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Quebrados por Jesica Black

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Capitulo 7
Conociéndote.

 

 El cumpleaños de Brendan pasó sin pena ni gloria, volvían a lo de siempre, su padre desaparecido, su madre histérico, Camus sin poder mantener una conversación de más de media hora con Milo. La única novedad era la relación nueva y extraña entre Zaphiri y el más joven de la familia de pelirrojos, la cual había surgido por mera casualidad. 
Era domingo, Dégel y Camus se despertaron muy temprano para limpiar los restos que habían quedado de la fiesta, la noche anterior habían caído exhaustos en la cama y les fue imposibles levantarse temprano el domingo. Arrastró sus pies y comenzó a levantar todos los papeles que habían quedado, a pesar de todo, Brendan se había ido contento a dormir, lo que hizo que la la fiesta fuera todo un éxito, aunque tuvo que llevar arrastrando a Zaphiri hasta un taxi para que pueda volver luego de todo lo que bebió, por un instante cuando Dégel vio a Brendan y el ebrio joven acompañándolo, tuvo un deja vu de su misma situación, pero luego volvió a la realidad: Zaphiri no era Kardia.

—Estuvo muy buena la fiesta ¿verdad? —preguntó Dégel a Camus, quien se estiró con los brazos arriba.

—Sí, fue divertida, tuviste mucho valor por invitar a papá, que pena que no haya venido, ¿crees que deberíamos preguntar donde estuvo internado para llevarle algo? —preguntó, pero Dégel negó.

—Ya me encargué de averiguar eso, pero me dijo que estaba de regreso a casa, hoy a la mañana le dieron el alta —suspiró—. Tu padre es un genio en meter la pata.

—Al menos Brendan tuvo un lindo cumpleaños….—Camus aun estaba en pijama, descalzo, con short y playera de tela fina, el cabello algo alborotado por dormir, pero que le caían elegantemente encima de sus caderas.

—Bien, iré a buscar la aspiradora arriba —murmuró el peliverde.

 

Camus continuó entonces limpiando lo que podía, cargó algunos vasos apilados y unos platos de plástico a la cocina, estaba haciendo malabarismo cuando escuchó el timbre sonar y casi tira todo al piso, pero logra dejarlo en la mesada y limpiarse las manos con una servilleta. Caminó tranquilamente y al ver por la mirilla se da cuenta que del otro lado estaba Milo. Se acomodó el cabello, también su ropa algo desordenada y abrió la puerta.

—¡Milo! ¿Qué haces aquí? —preguntó, obviamente el paneo que hizo Milo sobre el cuerpo de Camus fue más que un escáner, estaba tratando de imaginarlo sin ropa—. ¿Milo?

—Oh, lo siento…. —le extiende una cajita de terciopelo y un ramo de flores—. La caja es para Brendan, las flores son para ti, es una forma de pedir disculpas por no llegar a tiempo al cumpleaños de tu hermano.

—Tonto, no tenías que hacer eso —inmediatamente tomó las flores y las olió, eran realmente hermosas y tenían un dulce aroma—. Pasa, está algo desordenado pero no quiero que estés parado allá afuera…. —cerró la puerta tras de Milo y lo hace pasar al living.

—Tu casa es muy linda —se quita el camperón, se estaba asando allí dentro, ahora comprendía porque Camus estaba tan ligero de ropa.

—Gracias, es la casa que compraron mis abuelos para mamá, dame tu campera, la colgaré…—Milo la extendió y Camus la tomó para retirarse—. ¿Quieres algo de tomar? Tengo café, té, agua….jugo.

—Un té estará bien —murmuró y observó la casa de punta a punta, había varios dibujos y fotos de los pelirrojos, también se podía ver una de un muchacho muy joven con dos bebés, supuso Milo era la “mamá” de ambos chicos.

—¡Camus! ¿Cómo se prende esto? —Murmuró Dégel arrastrando la aspiradora al living, Milo como resorte se levantó y giró para ver al muchacho—¿Qui-quien eres tú? —preguntó aterrado.

 

Milo abrió los ojos y la boca al mismo tiempo, ese hombre era por demás muy atractivo, de cabello verdoso hasta las caderas como buen Verseau, ojos amatista como Camus, contorneadas caderas, un mini short que dejaba ver sus piernas desnudas, y una camiseta que cubría la mitad de su shorts. Al ver al rubio se ruborizó, ¡estaba con unas fachas terribles y tenía visitas!

—Wooo… ¿usted es la mamá de Camus? Ahora veo de donde heredan el atractivo —dijo sin pensar, Dégel se sonrojó aun más y apretó el tubo de la aspiradora.

—¿Mamá, me preguntaste algo? —Cuestionó volviendo a su lugar el pelirrojo, Dégel miró a su hijo comunicándose con la mirada—. Ah, lo siento, lo dejé pasar, es Milo Gemini ¿te acuerdas? El hijo de Deuteros.

—Oh….oh…..Milo….—sonrió de costado y se acercó—. Lamento que tuviéramos que volver a encontrarnos así, en esta situación…. —aún se sentía algo intimidado pues Milo lo seguía mirando—. Bueno, me voy a limpiar…..ehm….sírvele algo a tu amigo.

—Sí mamá…. —en ese momento la mirada del rubio volvió a Camus y la sonrisa que traía en la cara se hizo más estúpida—. ¿Estás bien?

—Sí, lo siento, es que no pensé que tu mamá se vería tan joven, mi papá ya debe tener quichicientos años y es todo un viejo —se volvió a sentar, Camus le imitó—. Y ¿cómo estuvo la fiesta? ¿Vino Zaphiri?

—Sí —dijo Camus y la mirada de Milo cambió—. Pero se la pasó con Brendan, dado que lastimó sus sentimientos y quiso remediarlo, así que no pudimos despegarlos.

—Ah, el pequeño Brendan y ¿dónde está ahora? —miró para todos lados.

—Debe estar arriba, pero si quieres le digo que baje…

—Dale, así le doy su regalo —Camus se levantó como resorte para ir tras su hermano, Milo entonces se acomodó mejor la ropa mientras se levantaba.

 

Recordaba al menor con dulzura, aun cuando lo vio en la joyería se notaba muy tímido, sin querer ser tocado y bastante inocente. Sonrió, su cara era una obra de arte al igual que todos los miembros de esa familia y seguramente los hijos de ambos pelirrojos serían tan hermosos como ellos. Escuchó el ruido de pisadas y giró para nuevamente quedarse boquiabierto, esa familia lo iba a matar. Al igual que su hermano y madre, Brendan vestía exactamente igual, un pijama que constaba con dos piezas, un short corto y una camisa, mostraba sus delgadas piernas y brazos, además de esa curvatura donde su cintura se metía hacia adentro y dejaba ver un fuerte trasero digno de ese hogar, ¿cómo podían tres hombres tener un cuerpo así? No era netamente femenino pero se asemejaba bastante a la figura de una bella modelo.

—¡Milo! Viniste —comentó el muchacho, pero sin acercársele mucho.

—Brendan, wo….—se quedó sin aire, el chico se sorprendió al verlo tan rojo—. Te vez bien.

—Sólo es un pijama —susurró—. Te pusiste igual a Zaphiri cuando le dije que me iría a dormir y me lo puse, es como si nunca hubieran visto un pijama azul.

—No es lo azul del pijama lo que te deja sin aliento —Camus cruzó los brazos y le miró—. ¡Oh, cierto, feliz cumpleaños! —Le extendió una cajita—. No es la gran cosa, pero espero que te guste.

—Wooo, un broche, ¡gracias Milo! —Sonrió muy contento, el rubio también le devolvió la sonrisa—. Iré a ponérmelo.

—De acuerdo —responde y lo ve marcharse, inmediatamente sus ojos se posan al mayor de los hermanos—. Dime ¿tienes algo que hacer? Me gustaría que fuéramos al cine o….no sé, pasear.

—Me encantaría, pero debo pedirle permiso a mamá.

—Bien, te espero.

 

Camus fue directo a Dégel y prácticamente le rogó para poder salir, dado que éste quería unos minutos de paz en su casa aceptó que Camus saliera, además al ser hijo de Deuteros no creyó que fuera una mala persona. Camus se cambió de inmediato y partió con Milo, que hubiera preferido tal vez que el pelirrojo se quedara con el pijama, pero dado que se cambió no le quedó otra que imaginar el resto del día al muchacho desnudo.

 

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Decidió que lo mejor era ser un buen samaritano e ir a la casa de Kardia a dejarle algún presente, no por nada el hombre se había roto una pierna y no era que había faltado a la promesa ¿o sí? Eso no significaba que quisiera volver con él ¡Claro que no! Era solamente ser buena persona con el padre de sus hijos y de algún modo también corroborar si había cambiado de vida.
Había comprado unos pastelitos con nueces y chocolate, otros tenían manzana y eran los favoritos del peliazul, mordió su labio y subió por el ascensor hasta el departamento siete, fue Manigoldo —el amigo de bebidas de Kardia—, quien le dio la dirección exacta, y sin lugar a dudas comenzó a golpear. 
Sorpresa se llevó cuando le abrió la puerta el mismo Kardia, con dos muletas, una de cada lado, y el pie enyesado. Durante toda la caminata e ida hacia allí, creyó que todo era una farsa, pero ahora lo podía ver por sí mismo.

—¡Dégel! —Exclamó con sorpresa—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a….a verte y…y….traerte algo…. —mostró la caja de pastelillos, Kardia se hizo a un lado.

—Pasa, pasa…lamento el desorden —con una muleta cerró la puerta y fue directamente al sillón donde estaba viendo un programa, Dégel vio una botella en la mesa y frunció el ceño, la tomó y al olerla no sintió nada, leyó la etiqueta y decía “agua de manantial” —. Es agua.

—Sí, ya lo veo —susurró bastante sorprendido y dejó los pasteles en la mesa ratona, luego pudo notar un cachorrito juguetón rodeándole y se agachó—. No sabía que tenías un perrito.

—Recuerdo que Brendan siempre me pedía uno —sonrió de costado—. Lástima que lo adopté cuando mis hijos no están conmigo.

—Bueno, sobre eso quería hablarte —se sentó en un sillón y Kardia en el otro—. Quise venir para, en primera, poder ver como es tu estilo de vida….y en segunda, saber si estabas bien.

—Bueno, creo que no me pondrán una pata de palo —comenzó a reír, Dégel sonrió después de mucho tiempo sin hacerlo—. Siempre amé tu sonrisa.

—Kardia…. —susurró algo ruborizado.

—No, de verdad, tienes la sonrisa más bella que he conocido…. —comentó y prosiguió—. Para mantener un animalito, se necesita mucha responsabilidad, por eso lo adopté, para que también veas que puedo hacerme cargo.

—Ahora no estoy seguro de eso —miró la pierna enyesada.

—Bueno, pero no tendré esto por mucho tiempo —suspiró y observó al peliverde—. ¿Cómo está Brendan?

—Bien….dentro de todo.

—Espero no haber lastimado sus sentimientos —bufó Kardia, estaba molesto consigo mismo.

—No te preocupes…..Brendan es un chico muy fuerte…. —abrió entonces la caja y tomó un pastelito, Kardia se estiró y tomó uno de manzana.

—Hmmm, delicioso…..realmente delicioso, sabes mis gustos —comentó contento, Dégel sonrió.

—Es imposible no saberlos cuando era lo único que comías —rió bajito, ambos se la pasaban bien juntos o al menos eso creyó el menor.

 

Por un instante, Dégel nuevamente pensó en esos momentos felices y por qué las cosa no habían funcionado, por qué el amor no pudo hacer que deje la bebida, aunque más le sorprendía saber el como Kardia lo había logrado solo y sin su ayuda o contención de sus hijos, pero eso, sería algo que le preguntaría más adelante, mientras tanto, disfrutaban de su mutua compañía.

 

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Bajo la lluvia se sentía relajado, como el agua le caía por sobre la cabeza, recorría su piel y terminaba en sus piernas. Su rostro limpio, sin imperfecciones y bello, era empapado por las miles de gotas que caían. Pasó una mano por sus hombros y luego escurrió el shampu de su cabello, masajeó un poco más su cuerpo y apagó la regadera. Sintió entonces el timbre sonar y tomó una toalla blanca para cubrir su cuerpo, con otra limpiaba sus pies mientras el insistente ruido no paraba. Su madre había salido y Camus no regresaba de su cita, por lo que se encontraba solo.
Sin pensarlo, salió hacia la puerta, recorrió el pasillo y bajó las escaleras, llevándose por delante todo. 
Del otro lado un muchacho miraba el reloj y fumaba su cigarro esperando, luego volvió a tocar hasta escuchar un fuerte golpe, pensó que alguien se había caído en la maratónica carrera a la puerta e inmediatamente tiró el cigarro para apagarlo.
La puerta se abrió dejando ver a Brendan, completamente desnudo y sólo con una toalla, los cabellos en su rostro, pegados y la toalla delineando la curvatura de su cuerpo en perfecta armonía.

—¡ZAPHIRI! —Gritó  al verlo, sin reparar en cómo estaba vestido el mismo, continuó su discurso—. ¿Qué haces aquí?

El pelinegro continuaba mirándolo, con los ojos y boca abierto, solamente se escuchaba un pequeño ruido producido por la sorpresa, pero por más que Brendan intentaba hacer que reaccione, chasqueando los dedos delante de él o pasándole la mano por encima de la vista, Zaphiri no reaccionaba, casi estaba babeando en ese instante imaginándose doscientas posiciones sexuales diferentes, algunas, muy creativas, tanto para el kama Sutra.

—¿Zaphiri? Me estas preocupando —murmuró y le tocó el hombro, en ese instante reaccionó.

—Ah….aaaaa….Brendan… ¿me prestas el baño?

—¿El baño? Estoy ahora mismo ahí, bueno, estaba, tengo que cambiarme….—murmuró, pálido como un fantasma.

—Bu-bueno, está bien…..ve a cambiarte….—habló tragándose su propia saliva, Brendan afirmó y le dejó pasar para luego ir corriendo al baño, Zaphiri le mira irse intentando escanear su cuerpo.

—¡Mierda! No sé quien me gusta más, si Camus o Brendan —se puso una mano en la frente—. Tengo que bajarme la calentura, pero ¿cómo? —mira la cocina y va directamente a ella.

Ve un bebedero con agua caliente o fría, toma un vaso y lo llena de agua fría, al principio la bebe pero luego se la arroja en la cara casi al tiempo suficiente que Brendan ya estaba cambiado, aun tenía el cabello mojado pegado al cuerpo pero al menos vestía con algo de ropa, traía un pullover a pesar del calor dentro de la casa y unos pantalones, se sintió algo intimidado por la mirada del otro y cuando lo vio todo mojado, se sorprendió.

—Zaphiri ¿te mojaste? —preguntó señalándole el rostro.

—Sí….tenía calor…—susurró y se limpió con su ropa—. Dime ¿está Camus?

—No, se fue en una cita con Milo —comentó, a sabienda que a Zaphiri le gustaba Camus, no por nada podía leerse perfectamente las intenciones del moreno—. ¿Decepcionado?

—¿Hm? ¿Qué? ¿Por qué?

—Bueno, porque Camus eligió salir con otro chico —cruzó los brazos, Zaphiri vio en él la mirada dominante, así que le siguió el juego.

—No tanto como crees, zanahoria…. Estoy con alguien mejor —sonrió socarronamente, Brendan entendía, ¿acaso le estaba coqueteando?

—¿Ah sí? Entonces ¿por qué vienes un domingo a las tres de la tarde a ver a Camus? —preguntó, le estaba a punto de hacer jaque mate.

—Bueno, quería saber si había alguien en casa para tocarte un poco más —definitivamente le estaba coqueteando, se sentía algo incomodo pero no le disgustaba.

—Necesitas algo más que eso para estar conmigo, cariño —era la primera vez que le salía tan espontaneo el coqueteo, y Zaphiri se le acercaba, cosa que comenzaba a ponerlo nervioso.

—¿En serio? ¿Cómo qué necesito para estar contigo? —murmuró, casi arrinconándolo, Brendan bajó la mirada y cerró sus ojos fuertemente, ese momento fue clave para que Zaphiri se diera cuenta que hasta allí llegaba sus intenciones—. Bueno, tranquilo…..

—Hmm…. —observó hacia otro lado, avergonzado de no poder seguir con el juego.

—Tranquilo, no llores Brendan —masculló, pero también temía acercársele demasiado.

—Olvídalo…. —se retiró completamente de frente a él y caminó hacia el living—. Camus no está, no sé cuando regrese.

—Oye, Brendan, ¿estás bien? Si te molestó lo de recién, no lo volveré a hacer, era solo un juego nada más —probablemente esas palabras lastimaron más al joven, quien agachó la cabeza y no dijo más—. Brendan….

—Vete…. —susurró, Zaphiri supo que la cagó.

—Brendan, escucha…

—Dije que te vayas —bufó señalando la puerta, el pelinegro afirmó y caminó hacia ella, checó nuevamente al muchacho y se retiró.

 

Brendan caminó hacia arriba, más precisamente su cuarto, y se paró frente al espejo observando su rostro y físico. Era verdad, no podía compararse jamás con su hermano, Camus era hermoso, alegre y hasta más sociable que él, al menos se dejaba tocar o besar, mientras que él, al más ligero acercamiento, rechazaba constantemente a las personas. Pensó que era mejor que Zaphiri estuviera enamorado de Camus antes que de él, dado que al lado suyo solamente le depararía el celibato.

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 Camus y Milo disfrutaron de un buen film, hubiera estado mejor probablemente si el viejo que se sentó frente a ellos no se hubiera quedado dormido y arruinaba con sus ronquidos la película, pero para ser honestos, ninguno de los dos prestó mucha atención. En la oscuridad del cine, Milo tocó su mano lentamente, haciéndole sonrojar, pero también ese negruzco lugar hacía que Camus pudiera sentirse un poco más libre de lo normal, y aceptar las caricias. 
Poco a poco, el ronquido pasó a ser el menor de los males y lentamente el rubio pasó su mano por la mejilla para girar su rostro y clavar sus ojos en él. Relamió sus labios y se acercó muy suave para no asustarlo, tan suave que tuvo que ser Camus quien rompiera la distancia para terminar en un casto beso. Se separó, y  sonrieron al mismo tiempo.

—¿Estará bien si te doy un beso? —preguntó para tener su permiso, Camus rio bajito.

—Ya me diste uno ¿o no?

—Sí, pero quiero otro…. —comentó nuevamente el heleno, Camus sólo asintió y se acercó lo suficiente para volver a lo mismo, pero Milo fue rápido esta vez, lo tomó del cuerpo y abriendo su boca le besó.

Un beso más acalorado, apasionado, donde las lenguas comenzaron a ingresar por la boca del otro danzando entre ellas. Las manos se perdían entre las ropas y agradecieron ser pocos en el cine para no obtener las miradas de todo el mundo.
Cerraron sus ojos y de fondo, sólo la música del film se escuchaba, no los gemidos suaves que pronunciaba Camus, o las manos deslizándose por debajo de la ropa del pelirrojo, tampoco se escuchaban los suspiros, las miradas, los besos húmedos. La lengua del rubio ingresó por quinta vez dentro de la cavidad, buscando algo más profundo, y no aguardó el gemido en aparecer mientras era tocado de esa manera, se sintió acalorado, muy acalorado, pero lentamente la canción del ending con los créditos finales apareció para encender las luces y hacerlos separarse.
¿Cuánto tiempo llevaban así? Tenían poco aire en los pulmones y las mejillas rojas. Camus jamás creyó que daría un beso de su tierra, uno francés. Mientras que Milo, no podía creer como alguien tan hermoso no tenía un novio o un prometido.

Tenía suerte de haberlo encontrado a tiempo, pero sin lugar a dudas, se quedaría con ese hermoso francés para sí, así deba romper el corazón de toda su familia por él.

 

Continuará.

 


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