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Eslabones desgarrados por Marcyn

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Notas del fanfic:

Los personajes de ninguna manera me pertenecen. Son de Masami Kurumada.

Notas del capitulo:

No esperen mucho lemón en el cap. si hay pero no del bueno xD. Igual espero que les guste, en mi caso me encantan los vampiros espero que a ustedes también y que disfruten con el fic.

No le arrastraban puesto que todavía se mantenía en pie, pero si le forzaban a caminar con puntapiés y empujones. Sus rodillas ardían le habían aventado tantas veces contra el piso de piedra que sus rodillas no paraban de sangrar. Pero ningún dolor se comparaba a ese que le ardía en el cuello, la cadena de plata con la que le tenían cautivo despedazaba su piel y adormecía sus sentidos para que su cuerpo no pudiera cicatrizar. Los harapos que vestía poco le importaban, pero que le debieran sujeto por otro vampiro le llenaba de humillación.

Se encontraban en lo que orgullosamente llamaban “El nido de los primeros”. Se trataba de un castillo antiguo, el cual tenía la mitad de su estructura totalmente inundada, pues se encontraba en medio de un lago profundo. La anécdota de ese lugar resultaba de las más despreciables, se decía que ese castillo de piedra negra originalmente se encontraba en un valle. Fue construido por un rey orgulloso, que alardeando de la productividad minera de su pueblo mandó hacer el castillo más grande e imponente que hasta entonces se conocía. Al ser un poblado tan prospero los vecinos de tan bello lugar frecuentemente visitaban sus plazas, esto para nada gustó a la corte lo consideraron de mal gusto. El rey queriendo complacer las exigencias ordenó hacer una muralla enorme entre las montañas de modo que quedasen completamente aislados. La orden fue dada y la construcción a los tres años terminada. Se cuenta que el cielo enojado llovió durante días causando la inundación más temible, todos los aldeanos murieron ahogados, pero los habitantes del castillo murieron clavándose las uñas unos a otros, mordiéndose la piel y saltando hacía las aguas que al tocar sus cuerpos los atraían hacía el fondo.

Ahora se encontraba caminando por las ruinas de ese lugar, el que sus hermanos proclamaron suyo por tratarse de algo maldito. Sus pies tenían llagas, para llegar hasta ahí le hicieron subir por una de las montañas. Pero no le importaba solo quería llegar que le juzgaran y por fin morir.

Lo llevaron por distintos pasillos hasta que entraron en la recamara de los juicios, una habitación con el techo muy alto, una escalinata enorme que llevaba hacía tres tronos de Onix y en el fondo un trono más grande de tono carmesí.

-          Lo han encontrado mis fieles amigos, doy gracias por tan buen servicio.- Habló una mujer que se entraba sentada en trono carmesí de largo pelo negro y piel nívea. Vestía una túnica desgastada, posiblemente había pertenecido a una sacerdotisa, ahora la vestimenta estaba negra con manchas de sangre por todas partes.

-          Ha sido un honor para nosotros servirle mi buena señora, nos llena de gracia saber que pudimos hacer algo por usted.- Habló Radamanthys, un rubio de gran altura que se adornaba con la armadura negra de un dragón de dos patas. En sus ojos se podía notar el gran amor que sentía por ella, la pasión que desde hace siglos guardaba.

-          Hijo mío.- La mujer se dirigió hacía el prisionero.- ¿Por qué nos dejaste?

El prisionero no tenía la intención decir palabra alguna.  Uno de los tres hombres pateó sus costillas, se trataba de un joven de ojos color guinda y cabellos negros con tono moráceo para que comenzará a hablar.

-          Déjalo.- Índico la mujer.- Albafica, el cariño que aquí tenemos grato es y nos desprecias como si un mal te deseásemos.

-          Señora… no mía porque yo no merezco señor, si me he ido a voluntad es por lo insoportable que me resultan los de nuestra condición. No me apena decirlo más, noble Pandora que en lugar de nuestro dios oscuro nos protege.

-          ¡No difames hijo mío! Vuestro dios no os ha dejado.

-          Sí me ha dejado mi señora. Me dejo desde que el corazón del único ser que me amase fue apagado y me tragedia se agrega que el por dar tan magnifico don muriese.

-          Lugonides te amaba, consuelo y dicha te debería de dar saberte querido por tan magnifica figura.

-          No me sirve de nada recordarle, como de nada les sirve tenerme cautivo. Soy un mal hijo corredme de una vez. Abridme las entrañas malditas que poseo, librarme por fin de la miseria que me aqueja, os imploro gran señora.- Pedía el hermoso prisionero de cabello y ojos celestes.

-          ¡Por las tinieblas de este castillo!- Contestó escandalizada.- No haremos un acto tan miserable y ruin como ese. Queremos estar juntos, estamos volviendo a reunirnos en esta nuestra primera cuna.- Proclamó abriendo los brazos y mirando hacia el techo.- Es aquí donde pertenecemos.

-          Señora le suplico que me mate, no he de serle útil y ni servirle como usted lo espera. Máteme y libere me de estas cadenas, de mi sufrimiento y de mi dolor.

-          ¡No vuelvas a sugerirlo! Solo empeoras la situación. Te hemos traído hasta aquí porque decidimos juzgar a todo aquel que nos desafíe. Como condenado no tienes ninguna autoridad para pedirnos nada.- Sentenció molesta Pandora, en sus ojos ya no estaba aquella mirada calma y pasiva que tanto la distinguía, sino que una de total severidad acompañada de un agudo dolor.

-          ¿Condenado?- Contestó el acusado con los ojos completamente abiertos.- Pero si yo no los he ofendido.

-          Nos dices que te resulta insoportable el vivir con nosotros, no esperes que no lo tomemos como ofensa.- Rio uno de los tres hombres, el que tenía la armadura de grifo, el de ojos violetas y cabello grisáceo.

-          Señora por favor…

-          No me vuelvas a pedir nada que ya has perdido toda gracia. Por tus crímenes cometidos te sentencio a ser esclavo de sangre de uno de los tres jueces, Minos es el nombre de tú nuevo amo, le pertenecerás como su nuevo discípulo. Si él así lo desea se convertirá en tu sombra.

Albafica se quedó callado. Agachó la cabeza lo más que pudo, el cabello celeste que tenía cubría completamente su rostro, apretaba los dientes con una inmensa rabia. Los tres hombres le levantaron del suelo, Garuda le jaló el cabello asiendo su cabeza hacia atrás para que el cuello fuera más visible, Guiverno le tomó, le abrazaba tratando de inmovilizarlo y al final cuando el forcejeo se vio apagado por las fuerzas de los jueces Minos abrió su muñeca y le obligo a beber de su sangre.

Compartir sangre entre los de su clase era un acto común, si las personas mantenían una relación o vinculo. Pero solo recibir sangre significaba la pérdida total del honor, demostraba dependencia total hacia el vampiro donador, razón suficiente para ser burlado ante la sociedad nocturna. Desde el momento en que esa sangre pasó por su garganta la condena estaba completa, Minos siempre lo podría rastrear.  La única forma de librarse de tan terrible tormento era compartir sangre con el maldito juez, así volvería a ser un igual ante todos.

Terminado el juicio los sirvientes del lugar le llevaron a la que un día había sido la habitación de su maestro, el último cuarto de la torre conocida como “La torre de los doce”. Se trataba de un cuarto polvoso como todo el castillo, en el piso solo estaba un ataúd de madera negra con doce rosas talladas en la tapa, cientos de libros estaban regados por todo el lugar que apenas y se iluminaba con tres tristes velas ya muy gastadas. Apenas llegó se hecho en el ataúd de Lugonides, estaba próximo el amanecer sin darse cuenta se quedó dormido lleno de odio, pensando en patética noche que estaba por terminar.

En la siguiente noche despertó gracias al ruido de uno de los sirvientes, le llevaron algo de ropa para que se quitara los harapos que tenía, le mandaron una túnica negra algo larga y unos pantalones de igual color junto con unas botas de negras.

-          El señor Minos quiere que se reúna con él en el segundo patio.- Dijo el pequeño sirviente que a su vez era discípulo de Minos, Lune era su nombre.

-          Gracias.- Contestó Albafica recibiendo las prendras.

Se cambió sin mucha prisa puesto que no planeaba encontrarse con su nuevo maestro, sólo utilizó la túnica ya que ni los pantalones ni las botas eran de su agrado. Al terminar de vestirse salió directo al cuarto patio o bien llama “El bosque del agua muerta”, no era en si bosque, en el tiempo en el que la desgracia todavía no llegaba a el castillo había sido una terraza enorme. Suponían que estaba encima de lo que había sido el salón de fiestas pues era una gran explanada de forma rectangular, en el centro de la azotea se encontraba un tragaluz redondo, ahora ese tragaluz formaba un pequeño lago en medio de tan extraño lugar, alrededor de éste había crecido un sin de plantas y árboles.

Caminó con sus pies descalzos sintiendo la siempre húmeda tierra de ese lugar, se acercó hacía el pequeño lago y se sentó en una orilla. Con la mirada examinaba todas flores que crecían por el lugar un sinfín de recuerdos llegaban a él, los momentos más dulces de su tierna infancia al lado del hombre que tanto le había protegido. Lugonides lo compró en una subasta de mercado, en ese entonces ya era un niño hueco de toda alma, en las noches se decía el mismo que nació para ser esclavo. Lugonides le motivaba tanto a dejar esa forma lastimosa de tratarse, le enseño el mundo y cuanto conocimiento conocía.

Sus pensamientos se vieron perturbados por los pasos sonoros de otro vampiro. Volteó sin mucho ánimo pues conocía bien tan sofisticados pasos. Minos estaba vestido con su traje de trabajo una especie de sotana negra arreglada con unas pequeñas letras doradas grabadas en una lengua antigua. Se acercó más a donde estaba él.

-          Me gustaría saber porque no fuiste al segundo patio tal como mande a ordenar.- Dijo Minos con un tono autoritario.

-          Perdone pero es que no me dio la gana cumplir con semejante petición.- Contestó el peli celeste con total franqueza.

-          No lo entiendes bien mocoso, yo soy tu nuevo amo, debes obedecer hasta la más incoherente orden que yo te dicte.

-          Para una persona que está dispuesta a morir no existe amenaza que valga.- Dijo mientras le daba la espalda al contrario.

-          Si soy sincero contigo, eres igual de malcriado que tú estúpido maestro, siempre hablando de lo inmoral de nuestra existencia, siempre soñando con un mundo imaginario. Dime si es verdad que te quería tanto ¿Por qué te convirtió en esto? Él nos odiaba, nos lo dijo una y mil veces, así como tú su insensato hijo también pregonas tú desprecio.

Albafica se quedó callado, no era que la pregunta que Minos le acababa de hacer le fuera nueva él mismo se la hacía casi todas las noches. Le dolía bastante pensar en eso.

-          Mi maestro esperaba compartir la inmortalidad conmigo a fin de no estar solo, rodeado de imbéciles egoístas como tú y el resto de nuestra venerable especie.- Contestó Albafica elevando un poco la voz.

-          No me hagas reír, la cadena de la que tú vienes es una muy especial en cuanto el corazón del nuevo vampiro palpita el del viejo maestro se apaga. Es un patrón que se viene repitiendo desde varios siglos quizá hasta milenios, Lugonides sabía que iba a morir ten eso en tu bella cabecita, nunca fue su intención caminar juntos por la oscuridad de estás paredes, sólo buscaba a quien pasar su maldición y podredumbre.- Al terminar de hablar Minos se encaminó hacía las afueras del bosque.

Albafica estaba realmente molesto, no por el desprecio con el que se refería hacía él, sino por haber nombrado a su maestro de semejante forma. Le hería, el mismo sabía que su mentor parecía estar dispuesto a morir, aun así trató de engañarle para que no se preocupara, cuando éste murió dejo todo arreglado para quien sería su heredero, lo que significaba que efectivamente él sabía que tenía que morir. Con la ira al borde de la locura decidió comprobar cierto truco que Lugonides le había dejado escrito en un diario junto con un sinfín de consejos que esperaba no llegará a utilizar. Lo reflexionó un poco pero no había mucho que pensar si lo hacía y funcionaba aparte de vengarse de Minos también podría librarse obteniendo por la fuerza la sangre del juez.

Se acercó por la espalda de Minos y le jaló de un brazo, ambos cayeron sobre la fresca yerba que crecía por los alrededores. Se sentó sobre la cadera de Minos con las piernas abiertas. EL juez estaba terriblemente confundido quería humillarle un poco pero ni en sus más perversas fantasías pensó que semejante acto sucediera.

-          No vuelvas a decir esas cosas tan terribles, por favor. – Dijo Albafica con una mueca de inmenso dolor, si quería conseguir su objetivo tenía que actuar de manera sumisa y provocativa aunque en el fondo se asqueara.

-          Si fueras así todo el tiempo no tendría por qué ser hiriente.- Minos levantó su torso hasta que dar sentado, tomó las piernas del contrario y lo subió sobre su pelvis. Desabrochó los primeros cinco botones de la túnica de Albafica para acariciar su pecho.

-          Sí mi señor.- Contestó con un deje de resignación, subió su vestimenta hasta el tronco de sus piernas para mostrar que bajo su túnica no había nada, comenzó a frotarse contra el miembro de Minos que apenas y comenzaba a despertar.

Minos le apartó un poco para desabrocharse el pantalón que traía bajo el atuendo de juez, con una seña indicó al contario que se posará sobre el nuevamente sin tardarse nada Albafica le obedeció. Minos comenzó a besarle los pezones y con una de sus manos le acaricia el trasero.

-          Siempre había soñado con tenerte de esta forma…ahm…-Decía completamente excitado el lujurioso juez.- anh… pero tu querido maestro no me dajaba ponerte ni una mano encima.

-          ¿Tanto me deseabas?...ahm…- Dijo Albafica mientras se frotaba con más fuerza.

-          Ahmm… ahn… desde que eras un mocoso…ahn… no sabes cómo soñaba con metértela hasta el fondo de tu maldito ser… si ahora eres estrecho no me puedo imaginar cuando tenías doce.

-          Ahn… ¿Alguna vez soñaste húmedo con mi persona…ah?- Preguntó arqueando una ceja.

-          Te desnudaba con la mirada…ahn cada vez que veía tu pequeño trasero caminar haciendo… anm los mandados de tu maestro… por supuesto que soñé contigo.

Albafica al ver en su punto máximo la enorme erección del juez la metió en su ser de un solo sentón, al principio sintió el dolor agudo pero más delante empezó a sentir el placer de ser poseído por tan colosal miembro. Subía y bajaba la cadera casi a un ritmo frenético Minos con sus manos le sujetaba el trasero para ayudar a que se embistiera más fuerte. De pronto el miembro de Minos comenzó a calentarse de una manera exquisita que nunca había sentido, finalmente se corrió dentro de Albafica. El contrario siguió montándole con la misma fuerza puesto que su propio orgasmo todavía no llegaba.

De pronto llegó un dolor agudo a sus sentidos, el juez sentía su vientre arder de una manera extraña como si algo le desagárrese desde adentro. Trató de apartar al peli- Celeste, sin embargo cuando intentó separarlo le aprisionó entre sus piernas con más fuerzas mientras le regalaba una sádica sonrisa. Pronto se vio víctima del miedo, el dolor se intensificaba por todo su tórax, hacía esfuerzos inútiles por salir del cuerpo del contrario, pero no lograba concentrarse los suficiente algo le aturdía. Albafica aumentó la velocidad con una mueca de satisfacción decorando su bello rostro, mientras observaba como el rostro de Minos se contraía por el dolor, después de ver aquella mirada frustrada buscaba encontrar su próstata para disfrutar mejorar el momento.

Minos se tiró en el suelo, el dolor había avanzado hasta llegar a su pecho sentía como si tuviera diez anzuelos en su corazón y  los tirasen todos al mismo tiempo. No lo solo sentía dolor en esa zona en sus venas sentía como espinas que le desagarrasen conforme fluía su propia sangre.

-          O amo mío dedícame tu dulce mirada.- Minos abrió furioso los ojos en una mueca de enojo y desesperación. Esto causo el completo éxtasis de Albafica, quien se vino dentro de su propia túnica.- No era lo que querías tanto.- Albafica depositó un beso en la mejilla del juez, mientras se levantaba.

-          ¡Maldito seas! ¿Qué me hiciste? Eres un maldito cabrón.- Dijo Minos retorciéndose de dolor entre la hierba del lugar.

-          Nada que no te merecieras, maldito bastardo.

-          ¿Qué me hiciste? ¿Qué es está mierda?

-          Tú lo dijiste mi cadena está maldita, siempre se rompe el eslabón que está antes, lo planteaste muy bien. Si creíste que meterte con alguien maldito no traería ni la menor consecuencia te equivocaste gravemente.

El dolo que sentía Minos se redujo un poco, haciendo uso de todas sus fuerzas fue a ver su reflejo en el agua, estaba marcado, tenía en la cara marcadas todas las venas de un color negruzco, examinó el resto de su cuerpo y era lo mismo.

-          ¡Maldito! ¡¿Cómo se desase tan pérfido maleficio?!- Gritó colérico.

-          En unos años se quietarán solas, puedes apresurar el proceso aceptando mi sangre.

-          ¿Y liberarte? No, gracias prefiero verme así antes que humillarme de semejante manera.

-          Como tú quieras amo mío, pero recuerda que ahora funges como juez de todos nosotros ¿que dirán los condenados al ver semejante autoridad?- Terminó con una risita que en los oídos del contrario retumbaba como la más sonora carcajada.

-          Le diré a Pandora que te castigue por semejante ofensa.

-          Ya te lo he dicho no temo a la muerte y sinceramente dudo mucho que te atrevas a platicar sobre fornicio con Pandora nuestra enamorada virginal, sabes lo importante que es para ella la pulcritud.- Contestó victorioso Albafica mientras caminaba así los límites del jardín.

Minos se quedó tumbado en el suelo, el dolor había terminado pero las marcas seguían en su piel, le daba asco ver como el aspecto de sus hinchadas venas. Pensó que sería lo correcto, no quería perder a quien tanto tiempo le había costado tener y de pronto pensó ¿Realmente le pertenecía?

Notas finales:

Espero les gustará, por favor comenten quiero sabes su opinión.


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