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Versus ll por Tsuyume

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Notas del fanfic:

Una vez dije que "Versus" me dejó con ganas de epílogo y bueeeno, no salió como epílogo, pero definitivamente tenía que escribir una segunda parte.

Si no han leído "Versus" no creo que se pierdan de nada, pero si gustan, por allí anda colgada lo que sería la primera parte de esta historia.

¡Is KasaKi!

Disclaimer: Los personajes de "Kuroko no Basket" no me pertenecen, sólo esta historia/Fanfic. Yep.

[Primera Parte]

El Regreso de Kasamatsu

*°*°*°*

Estaba aburrido.

Lisa y llanamente aburrido.

Y no podía dormir…

Sólo estaba allí, acostado en la cama de su habitación, mirando a la nada en la oscuridad. Sus padres habían vuelto de su viaje de las Islas… quién sabe qué esta vez, y él prefería no salir a cuesta de ellos. Después de todo, no había ninguna carrera importante esa noche. Según él, estaba "insomnizando"; no podía simplemente cerrar los ojos y dormir. La noche ya no le traía sueño, al contrario.

Y se sentía todavía más aburrido solo en esa habitación; observando como si a ese lugar le faltara algo... alguien.

Mierda... Cómo lo extrañaba.

Su celular se iluminó haciendo un ruido al vibrar imposible de dejar pasar. Kise, gratamente intrigado, lo tomó para ver que se trataba de Moriyama:

—Kise —sonrió Yoshitaka del otro lado—, ¿recuerdas que me dijiste que si sabía algo de Kasamatsu te lo dijera de inmediato, así sea para decirte que estaba muerto? —bromeó.

—Acaso él...

—¡Olvídate de eso! —rió— Y será mejor que tomes tus llaves y vengas aquí, en el punto de encuentro. Ese desgraciado de Kasamatsu volvió; lo estoy viendo, lo tengo justo aquí en frente mío.

El corazón de Kise pareció caer veinte pisos sin escalas, y de inmediato una sonrisa se formó en sus labios, tan amplia y tan entusiasmada como los bombeos de su sangre irradiando calor por todo su cuerpo.

«Finalmente volviste, Yukiocchi»

Y sabía que sus padres estaban en casa, pero ya no le importaba. No podía contenerse. Quería salir corriendo de esa casa, tomar su coche y manejar a toda velocidad hacia Kasamatsu y ver, vercon sus propios ojos que aquel desgraciado había regresado como aquella vez le dijo. Así que se puso la ropa y tomó de un manotazo las llaves de su mesa de noche para salir corriendo hacia las escaleras y bajarlas como alma que lleva el diablo. Mas, cuando cruzó la vasta sala de estar, una luz se encendió, sorprendiéndolo.

—¿Adónde se supone que sales a esta altura de la noche, Ryouta?

Era su madre. Cruzada de brazos. ¿Qué hacía despierta? A lo mejor el viaje y el cambio de horario no la habían dejado dormir. ¡Y justo ahora que sólo quería salir corriendo de allí, tenía que dar explicaciones a su bendita madre!

—Nada importante —sonrió, diciéndole con el brillo de sus joviales ojos: "Ryouta es bueno"—. Sólo salía. Ya sabes, por el calor, no podía dormir y creí que dar una vuelta me ayudaría —dijo como si eso fuera suficiente.

Y tal vez debía serlo. Es decir, ya tenía veintidós jodidos años. Tendría que poder salir de su casa a la hora que se le antoje... Siempre y cuando explicara la situación adecuadamente, a lo mejor. Pero no podía simplemente decirle: "Voy a ver a mi estúpido novio. El muy condenado salió de la ciudad hace ya no sé ni cuantos meses con la idea de entrenarse para... ¡Ah! ¡Aún no podía entenderlo! Por más que Moriyama le hablara, o el resto de los chicos, el orgullo de Kasamatsu era algo que no lograba comprender. Y que seguramente en ese preciso momento iría a reclamar por su merecida explicación.

Claro, si su madre lo dejaba.

Ok. Aunque no lo hiciera.

—No se te ocurra decirme que vuelves a las andadas, Kise Ryouta. Ya te lo advertí aquella vez. No desafíes mi autoridad. Sabes que no apruebo en lo absoluto esto que haces. ¡Por dios! ¡Si la policía te atrapa! ¡Tu cara en los periódicos de la ciudad como un delincuente! ¡Mi único hijo terminando como otra de esas ratas! —clamó histérica al cielo raso— ¡Ni lo pienses, me oíste, Ryouta! ¡¿Ryouta?! —pisó el suelo con ímpetu al comprobar que su malcriado y siempre tan poco obediente hijo había desaparecido de su vista en medio de su reprimenda. Esperaba, ingenuamente, que siquiera haya oído algo de lo que le dijo.

Kise salió más sonriente que de costumbre luego de toparse con su madre. Al fin y al cabo, él era tan obediente como un perro consentido. Y amaba ser así. ¡Por supuesto que sí! Kise llevaba la provocación en sus ojos con orgullo. A lo mejor fue eso mismo lo que enamoró a Kasamatsu… Ryouta sonrió de sólo imaginárselo.

Y el saber que pronto se encontraría con él hacía de esa agradable sensación todavía más placentera. Encendía sus latidos. Erizaba su piel. Hacía que su mirada se afilara con picardía.

Ansiaba verlo.

Y luego lo golpearía. Claro que sí.

.

.

—Joder, Kasamatsu, es una belleza. ¿A quién se la ganaste? —sonrió Moriyama al ver la nueva posesión de Kasamatsu: un interesante Darius' Toyota Supra amarillo, de pintura brillante y llantas tan negras como la noche. Y es que no era sólo por el vehículo que Kasamatsu era una de las figuras allí. Todos lo reconocían; incluso lo veían mejor que antes. En especial la belleza de la que vino acompañado.

Las luces de los demás coches hacían de iluminación en esa cálida noche. Entre espectadores, apostadores, corredores y coches de competencia, Kasamatsu parecía hacer brillar su mirada más que ninguna y Moriyama podía jurar que hacía rato no le veía una jodida sonrisa más socarrona que la de entonces. Algo se traía entre manos. Lo sabía. Ese bastardo amigo suyo definitivamente tenía algo en mente.

De pronto la atención del público se la llevó la llegada del nuevo competidor, que en un deslumbrante coche azul eléctrico hacía acto de presencia. Kasamatsu aminoró su sonrisa con una mezcla de malicia y felicidad al reconocerlo. Varios se hicieron a un lado y aullaron con euforia al verlo llegar. Y las chicas allí presentes parecían derretirse entre miradas y sonrisas provocativas, productos de sus desesperados y desconcertados sentidos. Kasamatsu no pudo ser la excepción.

Después de todo, se trataba de Kise…

Idiota.

Era literalmente como Kasamatsu se sentía. No podía dejar de dar crédito a ese entusiasmo que lo abordó desde el mismo momento que cruzó el límite de la ciudad, cuando finalmente se sintió de nuevo en casa. De nuevo listo para enfrentarse a Kise Ryouta. El mismo jodido niñato que aquella inolvidable noche se había quedado con su más preciado coche; con su título; con su orgullo y de paso —porque parecía haber estado de oferta— le arrebató algo más...

La cordura.

La tranquilidad del sentirse inamovible.

Ahora él era quien llegaba desde una ciudad perdida a retarlo, y era el mismo Kise quien bajaba de su espectacular coche azul para recibir el jolgorio de la gente, cual cabeza de serie en lo que las carreras disputadas contabilizaban. Pues Kise se había convertido en el nuevo invencible desde aquella vez que le ganó a Kasamatsu. Y sí, Yukio había vivido con ello por un tiempo. De alguna forma follarse a Kise en esa oportunidad aminoró el fastidio de su irritado y machacado orgullo. Después... No.

Y no supo qué fue lo que le sucedió. Kise Ryouta sólo lo embrujó. Quién sabe con qué. Cómo. Sus ojos. Sus labios. Su forma de mirarlo y hacerlo sentirse único. A lo mejor su forma de retorcerse a su merced lo había dejado más que anulado de cualquier pensamiento que no fuera Kise y esa loca idea de "pasar tiempo juntos" y luego formalizarse en ese estado que Kise llamaba "novios".

Ok. Era su jodido novio. Así maneje días y noches a la otra punta del planeta lo seguiría siendo. Seguiría pensando en él. Ansiando verlo. Tocarlo. Joder, hasta verlo sonreír le hubiera bastado cada noche que pasó lejos suyo para calmar su inquieto corazón. Y para el colmo de los colmos... ahora que lo veía de nuevo, se veía endemoniadamente bien con ese nuevo corte de pelo.

—Tiempo sin vernos, Yukiocchi —saludó Kise con la mirada de un retador—. Me había cansado de esperarte —con una sonrisa, digna de su grata sorpresa al verlo nuevamente, caminó hacia él, acercándose tanto como su cuerpo le demandó. Observándolo atentamente—. Oye… Te creció el pelo. Te queda bien.

Kasamatsu sonrió divertidamente de lado al comprobar que no fue el único que reparó en el aspecto del otro.

—Dime, ¿te aburriste de tanto ganar, Kise? —en medio de tanta gente no podía llamarle simplemente "Ryouta".

—Ya te lo dije. Me aburrí, sí, de esperarte. ¿Qué tanto has estado haciendo sin mí, eh? Creí que volverías a la semana porque me extrañarías, pero te fuiste por un buen tiempo —negó con la cabeza; fingidamente indignado—. Que no me entere que te hiciste de nuevos "amiguitos" por allí, Yukiocchi... Mira que soy celoso. Ya lo sabes.

Y Ryouta siempre fue muy claro para hacérselo saber.

—Déjate de palabrerías, Kise —sonrió—. Sabes por qué me fui y por qué ahora estoy aquí. Así que no me hagas esperar y suéltalo de una vez. ¿Aceptas o no correr conmigo...? Por él —su dedo índice señaló el auto azul que aguardaba estacionado detrás de Kise; ese mismo que un día le perteneció a Kasamatsu.

Kise ladeó el rostro como si estuviera pensándoselo. ¿Pondría en juego el único objeto que en todo ese tiempo hizo del recuerdo de Kasamatsu un sentimiento latente? Lo único que tenía de él.

Si era a cambio de respeto, Kise lo arriesgaría todo.

—Oye, Kise, procura no golpearlo con la parte lateral derecha. Esta jodida la puerta desde la última vez que Kasamatsu la utilizó para correr contra ti —dijo Kagami mirándolo desde afuera del coche, para luego darle una gran y despreocupada mordida a su hamburguesa.

—¿Y por qué no me lo dijeron antes?

Reclamó Kise, incluyendo también a Aomine que estaba parado al lado del pelirrojo, vistiendo ambos sus overoles de mecánicos. Bastante sucios para entonces.

—Sólo hazle caso —contrapuso Aomine—. Además es culpa tuya por no querer que lo modifiquemos después de ganárselo a Kasamatsu. Era obvio que necesitaba una buena transformación. Pero, claro, tú saliste con tus mariconadas de: «No toquen el auto de mi novio. Quiero que quede tal como estaba» —decía sobreactuando la aguda voz de Kise y exagerando un poco sus expresiones.

—Cállate.

Le recriminó un sonrojado Kise, apretando con molestia el volante delante de él.

—Menos la pintura. La pintura está bien —sonrió el embobado moreno, le gustaba mucho ese color azul. Kasamatsu tenía estilo; debía reconocérselo.

—Oi, Kise —llamó Kasamatsu desde el otro lado y sólo cuando obtuvo la mirada expectante de Kise continuó—, quiero que me demuestres qué tanto has mejorado. Maldición —sonrió emocionado, mirando de nuevo al frente—. Si antes eras rápido, ya quiero ver el demonio en el que te has convertido.

—Lo mismo digo —le gritó desde su coche, el que fuera de Kasamatsu—. Si te sientes mejor de lo que te recuerdo, entonces demuéstramelo. Haz que valga la pena.

—…¿Alguna vez te dejé con las ganas?

Con una sonrisa abrumada y el calor subiéndole por el cuello, Kise se negó a creer que Kasamatsu estaba jugando con el doble sentido. Pero aquella sonrisa socarrona le dijo lo contrario.

Y Kasamatsu estaba lo suficientemente lejos de Kise para que este note el tono rojizo de su mejillas.

Kagami se puso la hamburguesa en la boca, sin morderla del todo, sólo sujetándola, mientras tomaba un par de banderines y se paraba en frente y en medio de ambos competidores.

—¡Sexy!

Le gritó alguien entre el tumulto de gente.

—Cállate, Satsuki —le regañó Aomine ofendido de que le hablara así a Taiga.

Ambos motores comenzaron a calentar acompañando el rugir del público aficionado que desesperaba por ver competir al siempre recordado y temido Kasamatsu contra el nuevo campeón que las calles de la ciudad habían coronado: Kise Ryouta.

—¡Fuera! —alguien gritó.

Las banderas bajaron a la misma velocidad que ambos corredores cruzaron la línea de salida, perdiéndose en la humareda que dejó su paso, tomando una velocidad agresiva que hizo a varios maldecir a lo alto. Hasta las huellas negras de sus llantas habían quedado marcadas en el asfalto, el mismo que seguro ahora mismo estaba ardiendo, más adelante, bajo el rastro de ambos contrincantes.

A las luces de la desierta ciudad el intenso azul eléctrico del coche de Kise contrastó con el dorado del capó del de Kasamatsu, como el zumbido de ambos podía oírse como un solo sonido a varias calles de distancia.

Kasamatsu había tomado la delantera y disfrutaba enormemente de ello. Pero nunca se podía estar confiando con Kise, y tal vez él no lo sabía, pero dejarle la delantera a su competidor era una característica que ya muchos reconocían en Kise. Esa capacidad para darle un respiro a su rival. Solo uno. Para luego aplastarlo sin contemplación alguna. Así, la libertad y la adrenalina de la velocidad extrema, para Kise, sólo se podía mejorar con la irresistible sensación de doblegar el ego del otro.

—¡¿Por qué crees que tengo el invicto desde que corrí contra ti, Yukiocchi?! —le gritó desde su coche mientras lo sobrepasaba lentamente en velocidad.

«Jodido niñato», pensó Kasamatsu apretando los dientes. —¿Lo aprendiste conmigo? —le gritó en respuesta. Sus voces se mezclaban con el potente zumbido de sus motores.

—Me enseñaste tantas cosas que ya no recuerdo —sonrió el otro pícaramente—. Espero hayas aprendido más para enseñarme.

—¿Crees que soy idiota? —sonrió socarrón.

—¡Ja, ja, ja, sólo creo que me lo debes!

Kasamatsu negó con la cabeza e —increíblemente— bajó un poco la velocidad, asombrando a Kise que simplemente quedó viéndolo por el espejo retrovisor, cada segundo más confundido. La meta no estaba mucho más lejos, si se seguía deteniendo no lo alcanzaría. Y de ninguna manera él haría algo para darle ventaja. Tenía ante todo códigos. Por más novios que fueran —aunque ya ni sabía si seguían siéndolo— no podía dejarse ganar por él.

—¿En qué demonios estás pensando, Yukiocchi?...

Los pensamientos de Kise no podían acercarse a lo que realmente estaba sucediendo. Kasamatsu afiló tanto su sonrisa como su mirada y descubriendo una palanca extra, cerca de la propia palanca de cambio, la tomó y empujó con suma fuerza hacia adelante, bajándola.

—Imposible... —susurró desconcertadamente Kise.

.

.

.

Notas finales:

Esto iba a ser el epílogo de aquel otro fic pero se me hizo taaan largo que —como verán— lo tuve que dividir! Es que, en serio, no puedo; cuando se trata de ukear a Kise es más fuerte que yo. Espero que les haya gustado.

Este renacuajo pervertido de escritora ha vuelto. ¡Y la segunda parte no tarda en salir!

¡Gracias por la lectura!


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