio Dégel estaba asombrado de su reacción y de la de su ex esposo, sin lugar a dudas algo había cambiado en la relación.

—No te preocupes, cariño —murmuró el peliverde y tomó la mano del más joven.

—¿Hm? ¿Qué dices?

—Que todo estará bien…..

—¿De verdad? —preguntó, aun conmocionado—. Yo no sé si pueda hacer esto....yo.....no quiero a este bebé.....no ahora....me siento tan desdichado.....no entiendo lo que me ocurre.

—No hay problema hijo, podremos superarlo......

—¿Juntos? —preguntó el pelirrojo.

—Como una familia —indicó Dégel.

 

Continuará.

 


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