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Aquella noche de Octubre por Juvia Loxar

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Takao estaba emocionado. No porque Halloween se acercara, no porque estaba seguro que recibiría muchos dulces. Si no, porque después de insistir e insistir, el mismísimo Midorima Shintarou había accedido a salir con él, y aún mejor, disfrazado.

Las veces que estaba con el peliverde le preguntaba emocionado qué disfraz usaría, a lo que Midorima le contentaba con “no te lo diré, será una sorpresa”.

Kazunari obviamente estaba que se moría de la emoción, pues esa misma noche planeaba confesarle su amor al de mayor estatura. Aquello bien pudo haberlo hecho en Febrero, sin embargo, las cosas en ese mes se ponían muy empalagosas y sabía que al contrario no le gustaría eso.

El moreno, emocionado, había pasado tardes y tardes en buscar algún disfraz que sorprenda al peliverde. Había pasado desde calaveras, zombies, piratas, demonios… De todo, pero ninguno lo convencía. Hasta que encontró, navegando en Internet, el disfraz de un vampiro que era sencillo, rápido y que sabía que le quedaría perfecto.

Puso manos a la obra, y si bien aún le quedaba unos días para salir con Shin-chan, prefería arreglar su disfraz para que fuera increíble a lo que él quería llamar su primera cita con Midorima.

Comenzó a buscar en su armario alguna cosa que le pudiera servir. Sacó un par de zapatos negros, un pantalón del mismo color, una camisa blanca, un chaleco negro y una capa a juego con la mayoría de su vestuario que no sabía de dónde había salido pero que le serviría.

Los días siguientes, Kazunari se la pasó imaginándose qué disfraz usaría el peliverde. Y no sólo eso, si no también cómo se declararía, porque él sabía perfectamente que Shin-chan no era fácil, pero no se daría por vencido sólo por eso.

Los días pasaban, y el ojiazul dedicaba momentos del día a crear, ensayar y perfeccionar su monólogo frente al espejo. Lo repetía una y otra vez, no quería equivocarse el gran día. Tenía que estar todo perfecto para poder conquistar a su querido peliverde, no dejaría que se le escape.

 

Llegó el gran día, el treinta y uno de Octubre, Halloween.

Ese día los estudiantes de Shutoku no tuvieron ninguna actividad después de clases, así que el moreno aprovechó para ir directo a su casa y prepararse para su salida.

Llegó a su casa, y apenas entró fue corriendo a su cuarto para darle una última revisada a su disfraz. Se fijó en todo, desde que el atuendo se viera bien hasta que estuviera perfectamente planchado.

Una vez terminó, se duchó, se preparó y se vistió, además que se puso unos pequeños colmillos que le otorgaban una sensual sonrisa para complementar su atuendo. Y listo, todo perfecto. Ahora sólo restaba salir a su encuentro con Midorima.

Respiró profundamente y salió.

Mientras caminaba hacia la casa del peliverde, pues ahí se habían acordado ver, su mente daba vueltas y vueltas. El corazón latía emocionado y nervioso. Su pecho se llenó de emoción, haciendo que le hormigueen las manos y que en su rostro se dibuje una sonrisa nerviosa. Ansiaba encontrarse con Shintarou lo más pronto posible, quería verlo y hablar con él, literalmente estaba contando los segundos que tardaba en llegar a su destino. Pero no podía evitarlo, había estado esperando aquello por mucho tiempo, pues, si bien ambos estaban en su primer año, desde que Takao vio al mayor sintió algo. Más allá de su increíble físico, su voz tan atractiva, su rostro con aquellas facciones tan delicadas y hermosas, la manera tan elegante en la cual se veía cuando hacía sus sorprendentes tiros de tres, más que todo eso a Kazunari le había atraído algo más que al principio era simple empatía. Y aquella empatía fue creciendo y creciendo hasta convertirse en amistad, de ahí a cariño, y eso evolucionó y se agrando hasta llegar al amor. Desde eso, el moreno iba a las prácticas no sólo porque le gustara el basket y quisiera jugar, sino porque ahí podía ver y estar más tiempo con el peliverde. Además, podía usar aquel deporte de contacto para tener roces “accidentales” con el mayor. Sí, Takao no era precisamente una santa paloma blanca, tenía intención y eso estaba bien, pues el que no se arriesga no gana.

Finalmente llegó al lugar acordado, sacó su teléfono y se dispuso a llamar al peliverde cuando la voz de este lo detuvo.

-Al fin.- dijo Midorima- Tardaste, nanodayo.

Kazunari volteó a ver y cuando lo hizo sintió que el corazón le dio un vuelco. Ahí estaba, de pie, mirándolo. Su vestimenta consistía en su vestimenta escolar, una capa de un tono verde oscuro, una gran oz un sus manos y ¿un pequeño peluche de oso?

-Shin-chan… ¿No crees que ese peluche está de más?-preguntó confundido el moreno.

-Para nada, este es mi lucky item de hoy- respondió el otro seriamente.

El menor suspiró. Si Midorima se ponía en ese plan entonces nada lo haría separarse de ese peluche… En fin, eso no impedía que su salida y su plan sean efectuados.

El peliverde se acercó al moreno.

-Buen disfraz- dijo Takao.

-Gracias.- los ojos del peliverde se pasearon por todo el cuerpo del menor- El tuyo tampoco está mal.

-Gracias.

-¿Y bien? ¿Qué haremos?

-¿Pedir dulces?

-Eso sólo lo hacen los niños.

-¿Y? Los dulces son ricos- respondió con una sonrisa en el rostro.

-Por Oha Asan… -el mayor se llevó una mano a la frente- Pide los dulces que quieras, nanodayo.

El moreno sonrió aún más, dejando a la vista sus pequeños colmillos blancos, haciendo que Midorima pudiera notarlos.

-¿Incluso te pusiste colmillos?

-Claro, sin ellos no sería un vampiro.- hizo una mueca para dejar aún más a la vista aquellas piezas blancas- ¿Te doy miedo?

-Por supuesto que no, Bakao.

-Oh, vamos. Al menos podrías fingir temor.

-No lo haré.

-Ay. De acuerdo, aguafiestas… Bueno, vamos por los dulces.

Se pusieron en marcha. Kazunari iba de puerta en puerta diciendo el tradicional “trick r treat”, mientras que el peliverde se dedicaba a seguirlo y observar cómo se emocionaba cada vez que le daban una gran cantidad de dulces.

El tiempo pasó y cuando el moreno terminó de hacer su recorrido se llevó a Midorima a un pequeño parque y ambos se sentaron en una pequeña banca del lugar. Ahí podrían tener tranquilidad y estar solos, lo que Takao necesitaba.

Respiró profundamente, era hora.

-Oye, Shin-chan.

-¿Qué pasa, Bakao?

-Bueno, pues… Yo… Este… Am…

-Dime qué es, no andes jugando.

Kazunari se metió un chocolate a la boca para tratar de calmarse. Rayos, tanto había ensayado aquel momento, tanto se había esforzado para tenerlo todo perfecto y decirlo con confianza y fluidez… Todo para nada, estaba en blanco.

No tenía ni la menor idea de por dónde comenzar. Ya ni si quiera recordaba cómo empezaba su pequeño discurso para conquistar al peliverde. Pero bueno, si no lo recordaba entonces improvisaría, sólo esperaba no arruinarlo y no quedar como un tonto, sentimental y cursi intento de poeta desesperado por amor y causarle desagrado a su codificador.

Cerró los ojos y trató de concentrarse: “vamos, Takao” pensó tratando de darse ánimos, “es ahora o nunca. Dijiste que hoy lo harías, así que hoy lo harás sin excusas ni pretextos, lo quieras o no… Tú puedes… Tú puedes… Adelante”.

El moreno, con el corazón en la garganta, el estómago revuelto, los músculos tensos, los puños apretados y toda la seguridad y valentía que pudo reunir en el poco tiempo que tuvo dijo:

-Shin-chan… Me gustas… Pero no en el sentido que tú piensas, ni en el que debería… Verás, la primera vez que te vi me llamaste la atención. Al principio pensé que sólo era una simple relación de amigos, pero luego me di cuenta de que no sería así pues lo que sentía se iba intensificando sin yo poder controlarlo.

>>Al principio pensaba: “es tu compañero, otro hombre, no puede estar pasando esto”, así que me reprimí a mí mismo y traté de obligarme a dejar de sentir aquello, pero no funcionó. Hiciera lo que hiciera, pensara lo que pensara, este sentimiento no se iba, así que acabé por aceptarlo.

>>Eso nos lleva a la situación actual. Shin-chan, sé que eres listo y que ya te habrás dado cuenta a dónde va todo esto, así que quisiera que me digas algo. Cualquier cosa, lo aceptaré, excepto que te alejes de mí. Si me rechazas al menos déjame seguir siendo tu amigo.

El silencio se alojó entre los dos y Takao clavó la mirada en el suelo, no quería ni pensar en que lo rechacen. Estaba dispuesto a recibir críticas y burlas por parte del peliverde, pero un rechazo no… Todo menos eso.

Midorima suspiró y Takao se exaltó ante aquello. El menor miraba por el rabillo del ojo los movimientos o las reacciones de Shintarou, algo, cualquier cosa que le diera una pista de lo que haría, pero no tenía nada. El tirador de tres se había limitado a recargar su espalda contra el respaldo de la banca y mirar al cielo estrellado. No hablaba, no se movía, no hacía nada, hasta que después de un rato, se puso de pie dándole la espalda al moreno con un suspiro y habló.

-Serás idiota, Bakao.

Takao sintió una fuerte presión en el pecho. De seguro lo rechazaría, así que cerró los ojos y se preparó para el golpe lo mejor que puedo antes de que el peliverde siguiera hablando.

-¿Crees que no me había dado cuenta de que sentías eso por mí? ¿Que no me había fijado en cómo me mirabas? ¿Pensaste que no me di cuenta en qué momento comenzaste a cambiar? Pues lo hice, y si hubiera querido alejarme de ti lo hubiera hecho desde hace ya mucho tiempo.

El menor sintió como una oleada de esperanza y alivio recorría su cuerpo. Al menos podría seguir siendo su amigo y eso hizo que recuperara un poco de su confianza.

Se estaba preparando para hablar cuando las palabras murieron en su garganta al escuchar de nuevo la voz del peliverde.

-Quiero que estés completamente seguro de esto. Que me asegures que esto es lo que quieres.

-Sí,- respondió con un hilo de voz- esto es lo que quiero.

-De acuerdo. Entonces acepto.

Los ojos azules de inmediato se clavaron en la espalda ajena. ¿Había escuchado bien? ¿El frío y calculador Midorima había aceptado sus sentimientos? Su rostro se adornó con una sonrisa, su pecho se llenó de emoción y sus manos comenzaron a hormiguear. Lo había hecho, lo había logrado.

-Entonces,- añadió el ojiazul- si te pido que seas mi novio, ¿aceptarías?

El tirador de tres giró para ver al contrario a los ojos.

-Oha Asan predijo esto.

-¿Eh?

-Oha Asan predijo: “hoy será un gran día para ti, cáncer. Esta noche pasará algo que llevas esperando desde hace mucho tiempo. Esta noche la felicidad vendrá a ti de la forma más directa que puedas imaginar, así que no lo desperdicies y ve por ello. Aprovecha que está ahí y tómala”.

El mayor anuló la distancia que los separaba con un paso, se agachó y juntó sus labios con los del contrario rápidamente para luego mirarlo directo a los ojos.

-Además, Oha Asan dijo que escorpio y cáncer tienen una afinidad del cien por ciento, así que yo le creo.

Kazunari sonrió.

-Por primera vez, yo también le creo.

Midorima sonrió, cosa que hizo que Takao se sorprenda pues era raro verlo sonreír, así que la sonrisa del moreno se agrandó más.

Sus labios se tocaron de nuevo, tan suavemente que al menor aquel momento le pareció mágico. Una mano acarició la mejilla del ojiazul y cuando se separaron se quedaron mirándose un rato hasta que el peliverde volvió a tomar asiento.

La mano del menor se posó suavemente sobre la contraria, y así se quedaron juntos viendo las estrellas hasta que se hizo muy tarde y tuvieron que regresar a sus casas, y eventualmente despedirse sin antes acordar verse en la escuela el siguiente día.

Takao caminó en silencio hacia su hogar. En su rostro parecía pintada una gran sonrisa que probablemente tardaría en irse, pues había vivido el mejor Halloween de su vida, y también era, posiblemente, el mejor que vivirá.


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