Suga salió corriendo a toda velocidad de la habitación. Acaba de besar a Taehyung y no sabía dónde meterse. Confesar los sentimientos que experimentaba por el menor no era algo que hubiera estado en sus planes cuando ingresó en su cuarto. Lo único que quería era apoyarlo un poco. Lo había visto muy decaído durante la comida, por lo que nació en su interior un sentimiento de protección que buscaba reconfortarlo. Hacía algunos meses que tenía muy claro sus sentimientos por el menor, más no esperaba tener que confesarse nunca.
Yoongi era consciente de sus carencias. Sabía que tenía una personalidad difícil en comparación a la
de V. Era una persona relativamente fría a ojos de los demás, pero cualquiera que le conociera lo
más mínimo era consciente de que era todo por timidez e inseguridades. Incluso con los miembros
se esforzaba en negar que esto no era así, y hasta el momento parecía haber surtido efecto.
Taehyung era todo lo contrario a él: alegre, hablador, hiperactivo...todo su opuesto. Y precisamente esto es una de las cosas que más le gustaba de él.
El rubio se dio cuenta de los sentimientos que había desarrollado mientras miraba la sonrisa del castaño. Ese gesto rectangular lo volvía totalmente loco, deseando con todas sus fuerzas que nunca
desapareciera de su rostro. Por eso, el verlo triste lo había hecho actuar por impulso. Sólo quería saber qué era lo que le ocurría y darle su apoyo. Podía parecer algo extraño viniendo de él, pero normalmente tenía ese tipo de sentimientos de preocupación por el resto de los miembros.
Ahora lo había arruinado todo. Había besado a Taehyung mientras le confesaba su más profundo
secreto. Y toda la culpa era de esos ojos cristalinos que miraban la lluvia detenidamente. Estaba
observando las preciosas orbes con detenimiento, pensando que se veía como la persona más
impresionante sobre la faz de la tierra. Sin embargo, su cuerpo había reaccionado antes que su
mente.
Su deseo había sido mayor que su raciocinio, por lo que tendría que pagar las consecuencias. ¿Qué
se suponía que le iba a decir al menor?¿Que era un error? Eso no podía hacerlo. Aparte de porque
no lo era, sonaba al cliché más repetido de la historia.
Tras su arrebato había huido despavorido hacia el salón, revolviéndose el pelo en desesperación. Los chicos estaban descansando en sus habitaciones. Era lo más común cuando tenía un día libre. Comer y dormir. No había nada mejor que eso para recuperar todas las fuerzas perdidas.
Se puso a mirar por la ventana en la que Taehyung había estado ensimismado esa mañana, apoyando la frente en el cristal para observar las gotas revoltosas. Tenía que erradicar cualquier pensamiento negativo que tuviera el menor hacia él después de lo ocurrido. Pero no sabía qué demonios hacer.
Una mano tocó su hombro con suavidad, haciendo que se girara con rapidez por la sorpresa.
Taehyung se encontraba delante de él mirándolo serio, notando como un pellizco se instaló en su
estómago. Ese era el momento de hablar las cosas con claridad y ser consecuente con sus actos.
Pero no era capaz de articular ni la más mínima palabra.
— Hyung...tu también me gustas.
Una sonrisa escandalosamente amplia apareció en los labios de Taehyung, haciendo que todo su
cuerpo se destensara de golpe. Sabía que era verdad, que sus palabras eran ciertas. Podía ver la
sinceridad plena en los ojos de su donsaeng. Y desde ese preciso momento, era como si la vida fuera un poco más bella. Tomó el rostro del menor entre sus manos sin vacilación, depositando en los
labios ajenos el beso más dulce que su alegría le permitía. Sabiendo que su atrevimiento sería el
inicio de la historia más bonita que se pudiera nunca relatar.