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Colores primarios por blendpekoe

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En mi trabajo, al contar con todo el personal bilingüe y permanente, la directora nos dio la noticia de que el centro haría convenio con algunos seguros de medicina privada para trabajar con turismo médico y así ayudar al aumento de personas que llegaban buscando cirugías reparadoras. Al negocio no le iba nada mal, los pacientes nunca faltaban y ninguno era local, esos arreglos demostraban más codicia que necesidad. Pero eran novedades que me contentaban, me gustaba el empleo y me gustaba la idea de tener un poco más de trabajo. No podía negar que allí dentro se vivía bajo cierta irrealidad, las personas que atendía estaban felices por la cirugía que pretendían hacerse, no había enfermos ni gente preocupada por los resultados. Cuando escuchaba a Santiago hablar de lo que a él le tocaba ver, más me convencía de querer seguir trabajando en esa clínica.

Alfredo me traía las novedades de todo lo que ocurría, que de alguna forma recolectaba con grandes detalles a pesar de no tener mucho tiempo para llevar a cabo investigaciones. Él contaba con permiso para andar por los pasillos y habitaciones, extrayendo sangre para controles y cruzando a medio mundo. Mi trabajo no era móvil por ende yo no tenía la misma posibilidad. Después de su recorrido, si lo tenía, entraba a mi sala ya sin tocar, bajo la rutina de todos los días, trayendo chismes o café.

—¿Ya sabes qué vas a hacer en tus vacaciones? —me preguntó.

No había reparado en eso en ningún momento, que lo mencionara fue la alerta de que el detalle se me había pasado por alto. Debía apurarme en hablarlo con Santiago para que nuestras vacaciones coincidieran, no faltaba mucho.

—No sé —contesté con problema.

Levantó un cuadernillo que traía para mostrarme la portada pero no entendí de qué se trataba.

—Voy a hacer trabajo voluntario humanitario en mis vacaciones. Te puedes anotar.

Lo ofrecía en serio. Me limité a negar con la cabeza impresionado de saber que él haría eso en sus días de descanso. Puso atención a su cuadernillo, pasando sus hojas pero sin leerlo.

—¿Te quedarás con tu novia?

Cada tanto hacía una pregunta más o menos parecida a esa, en un intento de sacarme información. En esos casos optaba por no responder y poner cara de que no era asunto suyo. Pero me tomaba en un momento en el que me sentía muy seguro con Santiago y no imaginaba un futuro que no fuera junto a él.

—Novio —corregí.

—Aaahhh.

Lo miré de reojo, él seguía con su cuadernillo pero riendo, ya sea porque había logrado que respondiera o porque sospechaba la respuesta.

Volví a pensar en las vacaciones, incluso si coincidíamos con las fechas no había dinero para hacer mucho. Se me pasó por la mente la posibilidad de pedirles prestado a mis padres pero dudaba que Santiago aceptara tal cosa y no era algo que podía hacer en secreto, tenía que poder justificar el dinero. Se me ocurrió como única opción un viaje de tres o cuatros días, no más, pero no sabía qué lugar sería el indicado para tan poco tiempo.

Al llegar a casa me recosté y revisé con mi celular los costos de un plan como ese. La playa era el destino más solicitado pero con lo que costaba estar unos días en la playa se podía conseguir mejores cosas en otros lugares. Me dormí en plena búsqueda y al despertarme Santiago estaba a mi lado, durmiendo profundamente, afuera ya empezaba a oscurecer. Sin molestarlo, seguí revisando destinos en el celular pero uno de los resultados trajo otra cosa en la que no había pensado: Navidad y Año Nuevo. También faltaba poco para eso. Dejé el teléfono para mirar a Santiago, me parecía increíble todo lo que viviría con él. En ese momento, una tontería como Navidad, que antes no provocaba mucho en mí, comenzaba a entusiasmarme. Procurando no hacer ruido me levanté para bañarme y preparar la cena, preocupado porque no teníamos árbol de Navidad. Mientras comenzaba a lavar algunos ingredientes, Santiago apareció con el aspecto de alguien que había despertado en plena madrugada, como si la siesta no le hubiera dado descanso.

—Tendrías que haberme despertado —dijo arrastrando las palabras.

Abrió el refrigerador y se quedó mirando su interior. Me di cuenta que buscaba algo para beber, como le gustaban las cosas dulces el agua nunca era su primera opción, pero no había nada. Le serví una limonada que preparé previendo la situación. Aunque él era más de gaseosas y jugos artificiales, con el tiempo empezó a tomarle el gusto a cosas más naturales pero tenía que ser dulce.

Más despabilado, besó mi hombro en agradecimiento.

—¿Ya sabes cuándo sales de vacaciones?

Se quedó pensando.

—En realidad necesito saber cuándo Julieta sale de vacaciones. No quiero que nuestras fechas se solapen.

Tomó una servilleta para secar las cosas que yo había lavado. La coordinación sería más complicada de lo que pensaba y decidí no insinuar nada respecto a lo que podíamos planear hasta que no tuviéramos las fechas definidas.

***

Santiago y yo hacíamos las compras juntos, una gran compra para evitar tener que salir por cualquier cosa. Ninguno de los dos regresábamos del trabajo con ganas de tener que ir a un mercado. Además, porque diferíamos en ciertos gustos. Esa semana sumamos a Iris en la aventura de las compras, quien se mostró muy entusiasmada como si fuera un paseo estar en el supermercado. No tardé en darme cuenta del motivo, quería todo lo que veía y Santiago caminaba detrás de ella quitándole las cosas que tomaba. Era gracioso pero hacía el recorrido muy lento. La parte más agonizante fue avanzar del sector de juguetes, en ese lugar dejó de parecerme buena idea que ella nos acompañara. No entendía de razones y ese día Santiago tampoco mostraba la mejor paciencia por lo que discutían mucho. En un momento Iris tomó un paquete de galletitas caseras de la panadería y no pude contenerme cuando su padre le dijo que no, iniciando una nueva discusión.

—Déjala que lo lleve —sugerí.

Y cuando Santiago accedió, Iris no tardó en encontrarle alguna lógica a la situación. Entonces lo siguiente que agarró decidió mostrármelo a mí para que le dijera que lo llevara, la situación no tuvo remedio a partir de ese momento. Se perfeccionó enseguida, no nos preguntaba al mismo tiempo, primero era a uno y si la respuesta era negativa, pasaba a lloriquear con el otro. Como me costaba decirle que no, opté por responder "eso lo decide tu papá" sobre lo que me pedía llevar. Así que ellos terminaban peleando y yo quedaba ileso.

A pesar de las peleas, llevamos varias cosas que ella solicitó para darle el gusto. Mientras hacíamos la fila para pagar Santiago me dejó solo con Iris bajo la excusa de ir al baño. Tal vez pensaba que eso ayudaría a la relación. Las filas eran largas, con mucha espera y ella no desaprovechó eso. Señaló una caja de Oreos y me lo pidió. Me quedé mirando la caja y decidí que era culpa de Santiago el haberme dejado.

—Sí. Pero que sean de frutilla, eso le gusta a tu papá —indiqué.

Entonces trajo dos cajas.

—Solo una caja.

—No. Es una para mí y otra para mi papá —me explicó.

Ella no entendía mal, entendía como le convenía. Me rogó por las cajas y terminé diciéndole que sí. Y habrá pensado que era su oportunidad porque me pidió una lata de gaseosa que estaba a la vista entre todas las cosas que el supermercado ponía cerca de la fila. Era claro por qué ponían todo eso allí.

—No vamos a llevar ninguna gaseosa.

—Pero es una lata no es una botella —justificaba.

La miraba sin poder creer que de odiarme y ponerse tímida, había pasado a querer manipularme.

—Nada de gaseosas.

—Una solita —rogaba.

—Si llevamos la lata, no llevamos ninguna galletita.

Se quedó callada, sin ganas negociar. Santiago apareció y ella no tardó un solo segundo en pedirle la misma gaseosa.

—No.

—Prometo que me porto bien.

—¿Te ibas a portar mal? —preguntó su padre mirándola a los ojos.

Eso fue mucho para ella y no supo cómo responder la pregunta. Pero no se rendía y también le dio su perspectiva de que era una lata y no una botella. Pero no lo convenció y se cruzó de brazos en forma de protesta, Santiago suspiraba agotado. Se apoyó en el carro dedicándole algunas miradas de reojo para confirmar que no estuviera tocando nada. El cansancio comenzaba a ganarle.

—¿Te sientes bien? —pregunté con curiosidad.

—Sí. —Sonrió—. Tengo que dejar de fumar si pretendo seguirle el ritmo —dijo mirando a Iris.

Era cierto que necesitaba dejarlo pero ese no era el momento más indicado, no con el estrés bajo el que estaba, y por ese motivo no intentaba hacerle ninguna sugerencia.

Pero Santiago estaba intentando ocultar otra cosa bajo la excusa del cansancio. Cuando nos sentamos a cenar parecía malhumorado y después de un par de bocados dejó de comer.

—¿Qué sucede?

Miré su plato tratando de encontrar algo malo en la comida, él tardó mucho en responder.

—No me siento muy bien —murmuró.

Estaba un poco pálido y se sentaba con cierta rigidez. No quise hacerle más preguntas frente a su hija porque entendí que su discreción era intencional.

—Es mejor que te recuestes.

Me paré para acompañarlo pero él negó con la cabeza. Iris nos puso atención sin entender qué sucedía pero percatándose de que algo no estaba bien. Santiago me dedicó una mirada llena de dolor que me llevó a pensar que no era un simple malestar.

—¿Quieres ir al hospital?

Al verlo asentir supe que era algo serio.

Notas finales:

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