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El chico de la chaqueta roja [DaeJae] por jokoalien

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Notas del capitulo:

Saludos, esta es mi primer Fanfic publicado.  Espero que lo disfruten, acepto críticas por que es bueno mejorar lo que amamos hacer.


Gracias por tomarte el tiempo de leer.~


 

[—Youngjae.

—¿Hm?

—Volveré por ti, espérame.]

 

Con rapidez y poca precisión, Youngjae corrió por los callejones de Seúl.  La escuela había terminado hace varias horas y aun así lo seguían esperando como el primer día.  Hace unas semanas atrás que había tomado la costumbre de dejar el recinto escolar más tarde de la hora de salida.  Buscando alternativas para evitar a sus acosadores, los reyes de las burlas.  Pero al parecer sus planes se vieron descubiertos cuando una tarde el más delgado de todos descubrió su juego.  Desde ese día los golpes, los comentarios y las indirectas se multiplicaron. 

 

Youngjae no pudo escapar como antes.

 

Sus pies cansados se movían con torpeza, disminuyendo su velocidad según sus pulmones se iban debilitando.  Los perseguidores parecían estar acostumbrado a correr grandes maratones aumentando la suya según iban avanzando.  Resaltando el detalle que parecían conocer estos callejones esquivando cada obstáculo como si fuera rutina.  Las risas y gritos del nombre de Youngjae comenzaban a hacerle perder cualquier fuerza que quedaba en su interior.  Incluyendo el dolor en su labio inferior ya roto y el punzante dolor en su costilla derecha.  Sin detallar sus manos cansadas de defenderse.  Ni su cuerpo podía dar pelea en este estado, ni en ningún otro.  Aún se sigue preguntando, ¿Qué hice mal?

 

—Te tengo bonito.

 

La áspera y gruesa voz del líder hizo que una corriente inconfortable corriera toda su columna vertebral.  Sintiendo sus manos, rojas e hinchadas, chocando con una pared anunciando un callejón sin salida.  Sus ojos se abrieron mucho más de lo normal sintiendo el miedo recorrer su ya tembloroso cuerpo. 

 

«No otra vez», pensó. 

 

Pasos pesados le avisaron que la siguiente paliza iba a durar más que las demás y seguro iban a dejar marcas muy notorias para ocultarlas a sus padres.  Los que de por sí ya sospechan.  Un suspiro salió de sus labios, sintiendo las piernas temblar al punto de parecer que se iban a vencer allí.  Todos sus miedos se confirmaron cuando una mano rudamente le tomo del hombro y su espalda azotó la pared continua.  La risa de su enemigo le rozo la cara sintiendo el olor a menta.  Desagradable.  Siempre el mismo olor, siempre la misma cercanía.  Todo es desagradable.

 

—¿No te dije que esperarás por mí al salir? —Murmuró el líder antes de lanzar el primer puño a su abdomen.— Me cabrea cuando no me hacen caso.

 

El cuerpo de Youngjae se doblegó lleno de dolor, volviendo a ser azotado contra la pared al ser obligado a enderezarse.  Sus brazos por instinto formaron una ‘x’ frente a la misma zona para protegerse, cuando sus dientes chillaron unos contra otros al momento en que el segundo puño dio contra su quijada.  El dolor fue al instante, pero cedió cuando el tercer impacto fue directo al centro entre su pecho y abdomen.  Esta vez el aire había salido por completo de su cuerpo volviéndolo una marioneta que caía en picada al suelo.

 

Sus labios se abrieron en un intento de tomar aire y sacar un quejido de puro dolor.  Las risas llenaron el lugar mientras su cuerpo se retorcía en el suelo.  ¿Qué había hecho para merecer esto?  Cerró sus ojos agonizando sintiendo las patadas ir y venir, marcando piel y alma.

 

—¡Basta por favor! ¡Lo siento, lo siento, lo siento! —gritó Youngjae desesperado.

 

De que se disculpaba era un misterio hasta para él mismo.  Pero si hacerlo iba a detener los golpes, su orgullo podía darse un largo paseo junto con la poca dignidad que le quedaba.

 

—¡Ha-Ha-Ha! —Carcajeó el líder seguido del resto deteniéndose unos momentos.— Basta dice él.  ¿Ven lo que les digo? —Continuó escupiendo con odio.—  Esto es sólo una princesa en el cuerpo equivocado.  ¿No es eso lo que dicen siempre los de tu especie rarito?

 

Los ojos de Youngjae se clavaron en los rostros de sus enemigos, entendiendo finalmente el peso de esas palabras.

 

Desde que pisó pie en esa escuela supo a lo que se enfrentaría.  No era la primera y dudaba que fuera la última.  Sabía de los rumores y de los comentarios que muchos hacían: “el chico nuevo es rarito”, “se ve muy femenino para ser hombre”, “apuesto todo a que se operará para ser mujer”, “de seguro es de los que reciben”, “con esos labios no me molestaría que me lo comiera”.  Todos hirientes y llenos de acusaciones sin pruebas, jueces sin títulos que decidían quien era quien sin darse el tiempo de conocerlo.  Youngjae había decidido ignorarlo todo por su bien mental. 

 

Grave error.

 

[—¿Por qué te vas? —Youngjae sonaba desesperado, pero él era su único sustento.

—Es mi deber con mi familia y con la nación. —Un suspiro salió de los labios del pelinegro.

 

Youngjae desvió la mirada cuestionándose si debía rendirse al décimo intento o debía dar un poco más de batalla.  No quería que se fuera y que lo dejara solo con la gran jauría de lobos.  Sin aviso un par de brazos le rodearon empujándolo hacia el pecho del pelinegro con ojos oscuros y sostenerlo allí.  La mano del chico contorneo su espalda hasta instalarse en su cabello y acariciar este con tanta delicadeza que si no fuera porque Youngjae estaba en sus cinco sentidos, allí quedaría dormido y ronroneando.

 

—No te preocupes más.  Te prometo que volveré, hablaré con tus padres y buscaré la manera de sacarte de este lugar. —le susurró al oído como si el mundo estuviera a sus pies.

 

Youngjae cerró los ojos con la resignación escrita en sus tensos labios, envolviendo al pelinegro en un abrazo y escondiendo el rostro en el perfume de su cuello.  Él siempre cumplía sus promesas.]

 

—¿Nada que decir?... entonces es verdad. —Grandes sonrisas se asomaron en los labios de los atacantes.

 

El corazón de Youngjae tomó gran velocidad como si quisiera salirse del pecho y huir de esa escena.  Sus ojos se abrieron tal cual focos y lágrimas fueron humedeciéndolos lentamente.  El miedo pasó a segundo plano cuando el terror lo abarcó.  Negó con su cabeza tan rápido que el dolor le subió hasta la coronilla pero lo ignoró, como todo.  Intentó respirar profundamente para defenderse pero el dolor era demasiado.  Las palabras simplemente no salían y las lágrimas ya comenzaban a bajar por sus mejillas mientras su cabeza se movía de un lugar a otro negándolo todo.

 

—Ya que te gustan que te den… —El líder se agachó tomándolo de la sucia chaqueta, volteándolo y presionando su pecho contra la pared.— Veamos que tanto puede recibir tu lindo trasero.

 

Las rodillas de Youngjae doblaron para dar patadas hacia atrás como los caballos indomables.  Cierto era que ellos eran más, que el líder mismo era el doble de músculos que él y su cuerpo ya estaba hecho polvo.  Pero más cierto era el hecho de que no iba a dejar de luchar, aun cuando el antebrazo del líder lo tenía completamente pillado mientras le presionaba el cuello.  Podía sentir haberle pegado a un par pero sus piernas no duraron mucho cuando patadas le golpearon hasta los muslos.  Una de sus rodillas se venció bajando más de lo normal y el líder aprovechó el momento para inmovilizarlas con sus propias piernas.

 

«No, no, no, no, no, no, no.»

 

—Por favor… no lo hagas… por favor…

 

Las súplicas del chico indefenso viajaron por oídos sordos mientras los escuchaba murmurar que posición tomaría cada cual.  Nunca en lo que lleva de vida se había sentido tan impotente como en estos momentos.  El sudor le bajaba por el rostro junto a las lágrimas, escuchándolos hablar como si fuera un pedazo de carne más.  Sin duda alguna, el líder del bando iba a ser el primero en, “partirlo en dos”.  Cuando el sonido de los cierres rebotaron en sus oídos y una mano divagaba por su trasero, sintió el alma irse de su cuerpo.

 

—¡Hey!  ¿Se puede saber que carajos hacen? —siseo una voz nueva y dominante.

 

«Otro más.»

 

[—No quiero perderte.]

 

Si bien Youngjae no podía ver quien era o cuantos eran, rogaba silenciosamente que no se unieran al festín y se fueran.  Tres eran suficientes.  Las repentinas risas de sus agresores le hicieron despertar bruscamente de sus pensamientos.  Estaba seguro que esta iba a ser su desgracia, pero más seguro estaba que por fin le lograría encontrar utilidad a esa soga marina que su abuelo le regaló como herencia hace tiempo.  ¿El viejo habrá visto esto venir y por eso le quiso ayudar en su lecho de muerte?

 

Un par de manos se apoderaron de su cadera y jalaron hasta tenerlo de manos contra la pared y espalda horizontal.  Mientras dos pares de manos lo tomaron de brazos y muñecas para mantenerlo sujeto.  Sus manos ya tenían la sangre seca de los golpes que logró dar en la entrada de la escuela cuando la emboscada empezó.  Podía ver los morenotes y sentir el dolor en sus huesos cuando las movía.  No fue hasta ahora que se dio cuenta cuanto había luchado para zafarse de ellos.

 

Para nada sirvió.

 

—Nada de tu incumbencia, mejor lárgate antes de qu-

 

Un sonido seco se escuchó en el callejón dejando a todos con los ojos abiertos.  Las manos en las caderas de Youngjae desaparecieron al instante dando apenas un leve jalón en el movimiento y los que lo sostenían miraban fijo a la escena a sus espaldas.  El silencio lleno de sorpresa duró escasos segundos antes que un grito se escuchara seguido de golpes secos.  Youngjae aprovechó el momento para zafar sus manos e intentar azotar a uno de los chicos contra la pared.  Pero su poca suerte pudo más y el chico le esquivo dándole un puño justo en el abdomen, llevándolo a caer de rodillas y tragar hondo para que lo poco que había en su estómago no saliera por su boca.

 

Un crujir se escuchó, seguido de otro golpe mucho más seco y quienes tenían a Youngjae de patadas contra el suelo se detuvieron en seco con ojos mucho más abiertos.  Cerrando las manos en puños corrieron hacia el chico entrometido, cortando el aire en siseos en sus intentos de pegarle.  Youngjae giró su cuerpo como pudo en un vano intento de ver lo que sucedía, dejando escapar un suspiro de pura sorpresa al ver al desconocido de la chaqueta roja defenderse como todo un maestro contra dos atletas.  Ya el primero yacía en el suelo con los labios partidos y manchas rojas por toda su cara, completamente noqueado.

 

Sus movimientos eran precisos y cortaban el aire en un silencioso siseo que no dejaba de asombrar a Youngjae en cada movimiento.  Solo una vez en su vida vio una persona pelear así.  La admiración creció en su pecho con gran velocidad.  Colocó sus manos maltratadas entre el suelo y la pared buscando apoyarse para levantarse.  Cuando por fin sus rodillas fueron de ayuda y el proceso de levantarse se hacía notorio, uno de los chicos chocó contra él enviándolo una vez más al suelo con otro quejido.

 

[—¡No puedes dejar que te sigan maltratando así! ¡¿Qué no tienes un poco de dignidad para defenderte?! —Manos frustradas se pasaron por el cabello negro mientras los ánimos se intensificaban en el callejón.— ¡Solo toma las clases para que aprendas a pelear dignamente!

 

Las palabras del mayor fueron mucho más rudas y secas de lo que Youngjae esperaba.  El pecho le dolía y no era solamente por los puños que había recibido, sino también las directas a su débil estructura y falta de deseo por superarse.  Lo intentaba, de verdad que lo intentaba pero ellos eran más y con mayores músculos.  A veces simplemente deseaba rendirse.  Ahora era una de esas veces.

 

—¡Ya, Youngjae te estoy hablando!

—¡¿Qué quieres que te diga, ah?! ¡Estoy cansado…!  Muy cansado, por favor… solo… basta.

 

¿Hasta cuándo soportaba una persona el dolor, antes de decidir quebrarse?

 

—No digas eso. —El pelinegro tomó los hombros del menor volteándolo hacia él completamente.— ¿Acaso no ves que tu sufrimiento es mi sufrimiento?

 

Youngjae sonrió débil a sus palabras, tomando con suavidad el guapo rostro del mayor atrayéndolo contra si hasta dejar un pequeño beso en sus abultados labios.  El mayor tragó el nudo en su garganta, dejando caer sus brazos vencido mientras se inclinaba al tacto.  Era notorio su dolor al no estar más para protegerlo.

 

—Cuando me rompa, repárame y yo podré seguir luchando. —susurró el menor entre ambos.

 

Él aceptó con la cabeza, sin formular palabra mientras se inclinaba hasta tener los labios de Youngjae una vez más entrelazados con los suyos.  Dejando la pared de ladrillo como su único medio de soporte, mientras se rendía al momento.]

 

—¡Ah mierda! —Soltó el desconocido con un tono de molestia mientras pasaba sus dedos por sus labios.

 

Youngjae se vio tentado en lanzarle una mirada asesina pero cerró los ojos en pura resignación.  Después de todo el chico o lo estaba ayudando o… la verdad que no sabía cuál otra razón pudiera tener, pensando positivamente.  Escuchó el azote de otro cuerpo contra la pared, ¿Cómo ignorarlo cuando era lo que sufría a diario? 

 

Una mano ruda le tomo del hombro obligándolo a levantarse con dificultad.

 

—Nos tenemos que ir si quieres seguir caminando. —El tono del ajeno no era amenazante, pero si tosco y lleno de autoridad.  Estaba más bien empujándolo a continuar antes que llegarán más.— Vamos, no quiero perder más tiempo. —Fue cuando sus manos pasaron de su hombro a su cintura y le dieron el apoyo necesario para salir de aquellos callejones mucho más rápido de lo que esperaba.

 

Los ojos de Youngjae rodaron del suelo al rostro del chico notando en el camino su llamativa chaqueta roja.  Un suspiro agotado salió de sus labios mientras caminaba y envolvía los hombros del chico con una mano.  Su otra mano bajó directo a su costado y abdomen, frunciendo las cejas cuando los pasos se hicieron difíciles de seguir.  Sin tardar más, echo la cabeza levemente hacia atrás y se enfocó en su salvador.

 

—Gra-graci-as. —susurró.

 

—Eres bastante fuerte, Youngjae.  Tienes suerte que me dio con esperar a que salieras o jamás hubiera podido llegar a tiempo.

 

Para cuando los ojos de Youngjae se abrieron tal cual focos, una sonrisa se avecinó a los labios del chico de la chaqueta roja.  Las punzadas en el pecho se intensificaron y el sonido del bullicio se hizo más presente haciéndolo voltearse hacia la transitada calle principal.  Unos cuantos le miraban con curiosidad, confusión y algunas mujeres con miedo; seguro la sangre en la ropa de ambos tenía culpa, junto al repugnante olor.  Pero nada de ello desvió a Youngjae de su primera punzada, volviendo al rostro del chico lleno de curiosidad y cierta incertidumbre. 

 

«¿De dónde podría conocerlo…?»

 

—¿Ya te has olvidado de mí?  ¿No te dije que volvería?  Que bien te hubieran servido esas clases.

 

Los ojos de Youngjae se fueron dilatando según sus palabras recaían en sus hombros y pecho.  Su mente fue corriendo como el motor de los autos al arrancar y las memorias fueron conectándose hasta darle forma a su rostro.  El tiempo había hecho su trabajo en su apariencia física, en su voz e incluso en su porte.  Pero ese color de ojos, sonrisa y ese estilo de pelear no cambiaron.  Poco a poco sus labios fueron tomando una curva de felicidad y relajación, demostrando una hermosa sonrisa.  El chico de la chaqueta roja se la devolvió con la misma emoción y como si sus cuerpos actuaran por pura inercia, sus brazos se rodearon en un cálido abrazo. 

 

Hay personas que llegan a tu vida y la marcan de tal manera que nunca habrá un reemplazo.  Aun cuando el tiempo, las situaciones y eventos fuera de su control los separen dejan un hueco que nadie logra rellenar.  Así de grande era el chico de la chaqueta roja para Youngjae.  Esa persona que jamás deseo perder de vista.  Su mejor y único amigo, el dueño de su corazón.

 

—Jung DaeHyun. —Llamó suavemente— Volviste.

 

—Por ti, Jae. —Respondió, tomando el rostro del menor con delicadeza dedicándole una enorme sonrisa de pura alegría.— Solo por ti.

 

[Su rostro le dolía y podía jurar que grandes hematomas se estaban formando alrededor de sus cachetes.  Por suerte había logrado entrar al baño y librarse de ellos al menos por un rato.  Estaba seguro que pronto lo encontrarían y terminarían el trabajo que habían empezado.  Sólo un mes llevaba de nuevo y ya le habían roto la nariz.  Ni siquiera conocía bien el lugar para escabullirse, ni las razones, pero ya no tenía ánimos de preguntar.  Siempre le dejaban las marcas en su cuerpo pero esta vez Youngjae hizo algo que los enfureció al punto de golpearle hasta el rostro.  Lo positivo es que fue menos de lo que pensó.

 

El sonido de la puerta al abrirse lo hizo levantarse de un salto para volver al suelo en otro del dolor.  Su descanso duró muy poco para su gusto.  Dejó caer la cabeza hacia adelante y cuando un par de tenis aparecieron en su campo de visión cerró los ojos preparándose para la nueva ración de golpes.  Pero un suave toque en su frente le hizo elevar la mirada hacia uno de los rostros más atractivos que había visto en su corta vida.

 

El chico portaba una media sonrisa de apoyo mientras sus ojos escudriñaban su rostro malherido.  Su camisa gris oscura señalaba que era de último año y por el par de tenis que portaba era obvio que venía de una buena familia, seguro como la de Youngjae.  La forma en como tomaba su rostro, le decía que era una persona gentil pero la sequedad en sus manos también le anunciaba lo rudo que podía volverse.

 

—No tengas miedo, quiero ayudarte.  Vi tarde lo que te hicieron, lo siento mucho. —su voz era apacible y con cierto tono dulce que envolvía a Youngjae como una canción de cuna.

 

—No es na-ada.

 

—Debo admitirte que eres muy fuerte.  No te dejaste vencer fácilmente. —murmuró el chico mientras se hidrataba los labios con su propia lengua.

 

Una gran sonrisa se formó en los labios del desconocido, contagiando a Youngjae en otra llena de orgullo.  Si bien, Youngjae, tenía una estructura débil y era tímido de naturaleza, no era un chico que se dejaba controlar por nadie.  Sin importar tamaño o fuerza.

 

—Si no lucho, me arrepentiría por el resto de mi vida. —Contestó al final, encogiéndose de hombros.

 

El pelinegro asintió satisfecho y se puso de pie estirando la mano en ofrecimiento al menor.  Emitía cierta confianza que le hacía sentir a Youngjae plenitud, tranquilidad y algo de esperanza.  Aceptó su ayuda, terminando de pie frente a él con un poco más de confianza en sí mismo.

 

—Lamento mis modales.  Mi nombre es Yoo Youngjae, un placer.

 

—Jung Daehyun y el placer es todo mío, Youngjae.]

Notas finales:

Cualquer duda, sean libre de preguntar.


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