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40 segundos por sunshinebunny

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Loterie*

A veces olvidamos las cosas que nos hace la gente y por eso seguimos a su lado.

A veces sabemos exactamente lo que hicieron pero aun así decidimos seguir con ellos.

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Sabo estaba limpiando el ático de la casa cuando encontró aquel viejo sombrero de paja, lucia tan maltratado y empolvado que había decidido ponerlo en la caja de  las cosas para desechar, se suponía que descansará en cama aquel día pero desde siempre , o más bien lo que él recordaba como siempre, había sido bastante malo para guardar reposo.

Ace nunca le dejaba ir al trabajo tras una noche como la anterior y su adolorido trasero lo agradecía más que el rubio mismo que igual se reía un poco con el intento de romanticismo de su futuro esposo, si bien llevarle el desayuno a la cama era un gesto verdaderamente tierno que ese desayuno consistiera en cereal con leche y jugo de bote era un poco gracioso, aquella mañana el pecoso realmente se había lucido, había un pequeño platito de uvas y fresas lavadas al lado de su cereal, todo un lujo considerando los estándares del desayuno del pecoso, a veces Sabo se preguntaba como ese hombre había vivido soltero durante más de la mitad de su vida.

“Comida congelada” era la respuesta que Ace solía darle.

Toda su ropa era a prueba de arrugas pues no sabía planchar, no sabía anudarse correctamente la corbata y quemaba cualquier comida que no pudiera hacerse en el microondas, incluso la sopa. Por muy enfermo que estuviera Sabo no había vuelto a pedirle una sopa al pecoso después de que quisiera hacerle probar esa extraña y fea melcocha.

Tras de que Ace se despidiera en la cama no habían pasado más de 10 minutos en lo que Sabo se cercioraba de que el mayor se hubiera llevado el auto y no regresaba antes de que se levantará a ver que hacía falta hacer en casa, no le era posible estar quieto, por mucho que lo quisiera y por mucho que su cuerpo adolorido y medio entumecido reclamara con cada paso simplemente no podía, tras inspeccionar que faltaba hacer se había decidido a limpiar el desván, era una tarea que no le requeriría tanto esfuerzo y que habían estado posponiendo por semanas.

Al menos no saldría de casa, ya eso debería ser suficiente, aun antes en el sanatorio siempre estaban persiguiéndole para que no se le ocurriera ir demasiado lejos de las instalaciones si estaba lastimado, por algún motivo parecía que Sabo fuera un pequeño imán para los accidentes, aquella vez que se había roto la pierna eh incluso cuando despertara con heridas de gravedad en la clínica donde le habían salvado la vida en todos lados se quejaban que no se sabía estar quieto, el estar en la camilla por demasiado tiempo simplemente le desesperaba.

Si estaba despierto sentía esa necesidad de moverse y casi huir. Ahora esa necesidad no era tan grande como en antaño pero seguía estando ahí.

Dragón solía decirle que tenía demasiado fuego en la sangre aunque Sabo estaba casi seguro que más bien solo era el miedo que no le dejaba en paz. El mismo motivo por el que los sueños inquietos le hacían despertar alterado, había algo en su subconsciente que no le permitía estarse tranquilo y no sabía si quería recordarlo o no.

El rector de la institución mental dentro de la que había vivido por varios años era un hombre bastante peculiar, siempre con sus teorías conspiratorias y aquella fascinación por la política del país que le habían hecho a Sabo preguntarse por qué dedicarse a una profesión como la psiquiatría cuando bien podía verlo en campaña para algún cargo importante, cuando se lo había hecho ver el hombretón simplemente se había reído y comentado que su padre había dicho lo mismo, pero que a él le gustaba donde estaba.

Garp, viejo héroe de la milicia y padre de ese hombre poco estaba enterado que el breve tiempo que su hijo había servido a su país le había bastado pare decidirse por la profesión que actualmente ejercía, si bien pocos soldados eran derivados a la institución Dragón siempre veía en ellos un reflejo de lo correcto en su decisión.

Podía entenderlo en cierta forma, lo que Dragón intentaba crear ahí era una especie de utopía; Aquel era un lugar tranquilo y agradable solamente por que el señor rector así lo mantenía. Una verdadera clínica para la reformación de las personas desequilibradas y no una casa de locos como la gente solía llamarles con buena razón.

Sabo como muchos otros era afortunado de haber acabado en aquel lugar y no en alguna otra clínica mental del estado donde probablemente nadie se habría preocupado sinceramente por él y su recuperación habría sido escasa o nula.

Podría haberse quedado ahí a trabajar tras su alta, muchos de los empleados habían sido antes pacientes de aquel lugar y le amaban con todo su corazón de la manera que ya no sucede hoy en día con la mayoría de los trabajos, ese sitio daba una oportunidad a la vida normal a sus pacientes.

Era difícil para una persona “reformada” conseguir empleo. Incluso con el bonito papel rosa de alta que casi casi parecía uno de esos premios que dan en los certámenes de perros por portarte bien y saber dar la patita. Sabo ya había pasado por ello, para cualquier pequeño empleo incluso en una cafetería había que omitir el detalle de la “enfermedad mental” de ser posible aunque su enfermedad fuera solo amnesia, no muchos sabían lidiar con esos detalles de la vida personal.

Y quizá para trabajos pequeños donde nadie investigaba no había demasiado problema pero si se quería algo más allá de empleado de producción o mesero había que presentar documentos en regla… a menos que quisieras arriesgarte a ser descubierto y despedido por omisión de información importante. Era todo un embrollo, tener a alguien como Ace que le apoyara en esos momentos realmente resultaba una bendición, no quería imaginarse lo mal que lo pasaban algunos de sus conocidos.

Koala, una chica encantadora víctima de la trata de personas por ejemplo era una de esas personas “reformadas” pero que la pasarían bastante mal de no ser por la oportunidad que Dragón le brindaba, tras recuperarle de sus secuestradores la chica no había hablado por más de tres años, shock post traumático habían dicho las autoridades, y dado que no había ningún reporte de extravió que coincidiera con las características de la niña esta hubiera ido a dar a un orfanato de no ser por su pequeño inconveniente.

La verdad era que había tenido suerte de presentar ese leve desequilibrio, en un orfanato probablemente no le habría ido tan bien, si bien era molesta en ocasiones la chica le caía bastante bien cuando no le estaba regañando, eran prácticamente de la misma edad y aunque la muchacha había soñado con ser piloto de aviación había tenido que conformarse con enfermería, eh incluso entrar a tal carrera le había sido cuestionado fuertemente, ni siquiera se le había dado la opción a medicina.

La vida no era exactamente justa para las personas con problemas por lo que no habían pedido.

La mayoría de la gente en aquel lugar verdaderamente intentaba ayudarte, eran casi como una nueva familia y de esa manera entendía que Dragón no quisiera dejar la institución en manos de quien sabe quién aunque eso implicara no poder ponerle la suficiente atención a su propio hijo, Luffy era un chiquillo alegre y despreocupado, seguro nada podría hacerle daño, ni la falta de atención de su padre, al menos eso querían creer, Sabo no le había conocido en persona hasta ir a vivir con Ace, el mundo podía estar lleno de felices casualidades.

La mirada de Dragón cuando se enteraron de que Luffy había sido secuestrado sin embargo nunca se borraría de la memoria de Sabo, aquel hombre que había ayudado a tanta gente parecía haber perdido algo, durante varios días no había salido de su habitación, a la semana se le veía pasear sombrío entre su despacho y las salas que requerían de su presencia, en una ocasión que Sabo había visitado su despacho pudo ver sobre el escritorio la fotografía de un chico no mayor a 10 años con un sombrero bastante similar al que ahora el rubio sujetaba entre sus manos, que curioso, aunque dudaba que fueran el mismo sombrero, Ace no había conocido a Luffy hasta que este hubiera sido rescatado y para entonces Luffy ya había perdido su sombrero, que estuviera ahí no tendría sentido.

Además debía haber cientos de sombreros iguales a ese en el mundo. ¿Qué tan difícil era conseguir un sombrero de paja con una franja roja?

Recordaba que cuando las cosas se habían solucionado Dragón solo había mencionado algo de que Luffy no encontraba su sombrero, como si aquello fuera lo más importante del mundo, cuando le preguntó si Luffy seria internado en aquel lugar Sabo había escuchado al mayor reírse por primera vez en semanas “Ese chico no duraría ni 40 segundos en este lugar, además ¿De qué podría servirle un padre que nunca ha estado?” hasta donde sabia Garp se había encargado de los procedimientos legales y Luffy jamás se presentó por la clínica ni su padre había acudido a visitarle. Aun así la fotografía seguía sobre el escritorio, y de vez en cuando Sabo podía atrapar al mayor contemplándola aunque tenía la leve impresión de que a lo que veía no era a su hijo.

Lentamente y con cuidado Sabo bajo las escaleras del ahora ordenado ático con una caja de tamaño mediano en las manos, colocando aquella sobre la mesa de la cocina alzo un poco la manga del suéter color celeste para dejar ver el reloj de cuero negro que Ace le había obsequiado, pasaba ya de la media tarde, era por eso que se sentía tan hambriento.

El rubio limpio el sudor de su frente un poco con la manga del suéter, tanto polvo y movimiento le hacían sentir sucio, lo mejor sería que tomara un baño antes de preparar el almuerzo, Ace aun tardaría un par de horas en llegar así que tenía tiempo.

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El agua tibia de la regadera enseguida había comenzado a relajar sus músculos, el baño de la recamara principal en aquella casa de dos pisos que pertenecía a Ace tenía el pequeño lujo de contar con una tina doble bastante espaciosa pero el rubio rara vez se sentía cómodo usándola, si de vez en cuando le apetecía un baño de tina siempre usaba la más pequeña en el baño compartido de las habitaciones secundarias.

La casa siempre le había parecido demasiado grande a Sabo pero Ace decía que quería una gran familia algún día así que tenían una gran casa. Sabo no estaba seguro de querer una familia tan grande. Cuatro recamaras contando la suya  en el piso superior y un estudio en la planta baja “por si acaso”, incluso había escuchado a Ace hablar con alguno de sus hermanos del trabajo acerca de que si les llegase a faltar espacio pensaría comenzar a hacerlos compartir habitación, si cuatro chiquillos ya le parecían muchos no estaba seguro de donde sacaba Ace imaginación para pensar que llegasen a tener cinco, seis o más, a veces se preguntaba que exactamente pasaba por la mente del pecoso para desear verle con la barriga hinchada por tanto tiempo como eso implicaría, aunque hasta el momento no había sucedido.

No era como si estuvieran teniendo cuidado para evitarlo pero tampoco sabían si era posible para ellos siquiera. Había dos formas de saberlo, ir al hospital a hacerse pruebas de fertilidad o quedar embarazado, a Sabo no le gustaba la idea de ir al hospital porque de salir negativos ambos en los exámenes las ilusiones de Ace quedarían destruidas y no quería hacerle pasar por ello (si Ace salía positivo siempre podían simplemente cambiar de posición, no pensaba que hubiera mayor problema, pero si ambos salían negativos sería realmente trágico), prefería dejar las cosas a la suerte al menos de momento.

Además siempre estaba esa horrible posibilidad de que le hicieran saber que quizá hubiera tenido oportunidad de hacer a su pareja feliz de no ser por el trauma que su cuerpo había recibido durante el incidente con aquel pirómano, si era algo así no quería enterarse. Ace tampoco lo había propuesto y en realidad no hablaban al respecto.

Sabo bajo su mirada al piso, un hilo rosado de agua sanguinolenta parecía estar escurriendo entre sus piernas y por la blanca mica del piso de la bañera, quizá no debió moverse tanto durante el día. Ace le reprendería si veía que el sangrado aun le continuaba aunque no recordaba haber visto que su ropa estuviera manchada cuando la retiro, seguro era solo el agua caliente haciendo que sus vasos sanguíneos se relajaran, aun así debería aplicar medicina en cuanto saliera, por mucho que a Ace le gustara hacerlo sangrar en el momento siempre era un tema si no se cuidaba posteriormente, quizá algo había en esa manera de hacerlo que impedía el rubio quedara embarazado, o el sangrado o la anemia que este podía provocar si no se cuidaba.

No le gustaba ver a Ace conteniéndose, ya le trataba como si fuera a quebrarse en todo otro momento del día, no quería que ahora también lo hiciera en la cama pero si tenían que ser más suaves quizá valiera la pena solo para ver al moreno feliz.

Cerró las llaves de la regadera con aquel pequeño pensamiento ¿Qué harían si no podían cumplir con ese sueño de Ace? Debían hacerse exámenes premaritales en unas cuantas semanas, quizá deberían aprovechar el momento.

¿Ace lo querría aunque no pudiera darle hijos? Seguro que si se lo preguntaba diría que sí, pero que Ace fuera a sacrificar ese sueño no le parecía bien, saliendo de la ducha se enredó en la toalla y tomo la ropa sucia para lanzarla al canasto de la colada que tenían en la habitación, como pensó, no habia sangre en ella, eso le tranquilizaba un poco.

Regresar a la habitación de alguna manera era como regresar un poco en el tiempo.

El leve aroma a jazmín y magnolia aun permeaba desde el armario y las sabanas aunque las flores se habían marchitado hacía varias semanas atrás, Sabo aun podía recordar ese feliz nerviosismo cuando Ace le propusiera matrimonio con el cuarto lleno de sus flores favoritas, la amplia cama con barrotes permanecía deshecha en el intento idiota de que si Ace llegaba por sorpresa quizá pudiera engañarle diciendo que acababa de levantarse.

Dirigiéndose al tocador busco entre las cajitas que le poblaban aquella con los medicamentos, buscando el pequeño tubito de ungüento para aliviar la hinchazón y parar las hemorragias que el medico les había recomendado tras la primera vez que aquel problema se presentara, resultaba un poco incómodo de aplicar pero era bastante efectivo.

Soltó la toalla en el piso después de hallar el medicamento, tomando un poco de aquel para aplicarle en la zona afectada, inclinándose un poco sobre el tocador mientras palpaba con sus propios dedos su lastimada entrada, comenzando a introducirles ligeramente, soltando un pequeño quejido en el proceso, no resultaba tan incómodo el tener que hacerlo de aquella manera, lo incomodo era que no podía pedir ayuda a Ace para hacerlo sin que acabasen encamados y después de convivir tanto con él ahora Sabo no podía evitar asociar cualquier rose en esa zona con algo sexual, el sonrojo que su reflejo le devolvía desde el espejo se lo hacía saber vívidamente, seguro que a Ace le encantaría ver aquello.

Cerrando sus ojos el rubio comenzó a introducir un poco más sus dedos en el interior de su cuerpo, moviéndolos dentro y fuera con un ritmo lento y placentero que le había hecho comenzar a suspirar ligeramente, el leve escozor de la medicina en las heridas abiertas seguido del alivio momentáneo le hacía estrechar su cuerpo de manera inconsciente y el solo pensar en lo que el pecoso le diría en esos momentos le había hecho soltar un gutural sonido “Tócate, mi Sabo, hazlo para mi.” De a poco los gemidos habían ido creciendo, con las piernas separadas y el cuerpo inclinado al frente hasta que su frente chocaba contra el espejo podía sentir su propia excitación crecer, los movimientos de sus dedos volviéndose más rápidos y marcados acercándole cada vez más a su propio clímax mientras en todo momento la imagen de su adorado pecoso poblaba su imaginación, apenas si había tenido que tocar su propia erección para acabar corriéndose entre sus propias manos con relativa facilidad.  “Eres como una pequeña puta desesperada, ¿Tanto deseabas que te hiciera esto?” La sonrisa torcida dibujada en el rostro de su futuro esposo mientras esas palabras fluían de su boca como si alguna vez le hubiera escuchado decirlo le habían dejado frio.

Ace nunca le había hablado de aquella manera y él no contaba con esa clase de fetiches… ¿Por qué…?

Por unos instantes Sabo no supo reaccionar, después el sonido de un auto demasiado cercano para ser solo alguien que pasaba por la calle le había sacado de su trance, volteando a ver el reloj de pared había maldecido internamente, Ace había llegado temprano.

Tan rápido como podía había limpiado el pequeño desastre en sus manos y el tocador con la toalla antes en el suelo, vistiéndose precariamente con calzoncillos y una camisa limpia.—¿Sabo? — La voz de su futuro esposo en la planta baja de la casa le había hecho tensarse, no había alcanzado a botar las cosas en la cocina, Ace le descubriría de inmediato.

—Acá arriba. — alcanzó a decir el rubio saliendo de la recamara principal, Ace ya le esperaba al pie de la escalera con una mirada un poco seria.

—Vístete, tenemos visita. —

Sabo asintió ante aquella orden, regresando a la habitación para ponerse un par de jeans limpios y desenredar su cabello un poco tras secarlo de forma rápida.

Se puso unas sandalias y colgó por último la alianza de oro que le había dado Ace en torno a su cuello con un cordel de cuero que reservaba especialmente para ello, dándose una breve mirada al espejo se dispuso a bajar.

Luffy y Ace le esperaban sentados a la mesa de la cocina, el ambiente por alguna razón parecía extrañamente tenso, el mas joven de los morenos miraba la caja de cosas para desechar de forma casi compulsiva, como si hubiera algo en ella que requiriera toda su concentración,  regresando a penas y de vez en cuando su mirada al pecoso, este por su parte se hallaba recargado contra la barra de granito, con los brazos cruzados en una actitud de predador vigilando a su distraída presa.

—Luffy, ¿Cómo has estado? — el menor volteó a verle como si no le conociera, con una expresión estúpida en su rostro. — ¿Luffy? —

—Luffy ha estado bien. — La voz de Ace era firme cual hierro, no admitía discusión y el aludido simplemente asintió, devolviendo su mirada a la caja. —Sabo, necesito que le digas a Luffy que todos los objetos en esa caja me pertenecen, los eh tenido siempre. —

Ace sabía que no había forma de que el rubio recordase aquello pero el tono en su voz había sido tan exigente que no le dejara otra opción mas que asentir. —Estaban en el desván, son cosas demasiado viejas. — comentó Sabo de manera casi evasiva. — En realidad creo que incluso deberíamos tirarlas. —

Un cierto brillo de esperanza se había dibujado en el rostro de Luffy, parecía que le ponía atención por primera vez. — Si van a tirarlas entonces tal vez…—

—No vamos a tirarlas Luffy. — Cortó Ace antes de que pudiera continuar la frase, la molestia era tan evidente en su voz que había causado un leve escalofrió en los otros dos chicos. — Sabo parece haber estado tomando algunas decisiones sin consultarme, pero no volverá a suceder ¿Verdad Sabo? —

—S-si… Lo lamento. — ¿Estaba molesto? ¿Por qué? Solo eran un montón de cosas viejas, nada de mayor importancia y no iba a botarlas sin consultar, solo lo había dicho en el momento por ser lo primero que pensara, ¿Qué podía haber en esa caja tan importante como para que esos dos se pusieran así?

—Quería que cenaremos juntos, pero creo que no será posible. — escucho decir al pecoso en tono más calmado, deshaciendo aquel fuerte que se hallaba haciendo con sus brazos y relajando sus facciones mientras se acercaba a Sabo. — Llevaré a Luffy a su casa y vuelvo. —le escucho decir en tono casi gentil mientras le envolvía la cintura de forma firme. —hablaremos cuando regrese. — dijo Ace  y con un suave beso en los labios del rubio le soltó para tomar el brazo de Luffy, llevándoselo sin decir más.

Sabo realmente no entendía lo que había pasado ahí, Luffy ni siquiera se había despedido, parecía más como un animalito asustado que en cualquier momento saldría corriendo en dirección a la caja para recuperar lo que fuera que hubiera dentro que había provocado la situación.

De pronto, de pie en la cocina y mirando aquella caja un objeto en especial había despertado la curiosidad del rubio, en la franja roja de aquel viejo sombrero de paja un papelillo parecía haber sido colocado ahí casi de manera furtiva, estaba doblado por mitad y apenas y sobresalía la puntita, al desdoblarlo un suspiro abandono los labios del rubio.

Las palabras “Hiken no Ace” escritas con una caligrafía que Sabo no conocía le saludo desde el empolvado papel blanco, si por un segundo el rubio había dudado que ese sombrero y el del chico de la foto en el escritorio de Dragón pudiera ser el mismo ahora era más que obvio que había estado en un error, ese sombrero como había dicho su novio no le pertenecía a Luffy, no había manara que fuera suyo. Ahora ¿Qué quería decir eso de “Hiken”?

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Continuara.

Notas finales:

Pues… se supone que iba a actualizar  “la vida sin ti” primero pero el gato me dio permiso con esa porque me andaban rondando en la cabeza las ideas y después si no se me olvidan XD

Gracias a quien quiera que lea esta historia y no se olviden de comentar <3

Muchos besos rechonchos y esponjosos para el gatito gordo.

 

*Loterie: Frances Loteria/suerte/azahar


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