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Mi asesino y Salvador por Dark Toy

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Notas del capitulo: Aqui... creo que asuste a un par de personas... lean y sepan porque.
Capitulo 2:
El pelirrojo


A la mañana siguiente, Kyo tuvo que hacer un escape ninja de su departamento. Apenas abrió la puerta, unos reporteros que se habían atrincherado en el pasillo intentaron entrar por la fuerza. Cerró la puerta de golpe. Por unos momentos, no supo cómo iba a hacer para salir. Así que con movimientos de gato, salió con rapidez, en menos de dos segundos tuvo que poner llave a su puerta, y salió corriendo como alma que lleva el diablo hacia el ascensor.
Los reporteros le seguían como hienas a un animal herido.
En el vestíbulo no le fue mejor. Al ver la cantidad de gente en la puerta, tuvo que salir por la parte de atrás. Todo el camino de ida a la universidad resultó un dolor de cabeza. A donde mirase, parecía que la gente le conociese. En más de un instante tuvo ganas de gritar.
Llevaba puesta una chaqueta de cuero marrón, unos jeans nuevos y una camiseta azul. Por un momento, casi le rompen la ropa un par de reporteros desesperados por una exclusiva.
Kyo, estaba completamente desesperado. Le gustaba la atención, pero esto era ridículo.
Corrió por las calles de Osaka, y apenas tuvo tiempo de comprar un café en un puesto cercano antes de que apareciesen los paparazzis (¿Se escribe así?).
Y en cuanto llegó a la universidad, las cosas fueron de mal en peor.
Yuki Kushinada, le recibió con bombos y banderas. Además, anunció que ella era la presidenta de su club de fans.
Kyo solo pudo verla con la boca abierta, pero en cuanto apareció el resto de los miembros, solo atinó a salir corriendo.
Al pasar disparado por distintos lugares, pudo ver cómo Benimaru estaba hablando con un grupo de chicas contando sus hazañas, y cómo Shingo trataba de esquivar a un par de chicas.
Se alegró de no ser el único que la estaba pasando mal. Ya mataría a Benimaru en cuanto se le presentase la oportunidad.
Siguió corriendo, terminó atrapado en un pasillo del primer piso. Un grupo de chicas se le venían encima de cada lado.
Kyo, solo pudo mirar con horror. Su espalda choco contra una ventana, y con movimientos al mejor estilo Bruce Lee, saltó por la ventana aterrizando con gracia.
Miró hacia arriba, y sonrió ante la cara de frustración de las chicas.
Y cuando se creía libre, tuvo que empezar a correr por todo el campus, porque parecía que el grupo era más numeroso de lo que esperaba.
Corrió salteando obstáculos. Varios jóvenes que lo miraban, reían con fuerza ante sus movimientos desesperados. Otros en cambio, se sumaban a la cacería.
Kyo, ya estaba apunto de saltar hacia un lado y comenzar a propinar golpes a diestra y siniestra. Y lo habría hecho de no ser que vio una oportunidad de escondite.
En un banqueta a unos metros más adelante, se encontraba el pelirrojo con el que había hablado el día anterior. Noto que la banqueta, era de piedra, y que podría esconderse detrás de esta.
Con renovada decisión, miró por encima de su hombro. Los seguidores todavía no estaban en rango de visión, y aprovechó ese momento para esconderse detrás de la banqueta.
—¡Por favor!—exclamó con aire desesperado mientras se agazapaba detrás de pelirrojo.—¡No les digas que estoy aquí!.
El pelirrojo no le contestó, y por un momento, Kyo creyó que estaba perdido.
Escuchó los pasos que se aproximaban. Contuvo la respiración mientras escuchaba los cuchicheos. Notó que el pelirrojo señalaba una dirección opuesta, y pudo notar cómo la muchedumbre se encaminaba en esa dirección.
Kyo, finalmente dejó escapar un suspiro de alivio.
—Voy a matar a Benimaru...—dijo recuperando el aliento mientras se sentaba.
—No serías el primero en querer hacerlo.—le contestó el pelirrojo. En ningún momento apartó la vista de el libro que estaba leyendo.
—Gracias, eres mi salvador— comentó Kyo mientras le miraba por encima de su hombro. El pelirrojo, llevaba un gabardina con capucha color negro, unos pantalones a tono y una camisa color púrpura.
—¿Disfrutando de la fama?
—¡Preferiría enfrentarme al asesino de nuevo! ¡Al menos disfruto el tener que defender mi vida contra alguien digno! ¡Esas chicas casi me arrancan la cabeza por unos mechones de cabellos!
—¿Encuentras al asesino cómo alguien digno?—preguntó el pelirrojo. Y Kyo cayó en cuenta de que estaba hablando de más.
—Es el mejor luchador que he conocido.—contestó con simpleza. Miró con cuidado por encima de la banqueta. No había moros en la costa.—Escucha, me encantaría continuar con esta charla, pero mi bienestar físico depende de que me esconda hasta el inicio de las clases.
—Sígueme.—fue todo lo que dijo el pelirrojo. Y por algún extraño motivo, Kyo le siguió sin chistar.
Lo llevó por un camino paralelo a las aulas. No encontraron a ninguno del club de fans. El pasaje estaba extrañamente vacío. Kyo, solo pudo preguntarse que tenía la presencia de ese pelirrojo para que él no dudase en seguirlo.
El castaño, de por sí tenía una actitud muy rebelde. Pero por algún motivo, no pudo negarse a la indicación del pelirrojo.
Llegaron a lo que era la terraza de la universidad. Kyo finalmente se sintió del todo tranquilo. Se sentó en el suelo.
—No me presenté como es debido. Soy Kyo Kusanagi.—dijo mirando al pelirrojo.
—Iori Yagami—contestó este mientras encendía un cigarrillo y se lo pasaba.
—Gracias, Yagami-sempai.
—Llámame solo Yagami.—le indicó este mientras se sentaba a su lado.
Kyo, al mirarlo con atención, notó que el color de ojos del pelirrojo era lavanda.
Se quedaron allí unos minutos simplemente fumando.
—Debes sentirte orgulloso, eres el primero en sobrevivir al ataque del asesino.—comenzó el pelirrojo mientras miraba al vacío.
—No estoy orgulloso. La verdad es que estoy molesto. Si no fuera por la policía, podríamos haber terminado el combate.
—¿Crees que volverás a pelear contra él?
—No tengo ninguna duda. Ese sujeto... ese sujeto buscaba a un digno rival. Y por lo que me dijo, creo que me eligió a mí.
—¿Habló contigo?
—Fueron unas pocas palabras Pero sí, habló conmigo.
—¿Y qué te dijo?
—Bueno... básicamente, me dijo que le pertenecía.
—¿Le tienes miedo?—continuó al pelirrojo, pero esta vez le miraba de reojo.
—No. Nunca he tenido miedo de una pelea. Y él... Bueno, la verdad es que me emociona pensar en lo que será el próximo combate.
—¿La policía sabe que te tiene como blanco?
—Por supuesto que no. La verdad, eres el primero al que le cuento esto.
—Me siento halagado.
Se quedaron en silencio unos segundos más. Al final, el pelirrojo fue el primero en levantarse.
—Las clases están por empezar, ya debería ser seguro para que volvieses.
—Yagami... Gracias de verdad. Desde que Benimaru empezó a contar la historia a lo medios, ni siquiera he tenido un momento de paz.
—No me agradezcas. Se lo que es que el estúpido de Nikaido te tenga de objeto de burlas.
—¿Te molesta?
—Desde que empecé a venir a estudiar aquí, ese rubio encuentra cualquier momento para bromear sobre mi forma de ser.
—Es extraño... A mí me pareces una persona agradable.
Iori, lo miró unos instantes.
—Es la primera vez que me dicen algo así.
—Debes estar bromeando. ¡De seguro debes tener a miles de chicas detrás de ti!—comentó el castaño mientras se ponía de pie y le seguía.
—No creas. ¿Y que hay de ti? Tu novia debe estar de lo más enfadada con la cantidad de chicas que ahora te persiguen.
—No tengo novia. Y después de lo de hoy, no creo poder acercarme a una. Ya me dio fobia.
Iori, lanzó una risa profunda. Kyo se le unió poco después.
Durante el resto del camino hablaron de cosas superficiales. Kyo, se percató que el pelirrojo evitaba los temas relacionados a su vida privada.
En cuanto llegaron al salón, se hizo un silencio general. Varias de las chicas, miraban con las bocas abiertas como peces. Tanto Kyo, como Iori, las ignoraron prolijamente.
El castaño, pudo notar el sutil cambio en la forma de actuar del pelirrojo. Al parecer, al estar rodeado de tanta gente, su actitud se tornó un poco más fría. Pero su trato para con Kyo no había cambiado en lo absoluto.
En un momento, Benimaru se les acercó, aparentemente deseoso de hablar con el castaño. Pero al recibir la mirada furiosa de Kyo, y el brillo asesino de Yagami se quedó callado, y retornó bufando a su asiento.
La profesora llegó a los pocos momentos. Durante el resto de las clases, Kyo pudo estar tranquilo. Cada vez que alguien se le acercaba con claras intenciones de asediarlo con preguntas sobre lo vivido, Yagami les respondía cortantemente que se diesen el vuelo si no querían morir.
El castaño reía ante esas actitudes del pelirrojo, y este en respuesta, sonreía suavemente.
En la clase de filosofía, Kyo sintió una leve punzada de dolor en su costado. Aparentemente, ante la corrida, se había olvidado por completo de que su cuerpo todavía estaba lastimado.
Su expresión era una de malestar. Cerró los ojos mientras controlaba la ola de dolor. Se llevó una mano al costado. Sintió como su piel estaba sensible. Y dio un respingo al notar unos dedos ajenos tocar esa zona.
Abrió los ojos y vio que Yagami le estaba tocando con suavidad. La expresión de este, era una mezcla de indiferencia y preocupación.
—¿Allí te golpeó?—preguntó por lo bajo, todavía estaban en clase.
—Sí... no te preocupes, es solo una puntada. Todo el escape de hoy me dejó más sensible.—El pelirrojo retiró los dedos y prestó atención a la clase. Y de tanto en tanto, le dedicaba miradas escrutadoras al castaño.

El tiempo pasó volando. Y ya había pasado casi un mes desde el último ataque del asesino. Las heridas de Kyo, habían sanado de manera prodigiosa. Ya estaba llegando la primavera.
Los estudios del joven Kusanagi, iban viento en popa. Así como también la extraña amistad que había entablado con el pelirrojo.
Pero el humor de Kyo no mejoraba. Había pasado un mes, y la verdad era que ardía de deseos de enfrentarse al asesino.
Estaba tan seguro de verlo, que nunca pensó cuando lo vería.
En cuanto a la víctima. Esta tuve mucha suerte. Estaba amnésica, motivo por el cual la policía maldecía y los amigos de ella estaban contentos.
Kyo ante el aburrimiento de la vida diaria, llegó a instalar una bolsa de arena en el de los cuarto de huéspedes de su departamento. Se armó algo similar a un pequeño dojo, así que entrenaba allí todas las mañanas antes de ir a la universidad, y todas las noches antes de irse a dormir.
Sus noches, era muy extrañas. Tenía sueños que lo despertaban dejándolo sin aliento, y creía sentir la presencia de alguien cuando en realidad no había nadie. No estaba seguro de qué le sucedía, su mente le negaba que alguien le estuviese visitando por la noche, pero la sensación no le abandonaba.
Al final, pudo perdonar a Benimaru por su indiscreción. Salían todas las noches, y técnicamente destrozaban todos los clubes a los que iban.
Kyo, al poco tiempo, ya era conocido por ser un buen bailarín y por sacar suspiros a las chicas y chicos de la zona.
Ante la falta de acción del asesino, los medios de comunicación se relajaron. Pero el que sacó más provecho de todo eso, fue Benimaru, ya que ese momentos de fama le dio pie para empezar una carrera seria de modelaje.
Shingo, aparentemente había empezado una relación amorosa. Pero era tan discreto, que no decía quién era la chica afortunada.
El tiempo pasaba lento y pasmoso.
Esta noche en particular, Benimaru, Shingo y Kyo, habían decidido atacar un club, en el cual se comentaba que tocaría una banda conocida por su excelente movida musical.
El club, llamado “Réquiem”, era una mezcla de fábrica remodelada con aire gótico. Era en efecto, una extraña combinación que no se veía todos los días.
Los tres jóvenes, miraban el lugar con cierta reverencia.
—La verdad Benimaru-kun... Este lugar está muy raro...—comentó Shingo.
—Toto... creo que no estamos en Kansas...—agregó Kyo con cierta cuota de humor.
—No se preocupen. Parece raro, pero créanme, la van a pasar bomba.
Benimaru, con su cabello rubio completamente alisado, llevaba una sudadera negra atada en torno a cuello, y nos jeans azules claros. Sus aretes de color verde resaltaban sus ojos.
Apenas puso un pie en el club, empezó a actuar de manera casi seductora, atrayendo la atención de varias personas.
—Nunca cambia...—murmuró Shingo mientras sonreía.
Llevaba una camisa de vestir blanca y unos jeans. El pobre se sentía muy cohibido ante la multitud, así que actuaba de una manera muy nerviosa.
Kyo, por el otro lado, se movía con un andar despreocupado. Llevaba una camiseta sin mangas negras al cuerpo, la cual le quedaba por encima del ombligo. En esta, había un dibujo de una cruz con detalles de llamas que se extendían a lo largo. Sus pantalones, eran unos jeans negros que le quedaban bajos en las caderas. A los que miraban con mayor curiosidad, notaron que el joven tenía en la base de la espalda asomándose por el pantalón, un tatuaje de un sol eclipsado.
Los jóvenes, se movieron contoneándose entre la multitud bailarina. Los juegos de luces, complicaban sus movimientos, y en momentos se perdían de vista mutuamente.
Y entre uno que otro tropiezo, terminaron en la barra.
La mujer que atendía, parecía una mezcla de mujer adulta vestida como niña. Su cabello, era blanco con reflejos plateados.
—¿Qué les sirvo corazones?—preguntó con un tono muy angelical.
Cada uno pidió su bebida, y se sentaron en una mesa en uno de los rincones. Apuraron los tragos, y por el encanto del rubio, tenían en la mesa a varias jovencitas hablando animadamente tratando de llamar su atención.
Hablaron, rieron y bebieron a su antojo.
Kyo, en un momento, sintió un terrible impulso de bailar. Y antes de que alguno de sus acompañantes se diese cuenta se encontraba en la pista sacando chispas y miradas lujuriosas de los otros bailarines.
En un momento dado, las luces se apagaron y la música cesó. Varias personas comenzaron a silbar a la expectativa.
Las luces se posaron en el escenario, y todos pudieron ver la figura de cierto pelirrojo entonar una canción mientras tocaba su bajo una melodía sobria. Iba vestido con una camiseta negra llena de cierres, obviamente decorativos, y unos pantalones de cuero ajustados. Llevaba una botas de cuero con hebillas, las cuales brillaron ante la luz. Y además de su oreja perforada, llevaba una cadena en el cuello dónde colgaba una luna creciente de brillo plateado.
La multitud enloqueció, y Kyo vio con reverencia a Iori Yagami tocar con los ojos entrecerrados. Su voz profunda, era como un llamado de un demonio tentador.
Kyo se encontró a si mismo gritando y vitoreando. A empujones se acercó al escenario para mirar más de cerca.
Su cuerpo se movía al compás del bajo. Pudo darse cuenta de que el pelirrojo le miraba.
La primera canción terminó, y Iori sonrió con aire seductor.
—Para aquellos que nunca nos escucharon, somos los “Arcángeles”. Y la próxima canción, se la dedico a mi amigo Kyo Kusanagi, que se encuentra con nosotros esta noche.
Los miembros de la banda, miraron al pelirrojo con sorpresa. Kyo lanzó un silbido y pudo notar las miradas celosas de fanáticos que se posaban en él.
Una nueva melodía se elevó, y Kyo danzó entre la gente.
Muchos se le acercaban, y bailaban junto con él, compartiendo la euforia de la música.

“Don’t run away
Cause’ I can’t live without you
Please stay
And I’ll learn to love you right

Cause’ I was waiting for you
Waiting for all my life
And I’ve been crying for you
Dying for you all this time
Yeah
Cause’ I was waiting for you
Waiting for all my life
And I’m not gonna lose you tonight

Don’t run away
I’ve never wanted to hurt you
Please stay
And I’ll learn to treat you right

Cause’ I was waiting for you
Waiting for all my life
And I’ve been crying for you
Dying for you all this time
Yeah
Cause’ I was waiting for you
Waiting for all my life
And I’m not gonna lose you tonight

Cause’ I was waiting for you
Waiting for all my life
And I’ve been crying for you
Dying for you all this time
I was waiting for you
Waiting for all my life
And I ain’t gonna lose you tonight

I was waiting for you
Waiting for all my life
And I’ve been crying for you
Dying for you all this time
Yeah
Cause’ I was waiting for you
Waiting for all my life
And I ain’t gonna lose you tonight

I was waiting for you
Waiting for all my life

I’ve been crying for you
Dying for you all this time

I was waiting for you
Waiting for all my life

I’ve been crying for you
Dying for you all this time

I was waiting for you
Waiting for all my life…”

La canción, sonaba a una especie de rezo. Kyo, sin siquiera proponérselo, se la había memorizado.
Las melodías pasaban de una a otra, pero la voz de Iori seguía tan potente como en un principio.
El joven de cabellos castaños, no estaba seguro de cuanto tiempo había pasado. Solo sabía que se seguía moviendo como una marioneta ante los cambios de la música.
Pudo notar vagamente, que Benimaru y Shingo se unían a él en su danza.
Los tres, estaban completamente obnubilados ante la música.
Y cada vez que Kyo miraba al escenario, veía que el pelirrojo le clavaba la mirada como estudiándolo. Y él, solo le sonreía mientras se perdía más y más entre la multitud de fanáticos.
Pero todo llega a su fin. Y tras de cuatro intentos para retirarse del escenario, los “Arcángeles”, finalmente pudieron salir de escena.
El castaño, estaba completamente sudado. Y si antes la ropa le quedaba ceñida, ahora se veía más provocativo con los cabellos desordenados y la frente perlada.
Con la mirada, se puso de acuerdo con los otros, y fueron a la barra.
Y allí, se encontraron con el pelirrojo, quien estaba apartado del resto del grupo. Parecía muy solitario en el borde de la barra bebiendo en silencio.
Kyo les hizo señas a los chicos para que los dejasen a solas, y estos aunque un poco decepcionados, fueron a molestar al resto de la banda.
—¡Tocas excelente!—le dijo Kyo mientras se sentaba en el asiento libre de al lado.
—Gracias. Y tú eres un gran bailarín.
—No me considero bueno... Pero supongo que no puedo saberlo, tu sí. Noté que me mirabas.
—¿Te molesta?—preguntó el pelirrojo mientras encendía un cigarrillo.
—En lo absoluto...—contestó Kyo, arrebatándole el cigarrillo y haciendo una pitadas el mismo.—Supongo que un cantante debe encontrar algo en que concentrarse para no perderse.
—Algunos... a otros les alcanza con cerrar los ojos.
—Se lo que quieres decir, en ocasiones, cuando toco mi guitarra criolla, simplemente me quedo mirando el vacío mientras improviso algo.
—¿Tocas?—preguntó el pelirrojo, arrebatándole el cigarrillo. Lo miraba a los ojos.
—Si, algo en mi tiempo libre. Pero con los últimos exámenes no me queda tiempo ni para respirar. ¿Cuál es tu excusa? ¿Porqué no me dijiste que tocabas en una banda?.
—No creí que te interesase.
—Bueno, por lo menos ahora lo sé. Gracias por dedicarme esa canción, me gusto mucho.
—Me alegro.—se quedaron callados unos instantes. Escuchaban como los otros integrantes de la banda se reían ante los desplantes de Benimaru.
De un momento a otro, ambos vieron que el rubio se les acercaba. Iori, lanzó un gruñido de molestia y estaba por irse. Pero Kyo le detuvo tomándolo por la muñeca.
En un principio, el pelirrojo solo le dedicó una mirada de frustración.
—No estoy de humor para soportar a ese Idiota.
—Espera escuchar que te dice. No puedes estar a la defensiva con todos.—Y en eso llegaba Benimaru muy alegre.
—¡Yagami!— el rubio, parecía una fuente de alegría y energía descontrolada.— ¡Te felicito! ¡No sabía que estuvieses en una banda! ¡De haber sabido habría venido antes!—el rubio, tomo una mano del pelirrojo y la estrechó animosamente.— ¡olvida todo lo que dije antes! ¡Eras tan cerrado que te tomaba por un completo témpano! ¡Pero ahora me doy cuenta de que no es así!
Iori, parecía completamente confundido ante el repentino cambio de actitud del rubio hacia él. Y cuando Shingo se les acercó, pareció aún más descolocado.
—Beni, hazme el favor de prometerme aquí y ahora de que no volverás a molestar a Yagami. O yo seré el que te pateé el trasero siguiendo la línea del metro.—dijo Kyo con voz segura.
—¡No seas tonto!—dijo el rubio riendo.—Antes me burlaba de él, solo para ver si había vida en ese lado del hemisferio. Y ahora que lo he escuchado cantar con tanta emoción, no encuentro motivo para molestarlo.
—Perfecto, así no tendré que matarte.—Los tres comenzaron a reír.
Iori observaba de manera extraña al castaño. Le miraba con una mezcla de agradecimiento y a la vez de molestia.
—Bueno, si me disculpan jóvenes. Este guerrero Kusanagi tiene ganas de sacarle chispas a la pista.—y dicho esto, Kyo se puso de pie, tomó lo que quedaba del cigarrillo de Yagami, y lo acabó.
Con un contoneo suave se dirigió a la pista. Benimaru y Shingo se miraron.
—¿Lo seguimos?—preguntó el más castaño con una sonrisa.
—¿Tienes alguna duda? ¿Has visto cómo se mueve?—preguntó el rubio mientras iba detrás de Kyo.
—Venga Yagami-san, no se quede aquí solo.—le dijo Shingo a Iori. El pelirrojo, no dudó ni un instante, encendió otro cigarrillo y se perdió en la pista siguiendo los pasos de los otros muchachos.
En medio del lugar, encontraron a Kyo bailar cómo nunca lo antes le habían visto hacer. Sus movimientos eran seguros, suaves, seductores y medidos. Varias mujeres y hombres se atrincheraban a su alrededor, y muchas manos se paseaban por su cuerpo mientras se movía.
Kyo, estaba perdido en la ensoñación. Su cuerpo se movía ajeno a la realidad. Su mente estaba en otro lugar. No pensaba con claridad, por momentos reconocía las figuras que bailaban en su entorno, y por otros se encontraba completamente perdido.
Sus ojos estaban nublados, y su expresión podía sencillamente ser confundida con una de deseo.
Pero algo lo sacó de golpe en su ensoñación. Una mano atrevida, se abría paso por su remera, acariciando su pecho, mientras que la otra amenazaba con entrar en sus pantalones. Sentía una cadera pegada a la suya. Así cómo sentía una erección que era sin duda de un sujeto que le acosaba.
De un golpe, Kyo alejó al sujeto. Y al verlo bien, solo pudo sentir asco. Si era un hombre joven, entonces no lo parecía. Estaba quedando calvo, y parecía tener una dentadura postiza.
En ese momento, estaba sentado en medio de la pista acariciándose el estómago.
—Maldita perra—le insultó mientras se ponía de pie.— Tu trasero esta noche va a ser mío.
—Jaja... ehm... no lo creo. No eres mi tipo— dijo el joven mientras se reía.
Los otros bailarines se detuvieron, y le hicieron espacio para que pudiesen pelear.
Detrás del sujeto, aparecieron otros cinco, y Kyo sonrió con satisfacción.
—Eres mío...—dijo el tipo.
—Oh no. Solo tengo un dueño y ese no eres tú.—se puso en guardia, y se dio cuenta de lo que había dicho. ¿Por qué había dicho eso?.
Los cinco se le vinieron al mismo tiempo. Y Kyo, con movimientos felinos los esquivó con éxito. Varios fueron a dar contra las parejas que armaban la ronda. Y supo sin mirar al escuchar el sonido de golpes, que Benimaru y Shingo se habían sumado a la fiesta.
Sonrió para sí, el sujeto estaba arremetiendo contra él en una especie de movimiento ciego. Kyo sonrió, solo tuvo que esperar a que estuviese lo suficientemente cerca para dejar caer un golpe, que noqueó al sujeto.
Alguien venía a atacarle por la espalda, y cuando giró con todas las intenciones de golpear a alguien. Se encontró con que el sujeto ya estaba en el suelo, y que Yagami estaba dándole la espalda mientras pisaba lo que supo ser la cabeza del tipo.
El pelirrojo le sonrió por encima de su hombro de forma malévola. Empezaron a sonar las alarmas, y los guardias de seguridad se les acercaban raudos.
—Es hora de irse...— murmuró el pelirrojo mientras que tomaba la muñeca de Kyo guiándolo por la parte trasera del escenario. Benimaru y Shingo los alcanzaron corriendo. El rubio reía, mientras que Shingo intentaba recuperar el aliento.
Pasaron por el camerino, y Iori recogió su bajo. Salieron por la puerta trasera, justo a tiempo para escuchar a las sirenas de la policía.
Caminaron hasta que estuvieron en el parque. Allí, se sentaron en una banqueta. Benimaru seguía riendo, Shingo estaba pálido, y Kyo solo se estremecía un poco ante el cambio drástico de temperatura.
Yagami, estaba encendiendo otro cigarrillo mientras los observaba.
—No creo que los vuelvan a dejar entrar en ese club—comentó lanzando una bocanada de humo.
—Bueno, en algún momento nos iban a sacar. ¿Se puede saber que demonios pasó Kyo? En un momento te veo bailando y al siguiente casi matas a alguien—Benimaru hablaba risueño.
—No es mi culpa. Un sujeto se pasó de la raya... ¡Voy a tener pesadillas durante una semana!—comentó el joven cansado.
—¿Ajá? ¿Qué te hizo?—preguntó el rubio con una mueca de curiosidad.
—Tocó dónde no debía...—se limitó a decir el joven.
—Oh... Bueno, por lo que vi, con lo feo que era, no te culpo.
—Gracias Beni, me haces sentir mucho mejor.—Se estremeció nuevamente.—Oigan, no sé ustedes, pero yo me estoy muriendo de frío. ¿Qué dicen si vamos a mi departamento? Es aquí cerca—ofreció el castaño.
—¿Tienes algo que tomar?—preguntó el rubio con un brillo de picardía en los ojos.
—No, pero si quieres algo, vas a tener que comprar en el camino.
—No hay problema. ¿Vienes Shingo?
—No... estoy cansado, fue demasiado para mí por hoy. Lo veré el lunes.
Y dando sendas despedidas, Shingo se fue.
—¿Vienes Yagami?—preguntó Kyo, y por un momento creyó que este diría que no.
—... No tengo nada mejor que hacer.
Y sin decir más, se encaminaron al departamento de Kyo.
El camino, fue muy tranquilo. Beni, como siempre, hacía comentarios vivases que sacaban risas de Kyo. Y este, mantenía una suave plática con Iori sobre música.
Al llegar al edificio de Kyo, Benimaru se lo quedó mirando como si le hubiese salido una tercera cabeza.
—¿Exactamente a qué se dedica tu familia?
—De todo un poco. Empresas de videojuegos, de aviones, petróleo, etc. De lo que busques.
—Dime que soy tu mejor amigo, y que me vas a dar un lindo regalo de cumpleaños.
—Ni en tus más salvajes sueños. Hasta ahora, Yagami es lo que podría llamarse mi mejor amigo.
El pelirrojo, lo miró largamente después de que dijo eso. Su mirada, brillaba con intensidad, y una sonrisa disimulada se formó en sus labios.
Esto pasó desapercibido para los otros dos jóvenes. Ya que Benimaru no dejaba de rogar que le regalase un Ferrari, mientras que Kyo se negaba rotundamente.
Siguieron de esta manera hasta llegar al departamento.
Apenas entraron, Kyo tuvo que hacerse a un lado porque Benimaru pasó corriendo mientras investigaba.
—Oye no rompas nada.—le ordenó Kyo mientras que entraban.
El joven, se quitó la camiseta ante la repentina ola de calor que le invadió.
—Lindo tatuaje...—escuchó que le murmuraba el pelirrojo.
—¿Qué?—preguntó momentáneamente confundido.
—Esto...—dijo mientras tocaba la zona del tatuaje. Kyo se estremeció de manera casi imperceptible ante el tacto. Por algún motivo, ese tacto se le hizo muy familiar. Pero no podía especificar de dónde.
—Ah!, ese tatuaje me lo hice al cumplir los 18. Es el símbolo de mi familia, el sol eclipsado. Mi madre casi se mata cuando se enteró que lo hice sin permiso.
—Gracioso... Mi símbolo familiar es la luna.—le contestó el pelirrojo señalando su colgante.
—Vaya par que formamos...—exclamó el castaño sonriendo.
—En efecto...
Se quedaron en silencio unos momentos. Lo único que escuchaban era unos suaves ronquidos...
¿Ronquidos?
Miraron al sillón y se encontraron con Benimaru durmiendo de forma muy apacible.
—Es el primero en querer continuar la fiesta, así como el primero en fallar....
—Hn...
—Voy a traerle una frazada, siéntete como en tu casa.
Kyo, desapareció por la puerta de su dormitorio. Iori, dejó su bajo en un rincón, y procedió a investigar el lugar. No había fotos, ni cuadros. A simple vista, el departamento se veía acogedor, pero se notaba la soledad que sentía su dueño.
—Se parece a mí...—murmuró.
—Perdón por la tardanza...—Kyo, colocó la frazada sobre Benimaru.
El castaño, no pudo evitar bostezar por el cansancio. Iori lo vio, y sonrió con suavidad.
—Si estás cansado deberías dormir, yo me iré a casa.
—Te traje hasta aquí y sería muy injusto que te dejase ir así como así.—Kyo volvió al dormitorio y regreso a los pocos momentos.—espero que no te moleste compartir cama.—le alcanzó a Iori un pijama de seda negra.—Estas deberían irte bien.
Iori, lo miró largamente.
—¿No deberías llevar mejor al rubio contigo? Yo puedo regresar a mi departamento.
—Si llego a moverlo, va a empezar a chillar de nuevo, y estoy demasiado cansado como para tener que domarlo. Además, prefiero mil veces dormir contigo. Benimaru tiende a hacer bromas de mal gusto mientras duermo...
—¿Qué te hace?—preguntó el pelirrojo finalmente recibiendo la prenda de ropa
—Cuando duermo en su casa, la mejor idea que tiene para levantarme es tirarse encima mío, y comenzar a susurrar sandeces en mi oído.—Las mejillas del castaño, se habían sonrojado un poco.
—Supongo que quieres que sea nuevamente tu salvador.
—Dilo de esa forma si prefieres, pero entre uno o el otro. Prefiero dormir contigo....—Y se quedó mudo por la acotación que hizo su cerebro de manera casi natural.
Por un momento, se imaginó a si mismo y al pelirrojo compartiendo lecho haciendo actividades muy “amigables”. Se sonrojo sin control.
—Voy a cambiarme, puedes usar mi dormitorio.—Y empezó a caminar, entrando en el cuarto que parecía dojo.
—¿Qué es esto?—preguntó el pelirrojo, que lo iba siguiendo, y le llamó la atención la bolsa de arena.
—Es mi pequeño gimnasio. Tengo la costumbre de entrenar a las mañanas y a las noches. Pero hoy estoy muy cansado como para sacudir la bolsa de arena.
Iori entró, y miró el lugar con cuidado. A diferencia de la sala, este pequeño dojo, tenía un par de repisas con trofeos y fotos de torneos.
En una de las paredes, había una foto de tres personas paradas frente a una mansión.
El pelirrojo pudo reconocer a Kyo en ella, como un pequeño de 10 años. A su lado, un hombre fornido, vestido a lo japonés tradicional y a su lado una mujer de porte delicado.
—Muchos no me creen cuando les digo que son mis progenitores. Padre, es de rasgos demasiado toscos, mientras que mi madre es demasiado delicada.
—Eso demuestra como se equilibraron en ti.... Eres la mezcla perfecta. Masculino, pero con rasgos delicados.—comentó Iori, sin siquiera mirarlo.
—Gracias...—contestó el castaño mientras le daba la espalda y se cambiaba.—Aunque tu tampoco estás mal. La diferencia entre nosotros, es tú pareces un poco más masculino que yo. Y esa aura de misterio llama mucho la atención.
—¿Es así como me ves?—preguntó el pelirrojo, estaba un poco más cerca de Kyo.
—Si... Supongo que te veo así. Por no decir que te has convertido en mi salvador. Cada ves que tengo un problema, tu estás ahí para sacarme de apuro.—Finalmente se había cambiado, llevaba un pijama de color blanco, el cual le quedaba un poco suelto, y le daba un aire más femenino.
Se dio vuelta y se encontró con que el pelirrojo, ya estaba cambiado y listo para acostarse. A diferencia de él, parecía que Iori apenas cabía en el pijama.
—Si tuvieses un poco más de cuidado, no tendrías que depender de mí.—Iori, salió al pasillo y entró en el cuarto de Kyo.
—Por cierto Yagami... ¿Dónde aprendiste a pelear?
—Uno tiene que estar preparado.—fue todo lo que le contestó.
Kyo entró detrás de él, y se percató que el pelirrojo ya había dejado el bajo a un lado de la cama.
¿En que momento...?
Kyo lanzó un gran bostezo de manera casi inconsciente, y pequeñas lágrimas se formaron en los bordes de sus ojos. Cerró la puerta, más que nada por la costumbre.
—Hora de dormir...—anunció mientras se lanzaba a la cama.
Sintió como el pelirrojo lo imitaba pero con más calma. El peso de la cama, hizo que se moviese un poco. Pero Kyo, ya estaba camino al mundo del Dios Morfeo.
Sintió como el pelirrojo se estiraba por encima de él y apagaba la luz.
—Buenas noches.—susurró este. Y Kyo se estremeció un poco al sentir su aliento sobre su mejilla.
—Buenas noches—contestó suavemente.
Iori, finalmente se acostó.
A los pocos minutos, ambos estaban durmiendo. O eso parecía....
Cuando ya habían pasado un par de minutos, y Kyo respiraba con suavidad, Iori, giró sobre si mismo y lo observó con detenimiento.
En sus labios, se formó una sonrisa maliciosa. Con la mano derecha, despejó el rostro de Kyo de los cabellos rebeldes.
Lo tomó con suavidad de la barbilla y le besó con suavidad. Se separó y se lo quedó mirando largamente.
Finalmente, atrapó al castaño entre sus brazos, y lo atrajo con fuerza.
Esa noche, durmieron abrazados...

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