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Primera vez por pandora18fallenkirye

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Notas del fanfic:

Bueno, esté ficc se me ocurrió cuando volvía a ver el capítulo 1 de la cuarta temporada, cuando Castiel se presenta ante Dean. Serán a los mucho 5 capítulos largos, si no no me dará tiempo de avanzar con los demás proyectos (esta parejita hace que mi imaginación vuele como no tienen idea).

En fin... estoy entusiasmada con el 2 capítulo de la nueva temporada, joder, quiero ver más... por si alguien no lo ha visto aún, ahí les dejo el link, donde también ya lo pueden encontrar con subtítulos en español.

http://www.seriesflv.net/ver/supernatural-11x02.html

Notas del capitulo:

En este capítulo traté de abarcar la primera vez que Castiel bajo a la tierra en compañía de la guarnición. En el próximo aparece Dean =)

Cada ángel tiene una misión que le fue dada desde el momento de su creación, por eso no desobedecen, no sienten curiosidad ni tienen dudas, las cosas son sencillas para ellos: sólo obedecen órdenes.


            Cuando Dios creo al hombre, los ángeles ya existían, se les dijo: “cuiden de ellos”, pero no todos estuvieron de acuerdo, a éstos, encabezados por Lucifer, se les desterró del cielo y se les llamó ángeles caídos. Cuando los demás vieron esto estuvieron de acuerdo en una cosa, no podía existir pero castigo; por lo tanto, aunque muchos aún estaban en contra de cuidar a los “monos sin pelo”, se abstuvieron de mostrar su descontento, nadie quería convertirse en un caído y abandonar el cielo.


            Tras la caída del más bello de todos, la vida en la tierra continuó. Los neandertales evolucionaron a homo-sapiens y éstos a homo-sapiens-sapiens, quienes con el paso del tiempo trajeron la guerra, la medicina y la tecnología. Mientras esto ocurría, los ángeles designaron una guarnición para vigilar la tierra, sin intervenir directamente en ella. El líder fue un ángel llamado Ana, un excelente soldado que cumplía su misión cabalmente, sin sobresaltos ni disgustos, por eso fue escogido por los arcángeles, quienes le dejaron escoger entre sus hermanos a aquellos que la acompañarían, al final seleccionó a varios, entre ellos estaban Uriel, Hester, Balthazar, Ephraim y Castiel. De todos ellos, éste último recordaría gratamente el día que Ana lo llamó junto a sus demás hermanos frente a los arcángeles Miguel y Rafael –los únicos que quedaban en el cielo, pues Gabriel había desaparecido hace varios siglos–, ellos les dijeron que bajarían a la tierra, donde estarían la mayor parte del tiempo para cumplir los designios de su padre. Tras recibir la misión, todos se dirigieron hacia una de las puertas que daban a la tierra. Castiel recuerda cuan insignificante le pareció ese pequeño planeta azul, se preguntaba por qué hacían tanto revuelo por él. Había quienes no querían bajar por nada del mundo y otros, los menos, sentían curiosidad por conocerlo de cerca al menos una vez; él en cambio, sólo se limitaba a cumplir órdenes sin cuestionar nada. Antes de bajar Ana les dijo:


            -Hermanos, ninguno de ustedes ha bajado antes, por lo tanto les parecerá extraño todo lo existente en la tierra. No se preocupen, la mayoría de las cosas son demasiado simples y sin importancia para nosotros. Nuestra misión es vigilar que el mal permanezca donde debe estar, en el infierno. No haremos nada si no es necesario.


Dicho aquello extendió sus hermosas alas blancas y se dejó caer en dirección a la tierra, los jóvenes ángeles la imitaron. Ese primer viaje quedaría grabado para siempre en la memoria de aquel ángel que regía el jueves: el viento azotando contra su gracia y meciendo sus plumas, las estrellas pasando rápidamente a su lado mientras caía en picada, el cambio de temperatura en la atmósfera al atravesarla y finalmente el extraño aroma que invadía el lugar. Mientras él observaba todo a su alrededor, su superior se dirigió hacia el océano dónde algo estaba ocurriendo. Todos se detuvieron ante una enorme ciudad, la cual se hundía a pasos agigantados mientras los humanos –extrañas criaturas a los ojos de Castiel–, corrían desesperados, tratando de salvar sus vidas.


-¿Qué sucede? –preguntó Uriel con un extraño gesto en su rostro.


-Este continente buscó su perdición, Miguel lo hundió –explicó Ana, mirando impasible el acontecimiento–, todo en su superficie debe perecer para siempre. La Atlantida será olvidada, nadie debe recordarla pues traería destrucción a los demás territorios.


Tras esas últimas palabras volvieron a emprender el camino, ella les mostró todos los rincones de la tierra antes de dividirlos en equipos de dos y asignarles un área específica de la tierra para cuidarla. De esa manera Castiel y Uriel terminaron en el Polo Norte, donde no había nada que hacer, sólo ver los extraños animales devorarse los unos a otros para sobrevivir. Muchos siglos después fueron enviados a África, donde las extremas temperaturas causaban estragos en los humanos. Mientras el compañero de Castiel se mostraba aburrido –pues prefería a los animales del polo–, él encontró fascinante la forma en que los hombres se las arreglaban para sobrevivir, sin gracia ni alas, a los peligros que los acechaban; además, habían aprendido a comunicarse con el universo a través de objetos tallados en madera o forrados de piel, los cuales al sonar al mismo tiempo creaban un sonido extraño y bello.


El tiempo siguió pasando, lento para los ángeles y rápido para los hombres. Algunas veces, algún humano era lo suficientemente idiota para invocar un demonio de bajo nivel, entonces, los guardianes alados hablaban al oído de algunos de ellos para decirles la forma correcta para deshacerse del enemigo, mandándolos de regreso al averno. En otras ocasiones debían regresar al cielo para ser enviados al campo de batalla en otras constelaciones, dónde la vida era mucho más interesante que en la tierra, pero al finalizar su tarea siempre regresaban a ésta. Durante siglos los ángeles vieron a los humanos reproducirse, crecer y morir, estuvieron presentes cuando cambiaron su fisonomía animal por otra más estilizada, también fueron testigos de su ingenio al crear instrumentos raros para su beneficio, algunos sentían fascinación y otros desprecio, como el caso de Uriel, quien no dejaba de molestar a su alado compañero por el interés de éste hacia la música –así habían llamado al conjunto de sonidos que lo había cautivado en África–.


-Si sigues así te parecerás a Ana –le dijo un día a Castiel mientras veía con deleite como un grupo de hombres se mataban entre ellos, gracias a los extraños instrumentos creados para hacerse daño mutuamente.


-¿A qué te refieres?


-Ella no es la misma de antes, ¿no te has fijado?  Cada día se la pasa más cerca de los humanos y menos cumpliendo su misión. Eso le traerá consecuencias.


En un inicio ningún ángel le dio importancia a la curiosidad de su superior por la tierra, creyeron que era algo normal después de pasar tanto tiempo fuera de casa pero las palabras dichas por Uriel fueron ciertas. Lo inevitable ocurrió.


Cierto día, todos vieron como Ana violó las órdenes e intervino directamente para salvar una ciudad de un terremoto, el cual amenazaba con destruir todo. Ella ignoró su deber y lo detuvo, al hacerlo impidió que las parcas cumplieran con su trabajo. Al instante fue llevada a la fuerza al cielo, junto a toda la guarnición, donde recibieron una reprimenda exagerada por parte de Miguel y Rafael, quienes los obligaron a ver como éste último creaba otro temblor para abatir la ciudad, no dejo a nadie con vida. Después de pasar varios días en cuarentena, todos volvieron a bajar y Ana volvió a ser la de antes, un gran soldado.


Tras ese hecho vinieron las grandes matanzas, dos enormes guerras que acabaron con la vida de muchos humanos, Castiel no entendía cuál era el afán de matarse entre ellos, ¿acaso no debían amarse y respetarse? Durante ese tiempo vio a Uriel y otros de sus hermanos felices, como nunca en la vida, mientras Ana se volvía triste y melancólica, justo como esa vez, antes de desobedecer. Al terminar ese periodo en la historia del hombre vino una tranquilidad tormentosa, en cualquier momento la tierra volvería a agitarse, pero lo que nadie espero fue que al hacerlo, el cielo también se movilizara. Todo comenzó con la inquietud de las almas y la alteración del orden natural de las cosas, personas que debían morir, vivieron y aquellos que estaban destinados a vivir murieron el mismo día. No paso mucho tiempo antes de que supieran la razón.


En el año de 1978 todos fueron llamados de regreso a casa, sin importar cuán lejos se hallarán debían volver. Una vez reunidos, Miguel y Rafael anunciaron un acontecimiento importante, el revuelo que todos habían notado se debía al próximo nacimiento de un alma humana, una muy importante para los propósitos del cielo, todos debían conocerla. Mientras hablaban, ocurrió el mencionado hecho. Se les ordenó mirar hacia la tierra y entonces lo vieron, un brillo resplandeciente apareció en medio del mar de animas terrestres. Era fácil verlo, pues era deslumbrante y de gran tamaño, tanto que opacó todo a su alrededor, de ésta se desprendía una sensación cálida y pura, muy pura. Al verla, Castiel sólo puedo pensar que era la cosa más bella en todo el universo, lo más hermoso visto por sus ojos en su largo tiempo en la tierra. Tras contemplar un rato ese destello, Rafael les ordenó regresar a sus tareas, a todos menos uno.


-¿Qué deseas, hermano? –preguntó el ángel de los jueves al arcángel frente a él.


-Miguel quiere hablar contigo –le dijo y lo llevó ante la presencia de su hermano mayor.


-Castiel –dijo el arcángel al verlo entrar en su cielo particular–, tengo una misión para ti. Te encargarás del humano recién concebido. Lo vigilarás de  cerca y cuidarás de él. Ve a verlo, conócelo y no olvides reportar regularmente todo lo que acontece en su vida a diario.


El ángel menor quería preguntar por qué ese humano era tan importante, pero había recibido una misión, por lo tanto se limitó a aceptar y se retiró. Bajó a la tierra una vez más. Guiándose por el resplandor del alma llegó hasta Lawrence, Kansas. En una casa común y corriente estaba esa esencia maravillosa, Miró desde arriba a una mujer rubia dar la noticia de su embarazo a un hombre de cabello negro, éste sonrió, cargó a la mujer y empezó a dar vueltas por toda la sala.


  -Mary, no sabes lo feliz que me has hecho –dijo el hombre.


  -Oh, Jhon, es nuestro primer hijo –exclamó la rubia y besó a su esposo con cariño.


   En ese momento el ser alado supo que debía esperar nueve meses para conocer al causante de tanto alboroto haya arriba. Desplegó sus alas y regresó con su compañero. Éste lo interrogó y cuando escuchó que el otro debía cuidar a un humano de forma personal empezó a reírse, alegre por la desgracia del otro.


   -Castiel, que mala suerte la tuya. Yo no soportaría ser la nana de alguno de esos monos sin pelo, preferiría vivir en el infierno mil veces –mientras este reía, el otro ángel lo miro con el ceño fruncido, sin comprender nada de lo dicho por él.


  Un mes después Ana volvió a desobedecer, en esta ocasión salvó a una pareja de ancianos de un ladrón, la falta fue pequeña en comparación con el temblor, pero suficiente para ser arrastrada de vuelta al cielo para recibir una sanción, de esa manera perdió su cargo y fue recluida en una de las celdas angelicales. Rafael escogió a Castiel para sustituirla, él comandaría la guarnición y vigilaría que todo estuviera en orden; sin embargo Miguel señaló a Uriel como su mano derecha, pues la misión principal del ángel estaba en la tierra, por lo tanto, cuándo él no estuviera disponible, su camarada tomaría las riendas. Así siguió pasando el tiempo para todos y el serafín bajaba a visitar a Mary Winchester, la madre cazadora del niño, a menudo. Ella no tenía ni la más remota idea de cuan ciertas eran las palabras dichas a su hijo: “los ángeles te cuidan”, aunque le pareció burda la imagen, comprada en una barata, para adornar la habitación del niño… un ángel no tenía esa forma regordeta ni los ojos tan grandes, tampoco tenían aureola, además, las alas de esa cosa estaban mal representadas. No podía evitarlo, cada que veía esa imagen se indignada y se retiraba lo más rápido posible.


Seis meses después, cuando los arcángeles dejaron salir a Ana de la prisión, ésta volvió a desobedecer, esta vez les reclamó a sus hermanos su falta de sensibilidad para la vida, los tachó de egoístas y megalómanos. Antes de que pudieran castigarla, por revelarse contra ellos, Ana se dejó caer. Literal, se arrojó del cielo, pero en esta ocasión no fue para recorrer la tierra, sino para refugiarse en ella como un ángel caído. Todos en el cielo vieron sus alas encenderse en llamas y consumir su cuerpo, después, al tocar la atmósfera terrestre se dividió en dos partes, las cuales cayeron en diferentes lugares de la tierra… dejó de ser un ángel para encarnar en la tierra, para vivir como un vulgar mono sin pelo.


Ana, el ángel que llevó a Castiel por primera vez a la tierra le mostró como un ser celestial caía. Si bien, todos los demás la repudiaron, el sólo pudo pensar en las razones que la llevaron a hacerlo.


La caída de su superior y la anunciación de Dean eran los eventos más importantes que Castiel recordaba de su primera vez en la tierra.

Notas finales:

Nos vemos. Dejen comentarios. 


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