Su hermano lo miro desconcertado. Sehun estaba loco. ¿Por qué quería saber dónde vivía Luhan? ¿Qué ganaba con ello? Le parecía que el pasado no podía renacer entre ellos.
-Te lo aseguro, Sung Yeol. Mañana lo sigo para saber dónde vive.
-Pero estás loco, lo que tienes que hacer es olvidarlo, ese hombre no es para ti, por muy apoderado del banco que seas y muy licenciado en Derecho, nunca podrás llegar a él. Olvídalo.
-No. Antes quiero saber dónde vive, cómo vive y qué hace además de trabajar en la agencia.
-A juzgar por el café que toma a las tres y pico, viene todos los días...
-Es verdad, pero mañana lo sigo.
-Pero Sehun, no seas necio. Olvídalo... Vas a hacerte daño sí sigues así, es evidente que tu sentimiento está claro, pero ignoras que siente él.
-Juraría que se asombró cuando le dije que había ido seis días después a preguntar a sus padres por él. No supe si se lo habían dicho o no... Creo que no. Yo lo conozco bien y Luhan es una persona sincera, incapaz de mentir. En sus ojos se reflejaba un asombro indescriptible... Lo que nunca comprenderé es por qué solo por seis días de ausencia, en los que no le di explicaciones porque no podía, estaba agobiado y desesperado, él me abandonó sin dejar rastro de su persona. Si sus padres lo sabían, que no cabe duda que lo sabían, nada me dijeron y me despreciaron olímpicamente. Supongo que, conociéndome, sabrás que recorrí medio mundo para encontrarlo. Las vueltas que di por Seúl y por las universidades no te las imaginas. O estaba muy oculto o estaba a la vista y no di con él. Todo esto lo ignora Luhan.
-Pues si lo ignora, díselo, síguelo, me parece natural que lo hagas, y una vez le hayas dicho todo esto, si la reacción es negativa, olvídalo, no te queda otro remedio, o sufre en silencio si es que te gusta ser masoquista...
A la tarde siguiente, después de pasar largas horas de nerviosismo, de haber comido en la noche con su hermano y de haber oído sus consejos, razonables siempre, Sehun espero a Luhan. No entró en la cafetería, no habló con él. Se quedó afuera del estacionamiento del edificio donde se halla ubicada a la agencia Mondar. No sabía si estaría allí adentro, pero conocía bien su automóvil.
Las tardes eran muy largas y a Sehun esta le pareció interminable. Cuando vio que el auto desembocaba por la salida del estacionamiento, salió presuroso, montó en la moto y siguió a Luhan. Al principio, los muchos autos que cubrían la autopista no le permitían ver bien el deportivo rojo descapotable, pero a medida que avanzaban, se hacía más nítida la matrícula de aquel descapotable que el sol iluminaba.
A la entrada de Alcalá de Henares, lo vio torcer a la izquierda, tomar una carretera vecinal y avanzar por aquel lugar desconocido.
No se alejó demasiado. Enseguida vio como el automóvil se detenía ante una verja muy ancha y vio también como el automóvil cruzaba aquella y se adentraba en una carretera de lo que parecía ser una gran propiedad.
No vio ninguna casa, así que se bajó de la moto, la estacionó entre los arbustos y caminó. No sabía lo que perseguía, pero estaba seguro de que al final encontraría lo que buscaba.
No fue fácil saltar la verja, pero él lo hizo y caminó por la carretera asfaltada bordeada de árboles por ambos lados. Caminó mucho. Si pudiera contar, diría que más de dos kilómetros.
Por fin vio un palacete, un gran jardín y una piscina a cada lado de la casa. El auto de Luhan se hallaba estacionado ante el mismo garaje. Sehun titubeó. Era adentrarse demasiado en una vida ajena, pero él se consideraba parte de ella. Además, intuía que los padres de Luhan se habían ido al otro mundo sin confesarle a su hijo que él había llorado delante de ambos pidiéndoles razón del paradero de Luhan.