¿Has pensado alguna vez, que la vida te juega chueco? ¿Has pensado, que el destino es una maldita caprichosa que se tiñe de suerte cuando se te presenta?.
Yo sí.
La vi ayer.
Engalanada con una canción heroica.
Bailaba a mi paso.
Me tomo de la mano.
Se impregno del olor macabro que explotaba desde mi puño tenso.
Ella, mi compañera de largas gasas blancas: flotaba cruelmente.
Las estrellas eran noches enredadas, historias que se me explicaban en el parpadeo inconsciente que me esforzaba por dar antes de que mi respiración terminara por detenerse, aun intentando oírla por sobre los ronquidos de las grandes serpientes y sus vapores.
Me sonrió.
Jamás creeré en ella.
Porque ella es la maldita que me escupe a cada instante, es la traicionera que me instruyó en la desconfianza.
Desconfiar de la misma tranquilidad.
-Sopa. Es insípida, pero es lo que necesitas.
¿Han despertado cuando se creían en el otro lado del túnel? ¿Se han sentido perdidos al punto de fijarse si de un momento a otro te has convertido en tullido?
Yo si.
A juzgar por el calendario, horroroso obsequio de una tienda de lácteos: he dormido tres semanas.
Es lo que cualquiera consideraría coma.
¿Qué puedo decir? Soy un milagro. Asombro hasta al galeno, me sorprendo a mi mismo: y según eso, yo tendría que ser el menos maravillado de lo que puedo hacer.
Pero, ¡oh, si! Existe en este momento la brillante excepción; la jodida palabrita se hace presente cuando ella llega y no me refiero a la maldita de Suerte.
La enfermera, que ni siquiera es practicante de medicina: es la que parece aguardar cuanto le pueda dar.
Tiene ese “don” para sacarme de mis casillas.
Se para frente mío, deposita la comida donde pueda tomarla apenas me nazca el hambre (pues no me dejó alimentar), gira los ojos de manera cansina y pregunta por mi sentir.
Como si realmente le importara.
Luego me reseña lo que ha hecho en el día, narrándome con voz entusiasta y de cuentista lo que considera relevante y gracioso.
La ignoro, ella lo sabe. Ni su nombre recuerdo. No es como si nos presentáramos alguna vez. Ella habla y yo no.
Mejor la critico.
Esas medias ya pasaron de moda. Que uñas maltrechas. ¿Cuándo se hizo esa cortada en el pulgar? Por lo menos ya no usa el aromatizante para ropa de la semana pasada, juro que daban arcadas.
Esa manchita cobriza en la tela, me está colmando.
Se supone que es una “mujer” tendría que importarle su facha.
-Red Hood, será mejor que te la comas ahora: la preparo An, te aseguro que no querrás tragarla en quince minutos. Se vuelve incomible.
-Deja de llamarme así. Ese no es mi nombre.
-No has querido presentarte, ni con el doctor Kelpiax. De alguna forma hay que denominarte; Y francamente Red Hood me apetece más que decirte el amnésico, el interesante o mi futuro esposo: eres la novedad.
-¿Celoso?.
-¿Por no tener que cuidarme las espaldas? ¿Por poder respirar sin que la mitad de las jóvenes se enteren? Créeme que no. Los celos, no son lo mío. Si me fueras importante, quizás estaría preocupada por transmutarme en tu segunda piel, en tu pensamiento o quizá más: pero no es el caso.
-Tienes envidia.
-¿Por qué? Hoy estas muy hablador. Déjame meditarlo, envidia.... Puede, nunca me he puesto a pensar en tal cosa, Red Hood . Envidio todo y nada, porque yo poseo todo. ¿Tú no posees nada? ¡Claro que no! De tener tal cosa, la recordarías: no nos hagamos tontos Red Hood, recuerdas todo: la sal que te quemaba los pulmones, la ira del mar que te golpeaba y escocía las heridas, rememoras en tu vista nublosa mi imagen difusa enterrándose entre tanta espuma, aun sientes mi agarre en tus brazos jalándote en el ultimo hálito de vida....me recuerdas.
¿Han sentido que la vida se empecina en darle a uno lo que más detesta?. El destino lo a entretejido de alguna manera en mi vida.
“Ella” aparece cada que quiero olvidarla o en las ocasiones en la que ni siquiera la tomo en cuenta y estoy muy ocupado encontrando la manera de salir de este monótono sitio.
Es una ventaja que me crean muerto, se tienen tantas delanteras.
Es la gloria.....estoy nadando en realidad en el barro del pantano, no tengo salida; estar muerto para los tuyos no es bueno.
Ellos podrían venir en cualquier segundo.
Un olor magro me inunda, apesta igual que aquella noche: a sangre rancia, pescado recién sacado del océano y plomo.
El hedor característico de que las cosas irán a mal.
Tengo que pararme y encontrar un escondite en la minúscula habitación de esta risa de cuarto de hospital.
Tras la puerta no es una buena opción, ni siquiera tengo un clóset para protegerme, ni las cortinas blancas ondean en la ventana, el sitio es tan pobre que no pueden costearse unas telas largas para desaparecerme unos instantes.
Por primera vez el blanco me parece desesperante.
Creo que me tiene que bastar el plato de plástico en donde descansaba la manzana que ella me dio. Tiene filo después de todo y con la fuerza necesaria, hasta podría cercenar la parte del cuello que me importa.
Pensándolo bien, no ocupo un arma.
Mis manos son suficientes. Siempre lo han sido.
Voy a saltarle encima.
Prefiero ser quien dé el primer golpe, si me equivoco siempre puedo dar alguna excusa sin pedir disculpas.
Su olor, demasiado fuerte: triste y peligroso....pobre infeliz que a tenido la desdicha de cazarme.
Los costados me escuecen de repente.
Las puntadas se abrirán si me estiro demasiado: ni modo, prefiero sangrar un poco a que el diablo peón me lleve a su jefe.
Golpearé su sien. Me posesionaré a su espalda. Le agarrare el cuello, de paso le tapare la boca con mi antebrazo. Jalare con fuerza a la derecha para hacer romperse a las vértebras.
El grito será ahogado en contra de mi carne.
Está muerto antes de que lo sepa.
La puerta se abre.
Sus ojos se fijan en los míos, me acribilla con el filo del mercurio, con el frío de los témpanos.
Un escalofrió recorre mi espalda. Me enchina la piel de los brazos y los bellos de la nuca se erizan: parezco un gato sorprendido en vez de que ella sea la que este en mi posición.
Lo dicho, es ella la única que espera todo cuanto pueda estar en mi mano para llevar a cabo.
¡Ese maldito! ¿¡Cómo jodidos huele a muerte!?
Tranquilo y sonriente, cierra la puerta; me conduce luego con calma a mi cama. Me recuesta, me cubre con la fina sábana blanca amarillenta que está en mal estado y niega con un gesto suave de cabeza, un tanto enternecida.
¡Esta mirándome con compasión!
Esta muerto. Esta muerto. Esta muerto.
No pienso perdonarlo.
Nadie tiene el permiso o el derecho de observarme por sobre el hombro, ni de compadecerme.
No estoy acabado. Sólo me encuentro indispuesto por la jugarreta que me han trazado.
-Idiota
-¿Ahora porqué de tan mal humor, Red Hood?
Pareciera que no lo supiera. Ella finge su inocencia. Me pregunto si es consciente, si sabe que está enferma. Y no, no hablo de que finja ser mujer.
¿Él sabrá que es débil? ¿Tendrá alguna noción de su frágil mente? ¿Podrá resistir un juego mental conmigo?
No se me ha olvidado que la vez pasada sobrepaso sus límites, que me habló como si fuera una diosa misericordiosa que está interesada en llevarme a la locura.
-Como tú me has puesto nombre, yo te pondré uno: Red Hood hace juego con Nightwing, ambos son mantos, bufones de la vida, se alzan con el viento pero nunca eternamente. Claro, una está más loco que otro, pero nada se puede hacer al respecto.
- “Nightwing” me sienta mejor, Red Hood, pero acepto que estoy un tanto demente. ¿Reina de quién soy? Has escogido a la noche como mi manto. Estás demasiado atrofiado hoy. Pareciera que te has roto.
-Por el contrario, eres tú la que viene remendada, las costuras puedo verlas: fueron hechas con tanta prisa que sus burdas puntadas sobresalen de entre tus orejas y boca, los costados no se salvan, la ropa no te es suficiente.
-Quien tiene las cicatrices haciéndole un mapa el cuerpo, eres tú Red Hood. Déjame en paz.
-¿Duele? Es mi turno de burlarme, Nightwing. El que me mires como si estuviera cobrándome algo que no es justo, no me importa. Sabes perfectamente porque lo estoy haciendo. Deja de jugar con tu negro cabello, belleza rota: aprieta esos ojos así mismo, tan fuerte que te duelan las cuencas. Te metiste donde no te llamaban, este es tu pago.
-Traje estofado. Lo hice yo. Te quejabas demasiado sobre la dieta que Kelpiax te dio.
Ella tiembla. Trata de cambiar el sentido de la plática.
¿Por qué no se va?
Es masoquista.
Admitiré una cosa, cocina mejor de lo que una vieja conocida hacia. Hasta podría contratarla.
-Renuncia a lo que sea que hagas, Nightwing. Te pagare bastante bien porque vengas conmigo y me prepares las comidas. De todas maneras es la mejor oferta que tendrás por estos lares.
-Aun no has salido de estas tristes cuatro paredes. No conoces el pueblo. Te llevaras una sorpresa. Hace mucho que no confió en esas ofertas, suenan demasiado buenas para ser ciertas, Red Hood.
-¿No soy de confianza? ¿De tu confianza?
-Eres muy peligroso, Red Hood...no me fío de ti.
-Me darás un recorrido entonces. Así a lo mejor vea lo que tanto te empeñas por defender.
-Cuando tenga tiempo.
-Pues no tienes nada que hacer para venir a verme diario y hasta dos veces por día.
Nightwing vuelve a verme como si las hojas de los árboles estuvieran tiñéndose de verde a dorado, transmutándose frente a sus azules ojos incrédulos y críticos: pareciera que le estuviera diciendo una mentira.
Por eso digo que está loca.
-Descansa, Red Hood.
-Nightwing.....escuche que contabas una historia la otra vez. Tenias enleladas al resto de las enfermeras, pero no pude escuchar el final.
-No lo tiene.....al menos, no se los dije: su rostro ilusionado me hicieron inventar otro final alternativo. No te perdiste nada.
-¿Cómo termina?.
-Ella hija del rey, él un simple ladrón...el destino tan cruel, les robo el corazón. ¿Tú como te imaginarias que terminaría eso?.
-Con el ladrón queriendo verle el rostro otra vez, aunque vaya a morir.
-Se cuenta que en las noches se puede ver a una flor emerger en donde no llega la luz del sol. Justo en donde el Rey les atravesó juntos.
Mi cabeza es un hervidero.
¿Por qué le pregunte eso?.
A mi no me importan sus historias, sus fantasías ni como terminan estas.
Cada que inicia prefiero apretarme la cabeza con el lastre de almohada que tengo, tan delgada que la cabeza me duele. Ella está en su derecho de tejer tantas telarañas quiera, de envenenar las mentes del resto....pero me está alterando saber que me he dejado trastornar por su voz.
Ella no es nada para tener ese efecto en mi.
Nightwing está loca.
Mañana me largo.
Ya no la volveré a ver.
Mi corazón palpita angustiado, no por saber que apenas ponga un pie fuera de este sitio abandonado de la mano de Dios: Podrán desangrarme, venderme, mutilarme o algo peor si me dejo atrapar.
Mi angustia viene de ya no verla.
Eso está mal.
Librarme del médico Kelpiax Clayton fue peor de lo que imagine. Pensaba firmemente que el galeno era solo un hombre ambicioso que quería sacarme dinero para comprarse batas nuevas o por lo menos alguna cosa útil para el consultorio: resultando en que en realidad le importaba mi estado de salud.
Kelpiax insistía en que me faltaba una semana más de reposo absoluto antes de pretender hacer la locura que germinaba en mi mente, siendo palpable para cualquiera que tuviera dos dedos por delante.
Alegaba que las costuras se jalarían. Gritaba que las infecciones eran peligrosas. Trataba de hacerme razonar que lo mínimo decente que podía hacer era esperar a despedirme de todas las enfermeras que me atendieron, Kelpiax apostaba a todo cuanto pudiese ganar tiempo para retenerme.
Kelpiax estaba apostando a que Nightwing podría detenerme, apenas ella me dijera que me echara a la cama.
Yo sabía que Nightwing lograría retrasarme apenas me susurrara la orden.
Por eso mismo me iba.
Nightwing estaba volviéndose un peligro para mí.
No debo ser capaz de ver a nadie como un igual, como alguien idóneo de tomar el mando de amo.
No porque me fuera a echar a sus pies a suplicar por atención, por migajas mal dadas a todas las lamidas divinamente proporcionadas, rayando en la adoración: ¡Claro que no! Nada más lejos de la realidad; sino porque Nightwing era la mujer que no me pediría nada similar, como muchas otras me lo suplicaban.
Eso me destanteaba.
El incompetente hombre, con su angustiado rostro me suplico no pasarme por las zonas marcadas con listones azules ya viendo que me iría si o si.
Kelpiax ni siquiera me cobro.
ÉL era el único que se daba una idea real del porque termine en su pueblo.
Soy parte de la firma de Owtlas, enemigos de la firma La Corte y la firma Jordan y por supuesto que buscamos constantemente eliminar al resto de la competencia.
¿Por qué nos matamos los miembros de tan respetadas organizaciones?
¿Por qué nos metemos en una ruleta rusa, teniendo tan buenos ingresos, trabajos, familias y amantes?
Es censillo.
Victoria.
Nos regimos por el principio básico de supervivencia: elimina al riesgo y nadie será capaz de tocarte.
O al menos me resultaba así de simple hasta hace tan poco.
-Se supone que tendrías que estar allá dentro. Eres tan tonto Ricardo. El conteo de vino está retrasado por tu culpa, haber como te la libras de Raphaelo.
-Diciéndole que Kelpiax estaba enseñándome medicina.
-Allí sí que le vas a dar un motivo para que practiques lo que has aprendido. Te dará una paliza, que dudo mucho que puedas recomponerte tú solo. Admite, Ricardo, que incluso tú mereces un descanso. Que tienes límites.
-Ves algo que no existe, Nikkie.
-Raphaelo marcara en esta ocasión la cara.
-¿A mí o a Kyoya?.
Me han confirmado lo que ya sabía.
Nightwing está loco.
Un diablo maltratado y optimista, la peor escoria que podría existir.
Un paria al que yo deseaba seguir echándole el ojo.
¡No me entiendo!
Esta dándome coraje el contemplarlo. No es como si nunca viera las manchas difuminadas sobre la piel, en unas ocasiones con mayor rapidez que en otras.
Nightwing entra en una casa marcada con un listón azul.
He descubierto que los listones azules pertenecen a los sectores protegidos por el mando de Raphaelo Gucci.
Un hombre cuya valía es menos que la suela de mi zapato. Dudo mucho que pueda hacerse de alguien como Nightwing.
No lo digo porque ella sea él, sino porque Nightwing es una rara cosecha resultando un misterio de careta sonriente y vació obvio. Quizá fuera porque le han obligado a vestir de mujer, a comportarse como una en medio de tantas putas.
Si Raphaelo no se cuida, Nightwing aumentara su pestilencia.
-Había escuchado que te largaste.
Saltó sorprendido por la silenciosa presencia de Nightwing.
¿Cuándo se acerco?
Luce diferente. Ya tendría que acostumbrarme.
Hoy no trae ningún moretón. Hasta ese vestido largo le sienta pésimo.
-Nightwing, hola. ¿Ocupada? Me habías dicho que serías mi guía por el pueblo apenas saliera del hospital.
-¿A si? No lo recuerdo. Pero se arregla. Más tarde, Red Hood. Tengo el tiempo estrangulándome.
-Por supuesto.
Tengo que moverme. No dejare que Nightwing me encuentre de nueva cuenta espiándolo.
Ese hombre se ofendería muy pronto.
¿Qué pensaría cuando sepa que la oferta sobre ser mi sirvienta sigue en pie?
La imagen de Nightwing recibiéndome, embutido en un traje femenino que le quedé mucho mejor, sacándome el saco de los hombros en la noche y procurándome la comida caliente, me estremece.
Me resulta extraño pensar que estoy ilusionándome y emocionándome con una quimera que no se hará realidad.
-¿Red Hood tan pronto para el recorrido? Bueno, tienes suerte, acabo de desocuparme: sólo déjame avisar a alguien que llego tarde y salimos.
-Estas bien loca.
-¿Y ahora que bicho te pico para estar alterado?
Nightwing está comenzando a hacerme pensar que es mago.
Él maldito aparece cuando no lo espero y a donde creo que le costara llegar.
Definitivamente el que se cambiara de ropa, fue lo mejor. A Nightwing le lucen los vestidos cortos de corte “a” y a la vez de tela sencilla, ajustados justo en el pecho: marcando los falsos senos, realzándolos y evitando la atención en la espalda y mejor detallar en esa cintura estrecha para terminar en esas deliciosas piernas.
El que sea un hombre tan poco femenino que finge ser mujer sólo lo hace deseable.
El que no se preocupe por tonterías tradicionales, me bombea por las venas hasta entumecer el cerebro.
Me provoca no saber cómo responderle.
Sigue apestando a podredumbre: huele a castigo y reprimendas, ha pasado e inocencia. Nightwing es un misterio al que deseo cercenar hasta saber de dónde ha salido.
Eso puede arreglarse.
Sin embargo, Nightwing no ha dejado que mis amenazas le asalten: me da la espalada con la misma confianza con la que me atendía en el hospital, aun sintiendo el filo del bisturí entre mis dedos y viendo el brillo reflejado en mis ojos; Nightwing me toma del hombro con un apretón amistoso, conduciéndome al otro lado de la calle y sigue ignorado mis ansias de hacerlo trizas.
¡Quiero matarlo!
¡Este hombre me desespera!
¡Él sólo me sonríe!
Inconcientemente jalo en mi boca una mueca parecida a una alegría.
Seguidamente me golpeo en el rostro, con tal fuerza que me abro una herida ínfima. Sangra por ser una zona escandalosa. Cualquier rasguño y un fino hilo escarlata correrá a la barbilla.
¡Nightwing me hizo tratar de reír!
Ya lo he dicho, Nightwing es el único que me podría significar algo: lo que sea: odio, vergüenza, tristeza, cariño.....cariño.
Y me ha costado repetir la última palabra...aunque fuera para darme cuenta de mi propia incredulidad.
Aprieto los labios, me encajo los caninos hasta probar el metálico sabor de mis mejillas internas. Encajo con fuerza los dedos en mis sienes, siento la sangre abalanzarse con mayor rapidez por la presión que ejerzo.
-¡Red Hood!
Grita Nightwing y me aleja la mano con un manotazo enojado. Se apresura a verificar que no se trata de algo que Kelpiax tenga que atender.
Nightwing es tan capaz de llevarme a rastras al hospital por un rasguño, si es lo que él quiere: si es lo que él considera que necesito.
Vuelvo a golpearme la cara.
Nightwing salta espantado porque sencillamente no se esperaba que lo volviera a hacer, cuando él me estaba gritoneando en voz apagada lo brusco que era conmigo mismo.
¿Pero cómo evitarlo, cuando te descubres feliz de que se preocupe por ti?
De que alguien se preocupe de uno.
No es bueno verlo así.
Mis orbes tendrían que dejar de analizar sus movimientos; debería dejar de encontrar bonitos los jiros que sus manos hacen al hablar.
Ya no lo volveré a ver.
Mi piel deberá de olvidar lo que siente al sentirlo cerca. Me avergüenza saber que su calor me es necesario.
Dejará de existir en mi mundo. A donde voy, él no es capaz de entrar.
Y así está bien.
Lejos es mejor.
-Mira lo que te hiciste, Red Hood.
-Más bien lo que me has hecho, Nightwing.
Hasta sus reclamos me parecen tiernos, hace un mohín con la nariz.
Otra cosa que encuentro emotivo en Nightwing: es su boca, tierna fruta lisa y parece casta, es ambrosia de lluvia roja....embriaga justo igual que sus palabras.
Tengo la certeza de que sabe bien.
Ya la probé.
Nightwing me saco del mar. Me dio oxigeno. Se encargo de sacar el agua de mis pulmones. Se tomo la tarea pesada de mantenerme con vida hasta llegar conmigo al hospital.
Él me cargo desde la orilla.
Y no pienso agradecerle.
No lo hice en su momento. Ahora no tiene caso. Ha pasado demasiado de eso.
-¿Qué has pensado de mi oferta? Nightwing, este es un pueblo en medio de la nada. No importa cuánto lo recorra o te empeñes en hacerlo un cuartel contra los poderosos dragones: sigue siendo en todo caso, el establo mal armado de una casita.
-Red Hood, eres tan cruel. Este es mi hogar. Aunque algunas veces e querido irme, la idea se va tan pronto viene.
-Te ofrezco trabajo. Tendrás techo. Necesito que mi sirvienta este a mi disposición. Vivirás conmigo. Tendrás el departamento en orden. Y a excepción de algunas ocasiones en las que te pediré que no regreses hasta dentro de tres días, no vivirías mayores altibajos.
-Tu ofrecimiento asusta.
Nightwing retrocede.
No estoy dispuesto a irme sin él.
-¡Nightwing! Sabes que no me gusta gritar, que detesto tener que tocarte y ¡Mírame! ¡Estoy apretándote por los brazos para que me veas! Tienes que venirte conmigo.
Mi desesperación es palpable.
No quiero que muera.
En este sitio se terminará por pudrir. Nightwing será un insecto perdido en el mundo. Uno más tan bello e insignificante, que sólo un par de personas pudieron apreciarlo.
No lo deseo.
-¡Red Hood!
Ni sus jaloneos o golpes me obligan a soltarlo.
Sus gritos embravecidos me arden en la boca y sangran los oídos. Me acribillan con fuerza y algo profundo escoze mis ojos.
Esta claro que quiero llorar.
Siento que Nightwing me rechaza.
Me mata el imaginar que no quiere estar conmigo.
He descubierto que lo quiero para mí.
Y no renunciaré a ello.
-¡Van a arrasar con el pueblo! ¡Trata de entenderlo, Nightwing! No quedara nadie en pie. Las llamas consumirán hasta el último madero. Los animales escaparan y serán cercados por las balas. No quedara nadie. ¡Nadie! Todos tienen que morir. Han visto mi rostro.
-¿Planeas tratarnos como ellos?
Cuestiona Nightwing logrando zafarse de mi amarre.
¿Tratarlos?
Sigo diciendo que Nightwing está bien loco, pero es el infame enfermo al que deseo tener.
No puedo evitar pensar que hubo una época en la que yo estaba en su posición.
He llegado a la conclusión de que Nightwing es lo que se considera clínicamente como paciente con doble personalidad.
Solo existe esa conclusión para sus cambios de gustos, para sus actitudes: Sus espacios en blanco en la memoria y sus percepciones alteradas de lo que el resto de nosotros hace.
El tiempo se agota y no he podido comunicarme con Owtlas, en cualquier momento Jordan hará de este pueblo su pateo de juegos.
Trato de encontrar a Nightwing.
Lo busco en cada sitio, es bueno ocultándose cando así quiere.
No es momento para alabarlo.
Sólo me falta revisar la casa principal. Esa que le pertenece a Raphaelo Gucci y en donde estoy seguro lo encontraré.
El prostíbulo es tan común y corriente que tengo que admitir que tendría que ser, por desgracia: el sitio predilecto de Wilson para divertirse; El infeliz sujeto pertenece a Jordan.
Como temía, el enemigo sabe que sigo con vida: todo el tiempo lo supo. Ahora no es solo una corazonada, sino una certeza.
Las cosas solo están complicándose.
No tendría que haber abierto la puerta. Juro que no tendría que haberme aventurado a buscarlo.
Correrá sangre antes de tiempo.
Nightwing está en el suelo y Wilson Slade lo observa. Al que juzgo es Raphaelo, continua posando todo su peso en la pierna que aplasta por la espalda a Nightwing.
Esta torturándolo de manera amable.
Wilson y Raphaelo no se han percatado de mi presencia. Están ensimismados tratando de hacer que Nightwing les diga en donde estoy.
Más a lo lejos, observo el cadáver de Clayton Kelpiax.
No es momento para ver lo que mi existencia les hace a las buenas personas. En primer lugar ellos no debieron de involucrarse conmigo, nunca se los pedí: ellos eligieron ayudarme, eso fue bajo su propio riesgo.
¡Quiero creer mis palabras!
No sabes cuánto deseo creerlas.
La gota de vino que resbala por los labios de Wilson, es la misma que se retuerce en mi piel helada de rabia.
El grito de Nightwing es el mismo que se ahoga en mi garganta.
La fuerza de Raphaelo es la que tensa mis puños y hacen temblar a mis músculos.
Tengo que creerme y no traicionarme.
-No sé dónde está. Creo que Kyoya lo vería hoy después de mi. Ya suéltame por favor. Por favor, Raphaelo. Duele demasiado.
¿Quién es Kyoya?
¡Suéltalo animal! El brazo cederá en cualquier instante.
¡Por eso le dije a ese tonto que se viniera conmigo!
¡De haber accedido no le estaría pasando esto!
Yo lo hubiera evitado.
Lo hubiera cuidado.
-Ricardo, aquí el caballero desea saber a dónde se fue ese hombre. Todos saben que eras quién lo atendía en el hospital. Aún a costa de los problemas que te traía hacerlo.
-¡Raphaelo! ¡Ya! Me duele demasiado, suelta el brazo. Lo cambio por el izquierdo o la pierna. Incluso una costilla o dos. Sabes que ocupo el brazo derecho.
-Ricardo no estás en posición de negociar.
-Que sean tres costillas, Raphaelo. Te lo suplico.
-¿Tan importante es el extranjero, Ricardo?
-¡Es que no sé donde esta! Se fue hace cuatro horas. Paso a despedirse de mí.
Nightwing mentía.
Estuve con él hace cuatro horas y es cierto, varios testigos nos vieron pasando pero después de eso, nadie supo que estuvimos dos horas más juntos.
Nightwing estaba encubriéndome.
-No me dijo nada. Tampoco a donde iba. Sólo me ofreció trabajo. Claro que lo rechace, Raphaelo: Kyoya y yo te pertenecemos.
-¿Que desea hacer, señor Wilson?.
-Llevármela.
Maldije a Slade tanto que su madre debió de retorcerse en el averno.
-Es importante para él. El sujeto no hace cosas innecesarias. Lo único excesivo que le conozco, fue volar en pedazos el muelle con él de dispositivo. Si no sirve de carnada, igual resulte buena inversión.
-Él no me buscara. Red Hood es un mentiroso y yo soy su más grande mentira. Él se fue hace horas.
Nightwing no estaba esperándome.
Nightwing daba por perdido todo.
Nightwing me regalaba la oportunidad de sobrevivir.
Y antes de darme cuenta, acepte su obsequio.