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Quebrados por Jesica Black

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Capitulo 8
Algunas cosas son eternas

 

 

ATENCIÓN: Este capítulo contiene lemon, escenas violentas y de suicidio. Si no quieres leer alguna de esas partes te recomiendo que las saltees.

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Dégel aún continuaba hablando con Kardia en casa de éste, había pasado toda la tarde allí, comiendo pastelitos y charlando de la vida, pero por sobre todas las cosas, Kardia preguntó todo el tiempo por sus hijos. ¿Cómo había sido el primer día de colegio de Camus? ¿Qué pasó cuando a Brendan se le cayó su primer diente? ¿Habían tenido novios o novias? Las respuestas a todo eso fueron contestadas con una sonrisa, pues Dégel recordaba todos esos momentos felices que había pasado en compañía de sus hijos. También se tocó el tema de la violencia en el último año de relación y que era lo que conllevó a Kardia a tomar.
No era difícil pensar que la miserable vida del muchacho fue un propulsor, pues cada vez que algo pasaba, sea una pequeña discusión con Dégel, un despido, un problema con el auto, Kardia resolvía bebiendo. No sólo eso, Kardia se negaba a ir a alcohólicos anónimos, cosa que terminó de quebrar la relación entre ambos.

—Sabes, por un lado me alegra que mis bebés hayan crecido bien sin su padre —murmuró observando el sillón para no ver la expresión de Dégel—. Creo que no fui una buena persona y merezco eso.

—Hmmm….—el peliverde no quiso responder, no quería mentir, simplemente se negó a responder, pero el silencio entre los dos hizo más audible un trueno que se sintió muy cerca.

 

Casi como si tuviera un resorte en las caderas, Dégel se levantó del sillón y fue directamente a la ventana más cercana. No, no estaba lloviendo, estaba diluviando. De este modo y a estas horas le sería imposible llegar a su casa, y sobre todo ahora que Kardia no podía conducir su automóvil por su pie y tampoco no podría pedir un taxi pues todos estaban refugiándose por miedo al granizo.

—No te preocupes, puedes quedarte aquí —comenzó Kardia y se levantó del sillón para caminar a la ventana—. Hay cobijas extra, puedes usar la cama y yo el sofá.

—No podría pedirte eso, ¡es tu casa! Y más encima estas herido. Yo usaré el sofá.

—Ni hablar, no dejaré que la “madre” de mis hijos duerma en un incómodo sillón, ven, te muestro la habitación —y con las muletas, Kardia guía a Dégel por el pasillo, el perrito hacía horas estaba dormido en su cunita y no molestaba, por lo cual a Kardia le era fácil desplazarse.

 

Dégel le ayudó a abrir la puerta de la habitación y de ese modo Kardia pudo entrar, lo que vio realmente asombró al peliverde. Su ex había cambiado radicalmente desde que se separaron, la cama estaba armada, el piso limpio y la ropa en su lugar, se podía ver algunas cuantas revistas acumuladas a un lado, pero nada diferente a lo que sería un cuarto común y corriente.

—Bueno, esta es la cama, puedes acomodarte como quieras….. ¿Derecha o izquierda?

—¿Eh? —Dégel le mira sorprendido.

—¿Que si quieres dormir de la derecha o la izquierda….? —nuevamente cuestionó, Dégel observó la cama, como de ambos lados estaba limpio no sabía cuál elegir.

—¿Cuál tomas tú?

—Normalmente duermo en la derecha, pero si tú la quieres…

—Izquierda estará bien —respondió el peliverde, Kardia sonrió.

—Entonces izquierda será…. —se sienta de su lado de la cama y puede ver a Dégel a un parado allí en la entrada—. ¿Sucede algo?

—Bueno, no suelo dormir con ropa de calle y…..—se mira a sí mismo—. Tampoco traje una muda de ropa.

—¡Ah, no hay problema por eso! —nuevamente se levantó y caminó hasta el armario, abriéndolo—. Yo tengo una muda de pijama tuyo justo aquí.

—¿Qué haces con un pijama mío aquí? —Preguntó Dégel.

El cerebro de Kardia reaccionó y comenzó a formular una mentira creíble. ¿Qué podía decirle a Dégel? No, no le diría bajo ningún punto de vista la verdad, que se masturbaba oliéndole la ropa durante los primeros dos años de sequía; pero no le llegaba ninguna idea a la cabeza, ¿qué debía decir?

—Sin querer la tomé mientras agarraba mi ropa y….bueno, no tuve el valor de devolvértela —comunicó, observó las facciones de su ex pareja y al notar que se lo había creído pudo suspirar. Tomó una musculosa liviana y unos shorts, pasándoselos.

—Gracias, iré a cambiarme al baño…. —comentó para desaparecer.

 Kardia aprovechó ese momento para sentarse y caer en cuenta que dormiría nuevamente con su ex después de mucho tiempo. Tendría que mantener un autocontrol para no desviarse y comenzar a besarlo o tocarlo, pero la necesidad de sexo le impedía pensar lógicamente y sobre todo, tener a Dégel tan a su merced. No pasó mucho tiempo que el muchacho volvió, esta vez con el pijama puesto, aún continuaba conservando esa figura a pesar de los años.

—¿Tú dormirás así? —preguntó el peliverde, Kardia se miró la ropa.

—No, también tengo pijama, me lo pondré —se levantó con las muletas una tercera vez.

—¿Necesitas ayuda? —palabras claves, el cerebro de Kardia tardó en racionar:

—En realidad n-…..—pero antes de terminar la oración, simplemente sonrió—. Sí…..sí necesito ayuda.

 

 Se arrojó a la cama y puso sus muletas a un costado para levantar ambas piernas. Dégel se acercó y pidió que se desabrochara el cinturón, de esa forma pudo desprender los jeans ajustados que usaba su ex marido. En ese instante, Dégel se sonrojó al ver la virilidad durmiente de su ex, mordiéndose el labio para no pensar cosas que podrían jugarle en contra. Dobló los pantalones manteniéndose a una distancia prudencial, y los colocó encima de una silla al costado del cuarto. Luego volvió a girar y desprendió los botones de la camisa mientras Kardia lo miraba con cierta lascivia. Debía admitirlo, ese hombre aun lo seducía y estaba más que enamorado de él, pero no podía dejarse engañar una vez más. 
Le quitó la camisa, pudo entonces notar por primera vez los nombres de Dégel, Camus y Brendan tatuados en la espalda del muchacho y solo pudo suspirar antes de seguir. Kardia quedó solamente en bóxer, buscó en las cajoneras el pijama, detectándolo, era solamente la parte de abajo, por lo que le pidió que estirara nuevamente las piernas.

—No, déjame así, tengo calor….—comentó, haciendo sonrojar más a Dégel—. Dormiré en bóxer.

Se alistaron mejor, Dégel fue en busca de agua para que Kardia no tuviera que levantarse en la noche y una vez apagadas las luces los dos se metieron dentro. Dégel dormía de costado, mientras que Kardia lo hacía boca arriba. Había pasado sólo unos minutos en silencio, solamente se escuchaban sus respiraciones.

—¿Dégel?

—¿Hm?....

—Hace mucho que no dormíamos juntos —susurró bajito, con una sonrisa, el peliverde también sonrió.

—Es verdad….

—¿Dégel?

—¿Si, Kardia?

—¿Nunca podrás perdonarme? —El silencio se hizo su amigo, el muchacho no respondió a esa pregunta—. ¿Dégel?

—Tal vez, algún día…..

—Dégel, ¿qué puedo hacer para que me perdones? —se giró levemente y comenzó con suavidad a acariciarle el brazo desnudo.

—Por ahora, dejarme dormir….—susurró con una sonrisa más amplia, Kardia también lo hizo y le besó el hombro—. Kardia…

—No pude olvidarte nunca, créeme, jamás me acosté con nadie que no seas tú, jamás te engañaría, eres la persona a la que más amo….—el mencionado se gira para ver como Kardia lo miraba.

—Tú también eres la persona a la que más amo, Kardia.

—Déjame mostrarte que no soy el animal que abusó de ti, Dégel….déjame mostrarte que he cambiado…. —los ojos celestes del hombre le miraban dulcemente y una humedad comenzó a invadirlos. El menor, estiró su brazo para tocar con su mano el rostro y limpiar con el dedo las lágrimas intrusas.

—Te dejaré mil veces que me demuestres como me amas…..pero apenas y me lastimes un poco, no podré darte más oportunidades…. —susurró.

 No pudo seguir hablando si hubiera querido, los labios de Kardia, carnosos y brillantes, se apoderaron de los suyos, dándole un sensual beso apasionado, llegando a los rincones más profundos de su ser. Lentamente una de las manos se apoderó de la cintura y fue levantando la camiseta, tocando la piel, mientras las níveas manos de Dégel se apoderaban del cabello ligeramente ondulado en las puntas, del mayor.
Prácticamente Kardia no había reparado en su pierna rota hasta que un alarido los descolocó y Dégel al fin pudo reaccionar para empujarlo de regreso a la cama.

—Tonto, aun estás  herido —murmuró Dégel señalando el pie del muchacho.

—Pero…..agh, estoy duro….—bramó y alejó las mantas de sus caderas para hacer notar a su compañero que lo que decía era lo que pasaba, allí, erguido y altivo como siempre, se encontraba el viril miembro del hombre.

—¡Kardia! No puede ser que sólo unos besos te pongan así —comentó aún más sonrojado, el muchacho mayor sonrió y desvió su mano hacia la entrepierna de su amante.

—Yo también te siento algo duro aquí abajo…..—dijo con gracia, Dégel no pudo ocultarlo más y le besó suavemente los labios en afirmación.

—Sólo será esta noche —fue lo último que comentó antes de empezar.

 

No tardaron demasiado en estimularse. Dégel se quitó el short, bajó los boxers del muchacho y comenzó a estimularlo lentamente. Kardia desde su posición lamió sus dedos para comenzar a penetrar a Dégel con ellos muy lentamente, hacía tiempo que no disfrutaba de algo así, sobre todo, extrañaba que fuera ese joven el que lo hiciera, con sus blancas y suaves manos. Cerró sus ojos y continuó con lo mismo, esta vez metiendo un segundo dedo allí, pero al sentir los labios de Dégel sobre su miembro, todos sus sentidos volvieron a estar alerta. Engulló con su boca lo que pudo del miembro y comenzó a succionar fuertemente para estimular mejor la zona ante los gemidos de su pareja, se mantuvieron así unos instantes hasta que Dégel se sintió completamente dilatado y retiró el pene de su boca para darse vuelta y sentarse encima de las caderas del peliazul. Guio la punta del miembro a su entrada para lentamente penetrarse con ella.

Pasaban los minutos y la cabalgata se intensifico, Dégel gemía muy fuerte y Kardia se abrió paso entre las caderas, moviéndolas frenéticamente para entrar aún más adentro. Posó sus manos por sobre el pecho del más grande y acarició los pectorales bien marcados, se sentía sudar, un rubor en la cara y que la sangre le hervía. Por otro lado las manos de Kardia que acariciaban las nalgas se concentraron en la virilidad del otro, estimulándolo fuerte.

—¡Aaaah…..aaaah…..Ka-Kardia! —gimoteó mientras continuaba rebotando como una pelota encima de su ex marido.

Por primera vez en mucho tiempo sentía que llegaba al nirvana y más cuando Dégel le acariciaba de esa manera. Esta vez sólo usó una mano para masturbarle y con la otra seguía acariciándolo, comenzó una descarga en ambos cuerpos y sintió el líquido seminal del peliverde escurriéndole en la mano, eso hizo que la entrada se contraiga y por consiguiente el llegara al orgasmo dentro de Dégel. 
El cansancio les ganó y el más joven se arrojó encima de su ex marido. Respiraron profundamente y se quedaron dormidos.

 

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—Gracias por traerme —murmuró Camus en el auto de Milo, este sonrió de oreja a oreja.

—No, gracias a ti por aceptar salir conmigo, lamento que la lluvia nos arruinara algunas cosas….—le tomó la mano y le miró el rostro—. Buenas noches —se acercó, despidiéndose con un beso.

—¿Quieres tomar un café o algo? —Milo sabía, que cuando alguien te invita un café durante la noche cuando termina una cita, es que terminará en algo más, por lo que aceptó casi sin pensarlo.

Usó su chaqueta para cubrirlos a los dos, Camus le abrazaba por la cintura mientras Milo los cubría a ambos hasta llegar a la puerta. El pelirrojo buscó la llave entre su ropa y la localizó, para luego abrir la puerta. Ya para esas alturas ambos estaban con el cabello y el cuerpo empapados, debieron imaginar que la chaqueta no los mantendría a salvo por mucho tiempo.

Al ingresar observaron todo apagado, lo cual llamó la atención de ambos. Prendieron la luz y buscaron entre las cosas los platos de comida, solo había uno, por lo que el otro integrante de la casa no llegó. Camus respiró profundamente y buscó su celular, notó un mensaje de su madre quien no iría a cenar a casa, lo que dio como conclusión que el único que se encontraba allí solo era Brendan.

—Bueno, iré a ver a mi hermano —comentó con algo de miedo, Milo insistió en acompañarlo.

Subieron las escaleras y abrieron la puerta de la habitación para ver al chico durmiendo tranquilamente. Camus suspiró aliviado,  y cerró la puerta  para luego bajar y comenzar a hacer el café. Milo lo ayudaba en todo, sin ir más lejos el muchacho era una buena persona y siempre que podía le daba una mano, había decidido trabajar medio tiempo con su tío Aeneas sin recibir paga para estar junto a Camus aunque sea unos míseros minutos.
Una vez terminado de hacer el café, los dos se instalaron en el living, se quitaron la ropa mojada y se sentaron en los sillones.

—Es una casa muy acogedora —murmuró casi para sus adentros, pero Camus lo escuchó.

—Gracias…y cuéntame, Milo, ¿vives cerca de aquí?

—Sí, en la calle Hades, es a quince cuadras de aquí —resaltó acomodándose el cabello—. No es muy lejos en verdad.

—Sí….y cuéntame, ¿vives solo o con tus padres?

—Vivo solo en una residencia de estudiantes cerca de la facultad, mis compañeros de departamento son mis amigos de toda la vida, Aioria, Shaka, Mu…..los gemelos Saga y Kanon.

—Tienes muchos amigos….—tomó un sorbo de café—. Ah ¿te gusta el café?

—Es delicioso….pero no tanto como tus labios —sonrió, Camus se sonrojó aún más.

—Deja de decir esas cosas, me hacen ruborizarme.

—Oh, lo siento, pero cuando veo algo bello, no puedo evitarlo…—Milo se fue acercando lentamente para no incomodar, pero como Camus lo percibía, también se fue acercándolo a él para achicar las distancias.

—Gracias.

—Bueno, ya que estamos aquí, podemos….no sé —deja la taza de té en la mesa y pasa sus manos por las piernas de Camus—. Conocernos mejor.

—Sí, creo que deberíamos —Camus también dejó la taza de café para pasar una mano por encima del hombro y acercarse más.

 

El beso no dudo en llegar, las lenguas se entrelazaron nuevamente y el café se olvidó de un momento al otro. Camus se incorporó solamente para sentarse encima de los muslos del muchacho, con una rodilla flexionada de cada lado. Las manos del heleno pasaron por encima de la espalda subiéndole un poco la camiseta para acariciar la piel. Esa embriagante escena no podía ser interrumpida por nadie salvo un horrible grito que venía de arriba.
Camus se separó bruscamente y se levantó para correr escaleras arriba, Milo le siguió casi de la misma forma, bastante asustado. Abrieron la puerta de la habitación de los pelirrojos y vieron a Brendan sentado, con los ojos llorosos y temblando como una hoja.

—¿Qué pasó? —preguntó Camus acercándose a su hermanito, Milo se quedó en su lugar sin hacer ningún movimiento.

—¡Él estaba aquí! —Gritó al borde del llanto y señaló la ventana—. Lo vi por ahí, lo vi….

—Tranquilo, fue sólo un sueño —le abrazó para reconfortarlo, pero no dejaba de temblar.

—No me entiendes ¡estaba aquí! Yo lo vi, él quería tocarme, él quiere aun tocarme, me da miedo…

—¿Quién? —preguntó Milo, Camus le miró y le pidió con una seña que lo espere afuera.

 Milo lo esperó fuera unos minutos hasta que Brendan se calmó y volvió a dormirse, Camus aprovechó esto para salir del cuarto y cerrar la puerta, le pidió a Milo que lo acompañe abajo y ambos se sentaron a charlar nuevamente.

—Cuando Brendan cumplió cinco años, dejó de ser el niño inocente y dulce que era a los tres, se lo notaba siempre nervioso, se hacía pis encima, lloraba por cualquier cosa, inclusive no dejaba que nadie le tocara —comentó Camus y luego miró al rubio—. Te digo esto porque confió en ti.

—Tranquilo, cuéntame, soy todo oídos —le tomó la mano para reconfortarlo.

—Un día, Minos, el profesor de piano de Brendan y su maestra de jardín de infantes, nos citaron para comentarnos de unos síntomas que tenía, bah, en realidad citaron a mi mamá, pero no pude evitar escuchar tras la puerta.

—¿Y qué tenía?

—Todo marcaba que Brendan había sido abusado, pero no sabían de parte de quien venía el abuso. Créeme que hasta llegamos a pensar que probablemente papá lo abusó en un momento que bajamos la guardia (*), ya que había empezado con síntomas después que él se fuera, pero no tan fuertes como a los cinco. Entonces, mamá comenzó a buscar con quien tenía contacto Brendan y se dio cuenta que pasaba toda la tarde con el abuelo, es decir el papá de mi papá. Cuando fuimos a buscarlo allí, no nos atendían la puerta, entonces mamá usó la llave que el abuelo le había dado, me pidió que me quedara atrás pero yo igual fui con él….cuando abrimos la puerta del cuarto, mi abuelo estaba……—se detuvo y cubrió su boca, Milo abrió los ojos y le abrazó.

—No tienes que decirlo si no quieres.

—¡Él estaba encima de mi hermano! Haciéndole cosas, ¡lastimándolo! —suspiró y se abrazó al rubio—. No sabíamos que hacer, mamá estaba hecho una furia, y de inmediato lo llevamos a la comisaría, pero Brendan se negaba a ser tocado, aun por nosotros, no podían hacerle estudios ni nada, por lo tanto mi abuelo quedó libre muy fácil.

—Por dios… ¿quién le haría eso a su propio nieto? —cuestionó, Camus sonrió tristemente,

—¡Mi abuelo, claro está! Lamento arruinar nuestra cita, Milo…

—No, es mejor que me vaya….

—¿No quieres quedarte? Llueve mucho afuera….

—No, está bien….—se acercó hasta la puerta acompañado por Camus—. Camus…una última cosa quiero pedirte.

—¿Sí?

—Tal vez te parecerá raro, pero realmente esta noche la pasé muy bien contigo….y yo…

—¿Y tú?

—¿Quieres…..ser mi novio? —preguntó el rubio, Camus lo miró y pestañó rápidamente.

—Claro….que quiero.

 

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 Zaphiri se había reclinado encima de su nueva motocicleta mientras veía como la rubia despampanante le coqueteaba. No era que a Zaphiri le gustara o la amara, simplemente era su parte de galante que tenía mientras sonreía de costado. Ella era muy buena en eso y el pelinegro lo sabía cuando mostraba de vez en cuando la hilacha al tocar la motocicleta, pasando su mano y seduciendo con sus grandes senos.  Probablemente sin darse cuenta que a unas cuantas calles, Brendan se encontraba caminando del colegio a la casa. Luego de su intento de suicidio y su cumpleaños fallido, había vuelto al humor de siempre, bajísimo, apenas mostraba una sonrisa y solo si se lo pedían.
Probablemente se debía a lo ensimismado que estaba que no reparó en el hombre que le seguía el paso, el pelirrojo tenía sus propios problemas en la cabeza para recabar en ellos, aun así no era idiota, se daba cuenta de una presencia muy caliente detrás de su espalda, que amenazaba con tocarlo. Solamente tuvo un momento para girar antes que un extraño le tomara del brazo. 
Su mirada palideció repentinamente mientras su labio inferior temblaba, ¡no podía ser nuevamente lo mismo! Allí parado estaba Sebastiane Antares, su abuelo, quien parecía obsesionado con él.

—Al fin te encuentro, tenemos que hablar de una santa vez —comentó el mayor, sin soltarlo, le estaba lastimando el brazo de lo fuerte que le apretaba.

—No tenemos nada que hablar ¡suéltame! Llamaré a la policía…..—miró para todos lados, pero repentinamente las calles estaban vacías.

—Brendan, tú me amas y yo te amo….déjame complacerte….—se intentó acercar a su cuerpo, pero el joven se rehusó al tacto y solamente lo apartó—. Brendan…

—¡No me toques! ¡Me tienes cansado, déjame en paz! —gritó, pero nuevamente fue agarrado y zamarreado por su viejo abuelo.

—¡No entiendes nada, no entiendes! —gruñó—. ¿Sabes todo lo que tuve que hacer para estar contigo? Yo te hice el amor por primera vez…

—¡TU ME VIOLASTE! —le empujó fuerte, cosa de separarlo a gran distancia y se echó a correr.

—¡BRENDAN! —gritó el anciano y comenzó la carrera, a pesar de ser un hombre mayor, su cuerpo era escultural, al igual que su hijo Kardia.

 

La velocidad iba aumentando y gracias a los años de maratonista que tenía, el pelirrojo pudo sacar ventaja, pero siempre el semáforo le hacía retrasar bastante y Sebastiane se le acercaba cada vez más. Pasó justamente por la calle de en frente donde estaba Zaphiri conversando con la muchacha y fue ella quien alertó de la persecución. Al ver al pelirrojo correr y detrás un hombre bastante mayor, no dudó un segundo en seguirlo, pues tenía entendido que la última vez que Brendan había intentado suicidarse era por haber sido acosado por un viejo y ahora al ver a un abuelo justamente persiguiéndole, le dio mala espina.
Brendan continuó su recorrido y sin querer volteó hacia un atajo, el cual, desafortunadamente estaba cerrado y terminó contra la pared, siendo arrinconado por Sebastiane Antares.

—Sólo quiero tocarte, Brendan —murmuró el hombre, el más joven se echó contra la pared y le miró aterrado, comenzando a deslizarse por la misma hasta quedar sentado—. Déjame tocarte y besarte como lo hacía antes, ¿recuerdas? Eras tan hermoso…

—A-aléjate por favor….—sollozó, estaba perdido, tenía que gritar, pero en su recorrido no había visto a muchas personas pasar por allí. Había cometido un TERRIBLE error.

 

                La mano de Sebastiane iba avanzando hacia su cuerpo, principalmente su cabeza. El pelirrojo apretó fuertemente sus ojos esperando el toque que nunca llegó, escuchó entonces un alarido de dolor y al mirar, notó a Zaphiri haciéndole una llave a Sebastiane. Respiró hondo y se pudo levantar, el pelinegro intentaba mantener al mayor a rayas, pero no pudo por mucho tiempo, el ahorcamiento solía hacer a su abuelo mucho más fuerte y de un puñetazo en la nariz hizo que lo suelte. El veintiañero no dejaría que un tipo de sesenta años viniera a golpearle, por lo cual le atacó a puñetazos, algunos acertaron en la cara y estómago, pero otros fueron esquivados; aun así, no pudo contra la sangre caliente del heleno, quien de un puñetazo sértelo lo hizo dormir unas cuantas horas. 
Al caer el cuerpo al suelo, Zaphiri se limpió una mano con otra y giró para ver a la victima que le observaba, aun con algo de espanto.

—Tienes….sangre en tu nariz —murmuró el más chico, Zaphiri se limpió con su ropa la sangre y sonrió.

—¿Estás bien? —preguntó, a lo que el joven asiente—. ¿Quién es?

—Mi…..mi abuelo….—comunicó, entonces el mayor se sintió aliviado de haber golpeado a ese malnacido, quiso seguir la conversación pero Brendan caminó fuera del pasillo hacia la calle con la mirada perdida.

—Hey….Brendan ¿estás bien? —cuestionó, saltó al hombre y caminó para estar a la altura del muchacho.

—Sí, debo irme….—fue las últimas palabras que le dirigió sin darse la vuelta a agradecerle. Zaphiri creyó que era algo maleducado de su parte.

 

Caminó al menos unas cinco cuadras sin ver las calles, simplemente seguía hacia delante arrastrando sus pies. Alzó la cabeza y notó que estaba cerca de su casa, nuevamente con la mirada vacía abrió la puerta de su hogar. Cuando llegó, se quitó los zapatos, la chaqueta la dejó en el suelo y subió al baño.
Cerró la puerta y cargó la tina de agua para luego buscar entre las cosas algo en particular, una rasuradora. Ninguno de los tres se afeitaba, pues eran lampiños, pero su padre Kardia aun tenía varias cosas del él en la casa y una de ellas era la rasuradora que por algún motivo Dégel nunca desechó. Con los dedos apretó el plástico para romperlo y sacar solamente la hoja, una de las tres que había. La dejó en el lavamanos y se quitó toda la ropa. Miró su rostro, su cuerpo, su figura en general, le daba asco, repulsión: ¿quién podría fijarse en algo tan asqueroso? Tuvo ganas de vomitar y lo hizo mientras se cargaba la tina, allí en el retrete descargó lo poco que había comido  mientras tosía por las arcadas. Dejó ir la comida y luego cerró el retrete para volver a la tina y zambullirse, sin antes tomar la hoja.
Se acostó, con media cabeza dentro del agua y los ojos mirando el filo. Estiró la mano y lentamente se cortó, dejando chorrear la sangre por sus brazos; la expresión de dolor era tal que tuvo que detenerse un momento para luego continuar. ¿Es doloroso morir? Sí, como lo era nacer.
Lagrimeó, y pidió perdón a su hermano, a su madre y a su padre por aquella deshonra que hacía, al quitar la valiosa vida que sus padres le habían dado.

—Adiós….—murmuró para sí y sumergió la mano en el agua, luego pasó la hoja afilada de una mano a la otra para hacer el mismo procedimiento.

Con ambos brazos cortados, se zambulló por última vez y esperó que hiciera su trabajo. Lentamente sus ojos iban perdiendo el brillo y su mirada se tornó borrosa.

 

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 Zaphiri se había quedado con un extraño sabor de boca y por eso, había ido a la joyería donde trabajaban Camus y Milo. El lugar estaba lleno, los dos atendían al menos a tres personas al mismo tiempo, y mientras una miraba los anillos con diamantes, el otro pedía un collar de piedras preciosas. Se estaban por volver locos y pareciera que el pelinegro venía con más malas noticias, cuando Camus le vio, estaba pálido como un fantasma, su labio inferior temblaba ligeramente pero él podía notarlo y pidiéndole a un cliente que le aguardara unos minutos, se acercó al muchacho.

—¿Sucede algo, Zaphiri? —cuestionó Camus, el joven levantó la vista.

—Es que, estoy preocupado por tu hermano —murmuró, Camus arqueó la ceja.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—Pues verás, hace un rato me cagué a piñas con un tipo, creo que era ese abuelo de él,  no sé cómo se llama —la expresión de Camus cambió repentinamente—. Y se fue sin decirme nada.

—Por dios…..Zaph, ¿me harías un favor? —preguntó Camus buscando entre sus ropas y sacando una llave.

—Claro.

—¿Podrías ir a mi casa a asegurarte que Brendan esté bien? La llave extra se guarda en un hueco entre el techo y la puerta.

—¡Camus, necesito que me eches una mano! —exclamó Milo mientras se volvía loco.

—¡Ya voy! —le dice a Milo y vuelve con Zaphiri—. Por favor, hasta que me cambie y viaje para allá podría pasar algo malo, ¡ve tú! Y llámame ante cualquier cosa que pase, por la más mínima que sea.

—Tranquilo, lo haré —Camus le entrega la llave a Zaphiri y este se va directamente a la casa que recordaba era de los pelirrojos.

 

No tardó mucho en hacer todo el recorrido hasta la casa, cuando llegó, vio al joven vecino de al lado mirar con inquietud, Zaphiri simplemente enseñó su dedo medio, lo que horrorizó a Afrodita quien le dio la espalda. El pelinegro sonrió y entró a la casa con la llave mientras llamaba a Brendan.

—¡Brendan, soy yo! —gritó el muchacho y cerró la puerta tras de él, recorrió entonces el living, el comedor, y echó un vistazo en la cocina, luego volvió a la entrada para ver los zapatos del muchacho acomodados allí—. ¡BRENDAN, SÉ QUE ESTÁS AQUÍ! —gritó nuevamente y subió las escaleras.

 

En el camino iba sintiendo un sonido a agua caer sobre un charco, miró el pasillo, estaba limpio, pero lo que más le llamó la atención era que la alfombra de  este se encontraba algo manchada de agua en la puerta que daba al baño, tal vez alguien se olvidó la canilla abierta, pero era imposible que se hiciera semejante enchastre por unos minutos. Caminó hacia el baño y con su pie pudo notar la humedad de la alfombra.

—¡Brendan! —Tocó la puerta, pero no hubo contestación—. ¡Oye Brendan, voy a entrar, así que cúbrete si estas desnudo! —y esperó una respuesta que no llegó.

 

Fue en ese instante que se asustó, el agua se sentía rebalsar, la alfombra estaba húmeda, y nadie contestaba del otro lado. Se hizo de valor para girar el pomo de la puerta y abrirlo lentamente, el charco se hizo tremendo cuando dejó pasar el agua del otro lado y notó el tono carmesí de la misma. Ya no hubo reparo, la abrió completamente y vio al muchacho pálido bajo el agua. El corazón se le paró, era simplemente una mancha roja en toda la tina. Corrió sin importar que probablemente se caiga y sacó el cuerpo del agua para ver las dos marcas en el brazo. Entró en desesperación como nunca antes y sin importarle la desnudez del otro lo tomó en brazos y lo sacó de la tina. Corrió escalera abajo, tropezándose con todo a su paso, y le arrojó al sillón el cual terminó manchado de sangre, pues ese cuerpo blanco estaba cargado de la misma producto del agua sangrienta. Corrió a la cocina y tomó dos trapos, nuevamente volvió para apretar las heridas y que la sangre dejara de fluir, estaba completamente desencajado, no sabía si llorar, gritar o llevarlo desnudo por la calle corriendo de ser necesario, su cuerpo estaba a mil por hora. Tomó entonces su celular y llamó a la ambulancia, era lo único que pudo hacer en ese momento de lucidez.

—¿Hola? Necesito una ambulancia….—se notaba agitado, terriblemente nervioso, temblaba y miraba al chico como si fuera un cadáver—. ¡POR FAVOR, SE VA A MORIR, ESTA SANGRANDO! —gritó al sujeto que le atendía—. Entre a la casa y estaba….estaba sangrando en la tina ¡Por favor, por favor ayúdeme! —Sollozó y se arrodilló frente a Brendan, se hizo un ovillo como pudo—. Por favor….por favor….—susurraba—. Calle Zeus 658…por favor,….. —el joven le indicó que mantenga presión la herida para que la sangre no fluya, que inmediatamente una ambulancia iría a ayudarlo.

 

Zaphiri entonces hizo lo que pudo, lo cubrió con su camisa, sacándosela y quedando solo con su chaqueta de cuero. Apretó fuertemente con sus manos las heridas sangrantes y miró lo pálido que estaba, seguramente no había pasado cinco minutos que se había hecho esas heridas, a pesar de cómo estaba el lugar.
Cuando llegó la ambulancia, inmediatamente lo metieron dentro, Zaphiri aprovechó a cerrar la canilla del agua y salir con él, pero estaba el pequeño problema que él no era pariente de Brendan, por lo cual no podía ir en la ambulancia con él, así que tuvo que mentir.

—Soy el novio —habló casi sin pensarlo cuando subió, uno de los enfermeros le suturaba las heridas mientras que el otro le pedía los datos a Zaphiri, el muchacho estaba tan nervioso que apenas recordaba el nombre del pelirrojo.

—¿Cómo se llama?

—Zaphiri S-…

—No, el muchacho —comentó el enfermero.

—Oh, si….ehmn…Bre-Brendan….Brendan….el apellido era una estrella, una estrella…. ¡Antares! Brendan Antares —comentó, el enfermero le miró.

—¿Está bien?

—Sí, lo siento…estoy en shock —se pone una mano en la cabeza.

—Edad.

—Quince….

—¿Quince? —Nuevamente el hombre le miró, Zaphiri frunció el ceño—. ¿Usted cuántos años tiene?

—Veintiuno, ¿cuál es el puto problema? —el pelinegro parecía enojado, ¿cuál era el problema de ser cinco o seis años mayor que tu ‘enamorado’?

—Nada, nada….—respondió y volvió a la planilla—. Dígame, ¿sabría usted el motivo del intento de suicidio? No sé, problemas familiares, personales…. —le miró de arriba a abajo—. ¿Embarazo no deseado?

—¿Me está llamando pervertido?

—No, claro que no….—masculló.

—No lo embaracé, si es lo que se pone a pensar en esa puta mente suya, solo quiero que él esté bien —le tomó la mano y lo miró, se podía notar unos rastros de humedad en sus ojos—. Él debe recuperarse.

—¿Tiene algún número de algún familiar directo que nos podamos comunicar?

—Sí, sí, tengo el número del hermano….—sacó su celular, y busca entre sus contactos—. Aquí está…

—Gracias —toma el celular y comienza a escribir el número—. ¿Camus, no?

—Sí, Camus Antares.

—Bien, lo llamaremos en cuando lleguemos al hospital ¿de acuerdo? —preguntó, pero en ese momento Zaphiri ya había perdido completamente su consciencia y solo miraba al muchacho ahora vestido con solo su camisa.

 

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Dégel cuando se enteró que su hijo se había intentado suicidar, fue corriendo hacia el hospital acompañado por Kardia, con quien había pasado toda la noche y tarde del día siguiente. Se tomaron un taxi y estuvieron allí en pocos minutos. El primero en llegar había sido Camus, quien del desespero comenzó a llorar abrazado de su nuevo novio, creyéndose una basura por lo que pasó. Cuando aparecieron Kardia y Dégel por la puerta, el pelirrojo paró sus lágrimas y observó a ese hombre, ¿de dónde lo conocía? Le parecía terriblemente familiar, pero al notar el yeso en su pie ato cabos, debía ser su padre.

—¡Mamá! —gritó el pelirrojo y fue corriendo hacia donde estaba el mayor, abrazándolo.

—¿Te dijeron algo? —preguntó inmediatamente, el más joven afirmó.

—Está dentro, reaccionó hace unos pocos minutos pero los fármacos lo hacen dormirse —observó luego a Kardia quien sonreía—. ¿Quién es él?

—¿Él? —preguntó Dégel algo nervioso, suspiró—. Es tu padre.

—Me resultas familiar, ¿acaso no te vi hace poco? —con toda la vorágine, Camus se había olvidado completamente del seudónimo que Kardia le había dicho semanas antes.

—Bueno, yo te hice nacer —sonrió de costado el adulto, Camus inmediatamente se fundió en un abrazo con su papá, hacía mucho tiempo que necesitaba eso—. Lamento no haber estado en el cumpleaños de tu hermano, ni en el tuyo.

—Estás perdonado, papá….te amo tanto…—susurró entre un sollozo que se escapó de su boca.

—Yo también mi amor, te amo con todo mi corazón….—murmuró muy cerca de él.

Zaphiri había vuelto de fumar afuera, estaba tan nervioso que no podía evitarlo, y al notar esa imagen familiar se encaminó hacia ellos. Se presentó como Zaphiri Sifakis, había sido quien encontró a Brendan en la bañera y les comentó que había pasado. Camus se sonrojó al saber que vio a su hermano desnudo, sobre todo por como Brendan cuidaba su cuerpo y lo protegía constantemente, no quería que nadie lo tocara y cuando se enterara que ese desconocido aun le había tomado y visto desnudo, seguramente se pondría muy nervioso.
Cuando un doctor salió, todos se pusieron alerta.

—Bueno, pueden entrar pero de a uno —habló el hombre—. Señor Sifakis, usted entre primero.

—¿Él? —preguntó sorprendido Dégel, ¿no era normal que entrara primero la familia?

—Es el novio y quien lo trajo, creí que sería lo indicado —los cuatro observaron al moreno, el cual simplemente sonrió y se desacomodó el cabello ¿novio? Desde cuando Brendan tenía “novio”. Kardia frunció el ceño, tendría entre ojos a ese tipo.

—Bien, pasaré….—comentó y se adentró al lugar.

—¿Y cómo está doctor? ¿Qué nos sugiere? —Preguntó Dégel—. Estaba pensando en internarlo.

—Yo también se los recomiendo —le muestra la planilla—. Cinco intentos de suicidio con drogas y uno cortándose, ¿cuál será el próximo? Tal vez no tenga mucha suerte si prueba con otras cosas, tiene un dios aparte por el muchacho que lo encontró antes que se desangrara por completo.

—Sabía que algo estaba mal, lo sabía —se dijo a si mismo Camus y se abrazó a Milo, Kardia nuevamente miró con sus ojos filosos a ese  rubio, ¿quién demonios era?

—Lo mejor será que internen a Brendan en un neuropsiquiatrico, tal vez estando controlado todo el tiempo, pueda recuperarse, mientras tanto les sugiero que hagan una denuncia formal contra Sebastiane Antares, dicen que ese hombre lo estaba persiguiendo ¿no?

—Sí, él violó a mi hijo cuando éste tenía cinco años —comentó Dégel, Kardia baja la mirada.

—Bien, entonces les sugiero que hagan eso….ahora con su permiso….

 

Mientras tanto, dentro del lugar, Zaphiri se había sentado justamente al lado del muchacho. Brendan había abierto los ojos hacía un par de minutos para volverlos a cerrar un poco más y luego volver a abrirlos. Había sido agotador todo ese suceso, pero al sentir la mano del otro apoyada encima de la suya, lo apartó.

—¿Qué pasa? —preguntó el pelinegro.

—¿Me salvaste? —le miró unos instantes, Zaphiri podía notar que estaba enojado.

—¿Hubieras preferido que te deje desangrarte? —cuestionó, ahora el enojado era el otro.

—Sí.

—Eres un estúpido, Brendan —cruzó los brazos en su pecho, el más joven volteó la mirada—. Por amor de dios, tienes quince años ¡toda una vida! Eres idiota si piensas tirarte al precipicio de la vida sólo por…..por….no sé, por un acoso.

—Tú no sabes…

—No, no sé….—suspiró—. Me gustaría saber, pero nadie me cuenta y tampoco pediré que lo hagan, sólo entiendo que eres un joven testarudo, es la segunda vez que te veo en el hospital y sólo llevo dos semanas de conocerte…..sin olvidar que el primer día te salvé de morir aplastado por un camión.

—Hmmm….debiste dejar que me pisara, te hubieras ahorrado las molestias.

—Brendan, ¿puedes siquiera mirarme? —El pelirrojo no le hace caso—. Me iré del otro lado pero quiero mirarte, ¡mírame! —Lentamente el joven giró la cabeza—. Eres lindo, inteligente, bueno…. ¿por qué lo haces?

—No quiero seguir viviendo así, siendo perseguido….—comentó, no quería hablar mucho.

—¿Te acuerdas cuando…..fui a tu casa a llevarte el regalo? —preguntó, Brendan pestañó rápidamente—. ¿Te acuerdas? ¿Eres sordo?

—Sí, si me acuerdo —respondió con fastidio, Zaphiri sonrió.

—Te dije que te protegería.

—Ese fue el oso…

—En realidad, no….—murmuró y le tomó la mano—. Déjame estar contigo…..prometo no lastimarte.

—No puedo creerte, eso decía…

—Me vale verga lo que te haya dicho el estúpido de tu abuelo….—le miró intensamente—. Yo, Zaphiri Sifakis, quiero protegerte…..el resto de mi vida….—susurró—. Tengo veintiún años, si la biología es correcta, moriré primero.

—Eres un viejo brabucón….—sonrió de costado, Zaphiri también lo hizo.

—Pero este brabucón te protegerá, así deba pasar toda mi vida como un esclavo….

—Eres un idiota, no lo merezco….—comentó, Zaphiri arqueó la ceja—. A mi lado no podrás encontrar nada más que la espera, no deberías….Camus es mejor opción.

—Camus decidió a quien amar y no es a mí…

—¿Soy el plato de segunda?

—No, eres mi entrada, mi primer y segundo plato y el postre….—sonrió más, Brendan también lo hizo.

—Bobo.

—Sí, por ti….—le besó la mano—. Y no te digo esto porque te vi desnudo y vaya, eres mejor de lo que imaginé.

—¡ZAPHIRI!

—¿Qué?

—Eres un pervertido —le quita la mano pero aún tenía una sonrisa decorada en sus labios.

—Todo tuyo….

 

Continuará.

 

Notas finales:

(*) El abusó de Kardia a Brendan: esto es algo que Dégel pensó durante mucho tiempo con respecto a la relación de Kardia y Brendan como padre e hijo, pero nunca pasó, inmediatamente lo despejaron cuando descubrieron que era el padre de este quien abusaba del niño. Kardia amaba a sus hijos por igual y los respetaba completamente.

Bueno y hasta aquí el Zaphiri x Brendan, a partir del próximo capítulo me concentro en los demás dado que Brendan estará internado y Zaphiri es su guardián, así que no estarán por unos caps en el fic. Espero que les haya gustado esa historia de amor.

 


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