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Mi dulce ángel por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Gracias a Melubeuty por la sugerencia del nuevo personaje. Espero haber cumplido los criterios que me diste ^-^.

También tendremos la aparición de dos presencias nuevas…. ¿quiénes serán?

Nota importante: La serie “El ángel de mi vida” (o sea, a la que pertenece este fic) tendrá una tercera parte (no sé si también una cuarta, depende de cómo avancen las cosas). El título aún no lo tengo pensado, se les avisaría después. Gracias.

 

(Segunda edición 18/01/2019)

6

¿Nuevo amigo?

 

 

Los días pasaron, y esa mañana tendrían su primera clase. Ambos dormían plácidamente, Gotenks reposaba tranquilamente siendo abrazado por Goku, como ya era su costumbre luego de aquella noche. En ese tiempo, las pesadillas desaparecieron, dándole al de cabellera en forma de flama una gran calma.

~~~pip…pip…pip~~~

     El molesto sonido de la alarma se hizo presente. El menor, perezosamente, estiró su brazo para apagarla. Se removió un poco y después se levantó. Vio al de cabellera alborotada dormido, con un ceño fruncido y una expresión de dolor. Suspiró.

     —Realmente lo extraña…—pensó. Vio la puerta del cuarto de baño y se levantó, tomó sus cosas y caminó hacia ella, para tomar una ducha.

 

***

 

—Gracias por despertarme, de no ser por ti seguiría roncando—rio un poco. El menor lo imitó.

     —Sí… Será mejor irnos ya, ya sabes, para conseguir lugares juntos—comentó. El mayor asintió.

     Ambos caminaron hacia el aula que les correspondería. Se sentaron juntos al fondo, y siguieron conversando en lo que llegaban los demás. Gotenks dirigió su mirada hacia la puerta de entrada, y pudo divisar a un chico un tanto peculiar. Llevaba una playera holgada de color blanco y jeans de mezclilla. Su cabello era castaño, y sus ojos de un hermoso color verde, era alguien de alta estatura. Caminó con la mirada gacha hasta llegar a un asiento del otro lado del salón, en la esquina, sin despegar su mirada del suelo.

     —¿Pasa algo, Gotenks?—preguntó confundido por su repentino cambio de actitud.

     El menor negó con la cabeza y volvió su mirada al frente. ¿Por qué la actitud de ese chico le parecía familiar? Además, ¿por qué ese chico repelía a todos?

     —¿A quién mirabas?—preguntó.

     —Al chico del fondo… Se ve que es tímido—dijo. El mayor lo vio y asintió.

     —Tal vez sólo está preocupado porque nunca antes estuvo en un internado…—sugirió. El menor apoyó sus brazos sobre la mesa y posó su cabeza sobre ellos.

     —Te confieso que hay algo en su actitud que me parece familiar…—susurró.

     —Tal vez porque tú eras así de reservado, Vegeta…—pensó.

 

***

 

—Vaya, mira a quién tenemos aquí…—dijo un tipo pelirrojo, alto, de ojos negros, al ver al pelinegro con cabellera en forma de flama. Lo tomó del brazo, para evitar que avanzara—. Lindos colores en tu cabello—dijo con tono burlesco.

     Luego de todas sus clases habían ido a la cafetería. Pero Goku tuvo que ir al baño, por ello Gotenks se adelantó. Las mesas estaban casi llenas, salvo algunas que estaban casi vacías.  El de cabellera en punta había caminado entre ellas, topándose a un trío que ahora tenía en frente. Al estar en una esquina era un punto ciego para los pocos profesores que cuidaban el comedor.

     Sólo había un chico cerca, pero este estaba en la mesa más cercana sentado y leyendo un libro, casi ignorando a todos. Gotenks estaba acorralado contra la pared, mientras el pelirrojo colocaba una mano a un lado de su rostro y se aproximaba a él.

     —Muy  colorido—agregó riéndose. Sus subordinados lo imitaron.

     —¿Qué es lo que quieren?—dijo seriamente, confrontándolos.

     —Nada, sólo una cosa…—se acercó a su oído—. Aléjate del equipo de básquet… Le agradas al entrenador, demasiado… Aléjate de mi equipo…—demandó amenazante. El menor sólo chasqueó la lengua, extrañando al mayor.

     —¿Así que ese es tu miedo? ¿Qué te quite tu puesto?—dijo en tono provocativo.

     —Jamás lo lograrías…—dijo con orgullo. El menor sonrió.

     —Si tú lo dices…

     —Estoy completamente seguro de ello, cabeza de pincel…—alzó la voz, ya molesto.

     —Eso es lo que tú piensas, cerecita…—ese fue el colmo para el mayor. Lo golpeó fuertemente en el rostro con su puño cerrado, obligándolo a caer.

     —Te haré cenizas—dijo y se acercó a él, pero una mano sostuvo su muñeca. Aquel castaño cerró el libro que sostenía en su mano izquierda, y lo empujó levemente hacia atrás.

     —Antes de acercarte a él, primero pasarás sobre mí—le advirtió. Su voz no sonaba amenazante, pero en su mirada se podía observar gran determinación.  El pelirrojo sólo lo vio con rencor.

     —Vámonos…—fue lo único que dijo, a lo que todos se comenzaron a alejar. El castaño, una vez estuvieron lejos, se giró al de cabello bicolor y pudo notar que su nariz sangraba.

     —Oh, permíteme—pidió. Se quitó la playera y se arrodilló junto a él. Le limpió la sangre y después se levantó, tomó aquel vaso con agua que había sobre la mesa, sacó dos hielos y los envolvió en la tela, para después volver a acercarla al rostro del pelinegro, con intenciones de desinflamar un poco aquel golpe.

     Gotenks no pudo evitar sonrojarse al ver que aquel castaño tenía un poco de músculos, cosa que no había notado porque usaba vestimenta holgada. Desvió la mirada hacia un costado.

     —Gracias…—fue lo único que pudo decir.

     —Conozco al pelirrojo… Es un caso perdido, ten cuidado con él…—dijo. Luego sonrió—. Aunque no le tuviste miedo, eso es bueno—mencionó. El pelinegro volteó a verlo, a lo que se puso sumamente nervioso—. Eh, bueno, yo sólo decía—susurró.

     —Eres tímido, ¿no?—preguntó. El otro sólo veía al suelo, con un ligero sonrojo.

     —Creo que ya se desinflamó…—dijo. Se puso de pie y tomó sus cosas. Caminó hacia la salida, ignorando las miradas curiosas de todos ahí.

     Gotenks no lo pensó dos veces y lo siguió. Pudo notar que entró al baño, por lo que entró también. Él se estaba lavando la cara.

     —No lo decía por molestar, si eso es lo que piensas—aclaró. Colocó su mano sobre su hombro—. Gracias por lo que hiciste por mí allá afuera…

     —No fue nada—dijo. Le dedicó una pequeña sonrisita.

     —¿Sabes? Tu actitud me parece familiar…—susurró. Bajó la mirada. Después lo volteó a ver con una sonrisa—. Podemos ser amigos, sólo si quieres…

     —¿Eh?—de nuevo se puso un poco nervioso. El menor soltó una risita.

     —Tranquilo…—comenzó a acariciarle la espalda a modo de calmarlo—. Mejor vamos a tu habitación, para que puedas vestirte—ambos caminaron hacia la habitación del castaño. Al llegar el más alto sacó de su armario una playera azul. Se la colocó y se sentó en la orilla de la cama.

     —No soy bueno relacionándome con la gente—admitió. El menor se sentó a su lado—. Me acostumbre a alejarme de todos…

     —¿Alguna razón en especial?—preguntó mientras volvía a pasar su mano por su espalda.

     —Miedo, tal vez…—dijo—. Miedo a ser rechazado… Y, bueno, preferí dejar todo de lado, y me acostumbré a la soledad…

     —Dime, ¿cuál es tu nombre?

     —Hiroshi…

     —Pues, Hiroshi, tal vez deberías intentarlo…—dijo. El más alto sonrió—. ¿Me permites ser tu amigo?

     —B-bueno…—dijo con una sonrisita—. ¿Por qué eres bueno conmigo? Digo, está bien que te haya ayudado allá abajo… Pero…

     —Eres alguien muy amable y me agradas demasiado… Además…—hizo una pausa para suspirar pesadamente—. Si yo estuviera solo, o con miedo de relacionarme con los demás, me gustaría que alguien se acercara a mí… Que fuera mi amigo aunque nadie más intentara hacerlo…—susurró. El mayor notó el escaso dolor en sus palabras, por lo que lo abrazó…

 

***

 

Goku lloraba desconsoladamente, sus brazos estaban cubiertos de sangre y sus manos apoyadas en la pared. Estaba dentro del baño, había entrado al cubículo y lo había cerrado con seguro. Sentía un fuerte dolor en el pecho, y se había desahogado cortando sus muñecas.

     Pero, cuando le pareció escuchar la voz de su compañero de habitación, había guardado silencio. Escuchar las palabras llenas de confianza y amistad pronunciadas por él lo hacían sentir gran pesar. Recordar cuando él era así con Vegeta y, por consiguiente, recordarlo dentro de aquella caja hacían querer matarse en esos momentos para acompañarlo una vez más.

     Gotenks era una esperanza y a la vez una tortura para él. Era un “sigue vivo” o un “es una copia, pero jamás será él”. Cuando se fueron, continuó desahogándose.

     —Vegeta…—pensaba con dolor—. Ahora no sé qué pensar… Gotenks y tú son demasiado parecidos, pero…—apretó sus ojos con fuerza—. Tus brazos… tenían muchas cicatrices… y él… no tiene ninguna marca…—levantó la mirada, para ver el azulejo—. No sé qué pensar, no sé qué creer… Tiene tu actitud, tu voz, tu rostro… Tiene todo de ti… Pero si realmente no eres tú… yo… moriría…—tragó grueso—. No puedo vivir sin ti…—murmuró.

 

***

 

—Raditz, lo hiciste muy bien—comentó el menor cuando su novio llegó a su lado. Él jadeaba mientras posaba sus manos sobre sus rodillas, estaba sumamente cansado por la carrera que había realizado.

     —Aunque haya sido una competencia obligatoria para la materia de educación física, no iba a perder…—dijo. El menor se acercó y lo abrazó, sorprendiéndolo.

     —Raditz… ¿pasarías la noche en mi casa? —preguntó levantando la mirada.

     —¿Pasa algo, pequeño?—el menor negó únicamente—. ¿Tu padre irá de nuevo a beber?—preguntó.

     Bardock y Vegeta frecuentaban mucho sus salidas a cantinas o a bares para emborracharse. Como si quisieran, de alguna manera, ahogar sus penas u olvidarlas. Aunque se mostraran muy fuertes, en el fondo sabían que sentían un fuerte dolor ante la muerte de sus mujeres y, en el caso de Vegeta, también por la repentina muerte de su hijo.

     —Sí, pero no es por eso solamente… Necesitamos hablar…—se separó de él y le dio una bebida rehidratante—. Te espero—dijo y se fue.

     El mayor estaba completamente asustado. “Necesitamos hablar”, ¿cómo es posible que esas dos palabras juntas le causaran ese gran nerviosismo?

     No, no debía alterarse, debía calmarse. Recién lo había abrazado de esa manera tan tierna y llena de cariño, no es como si fuera a terminar con él… ¿o sí?

     No, imposible… Bah, ¿a quién engañaba? Tarble era muy joven, susceptible a cambiar de opinión; además, podría encontrar a alguien mucho mejor que él, alguien que no tuviera esa apariencia de delincuente juvenil que escapó de la correccional.

     —Demonios… ¿acaso hice algo malo? No, no le he faltado al respeto… Pero… ¡Aigh! Será mejor que terminé con estas pruebas de una maldita vez y vaya a averiguarlo…—pensó angustiado, tenía miedo de saber de qué “necesitan” hablar.

 

***

 

—¡Se sorprenderá al vernos ahí!—decía exaltado un pelinegro.

     —¡Hey!, baja de ahí—dijo el pelilila refiriéndose a que estaba caminando sobre una barda (aunque de baja altitud) delgada, que evitaba el paso a un jardín que se encontraba diez metros hacia abajo.

     —Ay, eres un amargado—bajó de un brinco y siguió avanzando muy entusiasmado—. Es sólo que hace mucho que no lo veo, ¡estoy muy emocionado!—dijo, el mayor sonrió al verlo—. Mi tío dijo que estudiará en La Esfera del Dragón, y ¡nosotros también! Aunque llegaremos un día tarde por la competencia de béisbol a la que fuimos… ¡Pero aun así! ¡Extrañaba tanto a Goku!—dio un brinco. Atravesaron un pequeño parque. El menor se subió a un muelle balancín que tenía la forma de un conejo y comenzó a mecerse.

     —Goten, baja de ahí, es para niños…—dijo el mayor frustrado.

     —No—dijo con un puchero y siguió meciéndose.

     A pesar de su edad, para ser más exactos quince años, seguía comportándose de una manera algo infantil. Su inocencia y manera de ser habían cautivado a Trunks quien, por muchos años siendo su amigo solamente, y lanzando indirectas muy directas, hasta hace poco había logrado hacerlo entender lo que sentía por él y se habían formalizado como pareja.

     —Eres muy amargado, Trunks… Deja eso para cuando tengas ochenta años y unos niños corran en tu jardín—dijo.

     Trunks sonrió. También debía reconocer que su actitud era todo lo contrario a ese pelinegro relajado y extrovertido. Él era una persona seria y muy responsable, había madurado a tan corta edad, y no soportaba juegos absurdos. Era muy terco y muchas veces egoísta. Goten era la única persona que lo aguantaba, y que lograba calmarlo cuando se enojaba (cosa que pasaba con mucha facilidad). Eran completamente diferentes, pero, aun así su relación, su amor, era muy fuerte.

     —¿Te confieso algo?—dejó de mecerse mientras su expresión se ensombrecía un poco—. Mi tío Bardock dijo que mi primo había cambiado demasiado, pero su voz se escuchaba rara… Mi tía Gine murió hace poco, y creo que eso le habría afectado… Pero no sé, Goku… él siempre fue una persona muy alegre… No me lo quisiera imaginar deprimido…—le confesó. El mayor se arrodilló frente a él, ignorando que su pantalón se ensuciara con la arena.

     —Tal vez sólo es algo pasajero. Como tú lo describes, él es alguien fuerte, podrá superarlo. Pero le costará trabajo… Perder a una madre no es fácil…—le revolvió su cabellera, logrando que sonriera.

     —Tienes razón—siguió meciéndose, por lo que el mayor se volvió a poner de pie y se dirigió a la banca más cercana. Sacó de su mochila un libro y se puso a leer. Luego de unos minutos un sonido semejante a una campanilla se hizo presente.

     —Tres, dos, uno…

     —¡Trunks, cómprame un helado!—gritó el menor. El pelilila sonrió y caminó hacia el vendedor

     — Uno de chocolate con mucho jarabe y uno de vainilla, por favor—pidió amablemente. Mientras servía, volteó a ver al menor.

     No había tenido el gusto de conocer a Goku, pero conforme el menor hablaba de él, lo quería y admiraba mucho.

     —Una muerte de alguien cercano despierta instintos suicidas en gran número de casos…—pensó—. Y, si este fuera el caso, Goten se decepcionaría y se entristecería mucho…—vio al cielo—. Pero siempre estaré con él, para apoyarlo…

     —Aquí está—dijo el hombre. Le pagó y después tomó los helados.

     —Gracias.

Se acercó a su pelinegro, quien ya veía con ojos brillosos su postre. Le extendió el de chocolate y sonrió al verlo comiendo muy feliz.

     —Porque yo… Te amo, Goten…

 

***

 

El agua caía sobre sus muñecas e inmediatamente ésta se tornaba de color rojo. Llevaba ya rato con el grifo abierto, pero el sangrado no cesaba, sólo había disminuido. Goku levantó su vista y se vio en el reflejo.   

     ¿Qué pensaría Vegeta si lo viera en ese estado? ¿Qué diría el resto de su familia si lo vieran así, ojeroso, con su piel pálida, con los brazos llenos de heridas abiertas?

     —Sólo faltan unos días, y todo esto terminará… Ya sea para bien… o para mal…

     Sólo era cuestión de esperar unos cuantos días. Ya había pedido el favor, y ya casi estaba listo todo. Aunque su mente aún no estaba lista, estaba dispuesto a realizar ese viaje.

     —Si no está ahí, significaría que, tal vez, Gotenks es él. No sé cómo, pero es él… Pero si no…—vio una vez más su reflejo y sonrió vacíamente—… le haré compañía a Vegeta por toda la eternidad…

 

Notas finales:

Bueno, Trunks y Goten eran los nuevos integrantes de este hermoso fic (?)

Jeje… Vaya fin (._.´) no había pensado en los posibles linchazos que recibiré.

P.D. ¿A qué se refería Goku con “le haré compañía a Vegeta por toda la eternidad”?

En fin, nos leemos pronto mis  hermosos lectores :3


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