Sehun le dio las gracias como un autómata. Giró en redondo y se fue a la calle. Nunca supo cómo subió a la moto y la puso en marcha con aquel ruido infernal que un día desataría la furia de un guardia de tráfico. Atravesó la ciudad y se lanzó a la autopista hacia el pueblo donde su hermano tenia la parroquia.
Como siempre, vio a Sung Yeol peleándose con la tierra. Así tenía él lechugas, tomates, ajos y hasta papas. Sung Yeol lo vio de lejos dejar la moto, saltar al suelo y quedar erguido como tantas veces.
- ¿No deberías estar en estos momentos en tu despacho de abogados?
-Es que vengo a contarte.
-Vaya, has descubierto algo más, ¿o es que has visto a otro fantasma?
-He visto al mismo y es Xiao Luhan...
-Vaya, querido Sehun, ¿y qué?
-Nada, Sung Yeol. Xiao Luhan es nada más y nada menos que el dueño de la agencia inmobiliaria Mondar.
-He oído muchas veces en la radio y en la televisión ese nombre.
-Es una agencia muy poderosa.
-Eso ya lo sabía, pero no porque Luhan estuviera allí, sino porque se sabe siempre quien tiene el poder y quien no lo tiene... Vamos, Hunnie, sentémonos aquí en la rectoría, que hace sombra. Y dime... ¿no vas a hablarle?
- ¿Crees que debo atreverme siendo quien es? Hay gente poderosa en este país y él es uno de ellos, porque si me hubiese dicho el portero que era un empleado... pero es el dueño junto con otro.
-Debe ser Kim Minseok. Un hombre muy importante, es divorciado y te lo digo porque cuando me hice cargo de esta parroquia, el antiguo párroco tenía una deuda contraída por una publicidad que había hecho indebidamente para unas fiestas, en fin, que tuve que visitarlos y no vi a Luhan, pero sí vi a un director que se apellidaba Dar, pero no era Minseok. Total, que después de suplicar, me perdonaron la deuda.
No los conozco, sé, eso sí, que es una empresa poderosa, pero por el hecho de que lo sea, no deja de ser un hombre que tiene un pasado contigo.
-Se habrá casado -dijo Sehun con amargura-. ¿Tú crees que con lo guapo que está, porque lo vi... y está guapísimo, masculino, elegante, bien vestido... no se habrá casado? Bah, se reirá de mí. Me da vergüenza, Sung Yeol.
-Parece mentira que te dé vergüenza. Esté casado, sea rico, sea guapo o feo, es un pasado que tú has conocido. Debes presentarte a él, debes afrontar el sí o el no, y, además, hablando con el quizás olvides, quizás ha sido algo que ha pasado a la historia...
-No, Sung Yeol, para mí jamás habrá pasado a la historia.
-Pero tal vez tratándolo de nuevo, pase a ser solo un recuerdo.
-Ya te contaré. De momento, mañana intentaré afrontar la situación.
Al día siguiente, Sehun atravesó como días antes, toda la cafetería. Era céntrica y estaba llena de gente. Unos hablaban, por un lado, otros se sentaban por otro. Había un grupo de jovencitas que parecían dispuestas a presentarse a un casting. Solía verlas allí de vez en cuando y sabía cuándo eran aspirantes a actrices o a cantantes, porque las oía hablar cuando entraba.
Aquel día no les hizo ni caso. Dentro de su traje gris perla, sin corbata, porque la llevaba en el bolsillo, con la camisa un tanto desabrochada, los zapatos brillantes y convertido en un hombre elegante porque lo era, se situó al otro lado de la barra. Y lo vio, como siempre, delante de una taza de café.
Lo contempló durante un rato. Ya no cabía la menor duda. Por eso giró sobre sus pasos y llegó hasta la esquina de la barra donde él estaba. Había un lugar vacío al lado. También él se sentó.
Primero no dijo nada. El espejo que tenía al otro extremo, reflejaba todo lo que ocurría a este otro lado.
Luhan miró distraído primero, luego sacudió la cabeza como si no viera bien, y después volvió a mirar.
Sehun lo miraba a él.
-No es posible -dijo Sehun. Y su voz era un tanto entrecortada.
- ¡No lo puedo creerǃ -replicó Luhan, porque era el, por supuesto.
-Pues créelo. Soy Sehun, el chico de la chatarrería.
-Ya -río discreto- y yo el hijo de los boticarios.
Luhan se volvió del todo. Apoyo los pies en el aro de la alta banqueta.
-Cuántos años, Sehun.
-Diez y cuatro meses, dos días y tres horas...
-Ja, ja -soltó la carcajada. Pero bajo aquella risa alegre y juvenil había como una lejanía, como si más que sorpresa, le causara indiferencia o quizás curiosidad-. O sea, que todo ese tiempo ha pasado... -dijo serio.
-Todo ese tiempo.
-Muy exacto lo llevas.
- ¿Es que tú no?
-Claro que no.
-O sea, que ni si quiera te acordabas de aquel Oh Sehun que tenía 20 años cuando te cortejaba.
-El tiempo no pasa en vano. Sehun, lo sabes mejor que yo.
-Claro que lo sé. Nunca pasa en vano... ¿Te has casado, Luhan?
- ¡Qué preguntaǃ
-Es una pregunta como otra cualquiera, pero si te parece, no contestes...
- ¿Tan poca es tu curiosidad?
-No, es mucha.
-No. No me eh casado, no soy de los que se casan, Sehun. En eso, ya ves, si eh cambiado, en las apreciaciones. El futuro que uno se marca a sí mismo, a veces cambia...
- ¿No me preguntas si yo me casé?
-Pues no. No siento ninguna curiosidad -y mientras hablaba extraía de su estuche un cigarrillo. Sehun hubiera jurado que los dedos le temblaban perceptiblemente-. ¿Fumas?
Sehun asió el cigarrillo sin responder. Se apresuró a extraer el encendedor y se lo ofreció. Luhan se le acercó y hubiera jurado de nuevo que los dedos tenían cierto temblor.
-Se me hace tarde -dijo él.
-Me casé -dijo Sehun cuando el hacía ademán de tirarse de la banqueta- pero me divorcié.
-Qué bien, con esto del divorcio de ahora, la gente se separa cuando le apetece. Se me hace tarde, Sehun.
- ¿Podré verte en otro momento?
-Estoy tan cargado de trabajo que no te lo puedo asegurar.
-Vives en Seúl.
-No -pero no dijo donde vivía.
Aquel día se separó de Sehun sin darle la mano. Con un adiós pasajero.