Amor…Una espada de doble filo…Ese sentimiento que desgraciadamente poseemos los humanos, unas veces puede ser el más hermoso momento de la vida al encontrar a la persona que te amará y te será fiel por el resto de sus vidas…Otras veces se convierte en el ejemplo claro de la crueldad humana, amar y ser amado…Odiar y ser odiado…Un paso en falso y caerás por el precipicio de la desilusión, el dolor y la traición…
--“¡Hey , despierta!”—Gritó con molestia arrebatando sus sabanas que se encontraban enredadas alrededor de su cuerpo provocando que cayera al frio suelo.
--“Ouch…¿Cuál es tu problema?”—Gritó enojado levantándose con pereza.
--“Ve la hora ¡Maldición! Llegaremos tarde y todo por tu maldita culpa”—
--“Relájate” –Se limitó a decir.
--Imbécil –Susurró antes de azotar con suma fuerza la puesta.
Un nuevo día, ¡que molestia! El tic tac del reloj, el canto de los pájaros, el ladrar de los perro, el engaño de mi vecina a su marido…Nada ha cambiado todo sigue siendo lo mismo, nada cambia ni cambiará. La rutina de mí día a día es la misma.
Trato de escapar al destino que me fue dictado en vano, soy un fracaso…No solo lo pienso yo, mis padres, mis hermanos y todos los supuestos amigo que tengo piensan igual “hipócritas” pensaba el chico de cabellos negros como la noche y ojos color miel.
Si tan solo se me concediera un deseo pediría el morir de la manera menos dolorosa ¿por qué? Es sencillo, soy tan cobarde que aunque en muchas ocasiones pensé en el suicidio no pude hacerlo…Maldita cobardía, la herede de mis padres fue lo único que saque de ellos…Esto es ridículo ¿Por qué tengo miedo miedo a la muerte si es lo que deseo? Quizás… Aún tengo la estúpida esperanza de pensar que alguien me necesitara algún día…
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Una mañana tan tranquila, tan normal, nada fuera de lo común como todos los días. Diariamente me pregunto el porqué de las cosas y más que nada…El qué sucederá a partir de este momento...
--“Ritsu”— Habló la hermosa mujer de cabello y ojos castaños, de gran amabilidad fingida pero una crueldad única. —“Es hora”—Esbozó sin sentimiento alguno colocándole un hermoso collar de esmeraldas al castaño.
--Yo… ¿Realmente es necesario?—Susurro observando su reflejo en el espejo.
--Si— Respondió con molestia.
--Pe-pero… No quiero—
--¿QUÉ HAS DICHO?—Gritó enojada. –Acaso aún no lo entiendes—Jalo de sus cabellos, volteándolo bruscamente contra ella, apretando cada vez más… Mientras él solo lloraba. --Entiéndelo, tu padre está muerto ¡MUERTO! ¿Quién cuido de ti? ¿Quién te alimento? Ahora es hora de que pagues todo lo que te di.
Lágrimas recorrían todo su rostro, su cuerpo temblando levemente, sus manos con unos guantes de encaje sostenían las manos que jalaban de sus cabellos… Hace cuanto no tocaba a alguien ¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde ese entonces? No lo recordaba, el simple recuerdo era muy doloroso… Primero maltratos y ahora esto…No podía ser, no lo quería. Correr ¿la única opción? O solo debía obedecer, después de todo su padre le dejo a merced de esa mujer.
--Póntela—Dijo soltándolo, lanzando una larga cabellera castaña –No me hagas perder más tiempo, te espero abajo—
El ruido de la puerta cerrándose, los pasos bajando las escaleras y luego un silencio acompañado de una gran soledad…Caminó hasta el espejo mirando cada parte de su cuerpo, levanto sus manos dirigiendo esa larga cabellera acomodándola de la mejor manera, dirigió su mirada a la ventana observando el cielo azul con esas hermosas nubes blancas, cerró fuertemente sus ojos apretando su pecho soñando despierto, por un momento pudo ser feliz…
Abrió nuevamente sus ojos, dirigiendo su mirada hacia el gran espejo frente a él…Fijamente se examinaba…Piel blanca, cabello castaño y ojos color esmeralda, hermosas piernas largas…Sus ropas de unos pálido rosa adornados de encaje blanco tallado a su figura, un elegante collar de esmeraldas se posaba en su cuello resaltando con su brillo… Su rostro, finas facciones heredadas de su madre. Era tan parecido a ella…Cualquiera dudaría de su género y eso Ann lo sabía…
“Padre si tan solo no la hubieras conocido” pensaba mientras se dirigía a ese lugar… No quería pero debía…
--¡Ricchan!—Se escuchó un grito aterrado detrás de él, conocía esa voz…Su único consuelo…La persona que mejor le entendía, Misaki. –N-no puede ser, dime que no te obligará a hacerlo—
--La decisión ya la tomó…No puedo hacer nada—
--Lo siento yo…Todo es mi culpa—Comentó con la voz quebrada el lindo chico de mirada verde y cabello castaño...
--No te preocupes, no es tu culpa. Se la debo—Sonrió bajando su rostro.
--Ritsu es tu turno-- grito Haitani el encargado del local. --Te voy a presentar ahora así que sal de una vez—Terminó por decir dirigiéndose al escenario nuevamente.
Y así fue que salió…Observando el lugar, acostumbrando sus ojos a la potente luz del lugar…Aplausos y silbidos eran lo único que se escuchaba…Hombres por doquier, desnudándolo con la mirada deseando ser quien le poseyera por primera vez. De esto se trataba el negocio ¿no? Una Subasta de vírgenes… Su cuerpo temblaba con cada paso que daba, su corazón latía desesperadamente amenazando con salir, el sonido de los gritos ofreciendo dinero por su castidad…
Un silencio se formó en aquel lugar de mala muerte al escuchar esa gran cantidad de dinero apostada hacia su persona, estupefacto alzó la mirada observando sin poder distinguir bien al hombre frente a él, la luz no le dejaba verlo bien…Entrecerró sus ojos y se asombró por lo que logró ver…Un hermoso color miel se posaba en los ojos de aquel joven hombre…Un hermoso color que reflejaba como tratando de alcanzar el cielo que él ansiaba tocar en su jaula…