El cuerpo me duele aun.
La cama a pesar de ser cómoda, es tan suave que no le da ningún soporte a mi herida espalda. Me mal logra el sueño y la recuperación.
El haber vivido tantos años con Raphaelo no me acostumbró lamentablemente a estos tratos. Soy demasiado delicado para mi desgracia. Es hora de admitirlo.
Me tiento el brazo y verifico mis reventados labios.
Slade es una bestia.
E intentado encontrar algo positivo en él. En serio que he intentado comprender sus enojos y sus ironías, incluso he buscado las cosas que le ponen de buen humor: fracasando inmensamente.
Pareciera que Slade no tiene nada. Ningún punto débil que pueda apretar.
La primera semana me debatí como animal enjaulado, peleando como fiera boca arriba: arañando todo cuando osara tocarme y ¡Nada! Me redujeron con facilidad, con malicia: me humillaron.
Prometí venganza.
Ahora bien, existe un enorme trecho para hacerla realidad.
Slade me usa a entero gusto. Me hala, me tira, arroja, levanta, corta, pega, convierte, destaja y transmuta a manía llena.
Me viste como le plazca: vestidos largos o cortos, pantalones o shorts unas veces cortes elegantes y en otras: baratijas vulgares. Me calza o descalza, me embute en faldas o pantalones; aunque ganarme la ropa fue un lujo, al que prefiero borrar de mi memoria.
Hoy es un mal día.
Slade ha decidido que sería una buena compañía para ir a ese sitio, un lugar en donde se reúnen gente de su misma calaña: no entiendo muy bien.
-Avecilla.
Me llama Slade, él sabe que tendrá suerte si desvió mi rostro para verle: la calle me es sumamente interesante en el transcurso del camino: aunque le prestó atención, no soy tonto, cualquier información es crucial para mí; no hay cosa que le disguste más a Slade que ignorarlo.
Y finjo hacerlo.
Me divierte.
Soy del tipo de individuo que se divierte molestando a los demás; orillando a otros a realizar su voluntad y el no lograrlo con Slade Wilson, me enfurece.
Me irrita al punto de insistir hasta conseguirlo, aunque eso signifique un costo.
-Habrá dos miembros de Outlaws. Quiero que luzcas tan miserable que te den el Oscar a mejor actor.
-No tengo que esforzarme, Wilson: ya soy miserable.
-No estas entendiéndome, estúpido: apenas te diga grita, lloras: si digo “caite”, suplicas; es sencillo. Llama la atención de Outlaws.
-Demasiado obsesionado por encontrarlo. Acepta que Red Hood no volverá a aparecer.
-Sólo han sido dos años, un hombre se muere en dos años pero revive a más tardar en cinco: si no sucede, pues: sólo te quedan cuatro años. Disfrútalos.
-¿Contigo? Es imposible. Si miro al cielo, te encargaras de ponerme un paño en los ojos, si me quito la venda y vuelvo a observar el limite azul: me sacaras los ojos allí mismo; Si disfruto de hacer algo con mis manos, me lo prohibirás y como soy terco, las amputaras para que no vuelva a desafiarte; Me quedaran las piernas, si intento escapar ahora ya no sólo me las romperás, las dejarás pegadas a mi cuerpo pero tan inservibles y deformadas que yo mismo las cercenaré para ya no verlas. ¿Disfrutar? No hay forma de que pueda hacerlo.
-Me conoces. Es bueno ver que entiendes tu posición, mi avecilla.
El bastardo suelta una carcajada.
Ahogo un sollozo, y parpadeo rápido para que el escozor en mis ojos se pierda y no me corra el maquillaje, un gusto estúpido que el bastardo tiene.
Claro que sé mi posición: Soy la carnada que Wilson usa para intentar dar con Red Hood, aunque Slade mismo sabe que nunca más lo volverá a ver.
Slade sabe que soy inútil para tal propósito.
Por el contrario, Slade Wilson busca otra cosa conmigo. Por instantes creí que era diversión, que encontraba bonita y entretenida la forma en la que me retorcía cada que trataba de agarrarme o que evitaba gritar cuando me rompía.
Pero no, Slade me retiene por otra razón.
Una que no comprendo pese a esforzarme.
Cuando llegamos, ni la opulencia o la maldita calidad del banquete me deslumbró.
Si eres de los que las perlas y el oro le hacen mil vueltas la cabeza, no durarías ni cinco minutos con los tiburones que intentan a menudo hacerse de tantos ejemplares como yo.
Y allí están, los integrantes de Outlaws que Slade me decía, pero se ha equivocado: diviso a tres hombres que hablan entre sí.
Ya me acostumbre a identificarlos, además de que los malditos se distinguen por llevar una nota musical en la corbata, un sol de oro. Esos bastardos que observan con el rabillo del ojo a los candidatos viables para hacer negocios.
¿Celos?
Puede ser, es muy seguro que les envide; ellos están allí, parados con sus copas con elíxires caros, con las lociones desprendiéndoles de la piel, con su fina tela cubriéndoles la carne...sin preocuparse y yo, yo que aspire una vez a ser lo que ellos: sólo estoy como la avecilla de Slade.
Hasta un ignorante como yo puede darse cuenta que esta reunión no es normal, hay demasiados individuos mezclados, tratándose con falsa cordialidad.... Una amabilidad que me asquea. El aire denso me lo dice y resulta ser, que esté es un muy buen soplón.
Slade aprieta mi mano con tal fuerza que escucho a mis dedos tronar, es una inequívoca señal de su orden. Muerdo mis labios, quiero negarme cuanto pueda. Es humillante arrodillarse ante suyo.
Sólo me arrodille en una ocasión y Slade no es merecedor de tal muestra de afecto. El postrarme tiene significados profundos, admirables, amorosos y nobles pero Slade quiere verme hincado, pues significaría su victoria, mi derrota....seria como si el esclavo aceptara a su amo tras tantos azotes y que por miedo al dolor, le besará los pies.
Vuelvo a morder mis labios.
Los ojos chispeantes de Wilson me gritan que le obedezca.
Hay una balanza poniendo en peso el orgullo y la supervivencia.
Mi pecho se inclina indiscriminadamente.
Siempre me he considerado un tonto.
-Oblígame
Le digo seguro.
Veo su furia, su diversión y sé que me va a doler.
Puedo incluso deleitarme por adelantado de seguir siendo el único que ha podido hacer a Slade Wilson desatinar.
Su mano se alza por sobre su cabeza y se descarga en mi rostro, el impacto me tumba.
Quiero reírme.
Si lo hago, Slade se enfurecerá y francamente es lo que deseo.
Moriré en tan poco.
Yo soy un tonto pero Slade es el bufón más grande que se haya conocido en la tierra.
Mis piernas se estiran tratando de ayudarme a levantar y Slade pisa mi tobillo: obvio gritar, la satisfacción de cantar es sólo para mí. Solo y enmascarado, es mi voz la que se ha de esconder.
¡Vamos bestia, hazme trizas!
Slade sabe lo que grita mi mente. Slade no necesita escucharme para saber lo que mis ojos le aúllan. Esa es mi ventaja.
Te arrepentirás tan pronto veas el rostro de repulsión de alguien, de quién sea que repruebe tu disciplina pública.... Te girarás a mí, para luego verme sonreír ; no logró entenderte Slade Wilson, llegas a avergonzarte de los actos que tanto presumes.
Pero soy tu perdición… ya lo juré.
Te lo cumpliré.
Aunque no sé si de hacerlo, me condené a tu mismo destino.
-Te encariñaste. Wilson, eres patético. ¿Quieres que solloce?...pero si lo hago, llorarás conmigo. ¿Los convencerá eso?... Quizá si me azotas contra la pared, me facilitarías las cosas. Le daría realismo.
-Te crees tan listo, Avecita. Habrá que probar algo nuevo. ¿Cuánto puedes aguantar besarle?.
¿De qué está hablando?
Tiemblo.
Slade me jala con fuerza, asegurándose de que no me escapare de su acero a mi carne. Cosa innecesaria. Soy del tipo de idiota que no se escabulliría nunca, de esos cuyo sentido de auto preservación se encuentra por muy debajo de lo normal.
Me besa.
Mi cuerpo se estremece.
Es la primera vez que sus asquerosas espinas se clavan en mi boca.
Mi reflejo es pelear, removerme, manotear aunque sea con sólo una mano. No me importa el dolor, no así el miedo de ese toque íntimo.
Entre abro mis ojos, necesito saber el punto exacto para golpear la sien, esa siempre es el punto sensible más desprotegido y que pienso aprovechar para liberarme.
¡Mis pies tiemblan! Me quedo sin aliento y no es porque Wilson este devorándome sin permitirme respirar, mi pasmo viene de la sombra que nos observó unos instantes.
¿Por qué parece que el destino se empeña en hacerme difícil la vida?
¿Y por qué me empecino en quejarme?
¡Estoy pálido! Lo sé, pues mi temperatura ha descendido hasta sentirse helada. Mis dedos usualmente tibios, resienten la sobrecogida.
¡Estoy viendo a Red Hood!
Su figura ahora pulcra y firme se pierde tras una puerta.
¡Ese idiota apenas y me ha mirado!
Enojado, me desquito con Wilson.
Ya el golpe no es por sobre vivencia o espanto, ya ni siquiera trato de defenderme.
El golpe a su sien me ha dolido incluso en el puño. Jamás había golpeado con tanta fuerza, me sorprende que Slade siga vivo, de pie y tentando el fino hilo escarlata que le hice.
¡¡Esté hombre es de roca pura!!
-La humillación es nueva para ti ¿Verdad, avecilla?
-Imbécil.
-Ni te limpies los labios, avecilla. Te falta atender a varios socios.
-Ellos ya tienen a sus acompañantes Wilson, yo estoy fuera del menú y gracias a ti.
-Pero hoy he decidido que ya no eres más materia privada.
-Voy a matarte apenas pueda.
Le aseguro y él sabe que tendrá que cuidarse de ahora en más cuando duerma, si es que puede conquistar el país de Morfeo.
Le dejo con la palabra en la boca.
Tengo que encontrar a Red Hood. Al menos de que este volviéndome loco y le haya alucinado.
Los pasillos de cantera se difuminaban por la neblina que atacaba a las dos de la mañana, un hielo seco para dar ese efecto macabro mandado a pedir por un tal Hall Jordan. Las estelas azuladas de los focos se volvían puntos casi insignificantes desde la vista de Red Hood, o eso me parecía, pues tanteaba como si estuviera perdido.
Le seguía de cerca: los nacarados recovecos eran una bofetada a mi dulce cara de muñeca de porcelana rota, sí, porque para nadie es un secreto que yo era la marioneta trizada de Slade; pero le perdí, en algún punto o esquina....lo perdí. Red Hood desapareció como si en realidad no estuviera.
¡Grandioso imbécil!
Debí suponerlo.
Yo ya sabía que él no me recordaba. Que tendría suerte si es que me dedicará un segundo de su pensamiento una vez le diera mi vida.
Para alguien como Red Hood, la perdida es necesaria y rutinaria; Red Hood sería un verdadero imbécil si es que le da importancia extra al despojo: se volvería loco entonces. Y Red Hood siempre me ha parecido de los astutos.
Su vida personal y triste, no tendría sentido si se atrofiará con algo tan banal como el afecto al objeto. De entre todos los adjetivos calificativos que use y usaré en Red Hood, afectivo y acumulador: no están en la lista.
Aunque me duela.
Aunque haría cualquier cosa por cambiar eso.
Quiero alcanzarlo.
Voltearlo y besarlo.
Si, besarlo: aunque suene raro viniendo de mí.
No soy soñador, ni realista: Sino un cuentista. Eso me hace ser diferente.
Soy libre de creer en los finales descabezados y desesperados, de giros triunfales y extraños: porque ser un cuentista te da pase libre a saber que lo real es muy irreal y feo: y que la fantasía, lejos de ser la idealización que ya se sabe es, se trata de la realidad suavizada en todos los aspectos por ver.
Y estoy llorando.
No sé la razón.
Me cuestiono angustiado.
No sabía que dentro de los hoteles lujosos llovía. Tendré que quejarme a gerencia.
Sólo los tontos pagan tanto por tan mal servicio.
Y está claro que Slade es el bufón tercero de esta obra.
Me hago bolita en el piso. Llevo mis brazos a los hombros contrarios y formo una cruz, quiero abrazarme….justo a como él me abrazaba en la oscuridad, envolviéndome hasta que el intenso dolor de las reprimendas del bestia de Gucci pasaban.
Y me río.
¡Este sitio va inundarse!
Me duelen los labios.
He vuelto a romperlos.
Quiero ser cobijado.
Me recuesto en la pared fría y su helada cáscara es casi justo lo que necesito para sentirme igual de amado, a como si me estuvieran acogiendo.
Los mocasines salen volando cuando me los arranco, uno hace un sonido sordo. De seguro golpeando contra la alfombra a lo lejos y el otro, con ese le e golpeado a algo, apuesto a que es algún asqueroso busto de un tipo al que ni recuerdo a pesar de que me contaron su “gloriosa” vida en la mañana; lo dicho, los inversionistas me traen sin cuidado y con mayor razón sus vidas.
Hay alguien caminando, viniendo por la izquierda.
Pasará de largo.
Todos lo hacen. Nadie repara en alguien tirado, bueno, por lo menos no con buenas intenciones.
Golpeo la pared.
No duele como se ve. Sólo te rompes los dedos. Es soportable. No te mueres. No hay nada perforando un órgano, no están quemando el tracto respiratorio con agua, no te están lijado…. Sólo son unos huesitos que se regenerarán; aunque tengo que admitir que cuando pasaba, no dejaba de maldecir y llorar hasta que me cansaba de hacerlo…y eso me tomo mucho tiempo.
Y a pesar de que fue delirante y triste, que las burlas no menguaban y que parecía que el cielo no brillaba, siempre creía que al final de la madrugada: por ese mismo sitio por el que pasaban los rayos de luz melocotón y vainilla, arribaría una esperanza.
No sabré nunca en realidad que era aquello que me hacía pensar lo mejor del mundo, aun a pesar de que no exista en tal vida..
-¿Qué haces llorando en el piso? Ya se sabe que eres patética, yo lo sé. No tienes por qué enseñárselo a los demás.
No me canso de decir las ganas que tengo de matarlo.
Creo que por primera vez no voy a detenerme.
Ni siquiera por saberlo vivo, ni por tenerlo enfrente: ni siquiera por su ladina risita que me dice, que se burla de saberme hombre y seguir llamándome ella.
-Te odio.
-Nos odiamos. Eso no es nuevo, Nightwing.
-¿Qué es lo que tienes en la cabeza? ¡Maldito cínico! Bueno fuera seas de tal calaña, me traerías perdiciones distintas. ¿Qué cosa te he hecho? No me canso de preguntármelo.
Le relato furioso.
Mis puños duelen.
Siento como si estuviera reclamándole algo por lo que no tengo derecho, la piel me arde en llama extrañas que me impulsan a zangolotearlo.
Aunque no logró moverlo ni un ápice.
Me encuentro agitado y feliz, aliviado por verlo tras este tiempo.
Su vida me parece tan especial y tierna, de cierta manera quiero que siga brillando y a su vez, ser yo quién la extinga.
Sería como si tuviera algo propio por primera vez.
Eso es: Red Hood es mío.
Aunque Red Hood no lo sepa.
-¡Te odio!.
Quería decirle que lo amaba. Las palabras se agolpaban en mi garganta, pugnaban por salir de entre mis labios y carnes como si estuvieran en la ventana del castillo de Marsella o el baluarte de la isla Kulúa angustiadas por dar el último halito de vida en el tercer infierno.
Así se sentía mi aliento y carne, como si Red Hood y su presencia estuvieran quitándome vida, como si apretará mi cuello en la ruleta rusa, en vez de utilizar una bala.
Red Hood se convertía en mi verdadero verdugo y yo que siempre lo supe, sólo me quedó ser feliz por saberme el bufón que tanto me insistía en reafirmar que soy: Red Hood me puso Nightwing y tiene razón, soy el ave demente que se metió a su vida, soy el petirrojo que no puede volar.
-Iluso, monstruo. Eres vil y rastrero, Red Hood. No puedo decir que un animal ponzoñoso, ya que no es cierto, la aguja y punzón que han infectado mis carnes están hechas de un veneno más hostil que la de los mortales artrópodos que amas y que de buena mano sé tal gusto.
-Slade ha hablado de más.
-Tanto como si no. A leguas y de lejos se notan tus preferencias.
A Red Hood no le hizo desapercibido mi verdadero odio.
Le golpeo.
Yo ansío que fuera con la suficiente fuerza con la que recibí mi primer golpe en vida... El qué me arrojo a la alfombra, aquella que era la primera vez que le miraba el rostro idéntico al mío y que se quedó a solas conmigo, acurrucándome.
-Tengo que irme, Red Hood. Fue un gusto verte.
-No lo fue, Nightwing. Esperaba saber de ti...muerto. Quizá, encontrar algún miembro tuyo cercenado y olvidado en el primer sitio de mala muerte que pisara...de esos lugares olvidados por la mano de dios, creo que en una ocasión jure decir que el brazo que encontró Lucas Fox era el tuyo …Me equivoque: no por eso he de arrepentirme menos.
-Sí, claro era de imaginarse; tú no tienes corazón, Red Hood.
-¿Tú lo tienes, Nightwing? Los pájaros, los petirrojos no aman a nadie y no pueden amar, se la pasan regalando tantas sonrisas y amando a los ajenos de a ratos: que al final, no pueden amar de verdad.
Preferí dejarlo; irme de allí, correr... atravesar el ascensor abierto y oprimir el botón del piso en donde la reunión se llevaba a término.
Prefería ser el modosito acompañante del bastardo de Slade, antes de continuar hablando con Red Hood y tratar de herirlo como él mismo, me asesinaría a palabras...ambos atrapados en el juego insano de la hiel.
Esa costumbre la hemos empeorado.
Si en alguna ocasión tuve el fútil y vano sueño de que pudiéramos congeniar y hacer algo juntos, que a lo mejor: aceptar su oferta hubiera sido bueno, fructificando en una amistad seria y profunda, en vez del gesto de eterna incorrespondencia y duda que nos marca ….tengo que olvidarlo.
Es imposible.
Los sueños, las ilusiones.... Se llaman justamente así porque son eternos, por qué no se tienen. Porqué son bruma entre manos, porqué son el carácter de un niño.
No sé la razón de insistir con el tema.
-¿Tan pronto terminaste de hacer lo que tuvieras que finiquitar para haber dejado a mi buen amigo esperando?.
Ni cinco segundo han pasado de mi arribo a su costado, cuando ya Slade me está molestando con eso.
Mugroso animal.
Vengo de mejor humor de lo que pensé.
Ver a Red Hood me fue refrescante.
Me despabiló.
Siento el veneno recorrerme y es un combustible hermoso. Lo consumo rápido, con habilidad.
Y no soy ningún monstruo por eso.
Alimentarme de la ponzoña es natural.
Nadie puede juzgarme.
-Cállate, Wilson, el humor es lo que me falta ahora. La obediencia se ha ido y estoy bastante receptivo al dolor. Hasta puedo apostar a que disfrutaría de ti azotándome contra esa columna, de ti: intentando asaltarme mientras que lucho y fracasas. En serio, puedo asegurarte que voy a disfrutarlo. Siempre y cuando me alejes de las manos de los cerdos de tus conocidos. No nos hagamos tontos, Wilson: tú no tienes amigos. Socios a lo mucho y dudo que a tus conocidos en los negocios puedan ser llamados socios, pues eres un tipo que ve a todos por sobre la suela de su zapato.
-Me has sabido conocer, eso me gusta.
-A mí no. Conocerte es matarme, es .... Muy mala idea.
-No hay cambio en los planes, Muñeca: hay interesados.
-En los míos tampoco, Slade: soy masoquista.
-Lo gozaré.
-Los dos lo haremos.
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