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La Navidad más pura del mundo por Seka Roma

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Notas del capitulo:

Para evitar confusiones, Yokozawa es quien narra este capítulo :3

   

No me gusta la Navidad.

El cumpleaños de cierta persona cae justamente en Noche Buena. Quizás antes me emocionara la llegada de estas fechas, para celebrarlo juntos. Pero ahora que todo ha terminado, realmente me trae recuerdos y pensamientos desagradables. Por ejemplo, pienso que yo podría ser mejor que ese estúpido muchacho, a quien cierta persona no puede olvidar; yo podría hacerlo mucho más feliz, porque siempre estaré para él; yo sí lo apoyaría cuando su orgullo caiga y me descubra ese lado sensible, que no le muestra a cualquiera. Pero de nada me sirve pensar en esas cosas. Realmente el primer amor nunca dura.

No me gusta la Navidad. Por eso detestaba que, de entre todas las cosas que podía ofrecerme Hiyori, la hija de Kirishima, ¡me diera precisamente una invitación a un festival navideño! La pequeña tarjeta resaltaba, coloreada con bandas rojas y verdes, llena de diminutos dibujos de regalos. No importaba qué tanto me enfocara en la pila de papeles que se amontonaban en la mesa, mi mirada recaía otra vez en la tarjeta. Era llamativa, sin estar sobrecargada. Condenadamente llamativa.

La noche anterior había estado en casa de Kirishima. Otra vez no pudo recoger a su hija en el colegio debido al exceso de trabajo, de modo que tuve que hacerle el favor de llevarla a casa. Como agradecimiento, me dejó cenar con ellos.

- Qué bueno que esta vez pudiste buscarla sin que te confundieran con un criminal – decía Kirishima, riéndose de su propia broma.

Meses atrás, me había pedido el mismo favor. Kirishima me había asegurado que llamaría a la escuela para avisarles que alguien más pasaría por su hija, pero el muy maldito no dijo nada, y no sólo me confundieron con un maleante que pretendía secuestrar a una niña, sino que tuvieron que llamar a la editorial para confirmar que de verdad era quien decía ser. ¡Maldición, qué humillante! Y ese desgraciado todavía se acordaba de eso, como si fuera lo más gracioso que ha escuchado. Intentaba sacarme de mis casillas, como siempre. Pero no se lo iba a permitir.

- Oh, seguro ya se acostumbraron a tu personalidad retorcida – respondí, tratando de mantener la calma

- No me molesta eso. Me preocupa más que me consideren la clase de persona que se junta con delincuentes. Y mira que mi excelente reputación no se limita a la editorial Marukawa

- ¡No tengo cara de delincuente!

- Es verdad. Tienes cara de “oso salvaje”, pero en el fondo eres un oso de peluche

- ¡¿Qué tonterías estás diciendo?! ¡Ya fue suficiente, me voy a casa!

Demonios, siempre lograba sacarme de mis casillas. Ya estaba listo para marcharme, sólo faltaba que me colocara la gabardina, que había dejado en el perchero cercano a la puerta, cuando Hiyori se me acercó, sonriente.

- Onii-chan, ¿ya te vas? Tengo algo que darte

- ¿Qué cosa?

- Es una invitación al festival navideño de mi colegio. Nos dieron dos entradas, y aparte de papá, quería que fueras también – decía, extendiéndome la tarjeta

¿Cómo decirle que no deseaba ir sin herir sus sentimientos? Esas no eran cosas fáciles de decir, y me tarde demasiado buscando las palabras

- Vaya, eso sería interesante de ver – comentó Kirishima, riéndose - ¿Ves que si pareces la mamá de una pareja de recién casados?

- Cállate

- Onii-chan, ¿a qué se refiere?

- ¡A nada! ¡Me voy a casa!

Al final guardé la invitación sin darle una respuesta definitiva a Hiyori. Lo había olvidado hasta esa mañana, cuando la encontré rebuscando en los bolsillos del abrigo. De todas formas, ¿por qué tenía que preocuparme por eso? Trabajo. Trabajo. Necesitaba concentrarme en el trabajo. Rellenar solicitudes, firmar documentos, despachar el papeleo me distrajo, hasta que descubrí que faltaba poco para terminar las ediciones de las revistas, por las vacaciones, y el departamento “Japun” todavía no había mandado su material del mes. ¿Por qué, de entre todas las secciones, tenía que faltar precisamente esa?

- ¡Henmi! – grité, tan fuerte que toda la sala me oyó.

Seguí gritando hasta que uno de mis subordinados me dijo que mi asistente había salido un rato. ¡A buena hora! Bueno, aún quedaban papeles que revisar para definir el número de impresiones en otras áreas de la editorial. Ocupé mi tiempo en seguir llenándome de tareas, hasta que sentí una presencia a mi lado. Supuse que le dijeron a Henmi que lo estuve llamando, y querría saber cuál era su encargo.

- Escucha – dije sin levantar la vista de los documentos – ve al piso cuatro y busca el material de la revista “Japun”. Están atrasados

- Eso no será necesario

Me sobresalté cuando oí esa voz. Kirishima era quien estaba junto a mí, alzando un disco entre sus dedos, sonriéndome.

- Perdona el retraso

- ¿Bajaste sólo para esto? – contesté con sequedad, arrebatándole el disco

- Sí, quería ver tu gruñona cara. Y también quería invitarte unas copas

Suspiré con una mezcla de enojo y resignación. Desde hacía un tiempo, este tipo tomaba tragos conmigo, o me llevaba a almorzar con él. Al principio la gente nos miraba, con curiosidad, mientras salíamos a comer juntos; pero ya no era raro que Kirishima se paseara por la sala de ventas sólo para venir por mí.

Dejé todo cuanto hacía y lo seguí.

No me sorprendió que me llevara al Izakaya; después de todo, ahí nos conocimos, aunque no de la mejor manera. Fue cuando Takano me dejó bien claro que no correspondía a mis sentimientos, que no tenía oportunidad con él. El peor día de mi vida. Como empezó a llover mientras regresaba a casa, decidí pasar el tiempo en ese bar con la excusa de aguardar a que escampara, pero en realidad quería emborracharme para matar la desesperación. Sin darme cuenta, Kirishima había aparecido, resguardándose también de la tormenta, y lo obligué a escuchar todas mis quejas, pese a que antes de ese día apenas si nos saludábamos en el trabajo.

Recordaba todo eso mientras me sentaba con él en la barra y ordenábamos las bebidas, mirando a mí alrededor. Es un bar pequeño, poco iluminado. Las mesas de madera oscura, a juego con el color de la barra y las estanterías llenas de licor, se apiñan al fondo; no había mucha clientela ese día, pero cuando la hay, el espacio reducido crea una sensación sofocante. Kirishima me ha llevado a bares más elegantes que ese, pero muchas veces nos reunimos ahí. Siempre ha dicho que es un bar que frecuenta mucho. Cuando voy a ese lugar, me asaltan recuerdos de Takano. Y de Kirishima. No sé con cuál de los dos lo asocio más.

- ¿Ya sabes qué le dirás a Hiyo? – dijo Kirishima, sacándome de mis pensamientos

- Le diré que no voy. No me gusta la Navidad

- ¿Eh? Pero, ¿por qué? Eso es muy malo de tu parte, con lo mucho que le gusta la Navidad a los niños

- Bueno, no hay nada qué hacer al respecto. No me gusta, y ya

- Oh, entonces ve al festival por mí

- ¡¿Y por qué demonios tendría que ir por ti?! – grité, golpeando la barra tan fuerte que el hielo de nuestras bebidas saltó en sus vasos.

- Parece que olvidaste esto – canturreó como respuesta, mientras me enseñaba su móvil

Desde que me emborraché y le hice escuchar todas mis quejas, este maldito me ha chantajeado con mostrar unas fotos vergonzosas de mí, que ni yo mismo he visto. Así conseguía que aceptara pasar tiempo con él.

Por ese truco tan sucio, y nada más por eso, terminé yendo al festival de su hija, al día siguiente. Caminábamos los tres por los abarrotados y estrechos pasillos. Todo el colegio estaba decorado con árboles navideños, sobrecargados de guirnaldas y luces. Había paquetes de regalos hechos con cartón, seguramente por los niños, pintados de verde, rojo y blanco; debo admitir que eran bonitos. Los salones estaban siendo usados para exhibiciones de dibujos y comida. No sabía qué hacíamos allí exactamente. A donde mirara, sólo había actividades para los niños, y ninguna donde pudieran participar los padres, más allá de ser simples observadores.

Pero eso no era lo único incómodo. Todos los niños venían acompañados de sus padres y madres. En primer lugar, no soy nada en la familia de Hiyori; de momento, para ella soy un buen amigo de su papá, que de vez en cuando pasa la noche con ellos y les deja cuidar a su gato. Ni yo mismo entiendo bien qué relación tengo con Kirishima. Pero además, él y yo somos hombres. Nunca me he considerado homosexual, aunque el amor no correspondido, al que tanto me aferré, fuera con un hombre. Eso no me convierte en gay, ¿o sí? Quizás eso sólo significa que la barrera que me separa de ese lado no sea muy grande. No tengo nada en contra de eso. Pero sería incómodo presentarme ante tanta gente como la pareja de Kirishima, suponiendo que tengamos esa clase de relación.              

Un grupo de mujeres se nos quedaba observando. Estoy acostumbrado a que las chicas nos vean así en la editorial. Una de ellas reconoce a Kirishima, y este se une a las demás. Genial, estoy solo con Hiyori. No se me da mal atender a los niños, pero no estoy de humor. Apenas hablamos de cosas triviales. ¿Cómo está Sorata?, me pregunta ella. ¿Cómo iban las clases? ¿Ya estaba de vacaciones?, le pregunto yo. Se nos agotaban los temas, cuando vimos un grupo de gente reunida alrededor de algo.

Nos acercamos por curiosidad. No era algo: era alguien. Un muchacho, seguramente de secundaria, se había tropezado y se veía bastante lastimado. En su cara se reflejaba el dolor, aunque aparentemente parecía ileso. No tardaron en llevárselo, y al poco de su marcha, algunos profesores empezaron a murmurar. Aquel chico vestido de duende cuidaba a los niños más pequeños, a quienes los padres no podían atender en ese momento; al mismo tiempo, servía de atracción.

- Onii-chan, tú podrías sustituirlo – dijo Hiyori, en voz demasiado alta

Los profesores se quedaron observándonos

- No creo que eso sea posible – respondí con una sonrisa forzada

- Pero onii-chan, no debería ser un problema si una vez te pusiste un delantal de mujer

- ¡¿Ah?! ¡¿De qué hablas?! – dije demasiado alto, para que nadie prestara atención a esa parte.

Hiyori me sonreía con fingida inocencia. Maldición: de tal palo, tal astilla. Los profesores no ayudaban, clavándome sus miradas suplicantes, puesto que nadie más se insinuaba para hacer el trabajo. Y si lo hice no fue por esos maestros, ni por Hiyo. Sólo lo hice porque no concebía que unos niños tan pequeños estuvieran solos. Además, no pasaría todo el día cuidándolos: mientras estuviese con ellos, los maestros se encargarían de buscar un reemplazo.

Tuve que quitarme el traje elegante, que llevaba puesto desde que salí del trabajo, y cambiarlo por un absurdo traje de duende, muy ajustado porque no se adaptaba a mis hombros anchos. Creía que en cualquier momento se rompería el disfraz, consistente en una camisa roja, unos pantalones verdes, y un gorro de rayas rojas y blancas; como no tenían zapatos de mi talla, tuve que dejarme los mocasines, sintiéndome un payaso. La mirada de los niños, demasiado sonrientes con verme así, ayudaba a ponerme más nervioso. Sentía el rostro levemente sonrojado por la vergüenza.

- Te sienta bien, onii-chan

- Claro – respondí, algo hosco

Cuidar a los pequeños no fue una tortura tan grande como imaginaba. Casi nadie se acercaba al salón, convertido en suerte de guardería, así que no estaba haciendo el ridículo delante de todo el mundo. Además, me entretenía conversando con Hiyori.

- Onii-chan, ¿te quedarás a ver la obra?

- ¿Cuál obra?

- ¿Papá no te dijo nada?

No recordaba que Kirishima mencionara algo sobre una obra

- Actuaré en la obra del colegio. Es en la noche. ¿Te quedarás?

Iba a responderle que no, que tenía que irme a casa temprano, que si me quedaba allí un minuto más acabaría enloqueciendo. Pero una risa demasiado familiar me dejó con las palabras en la boca.

- Nunca creí que vería un duende tsundere

- ¡Ya deja de llamarme así!

- Quién lo diría: “el oso salvaje”, un hombre pisando los 30, vestido de duende – Kirishima se interrumpía para carcajearse de nuevo – Y lo peor es que te sienta bien

- ¡Desgraciado!

Al poco rato llegó el reemplazo. No he tenido un momento tan liberador como cuando me quité el disfraz. Aproveché el momento de ir a cambiarme para mezclarme entre la multitud. Mi paciencia estaba al límite, y necesitaba apartarme de Kirishima. También necesitaba un cigarrillo. En un colegio no permitirían que alguien saque un cigarro, pero aquel día los maestros estaban muy ocupados en controlar varias actividades. Así que, orientándome gracias a varias personas, llegué a una cancha desierta, al aire libre, y totalmente desprovista de vigilancia. No me había fijado, pero ya estaba cayendo la tarde, puesto que el cielo aparecía escarlata, con unas cuantas nubes; el verdor de los árboles tenía un buen contraste con el ocaso, y las hojas desprendiéndose de sus ramas le daban al ambiente un extraño toque melancólico.

No es que me suela poner así con facilidad, pero pasar todo el día rodeado de motivos navideños traía pensamientos indeseables a mi cabeza. ¿Cómo la pasará Masamune este año? ¿Le hará daño ese imbécil de Onodera? ¿Me invitará a estar cerca de él? Sabe muy bien que, si no puedo ser su pareja, me conformo con ser la persona más cercana en su vida, por siempre. Pero eso no es lo único que pienso en estas fechas. Mientras doy una calada al cigarrillo, recuerdo cuando salía con Masamune y pensaba en su cumpleaños, que coincide con Noche Buena. Pasaba días planeándolo, buscando el regalo perfecto, pensando en el tamaño de la torta, en qué haríamos. Suena muy infantil, ahora que reflexiono eso.

Tampoco puedo decir que haya salido formalmente con él; era similar a un amigo con derechos. Tenía derecho a acostarme con él por despecho. Otros creerán que fue insensible de su parte, el haberme utilizado para rellenar el vacío de su amor frustrado, pero yo no lo veo así. Me conformaba con estar a su lado, de cualquier forma. Salir con él, sacarle una sonrisa, me daba una razón para existir. Sabiendo que no compartía mis sentimientos, decidí quedarme, por una esperanza estúpida. E incluso todavía, en lugar de aceptarlo y seguir adelante, en vez de pensar que no vale la pena llorar por alguien que nunca me amó, sigo llenando mi mente con su rostro, y me sigo interponiendo en la única relación que va a hacerlo feliz, aun cuando todo lo que deseo es su felicidad. Así encajo en la imagen que Kirishima tiene de mí: una persona que no se valora mucho.

Me molestaba haber aceptado la invitación. Me enojaba mucho porque…

- ¡Eh! ¿Por qué pones esa cara? – exclamó Kirishima

Me sobresalté al escuchar su voz. ¿Desde cuándo estaba ahí?

- ¿Qué quieres? – dije a la vez que pisaba el cigarrillo para apagarlo. No quería dejar traslucir mi sorpresa.

- No te encontrábamos y pensamos que te habías perdido. Pero nadie aseguraba haber visto a un hombre con cara de secuestrador de niños. ¿Te enfadaste por lo de hace poco?

- No

- ¿Entonces?

- Quería estar solo, ¿tiene algo de malo?

- Supongo que no. ¿En qué pensabas?

- En nada

- Era sobre Takano, ¿me equivoco?

Lo miré asombrado. ¿Cómo sabía eso? ¿Cómo es que siempre terminaba expuesto ante ese tipo? Kirishima se limitó a suavizar su mirada.

- Te dije que se me da bien adivinar las personalidades de la gente. Es cuestión de observar. Sé que cuando pones esa cara tan deprimente, es porque piensas en él

- Eso es tu culpa – vi que me observaba sin entender - ¡Maldición! ¡Yo no quería venir! ¡No me gustan estas fechas porque me hacen pensar en él! ¡Pero lo que más me enoja es que, cuando veía la tarjeta en el trabajo, pensaba sólo en ti, y es molesto!

- ¿Sólo pensabas en mí? – respondió, anonadado

- ¿Tienes algún problema con eso?

Kirishima dio un ligero respingo ante mi tono violento

- No…simplemente no me esperaba que dijeras eso

Estaba preparado para replicar, cuando se nos acercó Hiyori, corriendo. Inmediatamente se me ocurrieron mil desgracias que pudieron haber pasado, para que nos buscara con tanta prisa. Para que al final nos dijera:

- Papá. Onii-chan. ¡La obra va a comenzar!

- Ya vamos, Hiyo. ¿Verdad, Yokozawa?

No pude replicarles, así que los acompañé al pequeño teatro de la escuela. Entramos en un espacio grande, repleto de butacas de madera, que miraban hacia una tarima no muy alta. Se percibía movimiento tras unas gruesas cortinas rojas; seguro eran los niños haciendo los últimos arreglos. Los padres aún se acomodaban en sus asientos, y antes de que pudiéramos sentarnos, regresó Hiyori, esta vez con una expresión realmente preocupada.

- Papá. Onii-chan. Vengan, vengan

Nos jaló del brazo a cada uno y nos condujo tras bastidores. Dos profesoras eran las vivas representaciones de la tragedia, únicamente porque dos muchachos de secundaria, que tenían los papeles protagónicos, no asistirían. Kirishima no hacía más que reírse.

- Eso es sencillo de arreglar. Yokozawa y yo podremos hacerlo, ¿cierto?

- Estás mal de la cabeza. ¿Cómo vamos a improvisar una obra de teatro así, de la nada?

- Tal como has dicho: improvisando

- Ni siquiera sabemos cuál es la historia

- Yo me la sé. Es el típico cuento del viudo que encuentra al amor de su vida en Navidad.

- Esa historia es con un hombre y una mujer, ¡no con dos hombres!

- Mejor: así no es el típico cuento del viudo

Como quisiera negarme, Kirishima blandía su celular ante mis narices; encima nos estaban presionando para comenzar pronto. Ese día ha sido de lo peor. Primero me obligan a cuidar niños, vestido de duende; y ahora resulta que aparezco en una perturbadora obra infantil. Tuve que leer el libreto apresuradamente: por fortuna, mi personaje tenía pocas apariciones; la única realmente importante era culminando la obra. Al menos esta vez no necesitaba cambiar mi traje.

No participé casi. La mayor parte del tiempo me limité a mirar detrás de las cortinas. En la obra, Kirishima era un padre abnegado con su hija, que pierde a su esposa por una enfermedad. Ambos, padre e hija, se sienten solos, especialmente en Navidad, cuando deberían estar reunidos en familia. Kirishima se desenvuelve en el escenario como si fuera un actor profesional. Y también me sorprende el enorme parecido entre él y su hija. Ambos con los ojos marrones; el cabello color almendra, sólo que Kirishima siempre lo lleva despeinado, en tanto Hiyori lo recoge en una coleta; los mismos labios finos.

¿Cómo iba yo a encajar en su familia? No es como si quisiera formar parte de ella. Pero no logro entender por qué ese hombre, teniendo tantas mujeres que se desvivirían por ser su esposa, se fija en mí. No pude reemplazar a ese estúpido que abandonó a Masamune, no soy lo suficiente bueno, ni especial. En lugar de salir conmigo, Kirishima debería buscarse una mujer, casarse de nuevo, darle una auténtica mamá a Hiyori. Aunque si lo hiciera…tal vez me enojaría mucho. No quiero que creer que sólo está jugando conmigo…

Me hallaba tan concentrado que casi salto el momento de salir a actuar. Se supone que debo aparecer cuando Kirishima se lamenta de su suerte, y pide a un ángel que le muestre a una persona hermosa y amable, sin importar cómo sea siempre que cumpla sus expectativas. En eso entro yo, siendo amable con su hija, ganándome su corazón. No es difícil ser amable con Hiyori: siempre le obsequio algo, de forma que regalarle un peluche en una obra no me parece fuera de lo común. Kirishima habla conmigo, y yo improviso una conversación casual, donde saco a relucir la gentileza que jamás he tenido.

- Eres hermoso

- Gracias – le contesto, disimulando mí enojo

- Muy hermoso

- Entiendo

- Demasiado hermoso – dice con un exagerado tono empalagoso

- ¡Ya entendí!

¡Este desgraciado lo hace apropósito! ¡Siempre me saca de mis casillas, incluso en esa situación!  Imaginé que sería un desastre, que los padres nos criticarían porque somos dos hombres iniciando un romance en una obra escolar. Pero en lugar de ello, el público nos aplaude cuando terminamos la obra, posando como una perfecta familia feliz. Y ese momento, en que me siento parte de ellos, me hace sentir…extrañamente contento. Muy contento.

Los aplausos resuenan en mis oídos incluso al llegar a casa de Kirishima, y también mientras acomodaba a Hiyori en su cama, ya entrada la noche.

- ¿Te gustó la obra, onii-chan?

- No estuvo mal – mascullo al recordar cómo Kirishima se burlaba de mí delante de todos

- Me alegra. Ese cuento lo escribió papá como propuesta para la obra de este año, y ganó. Estoy feliz de que fuera un éxito

No pude sino abrir los ojos hasta casi salírseme de las órbitas. Hiyori se durmió pronto, pero aún me quedé un rato en la esquina de su cama, asimilando la información.

Kirishima escribió esa obra.

Kirishima me contó, hace mucho tiempo, que su esposa falleció cuando Hiyori era muy pequeña para poder recordarla, debido a una enfermedad. Y por lo que pude leer en el guion, la persona que conoce el viudo de su cuento encaja con una personalidad tsundere

Cuando salgo, lo encuentro terminando una lata de cerveza, en el balcón.

- Así que tú escribiste la obra de teatro

- Oh, ¿Hiyori te lo dijo? – respondió sin mirarme

- No sé cómo harás para explicarle lo que pasó hoy. No es estúpida, y debe estar preguntándose muchas cosas

- ¿Te preguntó algo a ti?

- No, y no soy a quién acosará a preguntas. Será a ti, porque eres su papá

- Bueno, ya se me ocurrirá algo – dijo pensativo. Kirishima no quería demostrarlo, pero le preocupaba seriamente la posible reacción de su hija

- Debes tener la mente bien retorcida para planear una obra gay

- No era una obra gay; la historia original es con una mujer, pero ya que se presentó la ocasión de hacerla contigo, ¿por qué no entre dos hombres? Además, no planeaba decírtelo, pero cambiaste mi vida, aunque no te haya conocido en Navidad. Así que desahogué mis sentimientos en esa obra, supongo. De habértelo confesado, seguramente habrías creído que bromeaba o algo así

Pude responderle muchas cosas en ese momento. Pude decirle que me hacía feliz saberlo; que me alegró sentirme parte de su familia durante la obra; que deseaba que todo aquello no fuera pasajero, aunque no quisiera admitirlo ni siquiera conmigo mismo; que su presencia lograba confundirme, porque debilitaba mis sentimientos hacia Takano, porque lo estaba superando y eso no me disgustaba tanto como esperaba. Pero lo que se me ocurrió preguntarle fue:

- ¿Planeaste que esos dos muchachos faltasen a la obra? A que los chantajeaste, ¿verdad?

- No, claro que no – contestó entre risas. Por fin me dirigía la mirada – Escribí la obra pensando en nosotros, pero te juro que participar en ella no entraba en mis planes. Esperaba verla contigo, nada más. Aunque sabía que lo harías bien: sólo tenías que ser tú mismo.

Nos quedamos en silencio un rato. De repente, no tenía nada que decirle. Cuando recordé todo, más tarde, supuse que no me vio acercarme; pero lentamente fui acortando la distancia entre ambos.

- Kirishima

Y cuando se volvió a responderme, halé el cuello de su camisa y lo besé. Me notaba la cara ardiente, debía tenerla completamente enrojecida. Pero no me importó: fue una acción espontánea. Cuando separé nuestros labios, Kirishima apenas atinaba a mirarme con asombro

- Bueno, ya me voy

Quería salir huyendo. No me apetecía quedarme a escuchar su reacción; lo que hice me puso nervioso. Pero antes de salir del balcón, él me sujetó por el brazo.

- ¿Crees que voy a dejar que te vayas después de eso?

Volvió a besarme, esta vez entrelazando nuestras lenguas. Invadía mi boca, como si pretendiera quitarme la respiración. No importaba con cuanto desespero intentara zafarme, sus labios se pegaban a los míos con persistencia. Sentí sus dedos desabotonando mi camisa.

- ¿Estás loco? ¿Qué pasa si tu hija se despierta?

- Todo está oscuro y en silencio, me daré cuenta si nos busca. ¿O prefieres que nos vayamos a un hotel y la deje sola?

Me callé y permití que desabotonara mi camisa. Sus dedos rozaban mi piel y la calentaba, aunque el viento frío de la noche golpeara nuestros cuerpos; la cerámica del balcón estaba igual de gélida cuando me empujó y mi espalda chocó contra ella, pero pronto dejé de sentir esas cosas. Hacía mucho calor.

Kirishima jugaba con mis pezones endurecidos, presionándolos, lamiéndolos. Notaba mi miembro despertándose, aprisionado por el pantalón. Seguro Kirishima sabía cuánto me excitaba, aunque tratara desesperadamente de no mostrárselo. Su mano se coló dentro de mis pantalones cuando mi hombría ya comenzaba a arder. Retiró lo que quedaba de ropa, dejando expuesto mi miembro, que miraba con lascivia. Él también desató su deseo y frotó ambos miembros, sin dejar de escudriñar mi rostro con su penetrante mirada, esperando que mi cara me traicionara y revelara todo el placer que sentía.

El movimiento de nuestros miembros frotándose era cada vez más frenético. El lugar se estaba llenando de nuestros jadeos y del chasquido que producía su lengua, succionando la mía al besarnos. Nuestras lenguas se confundían dentro de nuestras bocas, rodeándose, abrazándose, y al separarlas porque ya no podíamos respirar, quedaban unidas por un fino hilo de saliva. Con todo, Kirishima me torturaba, y disminuía la velocidad de sus movimientos cuando sentía que llegaría el éxtasis.

- Vamos, quiero oírte suplicar – me decía entre jadeos

- Cállate

No iba a dejar salir ni una palabra de mí boca. Me aferré a sus brazos, todavía cubiertos por una fina camisa blanca, aunque desabotonada, dejándome ver su pecho bien torneado. Kirishima tiene muy buen cuerpo. Siguió frotando sin piedad, manipulándome con sus dedos, hasta que me corrí junto a él.

- Al final sí suplicaste – susurró con una ligera burla

- Estarás loco…sí yo no dije nada

- Esa mirada tuya me pedía a gritos que te dejara correrte. Me gusta poner así a los chicos orgullosos como tú

Sin esperar mi respuesta, se desvistió ante mí. La forma como se deshacía de su ropa me pareció provocativa; nunca le diría nada, pero mi hombría hablaba en mi lugar. Aunque no habían transcurrido muchos minutos desde que llegara al éxtasis, mi miembro volvía a erguirse, ansiando más. Kirishima se dio cuenta, y me quitó el resto de la ropa.

- Habría preferido quitarte el traje de duende

- Eres un maldito pervertido

Esta vez no replicó, como otras veces. Se limitó a recorrer mi cuerpo con esa mirada lasciva suya, mientras se lamía dos de sus dedos y los deslizaba por mi piel, dejando un rastro ardiente en ella, cosa que jamás admitiría delante de él. Introdujo, sin mucha delicadeza, esos dos dedos dentro de mí. Trataba de callar el placer que me causaba el movimiento de sus dedos, presionando el lugar exacto, con movimientos circulares, lentos. Sé que Kirishima esperaba verme gemir, pero yo apretaba los labios para dejar escapar el menor número de sonidos posible. Cuando al fin preparó su entrada, sentí su miembro duro, caliente, penetrando en mí. Me aferré a su espalda, arañándola, reduciendo mi mundo a nuestras lenguas, que se buscaban con un deseo desenfrenado, para no notar el dolor.

Sentía cómo cabalgaba sobre mí, una y otra vez, con un ritmo salvaje, sin dejar de mirarme de forma obscena.

- No sólo quiero ver cómo te corres. Quiero oírte cuando lo hagas

Seguía embistiéndome, cada vez más rápido mientras adivinaba que los dos estábamos a punto de llegar al clímax. Lo iba a lograr. No le daría el gusto de verme en una situación vergonzosa.

- Takafumi – susurró en mi oreja, lamiéndola

Oír mi nombre en aquel susurro erótico y lleno de deseo nubló mi mente. Un acto tan simple e insignificante nubló mi mente, y dejó salir de mis labios un gemido; desde allí no pude contenerlos más hasta que alcanzamos nuestro orgasmo. Podía ver un brillo de satisfacción en sus ojos.

Mientras nos mirábamos, jadeantes, no dejaba de pensar en cómo las cosas han cambiado. La primera vez que lo hicimos, cuando estaba tan borracho como una cuba, mi mayor preocupación era que yo estuviera abajo, que fuera a mí a quien estuviesen follando. Ahora no es que me agrade del todo, pero simplemente puedo aceptarlo, viniendo de Kirishima.

Esos continuaban siendo mis pensamientos cuando llegué a la editorial Marukawa, al día siguiente. El cielo apenas empezaba a clarear, mezclando varias tonalidades de azul. Seguramente las oficinas estarían casi vacías, a excepción de algunos editores. Entré pensando en los cambios que ha producido Kirishima en mí. ¿Cuántos de ellos podía permitir?

Frente al ascensor se encontraban dos muchachos. A uno lo reconocí como parte de mis subordinados; el otro debía trabajar en un departamento de edición. Hace mucho, Kirishima me dijo que debía ser más amable con los empleados a mi cargo, para que sus trabajos no fueran un infierno particular. Por una razón que no entiendo, me coloqué detrás de ellos, dispuesto a saludarlos

- Hombre, no supero la foto que nos acaba de mostrar Kirishima-san

- Ni yo. Nunca imaginé que Yokozawa fuera así

- ¿Cuál crees que es mejor? ¿Esta, o en la que sale con un delantal de mujer?

- Sí, verdad. ¿Cuál de las dos les parece mejor? – gruñí a sus espaldas

Los dos se asustaron tanto que no subieron al ascensor conmigo. Seguro se arrinconarían viéndome pulsar el botón del piso cuatro, con una fuerza que pudo haberlo dañado. Tampoco se habrían bajado a ver cómo recorría el pasillo a zancadas, hasta llegar al departamento “Japun”. Kirishima ya estaba ahí, con una tranquilidad irritante.

- Buenos días

- ¡Deja de mostrar fotos mías!

- ¿Fotos tu…? Ah, ya sé. Te refieres a esto – dijo mostrándome su fondo de pantalla – La tomó Hiyo. Le quedó bien, ¿eh?

Era una foto donde salía atendiendo a los niños, con ese maldito traje de duende. ¡Pero esa fotografía no le iba a durar! Por supuesto, lo obligué a borrarla inmediata…

 

Yokozawa se interrumpió. Todos se estaban riendo, y las carcajadas de Isaka eran las más notorias. Pero eso no era lo peor: incluso Onodera, olvidado su disgusto inicial, se reía por lo bajo. La única excepción era Misaki, y no porque no le pareciera cómico, sino porque no entendía nada.

- Sin duda, esa es la mejor foto que he visto en mi vida – río Isaka

- Yo hasta pedí que me la enviaran, y aún la guardo. ¿No la has visto, Misaki? – dijo Kisa, acercándole su celular

Apenas la vio, Misaki se unió al coro de risas que rodeaban a Yokozawa, quien se contenía solamente porque su jefe era parte del grupo. No tenía opción sino enfurruñarse en su silla, y cerrar los ojos con el ceño fruncido, para no prestar atención a sus compañeros ni al leve sonrojo que cubría su cara.

- ¿Y ahora quién sigue? – preguntó Kisa, cuando todos se calmaron

Nuevamente, todos se quedaban callados, con el rostro sonrojado.

- No estaría mal que hiciéramos otro juego – comentó Isaka

- ¡Yo me sé uno! – intervino Misaki, agitando la mano

Su juego consistía en pintar un papel de negro y mezclarlo, dentro de un frasco, con varios papeles blancos; luego, cada participante sacaría un papelillo al azar. Quien sacara el negro, perdería. Como Yokozawa ya había pasado sus cinco minutos de vergüenza, quedaba excluido. Kisa preparó el juego, y todos metieron la mano para tomar su papel, cerrando los ojos.

Yoshino gritó cuando vio lo que había agarrado

- Y-Yo… ¿por qué yo? – repetía una y otra vez, mirando el papelillo negro. Los demás ukes descubrieron una nueva tonalidad de rojo, de lo intenso que era su rubor.

- Qué fastidio – dijo Isaka, jugueteando con su papel – Yo quería comenzar

- ¿Sí? ¡Qué casualidad! ¡¿Por qué no comenzó usted, entonces?! – gruñó Yokozawa

- Quien perdió fue Yoshino, que sea él quien cuente su historia – añadió Shinobu

- Y-Yo no tengo ningún problema con que Isaka cuente la suya – dijo el aludido, apabullándose con esas pocas palabras

Isaka sonrió con suficiencia, mientras se acomodaba en la silla, con el aire imponente de un jefe en su territorio. Sin esperar que nadie más se lo pidiera, inició su relato:  

 
Notas finales:

Tengo que disculparme por varias cosas:a lo mejor metí OOC sin querer. Si es así, perdonen eso; espero que, a pesar de todo, el desarrollo de la trama justifique los cambios. O a lo mejor el capítulo los mató de aburrimiento. Y el lemon fue muy corto y tal vez no tan bueno como esperaban. Y si es así, lo siento, lo siento T~T no se me dan bien esas cosas

 

De cualquier forma, si llegaron hasta aquí, realmente les agradezco por leer!

 

PD: Al principio planeaba que Yokozawa hiciera papel de mujer en la obra, pero después pensé que el amor de tu vida en Navidad puede ser entre chico y chico, da igual, el amor es precioso en todas sus formas ^^. Creo que debería haber un auténtico cuento del viudo que enseñe eso


 
 

   

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