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Prematuro por Carito_d

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Notas del capitulo:

Por ahora, nada que decir solo que

¡¡¡HEMOS VUELTO!!!

Sabía que era una situación que sería difícil de llevar y que sería incómoda y tosca en un principio, pero ahora que la vivía era mucho más diferente de lo que había pensado. No eran solo los silencios extensos ni los “hola” que parecían no tener una respuesta con tanto ánimo, sino que era la situación entera en si. Por el hecho de que Min ya no tenía siete años, sino que diecinueve, y él no seguía con su madre, sino que estaban divorciados y él incluso con algunas parejas de su mismo sexo en el camino. Porque eso era quizás, lo que influenciaba para que todo estuviera de esta manera: que su hija al fin se tenía que enfrentar a su padre que había desaparecido luego de decir la verdad sobre su sexualidad, escapándose por temor y cobardía, para luego volver y pedir otra oportunidad. Su ex esposa no había tenido tantos problemas con eso porque ya había superado todo tipo de roce o dolor que pudo existir en el camino, y porque inconscientemente, no había sido un mal padre. Solo que Min parecía, apenas, querer o poder recordarlo como uno.

Y eso era incluso, quizás el doble más difícil, porque nunca había sido fácil lidiar con adolescentes. Ni siquiera él había sido uno fácil en su época hace bastantes años atrás como para ahora haber albergado algún tipo de esperanza.

MinHo se limpia los labios lentamente con ayuda de una servilleta, sin quitarle la vista de encima a la chica que estaba sentada frente a él y que deslizaba su dedo índice cada cierto tiempo por encima de la pantalla de un enorme celular. Su madre no había estado tan contenta de haberle regalado algo así de ostentoso a ella, pero él había cedido porque se lo merecía –a pesar de que aún ni siquiera escuchara un “gracias” de su parte-. Suponía que quizás era parte de su personalidad. Algo difícil, de por cierto.

-          Puedes venir cuando quieras –Min levanta la cabeza para mirarle, elevando también una ceja y MinHo se encoge de hombros, sintiéndose rápidamente estudiado por la menor. Siempre le hacía sentir nervioso. Esta no era la excepción-. Si tienes alguna pelea con tu madre, ya sabes… puedes venir aquí.

-          Yo no peleo con mamá.

Y vuelve a revisar los mensajes entrantes en su celular al sentir una nueva alerta en éste. MinHo ni siquiera alcanzaba a terminar de decir lo que tenía pensado, cuando ella ya le dejaba de prestar atención.

Y no solo había sido en esta situación, sino que en cada momento desde la mañana y tarde anterior –porque a partir desde este fin de semana, ella se había ido a quedar con él-, en donde buscaba la forma de conversar y ella le ignoraba. Una y otra vez. Otra tras otra. O le preguntaba por sus notas, asignaturas o por temas banales de la universidad, que Min se encargaba de responder corto y tajante sin siquiera ahondar en el tema.

Ella ni siquiera le había preguntado algo sobre su vida. MinHo le había contado sobre las cosas nuevas en su vida solo por cortesía –y como especie de improvisación de monólogo de padre que no se quería rendir-.

-          Bueno –deja los cubiertos sobre el plato y se cruza de brazos bajo la mesa, mirándola serio-. Puedes venir de todas formas cuando quieras.

-          Sí, ya sé. Ahora me voy.

-          Min.

Pero la chica no le escucha y empuja el plato, haciéndolo chocar con el suyo, para así mirar su falda y estirar esas arrugas molestas que se le habían formado. Supuestamente el horario que le correspondía con ella, era desde el viernes en la noche hasta el domingo luego de las siete de la tarde, pero ella lo hacía como quería y llegaba el sábado después de almuerzo para luego irse el domingo a la misma hora. Y MinHo no se atrevía a decirle algo. Nunca se atrevía. Más por algo de no querer tomarse una repentina autoridad perdida que por otra cosa. Porque él entendía que no le agradaba del todo y entendía el porqué. A él también se le haría difícil y extraño estar con su padre luego de tantos años sin relacionarse directamente con él porque se le antojó salir del clóset y desaparecer.

-          Apenas comiste, estás demasiado delgada.

-          Como carbohidratos solo dos veces a la semana –levanta otra vez la ceja cuando le mira y cuando se coloca su chaqueta de jeans encima de su camiseta corta. La estira y le vuelve a mirar-. Lunes y jueves. Y hoy no es jueves.

-          ¿Tu mamá está de acuerdo con eso?

-          ¿Porqué no lo estaría?

Porque es irracional y tonto para una chica que aún pareciera estar desarrollando y que su peso apenas alcanza los cuarenta kilos.

Pero MinHo solo le mira y susurra “por nada” porque no tiene ganas de arruinar ese pequeño gramo que ha contribuido en pro a su relación de padre e hija que cree que ya ha comenzado a nacer.

El alto se levanta cuando le ve colgar su pequeña cartera de diseñador por sobre su hombro –y que le costó bastante dinero para ser un simple trozo de cuero doblado-, pasando una mano por sobre su cuerpo cuando avanzan, para así quitarla rápido cuando nota como la chica parece encogerse para que no le toque. Min le mira en la puerta, mordiéndose el labio y él solo suspira.

Es la vez número dos mil que lo hace en ese mismo período de tiempo.

-          Puedes llamarme papá si quieres.

-          Quizás algún día lo haga –mira su reflejo en el espejo que MinHo tapaba con su cuerpo y ordena ese cabello que parecía fuera de luego dentro de su flequillo-. Ah. TaeMin vendrá conmigo el próximo fin de semana.

Y eso le dejó ver de inmediatamente como el mayor fruncía el ceño, viéndose más extrañado que molesto. Porque no le había dicho nada y su explicación nula con respecto a las personas que le rodeaban, no le permitía entender cómo debía ser –o como su madre habría hecho en su lugar-.

Min pasa un dedo por sus labios, esparciendo el bálsamo labial y niega, suspirando al notar sus posibles intenciones.

Ridículas, por cierto.

-          Es mi mejor amigo –le advierte-. No pienses de más.

-          Ah –sonríe-. Entonces no hay problema. Por supuesto que puede venir.

Como si le hubiera preguntado o hubiese tenido la intención de pedirle permiso.

Min se coloca de puntitas solo para que sus labios rocen mínimamente la piel de su progenitor, rozando la punta de la nariz con su mejilla y sus labios con su piel recién afeitada –porque aún olía a esa fragancia que se aplicaba después de rasurarse-, y sonríe de la peor forma –o de la manera más falsa-, para acomodar una vez más su chaqueta y salir por esa puerta que su padre ya mantenía abierta y que se encargó de cerrar por ella.

Y solo bastó ese movimiento para que su rostro amargo volviera de golpe, su ceño volviera a fruncirse un poco y sus labios a arrugarse, mientras sus dedos se deslizaban rápido y marcaban el primero de sus números favoritos. Sabía que tenía que esperar bastante tonos para que le contestara y eso le ponía nerviosa. Incluso le molestaba aún más.

La puerta del ascensor se abre justo cuando atienden el teléfono al otro lado y ella así ve su reflejo en un espejo al hablar. Incluso se veía de mal humor. Solo él podría entenderla.

(A pesar de que asumiera que le acababa de despertar porque incluso le oye bostezar antes de decir un mísero “aló”).

-          ¿De nuevo tu papá te hizo enojar?

Por eso era su mejor amigo.

El bueno y lindo de TaeMin. El que siempre le entendía.

Min asiente, a pesar de que el rubio no la mire y se muerde el labio frustrada. Ahora incluso tenía ganas de fumar un cigarrillo y por suerte, había robado los de su padre. Ni siquiera sabía que fumaba, pero el revisarle cajón por cajón de su habitación, le hizo encontrarse ese maravilloso tesoro útil.

-          ¿Cómo lo sabes? –bufa-.

-          Segundo domingo que me llamas a la misma hora. Ya es típico.

-          Quiere que le llame papá –interrumpe, aún anonada-. ¿Puedes creerlo?

-          ¿Y estás segura de que es tu papá? –murmura al otro lado, intentando no dormirse de nuevo-. ¿Al menos se parecen en algo?

-          ¡En nada! Yo soy mucho más bonita. Él es…

-          Horrible –completa por ella, bufando-. Ya lo sé.

Min sonríe de forma coqueta a un chico de unos veinte y tantos años cuando se baja del ascensor, moviendo las caderas de un lado a otro y sacudiendo su falda mientras oía bostezar a TaeMin al otro lado del teléfono. Si no volvía a hablarle, el maldito era capaz de dormirse dentro de los diez segundos.

-          Le dije que vendrás conmigo la próxima semana.

-          ¿Qué? –grita de repente, ahora sí, despertándose-. No quiero.

-          Tienes que hacerlo.

-          ¿Y por qué si se puede saber? –ironiza, provocando que Min se aleje el teléfono porque inevitablemente había subido un poco el tono de su voz-. Min, yo no tengo nada que ver con ese viejo.

-          Me aburro demasiado –interrumpe-. Además me debes un favor.

-          No lo haré.

-          ¡TaeMin, por favor! –hace un puchero aunque su amigo no la vea, solo por el hecho de que sabe que él entiende sus gestos sin siquiera tenerlos en frente. Era un adivino el maldito. Siempre acertaba-. Prometo conseguirme esos teléfonos de esos chicos que te gustan.

-          Ya dijiste que no lo harías –bufa-. No te creo.

-          ¡Por favor! –insiste, dando pequeños saltitos de desesperación-. Podemos ver películas y dormiremos juntos y le puedo pedir lo que quiera a mi papá y lo comprará. Es un idiota con mucho dinero. Nos podemos aprovechar.

-          Min.

No. Sabía cuando usaba ese tono y no quería que justo ahora lo usara.

La chica se detiene frente a la vitrina de una tienda y mira su reflejo en el vidrio. Podía verse a si misma con cara de afligida y lo detestaba. Detestaba no conseguir lo que quería. Detestaba tantas cosas que…

-          Está bien –le oye decir al otro lado de la línea-. Iré.

 

***

 

Le prometió que iría temprano, pero no estaba siendo así. Le prometió que llegaría a las diez de la mañana, para el primer encuentro incómodo, pero sinceramente tampoco estaba siendo así porque él pocas veces en su vida lograba despertarse un día sábado antes de las dos de la tarde porque había un alto porcentaje de margen en donde la noche anterior no había sido una noche tranquila, llena de sueño y descanso, sino que más bien de descontrol y desenfreno, en donde –seguramente-, no habría logrado acostarse antes de las cuatro de la mañana. Porque de hecho, había sido así. Recuerda haber visto el reloj antes de taparse en su confortable cama y recordaba un perfecto 23 al lado de las 04 am. Ó sea, en el país o en la zona horaria que fuese, él nunca hubiese conseguido despertar a las nueve de la mañana porque, estaba claro  que ni siquiera teniendo la intención –cosa que tampoco tenía, para ser sincero-, habría logrado hacerlo. Porque, ¿quién dormía cuatro horas y unos cuantos minutos y despertaba de maravilla? Porque él claramente no era el caso.

Y por eso mismo había despertado a las 1:59 exactamente, siendo un minuto antes de las dos de la tarde, sintiéndose fresco y mayormente descansado como para emprender ese viaje que no auguraba ser uno muy bueno. Especialmente si Min le había llamado quince veces –dieciséis con la llamada de hace un minuto-, presionándole y haciéndole sufrir con su voz chillona, porque se había demorado mucho y bla bla bla.

Tan paciente como siempre.

¿Acaso era su culpa que repentinamente su padre se hubiese antojado de aparecer?

TaeMin se baja del ascensor, arrastrando los pies y soltando una bocanada de aire, provocando que su flequillo se eleve y caiga desordenado por encima de su frente.

Sabía que era su misión, o mejor dicho, “deber” como mejor amigo el estar ahí para ella cada vez que le necesitara o se sintiera sola, pero era molesto si esta situación empezaría a ocurrir todas las semanas o semana por medio o cada vez que le tocara vivir con su padre que repentinamente apareció, porque él no estaba para vivir momentos incómodos ni tampoco para ser el broche de oro para sacar temas de conversación durante los silencios que entre ellos parecían ser especialmente recurrentes. Ó sea, él tenía claro que era simpático y adorable cuando quería serlo, pero también tenía derecho a salir  divertirse y no a encerrarse en ese departamento que según Min era de lujo y que él ni siquiera conocía hasta hora, simplemente porque al maldito de su padre le habían dado ganas de que le recordase.

Ni siquiera era su padre y tenía que pagar las consecuencias.

Que puta vida.

TaeMin bufa cuando da dos golpecitos débiles en la puerta, convenciéndose a si mismo de que no podía ser tan terrible la situación y que de seguro ese maldito viejo de mierda panzón –porque ya asumía que era así y que seguramente tenía mucho vello asqueroso en la espalda y en el pecho-, tuviera un par de cervezas. Incluso una le servía. Solo una para lograr bajar ese sabor amargo que tenía en la mitad de la garganta.

Pero cuando la puerta se abre y no es su mejor amiga la que se aparece por detrás de ésta ni tampoco un viejo panzón con exceso de vello corporal, se da cuenta que todos sus pensamientos estuvieron erróneos y que quizás esta señal divina y del destino, era una señal que debía apreciar porque sabía que el mundo le recompensaría en algún momento de su inocente vida por ser una buena persona y por ser exactamente.

-          ¿TaeMin? –la puerta se abre un poco más para que él pueda tener libre acceso, a pesar de que ni siquiera haya dado un paso en frente desde que vio el rostro del dueño de casa-. Tú debes ser TaeMin –insiste, sonriendo-. Min te espera dentro. Está en su habitación.

Ya.

YA.

“Min”. Suponía que esa debía ser su mejor amiga o la persona que iba a acompañar y que se quejaba de su padre horroroso. Suponía eso porque no podía suponer algo más cuerdo si no le podía quitar los ojos de encima porque…

Porque mierda, estaba babeando y él le miraba. Y se reía. Probablemente de su persona, de ese ser que seguía mirándole con los ojos muy abiertos porque se quedó estático al entrar y sus ojos no podían irse a otra parte que no fuera su cuerpo. O su rostro. O ambas. Ojalá pudiera tener más ojos. Ojalá pudiera observarle cada trozo de ese abdomen desnudo con más tiempo del que se merecía porque mierda, él no podía ser su padre. No. No podía.

Nadie podía tener un papá así.

N-a-d-i-e.

Era un pecado si lo era.

-          Soy un idiota –le oye decir, mientras cruzaba las manos por sobre su pecho desnudo y cerraba la puerta luego de que él al fin lograra entrar-. Me llamo MinHo. Soy el padre de Min.

Maldita perra afortunada y egoísta y zorra.

Sobre todo zorra.

¿Acaso justamente todo lo tenía que tener ella? ¿por qué él no? ¿acaso no había sido bueno? ¿acaso no había dejado de robar en los supermercados y de ir a fiestas ajenas que no le invitaban porque ya sabían que se robaba el alcohol?

TaeMin asiente con ánimo cuando el hombre termina de hablar, sonriendo y ahora mordiéndose el labio porque no sabía cómo agradecer cuando el cielo y los astros quizás si se habían alineado para pagarle de una forma que él siempre se mereció.

Era cierto que no era su padre, pero eso era lo mejor.

No tendría que sentir culpa por nada.

El padre de Min se coloca una camiseta cuando se separan y TaeMin le mira fijo cada uno de sus movimientos hasta que se saca las zapatillas y camina hacia el pasillo en donde se suponía que debía estar la supuesta habitación. En donde se suponía, que estaba la hija de ese Dios griego.

-          Un gusto, señor Choi.

 

***

 

Era cierto que él se quejaba.

Se quejaba por despertar temprano, por ir a clases, por estudiar algo que él no quería estudiar, pero que sus padres sí deseaban para él. Se quejaba por los días en los que llovía y él no podía faltar porque no le quedaban más inasistencias disponibles. Pero sobre todo se quejaba porque los fines de semana siempre eran demasiado cortos. Especialmente, desde que al fin habían comenzado a tener el sentido que él siempre quiso.

Porque ya no fue necesario que Min le invitara a quedarse con ella y con su padre, rogándole desesperada por su compañía, sino que solo fue necesario que todos los sábados antes de las doce de la tarde, abrieran la puerta y se encontraran con él, sonriendo, y con algo sobre sus manos porque siempre le gustaba llevar algo. A MinHo le gustaban las manzanas verdes y TaeMin llevó el fin de semana siguiente. A MinHo le gustaba que le dijesen MinHo y TaeMin nunca más fue capaz de dejar de decir ese nombre. Era capaz de incluso de decirlo dormido de forma inconsciente. A MinHo le gustaba beber vino cuando cenaba y TaeMin dijo que a él también, siempre y desde hace muchos años, cuando toda su maldita vida se había quejado de lo todo que odiaba el vino y de lo horrible que sabía su boca durante horas luego de beberlo.

Pero aún así no hubo ningún fin de semana, dentro de esos dos meses siguientes, en los que TaeMin falló un solo fin de semana. Si Min quería salir, salían, lo pasaban bien y volvían. TaeMin dejó de emborracharse para llevar a su amiga de forma digna y limpia, y así amanecer limpio al día siguiente, con una sonrisa pura y un “buenos días” sincero, cuando la puerta se abría a las once de la mañana que era cuando MinHo volvía de correr.

Min nunca le respondía a su padre sino que solo gruñía y se volteaba y volvía a cubrirse, pero TaeMin no. TaeMin ya estaba sentado en la cama, con el cabello ordenado y los dientes recién lavados y el perfume puesto en los lugares más estratégicos de su cuerpo.

A veces tomaban desayuno juntos y TaeMin se aprovechaba de eso. Se aprovechaba de acomodar bien las sábanas a su mejor amiga para que la maldita no les interrumpiera y siguiera durmiendo, y así él pudiera sentarse con su padre y conversar. Porque gracias a situaciones así había descubierto cosas de él y que seguramente ni su propia hija sabía.

Había descubierto que le gustaba beber un licuado extraño y verde de espinacas antes de tomar desayuno y que sabía bastante mal y que no debía volver a intentar probarlo porque era asqueroso. Ó sea, él era guapo. Sí. Muy guapo, a decir verdad, porque la palabra guapo quizás aún así no lograba abarcarlo todo, pero tampoco podía ser tan perfecto así que le aceptaba su poco gusto en las bebidas. Y también en los cereales. Y en los canales de televisión.

¿Qué persona podía tener siempre puesto el canal del fútbol? Él. Lo había descubierto gracias a la fea durmiente de Min que nunca despertaba.

De hecho, gracias a esto supo que siempre había un partido en vivo en alguna parte del mundo. A MinHo pareció fascinarle esto cuando se lo contó y a él no mucho. Porque él ni siquiera sabía cuántas personas jugaban por equipo. Siempre creyó que eran algo así como seis o quince. Pero prefirió omitir esa duda.

(Para no quitar los puntos que ya al fin se había conseguido ganar por su propio esfuerzo).

TaeMin se deja caer de un solo golpe en la enorme cama en la que siempre se quiso acostar, ordenándose rápido el flequillo y pellizcando sus mejillas para que tuvieran un poco de color y no le hicieran ver tan pálido como de costumbre. Cuenta los treinta segundos que ya tenía calculados mentalmente y su sonrisa se amplía cuando la puerta se abre y el padre de su mejor amiga entra, prendiendo la luz de la habitación y mirándole con los ojos muy abiertos y las manos aún sujetas en el pomo de la puerta.

No estaba solo sorprendido de verle ahí, sino que estaba muy sorprendido.

-          ¿TaeMin? ¿Qué estás haciendo aquí?

MinHo deja la toalla húmeda colgando de su cuello y él agradece por haber escuchado desde el sillón el momento en que cortó el agua de la ducha. El alto no estaba desnudo, pero al menos estaba con esa camiseta que se le pegaba a su cuerpo húmedo y que tenía escote en V y le dejaba ver su pecho bien trabajado y esos pantalones cortos que le dejaban ver sus muslos. Aunque no se hubiese quejado de si le hubiesen dejado ver más.

TaeMin se ríe y él solo se pasa la toalla por el cuello, algo incómodo. O más bien cohibido.

-          Tenía sed y salí a buscar agua.

-          ¿Y la encontraste? –se burla, mirando claramente su mano que no sostenía ningún tipo de vaso-. Parece que te perdiste un poco. La cocina está al principio del pasillo, no al final.

-          Encontré algo mejor.

TaeMin, controla tus hormonas.

No.

No las controles y no pares.

Pero por suerte MinHo no oye eso ni se ofende con su comentario ni con su movimiento algo atrevido al morderse el labio –y al estar acostado en su cama, en una pose bastante sugerente, mientras sostenía su cabeza con su mano-, sino que solo se ríe y suelta una carcajada, bastante sincera a decir verdad.

Min solo exageraba. Su padre no era antipático ni molesto por donde se mirara.

(Y podía confiar en que él había mirado bastante y aún no encontraba ese lugar que debía desagradarle).

-          ¿Y Min?

-          Está poniéndose el pijama –responde rápido, sonriendo y siguiendo con la vista el movimiento de su mano secando su cuello y esas gotitas que se escapaban de su cabello húmedo-. Ya sabe –interrumpe-. Hoy dormiré aquí.

-          ¿Aquí en mi cama? –pregunta rápido-.

Y TaeMin ríe, soltando una carcajada, para no evidenciar su ansiedad de decir un simple “sí”.

-          Al menos esta cama tiene mejor olor que el colchón en donde tengo que dormir.

MinHo frunce el ceño rápidamente y él se siente un idiota por haber mentido con una mala mentira blanca porque era obvio que le iba a preocupar más la estancia de su hija que su maldita coquetería de pendejo que era lo que justamente más quería relucir.

-          ¿Min se quejó de dónde dormía?

TaeMin asiente algo desganado (y sin ánimo de mentir más a pesar de que acababa de comenzar) y el alto deja caer la toalla encima de la cama, aún pensando demasiado. Fruncía el ceño cuando lo hacía. Tal como ocurría ahora.

-          No me había dicho nada.

-          Señor Choi –interrumpe, comenzando a sonreír otra vez y a acomodar su mano que se acalambraba a causa del peso de su cabeza-. Min me dijo que usted es dentista.

(Y él asiente, aún con el ceño fruncido, extrañado de su drástico cambio de tema).

-          Es cierto.

-          Me gustaría tener una mejor sonrisa. Quizás usted pueda atenderme, señor.

(Y ya no fruncía tanto el ceño. Parecía haber cedido poco a poco y TaeMin sonreía y se lamía los labios cada ciertos segundos porque siempre parecían demasiado resecos en estas situaciones en las que no debían estar así).

-          ¿Qué tiene de malo tu sonrisa? Yo la veo muy bien.

-          Quizás usted puede hacer que se vea más bonita.

-          Pero ya lo es.

Bien.

Ese había sido un coqueteo indirecto y probablemente sacado a la fuerza y sin tomarle la conciencia a lo que le había dicho a un menor de diecinueve años como él, pero le ponía feliz. Le hacía sonreír más grande y arreglar su flequillo que caía por su frente y que le interrumpía la perfecta visión de su cuerpo. Aunque ya no habían tantas gotitas de agua como antes, ahora el alto sonreía. Más divertido que por coqueto.

-          Deben ir muchas mujeres bonitas a su consulta.

-          En realidad va gente de toda clase.

-          ¿Y a usted le gusta?

No sabía si le gustaba u odiaba tratarlo de usted, pero debía admitir que también ese simple pronombre generaba una reacción algo enigmática en él. Era como si le hiciera recordar que la persona que tenía en frente podía ser su papá y a la vez, compararse con los chicos con los que solía meterse cada vez que se aburría o tenía cierto interés por alguien.

Era cierto que habían bastantes años de diferencia entre la última persona con la que estuvo comparado con MinHo, pero eso le gustaba más. Le ponía algo así como la piel de gallina.

-          En realidad va gente de toda clase –continúa respondiendo sin entender sus dobles intenciones-. Niños, hombres, mujeres.

-          ¿Y a usted le gusta? –interrumpe-.

Y MinHo levanta las cejas cuando le escucha, enrollando la ropa sucia y tomándola justo cuando él esperaba su respuesta.

-          Me gustan los hombres, si a eso te refieres –lanza con una perfecta puntería hacia una cesta que había en un rincón y vuelve a mirarle serio, sin siquiera tartamudear en sus palabras-. Supongo que Min también te dijo eso, ¿o me equivoco?

-          Min siempre me cuenta todo.

Mentira.

La perra ni siquiera le había contado que su padre había aparecido otra vez en su vida hasta que se vio obligada en pedirle su ayuda porque se aburría y porque necesitaba distraerse. En un principio ni siquiera quiso contarle porqué se habían separado sus padres, y luego de varias insistencias, terminó por decir la verdad. Para ella dolorosa, para él deliciosa.

“Las cosas entre mis papás no iban bien y mi mamá lo veía mal y ya sabes, esas mierdas. Yo era pequeña, TaeMin, tampoco es que me acuerde. Solo recuerdo que mi mamá lloraba y ya sabes, él le dijo que estaba con alguien. Un hombre de su edad. Era un amigo del colegio, creo. No sé. No me importa”.

(Pero sí le importaba. Mucho más de lo que demostraba).

MinHo sacude su cabello húmedo cuando el silencio se apodera de la habitación, sonriendo de repente, pero aún así sin llegar a verse completamente feliz. TaeMin podía suponer porqué.

-          ¿También te dijo que soy el mejor papá del mundo?

-          No –ríe, sintiendo su risa entristecida que él intentó imitar-. Eso no lo dice, pero…

-          ¿Pero?

-          Pero estoy seguro que podría ser el mejor novio del mundo.

Y eso si que no había sido coquetería indirecta, sino que una completamente directa y sin rodeos. MinHo le miraba con una ceja levantada, bastante pasmado por lo que le había escuchado decir y él solo sonreía, mirándole sin arrepentimiento y sin vergüenza. Digamos que esa característica nunca había ido con él.

(Y le provoca más el hecho de ver al alto. A alguien de cuarenta y cinco años, con las mejillas algo coloradas y los labios entreabiertos, como si se le hubiese olvidado responder a un simple coqueteo adolescente. Cuando él, según TaeMin, debía ser todo un experto).

-          No sabría responder a eso –dice después de un rato, soltando una risa coqueta entre un suspiro-. La referencia vendría de demasiado cerca.

-          ¿No tiene novio, señor Choi? –interrumpe rápido, sin quitarle los ojos de encima cuando él también le miraba-. Quiero tener más confianza con usted. Quizás podría ayudarlo con Min.

Y el silencio otra vez se apodera de la conversación entre ambos aunque esta vez podía suponer porqué. Min siempre le había dicho que le daba lo mismo lo que sus padres hicieran o dejaran de ser, mientras a ella no le molestaran, pero sabía que detrás de esas palabras, a ella de todas formas le dolía ese tipo de doble vida que tuvo su papá durante un tiempo. Era cierto que la chica no era homofóbica (o nunca habría sido capaz de ser su mejor amigo ni le habría permitido acercársele luego de verle con tantos chicos), pero sí tenía cierta respeto como límite a la vida de su padre. Seguro nunca habían hablado de esto y era entendible que MinHo le mirara de esa forma, aún demasiado hermético.

Se preguntaba si podría hablar de esto con alguien alguna vez en su vida porque de alguna forma logró entristecerle pensar en que no.

-          No tengo pareja –responde casi en un susurro, secando su rostro que ya ni siquiera se encontraba húmedo-. Estoy solo desde hace un tiempo.

-          Eso es triste. Si yo fuera mayor podría salir con usted.

Y esa risita que se le escapó, al menos, ahora no parecía nada de triste.

-          No sabía que eres gay, TaeMin.

-          También me gustan los hombres –sonríe con orgullo, intentando darle algún tipo de apoyo que quizás necesitaba-. Min también lo sabe.

-          Debes tener a muchos detrás de ti.

Y ahora es él el que abre los ojos sorprendido porque ese también había sido un coqueteo indirectamente directo, pero al parecer dicho con más conciencia de lo que había pronunciado antes. Y lo más importante de todo, era que no lo había dicho él.

Sabía que en esos cuarenta y cinco años sí se escondía algo.

-          ¿Lo dice porque soy bonito, señor Choi?

Pero TaeMin no alcanza ni siquiera a lamerse los labios cuando ve una cabeza que se asoma por la puerta y le mira riendo, mientras entraba y caminaba quedándose a un lado de su padre. MinHo le sonríe al verla y ella le ignora.

Como siempre, la zorra.

-          ¿Qué estás haciendo aquí? –se burla, dándole un palmetazo sobre una pierna y volviendo a reír-. ¡Te estaba buscando!

-          Solo estábamos conversando.

Y TaeMin asiente al escuchar al alto, sintiendo un pequeño escalofrío recorrer su cuerpo. Porque MinHo le miraba y sonreía. Sonreía de la misma forma que estaba haciendo él en ese momento.

-          ¿Podemos ir a dormir o quieren seguir conversando toda la noche?

Ojalá no tuviera que elegir lo que no quería y así no tendría que levantarse lentamente como estaba haciendo ahora, ordenando su cabello detrás de su oreja y mirando al alto antes de salir, susurrando un suave “buenas noches, señor Choi” que le dejó con una sonrisa en la comisura de los labios porque Min le había jalado fuerte sin siquiera despedirse, riendo mientras caminaba y riendo mientras cerraba la puerta y le miraba burlona. O más bien, coqueta.

(Y justo ahora, no quería dar ese tipo de explicaciones cuando antes hubiese dar hasta el más mínimo detalle).

-          ¿Le estabas coqueteando a mi papá, maldita zorra? –le jala el cabello jugando y TaeMin le pega en el trasero, empujándola-.

-          ¡Por supuesto que no!

-          ¿Y entonces porqué parecías una puta en su cama?

Porque quería serlo.

Pero TaeMin solo ríe y se burla. Le empuja cuando se acuestan en la misma cama y deja que le abrace cuando la chica se acomoda a dormir. Solo que  Min no le cuesta conciliar el sueño, a diferencia de él que sí. Porque TaeMin esperaba ese preciso momento que estaba por ocurrir ahora (si sus cálculos estaban bien), en donde la puerta se abría y las luces comenzaban a apagarse una a una en el pasillo y una respiración suave y acompasada se acercaba, con mucho cuidado, sin hacer ni el más mínimo ruido.

TaeMin todos los fines de semana sentía esa misma respiración detrás de su cuello cuando MinHo besaba la mejilla de su hija que ya estaba dormida, deseándole buenas noches, pero hoy él también fue capaz de sentirla. Porque por primera vez, Min no fue la única a la que le desearon buenas noches.

 

***

 

La mira apenas nota su cuerpo aproximándose hacia él, sonriendo a un par de chicos que se le cruzan y que le hacen tardarse un poco más en llegar al destino que tenía claro desde que había salido de clases. La ve despedirse de un beso en la mejilla, pero de ese tipo de besos al que le conoce muy bien las intenciones porque conocía sus métodos de conquista y este era uno de ellos (y porque uno de esos chicos le estaba trayendo loquita desde hace un tiempo), y sigue caminando hacia él, sonriendo cuando ve que no estaba sentado solo (cuando sí quería estarlo), quitándole el cigarrillo de los labios cuando no quería compartirlo y sonriéndole cuando él ya sabía que estaba tramando algo. Si no fueran amigos hace más de cinco años, podría decir lo contrario.

(Pero lamentablemente ya era amigo de esa perra hace más de cinco años y le conocía tan bien como la palma de su mano. Y por eso mismo, tenía solo él el derecho de llamarla así).

-          Necesito un favor.

-          Ya sé.

-          Pequeñito.

Min expulsa el humo cerca de su rostro y TaeMin le quita el cigarrillo de forma brusca, mirándola con el ceño fruncido y dándole una calada al tabaco que casi había sido acabado por ella.

-          Qué –bufa-.

-          MinHo vendrá a buscarme hoy…

-          ¿En serio? –el pequeño y casi inexistente cigarrillo se cae de entre sus dedos y Min le mira con una ceja alzada, claramente notando la diferencia de su emoción hace treinta segundos comparada a la de ahora-. Es bueno que se estén llevando bien.

-          No –bufa, rodando los ojos y volviendo a cruzar los brazos-. Entiendes mal, no lo quiero ver. Ya sabes, tengo cosas que hacer.

-          ¿Y? pues llámalo y dile.

-          Y no –Min ajusta la mochila a su espalda y peina su cabello con sus dedos, a pesar de que ya encontraba lo suficientemente lacio-. Sabes como es, insistirá y no tengo ganas de conversar así que solo dile que me fui.

-          Min…

-          Te quiero, cariño.

Cariño y una mierda.

Pero ni siquiera alcanza a negarse o a replicarle que él esta vez no querría participar de su plan, sino que solo se queda con la mejilla derecha con restos de su lápiz labial algo anaranjado y con las palabras más acusadoras y molestas atascadas en su garganta, que simplemente aceptando lo que le pedía de una forma absoluta y completamente sumisa. Era cierto que antes simplemente hubiese aceptado sin dudar, pero ahora no le gustaba que él estuviera en medio de su relación que más que mejorar parecía empeorar, aunque bueno… de alguna forma, la relación sí podía mejorar, pero no entre Min y su padre, sino que entre MinHo y él.

Sí. Eso. Eso necesitaba.

Tan solo un poco de diversión. Un poquito.

(Solo eso).

-          ¿Y entonces? –la voz que había estado ignorado desde hace mucho rato vuelve a aparecer, recordándole que seguía ahí, provocando que ruede los ojos y bufe sin mirarle-. ¿Saldremos o no?

-          En tus sueños.

Que esperaba que fueran muy lejanos e imposibles porque no tenía dentro de sus planes cercanos ni lejanos, llegar a salir con una persona como él.

TaeMin se sacude el trasero cuando se levanta de ese incómodo asiento de cemento y moja sus labios que se habían vuelto resecos por el tabaco y por la ansiedad que su cuerpo había comenzado a sentir de forma repentina. Porque incluso era capaz de decir que se sentía algo nervioso cuando nunca se había sentido de esta forma por alguien. Empuja la puerta del baño y la cierra con llave cuando ya está en el interior, viendo su reflejo en el espejo y fijándose en cada detalle que quizás debía eliminar dentro de los próximos cinco minutos porque no se podía demorar mucho más que eso o todo su plan repentino ni siquiera lograría ejecutarse. Era ridículo que se estuviera comportando de esta forma, pero era ridículo también, si se sintiera igual que siempre cuando tenía claro que justamente esto no era igual que siempre. Porque ya no era un simple coqueteo de una noche en donde solo bastaba frotar su trasero contra la entrepierna de alguien y así bailar y besar y ser besado y sumado a eso una noche quizás con algo más de desenfreno y ya, sino que era algo más… porqué no decir, complejo. Ahora no solo era un simple coqueteo más a su lista, sino que era un coqueteo hacia alguien que le sacaba veintiséis años de diferencia en edad y una situación en la cual era probable que no se volviera a repetir si es que Min no volvía a ser así de perra con su pobre y delicioso padre. Porque eso era. Solo que le había costado decírselo y no había tenido el valor para expresarlo tampoco. Porque no era algo fácil de decir y de llegar y plantarse frente a ella y soltar “tu padre es exquisito y tengo unas deliciosas ganas de tirar con él” porque Dios, eso no era legal decirlo en ninguna parte del mundo. Probablemente si Min le dijera eso sobre su padre, incluso sería capaz de gritarle y empujarla.

(Pero también era un pecado tener un padre como el de ella y no querer compartirlo).

TaeMin arregla su flequillo cuando camina, volviendo a mojar sus labios y a coger su cabello que se había salido desde detrás de su oreja, dándole un aspecto desordenado que no quería tener ahora. Justo ahora que caminaba directamente a esa enorme camioneta negra que ya estaba estacionada en el acceso principal, con los vidrios abajo y el piloto aún sentado en donde correspondía. Ni siquiera fue necesario que se acercara demasiado para asegurarse de que se trataba de él. Porque ya podía darse el lujo de conocerlo aunque fuera tan solo un poco más que el resto.

-          Hola, MinHo.

El alto quita la vista de su enorme celular por el cual deslizaba su dedo impaciente y le mira, fijándose en él por un par de segundos, para luego simplemente sonreírle. Si antes creía que con ropa informal o ese buzo típico que usaba los fines de semanas le hacía ver bien, era porque no le había visto con traje. Porque ahora incluso sentía la garganta seca (y el cerebro más que colapsado).

-          TaeMin, hola.

-          ¿Estás buscando a Min? –pregunta de forma despreocupada en el mismo momento en que él asiente con las cejas flojas, viéndose algo preocupado. Era injusto que por culpa de la perra de su hija, su rostro fuera a cambiar-. Ella ya se fue.

-          ¿En serio? –pregunta rápido, casi asustándole-. Supuestamente íbamos a cenar hoy.

-          Quizás se le olvidó.

(O quizás no, pero es lo suficientemente maldita para dejarte esperando sin darte explicaciones porque tu ex esposa la crió así y nadie le ha pedido que cambie sus modales de niña consentida).

MinHo asiente, algo complicado consigo mismo, demostrándolo por el hecho en cómo fruncía el ceño y mordía un costado de su labio, casi a punto de pensar a viva voz y eso a TaeMin, le estaba matando. Era impresionante que como cada gesto nuevo que hacía o aparecía, le absorbía más. Le hacía quererlo más, querer ser más de su propiedad, querer insistir más.

-          Si quieres… yo puedo cenar contigo.

Y al verle ahora, sonriendo, inevitablemente también consigue que haga lo mismo y se incline un poco más por la ventana del copiloto, intentando acercarse más aunque estaba bastante lejos de él a decir verdad.

MinHo no parecía ofendido, pero sí divertido. Y eso no sabía si entenderlo como algo bueno o algo malo.

-          No sería correcto.

-          Digamos que siempre me ha gustado hacer lo incorrecto.

Y como si no fuera suficiente, se encoge de hombros y no deja de sonreírle a pesar de que el alto le mire algo sorprendido y entendiendo por primera vez que quizás sí tenían dobles intenciones las palabras que acababa de escuchar.

-          Yo iba a cenar con Min porque… ya sabes –suspira-. Nuestra relación no ha conseguido mejorar mucho.

(Ahora incluso tenía pena por él y quería abrazarlo cuando él odiaba los abrazos).

TaeMin se muerde el labio algo complicado por estar aprovechándose de esta situación, pero ag, ¿desde cuándo le habían empezado a importar cosas que simplemente no le incumbían? ¿cosas que justamente ahora quería pasar de largo para seguir llevando su plan en acción?

(Desde que te empezó a gustar el papá de tu mejor amiga y quieres tener su atención a como sea lugar).

-          Yo podría darte consejos para ayudarte –se atreve a decir, tuteándolo por completo y olvidándose de tratarlo de usted. Cosa que MinHo parece ni siquiera percibir-. Conozco a Min hace mucho y sé lo que le gusta.

-          ¿Es en serio?

-          Sí –responde, asintiendo también con su cabeza-. Soy su mejor amigo. Lo hago solo por Min.

-          Entonces espero que te guste el sushi.

(Lo odiaba, pero desde hoy, no tendría problemas en que fuera su comida favorita).

 

*

 

Chocan sus rodillas cuando se sientan en el piso y se ríen cuando ya comparten la segunda cerveza de la cual MinHo se había negado en un principio, pero terminó por aceptar porque “que importa, ya eres mayor y eres responsable”.

(Y no sabía en lo bien que le había hecho escuchar eso de parte suya).

Hablan de cosas que nunca pensaron que hablarían y TaeMin no deja de acercarse y de aprovecharse de la confianza que solo conseguía crecer entre ambos, para así comenzar a apoyarse en su rodilla o en su pierna, asintiendo como si le estuviera oyendo decir las palabras más sabias nunca antes dichas, cuando él solo le miraba porque sí y porque tenía más ansias de comerle la boca si sus labios ya brillaban así y la cerveza le había comenzado a poner más desinhibido. Porque le había puesto así, no podía negarle lo obvio a alguien tan experto en alcohol como él.

-          Pensé que tú cocinarías.

MinHo le mira con los palillos apoyados en los labios cuando le escucha y niega más abochornado que avergonzado. Ya se había quitado la corbata hace bastante rato y los dos primeros botones de la camisa ya se encontraban desabrochados; por lo cual, no significaba explícitamente que se estuviera quejando.

-          La última vez que lo hice, Min apenas comió porque no me había enterado de que no comía carbohidratos así que preferí no volver a equivocarme y así pedir algo que a ella sí le guste.

-          Yo no soy como ella –replica rápido, saboreándose los labios para luego limpiarlos con cuidado con ayuda de una servilleta-. Seguramente me gustaría todo lo que tu cocinaras.

-          ¿Comes como persona normal? –se burla-. Si es ahí no habría problemas.

-          ¿Tengo cara de ser anormal, MinHo?

El alto le mira de la distancia que él le permite y sonríe. Sonríe más interna que externamente.

-          En lo absoluto.

Y si antes MinHo parecía más alejado y renuente, ahora podía asumir completamente lo contrario a eso porque ahora le sonríe cuando le escucha y también se lame los labios, como si estuviera disfrutando una especie de chiste interno y así llevarse un nuevo roll que mascaba con suma lentitud.

Era cierto que se habían juntado supuestamente para hablar sobre Min, pero ya eran cerca de las nueve de la noche y el tema que menos habían tocado había sido justamente ese. Porque era tonto buscar la forma de tocar un tema aburrido cuando podrían hablar de ambos y conocerse mejor. Conocer a una persona de cuarenta y cinco años que tenía mucha más experiencia que él y mucha más vida que a él le faltaba por recorrer. Eso era de cierta forma excitante.

-          ¿Eres amigo de Min hace mucho tiempo? –TaeMin le mira de cerca justo cuando acababa de echarse una bola de arroz a la boca que apenas le impedía respirar-. Las pocas veces que habla, ella habla de ti. Te quiere mucho.

(Y yo te quiero mucho a ti).

TaeMin se siente completamente drogado cuando MinHo le está mirando, pero de todas formas consigue asentir y recordarse a si mismo que no debía poner una cara agria cuando estaban tocando el tema que sí debían tocar y que seguramente MinHo había recordado por culpa de él por haber estado pensando en la perra de su hija que quizás dónde estaría metida ahora. Podía suponer que en una plaza o en una cafetería, siendo invitada a esas citas románticas de las que tanto le gustaba tener con esos idiotas que se hacían los perfectos novios y después solo querían sexo.

Pero él no podía quejarse de eso ya que quería lo mismo. La única diferencia del resto y él, es que a los demás le gustaban los preámbulos y para él, sinceramente, nunca habían sido su fuerte.

-          Somos amigos desde los trece o algo así –traga, volviendo a limpiarse los labios y ahora estirando las piernas para chocarlas a propósito con las del alto; solo que éste ignora completamente ese movimiento porque parecía demasiado concentrado en ese nuevo tema de conversación-. La conocí cuando lloró por primera vez a causa de un chico.

-          ¿Y le diste su merecido a ese idiota? –pregunta rápido, haciéndole enternecerse por su preocupación.

-          Por supuesto que sí.

-          Ese es mi chico.

“…mi chico.”

(Está seguro que se le secó la garganta y el cuerpo se le dividió en dos, dejándolo en un ser inerte y sin vida).

¿Por qué MinHo tenía que tener cuarenta y cinco años y no podía tener veinte y coquetearle y ser su compañero y así caer en sus redes sin ningún problema? ¿por qué él no podía ser mayor y tener una relación seria al final con la persona que al parecer, era la indicada después de tanto tiempo? ¿por qué MinHo tenía la edad que tenía su papá? ¿la edad que podría compartir con su propio suegro?

(Porque te gusta lo difícil, TaeMin. Siempre ha sido así).

-          A veces no soy tan bueno –dice de repente, obteniendo la atención de MinHo nuevamente y que ya se había visto perdida-. No sé si Min te ha hablado de eso.

De sus planes maquiavélicos, de su pésima vida en la universidad porque estaba estudiando algo a lo que le habían obligado sus padres y de su pésima decisión y seguridad en sus relaciones porque le gustaba jactarse de que tenía diecinueve años y que por eso mismo, tenía la oportunidad de hacer lo que quisiera y jugar los sentimientos de las personas si así se requería.

MinHo deja los palillos sobre la mesa para mirarle y TaeMin también lo hace solo para imitarle e intentar verse más serio, más maduro cuando nunca antes había tenido la intención de serlo y más coqueto cuando ya no podía serlo más.

Ya no solo sus rodillas se tocaban, ahora también eran sus brazos (y podía decir de forma absolutamente sincera, que eso se había dado de manera inconsciente).

-          Puede ser –responde, comenzando a sonreír-. “TaeMin es de todos, pero de nadie”. ¿Lo dije bien o mal?

(¿En serio la maldita de su mejor amiga le había hablado así a su padre sobre él? ¿era su amiga o su enemiga?).

-          Puede ser –suspira, asumiéndolo-. Pero puedo ser de alguien si así lo quiero.

-          Tienes derecho a divertirte.

Ag, lo iba a matar.

¿Cómo conseguía cambiar el tema cuando él al fin comenzaba a coquetearle? ¿es que pasaba algo en la cabeza de los seres humanos cuando se cruzaba el umbral de los cuarenta años que te desactivaba el sensor de coqueteo? ¿acaso las hormonas ya comenzaban a fallar tan pronto?

¿O acaso MinHo no entendía que con el que se quería divertir era exactamente con él?

-          ¿Y tú? –ataca rápidamente, ya comenzando a aburrirse de su técnica de coqueteo indirecto y así pasar al plan B, directamente al coqueteo puro y real-. ¿No tienes derecho a divertirte, MinHo?

Y MinHo se encoge de hombros, apoyándose con una mano tras su cuerpo y así mirarle cuando él ya se había apoyado con un brazo sobre la mesa y así sostener su cabeza con éste, mirándole de mejor forma y fijo, teniendo sus ojos solo en él.

(Y el alto ya comenzaba a sentirse un poco cohibido, podía notarlo).

-          No soy tan viejo así que supongo que sí.

-          ¿Y con jovencitos como yo, por ejemplo? –insiste, lamiéndose los labios y comenzando a sonreír en el mismo momento en que el alto lo comenzaba a hacer inconscientemente-. ¿O prefieres que sean más maduros?

Y si ese coqueteo MinHo no lo había entendido, podía comenzar a asumir rápidamente su derrota porque esta situación ya se estaba volviendo bastante compleja, pero cuando le ve también lamerse los labios y terminar la botella de cerveza que había tenido a su lado y que parecía olvidada, su conclusión final cambió y su sonrisa no disminuyó sino que solo consiguió aumentar porque al fin parecía que MinHo sí había entendido sus proposiciones (indecentes, por supuesto).

-          ¿A qué viene esa pregunta? –MinHo da un nuevo sorbo a la botella y la deja contra la mesa, provocando un sonido seco y tosco que a TaeMin ni siquiera le asusta un poco-. ¿Min te pidió que me sacaras información?

-          A Min ni siquiera le gustaría que yo estuviera aquí.

-          ¿Por qué no? –frunce el ceño-.

-          Se enojaría si supiera que estoy solo con su papá.

-          No sabía que era celosa.

Y TaeMin sonríe cuando le oye, mascando lentamente una bola de arroz para luego tragarla y mirarle porque no podía creer que a pesar de todo, de sus frases directas de coqueteo y de sus repentinas caricias, MinHo siguiera siendo lo suficientemente caballero para confiar en él. Mientras el resto probablemente ya le hubiese echado de su casa, MinHo parecía ni siquiera dudar.

Parecía ser un ángel.

(Sin las alas, por supuesto).

A diferencia de él que era un verdadero demonio.

(Pero sin esa cola y ese tridente que sí le hubiese gustado tener).

-          Cualquier tipo de hija se pondría celosa si supiera que su mejor amigo está coqueteando con su padre.

Y como si fuera poco, se muerde el labio e imita la posición que el alto tenía, con un brazo atrás de su cuerpo, mirándole con las cejas levantadas y sus labios entreabiertos formando una pequeña “o” solo a causa de la impresión.

Las frases indirectas nunca habían sido lo suyo. Le aburrían.

-          No me esperaba esa respuesta, TaeMin.

-          Yo tampoco esperaba decírtelo, MinHo.

“MinHo”.

Mierda. Podía pronunciar ese nombre todos los días de su vida y estaba seguro que no se aburriría nunca. Podía pronunciarlo antes de dormir y apenas se levantaba y cuando se bañaba y cuando caminaba. Quería pronunciarlo frente a Min y decirle que su papá le ponía caliente y que quería besarle y ser de su propiedad. Quería decirle a sus padres que ya había sentado cabeza al fin y con una persona que le sacaba veintiséis años más que él. Quería tantas cosas que él solo sonríe. Sonríe porque estúpida y calientemente, se siente feliz.

(¿Calientemente era una palabra que existía siquiera? Porque aunque no existiera, sí conseguía describir lo que él sentía en ese momento).

-          Puedo ser tu papá.

No. Ni en broma.

TaeMin le mira por sobre su hombro, alzando una ceja e increíblemente MinHo se ríe en su cara de él, casi burlándose y suspirando a la vez.

-          No quiero que seas mi papá –bufa-.

-          Quizás estás yendo demasiado rápido, TaeMin y estás un poco confundido.

¿Qué?

TaeMin le mira con ambas cejas alzadas, completamente anonadado con su respuesta y su obvio rechazo al reciente coqueteo, sentándose de forma más cómoda y así mirarle más cerca, demostrando un claro desconcierto.

¿En serio creía que le podía rechazar? ¿en serio creía que alguien podía rechazar a Lee TaeMin? ¿quién mierda se creía Choi MinHo? ¿un cuarentón demasiado exquisito con aires de mira demasiado altos como para estar con un pendejo de casi veinte años? ¿acaso no sabía divertirse?

Porque él sí sabía y tampoco tenía problemas en enseñar(le).

-          Puedo ir aún más rápido, señor Choi.

TaeMin ya asume estar completa y totalmente drogado para cuando se acerca a MinHo y pega sus labios contra los de él, colocando su mano derecha tras su nuca para no permitirle que se moviera o quisiera escapar, sosteniendo precariamente su cuerpo y pasando su brazo izquierdo por sobre su hombro cuando siente que ya su cuerpo se deshace porque MinHo pone la mano en su cintura y le afirma. Porque ya no es un beso que solo iba de parte suya, sino que es un beso que es recibido y que obtiene una respuesta como le corresponde, siendo apretado justo en el final de su espalda y acomodado sobre unas piernas que se estiran y le sostienen cuando él se sienta sobre ellas.

Porque ya no es solo un beso en una fiesta más del montón con un compañero más del montón que se dedicará a ignorar por el resto del año hasta que tenga un nuevo antojo de ese chico, sino que es un beso que quiere que se vuelva a repetir y que suplica que sea así porque gime bajito cuando MinHo potencia aún más la unión entre ambas bocas, casi recostándolo sobre su cuerpo, mientras él ya enredaba los dedos sobre su cabello.

Porque MinHo ya no era un chico de veinte años como le hubiesen gustado comúnmente, sino que era un hombre de cuarenta y cinco que más que rebelión y besos robados en la oscuridad, era un libro lleno de experiencia que él quería saber.

-          Tú si que no sabes lo que es divertirse de verdad, TaeMin.

Y TaeMin asiente, aturdido porque al fin y al cabo es el padre de su mejor amiga.

¿Qué tan malo puede llegar a ser eso?

Notas finales:

Dejen amor, bebés <3


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