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Entre los callejones de Guanajuato. por kenni love

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Notas del capitulo:

Bueno, hacía siglos que no publicaba nada xD y en vacaciones de verano fui con mi familia a esta hermosa ciudad *A* me enamoré de la ciudad y pues me inspiré para escribir esto. al principio estaba inspirada pero despues se me fueron las ganas xD solo espero les guste y comenten que les pareció ><

Las risas y las voces de las personas se oyen desde el otro lado de la ventana. Samuel se remueve en su cama y tapa sus orejas con las manos. Pasan varios minutos y por fin el ruido comienza a oírse menos. Ahora son los pasos y los cuerpos al rozarse unos con otros lo que no deja dormir a Samuel. Maldice por lo bajo y aún no puede creer que sus vecinos puedan dormir con aquel bullicio.

Lleva viviendo en Guanajuato apenas una semana y ya quiere regresar a su ciudad natal. Sus padres le habían dicho que su nuevo hogar iba a ser hermoso y tranquilo, pero cada vez que cae la noche no deja de quejarse ante la decisión que tomaron sus progenitores. Ciertamente, el lugares bastante aceptable, no se quejó cuando vio las interminables escaleras que tiene que subir para llegar a su casa, y aunque se sorprendió al ver que el lugar en el que iba a vivir está sobre un cerro, tampoco dijo nada. Pero las callejoneadas ya lo traen harto y mejor decide asomarse por la ventana, por lo menos para aprovechar algo de la situación.

En una semana ha logrado reconocer una estudiantina de la otra, tanto como por manera de vestir y de tocar; y está seguro que en el siguiente turno tocará él. Verlo tocar y reír es lo único bueno que ha podido obtener de tantos días de desvelo. Su alegría y ánimo es tan contagioso que en más de una ocasión Samuel estuvo a punto de dejar su escondite. Su voz es melodiosa y sus manos muy hábiles. Su especialidad es el contrabajo y el enorme instrumento hace un maravilloso contraste junto a él, con su cuerpo alto y delgado y un brillo travieso en los ojos, hace que Samuel suspire y le den ganas de encontrarse entre la multitud solo para poder estar un poco más cerca de él.

Los minutos pasan y mientras el frio entumece los dedos de Samuel, a lo lejos, se comienza a oír la música de la siguiente estudiantina. El ruido acelera el pulso de Samuel y abre un poco más la cortina. En cuestión de segundos aparece él encabezando la marcha, con una sonrisa en sus labios y haciendo bromas con sus compañeros. Samuel lo observa hasta que se aleja junto con la muchedumbre y cabizbajo regresa hasta su cama, pensando que algún día podrá hablar con él.

Al siguiente día Samuel se levanta temprano y se prepara para ir a clases; baja a desayunar y su madre lo despide con miles de bendiciones y buenos deseos. El clima es bastante agradable y decide tomar la ruta larga para ir a su escuela. Se cansa al tener que bajar y subir las calles y está a punto de tomar un taxi cuando escucha una melodía familiar. Agudiza el oído y lo ve sentado en una banca con una guitarra en las manos. Quiere acercarse pero no puede, la pena se lo impide y no le importa saber que llegará tarde a clases. Lo observa hasta que deja de tocar y se va del lugar. Entonces Samuel desea poder ser un instrumento musical para así estar un poco más a su alcance. Le gustaría saber que se siente tener las manos de ese chico recorriendo su cuerpo, justo como cuando toca el contrabajo y manosea el instrumento con pasión o alegría, sentir el calor de sus dedos y la energía que emana de ellos. A veces el chico toca con tanto sentimiento que parece que hace el amor con el instrumento que tiene en esos momentos y Samuel es atacado por una ola de celos tan fuerte que él mismo se sorprende. Está seguro que sus sentimientos son pasajeros, nada de qué preocuparse y se dice lo mismo una y otra vez hasta que llega la noche y sus defensas se derrumban. Sigue pensando sobre como poder solucionar ese problema y su atención en clases es vaga, escribe garabatos y frases sin terminar que ha dictado el maestro. Como es el chico nuevo, no tiene amigos aún y agradece por ello. Camina por los pasillos de la escuela con la mirada perdida y sin darse cuenta llega a la azotea y se maravilla de la visión que tiene en frente. La ciudad vista desde arriba le recuerda a un cuadro pintoresco y se ve mucho mejor que desde el balcón de su casa. El día está algo frio y se sienta en el piso para poder disfrutarlo al máximo.

Samuel se encuentra relajado y pensativo cuando un ruido lo pone alerta. A pesar de que se encuentra lejos de la puerta, escucha con claridad como alguien interrumpe en el lugar y Samuel se incorpora en el momento justo para ver a un chico de su misma edad con una flauta dulce en la mano. Ambos se sorprenden y Samuel piensa en disculparse y salir del lugar cuando el chicho se lo impide.

–¡Hola! – Saluda algo nervioso. – no sabía que hubiera alguien aquí. Normalmente está vacío. –  Samuel sonríe con la mirada baja y no sabe que decir. Nunca ha sido un buen platicador y el aire se llena de incomodidad a tal grado que un ligero color ojo inunda el rostro de Samuel. – Tú eres el chico nuevo, ¿no? Soy de tu mismo grado pero de otro salón. Me llamo Alejandro, ¿y tú eres…?

–Samuel. Y sí, soy el nuevo. – Una sonrisa demasiado alegre se forma en los labios de Alejandro y Samuel no puede evitar pensar que es encantadora. Más que encantadora, le resulta familiar. Como si el brillo en sus ojos ya lo hubiera visto antes. – ¿Te gusta la música? – Pregunta lo primero que se le ocurre y señala la flauta de Alejandro. Samuel piensa que es imposible que la sonrisa del otro chico se amplíe más, pero lo hace y se siente cohibido al sentir la penetrante mirada de Alejandro sobre él.

–¡Sí! Pero no soy muy bueno. Mi padre y mi hermana mayor son casi profesionales y están metidos en todas esas cosas. Algún día me gustaría ser como ellos. – Alejandro emana una emoción pura y sencilla y una oleada de ternura invade a Samuel. Decide dejar un poco de lado su pena y comienza a preguntarle más cosas. También lo observa de manera discreta y de nuevo tiene esa sensación de haberlo visto antes, como si algo en Alejandro le fuera familiar.

El receso termina y Alejandro y Samuel se despiden. Samuel queda maravillado con lo hábil que es Alejandro en la flauta y le pide que al día siguiente le toque más canciones.

Es hasta cuando sale de la escuela que se percata de haber dejado de pensar en lo sucedido de la mañana de aquel día, y se plantea la posibilidad de que sería mucho mejor y más fácil enamorarse de Alejandro que del contrabajista. El chico de la estudiantina es algo imposible, la relación más cercana que tendría con el sería mirarlo todas las noches desde el balcón de su casa. Así que lo mejor de todo sería rendirse pero es más fácil pensarlo que hacerlo.

 

 

La noche pasa lenta y Samuel se encuentra haciendo su tarea cuando su madre lo manda a comprar leche y pan para la cena. Molesto y sin ganas de ir a ningún lado, baja refunfuñando los escalones del callejón en donde se encuentra su hogar. Aún es temprano y observa como los turistas pasean alegres por el lugar. Aunque no es temporada de vacaciones, el lugar está bastante concurrido y Samuel tarda un poco para llegar a su objetivo. Es una señora la que lo atiende y Samuel compra con rapidez y se va de la tiendita. A pesar de estar viviendo en Guanajuato desde hace una semana, jamás ha ido a ver el recorrido que hacen las estudiantinas y con el ambiente tan alegre que se siente le dan ganas de entrar a una pero no tiene tiempo y apresura el paso para llegar a su casa lo más pronto posible. Está a metros de las escaleras del callejón cuando alguien se cruza en su camino. Su sonrisa es tan amplia y hermosa que Samuel suspira internamente.

–¡Hola! – Sus ojos brillan y le recuerdan a los de Alejandro. Un pensamiento pasa rápido por su cabeza, pero lo olvida al ver que ese chico se dirige hacia é. –¿Te gustaría conocer los callejones más famosos de Guanajuato?

–No, yo… – No es la primera vez que un integrante de alguna estudiantina le ofrece un boleto para realizar el recorrido, pero si es la primera vez que no quiere salir corriendo del lugar.

–¿Si? – El chico se acerca más y Samuel quiere dar un paso hacia atrás pero no puede. Algo lo mantiene pegado al suelo y no sabe si es la sonrisa o la mirada traviesa del otro chico.

–Yo…. Uh…. Yo vivo aquí… – Un sonido placentero y hermoso sale de ese chico y Samuel no puede creer que lo está viendo y oyendo reírse. Siempre lo ha visto desde tan lejos y tenerlo cerca hace que su rostro de llene de colores y baje la mirada. Su corazón late tan rápido que juraría que se escucha por todo el lugar. –En verdad lo siento. – Samuel ve de manera lenta como la mano del otro chico se levanta y se posa en su hombre. De repente siente que se quema y que necesita que el echen agua porque morirá incendiado. – Lamento haberte molestado.

–No…  Está bien. – No sabe que decir y una angustia se apodera de él cuando ve como su amor imposible se despide y se aleja para seguir con su trabajo. Samuel quiere detenerlo y decirle miles de cosas pero no puede y se regresa a su casa cabizbajo y sintiéndose patético.

Al llegar a su casa, su madre lo regaña por haber tardado tanto y Samuel no puede escucharla porque no deja de pensar en el pequeño encuentro que ha tenido con ese chico y le encantaría poder saber su nombres y un poco más de él. Aún siente como si en su hombre siguiera la mano de él. Sube a su habitación flotando y es la primera vez desde que vive ahí que puede dormir sin interrupciones.

 

 

–¿Tú hermano trabaja en una estudiantina? – El día está ventoso y Samuel tiene que alzar la voz para hacerse oír. Alejandro asiente energéticamente con la cabeza mientras mastica un pedazo de torta que se llevó a la boca. Es hora del receso y de nuevo se encuentran en la terraza. Ha pasado una semana desde que se volvieron amigos y es la primera vez que hablan sobre el tema. Samuel se queda pensativo mientras observa a su amigo. Recuerda que unos días atrás, cuando cruzo unas pequeñas palabras con el chico que le robaba el aliento, una idea cruzó por su cabeza pero aunque trata de acorarse no puede y en su lugar aparecen los ojos brillantes y carismáticos de aquel muchacho.

–Algún día yo también trabajaré en una. Y me volveré un cantante famoso. – Tal vez es su determinación o esa mirada como si hablara de un futuro cercano y acertado, pero Samuel se da cuenta de algo que lo llena de incredulidad.

–¿De qué color es la estudiantina de tu hermano? – Está seguro de saber la respuesta y cuando la oye aún no puede creer que sea cierto.

 

 

Samuel nunca ha creído en la buena suerte, sino en oportunidades que la vida te ofrece. Es por es que en ese momento se encuentra frente a la puerta de la casa de su amigo esperando a que le abran. Sigue sin creer que Alejandro y ese chico sean hermanos, pero ambos son tan parecidos que no hay duda alguna. No sabe que es lo que hará  cuando vuelva a tener a ese hombre frente a él, y sabe que ese chico siempre lo verá como el amigo de su hermanito. Es muy peligroso hacer lo que está haciendo, pero no tiene otra opción y solo le queda rezar para que algún día pueda tan siquiera entrar a esa zona de amistad.

Los nervios lo están atacando, sus manos empiezan a sudar y las restriega contra su pantalón para secarlas. Han pasado cinco minutos desde que llegó y solo ha llamado una vez, así que piensa que lo mejor sería irse de ahí antes de que se arrepienta pero la puerta se abre y se olvida de todas sus preocupaciones.

–¡Hola! – Samuel parpadea varias veces puesto que la sonrisa del chico que esta frente a él es muy deslumbrante  y se pierde en la profundidad de sus bellos y brillantes ojos. – Tú eres Samuel, ¿no? Ale ha hablado mucho sobre ti. – Se ríe al final de la frase y Samuel siente que se encuentra en cielo, de nuevo.

–Si… ¿En serio? – Baja la mirada y sus mejillas arden de la vergüenza. Siente la mirada del otro chico sobre él y lo que más quiere es verlo a la cara de nuevo, pero se arma de paciencia y se dice así mismo que pronto podrá verlo las veces que quiera.

–Sí. Soy Ricardo, su hermano mayor. – Samuel suspira internamente al oír su nombre y una felicidad enorme se apodera de él. Se siente poderoso y la vergüenza se le baja un poco. Ricardo le vuelve a sonreír, una sonrisa solo para él, y lo hace pasar a la pequeña casa. El lugar es bastante acogedor y el sonido de unas pisadas lo alerta de la llegada de su amigo, pero el chico que aparece no es su amigo y está seguro que es uno de sus hermanos. Alejandro solo le ha hablado de Ricardo y no sabe qué hacer o pensar en esos momentos. El chico se acerca a él sin expresión alguna en su rostro y Samuel nota como Ricardo se pone tenso. Sonríe nervioso y lanza miradas discretas a su dirección. El recién llegado mira a Samuel con cara de pocos amigos y pasa de largo ignorándolo a él y a Ricardo. Samuel parpadea perplejo y quiere preguntar qué demonios fue eso pero se muerde la lengua y su amigo lo sorprende con una sonrisa y un apretón de manos.

–Pensé que no ibas a venir. – Dice feliz y Samuel se siente contagiado, impregnándose de esa felicidad. Le responde con una risa que se opaca al ver de reojo como Ricardo se retira en silencio y con una mirada melancólica. La curiosidad lo vuelve a atacar pero decide guardarla y sacarla en otra ocasión. Por el momento está en la casa de su amor platónico y tiene que aprovecharlo al máximo.

 

La tarde pasa tranquila en la pequeña habitación de Alejandro. Él y Samuel ven películas y platican con ánimos sobre su vida y cosas triviales. Samuel aún sigue curioso por la expresión que vio en Ricardo un par de horas atrás y ha tratado de sacar el tema con Alejandro pero no encuentra la oportunidad hasta un par de horas después.

–Ale – Samuel observa como su amigo está colocando el DVD en el reproductor y este le responde con un movimiento de la cabeza. Su ritmo se acelera y no sabe cómo preguntar lo que quiere decir, sus manos sudan y la boca se le seca. No está seguro si esta por entrar en terreno o si su amistad corre peligro, pero quiere hacerlo. Está seguro que esa expresión significa algo más que simple discusión familiar. – Tú otro hermano… no me hablaste de él antes. – La reacción es rápida y obvia. Samuel sonríe internamente y deja de lado su nerviosismo para darle paso a su lado curioso.

–Ah…¿no? – La voz de Alejandro tiembla un poco, la habitación se llena de una tensión palpable y Samuel sabe que está siendo imprudente y lo mejor sería desistir, pero él no es de lo que se dan por vencido con facilidad, o más bien su lado curioso es más fuerte que la discreción, así que ignora esa tensión que envuelve el lugar y prosigue con su plan.

–No – Se ríe un poco y sonríe con malicia mal contenida. – Solo me hablaste de tu otro hermano, el de la estudiantina. Ricardo, ¿no? – Las reacciones de Alejandro resultan bastante graciosas para Samuel, y aunque los ojos de su amigo se mueven como los de un ratoncillo acorralado, no siente compasión y sigue atacando. – Como eres, nunca me dices nada. – Samuel hace un tipo de puchero y se cruza de brazos. Alejandro traga saliva con dificultad y al final decide contarle, después de haber suspirado en símbolo de derrota.

–Bueno… – Samuel se acerca a la orilla de la cama para estar un poco más cerca de su amigo y observa como este mantiene la mirada baja y un lee rubor sube por su rostro. – Josué es un chico algo… problemático. – Alejandro junta sus manos y comienza a mover sus dedos sin apartar la mirada de ellos. Samuel lo mira, incitándolo a que prosiga, pero su amigo tarda un poco en volver a hablar y Samuel tiene que suprimir su paciencia. – Últimamente está de mal humor por culpa de Ricardo, eso es lo que él dice.

–¿Ricardo hizo algo malo? – Alejandro contrae el rostro al escuchar eso y Samuel se pregunta qué clase de atrocidad pudo haber hecho su amor platónico para qué su amigo pusiera esa expresión.

–Bueno…. Papá dice que no es malo y mamá también. Pero Josué…. No sé, él es raro.

–Pero, ¡¿qué hizo?! – Samuel suena algo alterado puesto que su curiosidad es cada vez más difícil de contener y su amigo simplemente es muy lento para decir las cosas.

–No hizo nada….bueno si, pero no es como si hubiera hecho algo. – Samuel respira varias veces y se tranquiliza después de unos segundos. El tema parecía ser más delicado de lo que había supuesto y no dice nada por unos minutos para darle espacio a su amigo. – Ricardo….bueno, él es gay y Josué está enojado con él por eso. – Una risotada está a punto de salir de la boca de Samuel pero logra no reírse y trata de cubrir el gesto con una pequeña tos.

–¿Gay? – Alejandro asiente con la cabeza y Samuel no puede creerlo. Sus probabilidades habían aumentado un cincuenta por ciento en menos de un minuto. Una sensación de gozo se apodera de él y por un momento se olvida de la incomodidad de su amigo. – ¿Cómo lo saben? ¿Se los dijo él? ¿Tú que piensas al respecto? – Son tantas preguntas que Alejandro se aturde un poco pero logra responderlas todas. Incrédulo, Samuel escucha como Ricardo había llegado una noche después de las callejoneadas algo serio y decidido, su madre dormía pero su padre aún estaba despierto y resuelto y lleno de valor le confesó a su padre que le gustaban los hombres. El asunto había ocurrido un par de semanas atrás, así que aún está algo reciente y es un tema delicado del cual Alejandro se siente confundido. Su amigo le explicó que sus padres, aunque algo renuentes, aceptaron a su hermano y que a él no le importaba si su hermano es gay o no; pero Josué se comportó de una manera violenta y la relación entre ellos dos se ha degradado mucho.

–Ricardo siempre trata de llevarla tranquila, pero Josué es muy necio. – Samuel escucha a medias sobre los problemas familiares de su amigo y solo puede pensar de qué manera podrá hacer suyo a Ricardo. “Tal vez pueda quedarme a dormir un día en casa de Ale y en la madrugada aproveche para ir a su cuarto… pero ¿y si me descubren? Me veré como una cualquiera. No. Lo mejor sería…”

–¡Sam!

–¿Eh? – Samuel parpadea varias veces y tarda unos segundos en reconocer a su amigo. Este lo mira algo molesto y Samuel sonríe nervioso. – ¿Mande?

–Deja de estar en las nubes. Te estaba preguntando algo importante.

–¿Qué cosa? – Alejandro desvía la mirada y su rostro se vuelve rojo de vergüenza.

–Qué si tú eres gay.

 

 

Samuel se despierta más temprano de lo normal y adormilado observa su ventana sin ganas de mover ni un solo musculo de su cuerpo. La noche anterior se durmió hasta tarde pensando en todas las cosas que le habían pasado desde que llegó a esa ciudad y sigue sin creer que por fin haya salido del closet, aunque no del todo; pero jamás le había contado a nadie sobre su secretito y aún no está seguro por qué se lo dijo a Alejandro. Recuerda la reacción de su amigo: sorpresa y casi al instante un gran placer por saber que estaba en lo correcto. Samuel pensó que su amistad con Alejandro y su oportunidad para salir con su hermano se irían por la borda, pero su amigo tomó la noticia demasiado bien, tanto que Samuel aún sigue sin creerlo.

Su alarma lo saca de ese ensimismamiento y con una pereza enorme se levanta para dirigirse al baño.

Sale de su casa con bastante tiempo de sobra y el clima frio y nublado lo hacen añorar su cama. Decide tomar la vía larga para generar un poco de calor y a los poco minutos una melodía hermosamente familiar o  hace sentir un escalofrío de placer por todo su cuerpo. Flota hasta situarse en el lugar más prudente para no ser descubierto y observa con emoción la triste canción y el rostro afligido de su amado que tiene al tocarla. Se siente raro al no preguntarse cuál es la razón de esa tristeza, pero a la vez se siente feliz al tener una ligera idea de su melancolía, y es en ese momento en donde se da cuenta de algo horrible que lo aleja de toda felicidad. ¿Y si esa gran tristeza no era causada por algo, sino por alguien?  Vale, su amigo le había dicho que su hermano Josué y Ricardo se encontraban en una pequeña disputa; y también le dijo que Ricardo había decidido salir del closet unas semanas atrás. ¿Y si su salida del closet de debió a alguien que momentos después destruyó su corazón y ahora, melancólico, compone canciones tristes para esa persona?

Samuel piensa en eso con un nudo en el estómago y ahora se ve más lejos que nunca de tener una oportunidad con Ricardo. Si el chico se encuentra con el corazón roto y Samuel se acerca a él, Ricardo lo usaría solo como una barca y nunca dejaría de verlo como “el amigo que lo ayudó en tiempos difíciles.” Samuel tiene que ser astuto y descubrir si su teoría es cierta para así después decidir qué hacer.

Esta por retomar su rumbo, pero un acorde mal acomodado lo alerta y en lugar de sentirse avergonzado por ser descubierto, escuchar su nombre salir de la boca de Ricardo lo hace olvidar sus penas por un momento. Responde de manera inmediata al saludo y un cosquilleo se hace presente en todo su ser cuando Ricardo le sonríe. Una sonrisa solo para él. El hermano de su amigo lo saluda y lo invita a sentarse con él, y aunque es lo que más desea en ese momento, una ojeada a su reloj de pulsera le indica que ha estado escuchando a Ricardo más tiempo del debido.

–Oh, es una lástima. – dice Ricardo en un tono cabizbajo y Samuel se retuerce con ganas de mandar todo a volar y pasar toda la tarde junto a él. – Tú escuela queda cerca de aquí, ¿no?

–A pie no. – Samuel sonríe sin comprender muy bien a lo que se refiere Ricardo pero este le sonríe y todas sus preocupaciones desaparecen.

–En coche queda a unos minutos. Puedo llevarte, si gustas. Y así podemos platicar un poco más. – Samuel nunca ha experimentado una alegría tan grande como en ese momento y gustoso se sienta junto a Ricardo. Platican sobre todo y a la vez sobre nada. Samuel se siente como en un sueño del cual no quiere despertar jamás y no puede pensar en otra cosa más que en Ricardo y todas las cosas nuevas que está aprendiendo de él. Se llena de su esencia hasta en el último minuto que está junto a él y no le importa haber llegado tarde a su primera clase puesto que el riesgo ha valido demasiado la pena.

 

 

–Sam, ¿te gusta alguien? – Las preguntas directas e inverosímiles de su amigo nunca dejan de sorprender a Samuel y no sabe que responder al respecto. Si die que no, nunca le creería puesto que la palabra enamorado está pintada en todo su ser. Pero si le dice que si empezarían las preguntas y la habilidad para mentir no se le da muy bien. Su amigo lo mira de manera apremiante y al final decide echarse la soga al cuello.

–Sí. – Alejandro sonríe y se acerca a él, preparado para empezar con su ronda de preguntas.

–¿Y quién es? ¿Es de la escuela? ¿Cómo se llama? ¿Desde cuándo te gusta? ¿Te le haz insinuado? – Samuel frunce el ceño incómodo y hace todo lo posible por evadir sus preguntas.

–Solo te diré algo. Es preferible enamorarse de un hetero y saber que nunca tendrás oportunidad, que caer por un gay y sentir una pequeña chispa de esperanza y que no pase nada.

 

Los días pasan y Samuel aún no puede creer lo que está ocurriendo. No sabe como pero Ricardo y él se han hecho más unidos, más cercanos. Y Samuel sabe que no en el sentido de amigos. No quiere tener esperanzas que solo lo lastimaran después, pero Ricardo parecer ser tan obvio que Samuel no puede ocultar su felicidad. En las tardes, después de la escuela, Samuel pasa todo el día con Ricardo hasta que llega la noche y Samuel se queda en su casa mientras Ricardo se va a trabajar. Aún sigue escuchando a hurtadillas a su amor casi no tan imposible y a veces siente como si Ricardo supiera que está ahí y lo mira por el rabillo del ojo.

Samuel es tan feliz que no le importa nada más hasta que un día su amigo le hace darse cuenta que está siendo demasiado obvio y la vida le ha enseñado a Samuel que ser obvio es algo malo.

–¿Tú y mi hermano….están saliendo? – La pegunta no es directa y aunque Samuel sabe a lo que se refiere, decide evadirla.

–Salimos casi todos los días. – Usa un tono despreocupado y ríe un poco para relajar el ambiente. Alejandro frunce el ceño y Samuel puede ver como los engranajes del cerebro de su amigo se mueven sobrecargados por formular la siguiente pregunta.

–No. – Un rubor llena sus mejillas y Samuel no puede evitar pensar que se ve adorable. – Me refiero… tú ya sabes…. Si son…¿novios? – Samuel ya sabía que su amigo haría esa pregunta, así que se ríe alto y trata de ocultar las ganas que tiene de que su respuesta fuera afirmativa.

–Obvio no. Somos amigos. – Le duele pronunciar esa frase y aunque su sonrisa no se opaca, sus ojos sí y no sabe por qué pero le dan unas ganas horribles de llora. Por su lado, Alejandro entrecierra los ojos y lo mira con desconfianza sin creer lo que Samuel dijo.

–Mentiroso. – Samuel vuelve a reír y cambia de tema para no sentir ese vacío dentro de él.

Ese día en la noche Samuel llega  su casa cansado y con ganas de no pensar en nada, ni siquiera en el revoloteo de su estómago al imaginar el rostro de Ricardo. Pone la mente en blanco y está por quedarse dormido cuando la música lo despierta. Está seguro que aún es temprano para que las estudiantinas comiencen con su trabajo y trata de ignorar la melodía y simplemente no puede porque sabe quién es el que la está tocando. Tarda unos segundos en decidir si levantarse e ir a ver es una buena opción cuando Ricardo comienza a cantar. Es una canción algo vieja pero Samuel la conoce y las ganas de verlo contar aumentan. Agudiza el odio para escuchar el murmullo de la muchedumbre, pero parece que todos están muy callados y solo se oye el rasgueo de su guitarra, lo cual es muy extraño. ¿En doné están los demás instrumentos? Aún sigue en su cama y la voz de Ricardo suena cada vez más fuerte y Samuel no tiene otra opción más que salir de su escondite y quedarse pasmado de la sorpresa.

De pies, con guitarra en mano y cantando a todo pulmón, Ricardo está frente a su balcón mirando directamente a su ventana. Sonríe cuando lo ve salir y lo mira a los ojos, provocando en Samuel un sinfín de emociones inexplicables. La gente mira curiosa la escena y murmulla señalándolos. Pero a Ricardo no le importa y sigue cantando. Entona cada vez más fuerte y con más sentimiento y Samuel no puede creer lo que está viendo. Las piernas le tiemblan y su corazón brinca cada vez que escucha “me estoy acostumbrando a ti” y “por tú amor.” No reprime las lágrimas y estás salen para rodar por sus mejillas y acumularse en su barbilla. Ricardo le sigue mirando decidido pero Samuel se da cuenta del temblor de sus manos y el sudor de su frente. En algunas partes su voz también tiembla pero a Ricardo no le importa y sigue cantando con el corazón, deseando con todas su fuerzas que sus sentimientos lleguen hasta Samuel y que estos fueran bien recibidos. 

Notas finales:

Gracias por leer y espero les haya gustado al historia!!

kennistar cambio y fuera.


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