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Prematuro por Carito_d

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Notas del capitulo:

Un poco atrasado, pero está. Que lo disfruten :-)

 

Se estaciona a un costado de la facultad y deja una mano sobre el manubrio, mientras con la otra, se encargaba de deslizar su dedo índice por sobre la pantalla de su teléfono, buscando el último número que justamente solía ser el más discado esa semana. No es necesario que espere un tono para que le contesten, sino que solo basta que baje un poco la cabeza y vea esa figura que se encontraba un poco más allá y que era capaz de reconocer, viéndole conversar animadamente, mientras movía los brazos y el bolso colgaba por sobre su hombro. Pero no pasa demasiado tiempo para que él note que ya había llegado y tampoco pasa demasiado para que se despida de un beso en la mejilla de cierto chico al que no le parece necesaria su presencia.

TaeMin camina lentamente hasta la camioneta negra y bordea la puerta del copiloto, para abrir la puerta sin pedir permiso ni saludar ni esperar, subiéndose de una sola vez y cerrando de forma suave, justo en el momento en que el vehículo nuevamente comenzaba a avanzar. MinHo no mira hacia su lado cuando TaeMin suspira y le mira, sonriendo probablemente, sino que solo deja su mano derecha sobre su propia pierna, como si no se hubiera percatado de esa nueva presencia que él mismo había pasado a buscar. Como si no se tratara de esa persona que estaba apareciéndose más de lo necesario por su departamento durante casi todos los días o como si no fuera el mejor amigo de su hija que le llama muchas veces al día y le escribe porque quiere saber qué ha hecho cuando hace mucho nadie le trataba así. Como si simplemente fuera…

-       ¿Qué pasa, mi amor?

La persona con la que estaba saliendo y besándose de una forma que no debía, hace más de treinta días.

MinHo sigue con la vista hacia delante, ahora afirmándose con su mano derecha de la caja de cambios y así voltear en la dirección que ya se sabía casi de memoria porque ese lugar ya se había vuelto parte de su recorrido habitual. Se toma más del tiempo necesario en que hubiese usado en responderle normalmente y TaeMin lo nota. Se creía capaz de decir y admitir que en ese poco tiempo que llevaban juntos, ya le conocía lo suficiente.

-       Nada.

-       Pensé que no vendrías por mi –estira su pequeña mano hasta su mejilla y la acaricia con suavidad a pesar de que MinHo parecía algo reacio a su tacto-. Dijiste que tenías mucho trabajo.

-       ¿Qué estabas haciendo cuando llegué? –interrumpe, aún sin mirarle-.

Y TaeMin entiende que no tiene tantos ánimos como solía ser siempre, así que deja caer la mano y se muerde su labio inferior.

-       Esperándote.

(Y MinHo chasquea la lengua, irónico, porque no se suponía que alguien le estaría esperando cuando le acababa de decir que creía que no iría por él).

-       ¿Esperándome con quién?

Eso era.

TaeMin se voltea hasta quedar sentado de forma correcta en el asiento del copiloto y ahora MinHo sí le mira porque el semáforo está en rojo y parece un momento perfecto para encararlo cuando se había decidido a dejar hace un tiempo atrás las escenas de celos que le habían traído un montón de problemas en cada última relación o amago de relación que había conseguido tener. El menor no le miraba, pero él sí, porque odiaba que le mintieran y le hicieran ver como un tonto, especialmente cuando se trataba de un menor al que conseguía más que duplicarle en edad.

TaeMin no le mira cuando la camioneta comienza a avanzar y MinHo bufa –a viva voz-, dándole a conocer una respuesta que tenía atorada desde que le vio. Era cierto que en ningún momento de esos treinta días que llevaban juntos habían vivido una situación de este estilo, pero no porque no se dieran, sino porque MinHo se había contenido y quizás, ya no tenía ganas de contenerse. Justo hoy no.

(Justo porque quizás, Min había influido de forma inconsciente en esto).

-       ¿No vas a responder? –insiste-.

Y ahora es TaeMin el que bufa porque inevitablemente se siente en una situación con el tipo de apuros que no quería vivir.

(Ni presenciar con MinHo porque era o estaba siendo una de las personas más bonitas que se había comportado con él. Y no solo en un sentido, sino que en todos los sentidos posibles. Hasta en los más mínimos).

-       ¿Qué importa eso?

-       ¿Acaso no puedo preguntar? –contraataca-.

Y él rueda los ojos por lo obvio que estaba siendo una situación que claramente no se esperaba.

-       ¿Estás enojado por eso, MinHo?

-       Min me dijo que…

Y eso sí que le hace bufar. Eso sí hace que MinHo le mire con una ceja elevada, distrayéndolo un poco del camino que tenía en frente, para que se fijara en él y le observara casi ofendido. Era cierto que él era el padre de Min, de su mejor amiga o como fuese que le debiese decir, pero eso no le daba el súper poder para saber como era esa perra en realidad. Porque no era lo mismo verla los sábados por la mañana, llegar a su departamento con una sonrisa inocente, oliendo bien y sacudiendo sus pestañas para conseguir algo nuevo y más costoso que lo anterior que había conseguido, a encontrarse con ella y verla un día cualquiera después de clases, o antes incluso. Porque eso era lo cierto; la chica tenía la pequeña malacostumbre de arrancarse cuando quisiese y sin que sus padres supieran porque sus notas perfectas le avalaban y no dejaban ver a esa perra que le gustaba escapar y meterse en los departamentos del tipo de chico que su madre odiaría de inmediato. Incluso se había acostado con uno de más de diez años de diferencia que ella.

(Y TaeMin no le podía decir nada. Era irónico que justamente él le fuese a regañar).

-       No sabía que hablabas tanto de mi con Min.

-       Eres su amigo, ¿no?

-       Eso le gusta decir –bufa, mirando por la ventana porque ya ni siquiera quería mirar el alto a la cara a pesar de la cantidad de veces en las que había pensado en él durante todo el día-. Ella solo dice mentiras sobre mi.

-       ¿Qué estás queriendo decir, TaeMin? –contraataca el alto más rápido de lo que ya se esperaba-. Min no es mentirosa.

-       Eso crees tú.

-       Estás cambiando el tema.

¿En serio podía ser tan molesto cuando él lo encontraba un maldito señor perfecto que no se había encargado de fallarle en nada?

TaeMin nunca había sido del tipo que exigía o daba explicaciones, pero ahora que tenía que hacerlo se sentía demasiado extraño. Especialmente por el hecho de que nunca antes en su vida se había comportado tan bien como estaba haciendo ahora. No había salido con nadie más que MinHo y había dejado de ir a la cantidad descomunal de fiestas a las que usualmente solía ir porque simplemente quería estar con él, a solas ojalá. Es por eso que si se veía de un punto externo, se había convertido en un TaeMin completamente nuevo. En un TaeMin enamorado de tomo y lomo –y enamorado de verdad, no del tipo de enamoramiento que se había jactado toda su vida de sentir diariamente cuando se le cruzaba alguien de su gusto justo por en frente suyo-.

-       Te estás comportando como si no te hubiera visto. Te vi con ese chico.

-       Y no estaba haciendo nada.

-       Sí –bufa-. Por supuesto que no.

Lo odiaba. Increíblemente había conseguido odiarle un poco cuando creía que eso nunca sería capaz.

TaeMin le mira entre dolido y enojado, notando como el ceño de MinHo seguía aún más fruncido, tal como solía ponerse su padre cuando le daba un sermón, rindiéndose ante esa salida perfecta y de ensueño que se había imaginado durante esos días, para pasar a vislumbrar una salida solo, encerrado en su habitación y bajo su cubrecamas porque odiaba todo.

(Odiaba todo antes de siquiera saber su obvia respuesta).

-       ¿Vamos a ir a comer o seguiremos discutiendo durante todo el día, aquí dentro?

-       Ya no tengo hambre. Es mejor que te lleve a tu casa.

Lo sabía.

-       Como quieras.

No era como quería porque claramente si hubiese querido algo, no hubiese querido esto, pero no tenía otra opción que quererlo y ¡aggggg! ¡Tú tienes la culpa, maldita zorra de Min!

TaeMin no hace mucho ni ayuda en algo para que el trayecto logre ser mejor y no un eterno camino silencioso –e incómodo-, que estaba siendo ahora, sino que solo se queda callado con una mano apoyada en el marco de la ventana, mirando hacia el exterior e ignorando absoluta y completamente lo que ocurría dentro. Ignorando completamente a MinHo y de una forma que antes no hubiese ocurrido. Porque era cierto que llevaban apenas treinta días en “esa especie de relación”, pero habían sido los días suficientes para que él se acostumbrase rápido y pusiera más esfuerzo y cariño como nunca había hecho antes. Porque siempre había sido del tipo que se burlaba de los que eran demasiado cariñosos con su pareja, pero hoy en día se había convertido en uno de ellos completamente –y cuando decía completamente, no exageraba-.

El rubio deja de apoyarse en la ventana cuando nota que ya estaba fuera de su casa, levantando su flequillo con su mano ahora libre, para así poder agacharse y tomar su bolso que había dejado entre sus piernas. Era cierto que no había pensado que ese día podrían verse, pero también era cierto que esto no hubiese estado ninguna vez dentro de sus planes. Especialmente si MinHo aparecía con ese extraño y repentino –y obsesivo- ataque de celos inesperado. Aparte, ¿celos de ese compañero? Era idiota de solo pensarlo. Al menos para él lo era. Para MinHo quizás, era una competencia directa que ni siquiera debía tener ese adjetivo acompañado de su horrible nombre.

(Y no sabe si es correcto despedirse o no, así que solo se apoya en la manilla de la puerta y se interrumpe a si mismo cuando MinHo le habla. Gracias a Dios).

-       Taem.

-       No quiero discutir más –le advierte-.

Y MinHo asiente rápido, mirándole con las cejas flojas hasta que le ve soltar la manilla de la puerta y así volver a su posición inicial.

-       Lo siento –interrumpe rápido, sin siquiera darle la posibilidad de volver a hablar-. Me sobrepasé. Es solo que…

-       ¿Es solo que qué?

-       No me gusta verte con chicos más jóvenes que yo. Es idiota, lo sé, pero…

-       Pero eres un tonto –le advierte, sin dejarle terminar porque había acogido la estúpida manía de interrumpirle y de ser demasiado débil con él (como ahora), que incluso ya sonreía-. Es solo un compañero, mi amor. Si tuvieras que preocuparte, te lo diría… de alguna forma.

De alguna forma que no fuera la que estaba haciendo ahora porque no faltó ni siquiera una disculpa más para que él deshiciera la tensión en su cuerpo, y así pudiera pasar una pierna por esa separación entre los asientos que les tenía distantes y que al eliminarse, provoca que él termine sentado sobre sus piernas, entre el manubrio del vehículo y el cuerpo del alto (y eso no significaba una enorme distancia, tampoco).

TaeMin sabía que su relación estaba yendo demasiado rápido para haberse conocido hace tan poco tiempo, pero no sabía de que otra forma podía ser si MinHo literalmente le tenía así. Débil, entregado, sin ser el TaeMin difícil que siempre había logrado ser. Mientras antes hubiese sido el chico difícil que ignoraba las llamadas y que siempre le dejaba como el plan B cuando el otro quería ser el plan A, ahora él el que había invertido los roles y le buscaba desesperado. Ahora era él el que se levantaba temprano solo para llamarle antes, para preguntarle cómo estaba o si se podían ver aunque fuera un pequeño rato porque no quería que MinHo se olvidara de él, o peor, dejara de prestarle esa atención tan dedicada como solía tenerla con Min.

Porque ese era el problema. El hecho de que él siempre se hubiese metido o estado con chicos de su edad y/o quizás un poco mayores, que siempre se dejaban mucho estar y nunca lograron conquistarle con cosas pequeñas a las que antes nunca les hubiese prestado importancia, le hicieron acostumbrarse a una realidad que podía ser diferente y aún más si esa persona con la que estaba tenía mucha más experiencia (en todo sentido) y era del tipo que tenía la dedicación con sus parejas como algo arraigado a si mismo. Porque era cierto que por culpa de él y por insinuaciones de su parte estaban ahora como estaban, pero también era cierto que el 50% de lo que eran ahora era por culpa de MinHo. De sus atenciones repentinas o de hacerle sentir especial cuando nunca nadie le había tratado así.

TaeMin pasea la punta de su nariz por el hueso de la mandíbula del mayor y cierra los ojos porque siempre le ha gustado hacer eso con él y más cuando tiene la barba un poco incipiente como ocurría ahora. MinHo estira un poco el cuello, sin impedirle que se acurruque en él y él se aprovecha, acariciando esa piel suave con sus pestañas y estirando los labios cuando su manzana de Adán está cerca.

-       Ya no estoy enojado.

(Y lo susurra como si ya no fuera lo suficientemente obvio de averiguar o notar a simple vista).

Pero MinHo sonríe de todas formas cuando le oye y asiente, moviendo su cabeza hacia un costado y colocando sus manos sobre esos muslos que le acorralaban y que siempre los sentía demasiado delgados. TaeMin no se queja cuando siente sus manos sino que se mueve un poco hacia atrás y le sonríe, atrapando sus dedos contra los suyos para así dejarlos entrelazados.

-       ¿Dónde quieres ir a comer?

-       Tengo una mejor idea que esa.

-       ¿En serio? –y TaeMin asiente ante su obvio escepticismo-. ¿Cuál es esa idea?

-       Que pases a mi casa conmigo –aprieta sus dedos sin permitirle que lo suelte y se acerca, comenzando a acariciar una vez más su mandíbula con la punta de su nariz, solo para que no lo rechace cuando cree que será así-. Di que sí. Estoy solito.

-       ¿Solito? –se burla, adaptando su mismo tono de voz-. ¿Seguro?

Y solo asiente, evitando mirarle a la cara para que no le rechazara. Solo que esta vez MinHo no se toma el tiempo de siempre para rechazarle de forma solemne, sino que se toma el tiempo para pensarlo y quizás asentir. Porque dentro de esas cuatro décadas y un poco más (más cercanas a las cinco décadas de edad a decir verdad), aún quedaba diversión. No podía negarlo.

-       No es correcto que lleves a alguien a tu casa si estás solo –susurra y TaeMin hace un pequeño puchero que él no pasa desapercibido-. Si yo fuera tu padre me enojaría.

-       Pero no lo eres –contraataca rápido, pegando su frente a la de él para así dejar sus labios casi encima del otro, pero sin rozarse, solo tentándole-. Mi amor, es solo un ratito. Un ratito pequeñito.

Tan pequeñito que MinHo sigue dudando y TaeMin acorta un poco más la distancia, cerrando los ojos y juntando solo un poco sus labios, más tocándolos que besándolos. Pero solo ese roce bastó para sentir como sus largos dedos, aún enredados entre los suyos, cedieran un poco y aflojaran al igual que el resto de su cuerpo.

-       Bonito, no quiero meterte en problemas –susurra-.

Y el rubio sonríe más amplio, comenzando ya a besarle, rindiéndose también.

-       No lo harás. Vamos.

(Y no le quedó otra opción que asumir).

TaeMin pasa con dificultad su pierna que le mantenía atrapado al cuerpo el alto, abriendo la puerta del vehículo y aterrizando en un simple y limpio salto, mientras MinHo se agachaba al interior y recogía su billetera y sus llaves, como típico adulto responsable. Era cierto que era un simple gesto y casi banal, pero al mirarle así, como era él, sentía que su cuerpo se desmoronaba cada vez un poco más. Especialmente si le observaba de la forma que hacía ahora, cerrando la puerta de su camioneta con su trasero y sosteniendo aún la billetera y las llaves en sus manos, mientras esa pulcra camisa blanca tenía aún las mangas un poco enrolladas por sobre sus brazos y un cuello desabrochado junto a los dos primeros botones desabrochados. MinHo era un placer hecho realidad. No había otra forma de llamarle (y él ya se había encargado de dejárselo claro un montón de veces).

-       ¿Qué pasa?

-       Nada –susurra, intentando convencerse más a si mismo que a él, mientras se acercaba y volvía a enredar sus dedos junto a los suyos-. No pasa nada.

Nada que en este punto, pueda llegar a ser capaz de controlar.

TaeMin se saca rápidamente las zapatillas apenas pone un pie dentro de su casa, mirando de un lado a otro alguna sombra o indicio que pudiera haber de alguna persona o familiar, para luego retroceder y mirar de forma más despreocupada a MinHo que ya había comenzado a imitar su mismo movimiento.

Era cierto que más de alguna vez le habían descubierto –de forma inconsciente, por supuesto-, con algún chico o compañero, pero ahora si eso ocurría sería completa y absolutamente distinto. Especialmente porque esta vez su novio tenía la misma y exacta edad que tenía su padre hoy en día.

Ge-nial.

-       ¿Me puedes esperar un poco? –MinHo no alcanza a acercarse a una foto cuando le mira y asiente sin entender mucho-. No escapes.

(Como si quisiera o pudiera hacerlo).

TaeMin le besa una vez más antes de escaparse en dirección hacia las escaleras, subiendo los peldaños de dos en dos, mientras él volvía a acercarse al muro en donde habían colgadas un montón de fotografías y recuerdos de los cuales no parecía entender mucho. Podía observar a simple vista un TaeMin con diez años, uno con quince y uno de hace poco, seguramente del día de la graduación de su colegio, acompañado de un chico parecido a él y de sus padres (que suponía que debían ser). MinHo toma la fotografía de la repisa en la que se encontraba, frunciendo un poco el ceño al notar la edad de ellos (igual a la suya probablemente), sintiendo una extraña sensación de abandono al no tener una fotografía parecida junto a Min. Sabía que le había llamado ese día y que su madre no quiso establecer mayor contacto, pero por lo mismo, no podía jactarse de tener una fotografía así. De hecho, la última que tenía con la chica había sido hace más de diez años. Porque preguntarle por una fotografía ahora era casi una ofensa seguro. Era cierto que habían pasado ya más de dos meses en los que habían entablado cierto tipo de conversación y relación, pero aún así no habían avanzado mucho. Incluso podía decir, que seguía en la misma posición en la cual habían empezado.

(Y eso tampoco le ayudaba a sentirse algo mejor).

Sin embargo, con TaeMin había sido distinto. No solo en el sentido obvio en el que no compartían el mismo de relación y lazo sanguíneo, sino que en el tipo de llegada psicológicamente el uno al otro. Porque más allá del hecho de que se llevaran por una edad suficiente la cual no le agradaba contar de forma exacta, sentía que con TaeMin podía llevar un tipo de conversación más conexa en donde sí podía expresarse y sí podía ser escuchado, a diferencia de con Min que cada vez que le hablaba ella ya tenía cara de aburrimiento. Y estaba claro que la gente de su edad al hablar, aburría, ¿pero por qué con TaeMin era distinto? ¿era realmente TaeMin indicado para él o solo estaba ilusionándose con esa especie de relación, quizás, demasiado utópica?

-       Desde arriba se oían tus pensamientos.

MinHo sonríe cuando ve esas pequeñas manos que aparecen sobre su abdomen, abrazándolo, y apretándolo un poco porque siempre su cuerpo parecía demasiado grande para él. No solo en edad, sino que también en tamaño.

-       ¿Y qué decían? –susurra-.

-       Que TaeMin es muy bonito –responde en el mismo tono, apoyando su frente contra su espalda, sin ser capaz de mirar por sobre sus hombros-. Y que le quieres besar y subir con él a su habitación.

El alto alza las cejas cuando se voltea y el menor sonríe, inflando un poco sus mejillas y estirando sus brazos hasta alcanzar su eterno cuello del que le encantaba perder horas acariciando. Solo que esta vez no se distrae demasiado y solo toma su mano, jalándole con fuerza y obligándole a que le siguiera por esa escalera que tampoco puso mucha resistencia en subir. Al parecer al fin no se estaba creyéndose el extremadamente maduro en la relación.

-       ¿Min ha estado aquí muchas veces?

TaeMin rueda los ojos cuando le escucha –intentando que el alto no vea ese gesto-, y asiente, acercándose a la puerta de su habitación y abriéndola de una sola vez para jalarle con la misma fuerza hacia el interior, solo que esta vez MinHo cede más que antes y entra casi por iniciativa propia, mirando hacia todos lados antes de que él cierre y que le deje en el medio del lugar, algo desorientado.

-       ¿Y?

El rubio se acuesta en su cama rápidamente, apoyando su cabeza en su brazo y le mira, expectante, mientras MinHo solo miraba de un lado a otro sin saber qué decir exactamente.

-       ¿Y qué?

-       ¿Te gusta? –insiste-.

(Y él se ríe bajito porque no sabe qué tipo de reacción debía tener al entrar en una habitación parecida a la de Min).

Así que solo se acerca a una pared y dobla un poco el cuello, dejando su cabeza recostada sobre su hombro y sus manos al interior de los bolsillos de su pantalón.

-       Es una habitación normal –se burla, apuntando un poster de Michael Jackson que tenía el menor colgado en la pared detrás de su cama-. De un adolescente normal.

-       Me gusta Michael Jackson –explica, acostándose ahora de espaldas y mirándole con el cabello revuelto.

Y MinHo ríe. Ríe cuando se voltea y cuando se acerca hasta su cama, chocando sus rodillas con el borde del colchón, sacudiéndolo solo un poco. Aún tenía las manos en los bolsillos, pero estaba seguro que no estarían ahí por mucho rato más.

-       ¿Te gusta más que yo?

Y TaeMin también ríe, negando rápido y mordiéndose el labio porque ya había pasado mucho tiempo en el que no había hecho eso. MinHo estira una de sus manos, moviendo su flequillo hacia un lado para dejarlo tras su oreja y el cuerpo de TaeMin responde, levantándose un poco y a la vez, soltando un suspiro.

(Un suspiro que no solo se escapa por entre sus labios sino que también por su cuerpo entero. Era como si deshiciera literalmente, con su tacto).

-       No –susurra, enredando una mano junto a la de él y sosteniéndole por sobre su cuerpo porque es el alto el que comienza a colocarse sobre suyo por iniciativa propia y no porque él se lo hubiese pedido-. Tú me gustas más.

-       ¿Cuánto más?

Rozan sus narices y sus bocas, pero no se besan. MinHo sonríe y TaeMin se desespera, intentando alcanzarle cuando él solo se aleja porque quiere una respuesta y aún no la oye. Como si ya no fuera lo suficientemente obvia o como si no estuviera gritándola por cada poro que conformaba su cuerpo.

-       Mucho más –gime, logrando alcanzarle y frunciendo el ceño cuando el alto se logra separar, aunque tan solo sea un par de centímetros-. Mucho, mucho más.

Tanto más que ya se molestaba incluso consigo mismo.

Porque él nunca había sido así y porque nunca había jugado el rol del romántico en una relación porque su interés se iba rápido y desaparecía entre sus dedos en un santiamén, a diferencia de ahora que solo conseguía acrecentarse.

MinHo abre las piernas, apoyándose con una rodilla a cada lado de su cuerpo, acorralándole, mientras TaeMin soltaba un pequeño gemido y subía sus manos sobre de su cabeza, dejándose atacar cuando era siempre él el encargado de guiar el camino en la relación. El alto le besa la oreja, el lóbulo de ésta, y baja por su cuello, creando un fino y delgado recorrido que se pierde en su manzana de Adán y en el principio de su polera que es la encargada de detenerle. TaeMin frunce el ceño cuando le ve separarse, pero vuelve a imitar su sonrisa cuando se encuentra con su rostro cerca y cuando nota que esta vez MinHo no le impide ni le quita las manos de encima cuando sus dedos comienzan a desabotonar lentamente esa pulcra camisa.

Era cierto que su relación había ido bastante rápida desde que habían comenzado, pero también era cierto que MinHo no le había dejado ir más allá cuando él era lo único que pedía. Cuando su cuerpo reaccionaba de forma desesperada cuando le tenía encima y sus dedos picaban por comenzar a desnudarle. MinHo se sienta sobre sus caderas cuando se inclina hacia él, desabrochando lentamente cada botón de su camisa, para así jalar un poco ese trozo de tela que estaba dentro de su pantalón y que le impedía seguir con su arduo trabajo que le tenía más que concentrado.

El alto desabrocha de una sola vez la hebilla de su cinturón y TaeMin se muerde los labios, desesperado, quitando sus manos de su camino y así poder tomar el botón de su pantalón que ni siquiera alcanza a desabrochar, porque la puerta de su habitación se abre y una presencia que no debía existir, entra.

-       TaeMin.

Ag.

(Y como si ya no fuera obvio lo que estaban haciendo, MinHo mira en dirección hacia la puerta con los ojos abiertos como platos, mientras intentaba cerrar su camisa de alguna forma y no verse así de caliente cuando ya no podía ser más evidente que sí lo estaba).

Y a él no le importa. A TaeMin nunca le había importado su hermano para ser sincero.

(Porque incluso le había visto en peores situaciones. Y no exageraba cuando decía eso).

-       TaeMin –repite, como si ya no lo hubiese dicho, mirando a MinHo y luego mirándole a él para rodar los ojos y bufar-. Estabas aquí. Te llamé y no escuchaste.

-       Ya.

“Ya. No me importa. Vete”.

-       ¿Y?

-       ¿Y qué? –bufa-.

TaeSun hace el amago de mover la cabeza, indicándole la presencia de MinHo, que ya se encontraba sentado a un borde de la cama, abrochando su camisa y el menor solo se encoge de hombros y rueda los ojos, odiándolo más de lo obvio.

-       Quién es –pregunta, sin importarle que el alto le oiga-.

Y TaeMin bufa y se sienta en la cama, mirándole más enojado que antes (si es que eso era posible).

-       Un amigo.

(Y no se saludan. A pesar de que MinHo le mire fijo y TaeSun le devuelva la mirada, notando que tenía demasiados años como para ser simplemente “un amigo”).

Pero no le importa. Nunca le ha importado demasiado lo que hace su querido hermano menor a decir verdad.

-       Un amigo –repite, casi irónico-.

-       ¿Quieres algo, TaeSun?

-       Nada –bufa, dejando de mirar al mayor y así observar a su hermano menor que tenía más cara de odio que antes-. Voy a salir. Hay comida en el refrigerador.

-       Ge-nial.

-       No hagas nada idiota –y es imposible que no mire una vez más a MinHo cuando toma la puerta nuevamente, advirtiéndole a qué se refería aunque ya fuera lo suficientemente obvio-. Y que tu amigo no se quede por mucho tiempo.

“Amigo”.

Recuerda que la última vez que le habían presentado de esa forma había tenido veinte y tantos años y había sido porque los abuelos de Min le habían descubierto en una situación parecida con su madre o ex esposa como debía decirle hoy en día.

Pero ahora levanta la cabeza menos avergonzado cuando ve que TaeMin se levanta claramente enojado desde la cama, comprobando más de una vez de si la puerta había quedado realmente cerrada, para luego volver a la posición de antes, mirándole con una sonrisa y un ánimo completamente distinto al que le había demostrado a su hermano. Ya no estaba acostado como antes, sino que le tocaba y le llamaba de forma más inconsciente e involuntaria para no ser tan obvio.

(Cuando ya lo era. Y bastante).

-       Dijiste que no había nadie –susurra-.

-       No sabía que estaba aquí –hace un puchero al acercarse y él no aumenta la distancia, sino que solo se queda quieto, muy cerca de TaeMin-. Y no es necesario que te vistas, ya se fue. Podemos continuar.

-       ¿Estás ansioso? –se burla-.

Y el menor asiente, casi desesperado, mordiéndose su labio y estirando el cuello para rozar la punta de su nariz con su pómulo. Su tibia respiración choca con su piel y eso le pone débil. No sabía desde cuando le ponía así, pero no se quejaba. De alguna forma le gustaba volver a sentirse así.

-       Mi amor –susurra-. Por favor.

-       ¿Por favor qué?

Lo hacía solo para molestarlo, pero es capaz de notar como TaeMin fruncía un poco el ceño y estiraba sus labios, rozando su piel más que besándola. No busca sus labios, pero sí sabe tentarle. Sí conoce los lugares en donde le gusta ser exactamente besado y sí le empuja cuando sabe que él no pondrá resistencia.  TaeMin se sienta por sobre su cuerpo, empujándolo un poco hasta dejar su espalda contra la pared, para ser él el que le acorrala ahora, colocando una pierna a cada lado, para apretarle así y comenzar a realizar una vez más ese recorrido de besos que él mismo le había hecho hace unos minutos, justo antes de esa inesperada interrupción.

No le gustaba pensar en lo experto que parecía el menor para la corta edad que tenía –por el hecho de que Min tuviera la misma que él-, pero era imposible no pensarlo si conseguía tenerle como le tenía, con la culpa atrapada tan solo un poco y la conciencia bastante limpia cuando podría estar pensando que estaba próximamente a acostarse con alguien que podría ser su hijo. Porque sí, también era tonto seguir negándose las ganas que tenía de acostarse con él, cuando con otra persona estando en la misma situación que ahora, ya habrían tenido sexo hace mucho.

Es por eso que no le impide cuando el menor comienza a desabrochar esos mismos botones que acababa de abotonar a causa de su hermano, ni tampoco le impide cuando desata su cinturón y el botón del pantalón que ni siquiera había alcanzado a ser tocado. Ahora no le impide nada. Ni que jale la tela de su ropa hacia abajo ni que le mire antes de hacer lo mismo con la tela de su ropa interior ni que se saboree antes de agacharse y hundirse con su boca entre su entrepierna. No le impide que le haga sexo oral y tampoco le impide que gima. De hecho él entierra los dedos en su cabello y es el que gime primero. Es el que le jala un poco ese rubio y angelical cabello, provocándole un suave dolor soportable, mientras TaeMin lamía y se saboreaba, apoyándose con ambas manos desde sus muslos que aún tenían el pantalón a medio camino, sin permitirle estar desnudo por completo. Y por mucho que intente luchar no lo logra. Apenas puede doblar sus piernas sobre el colchón como para que termine de bajar esa tela que ya le comenzaba a molestar porque la electricidad por sus piernas ya había empezado a subir y los temblores al final de su estómago también.

-       Taem…

No. No podía. Ni siquiera podía hablar como para lograr armar una oración coherente. TaeMin se levanta solo para saborear sus labios y MinHo le afirma el cabello que le molesta con ayuda de una de sus manos, besándole cuando le toca corresponderle y deshaciéndose un poco cuando parece comenzar a bajar lentamente por la cama. El menor completamente vestido y él con la camisa abierta, los pantalones a mitad de las piernas y el cinturón completamente alejado, no era exactamente la imagen que quería dar, pero ya le había sido difícil llegar a contenerse hasta el punto en el que estaban ahora. De igual forma que cuando eyacula en este preciso momento, sin lograr avisar, notando como el menor sigue lamiéndole y saboreándole, limpiando cada trozo de piel que su boca lograba y necesitaba alcanzar, enterrando la nariz entre sus piernas y hundiéndose un poco más en él para lamer por última vez hasta el rincón que más pudiera haber logrado olvidar. MinHo suelta casi con debilidad el cabello que aún sostenía entre sus dedos, sonriendo porque no le quedaba otra reacción más que realizar, mientras TaeMin pasaba de forma bruta una de sus manos por sus labios y elevaba su cabeza para mirarle otra vez. Para observarle con las mejillas rojas, sin palabras que pidieran explicaciones entre sus labios, sino que solo acercándose y apoyando ambas rodillas ante sus piernas desnudas, para así quedar más cerca de él y poder besarle sin nada de por medio. MinHo le sostiene con ambas manos desde el trasero y TaeMin se agacha para alcanzar su boca y besarle lentamente, sin pedir por el momento, algo más.

Porque con esto bastaba. Porque el TaeMin de antes había vuelto a aparecer inevitablemente, demostrándole que de esa forma también sabía querer, mientras MinHo le acariciaba lentamente el trasero y sonreía sobre sus labios porque no pedía más. Porque ya no pedía que tuviera más años ni más madurez porque con esto estaba bien. O por lo menos, hasta ahora, solo pedía que todo siguiera igual de bien.

-       Gracias por la cena.

Y TaeMin ríe al oírle, escondiendo su rostro aún demasiado sonrojado, entre el espacio de su cuello y hombro, sonriendo. Solo sonriendo.

Porque él tampoco era capaz de pedir mucho más.

Ni siquiera un poquito más.

 

***

TaeMin amaba los jueves. Los amaba porque era un día anterior al viernes y eso le ponía feliz desde las cinco de la tarde que era cuando salía de clases. Pero también amaba los viernes. Los amaba mucho más que los jueves porque desde el día anterior dormía feliz y ese día despertaba con un ánimo que siempre conseguía ser mejor.

Sí. Los viernes eran su día favorito, sin duda. No había nada malo en ellos y siempre eran lo mejor de la semana, desde que despertaba hasta que se acostaba y que por lo general, era en un horario que indicaba que ya era sábado. Hasta el sábado en la mañana, TaeMin amaba ese día. Le gustaba pensar que sus viernes, esos viernes favoritos, duraban cuarenta horas y no veinticuatro como debía ser.

Un viernes específico y dedicado para él. Un viernes que casi por completo, se dedicaba a pasar con MinHo.

(Esa persona que hacía que el viernes, de hecho, fuera su día favorito).

Porque en los viernes, MinHo atendía solo hasta el mediodía y dejaba la tarde libre para ejercitarse o juntarse con sus amigos o algo más, que en este caso, se basaba en TaeMin. Si antes solía comer solo, en algún restaurant cercano a donde se encontraba, ahora lo hacía con él que ya le estaba esperando a la salida del edificio en donde estaba su consulta, balanceando las piernas y sonriendo enorme apenas le veía. A veces estiraba los brazos y corría hacia él y otras veces solo se quedaba quieto, esperando esa caricia con la punta de su nariz, justo al lado de su cuello, mientras le susurraba el “hola, bonito” que hacía que sus viernes fueran más favoritos aún.

Pero justamente hoy no había sido así. Hoy no había podido librarse de ningún trabajo de la universidad, tal como si todo el mundo se hubiese ido en su contra, teniendo que estar todo el día en su maldita facultad, encerrado con gente con la que no quería estar, mientras MinHo comía solo y veía televisión solo y le escribía que estaba solo, esperándole a que se desocupara, pero que no se apresurara porque le esperaría para cenar. Pero él no quería que le esperara porque justamente quería estar con él y no con esos idiotas que le miraban con son de burla cada vez que tomaba su celular y le sonreía a la pantalla.

Todos creyendo que estaba con alguna conquista que no quería compartir (porque era así). Todos creyendo que andaba en pasos extraños porque incluso Min le había dicho eso. Min, su amiga. Su íntima amiga.

(¿O ya debía empezar a llamarle hijastra?).

TaeMin golpea la puerta con una sonrisa antes de que siquiera le abra, mordiéndose su labio inferior como era usual solo a causa de los nervios, mientras sentía ruidos que se acercaban al interior y que se detenían al otro lado de la madera. MinHo solo deja ver un ojo por la rendija, sonriendo desde que apenas le ve, mientras él empujaba la puerta con más desesperación, lanzándose rápidamente a su cuello, pillando desprevenido, mientras el alto intentaba hacer equilibrio. Aunque siempre era igual. Siempre que pasaban demasiados días en verse, TaeMin se desesperaba más y MinHo sonreía con más ganas. Si no fuera por la diferencia de edad –demasiado obvia-, serían una pareja perfecta que no debí esconderse. Aunque no lo hacían, de una forma u otra, solo se escondían a veces.

(Cuando todos les veían por ejemplo).

-       Al fin.

TaeMin asiente, con una sonrisa justo sobre sus labios, estirando la boca cuando creía que aún no le besaba lo suficiente.

-       Lo siento –susurra, empujándole un poco, mientras el alto estiraba el brazo y cerraba la puerta de una sola vez-. Yo también te echaba de menos. Mucho, mucho.

Pero MinHo se ríe, sin separarse, afirmándole de un solo lado de su cintura.

(Lo más divertido era que aún ninguno era capaz de avanzar más allá del lado de la puerta. Y siempre les pasaba lo mismo. No era la primera ni seguro sería la última vez. Porque incluso hace un tiempo lograron estar una hora en la misma posición, ninguno siendo capaz de moverse, si no hubiese sido por el olor a quemado que de repente sintieron porque MinHo había dejado algo puesto en la cocina).

-       Yo no he dicho que te echaba de menos –se burla, separándose solo un poco para mirarlo-.

Y TaeMin suelta un gruñido pequeño, antes de empujarle y empezar a avanzar por la sala que ya conocía más que bien.

-       No necesito que me lo digas para que lo sepa. Tu cara me lo dice.

-       ¿Mi cara? –pregunta, cruzándose de brazos-.

Y el rubio asiente, sentándose en el sillón y mirándole aún con el ceño fruncido.

-       Tu cara de “echo de menos al más bonito del planeta”.

-       Que egocéntrico.

-       Pero egocéntrico.

MinHo intenta mirarle serio desde esa distancia en la que se encontraba, pero la sonrisa se le comienza a escapar y le es imposible de controlar si TaeMin le colocaba de esa forma. De una forma que antes no había logrado sentir o que hace mucho no le pasaba. Y más si el menor vuelve a levantarse del sillón, saltando por esos cojines que servían más de adorno que para otro tipo de  utilidad, para llegar nuevamente hasta él y dar un corto saltito que le permite alcanzar sus labios y así empujarlo hacia la cocina porque el exquisito olor ya se podía sentir desde todas partes.

El menor se asoma por sobre su hombro cuando camina pegado a su cuerpo, aún sin soltarle la mano que tenía entrelazada con la suya, saboreándose en voz alta cuando MinHo levanta la tapa de una olla y le dejaba ver una salsa que parecía burbujear hace bastante rato. No era necesario que le dijera que no había comido nada durante todo el día porque su rostro lo delató de inmediato como también su panza que no dejó de crujir.

Era vergonzoso. Lo sabía. Pero no le importó porque era viernes y porque en los viernes solo pasaban cosas buenas y él se quedaba en el departamento de MinHo y eso siempre era bueno.

(En todo sentido).

A pesar de que al otro día tuviera que irse temprano, apenas alcanzando a tomar desayuno porque Min llegaba pronto y porque por cosas obvias, no podía verle ahí. Por cosas más de relación ilícita que por otra cosa.

TaeMin limpia sus labios con una servilleta cuando MinHo seguía hablándole sin siquiera parar de comer, frunciendo un poco el ceño en los momentos en que su ánimo cambiaba con el rumbo de su discurso y sonriendo al final porque… porque no sabía. Siempre terminaba sonriendo. Y eso era lo que más le gustaba de él o una de las tantas cosas que adornaban una interminable lista: que MinHo solía entenderle en muchos temas que con el resto no solía hablar demasiado porque creía que simplemente no valían la pena de contar. Su disgusto con esa carrera que no quería estudiar y que sus padres le obligaron de todas formas, su repentina aversión hacia sus compañeros que antes solían ser sus mejores amigos y sus cambios de humor que él siempre terminaba de cambiar hacia un rumbo mucho mejor. O su odio repentino a todo, que era su estado más frecuente en muchos aspectos en su vida.

MinHo enreda sus dedos con los suyos cuando los encuentra sobre la mesa, y sigue comiendo y sigue hablando, pero no le suelta. Le escucha cuando él le explica que estaba a punto de atreverse a hablar con sus padres sobre el disgusto que solo conseguía aumentar con su carrera y le acaricia con su pulgar por sobre el torso de su mano cuando le explica que está preocupado o que siente un inevitable miedo por la reacción que pueda tener de parte de ellos. TaeMin apoya la cabeza sobre su propio hombro y MinHo termina de comer (al fin), soltándole y volviendo a limpiarse los labios. Era una rutina de una clara pareja que ya tenía sus años, pero ellos solo llevaban dos meses (y esperando por contar más).

-       Tienes cara de sueño –el menor bosteza inevitablemente, intentando negarlo, pero de una forma muy tonta porque MinHo ya sonreía por su culpa-. ¿Ya se te quitaron las ganas de salir a bailar?

-       Un poquito –susurra-. Siempre logras librarte de mi única petición, es injusto.

-       Tú eres el que está cansado, no yo.

Maldito.

Pero era cierto. Cuando al fin MinHo había aceptado de alguna forma u otra que salieran a bailar o a beber, era él el que terminaba por poner un impedimento y viéndose más mayor de lo que era realmente, quedando él como el viejo y no MinHo que parecía más dispuesto a salir de lo que estaba en un inicio. Aunque MinHo no era viejo, era una persona que tenía más años que él y punto.

Años que él no dejaría que lograran verle como disímiles.

TaeMin levanta las cejas algo extrañado cuando entra a la habitación de MinHo, quedándose con las manos atascadas en el botón de su camiseta, mientras miraba hacia atrás y veía como el alto ahora acababa de salir de la ducha y comenzaba a sacudir su cabello con una mano, aún dentro del baño, sin fijarse que él ya estaba ahí y que veía esto. Esas velas encendidas detrás de la cama que le permitían seguir aún con la luz apagada porque ésta no era necesaria gracias a ellas. Sentir ese aroma dulce que venía desde el baño y su afán de mantener la puerta abierta y… todo. Porque todo parecía distinto aunque todo siguiera de la misma forma si no fuera por esas velas. Era como si el ambiente fuera extrañamente íntimo y no uno en el que la gente se desenvolvía para ver una simple película de terror. O eso creía al menos él.

El menor mira por sobre su hombro a MinHo cuando le ve salir del baño, devolviéndole una sonrisa tímida, sin atreverse a pedir una explicación por temor a verse ridículo. Por temor a estar tomando algo simple como algo romántico.

¿O era demasiado tonto ilusionarse por algo tan simple como un gesto romántico cuando nunca había tenido algo así para él?

Pero MinHo solo avanza por su habitación, luego de darle un sonoro beso a un costado de su cabeza, para tomar esa camiseta que había dejado estirada ahí y que seguramente utilizaría como pijama (y que él había pensado también en usar). Su rostro no demostraba mucho y él se sentía tonto por querer preguntar si estaban celebrando algo en especial y que él se había encargado de olvidar de forma olímpica o algo por el estilo. Pero el alto solo se sienta en la cama y le mira, con el cabello mojado y el rostro recién afeitado, oliendo bien. A pesar de que su papá tuviera solo dos años más que MinHo, nunca había conseguido oler así de bien.

(Y lo agradecía de alguna extraña manera).

-       ¿Qué pasa?

Ag. Había sido demasiado obvio.

-       Nada –susurra con miedo-. Ó sea… sí. ¿Estamos celebrando algo y lo olvidé?

Intenta apuntar las velas, pero no lo hace porque ya sería más obvio de lo que ya estaba siendo. MinHo mira por sobre su cuerpo esas pequeñas velas que había encendido hace un rato y se encoge de hombros, sin saber exactamente qué decir.

(Para no sonar demasiado cursi, por sobre todo).

-       Puede ser.

-       ¿Sí? –susurra con más miedo que antes, soltando su camiseta porque ya había comenzado a sentir mucha culpa-. MinHo, yo…

-       ¿Recuerdas que dijiste que tu primera vez no fue de la forma que te hubiese gustado o cómo pensaste que sería? –le interrumpe, logrando que TaeMin le mire más extrañado aún y solo termine por asentir, claramente nervioso-. ¿Qué pasaría si tú decides cuándo dejas de ser virgen y hoy puede ser realmente tu primera vez?

¿O sonaba demasiado estúpido ahora que lo decía en voz alta? ¿demasiado tradicionalista y anciano para un adolescente que ya estaba comenzando a madurar?

TaeMin le mira como si aún no lograra procesar lo que acababa de escuchar y él no sabe si voltearse y apagar todas las velas de una sola vez, para ver realmente la película de terror que tenían planeada en un principio y no lo que él tenía planeado en su cabeza porque sí. También tenía derecho a sentir otro tipo de necesidades estando en una sintonía diferente a la del menor. Solo que cuando pasan unos segundos, TaeMin sí sonríe y se muerde sus enormes labios, demostrándole que más que nervioso parecía sentirse tímido. Como un pequeño niño al que le hubiesen dado el regalo que menos se esperaba para el día de navidad.

-       ¿Es en serio? –le oye susurrar-.

Y MinHo asiente, casi como un robot, sin quitarle los ojos de encima.

-       Sé que suena cursi, pero…

-       Pero nunca pensé que alguien haría algo así por mi –interrumpe, continuando su oración con la misma tímida sonrisa de antes-. Y es obvio que no le diré que no a esto aunque nunca imaginé en tener relaciones rodeado de velas.

-       Soy cursi –admite-.

Y TaeMin asiente, acercándose hasta él y así quedar de pie a un costado de su cuerpo, sonriendo mucho más grande que antes.

-       Y me gustas así.

Sin tanta vergüenza para referirse a algo que tenía que ver con el sexo y por escucharle porque realmente tenía ganas de escucharle y no porque solo esperaba que terminara pronto para que se pudieran acostar. Porque lamentablemente había estado con chicos así y no sabía si él había hecho mal en apreciarse tan poco para acostarse con gente de ese tipo o si simplemente no tenía las cosas claras como ahora sí creía tenerlas.

Porque en una situación así de cierta forma agradecía esa diferencia de edad (algo exagerada, quizás), pero que a él se le solía olvidar cada vez que estaban juntos y simplemente se sentía así de feliz. Porque MinHo tenía más experiencia y porque inevitablemente, el hecho de que fuera así de caballero conseguía solo atraerle más. Ya de una forma que se le estaba escapando de las manos.

TaeMin se sienta sobre las piernas del alto cuando se sube a la cama, tomando el control de una situación en la que no siempre lo tenía, para recostarse un poco sobre su cuerpo sin dejar de besarle ni un solo segundo, mientras MinHo comenzaba a meter las manos sobre esa camiseta que no se había alcanzado a quitar, enrollándola sobre su espalda y subiéndola hasta que pudo sacarla por completo de su cuerpo. Y lo mismo hace TaeMin con él. A pesar de estar sobre su cuerpo, logra separarse para elevar la tela de esa polera que incluso él había usado un par de veces, enrollándola hábilmente por sobre su cuello para así quitarla y lanzarla hacia el mismo lugar en donde había caído la suya.

Y se miran. Se sonríen cuando sus labios vuelven a chocar y cuando sus manos se vuelven a encontrar, sosteniéndose y acariciándose con una lentitud que no muchas veces eran capaces de tener; ya fuera porque MinHo tenía que trabajar o porque TaeMin tenía que irse rápido porque en su casa le esperaban. Ambos con responsabilidades distintas acorde a su edad, pero que lograban compatibilizar en el momento en el que estaban juntos. En el momento en que él dejaba de ser el mejor amigo de su hija y él dejaba de ser el padre que había vuelto a aparecer después de unos años en los que él incluso creyó de su inexistencia.

MinHo juega un poco con sus labios, jalándolos y mordiéndolos con suavidad y él se sienta sobre sus caderas, sintiendo una erección que ya comenzaba a crecer bajo su trasero y que ya comenzaba a generar un deseo mutuo en su cuerpo que probablemente nunca llegó a sentir en su primera vez de hace ya dos años. De esa primera vez que fue más repentina de lo que quiso, en un lugar que no imaginó ni deseó y con un chico del que ahora ni siquiera recordaba su nombre porque tampoco nunca lo supo. Porque nunca tuvo interés en eso y porque nunca creyó que quizás los cuentos de hadas sí podían existir y en las situaciones que menos los hubiese esperado.

La ropa interior de TaeMin es la primera en caer y no pasa demasiado tiempo para que la de MinHo le haga compañía en ese montón de prendas que ya se habían acumulado en el piso. Pero ambos siguen riendo. Ambos se siguen apreciando y sonriéndose como si fuera la primera vez que estaban juntos y no como una situación que ya se había repetido bastantes veces en este último tiempo. Ambos con más ganas que antes de no tener que esconderse y de borrar la necesidad de relación ilícita solo por un par de opiniones con las que ambos podrían lidiar.

(Aunque TaeMin tenía claro que todo era por Min. Y no le quedaba otra opción más que acatar porque quería a MinHo. Quería tenerlo con él el máximo tiempo posible. Ojalá por años. Años infinitos).

Y la primera embestida es más suave que cualquiera otra que antes pudo darle el alto. Es más suave, con mayor precaución y casi con una admiración que es capaz de transmitirle. MinHo besa y muerde suave su cuello pálido que rápidamente toma un poco de color y TaeMin se afirma de su cuerpo, buscando algo en lo que sostenerse antes de comenzar a gemir despacio y acrecentar este sonido a medida que pasaba el tiempo; rasguñando sin demasiada fuerza el pecho del alto y afirmándose de sus hombros porque ya no sabía qué apretar. Porque ya no sabía de donde afirmarse si las embestidas comenzaban a ser más rápidas y desesperadas a medida que el tiempo pasaba y la necesidad de que fueran solo uno solo conseguía acrecentarse.

Y esto era lo que le hacía diferenciarse del resto de las personas con las que había estado, del resto de esos chicos que ni siquiera recordaba porque nadie le había hecho sentir como MinHo ni había hecho notar esa preocupación hacia él como la tenía el alto consigo: la de separarse antes de que ambos estén a puntos de terminar, para mirarle y sonreír y besarle entre tierno y desesperado solo para saber si se encontraba bien.

(Cuando nada podía ir más bien que esto).

Cuando nada podía mejorar ni el olor de las velas podía conseguir ser más dulce. Porque ya no era solo el olor a vainilla que se había encerrado en la habitación sino que era esa especie de burbuja que no quería que nunca llegara a estallar porque si era necesario para que eso no ocurriera, él podía seguir viviendo esa relación a escondidas y acostumbrarse a ello.

Por MinHo era capaz.

Por esa persona que le levanta el flequillo cuando se deja caer al lado de su cuerpo y que se estira para besarle una mejilla y hacerle sentir lo bonito que era sin siquiera pronunciarlo. Porque por esa persona ya era capaz de eso y mucho más.

Incluso si lamentablemente, Min y su pasado tendrían que quedar realmente atrás.

 

*

 

Cuando TaeMin se levanta lo hace con pereza y sueño. Se queja bajito cuando ya no puede contenerse, haciéndole notar lo frustrado que se ponía a esa hora por tener que irse, pidiéndole un poco de comprensión que él claramente sentía, pero que no podía demostrar porque Min era su hija después de todo y tenía que ser así. Por muchos pucheros y ceños fruncidos que rápidamente conseguían aflojar, era una regla autoimpuesta y de la que ambos conocían porque Min llegaba a la hora de almuerzo y a esa hora no podían haber señales de nadie más que él, su eterno y perfecto padre soltero ante la luz pública.

TaeMin entre cierra los ojos aún cansado cuando sale de la ducha y MinHo le sigue de cerca, sacudiendo su cabello húmedo y mirándole con una sonrisa que el menor no imita porque seguía con ese ánimo de niño pequeño al que aún le faltaban demasiadas horas para dormir. Le mira con el ceño fruncido y se sienta en un borde de la cama para comenzar a vestirse. Apenas alcanza a ponerse su ropa interior cuando ya había vuelto a bostezar. Y así consecutivamente hasta que terminó por vestirse y por comer junto a él y por despedirse eternamente en la puerta antes de bostezar nuevamente.

El menor le susurra un suave “te quiero” y bosteza encima de la boca de MinHo, provocando una risita en el alto que les hace demorarse y hacer una despedida mucho más larga de lo normal. Más larga que la anterior, pero probablemente más corta que la de la próxima semana.

Pero cuando MinHo logra salir del acceso de su departamento y avanzar hacia la sala a poner un poco de orden, le es imposible no volver a correr con una sonrisa hacia la puerta porque el timbre vuelve a sonar y porque el menor nuevamente se había devuelto obviamente solo para molestarle, provocando que la abra de una sola vez y así asome por completo su cuerpo, mientras su boca hablaba antes de que su cerebro siquiera se lo hubiese permitido. Antes de que su cerebro le hubiese permitido sonreír de esa forma y suspirar como un pequeño enamorado.

-       ¿Ya me echaste de menos, bonito?

Pero lamentablemente abre los ojos en el momento en que su burbuja de amor en la que se había quedado flotando, revienta, es Min la que le observa con una ceja elevada y con los labios brillosos a causa del dulce que venía comiendo. Porque no había ningún TaeMin que le mirara aún con las mejillas sonrojadas por lo que había ocurrido la noche anterior, sino que solo su hija que ahora elevaba ambas cejas y le empujaba un poco para entrar –bastante contrariada por sobre todo-.

(Porque ella sabía que no era específicamente el “bonito” al que su padre se refería).

-       Min –suspira-.

-       Así que tengo padrastro nuevo.

Le ve quitarse las zapatillas y él no sabe si asentir o negar porque ya era estúpido hacerlo si le habían pillado con las manos en la masa. Min deja el dulce sobre el papel que traía en la mano y se le acerca, con una sonrisa que pocas veces le había visto tener, mientras le abrazaba –sí, le abrazaba-, por la cintura y le miraba hacia arriba de esa misma manera que hacía cada vez que quería algo. De esa manera, que él nunca se sentía capaz de decirle un simple “no”.

-       Quiero conocerlo.

(Un simple no que hasta hoy no se había dejado escuchar).

-       Es muy pronto.

-       ¿Pronto? –repite, mirándole algo perpleja-. Si a ti te gusta quiero conocerlo. Quiero saber quién conquistó a mi papá, ¿o hay algo malo en eso?

Suponía que no porque MinHo es el que ahora le mira perplejo porque esta era la primera vez que le llamaba “papá” y no MinHo como siempre había solido ser. Y Min se da cuenta que él nota su nueva forma de llamarle y en vez de alejarse y mirarle con asco como hubiese hecho antes, ahora solo se inclina y le besa su mejilla antes de caminar al living y así al pasillo y luego a su habitación. Como lo hacía todos los fines de semanas apenas llegaba ahí, dejando su bolso con su ropa sobre su cama junto al montón de cosas que traía para distraerse; a excepción de que esta vez no hace el recorrido de siempre, caminando directamente a su habitación, sino que camina hasta la última puerta del lugar y mira hacia su espalda, cerciorándose de que su padre no le miraba, para simplemente entrar a su dormitorio y mirar hacia todos lados.

Entonces la cara de asco podía volver a aparecer. Y sus cejas levantadas, casi impresionadas, también podían acompañarle.

Porque era obvio que su padre también había tenido una noche divertida antes de que ella llegara y probablemente también una mañana, porque ahí, encima de la cama, habían dos toallas húmedas y no solo una como debía hacer. Min camina casi deslizándose hasta ellas, tocándolas con una mano –casi con asco-, y así seguir con el resto de la cama, levantando las sábanas y buscando algún indicio de que le diera una pista de esa misteriosa persona con la que su papá había empezado a salir. Porque ella no era estúpida y sabía que esto iba en serio. Porque ella le veía estar concentrado en su celular y sabía perfectamente que era porque alguien le escribía y no porque simplemente estaba buscando la forma de distraerse como típico viejo de su edad.

Y eso era lo que más le impresionaba; que alguien de alguna edad existente pudiera estar interesado en un tipo de gay viejo como lo era su padre. ¿O acaso le estaría mirando en menos? ¿acaso le estaba teniendo poca fe a su primogénito y en verdad era una especie de bomba sexual dentro del mundo de los gays? ¿o acaso estaba…

-       Oh, mierda.

No puede ser.

No puede ser.

No puede ser.

Min ni siquiera alcanza a plantearse esa nueva pregunta de forma mental cuando se atreve a levantar una de las toallas usadas hace poco, encontrándose con una prenda de ropa que provocó que su mano soltara inconscientemente lo que sostenía, mientras sus ojos seguían clavados en ese polerón que yacía encima de la cama, a punto de caer del piso. Un polerón que para cualquiera hubiese insignificante, pero que para ella no tenía el mismo resultado porque había sido un regalo que ella había hecho y al que le había cosido personalmente ese parche de tela que había en su espalda. Un parche hecho para y pensado en su mejor amigo y en el dueño del polerón.

En lo que ahora parecía ser incluso su futuro padrastro.

-       TaeMin.

 

*

 

MinHo le mira con una ceja alzada y ella frunce el ceño, jugando un poco con él, para luego poner la misma cara que antes y seguir jugando con su comida que desde hace un rato ya había dejado de lado. Empuja un poco el resto de arroz de su vista y también esos espárragos que no sabían tan mal, pero que su cuerpo no necesitaba en ese momento; distinto a lo que su padre pensaba porque no dejaba de mirarle con esa ceja alzada, sin atreverse a hablar por un buen rato hasta que finalmente lo hizo.

(Y le dejó ver que había conseguido lo que quería).

-       ¿Pasa algo?

Min se encoge de hombros y suelta un suspiro bastante sobreactuado al que su padre no oye de la misma manera, porque él solo consigue preocuparse más.

-       ¿Hoy no comías carbohidratos?

-       No es eso –susurra, pareciendo ser tímida cuando nunca actuaba con normalidad así-. Hay algo más.

-       ¿Algo más? –repite, ahora también dejando su plato de lado solo a causa de la preocupación-. ¿Te pasó algo? ¿te sientes mal o tienes problemas con tu mamá?

-       Algo así –Min se cruza de brazos y hace un pequeño puchero que logra que su padre le mire más preocupado aún, sin quitarle los ojos de encima. El maldito era tan bueno que incluso le daba algo de rabia-. Tengo problemas con… TaeMin.

-       Oh.

La chica se saborea los labios, limpiando los restos de comida que podrían haber quedado, observando directamente a su padre que sí había cambiado de actitud ante su mínima palabra a la que antes ella simplemente habría ignorado. Le ve tomar un sorbo de agua y suspirar. Suspirar como si fuera un tema delicado cuando ella aún ni siquiera le contaba lo que supuestamente había ocurrido.

Y eso le deja más atónita. Más atónita porque no puede creer que su mejor amigo le cambió por una persona como su padre, y porque le es difícil de entender como alguien menor se puede fijar en un viejo como él, siendo obvio que él buscaba alguien de su edad porque solo quería sexo con alguien adolescente. Porque ella no era tonta. Sabía que su papá no era bueno solo porque sí. Sabía que era un asqueroso. Su madre incluso lo había dicho una vez –aunque de manera inconsciente y con cinco copas de champagne en el cuerpo-, pero lo sabía. No le gustaba confiar en su imagen perfecta, porque por algo había desaparecido, ¿no?

-       ¿Pelearon? –Min levanta la cabeza cuando le escucha y niega nuevamente con ese rostro actuado del que su padre seguía creyendo-. ¿Pasó algo malo?

-       No sé si quiero seguir siendo amiga de él, papá.

-       ¿Por qué?

Porque ahora sé que la persona por la que me cambió eres tú y porque ya no es divertido ir a fiestas si él no va a estar y tampoco es divertido conversar con él cuando repentinamente pareció madurar cuando nadie más debía o quería hacerlo.

Porque… porque él ya se aburrió de mis mentiras y a mi me gusta mentir. Siempre me ha gustado hacerlo. Es algo así como una terapia que solo me sirve a mi, pero eso es lo que importa, ¿no? Poner a toda la gente como yo quiero que realmente esté, ¿cierto?

Min toma un largo trago de agua y se cruza de brazos, para luego mirar a su padre y suspirar. Suspira porque necesita que esta mentira sea creíble y que TaeMin vuelva a ser el de antes y no ese TaeMin de ahora, el cual ni siquiera le agradaba.

Porque él quería su mejor amigo de vuelta como siempre había sido, no como un padrastro que ni siquiera tenía ganas de aceptar.

(Y si es necesario que mienta y que su padre sufra a causa de esto, no es su culpa. Después de todo, ellos se lo buscaron y ella solo quería su bien. El bien que ella creía y tenía claro como concepto de bien).

-       TaeMin es malo, papá –susurra, mirándole con los ojos brillantes y claramente afectada por algo que ni siquiera existía. Y lo peor es que MinHo le cree, le escucha y sus labios se aprietan cuando le oyen decir las palabras necesarias. Cuando le oye decir lo que no quiere oír, pero que ella aclara como nunca, cuando nadie se lo ha preguntado. Porque cuando ella habla, él calla, porque repentinamente, ya ni siquiera siente ganas de seguir hablando-. Hace un tiempo está saliendo con alguien y me dijo que esa persona parecía interesada, pero él no lo está y no me gusta que sea así. No me gusta que diga que está en una relación cuando todos sabemos, que todos los días sigue acostándose con alguien distinto. Porque TaeMin es así, papá. Nació y morirá así y es cruel. Demasiado cruel para alguien como yo.

 

***

 

-       Hola, ¿está el señor Choi?

La recepcionista levanta ambas cejas cuando escucha su repentina y efusiva voz feliz, asintiéndole sin tanto ánimo y pidiéndole que esperara porque ya estaba con el último paciente y blablá –cosas sin sentido que TaeMin no quiso escuchar porque ya se había ido a sentar-. El menor frota sus muslos, sin haberse quitado la mochila al lanzarse –literalmente- a ese sillón que parecía cómodo, mirando de un lado a otro y sin dejar de sonreír porque era viernes y ese viernes había sido perfecto porque todo había salido bien y porque todo seguiría saliendo bien si ya había ido a buscar a  MinHo incluso mucho antes de tiempo.

Porque todo saldría bien.

(Y amaba los viernes. Ahora más que antes).

A pesar de que en esa semana no se hubiesen visto ningún día extra y MinHo no hubiese contestado tanto sus llamadas, demostrando un ánimo que pocas veces conocía y que prefirió atribuir al cansancio, seguía siendo un buen día. Porque esencialmente, ya se había levantado y el paciente se había ido y él ya había entrado a esa consulta a la cual solo había visitado una vez porque no le gustaba mucho la idea de ir a lugares públicos en donde le pudieran ver.

TaeMin frota una vez más sus muslos cuando se sienta en el cómodo sillón de MinHo y sonríe más grande cuando el alto sale del baño y le mira –serio-, quitándose la mascarilla de una oreja primero y luego de la otra. Sin embargo, no sonreía y eso le quitó las ganas de sonreír a él también.

¿Acaso habría olvidado que hoy era viernes o él se había confundido de día?

-       Sorpresa –susurra, mirándole aún demasiado emocionado-. Hola, mi amor.

-       ¿Qué haces aquí?

(No. Hoy era viernes, estaba seguro de ello).

TaeMin mira al alto con las cejas algo flojas y MinHo solo sigue con sus movimientos, ahora quitándose también una gorra que le cubría el cabello, tal como si estuviera solo y nadie más le estuviera conversando. Como si simplemente él no existiera.

¿Un mal día quizás?

-       Pensé que te gustaría verme.

-       Estoy ocupado –bufa, ahora quitándose el delantal que cubría su usual camisa blanca, para dejarlo sobre una silla y así seguir ignorándole-. Tengo mucho trabajo, TaeMin.

-       ¿Y no puedes tomarte un pequeño descanso? –pregunta haciendo un pequeño puchero que MinHo mira casi de manera incrédula-. Hace una semana dijiste que siempre hay tiempo para TaeMin.

-       Trabajo es trabajo. Cuando crezcas lo entenderás.

“¿Cuándo crezcas?”

¿Acaso tenía cinco años y tampoco había notado eso?

TaeMin frunce un poco el ceño, sin saber cómo tomar lo que acababa de decir MinHo porque el alto sabía que odiaba ese tipo de comentarios en los que le hacían ver menor, encogiendo las piernas cuando nota que se sienta al otro lado del escritorio y le mira como si algo raro hubiese pasado; como si él no fuera el TaeMin de hace una semana atrás, sino que el de hace un año atrás.

(Y ese TaeMin ya no le enorgullecía. Podía jurar que no).

-       Min me dijo que no has ido a clases.

¿Desde cuándo sus conversaciones comenzaban a causa de ella? ¿no era el plan inicial, el intentar no decir su nombre solo para evitar mezclas en donde no debían haberlas?

TaeMin asiente algo extrañado y desde donde está sentado puede sentir como MinHo chasquea solo un poco su lengua, como si acabase de comprobar algo de lo que él no estaba enterado.

-       No he tenido ganas –susurra-.

-       ¿Muchas cosas que hacer?

Y eso le hace fruncir el ceño de inmediato, retrocediendo un poco en la silla.

Ahora era más obvio, que algo había ocurrido con él.

(O con ellos).

-       ¿Qué quieres decir con eso?

-       Min me dijo que…

-       “Min”, “Min”, “Min” –repite de repente, sintiéndose brutalmente ofuscado y eso no podía ser así porque era viernes y los viernes y los viernes… a la mierda los viernes-. ¿Desde cuándo hablamos tanto de ella?

-       TaeMin, es mi hija, por si no lo recuerdas.

-       ¿Y estás orgulloso porque te llamó papá que no puedes parar de nombrarla? –escupe de repente, sintiendo como los celos ya comenzaban a colapsarle hasta casi llegar al punto de ahogarlo-. ¿Es eso?

-       ¿Ella te lo dijo?

(Ojalá hubiese sido así. Ojalá hubiese llegado el lunes en la mañana diciendo lo buena que estaba siendo la relación con su padre y no hubiese llegado burlándose de él porque le había creído y había caído completamente en su actuación de hija perfecta).

A TaeMin le dan ganas de quedarse callado porque simplemente quería seguir con la regla de que Min no tenía porqué interferir en sus vidas, pero se le hace difícil porque MinHo no debía ser así y le molestaba que no abriera los ojos.

Le molestaba que alguien tan cercano a él, fuera capaz de burlarse de su persona (y más aún delante de su presencia).

-       Se burló de ti por creer que fue en serio –susurra-.

Y MinHo frunce el ceño, apretando los labios aún más si es que eso podía ser posible.

-       Estás diciendo tonterías.

-       Te estoy diciendo la verdad, MinHo –replica, notando que claramente el alto no le creía-. MinHo, no sería capaz de hacerte daño con algo así.

-       ¿Entonces también es verdad que estás con otra persona? –contraataca de repente, empujando un montón de papeles hacia un lado porque ya había comenzado a desesperarse-. ¿O son más de uno? ¿porqué no dices la verdad de una puta vez?

…¿Qué?

¿Qué…estaba…hablando?

Los labios de TaeMin parecen completamente sellados cuando MinHo le mira fijo, esperando una respuesta que no parece llegar porque el menor más que dolido, parecía completamente shockeado ante esas palabras que salían de la boca de la persona en la que menos hubiese pensado. MinHo no insiste cuando el silencio se hace eterno sino que solo bufa porque al parecer el refrán de “el silencio otorga” estaba haciéndose más real que nunca.

(Y TaeMin ni siquiera sabía por donde comenzar a defenderse porque de repente todo parecía demasiado ilógico y fuera de lugar).

-       ¿Quién te dijo eso?

-       Entonces es verdad –bufa-.

-       ¡Por supuesto que no lo es! –contraataca rápido, casi llegando al punto de levantarse de la silla solo de desesperación-. MinHo, eso no es cierto. Es imposible de que sea cierto.

-       Min no miente, TaeMin.

No puede ser.

Esa perra.

Esa maldita perra que tenía por mejor amiga había sido.

TaeMin levanta su flequillo solo a causa de la frustración y MinHo rueda los ojos, echándose un poco en la silla y mirándole de una forma que le demostraba como si se encontrara completamente aburrido del solo hecho de mirarle, de contar con su presencia. Cuando él sabía que odiaba sentirse así, se lo había dicho más de una vez y con demasiada vergüenza a demostrar las cosas que le hacían sentir inseguro.

-       Sé que te gustaba ir a fiestas y acostarte con otros chicos, TaeMin. No es como si esto me hubiese sorprendido, solo que…

-       ¡Pero ya no lo hago! –interrumpe, acercándose un poco sobre la mesa-. MinHo, mi amor, ya no lo hago. Te lo juro. Tú sabes que es así.

-       Pero Min no dice eso.

(Y eso le duele más que cualquier otra cosa que le pudo haber dicho. Mucho más que incluso, sobre esa supuesta infidelidad inexistente).

-       Estás diciendo que le crees a Min y no a mi.

Y no es necesario que MinHo lo acepte o lo niegue porque la respuesta era obvia y clara. Era como un letrero que se había puesto entre ellos y le impedía mirar lo que le rodeaba; que le cegaba por completo y a MinHo aún más.

Al celoso de MinHo, mucho más.

-       Solo necesito que me digas si es verdad o no.

Y a él le es imposible no bufar y no sentirse más herido cuando ahora parecía que más que escucharle, el alto solo estaba poniendo afán en ignorarle.

-       Si decías confiar en mi, esa pregunta está de más.

-       Trato de confiar, TaeMin.

-       Solo deberías confiar y creer en que Min es una perra –replica, levantándose de la silla y mirándole con los brazos a ambos lados de la mesa, afirmándose de ella-. Eso es lo que es tu hija y no es mi culpa.

-       TaeMin, no hables así de ella.

-       Te informo que ella habla de la misma forma de mi y tú no le dices nada.

Golpe por golpe. Herida por herida.

MinHo no se levanta de la silla como TaeMin, sino que sigue sentando con los ojos en alto, observándole de manera escrutadora y analítica como si de alguna forma algo le fuera a delatar de si mentía o decía la verdad, pero nada de eso ocurría.

(Y todo parecía más empeorar que mejorar).

Por no decir que los viernes ya habían dejado de ser los días favoritos y habían pasado a ser los peores de la semana. Los peores junto al sábado, junto a la hora en la que esa perra aparecía en la casa de MinHo y le lavaba el cerebro con todas ideas imbéciles y estúpidas.

(Porque su cerebro no alcanzaba para más y le dolía que MinHo, diciéndole y habiéndole dicho que lo quería, aún así no confiara en él).

Le dolía mucho. Más que cualquier otra herida que le pudo haber hecho cualquier otro idiota.

-       Deberías empezar a conocer a tu hija y así quitarte la venda que tienes en los ojos, MinHo –susurra, repitiendo su nombre más por inercia que por cariño-. Por algo es mi amiga, ¿no? Después de todo ella también se ha acostado con la mitad de la facultad.

-       ¡No sigas hablando de ella así, TaeMin!

-       ¡Pero sí puedes hablar de mi como ella te lo diga y como a ti se te antoje! ¿¡cierto!? –empuja la silla con furia, casi pateándola y camina hacia la puerta abriéndola de golpe y mirándole justo antes de salir. Mirando a eso que hacía que los viernes fueran sus días favoritos y desde ahora, los peores-. Yo solo quería cenar contigo, no quería más. Pero ya veo que prefieres y si tanto deseas, quédate con tu maldita hija, a mi ya me da igual.

(Mentía).

(No le daba igual).

Pero MinHo no se levanta de la silla cuando TaeMin cierra de un solo golpe la puerta ni tampoco le sigue cuando supone que baja las escaleras casi corriendo. Y tampoco le llama esa noche ni en la mañana siguiente.

MinHo no le llama en ninguno de los próximos días y TaeMin supone cual fue la preferencia del alto.

(Y que él claramente, nunca fue ni sería su maldita prioridad).

 

Notas finales:

Las y los amo -3-


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