— ¡SeHun!
—¿¡Qué!?
Silencio... Un profundo silencio.
— ¡SEHUN!
—¿¡QUÉ QUIERES, MAMÁ!?
— ¿¡POR QUÉ NO ME CONTESTABAS!?
Rodó los ojos y durante dos segundos sintió unos deseos que entrarían en la categoría psicológica de "asesino psicópata", dirigidos a su madre.
— ¡SI LO HICE!
— ¿LAVASTE LA LOZA?
— ¡SI!
Y otro silencio. Pero esta vez no hubo regaños ni otras preguntas de parte de su madre. En su hogar las cosas funcionaban de aquella manera, a gritos. Era el modo de comunicación más efectivo que existía entre sus progenitores y él. Sehun vivía encerrado en su pieza después de la escuela, y sus padres nunca iban a verlo, no le hablaban demasiado tampoco si es que no era para cosas puntuales. No es que fueran malos padres, o quizás sí, sólo que las situaciones de la vida y las costumbres arraigadas de parte del chico y de los adultos, habían sido las culpables de que así fuera su relación.
Cuando por fin Sehun se aseguró de que no volvería a ser interrogado, luego de unos exactos 13 segundos de espera contabilizados, volvió a prestar atención a su computadora. Los textos en los que debía basarse para hacer el ensayo de Historia Universal habian comenzado recién a descargarse.
La computadora de Sehun era una vieja momia, como la llamaba él, y se demoraba siglos en descargarse los PDF o cualquier clase de trabajo que debiese realizar. Era mediocre trabajar con ella, en realidad, pero no le quedaba de otra, al menos hasta que terminase de juntar el dinero para comprarse la laptop que tanto deseaba. Sehun no le pediría dinero a sus padres, nunca había sido su estilo y sabía que le dirían que no, al menos hasta que su computadora explotara o algo de esa índole, y seguramente la mandarían arreglar en vez de comprarle una laptop nueva y decente, necesaria para cualquier chico de 16 años de edad.
Suspiró con pesadez y rápidamente giró el rostro hacia su ventana, que daba al complejo de departamentos al lado del suyo.
Y cruzando el estecho callejón, en la ventana enmarcada por una pared de ladrillo color rojo sangre, se encontraba él, su vecino, Jong In. Su pasatiempo favorito.
Jong In, según las aproximaciones de Sehun, era un chico de más o menos unos 19 o 20 años de edad. Alto, de piel moreana, abdominales muy bien formados, sonrisa amplia, brillante y de una perfecta dentadura blanca. Su cabello era de color café, pero a veces se aparecía por la ventana con un tono diferente, ya sea más claro o más oscuro, lo cuál solía sorprender al adolescente. Jongin vivía precisamente al frente de la ventana del cuarto de Sehun, y este solía observarlo gran parte del día desde hace un par de meses.
JongIn había llegado al complejo de apartamentos hace más o menos un año ya, si es que Sehun no se equivocaba, no lo venía observando desde el primer día en realidad. De hecho, había reparado en él sólo unas mínimas veces por el hecho de que a veces lo veía pasar por la ventana, pero nada más interesante que eso.
El creciente interés de Sehun hacia el moreno fue completamente culpa de sus padres, tres meses después de que JongIn se mudara, cuando hicieron un comentario durante la cena.
"¿Notaste que se mudó un chico nuevo al edificio de al lado, cariño?" Interrogó la madre de Sehun, y el padre sólo asintió, mientras Sehun observaba su pollo. "Pues al principio me había parecido una persona muy amable, me ayudó a sacar la basura cuando la llevaba al callejón. Pero adivina... Ayer lo ví entrar de la mano al edificio, con un muchacho".
Pudo notar el tono de voz con el que su madre habló, y, también, puedo divisar de reojo la expresión del rostro de su padre. No debía ser novedad que en un país como ese, sus padres aún fueran de ese porcentaje de la población que presentaba un gran grado de odio a los homosexuales. Sí, sus padres eran homofóbicos.
Sehun, por supuesto, no hizo comentarios al respecto. Pero desde exactamente esa misma tarde fue que comenzó a observar a Jongin a través de la ventana. La verdad es que Sehun envidiaba le modo de vida de Jongin, una vez comenzó a descubrir su forma de ser a través de la ventana y cinco metros de callejón.
A Sehun le gustaría tener la seguridad que tenía el muchacho para realizar las cosas.
Sehun no era gay. O al menos, eso creía, dado que nunca se había sentido sexualmente atraído por sus vecino, ni mucho menos sentimentalmente, pero seguía observando todos los días por la ventana a su vecino.