Un suave suspiro abandonó mis labios. Llevaba toda la tarde en aquel acogedor sótano rebosante de recuerdos y sentimientos.
Me estiré como un perezoso gato buscando una posición más cómoda. Mis oídos se llenaron de un silencio interrumpido únicamente por mi respiración.
¡Por lo más sagrado!, cuan patético me había vuelto. Las lágrimas se amontonaron en mis ojos luchando por salir mientras un fuerte nudo se aferraba a mi garganta.
-Saru~-susurré.
Aquel al que tanto había amado… ya no estaba a mi lado… y probablemente ya jamás lo estaría. Todo era mi culpa.
Mis actos egoístas me habían conllevado a la indiferencia… cada vez más lejos… sin darme cuenta que eso lo lastimaba.
Apreté mis manos en un puño intentando tragarme todo mi dolor.
Pero… yo no era el único culpable… él también lo era. Siempre fastidiándome y sus episodios de celos hacia Mikoto. Me crispaba los nervios su desconfianza… tal vez… después de todo… no éramos “él uno para el otro” como me había empeñado en creer…
Pero… ya nada importaba ahora… solo somos dos extraños que se conocen tan bien…
Las primeras lágrimas resbalaron rápidas por mis sienes. Un brusco jadeo escapó de mis labios mientras los apresaba entre mis dientes.
¿Cuánto había pasado desde su perdida, desde su traición?...
No estaba seguro, aunque, me seguía doliendo tanto como la tarde en la que me enteré. Lo recuerdo todo perfectamente… ¿Por qué lo hizo?, aun no estoy tan seguro, pero a pesar del amor que tanto le juré… no pude detenerlo…
Un sollozo interrumpió el duro silencio que danzaba a mí alrededor burlándose de mi soledad…
“Lo sé, lo que fuimos ya se nos fue,
pudo más el orgullo, pudo menos la fe.
Amar, es más que una sola palabra
es la diaria batalla que olvidamos ganar.
¿Fue él o fui yo?
Y ya es tarde para los dos.
Porque nos lastimamos, porque no lo escuché.
Porque él me dejó tan solo cuando más lo necesité.
Porque yo sé que fui muy frío, él me pedía más calor”
Mis lágrimas surcaban mis mejillas mientras mi cuerpo temblaba doliente como un niño muerto de miedo.
“Ya no sé qué debo hacer, si los culpables fuimos los dos”
Pero maldita sea, lo extraño; lo extraño como el infierno y no habrá nada que pueda llenar el horrible vacío que ha quedado en mi pecho…
-Mi~sa~ki~
Mi respiración se detuvo al escuchar esa melodiosa voz que reconocería entre miles.
Mi cuerpo se irguió sorprendida mientras un gemido se atoraba en mi garganta. Contemplé su lánguido cuerpo en la entrada del viejo sótano. Una sonrisa bailaba en sus labios.
Desesperado me levanté y a pasos agigantados desaparecí la distancia que nos separaba. Guiado por el impulso, eché mis brazos a su cuello en un agitado abrazo mientras mis labios buscaban los suyos. Saru, sorprendido, correspondió mi beso.
-Sigues siendo un llorón, Misaki.
-Idiota~
Esa tarde nos amamos hasta el anochecer sobre el mullido colchón que tantas veces me había visto anhelar ese momento. Sus frías manos recorrieron una y otra vez mi afilado cuerpo mientras nuestras bocas se fundían en una sola.
Sus rojos labios marcaron nuevamente cada centímetro de mi piel robando jadeos y gemidos de los míos. Su polla volvió al lugar donde siempre sería bien recibido y a pesar del dolor, no podría explicar lo que sentí cuando toqué el cielo en un pomposo orgasmo.
Mis gimoteos llenaron la habitación. Ya no estaba solo.