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Mi dulce ángel por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Disculpen la tardanza. Hice spoiler en mi Facebook, subiendo una historieta (hace mucho tiempo) xd Al inicio se centrará en Vegetto (ya sé que tomó protagonismo, es por algo muy importante que se verá más en este capítulo, en serio).

      Si bien recordamos, Vegeta había cambiado la versión de la historia, o mejor dicho la contaba incompleta. Aquí veremos todo lo que le pasó a detalle

Advertencia: Rapefic.

 

20

Analepsis

 

—Felicidades por ganar el primer puesto—dijo el mayor sin quitar la vista  del camino.

     —Tks, era  obvio—respondió el menor. Ambos aprovechaban su compañía a solas para charlar, ya que el menor había tenido su competencia de natación fuera de la ciudad y él fue su tutor a cargo de llevarlo en el auto de la escuela.

     —Lo sé, lo sé—soltó una risilla, para después suspirar—. Me gustaría celebrar contigo, pero tengo cosas que hacer, y una junta hoy con la directora.

     —Nunca tienes tiempo para mí—dijo cruzando  sus brazos y mirando por la ventana.

     —Al contrario. Todo mi tiempo libre te lo dedico a ti. Te amo, pequeño...—las palabras del  mayor sonaban con gran sinceridad, incluso se le podía divisar un tierno sonrojo.

      —Desearía que no fuera sólo tu tiempo libre...—susurró.

      —Pues tal vez si fueras a clases…

      —¡No es eso!—replicó—. Hmph, es imposible hablar contigo…

      —Sé a qué te refieres, sólo jugaba—aprovechó el cruce del tren para detenerse y ver al menor—. A mí también me gustaría gritarle al mundo entero lo nuestro, pero simplemente no sería bien visto.

     —Lo sé—no veía al mayor, su mirada se perdía en la ventana contigua a él—. Odio esto.

     —Es increíble—el peliazul lo vio—. Me refiero a que has  madurado mucho. Cuando te conocí insistías en que no importaba que fuera un adulto. Tú ahora ves las consecuencias.

     —Tuve que madurar—colocó sus brazos detrás de la cabeza—. Mi padre necesitaba un sostén, era mi turno de ser el suyo.

          —Lo sé… Me tocó ver parte de ese proceso, antes de irme, claro.

     —Ya sé… Te perdiste de muchos problemas.

     —Y te felicito por poder hacer lo que no cualquier hijo está dispuesto a ser por sus padres—tomó su mano y la besó. El menor volteó a verlo.

     —Ya lo pensé bien, y estoy listo—miró los ojos del  mayor y sonrió.

     —¿Para qué?—preguntó confundido.

      —Gog, estoy listo para conocer a tus padres…

    — ¡¿Qué?!

 

***

 

—No...—susurró, todavía en ese extraño trance en el que se encontraba por la información que se rehusaba a aceptar.

     —Tú y yo salimos hace más de un año, estuvimos varias semanas juntos—aguantó la respiración y con gran dificultad tragó saliva—. Es por eso que conozco todo sobre ti.

     —No...—las lágrimas se desbordaron de sus ojos—. Es… imposible… No puede ser verdad…

     —Tú...—con sus manos temblorosas levantó la esquina del colchón y sacó una libreta vieja y desgastada, con misteriosas manchas guindas, se veía algo sucia y maltratada—. Escribiste muchas cosas importantes aquí en esta libreta… Es tu diario...—se lo extendió. El menor, con gran temor inexplicable, lo tomó—. Por favor… no me odies…

 

__________________

14 de mayo del 735

A veces había días aburridos, pero ese exageraba. No había nada bueno en la televisión, su tarea estaba hecha, el clima cálido le provocaba sueño... Así parecía ser, hasta que escuchó un camión estacionarse en la calle. Curiosamente se asomó por la ventana, tratando de no ser visto, y se topó con una familia mudándose a la casa de a lado. Una mamá, un papá y un joven adolescente que parecía que había visitado el reformatorio un par de ocasiones.

     Cabello corto y alborotado, expresión fuerte, músculos algo marcados y gran estatura. Sintió gran intriga por ese chico que, si bien no era apuesto, lucía interesante. Notó que aquel muchacho volteó, por lo que se escondió velozmente, sintiéndose al instante estúpido por portarse de esa manera tan absurda.

     Conforme pasaron los días, y por obligación, cruzó palabras con aquel chico, sintiendo atracción por esa manera de ser algo rebelde y desinteresada con todo. Charlaba con él de muchas cosas, volviéndose camaradas. Sin embargo, ¿cómo atar un corazón joven y alocado? Un extraño enamoramiento surgió de esa compañía, el cual le era difícil al menor ocultar.

     Con gran determinación decidió contarle al más alto de sus sentimientos, añorando el ser correspondido.

_____

30 de julio del 735

Hace un mes que Vegeta y Nappa habían formalizado su relación como una pareja. Una no tan normal, donde el menor de tan sólo 12 años era mimado por su novio de 20, demasiado mayor para la vista de cualquiera que los viera. Sin embargo, el peliflama estaba seguro de que en ese mes juntos los sentimientos del mayor eran sinceros, ya que en ningún momento le faltó al respeto ni algo parecido.

     Todo había sido como miel sobre hojuelas para ambos, donde el tiempo compartido había roto todas las brechas que quedaban entre ambos. Desde el primer momento en que sus labios se unieron en un casto e inocente beso sintieron ese “clic” de que tal vez, sólo tal vez, eran el uno para el otro.

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18 de agosto del 735

Sin embargo, era demasiado pronto para hablar así. No conoces bien a una persona sino hasta que pasas más tiempo con ella. Vegeta había limitado su tiempo libre a estar con Nappa, estando un poco más distante con Raditz, quien era su mejor amigo. Conforme los días transcurrían, las invitaciones al cine, a fiestas, a comidas en su casa por parte del de cabellera larga eran rechazadas.

     Y todo como resultado de celos infundamentados del mayor, quien figuraba una atracción del de cabello largo con su pequeño novio. Llevado en un ataque de celos, se acercó a Raditz y le dijo que Vegeta ya no quería saber nada de él y que era mejor que se alejara, que ya no quería una amistad. Y el menor se alejó sin decir nada, Vegeta era ajeno a lo que había sucedido y no comprendía el por qué de la distancia de su mejor amigo.

      Hasta que un día se enteró de la verdad, y ya harto del comportamiento controlador de Nappa, lo citó en una cafetería, para hablar de lo mal que se estaba portando con él y sus amigos.

     —Nappa, tienes que parar con todo esto—exigió el más bajo. Los dos yacían en una mesa al fondo, donde había pocas personas y era poco probable que alguien escuchara su conversación.

     —¿Qué cosa? ¿Lo tuyo con tu amiguito?

     —¿Qué?, ¿nuestra amistad?—dijo con altanería, causando un gran enojo en el más alto.

     —Sabes de qué hablo, él estaba enamorado de ti…

      —¿Oyes las tonterías que dices, imbécil?—colocó sus manos sobre la mesa, para levantarse e inclinarse hacia delante, viendo fijamente sus ojos—. Le dijiste a mi mejor amigo que ya no quería nada con él por tus estúpidos celos enfermizos.

     —¿Imbécil?—frunció el ceño—. Niño, bien que te gusta que te lleve a donde quieras y te cumpla tus caprichos.

     —¿Mis caprichos? ¿O los tuyos?—chasqueó la lengua—. ¿Sabes qué? No quiero saber nada de ti nunca más. Terminamos.

     —¿Tú me cortas a mí?—frunció el ceño, se puso de pie y golpeó la mesa, inclinándose hacia él—. Bien, pero te vas a arrepentir…

     Y así de molesto se fue, empujando a cualquiera que se interpusiera en su camino y desquitando su rabia con todos los inocentes. Vegeta lo siguió con la mirada hasta que salió del local. Miró con algo de rabia los cubiertos sobre la mesa, para después soltar un suspiro lleno de decepción: tanto tiempo dedicándole a una persona para que resultara alguien que no valía la pena.

      Estiró sus brazos con algo de pereza, para después colocarlos detrás de su cabeza y ver al techo, sintiendo un gran alivio por liberarse de las cadenas de ese chico al que le permitió más de lo que merecía.

     —Te felicito—giró su rostro hacia donde provino la voz, topándose con un muchacho que estaba anteriormente sentado frente a la barra y ahora se iba a sentar frente a él, donde antes estuvo Nappa—. No cualquiera puede darse cuenta de una relación tóxica y tiene el valor de terminar con ello.

     —¿E-estuviste escuchando?—su rostro se coloró un poco—. ¡¿Con qué derecho escuchas conversaciones ajenas?!

     —Perdón, no fue mi intención, pero escuché que levantaron la voz y me preocupó que el tipo reaccionara mal contra un niño—se excusó, riendo con algo de nerviosismo, luego le dedicó una sonrisa—. Me llamo Gogeta, mucho gusto.

     —Hmph—desvió la mirada después de cruzar sus brazos—. Me llamo Vegeta.

     —¿Vegeta? Lindo nombre—apoyó sus codos sobre la mesa y lo miró con una sonrisa—. ¿Puedo invitarte a almorzar?

    —¿Acaso le invitas el almuerzo a todas las personas que cortan con su pareja?—cuestionó arqueando una ceja, el mayor sólo empezó a reír. Vegeta, al oírlo, sólo atinó a sonreír de medio lado.

    —Esta será la primera ocasión, si me lo permites…

    —Está bien—tomó el menú y se puso a mirarlo—. Te advierto que como mucho, ¿traes suficientes billetes?

     —Pues...—sacó su billetera—. Tengo cinco mil yenes, un ticket de una recarga telefónica y un dólar para la buena suerte.

    —Bien—escondió su rostro en el menú, mientras el pelirrojo sólo lo vio con gran ternura.

    —Vegeta, háblame de ti…

_____

_____

14 de septiembre del 735

Tras salir del problema llamado Nappa, Vegeta empezó a charlar más con Gogeta, aquel pelirrojo que conoció en la cafetería era una dulzura de muchacho, tan amable y divertido, se sentía extrañamente en paz con él. Sin embargo, Gogeta no era Raditz, su mejor amigo seguía haciéndole falta. Así que, animado por su nuevo amigo de ojos azules, se dispuso un día a buscar a Rad y aclarar con él el malentendido.

     —Sinceramente ya me imaginaba que era una mentira—dijo sin interés colocando sus brazos detrás de la cabeza—. Pero… no sé, preferí alejarme antes de arruinar su relación, aunque me desagradaba el sujeto.

      —Jajaja—chocó su puño en el hombro del más alto—. Gracias, amigo.

     —¿En serio creíste que tres años de amistad se irían a la basura por un imbécil?—con su brazo rodeó el cuello del menor y con su otro puño rascó su cabeza—. Entonces, ¿ya no habrá más relaciones por un tiempo?

     —No...—respondió entre risas. Una vez fue liberado se acomodó la cabellera—. Acabo de salir de prisión y no pienso volver…

     —Jajaja—volteó a verlo después de la bromita, inspeccionando su expresión—. No…

     —¿Qué?

     —Te gusta alguien…

     —Claro que no—respondió apresurando el paso, el más alto lo siguió.

     —¿Quién es? ¿Es chica o chico? ¿Dónde lo conociste?... ¡Espera, Vegeta! ¡No huyas! ¡Exijo saber quién te gusta!...

     Luego de ser perseguido y alcanzado, se dispuso a contarle cómo conoció a Gogeta y lo bien que la pasaba con él, además de las insistencias del pelirrojo porque se animara a retomar su amistad. Y, como era de imaginarse, Raditz como buen amigo apoyó que si él lo hacía feliz estuviera a su lado. Vegeta por un momento dudó, ya que su mala experiencia le daba un toque de temor a que se repitiera, sobre todo porque el pelirrojo realmente le agradaba y no quería arruinar esa bella amistad que habían formalizado..

___

     Como ya le era costumbre esa noche y las siguientes mensajeó con Gogeta, disfrutando demasiado conocer más de él y lo que hacía. Se enteró, por ejemplo, que recién había terminado sus estudios en gastronomía en uno de los colegios más prestigiosos de todo el mundo, “La Esfera del Dragón”. Así que, después de varios mensajes, recibió la invitación para comer en su casa algo que él prepararía.

     Cuando fue a su casa se topó con una mesa perfectamente acomodada, con un bello centro de mesa conformado por flores y a un lado una vela que iluminaba perfectamente el ambiente en un amarillo cálido.

     —Espero que te guste—le dijo al oído antes de que tomara asiento. Le ayudó a ajustar la silla y se sentó en la correspondiente.

     Ambos permanecieron charlando durante toda la cena, reían, bromeaban, disfrutaban su compañía. Hasta que se llegó la hora del postre, Gogeta colocó los platos sobre la mesa, ambos cubiertos con un pequeño domo de aluminio.

    —Espera un poco—pidió antes de que levantara aquella tapa. El adulto se acercó a la alacena que había atrás—. Puedes destaparlo.

    Vegeta levantó aquella tapa, quedándose confundido al leer sobre el pay de queso, escrito con jalea de frutos rojos, un “Mira al frente”. Tragó saliva y levantó la mirada, Gogeta se recargaba contra la barra. Cuando sus ojos lo enfocaron, el mayor abrió con una mano la alacena, sin perderle de vista al menor. Así pudo desplegarse un letrero que decía “Vegeta, ¿quieres ser mi novio?”

     —Escucha, Vegeta. Sé que hace poco terminaste tu relación y tal vez no estés de humor para empezar algo con alguien más—se arrodilló frente a él y tomó su mano—. Pero te juro que mis sentimientos son verdaderos y si tan sólo me dieras la oportunidad yo…

     El menor no lo dejó terminar, se abalanzó sobre él y cayó encima, uniendo sus labios en un tierno beso que el pelirrojo se apresuró en corresponder. Gogeta abrazó el cuerpo del menor tan sólo sus labios se separaron.

     —¿Eso es un sí?—el menor asintió con lentitud—. Vegeta—se acercó a su oído—, te juro que te haré feliz…

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21 de octubre del 735

—Feliz cumpleaños, hermanito—le dijo en el oído después de abrazarlo por la espalda. El menor recién había soplado las velitas que estaban sobre su pastel de chocolate. Se sentó a su lado cuando se alejaron un poco las personas y se quitó el collar que tenía, uno que había sido regalo de su madre en su cumpleaños número cinco—. Tarble, te juro que yo siempre te voy a proteger de cualquier cosa, eres lo más importante para mí. Quiero que sepas que siempre puedes contar conmigo para lo que necesites, yo nunca, nunca te voy a abandonar. ¿De acuerdo?

     —Sí, Vegeta—se abrazó al mayor—. Te quiero mucho…

     Luego de disfrutar el resto de la fiesta, Vegeta se permitió sentarse en un rincón para responder los mensajes de su ahora novio.

 

Gogeta: Descuida, me alegra que te la pases muy bien con tu hermanito. Entiendo que no puedes presentarme ni como amigo ante tu familia porque levantaría sospechas.

Vegeta: El último domingo del mes quiero que salgamos a la feria para celebrar nuestro aniversario.

Gogeta: ¿A la feria? Excelente, te quiero dar un regalo, pequeño.

Vegeta: No me digas pequeño (¬¬)

Gogeta: Jeje, lo siento. Olvido a veces que todavía estás en crecimiento.

Vegeta: Calla, baka!!!

Gogeta: No te enojes :D estoy ansioso por nuestro aniversario. Será ese domingo a las 10 am, ¿de acuerdo? Sé que falta mucho, pero estoy ansioso...

Vegeta: Lo sé, pero tendré más tiempo para pedir permiso.

Gogeta: Perfecto. Sigue divirtiéndote con tu familia, pequeño.

 

    —Vegeta, ayúdame a cortar el pastel—pidió su madre amablemente.

    —Ya voy…

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El último domingo del mes por fin había llegado, Vegeta se apresuró esa mañana para coincidir con el pelirrojo en la parada de autobuses. A lo lejos lo visualizó, el mayor vestía pantalones negros semiajustados y una camisa de botones blanca, se veía demasiado apuesto, y su larga y alborotada cabellera la llevaba en una coleta despeinada.

     Tomaron el autobús que los llevaría a la feria, durante el camino aprovecharon para charlar de muchas cosas, por ejemplo cómo había mejorado sus vidas desde que conocieron al contrario. El menor tomó la mano del pelirrojo cuando éste le leía al oído una carta que escribió:

     —¿Qué me has hecho? No puedo dejar de pensar en ti cada segundo del día. Te pienso día y noche, me traes completamente loco. No dejo de recordar tus ojos negros—besó su mejilla—, tu hermosa sonrisa que parece que no la demuestras muy seguido—besó su cuello—, esa cabellera azabache que resalta el brillar de tu mirada fuerte...—besó su hombro para después abrazarlo con mucho cariño—. Vegeta, ¿qué me has hecho? Eres una persona increíble, nunca pensé encontrar a alguien como tú. Eres todo lo que yo soñé, créeme que haría cualquier cosa por tenerte aquí a mi lado, cualquier cosa por verte sonreír. Me fascinan tus ojos, en serio, son los ojos más bonitos que he visto en mi vida—aprovechó que el menor volteó, con su rostro en un rojo intenso, para unir sus frentes—. De verdad siento una fuerte atracción hacia ti, que me cuesta mucho trabajo ignorarla... Es más, no quiero ignorarla. Me gustas, Vegeta. Me gustas demasiado—dijo para finalmente unir sus labios en un pasional beso, el cual no fue percibido por ninguno de los pocos pasajeros del camión.

     Llegaron por fin luego de varios minutos a su destino, una enorme y atractiva feria, la cual parecía casi vacía por la falta de visitantes, ya que el parque de diversiones a un kilómetro le quitaba atracción a ésta por su modestidad. Primero fueron a la montaña rusa, luego a los carritos chocones.

     —Vegeta, dame el volante—exigió el adulto al ver al menor con una mirada tétrica acelerando lo más que pudo en dirección a un chico que minutos atrás había chocado su carrito.

     —Primero lo mando al infierno—respondió girando el volante ágilmente para alcanzar al chico. Gogeta inútilmente trataba de tomar el volante, el menor lo sostenía con fuerza para conseguir su cometido.

     —Vegeta, ¡no!

    —Oh, sí…

     Luego de un gran choque por la parte de atrás, el chico se golpeó contra el volante. Ante el silbatazo final los carritos se apagaron, Gogeta tenía su cabello erizado, permaneció unos segundos sentado para relajarse, mientras Vegeta caminaba serenamente hacia la salida.

     Para calmar la adrenalina de su cuerpo creyó conveniente ir a comer, se acercaron a un puesto de hamburguesas y se sentaron a comer con tranquilidad, la soledad del lugar les permitía poder hablar sin restricciones.

     —No vuelvas a hacer eso—pidió.

     —Tsk—subió las piernas a la silla y desvió la mirada—. Como si no lo hubieras hecho alguna vez.

     —Admito que lo hice—reconoció y  bebió de su malteada, el menor lo vio esperando una respuesta—. El chico me estuvo molestando todo el tiempo, me harté e hice lo que tú. Se golpeó mal y terminó con un diente roto y sangraba de la nariz… Minutos después me enteré que era la primera vez que iba a un lugar así, era un niño rico hijo de papi—miró al menor—. El chico tenía todo el dinero del mundo, pero amor de sus padres no.

     —¿Qué hiciste después?

     —Me volví su amigo—apoyó su codo en la mesa y su cabeza la posó en su puño para mirar al menor con una sonrisa—. Quería llamar la atención de sus padres, pero no lo consiguió. Ni con el accidente lo logró, así que mejor pasé la tarde con él.

     —¿A qué quieres llegar?

     —Nunca sabes por qué las personas actúan de una u otra manera, por eso no debes ser impulsivo.

     —Hmph—desvió la mirada nuevamente—. No me des sermones como los de mi mamá.

     —Jaja, está bien—terminaron de comer en silencio, disfrutando la paz de su compañía.

      —Feliz aniversario—dijo el menor extendiéndole una cajita pequeña.

     —¿Me compraste un regalo?—el menor asintió. Gogeta tenía sus mejillas sonrosadas ante el gesto del menor—. No te hubieras molestado…

     Abrió aquella cajita aterciopelada, encontrándose con una cadenita plateada con un llamativo dije en forma de pieza de rompecabezas. Al tomarla entre sus dedos notó que tenía un grabado que decía “Vegeta”. Levantó la mirada y notó que el menor le extendía la otra pieza. Al unirlas puedo leer un “Gogeta & Vegeta” de un lado, y en la parte posterior se alcanzaba a leer:

El cariño que nos une durará por siempre

~Aishiteru~

—Vegeta...—susurró—. Gracias, pequeño—tomó su mano y la besó. Con cierta emoción se colocó la cadenita, mientras Vegeta se colocaba la suya—. ¿Quieres que te lleve a otro lugar?—preguntó el mayor cuando tiraron la basura.

     —Quería ver una película, pero creo que sólo hay espacio después de las ocho.

     —Bueno, podríamos ir a caminar a un parque en lo que llega la hora—el menor asintió mientras seguían su trayecto—. ¡No veía una de esas en años!

     —¿Qué cosa?—preguntó mirándolo confundido, el pelirrojo se acercó a la pared.

     —Es una cabina fotográfica—rebuscó en su bolsillo y sacó varias monedas—. Ven.

     —Ya voy…

     Ambos entraron al pequeño espacio. Tomaron cuatro fotos normales, al salir el mayor tomó la tira y las observó con una sonrisa emocionada. Se inclinó a la altura del más bajo y se acercó a su oído.

     —Gracias por estar conmigo…

    Vegeta no resistió las palabras sinceras del más alto. Lo tomó de la camisa y lo arrastró al interior de la cabina. Colocó las monedas donde iban y sonrió para la cámara, cosa que casi nunca hacía. Después Gogeta se acomodó y lo abrazó por el hombro, posteriormente besó su mejilla. Y para la cuarta y última fotografía ambos se besaron con gran cariño.

     —Te quiero, Veg—le dijo al salir, veía ilusionado aquellas fotos.

     —Y yo a ti—bajó la mirada, avergonzado porque su rostro estaba muy enrojecido.

     —Después de ir al cine, ¿iremos a mi casa?

     —Sí...—tomó su mano—. Quiero volver a dormir contigo.

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___

—#Vegeta, ¡tengo excelentes noticias!—se sentía la emoción del mayor salir de la bocina de su teléfono.

     —¿Cuáles?—preguntó mientras se dejaba caer en la cama.

     —#Mi tío tiene un departamento cerca de la playa, y se irá a Tokyo por las vacaciones… Le pedí prestado el apartamento, ¡y dijo que sí!—se escuchó una pausa, Vegeta aprovechó para meter un puñado de frituras en su boca—. Pequeño, nuestro segundo mes lo pasaremos en la playa.

     —Cof, cof… ¡¿qué dijiste?!

     —#Lo que oíste, Vegeta… Te llevaré a la playa, estaremos cuatro días allá. Mi tío me dijo que podíamos ir a partir del 29, después de las cinco...

     —Pero…

     —#No te preocupes por los gastos, de eso me encargo. Lo único que tienes que hacer es convencer a tus padres de que te den permiso de “pasar varias noches” en casa de un amigo.

    —No lo sé, si se enteran me matarán.

    —#Oh… Pequeño, no te forzaré a mentirle a tus padres…

     —Lo haré, pero...—mordió su labio inferior—. ¿Seguro que no necesitas que te apoye con algo de dinero? Gasté todos mis ahorros para comprarle la bicicleta a Tarble.

     —#Pequeño, no te preocupes por eso…

    —Entonces… hablaré con mis padres. Mañana ellos no estarán en casa, llevarán a mi hermano a visitar a mi abuela. Iré a tu casa y dejaré mi maleta, ya veré qué les digo después…

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24 de diciembre del 735

—¡Gracias, Vegeta!—exclamó el menor abrazando al de cabello en punta.

    —De nada, enano—respondió con una media sonrisa. Tarble emocionado se llevó casi a rastras a su padre a la calle para poder estrenar su regalo, su mamá aprovechó para hacer la cena, así que él se fue a su habitación para seguir conversando con Gogeta.

 

Gogeta: ¿Le gustó tu regalo?

Vegeta: Sí, lo hubieras visto… Ahora está convenciendo a papá de que le enseñe.

Etto… Gogeta…

Gogeta: ¿Pasa algo malo?

Vegeta: Goge, mis papás irán a cenar el 29, volverán a las 9:30pm, llegaré a las 10 a tu casa.

Gogeta: Perfecto. Nos vemos a esa hora.

     Pequeño…

Vegeta: ¿Qué? (¬¬)

Gogeta: Te quiero mucho :D

Vegeta: Deja las cursilerías…

   Ambos chicos siguieron conversando toda la tarde. Vegeta, en cierto momento, se acercó a la ventana a tomar aire. Sonrió y se quedó viendo al cielo, disfrutando la brisa de aire fresco acariciando su piel. Visualizó una bella luz atravesando el firmamento, era una estrella fugaz.

     —Deseo encontrar al amor de mi vida—tomó aire y lo dejó salir con lentitud—. Aunque estoy casi seguro de que es Gogeta.

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25 de diciembre del 735

El Saiyan leyó varias veces aquel sobre que recibió. Adentro tenía una carta con las palabras más dulces y sinceras que jamás había recibido. Con cada letra, palabra, verso… con cada símbolo podía incluso sentir el cariño del pelirrojo. Un cariño tan puro que deseaba jamás perder…

     —Creo que Gogeta es el amor de mi vida…

     Sin importar desde qué punto de vista mirara las cosas, Gogeta había demostrado ser un novio excepcional, y el cariño que le brindaba era demasiado único e incomparable. Aquel pelirrojo de ojos color azul marino le había hecho sentir incluso como si sus almas se conectaran.

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29 de diciembre del 735

 

—Sí, mamá. Justo iré por Tarble…

     —#Gracias, cariño...—respondió la mujer antes de colgar la llamada.

    Vegeta metió su celular en su bolsillo y salió de la casa cerrando tras de sí. Miró con algo de pereza el cielo, el atardecer se veía sumamente hermoso, pero lo que ansiaba era lograr ese cometido que llevaba planeando desde días atrás. Caminó por las calles con tranquilidad, sintiendo una fresca brisa acariciando sus mejillas con cada metro que avanzaba.

     —Buenas noches, señora Sato, ¿podría llamarle a mi hermano?—pidió cuando la mujer abrió la puerta.

     —Hola, Vegeta—jaló sus mejillas con un poco de fuerza, tan sólo lo soltó el menor se sobó—. Tarble, tu hermano ya llegó.

     —Ya voy...—se escucharon sus pasos apresurados—. Adiós, gracias por todo...—se despidió de la mujer y tomó la mano de su hermano mayor.

          Con el cielo ya levemente oscurecido, y las farolas y estrellas iluminando sus pasos, ambos hermanos iban por la banqueta para poder llegar a su casa. Tarble, a sus 10 años, seguía siendo muy unido a Vegeta, y el mayor disfrutaba también de esa conexión fraternal.

     —Te ves muy feliz, Vegeta...—dijo de repente.

     —¿Muy feliz?

     —Sí, desde hace mucho te veo más alegre… Sonríes mucho, ya no tienes cara de amargado…

     —¡Enano!

     —Jajaja—se empezó a reír—. Me gusta más verte así…

     —¿Cuánto tiempo dices que llevo así?

     —Dos o tres meses…

     —Gogeta...—pensó al escuchar las palabras del menor. Sin darse cuenta, aunque para los demás resultaba evidente, su felicidad había aumentado con la presencia del pelirrojo en su vida. Y no podía dudarlo, el de ojos azules había hecho de su vida una aventura día con día.

    —Veg...—dijo el menor deteniéndose. El mayor salió de sus pensamientos y enfocó su vista en aquello que el menor veía aterrado.

     —No...—pensó al ver a un hombre con una botella en mano, tambaleándose de un lado a otro en un intento de avanzar hacia donde estaban los menores. El peliflama tragó saliva y sus vellos se erizaron. Se puso en un estado de alerta al sentir la mirada fija del hombre en su hermanito—. Corre.

     —¿Qué dijiste, Veg?—preguntó el más bajo.

     —¡Corre!—dijo esta vez en un tono más audible. El menor se quedó paralizado de pronto, pero el ser jalado del brazo por el más alto que empezó a correr lo hizo reaccionar.

     Ambos menores corrían por las calles, tomaban atajos que sólo ellos conocían por callejones angostos. Simplemente huían. El pequeño Tarble con confusión pero el mayor completamente consciente de lo sucedido.

     ¿Qué clase de persona mira lascivamente a un niño de diez años? Ninguno que haya conocido antes por más ebrio que estuviera. Miró velozmente hacia atrás sin detenerse y, como creyó, lo había perdido: el alcohol hizo sus movimientos más torpes y lentos.

     Por fin llegó a su hogar. Apoyó sus manos en sus rodillas y tomó aire a bocanadas. Limpió la sudoración de su rostro con su antebrazo, ¿cuántas veces había tenido una sensación de miedo y adrenalina recorrer sus venas? Miró a su hermanito, quien seguía confundido.

     —Son las 9:35...—murmuró—. Tarble, papá y mamá no tardan en llegar. Entra y enciérrate… Tengo que ir a hacer algo…

     —Pero…

     —Obedece…

     Empezó a trotar, alejándose nuevamente de su hogar, cada vez más próximo hacia el lugar donde había visto al sujeto. Tragó saliva y se detuvo de pronto, tenía que hacerlo. Ese era el único camino por el que podría ir, de lo contrario tendría que rodear demasiado. Cubrió su cabeza con el gorro de la sudadera y sacó su teléfono, para grabar un audio mientras volvía a caminar.

     Pero antes de poder hacerlo, miró hacia el callejón próximo, recargado contra un poste de luz y con la mirada perdida estaba el hombre que había minutos antes.

     —Será fácil burlarlo...—pensó ante la posibilidad de que tratara de hacerle algo. Siguió caminando a pasos lentos, tratando de pasar desapercibido para él.

     Sin embargo… al estar más cerca notó que dentro del callejón había otro par de hombres en un mismo estado de ebriedad, con los que al parecer charlaba. Sintió una extraña electricidad recorrer toda su columna vertebral cuando la mirada del hombre se enfocó en él.

      Iba a dar media vuelta y salir huyendo, pero una mano sostuvo con fuerza su hombro. Con algo de miedo torció su cuello para ver a su atacante, se llevó una sorpresa al ver que era otro hombre maduro, con una sonrisa algo tétrica y de quien provenía un fuerte olor a licor.

    —¡Ahh!—gritó al sentir cómo los dedos se clavaban en su clavícula. Intentó liberarse pero fue sostenido  con una mano de su brazo, imposibilitando sus movimientos para defenderse.

    —Tráelo aquí, Broly, vamos a divertirnos un poco con él...—el Saiyan sudó frío al entender lo que significaba eso.

     —¡Suéltenme!—forcejeó un poco, pero con cada movimiento el agarre era más fuerte y lastimaba más su cuerpo.

     Lentamente fue arrastrado hacia el inicio del callejón, los intentos por escapar parecían surtir efecto, el ser demasiado inquieto y ellos demasiado torpes hacían casi imposible que lo apresaran bien

    —¿Vegeta?—casi se detiene su corazón al reconocer aquella vocecita angelical.

   —¡¿Por qué se regresó?!

    —Parece que tendremos dos juguetitos...—escuchó decir a uno que tenía intención de salir del callejón e ir por su hermano.

     —¡Tarble, corre!—gritó cuando consiguió descubrir su boca. Sintió un leve alivio al verlo escapando pese a que su cuerpo seguía inmóvil.

     —Debería ir a buscar a ese niño… Creo que se tropezó y se lastimó—escuchó decir a uno que poco a poco liberaba su agarre.

     —Perdóname, Gog...—tragó saliva y dejó de ejercer fuerza.

      —¿Eh? Ya no se está resistiendo—velozmente entre los cuatro lo llevaron al interior del callejón, muy cerca de la pared del final. Nuevamente empezó a resitirse, aunque sabía que la suerte ya estaba echada: firmó su contrato al entregarse con tal de que no dañaran a Tarble.

Trató y trató, pero era inútil, las fuerzas se le comenzaron a esfumar. Primero empezaron rompiendo su ropa con brusquedad, dejando su pecho descubierto. Sus pezones fueron pellizcados con algo de fuerza, dejándolos enrojecidos e hinchados. Acariciaron su abdomen, marcándolo y dejando moretones.

     Lo despojaron de las prendas faltantes, quedando su cuerpo desnudo ante la mirada lujuriosa de esos hombres. Los gritos del menor eran acallados por una mano en su boca y otra apresando su cuello. Sus genitales fueron acariciados también, pero de forma agresiva que, en lugar de hacerlo sentir placer, sólo lo hacía gemir de dolor .

     —¡Hmhghh!—intentó gritar al sentir un dedo introducirse en su entrada. Uno, dos, tres dedos abriéndose paso en su interior con velocidad.

     —Quiero divertirme un poco...—escuchó decir a uno antes de ser forzado a arrodillarse en el frío suelo. Su piel levemente amoratada por el viento helado era iluminada por la farola afuera del callejón.

     Tan sólo sus rodillas tocaron el suelo cubrieron su nariz. Ante la falta de oxígeno se vio obligado a abrir la boca. El más alto de todos desabrochó su pantalón y bajó su ropa interior hasta los muslos, dejando a la vista su ya excitado miembro. Vegeta intentó girar su cabeza al lado contrario, pero la fuerza con la que era sostenida le imposibilitó hacerlo. Finalmente el hombre metió su miembro en su boca, para empezar a mover la cadera simulando estocadas.

   Vegeta cerró sus ojos y dejó que un par de lágrimas de impotencia se deslizaran por sus mejillas. Tenía que ser fuerte, pese a que estaban utilizando su cuerpo debía tener fuerza y coraje, poder mantener su mente estable. Paseó su mirada hacia todos lados dentro del callejón, tratando de ignorar la profanación en su cuerpo.

     Sus ojos se encontraron con los suyos: había una ventana rota con cristal unidireccional. Pudo verse en todo su esplendor, de cómo era usado como un vil títere o muñeco para satisfacer deseos sexuales. Cerró los ojos y trató de aclarar su mente de nuevo.

     —Es mi turno…

     El miembro dentro de su boca fue sustituido por otro, mientras aquel trío de dedos seguía enterrándose en su interior.

     —Vamos a empezar que esto está aburriéndome—dijo uno sentándose en el suelo, su compañero lo imitó.

    Vegeta, por mera curiosidad sobre lo que harían, miró sus reflejos en aquel espejo. Los hombres se habían sentado demasiado cerca, sus entrepiernas erectas se rozaban y ellos mismos se estimulaban para aumentar su placer. Lentamente fue forzado a moverse, aunque se resistía y todavía trataba de luchar por escapar.

     Tomaron sus hombros, cintura y cadera y lo hicieron sentarse de golpe en ese par de miembros.

     Sintió cómo el aire se le escapaba de los pulmones al sentir su piel desgarrarse. Tragó saliva y miró desorientado a su alrededor, todo daba vueltas y se veía borroso, no era capaz de cargar ni su propio peso. Sentía un fuerte dolor en el pecho que no lo dejaba tomar aire y las lágrimas empezaron a rodar a mares, aquel grito de dolor se atoró en su garganta, ahogándolo.

     Parpadeó un par de veces, no podía reaccionar. ¿Por qué sentía como si se partiera en dos su cuerpo? Cerró sus ojos y se dejó caer hacia adelante…

*

    Le pareció escuchar una voz, sí, una voz. Una voz cálida como tarde de verano, una voz que decía su nombre. Trató de buscar el origen de la voz, su cabeza se movía con dificultad tratando de visualizar a la persona que estaba frente a él. Era una mujer, una mujer de cabellera negra, con unos ojos que lloraban.

*

    —¿Dónde estoy?—murmuró abriendo sus ojos, cegándose un poco por la intensa luz blanca del techo. Miró su alrededor con algo de confusión, encontrándose con un ambiente de un blanco luminoso.

     —Estás en el hospital Satan—explicó una mujer que apenas se pudo percatar que lo acompañaba en el cuarto.

    —¿Qué hago aquí?... ¿Y mis padres?...—las palabras salían algo lentas y arrastrándose.

   —Tus padres están comiendo algo, dentro de poco vuelven, tenía que cambiar tus gasas…

    —¿Gasas?—repitió sin entender nada. La mujer tomó su carrito y se aproximó a la puerta de salida.

     —Estás aquí porque te desangraste por un desgarre interno—muy apenas pudo decir antes de salir y dejarlo nuevamente solo.

     —Desgarre interno…

     Fue en ese momento que todo lo ocurrido llegó a su mente, de cómo su cuerpo era ultrajado de la forma más salvaje posible, donde tuvo que sacrificarse para que su hermanito pudiera escapar. Si tan sólo hubiera esperado unos minutos más para ver a su pelirrojo, o el menor hubiera escapado con éxito sin lesionarse…

      Pero ahora que estaba bajo la tormenta se daba cuenta de que el hubiera no existe…

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3 de enero del 736

Salió con algo de pereza de la escuela, desde el incidente se veía en él a una persona completamente diferente. Sí, lo habían dado de alta; sí, sus heridas estaban curadas casi completamente; sí, los moretones en su piel ya casi habían desaparecido… Pero, ¿cómo aliviar el dolor de su alma?, ¿cómo ignorar su mente que lo torturaba con recuerdos casi tangibles de esa noche?

     ¿Cómo se supone que salvaría su ser de caer en la locura y el dolor en el que se veía sumergido cada que cerraba los ojos? Necesitaba llegar a casa, encerrarse y poder relajarse aunque le era casi imposible.

     —Vegeta...—escuchó su nombre siendo pronunciado metros más adelante, esa voz tan masculina y aterciopelada que le hacía sentir un estremecimiento en su cuerpo cada que la oía, pero ahora sólo conseguía agitar su corazón y hacerlo sentir un hueco en su alma.

      Intentó hacer como que no lo escuchó, quiso salir huyendo pero sus piernas no respondían, estaba paralizado frente al pelirrojo. Gogeta se acercó con lentitud, estando cerca acarició su mejilla y se inclinó a su altura.

     —Vegeta… ¿qué pasa?, creí que irías conmigo aquel día...—el menor tembló ante esas palabras—. Pequeño, ¿qué te ocurre?—la voz del ojiazul sonaba con mucha preocupación, sus ojos estaban algo vidriosos, como si un miedo lo invadiera—. ¿Te hartaste de mí acaso, o…?

     —Déjame—quitó con un manotazo aquella mano que acariciaba su rostro con cariño. Su voz sonaba temblorosa y sus ojos acumularon un par de lágrimas.

     —Vegeta, ¿qué ocurre…?

     —¡Déjame en paz!—exigió y salió corriendo, dejando atrás a un muy confundido Gogeta, quien lo único que podía pensar era que el cariño que el menor le tenía se había apagado y ahora estaría con alguien más...

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5 de enero del 736

Vegeta se encontraba sentado en el suelo de su habitación, mirando con un vacío desolador el techo, mientras lloraba a mares. ¿Cuándo se suponía que llegaría el olvido?, ¿en qué momento podría superar lo que le ocurrió? Escuchó el ruido de la puerta principal abriéndose, pero se sentía demasiado incapaz de bajar a ver, estaba tan absorto en sus pensamientos que muy apenas pudo notar el sonido de unas pisadas de alguien subiendo las escaleras a toda velocidad.

    La puerta de su alcoba fue abierta con fuerza, dejando ver a Gogeta con una expresión abatida. El de ojos azules cerró con lentitud y se acercó despacio, sentándose frente a él sin decir nada en el trayecto.

     —Tarble me dijo lo que pasó ese día...—empezó a hablar con voz quebrada.

     —Vete y déjame solo…

     —¡No!—gritó—. ¡¿Por qué demonios me quieres alejar?!—empezó a sollozar bajo la mirada sorprendida del menor, era la primera vez que veía a Gogeta, ese chico que actuaba con fortaleza ante todos los obstáculos, llorando con desesperación.

     —¿Te das cuenta de lo que ocurrió…? No quiero que pierdas el tiempo conmigo, te fallé...—susurró.

     —¡No lo hiciste, Vegeta!—tomó sus manos entre las suyas—. ¡No me fallaste!

     —¡Tú no tienes idea de lo que…!

     —¡La tengo, Vegeta!—cerró sus ojos y trató de tomar aire—. Entiendo que es demasiado difícil para ti continuar este reto tú solo... —unió sus frentes—. Entonces, ¿por qué me dejaste?

    —No quiero que malgastes tu tiempo, puedes conseguir a otra persona…

    —Vegeta—susurró—, yo no quiero a otra persona, te quiero a ti…

     —Pero…

      —¡¿Por qué quieres que me vaya de tu lado?! ¡De eso se trata de ser una pareja! Tus problemas son míos, mi deber es estar contigo en las buenas, las malas y las peores—tomó su rostro entre sus manos—. Pequeño, yo te acompañaré…

     —Pero…

      —No puedes dejar que esto muera, Vegeta, ¡nos amamos!—acarició con desesperación su cabello—. Pequeño, yo te amo…

      —Yo...—no resistió y lloró con fuerza, abalanzándose a los brazos del más alto, llorando con desesperación y dolor, sintiendo su corazón latir a mil por hora.

     Tenía razón, no podía dejar simplemente que muriera su cariño, tenía que ser fuerte por él y por Gogeta. El mayor lo apoyaría en su proceso y era algo que agradecía. Un amor fuerte como el suyo no podía acabar así…

     —Pequeño, ya...—acarició su espalda mientras él se desahogaba—. Ya acabó todo lo malo, y yo no me alejaré de tu lado…

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12 de enero del 736

—Mis padres están fuera—susurró dejándolo entrar—. Trabajan, y Tarble toma una siesta.

     —Pequeño—besó su cabeza—, ¿cómo te sientes?

     —Sige doliendo, pero un poco mejor—mostró una mueca que simbolizaba una sonrisa.

     —Perfecto, un príncipe nunca se rinde...—se agachó y se colocó de espaldas frente a él—. Sube, te llevaré a tu habitación.

     Con cuidado subió a la espalda del más alto. Sus piernas eran sostenidas mientras él se aferraba a su cuello, el cabello rojo levemente largo le causaba incomodidad en la nariz. Llegaron y el mayor lo bajó en la cama. Volteó a verlo y colocó sus manos apoyadas en el colchón, a los costados de su cabeza.

     —Estás engañoso en tu peso…

     —¡Cállate, baka!—se ruborizó.

     —O yo estoy perdiendo forma—se miró—. Creo que debería dejar los postres un tiempo…

     —Sí, deja la glotonería…

     —¡Oye!—dijo ofendido, para después mostrar una sonrisa maliciosa.

     —¿Qué…?

      —Nada, sólo esto…

     Gogeta se acercó al abdomen del menor y empezó a hacerle cosquillas con esfuerzo, consiguiendo sonoras carcajadas por parte del menor.

     —¡De… detente!—decía difícilmente entre risas. El mayor se detuvo, permitiéndole a Vegeta tomar bocanadas de aire.

     —Te amo, Vegeta...—susurró en su oído.

     Vegeta tomó su cabellera roja y lo atrajo para darle un beso, uno donde le demostró todo lo que sentía en ese momento. Siguieron besándose, deteniéndose únicamente para que el mayor se sentara en la orilla del colchón. El de cabellera en forma de flama se acercó y se sentó sobre sus piernas, rodeando su cuello con sus brazos y volviendo a unir sus labios.

     ¿Cómo era posible que una sola persona encendiera todos sus sentidos? Gogeta se separó un poco del menor, desabrochando su camisa, sintiendo el calor apoderarse de su cuerpo. Acercó más el cuerpo del menor, sintiendo contra su abdomen la erección semierecta del más bajo. Sonrió y acarició la extensión de su espalda, deteniéndose abajo, en sus glúteos, para estrujarlos un poco, sacándole un tierno gemidito.

     Siguió besándolo, también marcando sus dientes en su hombro y cuello. Llevado por la excitación del momento decidió colar sus manos por el pants deportivo del menor, sintiendo su piel tersa. Pasó su dedo índice por su entrada, intentando estimular esa zona.

      Se detuvo al sentir las uñas clavarse en su espalda, pero de una forma tan ansiosa que no era normal. Se acomodó para ver el rostro del más bajo, y sintió su mundo venirse abajo al observar la expresión de miedo, de terror, en su carita llena de lágrimas silenciosas.

     —Vegeta...—lo movió un poco, tratando de hacerlo reaccionar. Con lentitud el pelinegro miró al adulto, tomó un poco de aire.

     —Déjame sólo...—pidió alejándose torpemente.

     —Pequeño, yo…

     —¡Aléjate de mí!—tomó su cabello con desesperación, tomando aire repetitivamente mientras susurraba una y otra vez “no es real, no es real, no es real…”.

     —Vegeta…

     —¡Vete!—exigió cuando fue tocado de su hombro—. Yo… sólo quiero que te vayas, no quiero volver a saber de ti ni de esta relación, ¡sólo déjame tranquilo…!—abrazó sus piernas—. Necesito… algo de tiempo...—susurró.

     —Vegeta...—tragó saliva y abotonó su camisa—. Me iré…

     Dio un beso en la cabeza del menor, pero Vegeta ni siquiera volteó a verlo.

     —Veg, yo te amo...—alcanzó a oír antes de que saliera de su habitación.

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14 de enero del 736

¿De qué sirve dormir si las pesadillas, tan vívidas y casi reales se aparecían cuando iba a la cama?

Sólo lo hacían martirizarse y su interior se quemaba en el infierno de la cruda realidad que había vivido.

     El dolor se encerró en su pecho, y nada de lo que intentara le daba alivio a su ser. Su alma pendía de un hilo demasiado fino, que parecía que rompería en cualquier momento.

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14 de  febrero del 736

Aunque se trate de ignorar, el ver la felicidad ajena, muchas veces crea una sensación de envidia. Pero, ¿qué ocurre con las personas que pasan por un mal momento? Sólo crea una sensación de vacío y tristeza, una enorme nostalgia que no puede ser llenada, esa grieta se hace grande y dolorosa.

~Aishiteru~

     Ahora sólo quedaba el recuerdo de lo que alguna vez fue…

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19 de febrero del 736

Las inseguridades de Vegeta habían crecido, su mente se vio inundada de desprecio hacia sí mismo por el incidente. Además de no sentirse… ¿cómo decirlo? Digno de estar con alguien después de ser ultrajado de esa manera.

       Y su última esperanza era Gogeta… Ese “no me alejaré de tu lado” sólo se había vuelto en su contra, ahora se veía en medio de una soledad interna, que no podía ser llenada, sólo ser perturbada por los demás a su alrededor.

    Pese a que estaba en un mar de gente, no se sentía completo, tenía dentro de sí una pena que el estar solo aliviaba levemente. Ya que si permanecía con alguien que no supiera identificar todos sus gestos, sólo le haría sentir más vacío en su anterior.

     Y Son Raditz, su viejo compañero, ya no se sentía bien estando con él. Verlo tan feliz le hacía sentir aún más miserable. Verlo saliendo con chicas, verlo tan conforme con la vida. ¡Sentía asco de esa felicidad que no tenía, que le fue arrebatada!

     Era hora de decirle adiós a su mejor amigo para siempre.

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28 de agosto del 736

Llega el punto en que el dolor es demasiado y, por más esfuerzo que se haga, las lágrimas caen intentando inútilmente liberar todo eso que se siente. Pero, ¿qué ocurre cuando la presión es mucha?  Sin nadie acompañándote, sin nadie que esté dispuesto a escuchar tus males, sin nadie que se haya esforzado por aferrarse a permanecer a tu lado por más veces que le pidieras que se fuera… sin nadie así aquellos sentimientos que estuvieron contenidos forzosamente tienen que salir de otra manera.

     Vegeta simplemente veía a los demás sonreír, tener una vida tranquila sin pesadillas en su mente o recuerdos desastrosos de aquel día. Simplemente callaba y después se aparentaba fuerte. Una y otra vez veía y callaba, sintiéndose incapaz de liberar aquello que su cuerpo se aferraba en sacar. Así hasta el día en que el agua se desbordó del vaso.

     En plena clase comenzó a sollozar, el dolor de su alma trataba de escapar, aquella culpa y pesar estaban esforzándose por dejar de ser una carga en el menor. Pero simplemente no se podía deshacer de ella. A mitad de aquel llanto que era visualizado por toda la clase confundida, tuvo un arranque de ansiedad y desesperación y huyó al baño. Cerró con seguro la puerta y rompió su sacapuntas, tomó la navaja y trató de hacer a su mente ignorar el dolor de su alma con dolor físico.

     Una tras otra caricia de la navaja contra su piel, dejando salir aquel líquido carmín. Ardía, su piel quemaba de ardor. Pero no se comparaba con lo vivido, no se comparaba con lo que noche tras noche tenía que recordar y revivir entre siniestros sueños.

     Con ayuda del dolor físico levemente ignoraba el dolor de su ser…

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19 de diciembre del 736

Los vicios matan, dañan, envenenan, hieren…

     Alcohol, tabaco, droga, cortes… Cada quien elige cómo cavar su tumba. Pero, ¿por qué un jovencito de apenas 14 años tenía que caer en ese último? Se le volvió hábito, cada vez que estaba triste la endorfina trataba de apaciguarlo, y en momentos parecía funcionar, en momentos las lágrimas caían por el dolor que le producía su carne siendo cortada. Pero en otros… en otros no sentía nada.

     Las cicatrices tardan de un mes a dos años en formarse. A veces desaparecen, en otras ocasiones queda una marca visible para siempre. Pero herida tras herida deja de ser algo difícil de ocultar…

     —Vegeta...—susurró su madre cuando el adolescente llegó a la mesa del comedor—. Hijo, ¿no tienes calor? Tu padre encendió la calefacción...—mencionó refiriéndose a su playera de manga larga.

          —No...—metió un bocado de comida en su boca.

     —Vegeta...—llamó esta vez su padre, frunciendo el ceño—. Quítate esa playera—el menor tragó saliva.

     —¿Para qué? No pasa nada…

     —Vegeta, obedece—ordenó. El menor se levantó de la mesa y se quitó aquella playera azul. Debajo sólo llevaba una interior sin mangas color blanca.

     —¡Por Kamisama!—la mujer cubrió su boca al ver las heridas aún abiertas del menor.

     —¡¿Qué demonios te pasa, Vegeta?!—reclamó su padre, el menor sólo bajó la mirada—. Estás siendo irracional…

     —Irracional...—pensó al escucharlo.

     —¡¿Acaso lo haces para llamar la atención?!

     —”Llamar la atención”—tragó saliva y tomó la playera—. Gracias por la comida, mamá.

    Y sin esperar más reclamos por parte de él se fue a su habitación, sintiendo su estómago rugir de hambre. Al llegar lo único que pudo hacer fue colocarse bajo sus sábanas y sentirse más solo que nunca. Sentirse tan incomprendido y juzgado hasta por su propia familia. Sentía que su dolor nadie lo veía y quedaba ignorado ante todos los que amaba.

      Limpió con brusquedad sus lágrimas y se puso de pie, rebuscó aquella navaja y una vez más dañó su cuerpo con ella. Se sentía mal, le dolía, el filo sólo quemaba… pero lo relajaba, le hacía sentir distracción. Miró las gotas de sangre y empezó a sollozar nuevamente.

      Hizo lo que hacía siempre que se sentía mal, sacó su diario y comenzó a desahogarse, liberó todo su pesar en esas hojas, como si fuera la única cosa que le escuchara sus penas. Terminó de escribir y empezó a leer las fechas anteriores. Un nudo se formó en su garganta al leer aquellas hojas donde mencionaba a Gogeta.

      Sentía que la bilis le quemaba la boca del estómago y que en cualquier momento vomitaría. Frunció el ceño, esa fecha… esa estúpida fecha donde todo comenzó…

      Gruñó con desesperación y arrancó las hojas donde hablaba del pelirrojo, maldiciendo una y otra vez y las arrugó con furia.

     Pero… no era eso…

     Miró nuevamente las hojas, ya teñidas en un rojo carmín. No podía culpar a su chico, él no tenía la culpa de lo ocurrido, él sólo quiso darle lo mejor. Limpió su rostro con su antebrazo, consiguiendo que unas manchillas de sangre llegaran a su cara.

      No podía… no, no quería deshacerse de los buenos recuerdos que tenía de ese chico, todo el tiempo que estuvieron juntos era una bendición que le había llegado, y no podía ensuciar esos bellos momentos por lo que le pasó.

      Suspiró y sacó una caja de su armario, esa en la que guardaba su consola de videojuegos. La vació y empezó a llenarla con las cartas y regalos que había recibido de Gogeta, releyéndolas con tristeza. Una vez terminó, la selló con cinta adhesiva y con un marcador escribió HOPE #1.

      Esperanza… esperanza que tenía por volver a ser fuerte, encontrar a alguien como el pelirrojo o mejor aún, que él cumpliera su promesa de que siempre lo acompañaría, sin importar nada. Esa promesa, al parecer, ahora quedaba en el viento. Tomó aire y metió la caja bajo la cama, hasta el fondo. Y esas últimas hojas del diario las conservó, las dejó a un lado suyo sobre la cama. Las miraba y todavía sentía ese hueco en el pecho, ¿había sido lo correcto decirle adiós para siempre al pelirrojo? Con el cansancio sobre su cuerpo, cerró los ojos y se quedó dormido, esperando que la inquietud de sus sueños sea menor que otras veces.

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19 de marzo del 737

Miró hacia abajo, una enorme avenida muy transitada donde autos pasaban a gran velocidad. Tragó saliva y cerró los ojos, únicamente se sostenía de los tubos de agarre de aquel puente al que había subido, estaba del otro lado de la barandilla. Sus pies difícilmente se apoyaban sobre una sección que sobresalía.

     —Sólo hazlo...—susurró—. ¡Acaba con todo! ¡Muérete ya!—abrió los ojos y miró de nuevo los autos—. Pero… no puedo dejar solo a Tarble todavía.

     —¡Vegeta!—escuchó su nombre pronunciado en un grito. Giró su cabeza y pudo ver a su familia. Miró cómo su padre se acercaba con incluso miedo.

     —Hijo, baja de ahí, podemos arreglar esto...—sus pasos eran con cautelosos, mientras su madre y hermano se quedaban más atrás mirando con horror la escena.

     El joven miró a su madre, desesperada y llorando a mares. Después vio a su hermano, quien tenía una expresión sombría y un miedo profundo que alcanzó a visualizar en sus ojos color carbón.

     —No saltaré, papá...—susurró dando media vuelta y subiendo una pierna a la barandilla. El hombre se acercó deprisa y lo ayudó a colocarse del otro lado.

     —¡Nunca vuelvas a asustarnos así, Vegeta!—su madre llegó con una bofetada, la cual dejó enrojecida la mejilla del menor. Después se arrodilló frente a él y lo abrazó mientras lloraba sin medida—. ¡No tienes idea de lo mucho que sufriría si no te tengo!

      —Mamá, yo…

      —Hijo, ¡te amamos, no queremos perderte!—miró su rostro y lo tomó entre sus finas manos—. Prométeme que no volverás a intentar esto…

      —Te lo prometo, mamá—abrazó a la mujer—. Tranquila…

     Pero… ¿qué tan ciertas eran sus palabras?

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“¡Hola, soy Goku!”

     “Qué cosas tan lindas escribiste, ya quisiera que alguien me dijera cosas tan bonitas como estas”

     “La leí hasta el final”..., “No es lástima, quiero ser tu amigo”... “Vegeta, estoy seguro que la persona que quieres te aceptará, no importa nada”...

     “Tal vez no comprenda, pero ten por seguro que te escucharé siempre, no te juzgaré y además jamás te abandonaré”.

     “Hola, Vegeta… me he sentido un poco solo últimamente y quería que jugaras conmigo”. / “¡Aléjate!” / “Tranquilo, Veggie…”.

     “Vegeta, ayer estabas perfectamente bien, ¿qué pasó?” / “Ayer Nappa apareció y me violó” / “No lo hagas, por lo que más quieras”.

     “¿Y qué hay de mí? ¿A quién voy a querer si no es a ti?”

     “¿Quieres ser mi novio?”

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“Vegeta, mi mamá y la tuya se conocían desde hace tiempo. Ayer salieron de compras, iban por la carretera y… se estrellaron contra un árbol. Ambas murieron…”

     “¡Vegeta, deja de decir esas cosas! Supera esto, deja de fingir. Si quieres atención sólo dilo…”.

     “¿Sabes qué creo? Creo que eres alguien muy fuerte y valiente… has logrado llegar hasta aquí, incluso aunque el dolor sea tan grande…” / “Pero…” / “Superaste obstáculos que pocas personas podrían superar, estoy sorprendido. Te amo, mi príncipe…”.

     “Estuvimos investigando el choque. Los cables de los frenos fueron cortados, eso ocasionó el accidente..”

     “¡Contesta! ¿Por qué mataste a mi madre?” /  “Le pagué a alguien para que lo hiciera”.

     “Vegeta, quería pedirte… un beso…”

     “¡Hey!” / “F-Freezer…”

     “Deja de mentir, ¡ya no quiero tu maldita lástima. [...]  Vete al demonio si sólo piensas juzgar” / ¿Sabes qué pienso? Que deberías dejar de hacerte la víctima. Sabes perfectamente que no fue tu culpa, y que te amo tanto que no me importa tu pasado… porque yo te quiero conmigo para que disfrutemos nuestro presente”.

     (Y tras pensarlo, salió detrás de aquel chico que había aprendido a amar. Lo último que recordaba haber visto era a él hablando con una chica. Después sólo sintió un fuerte golpe que lo hizo dormir).

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“No dejaré a Vegeta”

     Podía escuchar perfectamente las palabras de ese chico que se había robado su corazón. Sin embargo su cuerpo no podía manejarlo, lo sentía muy pesado. Ni siquiera era capaz de abrir los ojos, sólo escuchaba atentamente su alrededor.

     “No quiero una vida sin ti, quiero estar contigo por siempre… Nuestros padres aprueban nuestra relación, también nuestros hermanos. Por favor, quédate conmigo…”.

     Un extraño pitido inundó el espacio en el que se encontraba, para después percibirse gritos desesperados de Goku llamando a la enfermera y pidiéndole a él que no se fuera.

     “Por favor, salven a mi Vegeta”.

     Escuchó un sonido, de un peso alzándose abruptamente y bajando con la misma intensidad. Pero no era él, no sentía nada en su cuerpo. Difícilmente entreabrió sus ojos, lo poco que sus pestañas le permitían apreciar era una habitación y un médico con una enfermera, cuchicheando algo que no alcanzó a escuchar.

     “Enfermera, llévatelo a la otra habitación. Le informaré a la familia que falleció y que no pueden verlo por su estado”. “Sí, señor Pilaf”.

     Sintió cómo el lugar donde reposaba se movía con lentitud.

     —¿Dónde… dónde estoy…?—muy apenas alcanzó a decir.

     “Rápido, Mai, anestésialo y llévatelo”. Oyó la voz desesperada de ese hombre bajito antes de volver a caer en un sueño profundo.

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Abrió sus ojos y miró a su alrededor. Todo daba vueltas, y su mareo no ayudaba en nada. Cuando por fin enfocó bien su mirada, notó que estaba en lo que parecía un consultorio médico, pero muy pequeño. Tragó saliva y buscó algo que le dijera dónde estaba.

     “3 de octubre del 737” alcanzó a leer en un calendario sobre el escritorio. Miró el resto del lugar, parecía uno común y corriente.

     —Veo que despertaste—escuchó una voz femenina, volteó a ver la puerta y miró que recién entraba—. Creí que tardarías más.

     —¿Dónde estoy?—preguntó con confusión.

     —En un hospital—mostró una sonrisa—. Has mostrado un avance muy bueno, has sido muy fuerte.

     —Me duele demasiado todo…

     —Es porque tenías anemia, te traje algo para que comas—le colocó el soporte que funcionaba como mesita sobre la camilla y ajustó la reclinación de ésta.

     —Gracias…

     —Oye, me sorprendió mucho que tienes muchas heridas en los brazos—acarició su cabello con lentitud—. ¿Por qué te cortabas?

      —Algo que me pasó—respondió con lentitud.

     —¿Me podrías hablar de eso?

      —No… no me gusta hablar de eso…

     —Está bien, aunque supongo que debió ser algo muy malo porque son muchas…

     —Demasiado...—soltó un suspiro—. Por mucho tiempo deseé regresar el tiempo y nunca hacerme daño así…

     —Entiendo...—siguió acariciando su cabello—. Pequeño, verás que algún día esto se cumplirá.

     —Tsk, como si fuera posible…

     —Bueno, nunca se sabe…

    

     Los días pasaban y era atendido muy bien por esa mujer, además del doctor que ocasionalmente entraba en la habitación. Sin embargo, llegó el punto en el que sentía que hacían algo más en su cuerpo cuando lo hacían dormir. A veces sus brazos le causaban una extraña comezón o sensación desconocida.

     —Vegeta, te pediré que mires este video—dijo colocando una reproducción en la televisión—. Es… importante que la mires hasta el final…

     La cinta empezó a correr, y estuvo tan absorto a todas las imágenes que se presentaban, pasaron los minutos y por fin finalizó el video. El joven Saiyan estaba tan confundido por lo que había visto, incluso se veía alterado y sentía demasiada confusión.

     —¿Cómo te sientes?

     —¿Quién es usted?—preguntó al ver a la mujer—. ¿Dónde estoy?

     —Tranquilo, soy tu enfermera...—se acercó, el menor por su parte sólo trataba de levantarse—. Relájate, estarás bien…

    —¡Quiero irme a casa!

     —Relájate—tomó una jeringa e inyectó en el brazo del menor su líquido.

     —Yo...—se dejó caer hacia atrás, miró con desconcierto a la mujer.

     —¿Sabes tu nombre, pequeño?

     —Yo… yo me llamo...—miró al techo—. No sé, no me acuerdo…

     —¿Y sabes por qué estás aquí?

     —Sólo recuerdo que alguien me decía que no me fuera, pero sólo recuerdo su voz.

     —Pequeño, tuviste un accidente automovilístico, eso es todo...—acarició su cabello—. Tu nombre es Gotenks.

     —¿Gotenks?—repitió.

     —Sí, pequeño… Tu nombre es Gotenks…

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—Mai, tenemos que escapar...—dijo el hombre bajito.

     —Gotenks, ven, cariño—lo ayudó a bajar de la camilla—. Vístete con esto, y ya puedes quitarte las vendas de tus brazos, la alergia ya desapareció.

     —Está bien—con cuidado se colocó aquellas prendas blancas y se puso sus tenis deportivos. Quitó sus vendas y miró que en sus brazos no había ningún tipo de marca o enrojecimiento de la supuesta alergia que le había ocurrido.

     —Vámonos ahora...—dijo la mujer tomándolo de la mano y llevándolo consigo. Subieron a una camioneta y el hombre rápidamente arrancó.

     —Díselo, Mai…

     —¿Decirme qué?

     —Nada, cariño, que tenemos que hacer una parada antes de seguir.

     —¿Por qué huimos?

      —Porque gente mala quiere que trabajemos para ellos—le sonrió—. Ven conmigo—tan sólo el hombre estacionó el auto, la mujer llevó al menor al interior de un callejón.

     —¿Qué pasa? Aquí no hay nada…

     —Lo sé...—colocó un pañuelo en su rostro aprovechando que le daba la espalda, el menor aspiró su aroma y al poco tiempo quedó inconsciente.

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Abrió sus ojos y miró a su alrededor, no sabía en qué lugar estaba, ni por qué razón vestía de blanco. Al salir del callejón notó en un espejo que su cabello era bicolor, el centro negro y los costados teñidos de lila. Encontró un papel quemado con una fotografía suya, donde decía que su nombre era Gotenks y que tenía 15 años de edad, además de que era perteneciente al Orfanatorio Esperanza.

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     Su nombre no estaba en el sistema, pero le permitieron quedarse.

     Un chico trata de suicidarse, él lo impide.

     Se reencuentran en el internado. Dice llamarse Goku.

     Le parece familiar, pero insiste en que no se conocían antes.

     Inician una relación donde pelean y se distancian a cada rato.

      Conoce a Gogeta, también insiste en no saber nada de él.

     Goku, en medio de una felación, le llama Vegeta.

     Luego de su misterioso viaje le comienza a decir “Te amo”.

     Goku ahora le entrega un diario que dice que le pertenecía antes, le dice que estuvieron juntos como pareja hace más de un año y que sí sabía todo de él.

_____________________

 

Soltó aquel diario, sus manos temblaban y su mirada estaba perdida hacia el frente. A pesar de que sus ojos estaban completamente abiertos, el menor dejaba caer unas lágrimas. Su respiración se veía agitada y no era capaz de moverse, sólo se estremecía.

     —Vegeta...—tomó su hombro, preocupado por su reacción. El de cabello bicolor, aún en su trance, volteó a ver al de cabellera alborotada.

     —Tú...—cerró sus ojos y abrazó sus rodillas, respirando agitadamente—. No puedo creerlo…

     —Veg…

     —Yo...—apretó los ojos con fuerza y contuvo el aire, para después abrirlos con serenidad—. Iré a ducharme...—se puso de pie y buscó un conjunto de ropa limpia.

     —Vegeta...—llamó, pero el menor no respondió.

 

***

 

—Vegetto, ya llegué...—avisó entrando a su habitación. El menor estaba terminando de doblar ropa, así que cerró tras sí. Sonrió al verlo, así que se acercó al peliazul y lo abrazó por detrás, colocando sus manos en su cintura. Comenzó a besar su cuello sacándole suspiros. Vegetto pasó su brazo hacia atrás, tratando de tomar la cabeza del mayor y atraerlo, pero se sorprendió por una sensación demasiado peculiar. Se separó abruptamente y miró al pelirrojo, que vestía la misma camisa blanca que esa mañana, pero usaba una gorra de béisbol, la cual se quitó para después dedicarle una sonrisa.

     —Sorpresa...—dijo con una risita—. Supongo que fue algo muy notorio…

     —Tú...—frunció el ceño con lentitud—. ¿Por qué demonios te cortaste el cabello?

     —Ah, esto...—soltó aire y se sentó en la orilla de la cama—. Pues debido a nuestro “encuentro” en mi oficina, donde me estiraste el cabello… La directora me fue a ver un par de horas después y me regañó por un par de cabellos sobre el escritorio. Dijo que debía cortármelo…

     —Gog, lo tenías a la cintura. Ahora está muy corto, casi como el de Goten…

     —Oh...—soltó aire y miró con desilusión al menor, bajando la mirada—. Perdón, creí que te gustaría o que siquiera pensarías que se me veía bien…

     —Tsk—chasqueó su lengua y se acercó—. Cállate y quítate la ropa ahora mismo…

     —¿Eh?—levantó la mirada y lo observó con su rostro sonrojado y se veía un poco urgido por dar inicio a su acto.

     Lo obedeció, no quería hacerlo esperar, se quitó la camisa y besó al menor para desvestirlo mientras lo recostaba en la cama. No perdió el tiempo, besó cada parte de su cuerpo hasta que consiguió excitarlo, aprovechó para darle placer, succionando su miembro y dándole placenteros lengüetazos, inundando la habitación con sonidos húmedos y los suspiros altos que soltaba el más bajo.

         —Entonces… ¿te gusta?—preguntó en su oído al acercarse, siguió masturbándolo con una mano mientras besaba su cuello.

     —Sí, ya cállate—dijo estremeciéndose entre sus brazos.

     —No te escuché…

      —Hmph, maldito—se acomodó sobre él y desabrochó su pantalón, dejando a la vista su miembro ya erecto—. ¿Por qué demoraste tanto si estás peor?

    —Sólo no quería parecer desesperado…

     —Hmph...—le dedicó una mirada juiciosa, el pelirrojo atinó únicamente a reír—. Eres el colmo…

     —Así me amas—le dedicó una sonrisa e invirtió las posiciones, quedando el peliazul abajo.

     Sin esperar se posicionó y empezó a penetrarlo con cuidado, su líquido preseminal ayudaba a que resbalara más fácil en su interior. Con cuidado subió las piernas del menor a sus hombros y aumentó la velocidad, ya conociendo perfectamente el punto que enloquecía al menor.

    Amaba su rostro sonrosado, con sus mejillas en color carmín, con sus ojitos entrecerrados y su boquita abierta suspirando su nombre. Amaba ser el causante de esas reacciones en el menor, de ser quien disfrutara esa vista única. Amaba con cada parte de su ser a ese niño. Sí, ese niño caprichoso, que para todos era un mocoso mimado de lo peor. Sí, un adolescente rebelde con el autoestima hasta los cielos.

     Pero también era un chico dulce, que daba la cara por sus amigos, que renunciaría a cualquier cosa por un ser querido. Alguien con un corazón muy grande.  Y su físico… ¡Por Kamisama! Ese chico era perfecto, con sus hermosos ojos negros, su nariz afilada perfecta y sus pectorales, abdomen marcado…

     —¡Ahhh!—gritó de placer mientras manchaba con su blanca esencia la mano del mayor. Gogeta sonrió y siguió moviéndose, unas últimas estocadas más y pudo correrse él también en su interior.

     —Te amo, Vegetto—le dijo en su oído antes de salir de su interior. Se acomodó a su lado y lo acurrucó en su pecho, esperando que se relajara luego de esa intensa sesión.

    —Gog, yo también te amo—susurró antes de ser besado en su frente.

     —¿Sabes, Vegetto? Estuve pensándolo mucho, sobre que no podemos mostrarnos como una pareja en público… Pero he pensado que si quiero tener algo que me recuerde a ti todos los días, y que sea evidente incluso a futuro, lo mejor sería hacerlo pronto—el menor se veía confundido ante sus palabras—. Me tatuaré tu nombre, creo que a la altura del pecho o en la espalda en la parte superior.

     —¿Tatuaje?—repitió—. Tatúate el trasero—cruzó sus brazos y el adulto sólo lo vio con sorpresa por su respuesta.

     —¿No te gustan los tatuajes?

     —Ggg, en ti no quiero ninguno.

     —¿Y esa respuesta?—arqueó una ceja.

     —Me gusta el tono de tu piel—el pelirrojo inclinó su cabeza en señal de no entender—. No quiero nada que manche tu cuerpo.

     —¿Se trata de eso, pequeño?—sonrió y besó su mejilla—. Entonces no lo haré…

     —¿Por qué tenías esa estúpida idea?

     —Sólo quería llevar algo que me recordara a ti…

     —¿Como tu collar que te dio Veg?

      —No es eso, Vegetto. Es porque…

     —Vale, ya entendí...—bajó de la cama y sacó una cajita de su mochila. Volvió a acostarse a su lado y se la entregó—. Planeaba dártelo en Navidad, pero no me dejas opción.

      —¿Qué es esto, Vegetto?—abrió la cajita y se encontró con una cadenita cuyo dije era un mini Vegetto versión chibi, y otra con un mini Gogeta también en esa versión.

     —Pensaba dártela en Navidad—tomó la que tenía el mini Gogeta de dos centímetros—. Pero puedes quedártela.

     —Gracias, pequeño—lo abrazó—. Es la primera vez que me das un regalo así, usualmente nunca das nada…

     —Ya, no importa—se recostó sobre su pecho y empezó a formar figuras con su dedo sobre su pectoral—. Gog, mañana iré a una investigación de campo.

     —¿Sobre qué?—del cajón de la base de la cama sacó una bolsa de frituras y empezó a comer.

    —Sobre Vegeta.

     —¿Vegeta?—repitió.

     —Hay cosas que todavía no entiendo, y quiero investigar por mi propia cuenta.

     —Oh, no. Vegetto, no te fugarás de la escuela…

     —Goku lo hizo, ¿por qué yo no puedo?

     —Porque no—respondió y el menor se le quedó viendo con el ceño fruncido—. No me mires así.

     —Exijo una explicación.

     —Te puede pasar algo en el camino… Y yo no puedo acompañarte—besó su cabeza nuevamente—. Entiende, no quiero que corras peligro.

    —Un mensaje—susurró y soltó aire, su flequillo se alborotó con eso—. Más vale que sea bueno porque me interrumpieron en medio de algo importante.

    Se acercó a su pantalón, rebuscó en los bolsillos hasta encontrar su teléfono y desbloqueó la pantalla. Su rostro mostró una expresión más dura que la que tenía.

    —Es un mensaje de Goku—miró al pelirrojo—. Ya le dijo todo a Vegeta.

    —¿T-todo?—se incorporó—. ¿Y cómo reaccionó?

    —No tengo idea, pero te apuesto que será mal…

    —¿Te irás?—preguntó cuando comenzó a vestirse.

    —Admitámoslo, si llega a odiar a alguien los odiará a ti y a Goku. Soy su mejor amigo y...—soltó aire—. Me buscará.

     —De acuerdo...—tomó su cabello con frustración—. Cuida que no haga una estupidez…

      —Bueno, ya me voy.

     —Espera—tomó su mano—. Vegeta puede ser muy difícil de tratar cuando está muy enojado, puede decir cosas hirientes y es tu deber no caer en esa provocación.

     —Lo sé, Gog—miró los ojos del mayor—. Ya he discutido con él antes, es muy duro en sus comentarios. No sabe controlar su ira, pero es por la amnesia, su cerebro reacciona de ese modo por la confusión.

     —Pequeño—tomó su rostro entre sus manos y le besó los labios—, te amo…

 

***

 

Su cuerpo estaba entumecido, la fría agua que salía de la regadera acariciaba su piel desnuda y bajaba la temperatura, haciéndole tiritar. Abrazaba sus rodillas, llorando desconsoladamente, ahogándose con su propio llanto tratando de no hacer ruido. Su cabeza dolía, y todavía no entendía cómo fue que no pudo recordar todos esos eventos en su vida.

     Tarble… ¿su pequeño estaba bien? ¿Raditz lo había cuidado como correspondía? ¿Había recaído en un pesar grande creyendo que algo malo le había ocurrido? Y lo que había dicho el doctor cuando escuchó la voz de Goku, ese “les diré que falleció”, y su estadía en aquel consultorio… ¿en serio todos creyeron que había muerto?

     Sí, seguramente. Porque esa era la idea que tenía Goku sobre él al parecer, pero el pelinegro sabía que era Vegeta, lo supo desde el primer momento en que se vieron y lo había mantenido en secreto hasta ahora, sin importarle sus insistencias por saber su pasado.

     Mordió su labio inferior y ejerció fuerza en sus manos, enterrando sus uñas en su piel. Maldijo, maldijo entre murmullos, arañó sus brazos y también su rostro, tratando de liberar esa ansiedad que poco a poco lo consumía.

    Goku… Goku le había mentido tantas veces que no podía contarlas. Se había aprovechado de su confianza, y había aprovechado que sabía todo de él para seducirlo a tal punto que en más de una ocasión había avanzado demasiado rápido, llegando incluso casi a la intimidad sexual.

    Confió en él y lo traicionó.

 

***

 

—Vegeta, ¿estás bien?—le preguntó con voz baja cuando salió del baño.

    —Kakarotto...—no volteó a verlo, sólo siguió secando su cabello con una toalla—. ¿Sólo tú lo sabes?

     —No...—sus ojos se llenaron de lágrimas, sintiendo la voz del menor más áspera que en otras ocasiones cuando discutían—. Todo esto fue parte de un experimento, encontré papelería que decía que te llevaron a otro lugar después de decirnos que habías muerto, y Trunks me confirmó eso porque alguna vez oyó hablar de ese proyecto.

    —Trunks...—susurró—. ¿Hace cuánto lo sabe?

     —Lo suficiente… Desde que empezamos a hablar.

    —Yo...—empuñó sus manos—. No estoy enojado—soltó aire y miró con el ceño fruncido al mayor—. Pero sí quiero estar solo.

     —¡¿Q-qué?!—sintió cómo su corazón se oprimía en su pecho, como si fuera un cristal y lo impactaran con fuerza rompiéndolo en mil pedazos.

     —Quiero tiempo—endureció su expresión—. Es lo mejor.

    —Tiempo...—limpió sus lágrimas con su antebrazo—. ¿Cuánto tiempo, Vegeta?

     —El necesario—se acercó a su cama y empezó a sacar su ropa de los cajones.

     —Vegeta...—se puso de pie y se acercó, para sentarse sobre la cama del menor y tocar su mejilla con su pulgar—. Si decides no volver, sólo quiero decirte que espero que seas feliz—empezó a sollozar, cubriendo su rostro con sus mangas—. Sin importar que no sea conmigo…

    —Kakarotto—mencionó con voz cortante, extremadamente serio viendo con el ceño fruncido al más alto—. No tomes decisiones apresuradas—terminó de guardar las cosas en la maleta y levantó la agarradera—. Adiós Kakarotto.

    —Yo te amo, Vegeta...—dijo el mayor cuando el menor se iba. El de cabellera bicolor se detuvo a centímetros de la puerta tras oírlo. No dijo nada más y salió de la habitación, dejando con un enorme vacío al mayor.

    Goku ahora tenía la habitación vacía, y sólo quedaría el recuerdo de quien fue alguna vez, y será por siempre, el amor de su vida.

 

***

 

—Gotenks, te estaba buscando...—miró a Trunks atravesando el pasillo, acercándose a él—. Es sobre la competencia de baloncesto, yo...—el de cabello bicolor no se detuvo a escucharlo, pasó por un lado suyo chocando fuertemente su hombro—. ¿Qué ocurre?

    —Tú deberías saberlo, ¿o qué no eras un genio?—dijo con sarcasmo sin voltear a verlo.

     —Sabes perfectamente que hay una razón por la que no dijimos nada—dijo con seriedad el pelilila, confrontándolo.

     —Sólo me dejaron en claro una cosa—volteó a verlo, el pelilila tragó saliva al ver su expresión de enojo y furia—. Confié demasiado en ustedes…

     —¿Ese es tu veredicto final, Vegeta?

     —Tsk—regresó para estar frente a él, sus rostros estaban muy cerca. El de cabello lila se tensó ante aquella mirada tan seria y fúrica—. Tu peor error es sacar conclusiones apresuradas, Brief…

     —¿Entonces volverás?—arqueó una ceja.

    —No me conociste bien antes… Ni lo intentes, no sabes mi decisión—acercó sus labios a su oído—. Sólo recuerda que mintieron demasiado—le susurró, causándole un estremecimiento al de ojos azules.

    Vegeta lo dejó sólo, se fue en dirección contraria a donde estaban, no podía estar con ellos, ya no. Después de lo ocurrido, no podía volver a acercarse sin sentir todo aquello en su interior, aquel coraje que lo invadía y la acidez de su interior acumularse en su garganta asfixiándolo.

     Llegó a donde quería y tocó la puerta con su puño, esperando que abrieran. Un rubio de ojos color miel se asomó, se veía algo adormilado y fastidiado, cuando lo vio este se quedó confundido.

     —Gotenks, ¿qué haces aquí?

    —Necesito hablar con Hiroshi—dijo adentrándose, el rubio simplemente lo observó mientras se metía y se sentaba en la cama de la derecha.

     —¿Por qué tan enojado?—sacó de la nevera una lata de soda, empezó a beber—. ¿Acaso te corrieron nuevamente de tu alcoba?—se refirió a la maleta.

     —¿Dónde está Hiroshi?

    —No está, su abuela enfermó y fue a cuidarla esta semana—se le quedó viendo, se veía demasiado tenso y con una extraña expresión torcida, donde una venita se alcanzaba a visualizar en su frente—. Ya suéltalo, ¿qué te traes?

     —Nada que te interese…

     —Oye, ya dilo. Deja de hacerte el idiota y dime qué te pasa, Gotenks…

     —Mi nombre no es Gotenks—soltó aire y por primera vez en ese rato se atrevió a ver al rubio—. Mi nombre es Vegeta.

     —Oh, ya recordaste. Qué genial por ti...—siguió observándolo—. ¿Es por eso que andas tan enojado?

     —No lo entenderías, Hiroshi sabía la historia—respondió desviando la mirada.

     —Ya, como sea. Supongo que está bien, es decir, ya sabes de dónde vienes y qué harás con tu vida en diciembre.

     —Necesitaba hablar con él...—tomó su cabello con frustración.

    —En todo caso pensé que Vegetto era tu mejor amigo—mencionó, el menor lo miró con una ceja alzada—. Hace mucho que no hablabas con Hiro.

     —No puedo ir con Vegetto...—pasó su mano por su rostro, se veía la angustia en su ser—. Recordé, y ahora sé que le hice mucho daño en el pasado.

     —¿Ah, sí? Pues no parece por cómo te trata…

     —Él no sabe que fui yo.

     —Ya veo, qué dilema...—arrojó la lata vacía al cesto y se recostó, colocando sus manos detrás de la cabeza—. Puedes quedarte si quieres, pero yo creo que deberías ir con el presumido.

     —Dash, ¿por qué eres amable conmigo si en un inicio casi peleábamos?

      —Eso fue idea del entrenador—empezó a reír—. Quería saber si eras buscapleitos o si manejabas las cosas con madurez. Es por eso que me envió, no quería a alguien así en el equipo.

     —¿Y qué le dijiste?

     —Lo que pasó, quería saber si esa actitud sería también con los maestros pero se dio cuenta de que eras buen amigo solamente. Me contó que por eso te escribió en la hoja de aceptación que debías manejar mejor tus actos.

     —Entonces, ¿no me odias?

     —Claro que no, sólo obedecía órdenes—lo miró con expresión neutra—. Tú no lo sabes, pero cuando decidiste emborracharte con Black yo fui en busca de ti junto con Hiroshi.

     —Ya veo… entonces te lo agradezco...—se puso de pie y tomó su maleta—. Creo que iré entonces con Vegetto, aunque no sé si me acepte luego de lo ocurrido.

     —No lo sabrás si no le preguntas. De todos modos, si no quedan bien puedes venir si lo necesitas—bostezó—. Cierra después de salir.

    Vegeta tomó sus cosas y se retiró, dejando solo nuevamente a ese chico.

     Estaba demasiado desesperado, tenía gran urgencia en desahogarse con alguien, su cuerpo imploraba por dejar salir a flote sus emociones del momento y todo aquel dolor en su pecho. La ira acumulándose en su interior lo hizo sentir la necesidad de llorar, una impotencia lo llenó y sentía que aquel nudo en su garganta se hacía más grande.

     Tomó con desesperación su cabello, mientras con su otra mano jalaba su maleta conforme avanzaba. Estaba sollozando, no podía con tanto. Levantó la mirada y vio la puerta de la habitación del peliazul. Deseando que estuviera ahí y no en otro lado tocó con su puño. Éste abrió al cabo de unos segundos.

     —Pasa—fue lo único que dijo. El de cabello bicolor se adentró y colocó la maleta a un lado de la cama. Tan sólo el mayor cerró se acercó a abrazarlo, gimoteando en su hombro y aferrándose a su espalda.

     —Nunca fue mi intención lastimarte—el peliazul acarició su espalda para que se calmara—. Ni siquiera pasó por mi mente que Gogeta se aferraría así conmigo en el pasado…

    —Ya, relájate…

      —Kakarotto me dijo todo, yo soy Vegeta, el chico que estuvo con Goge antes y que por mi culpa tú sufriste demasiado…

     —Ya...—se separó de él y sacó de su nevera el arma secreta para que se relajara, un delicioso postre de fresas. Se lo entregó y el de cabello bicolor difícilmente podía comer, seguía sollozando con cada cucharada que metía en su boca—. Así que Goku te lo dijo, ¿eh?

     —Él sabía todo de mí—frunció el ceño—. Él… me mintió...—gruñó—. Y no sólo él, el imbécil de Gogeta también se aprovechó de eso… Trunks también sabía y no dijo nada…

     —¿Eso quiere decir que ya no les hablarás o algo así?—levantó una ceja, el menor endureció su expresión ante la pregunta. Vegetto sólo dejó salir aire—. Bah, entonces supongo que yo también me incluyo en la lista. Creo que estoy listo para que me odies.

     —¡¿Qué?!—volteó a verlo con sorpresa ante ese comentario—. ¿Desde cuándo tú…?

     —A Gogeta se le escapó y me lo dijo, fue ese día en el que casi tienes sexo con él—el de cabello bicolor empezó a tartamudear—. En el momento pensé en eso, de cómo era posible que fueras tú, pero… eras mi amigo, y te tenía demasiado aprecio, por eso no podía enojarme contigo.

     —Vegetto...—volvió a fruncir el ceño—. ¿Por qué no me dijiste nada?

     —”¿Por qué?” Oye, no me hables así, ten más respeto.

     —¿Respeto? Eso esperaba en nuestra amistad, Vegetto.

     —Tsk, ¿ya me odias? Vegeta, exageras demasiado las cosas—dijo antes de meter un dulce en su boca.

    —¿Yo exagero? Tú eres el idiota que se idolatra hasta por respirar, ¿qué no entiendes que por eso todos allá afuera te odian, Vegetto? Porque no entiendes la maldita palabra de “modestidad”. No me hables de exageraciones, que no tienes con qué hacerlo—chasqueó la lengua—. No exagero, Kakarotto debía decírmelo…

     —¿Sabes qué? Ya me cansé, Vegeta—se quitó la camisa y se abalanzó sobre él, aplicando fuerza para colocarlo sobre la cama, recostado, y posicionarse sobre él.

     —E-espera… ¿qué haces, Vegetto?

     —Nada.

     Tomó las muñecas del menor con una mano y las colocó sobre su cabeza, con la mano libre tomó su mentón fuertemente y unió sus labios con los suyos, sorprendiendo a Vegeta. Los movía con lentitud, saboreándolos a pesar de no ser correspondido. Encajó su pulgar, lastimándolo y haciéndolo abrir la boca, lo que aprovechó para introducir su lengua.

      —Mghh—intentó decir algo, pero no podía, únicamente sentía resbalar un hilillo de saliva de sus labios.

     —Espero que te prepares para lo que viene…

     —No… ¡Detente!

     Vegetto deslizó su mano por el pecho del menor y después la bajó a su entrepierna, donde empezó a acariciar lentamente. El pelinegro se sonrojó, apretó su mandíbula para evitar soltar un suspiro, aunque su expresión delataba que comenzaba a excitarse.

     —Basta...—dijo entre suspiros.

    —No me detendré...—se acercó a su cuello y lo marcó, dejando varios chupetones y mordidas, aquella zona quedó muy enrojecida.

     —Vegetto, basta...—abrió los ojos completamente al sentir cómo sus piernas eran separadas y el peliazul se acomodaba entre ellas, rozando su entrepierna con la suya—. ¡Detente!

     —Pff, ¿acaso tan inútil eres que no puedes librarte de esto?—se acomodó mejor entre él—. Entonces te haré el amor.

     —¡Detente!—alzó la voz.

    —No me detendré...—siguió acariciando su entrepierna ya erecta.

     —¡Basta!—empezó a forcejear—. ¡Detente!—en un movimiento rápido logró librar sus manos, aprovechó eso para darle un puñetazo directo al rostro al mayor, Vegetto se hizo hacia atrás, tuvo que apoyar su mano en el colchón para no caer. Se tocó la zona golpeada, sonriendo mientras veía al menor con el ceño fruncido.

    —Te preguntabas por qué Goku no te dijo nada—se puso de pie y se acercó a su mochila que estaba en el suelo, para sacar sus cuadernos bajo la mirada confundida del más bajo—. Antes el simple hecho de que te tocaran te paralizaba del miedo y empezabas a llorar—lo miró con una sonrisa burlona—. ¿Y ahora? Incluso eres capaz de excitarte cuando alguien te toca—se refirió al hecho de que en su pantalón se delataba una mancha blanquecina—. Además, eres capaz de defenderte solo—comenzó a guardar un par de hojas y bolígrafos, una lupa y una cámara fotográfica instantánea, cosas que no sabía que poseía el peliazul, además de un juego de bolsas herméticas.

    —Tú… ¿me estabas probando?

     —Así es—le dedicó una sonrisa—. Me atrevería a decir que, si alguien más intenta hacerte esto, sabrías cómo defenderte y ya no necesitarías que alguien te salve—soltó una risilla—. ¿Lo disfrutaste o quieres que lo vuelva a hacer?

     —Deja de humillarme—apretó la sábana con sus manos—. Suficiente tengo con lo que me han hecho.

     —Vegeta—soltó aire—. Me odiarás por lo que te diré, pero es necesario que lo sepas—se colgó la mochila—. Te victimizas demasiado.

     —¡Soy la víctima!—reclamó.

     —Pues a ti no te veo intentando suicidarte por la presión emocional, o cortándote por desesperación.

     —¡Eso hacía antes!

    —Exacto. Y ahora estás perfectamente bien, y la persona que necesita apoyo es Goku y tú no se lo estás dando—el menor calló—. ¿Quieres odiarme? Adelante, pero antes te diré tus verdades, Vegeta. Intentas controlar todo a tu favor, que todo te preste atención a tu miseria de vida, pero no entiendes que hay quienes sufren más que tú.

    —¡Tú no entiendes!—gritó, empezando a sollozar. Tomó su cabello entre sus manos y lo estiró, desesperado—. ¡Lo tenía todo! ¡Tenía la felicidad y me fue arrebatada! ¡Me dolió demasiado, durante semanas no podía ni caminar! ¡Nunca tuve quién me escuchara, mis padres minimizaban mis problemas y no estuvieron ahí para mí!

     —Tsk—se acercó y le dio un par de palmaditas en el rostro—. Te creeré que eres la víctima todavía cuando hagas todo lo que ha hecho Goku.

    —Hablas como si te gustara él—el peliazul sólo rio.

    —Tal vez me equivoqué y de quien me hubiera gustado enamorarme, si no estuviera con Gogeta, sería de él.

    —¡¿Cómo puedes decir eso?!—de un salto bajó de la cama y se abalanzó sobre él, tirándolo y quedando encima.

     —Deja de celarlo, que ya no sales con él…

    —¡No hemos terminado!

     —Creí que sí porque lo dejaste solo, llorando de desesperación porque cree que lo odias—el pelinegro calló—. Quítate de encima, Vegeta, tengo cosas qué hacer.

    —¿Qué tanto hablas con él?—demandó saber mientras el más alto sólo sonrió.

    —De muchas cosas—lo empujó, tirándolo al suelo a un lado suyo—. Ya me voy, tengo que hacer una investigación de campo.

    —¡Espera!—intentó alzarse rápido, pero el dolor del golpe contra el suelo se lo impidió.

    —Te dejaré una copia de la llave—se la arrojó—, cierra cuando te vayas.

    Y sin dejarlo hablar se retiró, dispuesto a comprobar aquello que necesitaba saber. El menor se quedó ahí, en el suelo, mirando con incredulidad hacia la puerta. Cerró los ojos y salió de ahí, cerrando tras su paso y huyendo hacia donde la última vez había podido desahogarse. Fue al baño de hombres, se encerró en un cubículo y subiendo los pies pudo ocultarse y llorar con ganas.

 

***     

 

—No tienes la culpa, Goku—acarició su espalda—. Gotenks, digo, Vegeta aún no entiende cómo pasaron las cosas.

     —Debí decírselo, debí hacerlo antes… Pero no quería lastimarlo y quitarle su felicidad—abrazó a su primo—. Me odia, ¡me odia!

     —Goku, sabíamos que la reacción sería negativa… Aunque me sorprende lo que dijo, ese “no saques conclusiones apresuradas”—pasó su mano por su cabello—. No me lo tomes a mal, y te juro que desearía equivocarme, pero pareciera que quisiera torturarte este tiempo antes de terminarte definitivamente.

    —¡Trunks!

     —No, Goten. Es mejor ser claro con Goku. Vegeta tiene un carácter muy fuerte, y ya pasó algunas fases del duelo, como la negación y la ira. La siguiente sería la negociación, o en su caso el dolor emocional…

     —Vegeta no debía sufrir—limpió sus lágrimas con brusquedad—. Ya sufrió mucho…

     —Goku, deja de dañarte.

    —¡No puedo, Trunks!—gritó—. Prometí cuidar de él…

    —Goku, tú sí lo cuidaste—el pelinegro menor acarició su espalda—. Incluso él te lo dijo, ¿no recuerdas?

     —Pero…

     —Lo hizo su subconsciente, Goku—el de cabellera alborotada lo miró—. Ese “ayudaste a tu novio” lo dijo su subconsciente que sí recordaba, porque eso hiciste con él. Goku, él mismo lo admitió. A sus ojos sí lo ayudaste, y lo sigue haciendo ahora.

    —Yo… gracias, Trunks.

     —Pero...—acomodó sus anteojos—. Me temo que quien te falló fue él.

     —Él no me falló, él…

     —No trates de negociar, Goku. Tienes que admitir que te falló muchas veces, le perdonaste mucho y no supo apoyarte como debería.

     —Pero él… —bajó la mirada—. No tiene la culpa de nada.

     —Goku, a partir de hoy quiero que duermas con nosotros en nuestra habitación—el pelinegro levantó la mirada para ver ese par de ojos azules que lo veían seriamente—. ¿O me juras que no volverás a cortarte o algo parecido?

     —Yo...—miró a su primo—. No puedo prometer nada, me acostumbré mucho a hacerlo cuando estaba triste que no puedo dejarlo de un día a otro.

    —Me lo suponía—se sentó a su lado, para abrazarlo también—. No te dejaremos solo, te apoyaremos en esto, Goku. Pero para eso también debes cooperar.

      —De acuerdo, me mudaré con ustedes—cerró los ojos—. Yo… sólo quiero que él sea feliz, sin importar que no sea conmigo…

 

***

 

—Demonios, este lugar se ve horrible cuando oscurece—murmuró cuando llegó a la calle—. A ver, si mi memoria no falla, hacia el norte está la casa de Gogeta, de cuando todavía vivía con sus padres, y hacia el sur entonces está la casa de Vegeta. Significa que voy bien—tomó una fotografía hacia el frente—. Y sólo hay un callejón en toda esta calle, así que debe ser este.

     Se acercó a esa callejuela sin salida y antes de entrar tomó una fotografía, la cual muy apenas alcanzó a distinguir por la escasez de luz. Siguió caminando, encontrándose con una familia de ratas saliendo a toda velocidad de un conjunto de basura.

     —A esta hora más o menos debió ser, Gogeta lo vería como a las diez...—sintió un par de gotas caer sobre él, guardó la cámara dentro de una bolsa hermética y también las fotografías y siguió caminando hacia el interior—. Aquí más o menos debieron violarlo—miró el suelo, viendo que había manchas oscuras, como si con el pasar de los años no se borraran en su totalidad. Incluso podía escuchar y ver las siluetas de cómo esos hombres efectuaban el acto, como si esa mala vibra se conservara en el ambiente, sintió un estremecimiento en todo su cuerpo por ello.

     Miró hacia el frente, mirando una zona en la pared del fondo que parecía puesta después, como si antes hubiera un hueco de una ventana o puerta trasera y la quitaron y taparon la vista. Mordió su labio inferior y se acercó más, confirmando lo que pensaba. El tamaño era propio de una ventana. Le pareció ver algo que se movía por el rabillo del ojo, así que volteó, encontrándose con un perro blanco que le mostraba los dientes justo en la esquina del fondo.

     —Tranquilo, perrito...—dijo en voz baja, atento a todas las acciones del can—. Tranquilo… Te daré comida—se descolgó la mochila y sacó una bolsita con un sandwich, le colocó la mitad en el suelo al perro esperando que se acercara—. Anda, come...

     —Jejeje—escuchó detrás y volteó, sintió un fuerte golpe en la cabeza, y el sonido de un metal cayendo. Intentó mantenerse de pie pero un nuevo golpe llegó esta vez en su abdomen.

     Cayó al suelo y difícilmente pudo enfocar a su agresor, éste estaba de pie frente a él, recogiendo el teléfono que era suyo y que se había caído cuando fue atacado. Lo único que pudo distinguir de su entorno borroso era que aquel perro que había visto se lanzaba contra el ladrón y lo mordía con fuerza.

 

***

 

—Buenos días, chicos, feliz lunes. No se sientan mal, es inicio de semana y deben empezar con buena actitud—dijo el pelirrojo entrando al salón de clases—. Chicos, habrá examen escrito, así que saquen una hoja y apunten lo que anotaré en el pizarrón—miró al de cabello bicolor, que lo veía con el ceño fruncido y una expresión de enojo—. Gotenks, haz lo que pedí.

     —¿Por qué debería?—respondió, Gogeta sintió la presión a la que lo estaba sometiendo.

     —Soy tu maestro, obedece—miró en todas direcciones del salón—. ¿Dónde está Vegetto?

     —No ha ido a clases en todo el día, yo estoy en su grupo—dijo uno al fondo.

     —¿A alguien le dijo algo?

     —Deberías saber, ¿no, Gogeta?—dijo el menor con voz sarcástica.

     —Suficiente, Gotenks. Ve a mi oficina, espera ahí hasta que tus compañeros terminen la prueba.

     —Tsk—bajó de su banco y caminó a la salida—. Prefiero eso a verte la cara…

     —Hmph...—empezó a sudar frío, aliviándose en parte de que no haya exhibido algo enfrente de sus compañeros, pero preocupándose por la charla que tendrían que llevar más adelante—. Ignoren lo sucedido, ya hablaré con él para saber el motivo de su molestia. Bueno, no quiero copias en el examen.

     La prueba pasó sin percances, pero con cada minuto que pasaba sabía que estaba más cerca de encarar a Vegeta. Por lo que le contó Goku, de que lo dejó solo en la habitación, sabía que la reacción con él sería peor. A cada rato bebía agua de su botella, llenándose de nervios por cómo reaccionaría. Su peor temor era que la misma amenaza que había hecho acerca de lastimar a Vegetto la cumpliera por no contarle su pasado.

     —Alguien más falta de entregar su examen?—preguntó en voz alta, nadie respondió—. Bueno, sería todo por hoy. Pueden disfrutar su tarde. Que les vaya bien—tan sólo terminó de decir todos salieron corriendo. Sonrió tras recordar su adolescencia en esa institución, esa era una de las tradiciones de los alumnos que perduraban generación tras generación.

     Guardó los exámenes en su portafolio y revisó las estufas, los hornos y las llaves de gas y agua. Finalmente apagó la luz y cerró la puerta con llave. Se adentró a la oficina que estaba a un lado y miró a Vegeta, que estaba sentado en una silla con los brazos cruzados. Se le quedó viendo unos segundos, recordando cuando era menor y ellos salían. Recordaba los múltiples pucheros que hacía, y de cuando le aplicaba la ley del hielo si discutían. Soltó aire y fue a sentarse en su lugar, tratando de olvidar ese pasado que, a pesar que lo hizo muy feliz, sabía que ahora no era más relevante que su relación con su mocoso mimado.

     —Gotenks, ¿qué ocurre?—el pelinegro volteó lentamente, como si intentara recrear una escena de película de terror.

     —Deja de fingir, Gogeta. Creo que está de más que lo hagas—respondió con voz grave.

     —Bien, ¿cuál es tu problema, Vegeta? ¿Por qué tienes esa actitud en mi clase?

     —¿Todavía lo preguntas, Gogeta?—apoyó sus manos sobre el escritorio poniéndose de pie—. Confié en ti y te creí cuando dijiste que no me conocías...—tragó saliva, conteniéndose y respirando profundo—. Te aprovechaste de que me conocías para que estuviera contigo…

     —Vegeta, te equivocas en muchas cosas—susurró y le hizo una seña—. Toma asiento, te explicaré qué es lo que pasó…

     —¡¿Explicarme qué cosa?! ¡No me dijiste la verdad!

     —Vegeta, cálmate…

      —¡No me pidas que me calme!—gritó, el mayor  calló y dejó que hablara—. Esperaba más de ti, ¡mucho más!

     —Vegeta, intenté decírtelo, pero…

     —Pero, ¿qué?

     —La reacción que tendrías no sería buena…—suspiró y volteó a ver al techo—. Te guardas todo y no dejas que los demás se acerquen a ayudarte.

     —¡No hables si no sabes!—sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¡Tú me abandonaste!

     —¿Ah, sí? ¿Y por petición de quién?—miró al pelinegro—. Vegeta, intenté acercarme, te juré apoyarte en todo y aun así me alejaste. ¿Quieres que te diga la verdad? ¡Maldita sea, Vegeta! Tu indiferencia me hizo tanto daño que empecé a beber por eso—tomó su corto cabello con frustración—. Vegeta, hice demasiadas estupideces porque me culpaba de lo que pasó… Bebí frente a Vegetto toda una noche cuando él sólo tenía trece años...—miró al menor—. Vegeta, tú no tuviste la culpa de lo que pasó ese día, en realidad nadie aparte de esos malditos la tiene… Pero tú siempre buscas a los culpables equivocados…

     —¡Claro que no!

     —Vegeta, por favor… No pienso atormentarme más con el pasado, suficiente daño le hice a mi familia y a mí por la culpabilidad—soltó aire y bebió un poco de agua, bajo la mirada incrédula del menor—. Dime mejor si sabes por qué Vegetto no vino, ¿fue por flojera o se quedó dormido?

     —Y yo qué sé, ayer dijo que iría a una investigación de campo...—dijo con indiferencia.

     —¡¿Qué?!—empezó a guardar sus cosas rápidamente—. ¡¿Cómo pudiste dejarlo ir?!

     —Bah, tu niño presumido seguro está bien…

     —No, Vegeta. Vegetto no me ha respondido ninguna llamada—se veía la preocupación a través de sus ojos—. Como buen amigo debiste detenerlo, en estos momentos podría haberle pasado algo…

     —Exageras, él no…

     —Te diré una cosa, Vegeta… Si algo le pasa a Vegetto, no te perdonaré que no lo hayas detenido—el menor se quedó estático ante esas palabras. Sólo observó a Gogeta guardar un juego de llaves en su bolsillo y colgarse su maletín—. Cierra con llave—se la extendió—, tengo que cerciorarme que esté bien…

     —¿Por qué prefieres ir a verlo que estar aquí…?—escuchó decir al menor antes de salir. Se detuvo y volteó a verlo.

    —Vegeta, cuando tú me dijiste que querías tiempo me rompiste el corazón… Y ahora que encontré a mi verdadero amor no pienso dejar que algo malo le pase...—apretó la correa del maletín—. Pero eres demasiado egoísta para darte cuenta de que eso es lo que una pareja hace. Y aunque no lo creas, Vegetto lo haría por mí…

     Y sin decir más salió corriendo, sin importarle lo poco profesional que un maestro como él se veía corriendo por los pasillos. Tenía que llegar rápido, su pequeño estaba en peligro, podía apostarlo, tenía una sensación de presión en el pecho y un mareo poco común, ese mal presentimiento sólo le decía que su peliazul estaba metido en problemas.

     Cuando llegó al estacionamiento se metió en su camioneta y lo encendió, lo llevó hasta la entrada y el guardia de seguridad abrió la reja. Iba a alta velocidad, las llantas rechinaban con cada giro que daba. Se sentía tan preocupado, que no le importaba arriesgar su vida en ese momento, lo único que quería era ver a su niño odioso.

     Sentía la sudoración perlar su frente, en verdad sentía demasiado malestar. Después del incidente con Vegeta una culpabilidad se había sembrado en su interior, y apenas hace poco la había aliviado. Y ahora que se veía metido en una situación similar, donde su peliazul teñido no daba señales de vida, sólo lo hacía revivir ese miedo a perder a un ser amado.

     Condujo por al menos 25 minutos, donde la angustia lo apoderaba. Llegó a una cuadra del callejón donde sabía que Vegeta había sido despojado de su inocencia. Estacionó su camioneta a un lado de la acera frente a una vivienda, pidiendo permiso para estar ahí, el cual le fue concedido por aquella mujer de la tercera edad, y bajó para caminar hacia allá. Tragó saliva al pensar que en ese lugar había pasado una gran tragedia hace ya tres años. Con valor se atrevió a entrar, mirando el suelo sucio y lleno de manchas que no sabía si eran grasa vieja o sangre seca, así como también había muchos charcos de agua por la lluvia de la noche anterior.

     Llegó hasta el fondo, visualizando el cuerpo de su niño gorroso en el suelo. A un lado de él estaba un perro blanco, acurrucado contra el peliazul. Se acercó casi corriendo, deteniéndose porque el can se paró rápidamente y le ladró con ferocidad, como si lo ahuyentara del adolescente. Escuchó quejidos por parte del menor, incluso el can volteó a verlo y olfateó su rostro. El pelirrojo se arrodilló a un lado y acarició el rostro del menor.

     —Vegetto, pequeño...—empezó a decir, verlo así de herido, con sangre saliendo  de una herida en su cabeza y con varios golpes, con la ropa completamente húmeda y con un mal olor.

     —¿Gog…?—lentamente abrió los ojos, mirando al de ojos azules—. Gogeta…

     —Ya, ya… pequeño, yo estoy aquí...—pasó sus manos por sus corvas y por detrás de su espalda, lo levantó y escuchó cómo el menor soltaba quejidos—. Vegetto, creo que lo mejor es llamar una ambulancia.

     Volvió a recostarlo en el suelo, temiendo lastimarlo más al tratar de levantarlo. Llamó al número de emergencias y le dio los datos de su ubicación, sintiendo un ligero alivio de que esta vez no llegó demasiado tarde. Los minutos pasaron, en los que solamente se permitía acariciar el rostro del más pequeño con sus nudillos. Escuchó el estómago del menor rugir de hambre, el pequeño perro sólo salió corriendo del callejón, dejando solos a los dos. Pronto escuchó la ambulancia llegar y unos paramédicos con una camilla se adentraron.

     —A ver, vamos a subirlo a la camilla—dijo uno a su compañero. Tomaron con cuidado al peliazul y lo acomodaron. Lo llevaron al interior de la ambulancia—. Señor, ¿tiene algún parentesco con el herido?

     —Soy amigo de la  familia y su maestro de clases—respondió.

     —Señor, necesitamos que alguien lo acompañe, ¿podría venir usted?

     —Por supuesto—subió a la ambulancia y tomó la mano del menor mientras los paramédicos intentaban curar la herida de su cabeza.

     Gogeta pudo ver a través de la ventana, antes de que arrancaran rumbo al hospital, a aquel perro corriendo con un trozo de lo que parecía pan sacado de la basura. Pudo observarlo siguiéndolos velozmente, corriendo tras la ambulancia hasta que los perdió de vista.

     Al llegar lo llevaron rápidamente a una de las habitaciones, para hacerle los chequeos debidos. Como era menor de edad el pelirrojo estuvo a su lado en todo momento, desde que lo desvistieron para revisar su cuerpo hasta cuando el doctor se despidió para dejarlos solos alegando que estaba bien y no tenía nada grave.

     —Pequeño...—acarició su cabello, consiguiendo que volviera a reaccionar—. Vegetto, ¿qué pasó?

     —Me golpearon… se llevaron mi mochila...—miró al pelirrojo—. También mi celular, y…

     —Señor, perdonen que interrumpa. Soy oficial de policía y me reportaron un adolescente con golpes encontrado en un callejón—se acercó, quedando frente al menor en donde estaban sus pies—. ¿Me puedes decir qué pasó, jovencito?

     —Entré al callejón, para alimentar a un perrito, y un sujeto me golpeó en la cabeza. No puede reaccionar y caí inconsciente con el segundo golpe...—dijo despacio, aquel hombre trataba de intimidarlo con su apariencia fuerte y porte serio.

     —¿Sólo eso? Encontramos a un hombre que intentaba vender un celular en una casa de empeño, con fotografías tuyas—mostró su celular, al encender la pantalla se observaba una fotografía de él con fondo rojo, que era la cabellera antes larga de Gogeta, aunque el hombre no pudo identificar ese detalle—. El dueño de la tienda encendió la alarma y llegó una patrulla a arrestar al hombre, la mochila tiene la insignia del instituto La Esfera del Dragón.

     —Estudio ahí, es mía...—respondió con seriedad, mirando fijamente los ojos del oficial.

     —Dime una cosa, pequeño demonio, ¿qué clase de adolescente toma fotografías en un callejón oscuro?—vació la mochila sobre la cama, cayendo sobre la sábana todas esas fotos tomadas con la cámara instantánea, además que cayeron las bolsas herméticas y una libreta de tránsito, la última la tomó y abrió en una página específica—. ¿Qué es esto?, ¿alguna clase de complot o algo así?—se refirió al idioma inentendible en el que había escritos, además de los bocetos—. ¿Por qué hay dibujos del callejón donde te asaltaron anoche?

     —Coincidencia.

     —¿Ah, sí?—se inclinó hacia adelante, para hacerle frente al menor—. Fotografías, texto misterioso y dibujos previos… Niño, ¿qué hacías en ese lugar si la escuela en la que estudias es un internado?

     —Pedí permiso para salir este fin de semana.

     —¿En serio? ¿Y qué ibas a hacer ahí, niño?—alzó la voz.

     —Yo...—sus ojos se cristalizaron y empezó a sollozar, bajo la mirada sorprendida del adulto—. Yo siempre he soñado con ser escritor y sólo quería un lugar dónde desarrollar mi historia y escena del crimen—talló sus ojos con su puño—. Yo sólo quiero que mamá esté orgullosa de mí y vuelva con papá y conmigo… Quiero ser importante para ella, porque sólo se llevó a mi hermano y nos abandonó a papá y a mí…

     —Niño, no llores…

     —¡También quería visitar a papá! ¡Odio estar solo en el internado! ¡Todos tienen compañero de habitación y yo estoy solo!—sus mejillas se habían puesto rojas y él se encontraba como niño regañado tras una travesura.

     —Entiendo, perdonen la confusión...—el hombre rascó su nuca algo apenado—. Pareció demasiado sospechoso, no creímos que se pondría así…

     —¡Yo sólo quería ir con papá!, ¡lo extraño!—siguió sollozando, cada vez más estruendosamente.

     —Ya niño, deja de llorar…

     —¡Gogeta-sensei!—volteó a verlo—. ¿Me llevarán a la cárcel?

      —No, niño… ¡Aight! Por eso odio a los mocosos—dejó la mochila encima de la cama y también el teléfono—. Ya me voy, deja de meterte en problemas, enano—miró al pelirrojo—. Si necesita algo puede solicitar mi presencia, soy el oficial Bojack, estoy a sus servicios y—miró al peliazul que seguía gimoteando—, dele algo a ese niño para que se calle.

     El oficial salió. Gogeta miró a Vegetto, ese berrinche que estaba haciendo fue demasiado inesperado. Pudo ver a través de la ventana que el oficial les dirigía una última mirada antes de alejarse definitivamente. Incómodo por eso se acercó y cerró las persianas. Al voltear se topó con un tranquilo peliazul limpiando despreocupadamente sus lágrimas.

     —Te juro que creí al inicio que era eso—el peliazul sólo se dejó caer hacia atrás y miró al pelirrojo.

     —Si le decía lo de Vegeta llamarían a la escuela—soltó aire, haciendo que su flequillo se revolviera un poco—. Por lo menos tengo todas mis cosas.

      —Vegetto, ¿cómo es que entiendes esto?—se refirió a los apuntes raros que había hecho que, si bien eran muy parecidos a las letras latinas, no lograba identificar el idioma.

     —Leonardo da Vinci hacía eso para que no descubrieran sus creaciones—alcanzó difícilmente su teléfono y activó la cámara frontal, la colocó a un lado de la hoja y así el hombre pudo descifrar las palabras escritas—. Dame cinco minutos, quiero saber si no están rastreando mi teléfono o grabando por el micrófono.

     —Vegetto, ¿cómo podrías saber eso? Es decir, tienen genios computacionales que...—el menor lo vio juiciosamente—. Mejor lo olvido, tú eres más listo.

     —Cuando estábamos en casa de Brief, la computadora que él usó, estaba conectada a la computadora principal, que es a partir de la cual están conectados casi todos los aparatos electrónicos que usamos. Al descifrar las claves me di cuenta de que era muy simple conectarme, así que configuré dos dispositivos extra que estén conectados a la “computadora madre”: mi teléfono y mi laptop—sonrió con burla—. Si yo quisiera podría encontrar toda la información que sea con un simple clic.

     —Vegetto, espero no lo hayas hecho para controlarme y ver con quién hablo, ¿o sí?

     —No, confío en ti… Lo hago para cerciorarme que nadie se meta en mi camino—dejó su teléfono a un lado—. Son muy idiotas como para investigarme bien.

     —Vegetto, deja de meterte en problemas—tomó su mano—. Me asusté mucho cuando Vegeta me dijo que habías salido para tu investigación—el menor rodó los ojos—. ¡Te dije que sería peligroso!

     —Calla, baka—soltó aire—. ¿Ya te odió?

    —Me confrontó en clases y discutimos en mi oficina. Luego le pregunté por ti y me dijo que habías venido…

     —Vale...—miró al pelirrojo—. ¿Sabes? Me pudo haber pasado algo peor…

     —¡Lo sé, niño! ¡Deja de creerte invencible!—con ambas manos apretó la mano del peliazul—. Pequeño, no me perdonaría que hayas sido herido de gravedad.

     —Ya, Gog…

    —...—soltó aire, ya un poco más tranquilo—. ¿Por lo menos encontraste lo que querías saber?

     —...—no respondió, sólo ensombreció un poco su mirada—. No quiero hablar de eso, sospechaba la  verdad pero estando ahí lo confirmé y… aún no digiero la información.

     —Pequeño…

     —Algún día te lo diré, pero por ahora ni siquiera yo soy capaz de pensar en ello.

    —Está bien, pequeño—con su pulgar acarició la palma de su mano—. Imagino que no quieres ir con tu padre.

     —No quiero darle problemas, está feliz desde que le dije lo de la competencia y que Gojita volvería, como para darle una mala noticia.

     —¿Y dónde piensas que debamos quedarnos? El doctor dijo que te daría de alta esta tarde. Gracias a que ese perro estuvo contigo toda la noche no bajó mucho tu temperatura corporal.

     —Gogeta, ¿puedo conocer tu casa? Me gustaría saber cómo es el lugar donde creciste cuando tenías mi edad—pidió con voz suave.

     —Claro, pequeño...—besó su mano—. Lo que quieras.

     —Buenas tardes, jovencito, ¿cómo te sientes?—preguntó el doctor entrando—. ¿Ya mejor?

     —Sí, gracias, doc.

     —Tuve que hacerte un chequeo, y todo está en orden. Puedes irte ahora si gustas, si te sientes mal vuelve para que te revisemos nuevamente. Tomarás estas medicinas en estos horarios—le entregó una receta—. Puede solicitarlas en farmacia. Señor Gogeta, su seguro cubrirá lo del joven.

     —Gracias, doctor.

     —Bueno, dejo que el joven se vista para que pueda desocupar la habitación. Permiso.

     —Vegetto, tu ropa estaba empapada. Y no traje nada para que uses… Creo que mamá guardó mi ropa en casa, podrás usar lo que necesites cuando lleguemos.

     —De acuerdo—bajó con dificultad de la cama y empezó a quitarse aquella bata de hospital que dejaba a la vista su trasero. El pelirrojo soltó una risilla mientras el menor sólo se vestía—. ¿De qué te ríes?—reclamó.

     —Tienes una mordida en… tu glúteo derecho—el peliazul se sonrojó—. Olvidé que te ha había hecho hace unos días…

    —Tengo otra en el muslo interno—se colocó la playera—. Y una en el tobillo.

     —¿En serio yo hice eso? Vaya, no recordaba…

     —Gog, ¿me ayudas? Sinceramente no puedo caminar bien—el pelirrojo sonrió tiernamente.

    —Claro, pequeño…

    Con lentitud lo ayudó a caminar hasta la farmacia en la planta baja del hospital. Pidió las medicinas del menor, donde se incluían desinflamatorios y unas vitaminas. Cuidadosamente lo llevó a la salida, ya en la calle pidió un taxi que lo llevó hasta donde había quedado su camioneta roja. Pagó y cargó al menor para llevarlo al interior de ella.

    Cuando pasó cerca del callejón pudo ver que el perro se levantaba y corría hacia donde estaba el menor. Metió a un adormilado Vegetto en el asiento del copiloto mientras el can le lamía la mano que colgaba. El pelirrojo soltó aire, el peliazul soltó una risita ante sus acciones.

    —Un pitbull terrier, Vegetto… ¡Un pitbull terrier!—miró al can—. Anda, súbete, pulgoso—el can obedeció al mayor y se acomodó de modo que su cabeza reposaba en las piernas del peliazul. Gogeta simplemente se fue a su lugar y encendió la camioneta—. Deja tus brujerías, Vegetto…

      —Él sólo está agradecido conmigo, le di lo único que traía para comer—empezó a reír mientras acariciaba la cabeza del animal, estaba sucio y desprendía un ligero mal olor—. Mordió al que me atacó.

     —Ese pulgoso persiguió la ambulancia, hasta que no pudo seguir el ritmo. Traía comida para ti—miró al perro—. Me sorprende que esté así de tranquilo, los pitbull son muy peligrosos y agresivos.

    —No lo son… No hay malos perros, sólo hay dueños que no saben cuidar a los animales como merecen. Los usan como forma de ganar dinero en apuestas de peleas clandestinas, pero los perros son los mejores amigos que puedes tener—acarició sus pequeñas orejas—. Odio que les corten las orejas, les duele cuando lo hacen.

     —Usualmente los abandonan ya muertos—comentó.

     —Tal vez perdió y el dueño se molestó y lo abandonó. O tal vez simplemente huyó—sonrió—. Ya somos una familia feliz.

     —Sí, sí… ¿Dónde lo piensas meter? Tu padre no tiene tiempo de cuidar a una mascota, y en la escuela están prohibidos los animales—estacionó la camioneta fuera de la cochera, en ese espacio donde cabía incluso otro carro al lado.

     —Ya veré qué hago. Si yo quiero puedo incluso esconderlo en mi habitación.

     —No, Vegetto. Necesitará hacer ejercicio y tener dónde correr. No puedes simplemente ponerlo bajo tus cobijas para que duerma todo el día, eso es cosa de gatos—bajó y caminó hasta la puerta y cargó al menor, el perro bajó y estuvo atento de que estuviera bien el peliazul.

     —Ya veré qué hago...—miró desde arriba al perro—. Jeje, se llamará malvavisco.

     —Vegetto—soltó aire—. Haces mi vida una aventura cada día.

     —¿Gogeta?—escuchó una voz femenina algo cerca—. Hijo, ¿eres tú?

    —Bájame—el pelirrojo asintió y lo colocó en el suelo, así el más bajo pudo colocarse contra la camioneta para apoyarse.

     —Hola, mamá—saludó. La mujer corrió a abrazar al joven.

     —Cariño, hace mucho que no sabía nada de ti, ¿has estado bien? Hueles a perro mojado, ¿todo está bien?

     —Jeje, sí, mamá. Todo está perfecto…

    —¿Quién es el chico y qué le pasó en la cabeza?—se acercó a revisar el vendaje del peliazul.

     —Es mi alumno, su nombre es Vegetto—el menor estrechó su mano con la mujer—. Lo asaltaron y fue golpeado. No tiene donde quedarse y pensé que podíamos pasar la noche aquí.

    —Claro, hijo—miró al menor—. ¿Puedes caminar?

     —Sí, sólo me duele un poco…

    —Gogeta, ayúdalo—miró al can—. ¿Es tu perro, cariño?

     —Lo encontré cerca de un basurero, me acompañó en la noche y evitó que muriera congelado...—apoyó su cabeza contra el pecho de Gogeta, quien ya lo tenía cargando nuevamente.

     —Ay, qué lindo—se acercó al perro y lo acarició, inmediatamente hizo sus orejas hacia atrás disfrutando tener esas muestras de cariño—. Puedes usar el patio de atrás para bañarlo… Gogeta, hijo, iré a comprar algo para comer.

     —Sí, mamá—miró al perro—. Pulgoso, ven.

    Empezó a caminar hacia el interior de su antiguo hogar. Sí, antiguo. Luego del incidente con Vegeta, esa ocasión en la que lo vio sangrando por heridas autoinflingidas, no se sintió capaz de continuar ahí, todo le recordaba lo sucedido. Así que, aprovechando su mayoría de edad, decidió conseguir trabajo y pagar alquiler en algún lugar lejano que no lo hiciera pensar en su pelinegro.

     Y ahora, luego de un par de años, pudo ver que fue lo mejor. Porque si no lo hubiera hecho, posiblemente ahora no estaría con su niño presumido. Subió hasta donde estaba su habitación y pudo ver que todo seguía igual que antes. Sonrió con nostalgia y entró, depositando al más bajo sobre la cama.

     —Hace mucho que no venía...—se acercó a la mesa del fondo—. Aquí hacía mis tareas, y en este cajón siempre ocultaba mis dulces.

     —Gog…

     —Y en este armario—se acercó—. Solía ocultarme cuando tenía cinco años, tiene una cerradura por dentro.

    —Gogeta…

    —¿Sí?

    —¿Quieres volver a vivir aquí?

    —¿Eh?—miró los ojitos preocupados del más bajo. Soltó aire y se acercó, arrodillándose frente a él—. Vegetto, ya no soy un niño, crecí y ya he estado tanto tiempo lejos de mis padres que volver a estar con ellos sería muy extraño. Me acostumbré a estar solo...—se acercó a su oído para morder el lóbulo de su oreja.

    —Ahh.

     —Sólo unos días, después me acostumbré a tenerte a mi lado fastidiándome a todo momento…

     —Gog...—tomó su cabellera y lo besó—. Dúchate conmigo…

     —Pequeño… no puedo, no en la casa de mis padres...—intentó no caer en la tentación de sus palabras—. Anda, te llevaré a la tina.

     Lo cargó y lo llevó al interior del baño. Lo depositó en la bañera y comenzó a desvestirlo. Después dejó correr el agua. Salió y a los minutos volvió con una barra de jabón y una esponja. Empezó a tallar sus brazos, acariciando suavemente su piel.

     —Gog… ¿qué dijeron tus padres cuando decidiste estudiar gastronomía?—preguntó de repente, llenando ese silencio.

     —Nada en especial, estudié ahí con beca por mi buen promedio, así que no podían decir que no… El problema fue cuando les dije que no quería ir a la universidad, sólo estudié para mi titulación como maestro en una escuela express—limpió sus manos—. Mi padre siempre esperó más de mí.

    —¿Vas a ir a la universidad?

     —No, pequeño… En verdad amo ser maestro, no me veo haciendo otra cosa. Además, la paga es buena a comparación con escuelas públicas…

    —Gog...—tomó su mano sin voltear a verlo—. La verdad es que eres el mejor maestro que un alumno de esa carrera pudiera tener—apretó su mano—. El mejor de todos…

     —Vegetto, nunca me dijiste qué decidirás estudiar después… Eres bueno para todo, pero nunca te decides por algo… No tienes el interés por algo en concreto…

     —Sí lo tenía, pero luego mamá se fue...—hizo su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos—. Y ver a mi padre sufriendo sólo me hacía desistir, creyendo que me necesitaría todo el tiempo. Aunque ahora veo que estará bien aunque no esté en todo momento con él..

     —Vegetto, ¿a qué quieres llegar?—acarició su mejilla, eran pocas las veces que el menor se abría en sentimientos con alguien.

     —Si yo decidiera ir a la universidad, ya sabes, clases presenciales sin necesidad de quedarme en las instalaciones a dormir… ¿Te hartarías de mí? Es decir, ¿te aburrirías si ya no te dedico tanto tiempo...—el pelirrojo se acercó a besarlo.

     —Jamás me hartaría de ti… Aunque no haya mucho tiempo para estar juntos, aprovecharía los pocos minutos del día para demostrarte mi amor...—tomó sus mejillas entre sus manos y unió sus labios en un beso más duradero—. Nunca te dejaré, pequeño.

     —Gogeta...—se incorporó con dificultad, quedando más cerca del mayor—. Quiero estudiar medicina…

      —¿E-es en serio?—sonrió enormemente—. ¡Eso es genial, Vegetto! Eres el mejor en todo, seguro para ti será pan comido…

     —Tendré que invertir mucho tiempo en estudios...—soltó aire—. Y son muchos años, para los veintitrés apenas tendré lo básico…

     —Pequeño, no me importa si en esos años sólo te veo cinco minutos por día, créeme que los disfrutaría al máximo—volvió a besarlo—. Vegetto, apoyaré cada una de tus decisiones, por más difíciles que vuelvan nuestra relación.

     —Gog...—empezó a sollozar, el adulto sonrió y lo abrazó como pudo, sin importarle estar mojando su playera—. Estuviste mucho tiempo negándote a estar conmigo, y ahora me parece muy poco el tiempo que tenemos para estar juntos, yo…

     —No tienes que decir nada más, Vegetto—se puso de pie y cerró la puerta del baño con seguro. Después se quitó la camisa y corbata. Desabrochó su pantalón y lo retiró junto con su ropa interior. Se metió a la bañera frente al menor y separó sus piernas, colocándose entre ellas para poder estar más próximo a él—. Entiendo perfectamente lo que tus gestos intentan decir. Aunque no digas nada, conozco todo de ti…

     —Gogeta… sé que no lo digo mucho, y sé que el mundo entero me odia por mi actitud… Sé que para todos sólo soy un mocoso mimado que te hostiga todo el tiempo, pero yo...—cerró sus ojos—. Yo de verdad te amo, y siempre lo he hecho.

     —Mi niño, ya lo sé...—deslizó su mano hacia su entrepierna para comenzar a estimularlo—. Yo fui el idiota que no valoró eso, pero nunca más cometeré el mismo error.

     El menor dejaba salir suspiros. Con dificultad se abrazó al cuerpo del más alto y acalló sus gemidos mordiendo su piel, como ya le era costumbre cada vez que hacían el amor.

     —Hazlo ya...—pidió. El pelirrojo sonrió y acomodó al menor—. De verdad no necesito que me prepares, estoy listo…

     —Pequeño...—besó sus labios con pasión, introduciendo su lengua con algo de fogosidad—. Te amo.

     —Gog… ah, ah, ¡ah!—gimió sonoramente al sentir cómo se adentraba de una sola vez. Enterró sus uñas en su espalda, arañándolo, sintiendo el placer invadiéndolo.

     —Vegetto, nunca dudes de lo mucho que te amo...—se acercó a su hombro y empezó a marcarlo, succionando su piel y haciéndolo delirar por las tremendas sensaciones de calor rodeando su cuerpo.

     —Me duele… no puedo moverme...—dijo entre suspiros, sus ojitos entrecerrados le daban un toque adorable y hacía juego con sus mejillas sonrojadas.

     —No te preocupes, yo me encargo de eso—tomó las caderas del menor y él mismo empezó el vaivén, sosteniéndolo firmemente para que el cuerpo del menor no se moviera y sólo fuera penetrado y sintiera placer—. Pequeño, has estado molesto estos días, y sé perfectamente la razón, una muy boba, por cierto...—empezó a besar su cuello, Vegetto sólo se sentía en el cielo con toda esa combinación—. Creí que era obvio, al parecer no lo fue para ti. Y es lo justo, debí decirlo apropiadamente—siguió moviéndose mientras deslizaba su mano para tomar la del menor, colocándole una argolla en la mano—. ¿Aceptas ser mi novio?

     —¡Aaaahhh!...—hizo su cabeza hacia atrás mientras se corría en el agua de la tina.

     —Pequeño, resiste un poco más...—siguió moviéndose, buscando su propio placer, tocando todavía ese punto sensible en el menor—. Ahhh, Vegetto…

     —Gog...—tragó saliva y trató de recuperar la respiración—. Acepto ser tu novio…

     —Te amo, mi niño...—unió sus frentes—. Me haces tan feliz…

     Luego de un rato dedicándose palabras de amor, terminaron de tomar un baño y salieron. Al menor le quedaba un poco holgada la ropa del pelirrojo pese a que era la que usaba a su misma edad. Gogeta se encargó de bañar a Malvavisco. Al llegar la mujer ambos bajaron al comedor. Ella había traído pizza y pollo frito para que comieran.

     —Hijo, cuéntame cómo has estado? ¿Qué has hecho?

     —Aparte de decepcionar a papá, nada más…

     —Hijo…

      —Mamá, él nunca apoyó mi decisión. Sólo porque no quise hacer lo que él…

      —Gogeta, por favor...—la mujer tocó su tabique con su mano—.Sabes que eso es cosa de tu padre y él no está aquí… No quisiera que discutiéramos por sus diferencias cuando tenía ya años sin verte.

     —Yo...—soltó aire—. Lo siento, mamá... —sonrió—. Me ha estado yendo muy bien, me ascendieron a jefe de academia y tengo varios alumnos sobresalientes, a quienes acompaño en competencias interescolares.

     —Me alegra hijo—la mujer siguió comiendo—. ¿Y tienes novia?

     —No exactamente, mamá…

     —Hijo, ya tienes veintidós años, ya era hora de que te casaras...—el pelirrojo soltó aire—. La hija del vecino es una muchacha muy linda, y tiene buena posición social, yo creo que deberías invitarla a salir o…

     —Mamá. Con papá soy una decepción y para ti ya debo sentar cabeza—interrumpió—. ¿Quieres mi felicidad o quieres que sólo esté en una relación interesada?

      —Sólo quiero que seas feliz..

     —Pues mi felicidad ya la tengo, mamá...—tomó la mano del peliazul y la alzó un poco—. Mi felicidad está con Vegetto Saiji.

     El menor no lo podía creer, el pelirrojo encaraba a su madre poniendo su relación por encima de todo. Sus mejillas se sonrojaron y su mirada brilló, tragó saliva al imaginar su futuro juntos…

     —Hijo, dijiste que era tu alumno. Además es un chico…

     —Suficiente, mamá—se puso de pie—. Vegetto, iré por tu ropa. Nos vamos a un hotel…

     —Hijo—el pelirrojo subió corriendo las escaleras—. ¡Gogeta!

   El peliazul se quedó ahí, incrédulo de la actitud que tomaba la madre de su novio. Sintió una ligera tensión desde que mencionó su trabajo, como si a ella no le enorgulleciera su profesión. Miró a Malvavisco y soltó aire, a eso se refería Gogeta cuando dijo que no era buena idea y que era muy apresurado. Aunque, por las acciones del pelirrojo, suponía que nunca sería el momento adecuado para ello.

     —Vegetto, nos vamos—se colgó la mochila y llevaba también una maleta consigo—. Mamá, si decides cambiar de opinión acerca de mis decisiones, estaremos en el hotel de la calle próxima.

    Tomó al menor y lo subió a su hombro, el perro los siguió detrás mientras la mujer sólo trataba de convencer a su hijo de quedarse. Gogeta acomodó a su peliazul en el asiento del copiloto y él sin inmutarse encendió la camioneta y la puso en marcha. Vegetto lo miró en silencio durante todo el trayecto. El pelirrojo condujo sin quitarle la vista al frente, pero sus ojos se veían llenos de lágrimas que cayeron finalmente. Al detenerse en el estacionamiento del hotel apagó el coche. Su mano en la palanca de cambios fue sostenida por la del peliazul.

     —Gog, yo nunca te abandonaré… Yo estoy orgulloso de ti…

     —Vegetto...—sonrió y besó la frente del menor—. Gracias, pequeño…

***

 

—Hola, ¿podemos hablar?—pidió el pelinegro entrando a la enfermería, donde estaba el de cabellera bicolor alimentando al pequeño Kyabe.

     —No estoy de humor. Vete por favor, Goten—pidió con voz grave, viendo solamente al bebé.

     —Trunks me explicó que tu verdadero nombre es Vegeta—se sentó a su lado en esa camilla—. ¿Sabes? A pesar de todo seguimos siendo amigos…

     —Tú no entenderías...—gruñó bajo—. Necesito tiempo, no quiero estar cerca de Kakarotto.

     —Vege… Yo me metí al equipo de artes marciales, el entrenador dijo que tú también estás dentro...—acarició la cabecita del bebé—. Seremos un equipo. Además, mi primo te extraña, y…

    —Goten, por favor, esto es un asunto entre él y yo.

     —Pero...—bajó la mirada y soltó aire—. Como quieras… Vegeta, si necesitas hablar con alguien puedes venir conmigo, yo te escucharé—posó su mano sobre su hombro—. Estás muy enojado con el mundo entero cuando no deberías estarlo…

     —Goten, vete.

     —De acuerdo...—se puso de pie y caminó a la puerta—. Sólo te pido que, si decides no volver con Goku, díselo, para que sea feliz con alguien más…

 

***

 

—¿Qué es todo eso que traes ahí?—se refirió a la maleta que había sacado de la casa de sus padres.

     —Algunos CDs, ropa y unos libros de cocina—sacó las prendas—. Puedes usarlas de pijamas—sacó una chaqueta negra—. Esta era mi favorita cuando tenía tu edad, pero luego me di el estirón y ya no me quedó.

    —Es linda...—soltó aire y miró al techo—. Ignora lo que ella te dijo.

     —Esperaba que en mi ausencia haya cambiado, pero veo que no lo hizo—se recostó a su lado—. Vegetto, ¿para qué son las fotos que tomaste?

     —Evidencia—volvió a mirarlas—. Confirman mi teoría. Además que tenerlas en mi celular no me ayuda cuando necesito hacer un tablero de ideas.

     —Vegetto...—tomó las fotografías y las colocó sobre la mesita de noche—. Prométeme que ya no habrá más investigaciones de campo.

     —Lo prometo, Gog...—se incorporó con dificultad y se acurrucó a su lado—. Y si las hay, prometo no ir solo.

     —Me parece perfecto—se colocó encima de él, dedicándole una tierna sonrisa—. Vegetto, te amo…

     —Ya sé...—soltó aire—. Perdón por haberte preocupado.

    —Estás perdonado…

     —¿Me haces el amor esta noche?—el pelirrojo soltó una risita.

     —¿No te bastó haberlo hecho hace un par de horas?

     —Anda...—lo atrajo y empezó a marcar su cuello con algunos chupetones, consiguiendo sacarle suspiros al mayor—. Accede...—le quitó la camisa, abajo sólo llevaba una interior sin mangas—. Sólo un ratito…

      —Claro que acepto—tomó las piernas del menor y se acomodó entre ellas—. Adoro hacerte el amor—le desabrochó el pantalón—, amo oírte decir mi nombre.

     “¡Gogeta!”, seguido de unos golpeteos en la puerta pudo escucharse. El pelirrojo frunció el ceño y suspiró. Bajó de la cama con pereza y algo de fastidio, miró con una sonrisa al menor.

     —Vuelvo en un minuto. No bajes de la cama, te podrías lastimar.

     —¿Es tu padre?—preguntó refiriéndose a la voz masculina.

     —Sí, pero no te preocupes. Pequeño, no me tardo.

    Dejó al menor y fue a la pieza principal a abrir la puerta. La habitación que pidieron en ese hotel asemejaba más a un departamento, lo que le permitía estar a ambos a sus anchas. Tan sólo abrió la puerta pudo sentir la tensión de las dos personas que lo visitaban.

     —Hola, papá...—saludó sin muchos ánimos apoyándose en el marco.

     —Gogeta...—el hombre parecía sorprendido, luego mostró un gesto de molestia—. ¿Es eso lo que te enseñé?, ¿a andar como un cualquiera con ese tipo de marcas?—se refirió a los chupetones que se percibían en su cuello—. Además, ¿qué demonios te pasa? Tu madre me dijo que sales con un mocoso de secundaria.

     —Preparatoria, papá—corrigió—. Además, no entiendo lo malo, sólo son seis años…

     —Gogeta, no entiendo qué estupideces haces—tomó su cabello con frustración—. Primero me sales con una maldita homosexualidad y, para acabar, puedes ir a la cárcel sólo por un capricho tuyo. ¿Acaso sólo lo haces por fastidiarme?

     —Eres tú el único responsable de ese fastidio, porque desde siempre estás en contra de mis acciones—frunció el ceño—. Nunca me has apoyado en nada de lo que he hecho.

     —¿Y qué es lo que quieres que apoye?, ¿que no quisiste ir a la universidad sólo por estar en un mediocre trabajo de maestro? ¡Ni siquiera una maldita licenciatura en educación quisiste hacer!

     —La hice, obtuve mi titulación…

     —¡En una maldita escuela barata! ¡Y en línea!—bufó molesto—. ¿Cómo quieres que apoye eso? Primero tu idea de ser cocinero y otra de ser maestro.

     —¿Sabes? No me refiero sólo a eso. Nunca me apoyaste cuando más lo necesité personalmente—empuñó sus manos—. Por eso me fui de la casa…

     —Ah, cierto… por tu capricho de que “tu pareja te cortó”...

     —¡Me sentía a morir en ese entonces y sólo fuiste capaz de decirme que podría encontrar a alguien de mejor categoría!—lo miró con seriedad—. Papá, en ese momento necesitaba apoyo y no me lo diste. Por esa razón me fui de la casa y conseguí un trabajo. Me mudé a la casa de la persona con la que trabajaba después de un tiempo porque él quería apoyarme para que pudiera ahorrar para los estudios que estaba llevando a cabo. ¿Sabes qué hice?—se acercó un poco y bajó la voz, pero sin perder su tono de hostilidad y reclamo—. Aquel señor me dejó a cargo de su hijo todo un fin de semana, me emboraché frente a ese niño de trece años y rompí varias botellas en el suelo por esa “estúpida relación”. ¿Y todo por qué? Porque mis padres no supieron apoyarme en un momento difícil…

     —Nadie te dijo que era la solución a tus problemas. Tú eras un adulto y sabías las consecuencias de tus actos.

     —Tienes razón, pero como no tenía con quién hablarlo tomé el camino fácil—sonrió vacíamente—. Y ahora mi intención es ayudar a otros a buscar escapes que no los hagan cometer mis errores, pero tú no lo ves así. Sólo vez que mi trabajo como docente no recibe tantas ganancias como el tuyo de abogado.

     —Sólo eres un miserable, creo que fue una pérdida de tiempo invertir tanto en ti cuando al final te conformarías con lo más fácil…

     —¡Se equivoca!—todos voltearon hacia donde provenía la voz, era Vegetto apoyándose contra la pared, encarando al hombre pese a que difícilmente podía erguirse y que en su cabeza había un vendaje—. ¡Gogeta hace muy bien su trabajo!

     —Así que este es el chiquillo—soltó aire—. Cada vez siento que me decepcionas más.

     —¡No tiene por qué estarlo!—caminó con dificultad, tambaleándose—. ¡Siempre apoya a todos, y hace que los alumnos mejoren siempre!

     —Vegetto, te lastimarás—lo sostuvo del brazo al ver que iba a caer.

     —Lo mejor de él es que lo hace con pasión, ¡es el mejor de todos!—frunció el ceño—. Y si usted no está de acuerdo con ello, tal vez no tenga derecho a llamarse padre de él—lo señaló—. Su hijo es lo mejor que pudieron haber tenido, y es una pena que no supieron apreciarlo.

     —Niño, no tengo tiempo para discutir contigo. Gogeta sabía lo que debía ser, además—lo miró con algo de duda—, mínimo mi hijo se hubiera conseguido a alguien de mayor prestigio.

     —¡¿Prestigio?! ¡¿De eso se trata todo esto?!—empuñó sus manos fuertemente, para después señalarse a sí mismo—. Mi nombre es Vegetto Saiy, número uno de la clase, IQ de 200, tercera calificación más alta en un examen que dejé inconcluso e integrante del equipo representativo de la Corporación Cápsula—señaló al pelirrojo—. Y él fue quien estuvo asesorando todo ese proceso, ¡él cuidó de mí cuando más complicado era! ¡Él me enseñó muchas cosas!—bajó su tono—. Tal vez si no fuera por él, yo ni siquiera sería quien soy...—levantó el mentón, con un porte más serio—. Y así como lo hizo conmigo, ¡a diario lo hace con los demás! ¡Todos mejoran gracias a la dedicación que tiene Gogeta!

     —Vegetto...—susurró el pelirrojo.

     —Y si no piensan apoyarlo sólo porque tomó las mejores decisiones de su vida, les pediré amablemente que salgan por esa puerta, o me veré en la penosa necesidad de sacarlos a patadas—frunció el ceño y empezó a empujarlos a ambos—. ¡Buenas noches!—y cerró con un portazo, puso el seguro y se recargó contra la puerta.

     —Vegetto...—sonrió y posó su mano sobre su cabeza—. Nunca antes te había visto así, tan… compasivo. Usualmente sólo dejabas las cosas fluir como si no te importara—besó su frente—. Gracias por hablar con mis padres—empezó a besar su cuello—. Te amo tanto, pequeño…

     —Ahh, Gog...—empezó a sonrojarse por aquel tacto. Sintió cómo sus piernas eran levantadas y su espalda era chocada contra la puerta—. Ten.. ten cuidado…

     —Lo tendré…

 

***

 

—¡¿En qué estabas pensando?!—reclamó muy molesta la mujer, frente a ella estaba el peliazul, con su mirada gacha. Gogeta, por otra parte, permanecía de pie del lado de la directora, sintiéndose mal por ese regaño que estaba pasando su pequeño.

     —Lo siento—se disculpó.

     —Vegetto, la escuela tiene una política estricta en cuanto a permanecer dentro de la institución—frunció más el ceño—. Resultaste incluso herido.

     —Tenía que buscar algo...—empuñó sus manos—. Era importante.

     —Vegetto...—se acercó a un gabinete de lámina y sacó un folder, lo abrió y lo colocó sobre el escritorio—. Estuve leyendo tu expediente cuando Gogeta me llamó esta mañana—se sentó y juntó sus manos entrelazando sus dedos, observando seriamente al menor—. Tu padre escribió dentro de los archivos que de niño resolviste un caso de un asesinato—el más bajo levantó la mirada—. Te metiste en la casa del vecino “buscando pistas” y encontraste evidencia para incriminar a ese hombre, corriendo el riesgo de sufrir lo mismo—soltó aire y se recargó en la silla, bebiendo café—. Te tuvo encerrado dos días, quemaba las plantas de tus pies con cigarrillos y amenazaba con matarte. ¿Qué hiciste? Encontraste la forma de huir y dar aviso a las autoridades...—miró con una media sonrisa al pequeño—. Desde ese entonces todos se dieron cuenta de tus grandes habilidades mentales y esa inquietud que tienes por hacer justicia… Sin embargo, ahora debo suponer que repites lo mismo—se inclinó hacia adelante—. Vegetto, ¿qué pasó en ese callejón?

     —Lastimaron a alguien hace un par de años—tragó saliva—. Están en prisión los culpables.

     —Y dime, ¿los policías se equivocaron o falta alguien?—habló suavemente, el menor negó—. Vegetto, ¿qué buscabas entonces?

     —Alguien fue afectado indirectamente, eso es todo…

     —Vegetto—llamó—. Dime, ¿quién fue y cómo lo afectó?

     —Eso...—empezó a respirar un poco más agitado, alarmando al pelirrojo, el menor apretó sus ojos con fuerza sin dejar de respirar de esa forma tan profunda y acelerada.

     —Está hiperventilando—dijo el de ojos azules acercándose al peliazul velozmente.

     —Gogeta, rápido, llévalo a la enfermería.

     Él acató la indicación, cargándolo en sus brazos para llevarlo casi corriendo a la enfermería. ¿Cómo era posible que su pequeño tuviera ese ataque de pánico? ¿Acaso lo había fingido? No, Vegetto no llegaría más allá del llanto y manipulación, por lo que la hiperrespiración era real. Llegó y rápidamente lo atendieron, lograron calmarlo luego de unos minutos.

     —Gogeta—llamó la directora mirando el cuerpo del peliazul—. Tú eres amigo de su padre, ¿cierto?

     —Sí, incluso yo me encargué de cuidar su casa y a Vegetto un tiempo.

     —Dime una cosa, ¿sabes qué es lo que trató de investigar allá?—lo observó fijamente, analizando al hombre.

     —Era amigo suyo, no pudo quedarse con los brazos cruzados, necesitaba saber la verdad—miró al menor, sus ojos estaban cerrados pero sabía que permanecía despierto—. Nunca es su intención faltar a las normas, pero es un espíritu libre que no puede quedarse esperando alguna respuesta.

     —Necesita buscarla—complementó—. Gogeta, tomen una habitación del edificio, o si prefieres en la tuya, pero quiero que lo cuides. La enfermera podría hacerlo aquí, pero lo ideal si se presenta una situación similar es que lo tranquilice alguien de su confianza, en este caso tú.

     —Sí, yo me encargo de él...—la mujer asintió débilmente.

     —No voy a sancionarlo, pero me interesa mucho saber qué es lo que pasó allá.

     —No me ha querido decir, debe ser algo muy grave—soltó aire—. Hablaré con él, gracias por su comprensión.

     —No es nada. La enfermera estará en su oficina, llámala si necesitas algo.

     —Gracias.

     Tan sólo la mujer salió, se acercó más al peliazul, se sentó en una silla cercana y acarició su rostro, observándolo con mucha preocupación. ¿Hasta cuándo entenderá ese niño a no buscar más respuestas de las que necesitaba?

     —Gogeta, ¿ya se fue?—preguntó abriendo los ojos, se veía cansado y confundido.

     —Sí… Escucha, sé que prometí respetar tu privacidad, pero esto está yendo demasiado lejos. Tienes que decirme qué pasó—el menor desvió la mirada—. Vegetto, ¿qué encontraste?

    —Muchas cosas—se acomodó, quedando sentado—. Pásame mi mochila—el pelirrojo lo hizo y así el de ojos negros pudo colocar todo sobre la sábana, miró al adulto y le mostró la libreta—. Lo escribí siguiendo las ideas de da Vinci, pero está en latín—mordió su labio inferior—. Apunté las pistas que había descubierto durante todo este tiempo.

      —Te escucho.

     —Mai Shimizu, Pilaf y Shu son los creadores del proyecto Mariposa. Sin embargo, antes de dar a conocer esto trabajaron quince años como médicos en hospitales, de hecho ahí se conocieron, todos tenían ese lado científico frustrado. Shu también tenía conocimientos de psicología, trabajaba con niños que habían tenido infancia difícil, como abusos familiares, violencia, y otras cosas. Mai tuvo una pareja que falleció en un accidente de auto y perdió un bebé, fue aborto espontáneo por daños, en el expediente encontré que debido a ello se volvió estéril… Y Pilaf fue rechazado de Harvard, no pasó el examen psicométrico allá, pero al venir a Japón lo respondió correctamente, seguramente supo qué respuestas debía dar.

     —Relájate, tú puedes hacerlo…

     —Mai Shimizu colaboró en el parto de Judith Saiyan, la mamá de Vegeta, hace casi dieciséis años y medio—miró al pelirrojo—. Eran gemelos, pero ella no lo sabía, nacieron por cesárea y en los ecos nunca les dijeron porque ella quería la sorpresa del número y sexo—soltó aire, el pelirrojo se sorprendió por lo que él descubrió—. Mai aprovechó eso para robar uno de los dos bebés, por eso sólo se conocen a Vegeta y a Tarble Saiyan, no conocen al tercer hijo.

     —Vegetto, ¿ese niño está bien?

     —Me temo que no—miró las fotografías, después abrió la libreta y con su teléfono se auxilió para mostrarle un apunte—. Ella se mudó junto con los dos a la ciudad del Norte, y el bebé lo registró a su nombre, sin embargo no podía cuidarlo bien, así que lo abandonó en un orfanato—cambió de página—. ¿Reconoces este símbolo?

    —Orfanatorio Esperanza...—susurró al identificar el logo que dibujó.

   —Así es… Sin embargo, lo visitaba seguido, alegando que disfrutaba pasar tiempo con los niños, aunque sólo iba a verlo a él.

     —Vegetto, ¿me estás diciendo que…?

     —Mai llamó Gotenks al bebé—miró al pelirrojo—. Vegeta y Gotenks son hermanos.

     —Pero...—bajó la mirada, aturdido por lo que le contó—. Gotenks está…

    —La historia es más perturbadora todavía—tragó saliva—. Gotenks era buen chico, su carta de comportamiento estaba limpia. En conducta sólo apuntaron que tenía mucho apego con un chico llamado Gohanks, infiero que del tipo amoroso, y que este chico padecía poliosis en la parte del flequillo.

     —¿Poliosis?—repitió.

     —Es una enfermedad genética hereditaria, hace que algunos mechones de cabello sean más claros. En su caso eran de un blanco con una ligera tonalidad lila. El expediente de Gohanks decía que sufría burlas por ese detalle, su autoestima era baja y su único amigo era Gotenks, quien buscaba la manera de ayudarlo—sonrió de medio lado—. Gotenks se tiñó su cabello para que Gohanks no se sintiera excluido o diferente, es por eso que en todas las fotografías su cabello es bicolor.

     —Vaya… lo quería demasiado entonces…

     —El verdadero problema viene después—rascó su cabeza—. Gohanks tenía visita de rutina con un médico especial, el cual residía en la ciudad del Oeste, por lo que permanecería fuera dos días… Los dos compartían habitación, por lo que esa noche Gotenks se quedó solo—empuñó sus manos.

     —Relájate…

     —La habitación de Gotenks estaba en la parte sur del edificio, con una ventana que daba la vista al callejón…

    —Relájate, Vegetto...—lo abrazó, haciéndolo calmar.

     —Y la noche que su vida cambió fue el 29 de diciembre, del 735—el pelirrojo sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral—. Su habitación estaba en la planta baja, tuvo vista directa de todo lo que pasó al otro lado de esa ventana...—soltó aire y se acomodó mejor entre los brazos del mayor—. Fue traumático ver a sus doce años a un chico, físicamente idéntico a él, ser violado sexualmente por un cuarteto de hombres maduros—apretó las manos del pelirrojo contra las suyas—. Gohanks tenía diecisiete años, si él hubiera estado ahí habría sabido manejar la situación y calmar a Gotenks, o simplemente evitar que viera esa escena. Sin embargo, como no estaba tuvo que enfrentar ese momento solo, y no soportó. Cayó en shock y a partir de ese día su conducta empeoró.

     —¿Gohanks lo apoyó?

     —Hasta donde pudo, después cumplió la mayoría de edad y tuvo que arreglárselas solo—soltó aire—. A los quince ya no lo resistió, era mucha presión y pesadillas por lo que vio y decidió huir. Robó una motocicleta, escribió Watashi wa anata o tasukemasu en una nota antes de escaparse del orfanatorio…

     —¿“Te ayudaré”?

     —Dicen que los gemelos sienten lo del contrario, posiblemente imaginaba que Vegeta la pasaba muy mal y quería encontrarlo para ayudarlo—soltó aire—. Pero luego fue lo del accidente…

     —Vegetto, ¿qué me ocultas?—se acomodó, lo tomó del mentón y lo hizo levantar la mirada.

     —El día del accidente tú estabas en mi casa, ese día discutimos porque tú no querías aceptarme y...—sus ojos se llenaron de lágrimas—. Si no te hubiera retomado el tema de Vegeta, tú habrías salido veinte minutos antes y…

     —Esa avenida tenía que tomarla para llegar, me habría tocado el accidente… Yo habría sido el auto que chocó...—el menor asintió, Gogeta sonrió y lo acurrucó en su pecho—. Ya, pequeño… Ahora todo está bien, todo está bien…

      —No quiero que Vegeta se entere de que tiene un hermano, ahora no es importante...—apretó la camisa entre sus dedos—. Gog, prométeme que siempre tendrás cuidado…

     —Ya, pequeño, no llores—rio bajito al verlo así, por primera vez en muchos años Vegetto dejaba de lado su faceta madura y de adultez para abrir paso al niño dulce lleno de sueños que algún día fue.

     —Ah, lo siento—se disculpó al entrar—. No sabía que estaría interrumpiendo algo—agregó con voz grave. Caminó al fondo del lugar y tomó entre sus manos al pequeño bebé que se esforzaba por alzarse—. Ya, Kyabe, te llevaré a mi habitación…

     —Vegetto, iré a hablar con tus maestros de la situación y después iré a calificar unos exámenes, pasaré por ti esta noche para llevarte a la habitación—besó su frente—. Adiós, pequeño.

    —Adiós, Gog...—cuando el pelirrojo se fue, el pelinegro se acercó con el bebé en brazos.

      —¿Qué te pasó?—preguntó refiriéndose al vendaje en su frente y al hecho de que ahora estaba en una camilla.

     —No mucho—empezó a recoger las fotografías antes de que las notara—. Me asaltaron, me golpearon con un tubo de acero y quedé tirado en el suelo un largo rato—sonrió—. Adopté un perrito.

     —Bah...—relajó su expresión y se acercó a abrazar al peliazul—. Me preocupó que no contestaras ni después de que Gogeta saliera corriendo por ti.

     —Estábamos ocupados, conocí a sus padres…

     —¿Sus… sus padres?—repitió—. ¿Ya… ya cambiaron?

     —Pues creen que Gogeta está demente por querer estar conmigo, así que supongo que no...—sonrió—. Después de estar en su casa fuimos a un hotel, sus padres llegaron luego de un rato, les cerré en la cara e hicimos el amor con ellos tocando desesperadamente la puerta.

     —¿Y el perrito que dices que adoptaste?

     —Esta mañana Gog me llevó a ver a su abuela—ensanchó su sonrisa—. Es una dulzura de mujer, cuidará a Malvavisco hasta que sean vacaciones.

     —¿Probaste las galletas que hace?

     —Sí, son las mejores—lo miró unos segundos—. ¿Tú la conociste?

     —Sí, me llevó una tarde que cayó una tormenta imprevista—soltó aire—. Diablos, detesto esto.

     —Vegeta, lamento haberte tocado sin permiso.

     —...—acercó su rostro al del peliazul—. ¿El golpe te afectó o por qué el cambio de actitud?

     —Nada de eso, sólo quiero disculparme—acarició la cabecita del bebé—. Me porté como un idiota.

     —¿Tienes fiebre?—tocó su frente.

     —Nada de eso, sólo soy feliz...—bostezó—. ¿Por qué usas dogi?

     —Tengo entrenamiento en unos minutos—miró al bebé—. Supongo que tendré que dejarlo otro rato aquí.

     —Te acompañaré—se levantó con lentitud, soltando quejidos de dolor.

    —Vegetto…

     —Estoy bien...—tomó su mochila—. Vámonos…

 

***

 

—Goku, deja de atormentarte—pidió Goten acariciando la espalda de su primo.

     —Lo sé, por eso vengo a verte a ti...—le sonrió—. Te apoyaré en todo momento y…

     —Hola—se acercó un tipo pelirrosa al de cabellera alborotada. Mostraba una linda y seductora sonrisa, que era enriquecida con ese par de ojos grises brillantes.

     —Hola—respondió en voz baja. Analizó al chico, era ese mismo que había aspirado al equipo de baloncesto y que sólo ocasionalmente se dignaba a aparecer en las prácticas. Además, era el mismo que le había coqueteado a Vegeta y con quien casi tiene relaciones sexuales.

     —Goku, ¿cierto?—el pelinegro asintió—. Vaya, hace tiempo que no te veía…

      —¿Qué quieres, Black?—preguntó con voz áspera al recordar las marcas que se había atrevido a hacer en el cuerpo de su chico.

     —Uy, ¿y ese tonito?

      —No he olvidado lo que le hiciste a V… Gotenks—corrigió.

      —Ah, eso...—sonrió—. al final sólo resultó no ser tan especial como creí.

      —¿Cómo puedes decir eso luego de lo que estuviste a punto de hacerle?

      —Él no me interesa mucho...—se inclinó hacia él—. Quien verdaderamente me gusta eres tú.

      —¿Y-yo?—repitió.

      —Sí, tú—ensanchó su sonrisa—. Es bien sabido por casi todos cuando tú y él pelean, son el centro de atención—acarició su mejilla con brusquedad—. Y me contaron por ahí que se fue de tu habitación.

     —Ese no es tu problema.

     —Goku—aproximó más su rostro al suyo—. En serio me gustas tú…

      Y sin pensarlo más unió sus labios con los de él, saboreando la delicadeza de estos. El Son no se molestó en alejarlo ni nada de eso, únicamente dejó que lo besara, sintiendo un ligero toque cariñoso por parte del pelirrosa. Sentía algo de nostalgia al pensar que Vegeta alguna vez lo beso con amor y que ahora ni siquiera lo saludaba.

     Ahora el menor se había marchado sin dejarlo hablar siquiera, y ahora le tocaba aceptar que no era suyo. Ahora Black llegaba demasiado tarde a su vida, ahora era imposible sacar de su corazón al de cabellera en forma de flama. Sin escuchar Vegeta le había dicho adiós, rompiendo su alma y haciéndolo sentir demasiado solo.

     Sin embargo, sólo quedaba resignarse y tal vez aceptar al pelirrosa para olvidar al menor. Aunque todavía le dolía la partida del de cabello bicolor, verlo alejándose pensando sólo en lo que pasó y que no le dio la oportunidad de remediar la situación.

      Colocó su mano en el hombro del pelirrosa y correspondió su beso.

 

***

 

—Oye, no me quedó claro, ¿me odiarás o no?—preguntó cuando estaban entrando al gimnasio.

     —Supongo que no—empezó a voltear a todos lados.

     —Aun así, te vuelvo a pedir disculpas por lo que te hice—el de cabello bicolor volvió a verlo con duda, ¿qué rayos había pasado como para que Vegetto, el chico que se creía la mejor cosa, dios inalcanzable, ahora era muy amable y considerado? Incluso la idea de daño cerebral por el golpe no parecía tan descabellada.

      —Está bien...—siguió mirando hacia todas direcciones.

      —Vegeta, ¿qué es lo que harás con Goku?—lo miró, el de cabello bicolor se veía molesto, se había detenido tras eso.

      —Eso no tiene por qué importarles—respondió con voz grave. El peliazul se le quedó viendo unos segundos, el pelinegro mordía su labio inferior mientras empuñaba sus manos.

     —Vale, ya no te diré nada más con respecto a eso...—soltó aire y miró hacia el lado contrario—. Iré a sentarme con tu pulga—se refirió al bebé—. Te pones insoportable cuando te enojas.

     —¿Eh?—miró al peliazul, pero éste ya estaba alejándose.

     Chasqueó la lengua y se acercó al entrenador. Difícilmente podía poner atención, solamente veía en dirección donde estaba el de cabellera en forma de palmera. Gruñó y empuñó con más fuerza sus manos, llegando al punto de lastimarse.

     —Gotenks—llamó el entrenador, el menor salió de su trance y miró al hombre—. ¿Estás en la luna o qué te pasa? Te dije que te toca una pelea con Black—el menor asintió.

     —Suerte, Vege—dijo Goten antes de alejarse. El de cabello bicolor miró al menor, aquel pelinegro no podía odiar, era incapaz de tratarlo mal o mentirle. Sin embargo, esto era como una guerra, independientemente de su amistad sabía que siempre estaría del lado de Goku, y que ahora era sólo amabilidad por parte de él.

     —Gotenks, hace tiempo que no te veía—dijo colocándose en posición de pelea, su conversación sólo era audible para ellos dos.

     —Ajá—dijo con molestia, colocándose también en una pose que le permitiera atacarlo.

     —Vamos, no te sientas mal por lo que pasó esa noche… Ya está olvidado, he encontrado a alguien más…

     —Alguien más...—repitió con lentitud.

     —Sí… Bueno, comencemos…

     El pelirrosa se acercó a atacar al menor, quien fácilmente esquivó el ataque. Velozmente golpeó a Black, sintiendo cómo el calor se acumulaba en su interior. Alternó golpes, impidiéndole responder y lastimando su cara. Necesitaba liberar toda esa ira de su interior, así que no se detuvo, siguió golpeando sin piedad.

     —Gotenks,¡basta!

     —¡Vege, detente!—sintió los brazos del menor rodearlo de la cintura y jalarlo hacia atrás, cayendo ambos al suelo.

     —¿Eh?—miró con molestia al pelinegro por lo sucedido, para después ver al pelirrosa—. N-no…

     Black limpiaba como podía el chorro de sangre que escurría de su nariz, el entrenador lo ayudaba con una toalla. Todos estaban callados, sólo observaban al pelirrosa desangrarse por los ataques del menor.

     —Yo no...—empezó a tartamudear, viendo cómo la sangre difícilmente cesaba.

     —No hiciste ningún ataque contra las reglas….—empezó a decir Goten—. Sólo fue un acci…

      Pero no lo dejó terminar, sólo salió corriendo en dirección desconocida. Algunos lo siguieron con la mirada, curiosos por la extraña reacción que había tenido.

     —¡Vegeta!—gritó Goku tan sólo lo vio correr.

     —No, Goku—lo tomó del brazo, impidiéndole seguir al peliflama.

     —¡Pero, Trunks…!—replicó forcejeando.

     —Goku, tienes que dejarlo ir...—el mayor bajó la mirada—. No puedes seguir hiriéndote así.

     —Pero yo...—empuñó sus manos—. Sólo quiero ver si está bien…

     —Perdón que te lo diga, pero ese ya no es asunto tuyo...—el más alto tragó saliva—. Hasta que no decida volver por su cuenta, tú tienes que hacer tu vida.

     —Pero yo lo amo...—susurró.

     —Son Goku, llévalo a su habitación—pidió inesperadamente el entrenador—. Black dice que sabes dónde queda.

     —¿Eh? C-claro...—antes de acercarse el pelilila lo tomó del brazo y se acercó a susurrarle al pelinegro.

     —Goku, Black es buena persona—soltó un suspiro—. No te limites a no creer nuevamente en el amor.

      El Son asintió y se encargó de acompañar al de ojos grises, llevándolo con cuidado pese a que ni siquiera sabía a dónde se dirigía. Entendió perfectamente la razón por la que lo escogió, Black estaba interesado en él y posiblemente quería que pasaran tiempo juntos.

     Siguió las indicaciones que el chico le dio y llegaron hasta una habitación de un piso vacío. Suspiró antes de ayudarlo a sentarse sobre el colchón. Sintió cómo era atraído para sentarse en las piernas del mayor y ser besado con lentitud. Sentía muy rara esa sensación, además del hecho de besar a alguien a quien no quería, ni siquiera conocía a Black, lo último que pensó de él era que se trataba de un miserable que se había atrevido a aprovecharse de Vegeta.

     ¿Y ahora? Ahora era posiblemente el único que podría sacarlo de su depresión y abandono ofreciéndole un cariño especial.

     En ningún momento dejó de ser besado, el pelirrosa lo trataba con gran delicadeza. Sentía bien los besos, sentía bien las caricias en su espalda. Sin embargo, no era Vegeta. Vegeta lo había abandonado y ahora se encontraba despechado entregándose, en su sentido casi literal, al primer idiota que se le había insinuado.

     —Goku, deja de pensar en él—besó su cuello y mordió despacio, consiguiendo que se sonrojara—. Mírame—pidió, el menor acató la indicación—. Voy a hacer que te olvides de él.

 

***

 

Con lentitud se asomó por la ventana, soltó aire y volvió a recargarse contra la pared. Miró al bebé con algo de molestia, babeaba mucho y era inquieto. Se sentó como pudo en el suelo y empezó a jugar con el pequeño.

     Mas no podía dejar de pensar en lo que vio segundos atrás. Vegeta había tenido una reacción completamente inesperada, y ahora se encontraba golpeando con furia aquel costal de boxeo. Si ese saco fuera una persona, ya habría sido enviada a urgencias.

      —Pulga, no hagas ruido—le dijo al menor cuando éste empezó a reír.

    Escuchó la puerta abrirse y vio al pelinegro salir, se veía todavía agitado y molesto.

 —¿Qué haces aquí, Vegetto?—preguntó con firmeza.

     —Se te quedó esta cosa—alzó un poco al bebé—. Pasará la noche con Gogeta y conmigo.

     —Tsk, ¿por qué?

    —Estás demasiado enojado—el pelinegro iba a replicar—. El bebé no puede estar en un ambiente así.

     —Hmph—soltó aire y miró al cielo—. No estoy enojado, sólo necesitaba relajarme…

     —Dormiré contigo—se incorporó—. Sólo por esta noche.

     —¿Sin acercamientos nocturnos?

     —Sin ninguno…

     —Entonces vamos—cargó al bebé, y empezó a hacerle gestos para que riera.

     —Sólo mando un mensaje—dijo sacando su teléfono y tecleando rápidamente.

     —Vegetto, ¿a dónde fuiste en tu investigación?

    —No importa eso—se apoyó del hombro del más bajo—. Aunque primero quisiera ir a comer…

 

***

 

—Ah...—suspiró arqueando su espalda—. Black, es-espera…

     —No puedo esperar para estar dentro de ti...—mordió su hombro y siguió moviendo su mano para masturbarlo, sonriendo satisfactoriamente al notar cómo se estremecía y se retorcía entre sus brazos.

     —¡Ah!—gimió sonoramente mientras enterraba sus uñas en su espalda.

     —Eso fue más rápido de lo que esperaba—besó su mejilla, Goku únicamente tomó aire, perdiendo su mirada en el techo—. Diablos, Zamas, ¿qué quieres?—preguntó respondiendo el teléfono—. Ajá, llego en diez minutos.

     —¿Te… irás?—preguntó volteando a verlo.

     —Tengo que arreglar un asunto—besó su frente—. Volveré esta noche a terminar lo que empezamos.

     Y sin decir otra palabra salió, dejando al menor desnudo sobre la cama.

     ¿Qué diablos hacía? ¿Acaso le entregaría su primera vez a Black, un chico a quien no conocía? ¿Hacía eso por placer, o como consolación de su dolor? Se sintió un miserable por caer tan bajo, dejarse llevar por palabras bonitas de un chico lindo.

     —Vegetto me envió un mensaje—susurró viendo su teléfono.

 

Goku, no caigas en el juego de Black. Sólo quiere sexo.

 

—Bah...—apretó las sábanas contra su cuerpo—. Estoy pensando seriamente en dárselo...—comenzó a vestirse—. Pero… no puedo… Si no amara a Vegeta, si sólo fuera un simple enamoramiento… Si mi alma no le perteneciera tal vez sí sería capaz de hacerlo.

     

***

 

—¡Cállate, cosa babosa!—dijo tapándose los oídos, el menor soltaba gritos acompañados de risas.

      —Cuida a Kyabe, necesito llamar a alguien.

     —Sólo métele algo en la boca para que deje de hacer ruido.

     Vegeta salió de la habitación y caminó hacia el cuarto de estudios, el cual permanecía solitario y silencioso. Tragó saliva y se fue a sentar tras un estante de libros, oculto de cualquiera que entrara.

     Nuevamente tenía esa ansiedad, de cuando todo se vino abajo e ignoraba su dolor cortando su piel, de cuando las cosas se habían vuelto difíciles y trataba de acabar con todo. Miró sus brazos, aún había rasguños y le ardían un poco.

     —¿Cómo estará Tarble en estos momentos?—pensó tomando su cabellera con frustración—. Pude haber estado todo ese tiempo con él, de no ser por...—dejó la frase inconclusa y apretó sus puños, una vez más sentía el coraje llegar e invadir su interior—. De verdad necesito alejarme de Kakarotto…

 

***Tiempo después***

 

—Vegetto, deja de contarme con detalles explícitos todo lo que Gogeta te hace en la cama—pidió destapándose los oídos. Miró con algo de duda su comida y decidió degustarla únicamente por el hambre que tenía, aunque aquellas imágenes no podrían salir fácilmente.

      —Bah, sólo quería sacar tema de conversación. Me dijo que saldría todo el fin de semana a un asunto importante—el de cabello bicolor lo miró—. No me quiso decir a dónde, pero me oculta algo. Y prometí no invadir su privacidad.

     —Entiendo… Yo tengo que ir a una revisión por mi papelería en el orfanato, aunque no creo que sea buena idea contarles la situación—miró al otro lado de la cafetería, enfocando su vista en una persona.

     —Falta poco para salir de vacaciones y no has vuelto a hablar con él—mencionó el castaño.

     —Te pedí que no te metieras en esto—bebió jugo—. Es nuestro asunto.

     —Tsk, como quieras...—ambos se quedaron unos segundos en silencio, los dos observaban detenidamente al pelinegro.

     —Tengo que ir al entrenamiento de baloncesto.

     —Goku está llorando.

     —¿Eh?—miró al pelinegro, a pesar de la distancia pudo notar la forma desesperada en que limpiaba sus lágrimas—. Hmph, debo llegar temprano.

     El castaño siguió a su amigo, todavía inconforme por la forma en que se comportaba. Salieron por la puerta de la izquierda. Sin embargo, al atravesar el pasillo y estar cerca del más alto, Vegeta había pasado su mano ligeramente por la cabeza de Goku.

     Dudaba ahora el verdadero propósito de sus acciones. En el fondo esperaba que todavía siguiera viva la llama del amor que le tenía a Goku. Sin embargo, no podía descartar la posibilidad propuesta por Trunks: a modo de venganza, está dándole ligeras esperanzas en su incertidumbre, para finalmente herirlo con un rompimiento inesperado.

     —Vegeta, no hagas una estupidez—dijo repentinamente.

     —Sé lo que piensan—cerró los ojos y colocó sus brazos detrás de la cabeza—. Detesto que siempre traten de analizar a todos los que conocen…

     —Y yo detesto que siempre evadan la pregunta cuando necesito una respuesta firme.

     —Vegetto—miró al castaño—. Sólo le daré a Kakarotto lo que merece...—el chico parpadeó un par de veces—. Sabes a qué me refiero con esto…

 

***

 

—Veg—llamó, el aludido volteó—. ¿Cuándo arreglarás todo esto?

     —Vegetto, ya lo arreglé—pasó su mano por su cabello—. Y pronto todo acabará.

     —Entonces… sólo me queda despedirme—abrazó al pelinegro cuyo cabello tenía todavía tonalidades lilas—. Te visitaré algún día de estos.

     —Gracias, yo también iré a verte—cerró sus ojos y permanecieron en ese contacto unos segundos más.

     —Nos vemos…

     Salió de la habitación, dejando al castaño solo para que hiciera su maleta y se fuera junto con el pelirrojo. En ese par de meses habían pasado muchas cosas, se había distanciado demasiado de Goku a tal punto de que cruzaba miradas con él solamente cuando entraba a su salón de clases, únicamente en ese momento lograban mantener contacto visual.

     No había estado con nadie en ese tiempo, sólo se dedicó a ejercitarse y a cuidar a Kyabe en su tiempo libre, a quien por cierto ya no vería más que en el orfanatorio. Sentía cómo su vida, que antes se dedicaba a entregarle a Goku con sus pieles juntas, ahora se limitaba a cerrarse en él y nada que le recordara al de cabellera en forma de palmera.

     Además, lo último que supo de él fue que Black lo cortejó hasta que estuvo con Zamasu, y la foto de ellos dos besándose en una borrachera se viralizó para todos en la escuela. Goku había dejado de hablar con el pelirrosa desde entonces, por lo que ahora el Son había permanecido también solo.

     Sin embargo, la vida del de cabellera alborotada ahora era ajena a él, se había distanciado a tal punto que tuvo que enterarse por terceros lo que le había ocurrido en ese tiempo. Información que ni siquiera pidió pero los chicos creyeron que era necesario decirle.

     Apretó la correa de su mochila y la manija de la maleta antes de abrir la puerta. Inmediatamente el chico que permanecía dentro volteó a ver hacia su dirección. Por primera vez en tantas semanas estaban así de cerca, viéndose  a los ojos.

     —Hola, Kakarotto—saludó—. ¿Puedo pasar?

     —Vegeta...—bajó la mirada y empuñó aquella camisa que doblaba—. Adelante.

      —Vine a saber cómo estás—se sentó en la orilla de la cama donde alistaba sus prendas para guardarlas.

     —Bien...—sonrió—. Aunque… hubo muchas bajas…

     —Entiendo...—soltó aire—. Vegetto me contó del experimento, los papeles y cómo ocurrió todo… Me consiguió una copia.

     —Pasaron muchas cosas raras...—miró al techo—. Incluso a Trunks se le dificultó entenderlas…

      —Yo hablaré con los encargados del orfanato, explicándoles la situación, les diré mi nombre y residencia, para poder volver a casa.

     —¿Vol… volverás a casa?—lo miró.

     —Sí, es mi hogar… ¿Cómo ha estado Tarble?

     —Bien, mi hermano lo hace feliz—mordió su labio inferior—. Son felices juntos…

     —Ah, cierto, ese asaltacunas… Lo golpearé si ya hizo algo indebido.

      —Vegeta… ¿quieres que les diga que tú estás…?

     —Iré hoy al orfanato a despedirme, mañana a las 10 am llegaré a casa—agravó un poco su expresión—. Explícales lo de la papelería, yo llegaré a decir el resto.

     —De acuerdo...—bajó su mirada—. Vegeta, ¿me odias?

     —No te odio.

      —¿Entonces por qué hablas de esa manera?—se escuchaba algo quebrada la voz del más alto.

     —De verdad, no te odio...—soltó aire—. Necesitaba tiempo para pensar.

    —Veg… —miró al más bajo—. ¿Me… me amas todavía?

     —Kakarotto—el peliflama bajó la mirada, sin perder su seriedad—. ¿Tú me amas todavía?

      —Por supuesto, Vegeta—soltó una risa vacía—. Es imposible dejar de amarte—hizo la ropa a un lado y se sentó junto a él—. Traté de estar con Black, pero no podía, mi amor por ti era demasiado grande. Y ahora, a pesar de que te fuiste y me dejaste solo, yo sigo queriéndote…

     —Antes me necesitabas para estar bien—lo vio de reojo—. Pero ahora no me necesitas para vivir.

     —Yo...—soltó aire—. Puedo vivir sin ti…

      —Perfecto—tomó su mochila y se puso de pie—. Yo también puedo vivir sin ti.

     —Kjj—tragó saliva y se sintió inmediatamente mal, escuchar la facilidad con la que lo dijo mientras él sólo sentía dolor ante la posibilidad de nunca más ser una pareja.

     Sin embargo, se lo había prometido a Goten: no volvería a caer en esa depresión que lo llevó al borde del suicidio.

     —De verdad no estoy molesto—repitió, se acercó y besó su frente, sorprendiendo al mayor—. Me alegra que puedas vivir sin mí… es lo mejor…

     —Veg...—intentó tocarlo, su mano se había alzado tímidamente. Mas no pudo hacerlo, sentía esa necesidad de acariciar una última vez su mejilla, pero entendía que todo había acabado.

     Esa historia había terminado, ahora ya no existía. Lo que alguna vez habían construido, ambos en equipo, desapareció. Ahora tenían que dejarse, eran dos almas que no dependían de sí y que no podrían estar juntos.

    Valió la pena todo, se habían amado fuertemente, y lo suyo jamás se perdería, esa historia permanecería por siempre en sus corazones. Pero ese pequeño refugio de sólo ellos dos, lo que era sólo suyo, se acabó. Ahora el viento se llevaba aquellos momentos.

     —Veg, yo te amaré por siempre. Mi amor por ti durará para toda la vida...—tragó saliva y se puso de pie, para abrazarlo inesperadamente—. Suerte en tu nuevo inicio…

     —Gracias, Kakarotto—correspondió el abrazo y se separó, para caminar a la salida—. Te deseo sólo felicidad, espero que lo sepas…

     Y sin más, se fue.

     Vegeta lo había abandonado para iniciar nuevamente, pero esta vez solo. La sonrisa que tenía se había esfumado cuando se fue y lo dejó solo, por muchas noches había deseado volver a tocarlo, besarlo, entregarle su amor incondicional. Aquel dolor había permanecido, extrañaba su cariño y la felicidad que le daba estar con él.

     Quería recuperarlo, en serio quería que estuvieran juntos. Le pedía a Kamisama por que Vegeta recapacitara y entendiera sus razones, pero hasta ahora sólo le quedaba continuar. Quería rogarle de rodillas que no lo abandonara, pero a estas alturas tampoco quería dañarse.

     No mintió al decirle que podía vivir sin él. Pero esa vida iba a ser vacía, no sería felicidad completa. Continuaría, sí, es verdad. Pero no podría olvidar todo eso que vivieron. Eternamente lo amaría.

     —Puedo, pero no quiero vivir sin ti—pensó viendo la puerta por donde se había ido—. Regresa a mí, Vegeta…

Notas finales:

De acuerdo, exageré en todo. Principalmente en la cantidad de palabras: ¡Casi 28K!.

     Por si alguien se alegraba de mi desaparición y posible retiro, como la “competencia de escritores”. Sólo me queda decir… “Ábranse perras. Llegó la mera mera, el alma de la noche. El top de las encuestas, ¿qué me ves, qué me posas? si yo inventé esas cosas. Y todo se me dio, girando en un tacón. Ábranse perras. Llegó por quien lloraban. La que barre muy bien pero con la mirada”...

     Nah, no se crean, es broma. Sólo quise hacer mi entrada triunfal.

     Empecemos con el capítulo: Gogeta se cortó el cabello porque se me dio mi regalada gana xd fue improvisado desde hace mucho porque me gustó la respuesta negativa que tenían en cuanto a esto.

 -Vegeta… el día de la violación pudo escapar, pero decidió entregarse para que no lastimaran a su hermano. Incluso tuvo la fortaleza para soportar la violación y tener clara su mente, pero la doble penetración fue lo que lo destrozó física y emocionalmente.

     -Vegetto resolvió un último misterio. Gotenks, la identidad, pertenecía al hermano de Veg, del que lo separaron al nacer. Por eso este sexy peliazul tomó protagonismo, ató los últimos cabos sueltos.

      -Goku puede vivir sin Vegeta, y Vegeta sin Goku. Se han dicho adiós…

     -Goku cree que Vege está enojado, aunque él diga lo contrario, además piensa que lo odia. ¿Trunks tiene razón, Vegeta sólo le da últimas esperanzas antes de romperlo definitivamente?

     Aviso: El próximo es el capítulo final.

Bueno, eso es todo, amigos. Me retiro no sin antes desearles feliz día :D

 


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