El frío helándole los huesos, calándole hasta lo más profundo, casi haciéndole retorcerse allí en la inmundicia donde se hallaba.
Sus rodillas flexionadas eran su único punto de apoyo, el cortante viento agitaba las hojas secas de los árboles, estos se mecían dejando caerlas… algunas marrones, otras amarillas, el otoño se llevaba consigo el follaje que se mostrase hermoso y frondoso en primavera.
Sentía estar asfixiándose lentamente, como si el aire de su entorno se evaporara tortuosamente, en medio del desolador paisaje bosquoso seguía lamentándose amargamente. Sus lágrimas fueron precipitándose con más velocidad, chocando contra quien yacía bajo suyo…
“Hoy hace algo de frio, vamos a mi casa… puedo prestarte un abrigo”
¿Cuánto había pasado desde aquel ofrecimiento?
Unas escasas horas tal vez.
Sus dedos se pasearon por la mejilla pálida de su amigo delineándola sin prisa, ahora tenía bastante tiempo para apreciar la suavidad de esos pómulos. El abrigo prestado se divisaba a unos metros tirado en el piso.
— Aun hace mucho frío — aseveró sonriendo algo cansado sin dejar que sus falanges se detuvieran — puedo abrazarte, así el frío se ira.
No obtuvo respuesta pero se inclinó recostándose a un lado del otro, le rodeó con sus brazos ignorando la humedad que se escabullía debajo y el olor que inundaba sus fosas nasales, que más daba… estaba muy a gusto en esa posición.
“Hace mucho, hace algún tiempo… quería decirte algo…”
Se había mordido la lengua en aquel momento, los nervios le traicionaban, pero la duda fue más grande y armándose de escaso valor reveló sus sentimientos.
“Te amo… en verdad estoy enamorado de ti”
Perezosos sus ojos iban cerrándose por momentos, recordando cientos de escenas actuadas al lado de su amor, de belleza clásica era motivo de adoración de muchos y como no serlo; cabellos negros y ojos de tan profundo color, piel blanca, inmaculada y blanca incapaz de presentar alguna afección que pudiese estropearla. Él pese a ser diametralmente diferente le halló fascinante, tal vez rubio y de ojos azules sería un sueño para cualquiera, pero en Japón -lugar donde por desgracia vivía- no era tan atractivo como debería, no como su amado Sasuke lo era.
“Voy a regresar ahora Naruto, te veré mañana”
Ni siquiera parecía sorprendido por la declaración, inmutable le veía con decepción.
—No era decepción… ¿solo estabas sorprendido, verdad Sasuke? — sus labios forzaron una diminuta risa que se perdió en el viento, de la mejilla sus dedos treparon a la boca ajena, allí palpando los antes tersos labios besó.
“¿Me odias acaso? ¡¿Por qué ni siquiera me contestas?!
Se había desesperado y suplicado después…
“Deja… al menos déjame acompañarte a la salida de buses… por… por favor”
El suave beso apenas segundos duró, se apartó del todo llorando de nuevo, sus dedos ahora se clavaron en la húmeda tierra, entre gimoteos su cabello rubio se agitaba por el incesante viento.
No se creía capaz de hacer lo que hizo, el pálido rostro con manchas oscuras embadurnado ni un milímetro se movió, los negros ojos estáticos le miraban… parecían mirarle.
— ¿En verdad no vas a hablarme, Sasuke? — estaba llorando pero sonreía, como si fuese una broma del otro… una broma que pronto terminaría. — Dobe… usuratonkachi… cualquier cosa esta bien, dime como quieras… solo una palabra.
“Desde aquí me iré solo, adiós Naruto”
Aquella despedida fue tan real, aquella mirada tan indiferente que actuó sin pensar, creyendo que no podría ser verdad… quiso matarlo… el cuchillo que entre sus ropas escondió apuñalara a ese Sasuke… porque ese Sasuke no podía ser “su” Sasuke, porque el real jamás ignoraría sus sentimientos.
Siguió llorando, cubriéndose ahora los ojos con sus manos llenas del rojo líquido que brotaba sin parecer tener fin que abandonaba a Sasuke… a ese Sasuke tan igual al suyo.
Se halló incapaz de lastimarlo cuando los negros ojos ni se inmutaron ante el filo del metal, derrotado dejó caer el arma quedando de rodillas, pero su amigo se acercó, con una casi invisible sonrisa imitó su posición y antes de poder notarlo fue el propio Sasuke quien sus entrañas atravesó.
Creyendo estar alucinando el cuerpo que había deseado se desvaneció quedando ahí tirado…
Gritó, se desesperó, pero el otro no reaccionó, lo zarandeó pero de nada sirvió, cuando los minutos pasaron solo pudo atesorar ese momento, dulce momento que compartían… momento que no se repetiría.
— ¿Estabas sufriendo mucho, no es así? — Detuvo su llanto preguntado — Dime Sasuke… ¿Es por eso que decidiste morir?
Pero la respuesta jamás llegó.
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