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Érase una vez por Lady Ozz

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Notas del fanfic:

Hola, soy nueva en esto, jamás había escrito algo, sólo para el colegio (>///<).

Las otras historias están en pañales, así que si tienen alguna sugerencia, no duden en comentar.

Puse una advertencia de lemon, pero no se si suceda (pervertiría mi infancia D:) (ahora lo saque no alteraré mi infancia, bueno... no tanto :3)

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, sólo los utilizo para dar vida a mis locas fantasías.

Notas del capitulo:

Bueno está versióm del cuento "La bella durmiente", está protagonizada por mi OTP MidoTaka.

Con respecto a la adbertencia de lemon, en esta no hay, pero no se que suceda con las otras historias ^w^

Sin más que agregar, los invito a leer.

El bello durmiente


Érase una vez en un reino muy muy lejano, un rey y su reina, quienes celebraban el nacimiento de su dulce ¿príncipe? Sí, la criatura conocida por todos nosotros como la princesa víctima del hechizo de una vengativa bruja, había resultado ser niño, pero la historia debe continuar y siendo niño o niña, el cuento debe ser vivido por alguien.


Retrocedamos un poco en nuestra historia. El nacimiento del príncipe era un acontecimiento histórico, todas las personas del reino fueron invitados a la celebración, entre los invitados se encontraban las tres hadas, quienes eran muy queridas en el reino. Sin embargo también había una bruja, la cual había sido invitada pero cuya invitación jamás llegó, ya que lamentablemente se había extraviado, esto detonó la furia de la bruja, ya que no sabía esto, y juró vengarse ante la ingratitud de los reyes.


El día de la fiesta todo el mundo se encontraba en el castillo, las hadas se encontraban dado su bendición al príncipe y cuando sólo faltaba una de ellas, la oscuridad se apoderó del lugar y la bruja se hizo presente.


-Con que osan ignorarme y no invitarme a la celebración del dulce retoño- dijo con cinismo, acercándose a la cuna del pequeño.


Los reyes, intimidados por la bruja se alejaron de la cuna y esta se descubrió al pequeño.


-¿Un niño?, según Disney debería ser una niña- dijo con fundida -bueno qué más da, ¿estaban dando sus bendiciones?, entonces permítanme, yo también quiero darle un regalo al pequeño.


-Por favor no lo lastimes- gritó la reina.


-Lo pensaré, pero es culpa de ustedes por ignorarme- comenzó a recitar el hechizo –“Vivirá plácidamente por largos años, no conocerá la maldad, sin embargo el día de su cumpleaños número 17 se pinchará el dedo con una rueda para hilar y entrará en un sueño del que jamás despertará.”- sonrió conforme, desapareció en una nube negra, la claridad volvió y el pánico se apoderaron del lugar.


-¿Qué haremos?- sollozaba a reina en el hombro de su esposo.


-Talvez tenga la solución- dijo una delas hadas, la que no pudo dar su bendición -no puedo revertir lo que la bruja hizo, pero puedo ofrecerle una alternativa- comenzó a agitar su varita y de ella salieron destellos -ya está pequeño- dijo sonriendo.


-¿Qué sucedió?- preguntaron los reyes al unísono.


-No pude revertir lo que le sucederá, pero le di una forma para que despierte, con el primer beso de amor verdadero, el amor es una fuerza sin igual y es la solución a la maldición.


El rey no confiaba en ello del amor verdadero, por lo que ordenó destruir todas la ruedas que hubiera el reino y dejar los restos encerrados en una habitación del mismo castillo cuya puerta jamás debía ser abierta. No contento con eso, también alejo a su hijo, llevándolo a vivir con las hadas en una cabaña en medio del bosque, a las hadas se les había prohibido usar magia, para evitar levantar sospechas y así mantenerlo a salvo hasta que cumpla los 17, sólo ahí saldría del bosque, y seria para contraer matrimonio con alguna princesa o príncipe de algún reino cercano.


Los años pasaron y Kazunari se convertía en un doncel lleno de vida, y de una belleza única, delgado, tez de porcelana, cabello azabache y ojos de un hermoso azul grisáceo. El convivir con tres hadas acostumbradas a usar la magia lo había convertido en un joven hacendoso y las torpezas de estas eran celebradas con carcajadas por parte del príncipe, quien aún no sabía de su origen ni mucho menos del destino que le esperaba.


Un día cualquiera, como siempre, fue a disfrutar de un poco de privacidad, aprovechaba los descuidos de las hadas para ir un lago cercano para meditar acerca de su existencia. Al no haber ningún otro niño con quien jugar, sus mejores amigos eran los animales del bosque con ellos jugaba y a veces hasta conversaba.


-¿Por qué no puedo salir de aquí?, ni siquiera me puedo acercar a la civilización- se cuestionaba recostado en el pasto con la mirada perdida en el cielo -¿Qué piensas búho?, debo estar demente, hablando con animales- se dijo a sí mismo.


De repente, un perro que encontró hace algunos años siendo un cachorro y que finalmente se había convertido el su fiel compañero, llegó hasta él con un elegante sombrero.


-Valla amigo, ¿de dónde lo sacaste?- dijo colocándose el sombrero -se imaginan, yo como un gallardo príncipe- dijo poniendo una pose que le quedaba ridícula.


Al rato el mismo perro volvió con una capa, Kazunari se la colocó esta le quedaba grande y sólo hacía que su apariencia fuera aún más graciosa. Tomó una rama como si esta fuera una espada y comenzó una serie de batallas imaginarias donde él era el vencedor. Tan sumergido estaba en sus fantasías que no se percató que unos ojos verdes lo observaban desde unos arbustos.


Embelesado por la belleza del pelinegro, no se percató que poco a poco se acercaba la esbelta figura que jugaba con la rama y no pudo contener la pequeña que se le escapó cuando el joven por poco tropieza con una raíz que sobresalía del suelo. El ruido emitido por el desconocido provocó el susto de Kazunari y, si bien no había tropezado con la rama anteriormente, esta vez no se salvó, iba de camino al suelo cuando sintió que unos fuertes brazos lo sostenían para evitar el golpe que se hubiera dado.


-D-disculpa, no quise asustarte- dijo sonrojado ante la cercanía del azabache.


Kazunari estaba un poco confundido, no sabía cómo reaccionar con la gente, sólo había compartido con las hadas y ellas… bueno ellas no eran normales, además lo consentían demasiado. Sin embargo una pequeña risita se le escapó al ver la adorable reacción del otro joven. Por segundos que le parecieron eternos, observó al hombre que lo tenía entre sus brazos; era joven, talvez la misma edad que él, pero más alto, mucho más alto, y de presencia más madura, tez clara, cabello liso de un singular color verde al igual que sus ojos, estos cubiertos por unos anteojos que le daban un porte serio.


El otro también se tomó el tiempo para apreciar al joven que sostenía y que ya lo había cautivados desde la lejanía, quedando prendado de sus ojos, unos hermosos ojos, no sólo sus color era bellísimo, también lo que transmitían inocencia, ingenuidad y una alegría contagiosa acompañada por la pequeña sonrisa que esbozaba.


-Jeje, tranquilo, no fue nada, ya puedes soltarme, gracias por no dejarme caer- dijo con una sonrisa.


-L-lo siento- tartamudeó el otro un poco avergonzado, soltándolo suavemente para luego acomodarse los lentes ocultando su nuevo sonrojo.


-Por cierto soy Kazunari, no te había visto por aquí- “De hecho no he visto a nadie más por aquí”, pensó.


-No soy de aquí, y además me desvié un poco del camino, y soy Shint… Shin- no podía decir su nombre completo, si él no lo reconocía con verlo, no quería que lo reconociera su nombre, quería ser una persona normal con este joven, quería que lo tratara como su igual.


-Shin… entonces será Shin-chan- dijo con una enorme sonrisa.


-Po… por favor no, sólo Shin- dijo avergonzándose de nuevo -por cierto, son mis cosas.


-¡Oh!, lo siento Shin-chan- dijo quitándose el sombrero y la capa -mi perro es un poco travieso.


Pasaron toda tarde conversando, Kazunari la mayor parte del tiempo se burlaba de las reacciones de Shin y su sonrisa cautivaba cada vez más al otro joven, quien no demoró en caer completamente ante los encantos del doncel. Y si se preguntan quién era este misterioso joven, pues él era el príncipe Shintaro Midorima, futuro heredero al trono de su reino. Toda su vida había sido tratado como el príncipe que era, todos agachando la cabeza ante sus órdenes y caprichos. Cuando era pequeño creía tener algunos amigos, pero estos sólo compartían con él por ser el príncipe, al crecer comenzó a alejarse de las personas volviéndose malo para comunicarse. La razón por la que se encontraba fuera de su reino era una reciente discusión con su padre, quien le exigía compartir con las señoritas y donceles nobles del reino para buscar esposa o esposo, el problema, para él, es que todos ellos conocían su puesto de príncipe y no serían ellos mismos. Kazunari era diferente no lo conocía y la amabilidad con que lo trataba era genuina.


Cuando llegó el momento de la despedida un extraño sentimiento invadió a Kazunari, y sentía un extraño deseo de impedir que Shintaro se fuera. Shintaro por su parte, no quería dejarlo, sin embargo se hacía tarde y debía volver, de lo contrario su padre se enojaría y no  lo dejaría volver a salir, no sin alguien que lo acompañe.


-Quiero volver a verte- soltó de improviso Shintaro -cla-claro si tú lo permites- agregó avergonzado y acomodándose los lentes.


-¡Por supuesto! Cuando quieras Shin-chan- respondió el doncel con el rostro iluminado por su sonrisa.


-Mañana, vendré mañana a la misma hora a la que nos encontramos hoy- dijo con seguridad poniéndose su sombrero para luego subir a su caballo.


-Entonces nos vemos mañana- se despidió Kazunari viendo como Shintaro se alejaba sobre su corcel.


Al llegar cada uno a sus respectivos hogares se ganaron una reprimenda, sin embargo nada pudo contra la alegría que sentía cada uno y esa noche ambos jóvenes se fueron a sus camas con una sonrisa en el rostro, y expectantes al nacimiento del nuevo día y así volver a verse.


Con los días siguientes su relación se fue estrechando, llegando a íntimos roces y caricias que cada vez se hacían más evidentes. Así pasaron las semanas con visitas diarias por parte de Shintaro, quien siempre se daba su tiempo para ver a Kazunari, y por más responsabilidades que tuviera jamás olvidaba al doncel, e incluso adelantaba trabajo si era necesario. Su padre al percatarse de las extrañas salidas de su hijo, se encargó de otorgarle cada vez más labores, y sin embargo el joven jamás dejó olvidado a Kazunari, quedándose a altas horas de la madrugada encargándose de estos para al día siguiente volver a verlo.


Kazunari por su parte, cada vez que notaba cansado a Shintaro lo dejaba dormir en su regazo y velaba sus sueños acariciando suavemente sus verdes cabellos, admirando la perfección del joven y algunas veces hasta él mismo se quedaba dormido. También tenían pequeñas discusiones, por más encantador que le pareciera Kazunari, Shintaro debía asumir que a veces su inmadurez era un poco irritante y colmaban la paciencia del más alto, por otro lado, a Kazunari, algunas veces, se le hacía difícil lidiar con el genio de Shintaro, quien solía enfadarse con facilidad, pero al rato estás disputas eran olvidas, principalmente gracias a Kazunari, quien siempre lograba poner una pequeña sonrisa en el rostro del príncipe. Así continuaron sus días hasta que un día…


-¡Devuélveme los anteojos!- decía un tanto enfadado Shintaro mientras lo perseguía con dificultad, esto provocado por su estropeada visión.


-¡Goa! Sí que estás ciego Shin-chan- se burlaba el doncel tratando de escapar del otro joven y tratando torpemente de enfocar la vista a través de los anteojos.


Ambos jóvenes se encontraban limitados, por lo que ninguno de los dos se percató del resbaloso suelo y cuando Shintaro por fin le dio alcance al azabache, cayeron estrepitosamente, llevándose lo peor el más alto, quien por acto reflejo trató de proteger al doncel, siendo su propio cuerpo el amortiguador el golpe, quedando uno sobre el otro.


Cuando Kazunari se percató de la comprometedora posición se levantó rápidamente quedando sentado de rodillas frente al de ojos verdes y estirando la mano para devolverle los lentes al otro, este al levantarse y al colocarse los anteojos, pudo apreciar un intenso rubor en las mejillas del más bajo y no pudo evitar acercarse y cerrar la distancia con el otro hasta acariciar con su mano izquierda el rostro del doncel.


-Eres hermoso- soltó de golpe provocando la sorpresa del pelinegro.


-P-pero qué dices Shin-chan- dijo casi en un susurro bajando su rostro para esconder su vergüenza.


-La verdad, desde el primer día lo he pensado y no ocultaré más- dijo sin dejar de recorrer el rostro del otro hasta llegar a su mentón alzándolo para poder ver sus ojos, aquellos que tanto le gustaban -me gustas Kazunari, más que eso, me he enamorado de ti, ¿piensas lo mismo de mí?


-Shin-chan…


-Si no piensas lo mismo, no tienes que mentir…


-¡No es eso! Yo siento lo mismo que tú, también me enamoré de ti Shin-chan- dijo acariciando con la punta de los dedos la mano que se posó en su mejilla y besando la palma de esta.


Ambos se reían y acariciaban al otro, uniendo la mano desocupada con la del otro. Shintaro se aventuró a cerrar más el espacio que los separaba besando con ternura la frente del doncel, siguiendo por su nariz, causando una risilla de Kazunari, quien disfrutaba la delicadeza con la que era tocado, ahora sintiendo de un casto beso en la mejilla, sintió como el otro acariciaba sus labios, y el otro se deleitó con la suavidad de estos y ambos cerraron los ojos expectantes al contacto de los labios ajenos. Pero la dulce atmosfera que los envolvía, fue interrumpida por un grito no muy lejano que reclamaba la presencia del azabache. Este asustado se separó del príncipe recordando que las hadas que habían dicho que hoy no debía volver tan tarde, ya que debía alistarse para algo importante que no quisieron explicar.


-Lo siento, pero debes irte. Mis tías no saben de ti, y si se enteran no me dejarán volver a verte.


-Entiendo, pero mañana continuaremos con lo que dejamos pendiente- este comentario hizo que Kazunari se sonrojara. Shintaro se acercó y depositó un beso en la frente del doncel -nos vemos mañana.


-Hasta mañana- dijo tocando su frente, justo en el lugar donde le habían besado.


Una vez que el corcel ya no fue visible, Kazunari respondió a la voz que lo llamaba.


-¡Aquí estoy!- dijo corriendo hasta donde se encontraba una de las hadas.


-Kazu-chan, ¿dónde estabas?, te dijimos que volvieras temprano- dijo la hada dándole un pequeño golpe en la frente.


-Lo sé, lo sé- dijo sobándose la zona golpeada -lo olvidé, perdón, perdón. Bien, ¿qué eso tan importante que bebo hacer?


-En casa lo hablaremos.


Caminaron tranquilamente por unos veinte minutos y llegaron la cabaña, ahí estaban las otras hadas esperándolos sentadas en la mesa.


-Bueno hemos, llegado- dijo el hada.


-Bien, supongo que quieres saber qué es eso tan importante que debemos hacer- dijo otra hada.


-Como sabes mañana es tu cumpleaños número 17, hace tiempo te dijimos que te hablaríamos de tus padres cuando estuvieras listo- dijo la tercera hada.


-Partiremos hoy antes que anochezca y conocerás a tus padres, luego ellos te explicaran ciertas cosas- dijo la primera hada.


-¿Es muy lejos de aquí?- preguntó asumiendo que pasaría la noche allá para volver por la mañana y en la tarde ver a su Shin-chan. Si bien ansiaba saber de sus padres, de momento le importaba más no fallarte al otro joven, ya que sus padres jamás fueron figuras importantes en su vida.


-No, no tanto, a unas dos horas de viaje, pero por eso partiremos lo más pronto posible- respondió la misma hada.


Se alistaron, montaron los caballos que ya estaban preparados y salieron a toda velocidad del bosque. Kazunari se asombraba con todo lo que veía una vez que salieron de él, y cuando llegaron al castillo, se extrañó un poco ya que según lo que le habían dicho las hadas, en aquellos lugares vivían los reyes, quienes eran personas importantes y poderosas.


-¿Qué hacemos aquí?- preguntó, sin embargo ninguna de las hadas le respondió.


Una vez que llegaron a las afueras del castillo, dejaron los caballos en manos de unos hombres y fueron escoltados por otros con armadura hasta la sala del trono, Kazunari los seguía en silencio, no quiso hacer preguntas, sabía que todas se responderían, sólo tenía que ser paciente.


En cuanto estuvo frente a los reyes, se percató enseguida del parecido que tenía con los gobernantes, especialmente con la mujer, los mismos ojos, ese azul grisáceo tan característico era el mismo que tenía la mujer. Supo de inmediato que ellos eran sus padres. Decidió no juzgar, las hadas le habían enseñado a escuchar, y escucharía las razones de los reyes para no vivir con él por todo este tiempo.


-Hijo… eres idéntico a tu madre…- dijo anonadado el rey.


-Ven, acércate cariño- dijo con ternura la madre y Kazunari tímidamente lo hizo.


La mujer lo observó, recorriendo lentamente el rostro del doncel y dudando un poco se atrevió a tocarlo, acto que fue permitido por Kazunari. De repente estallo en llanto, su pequeño, de quien se vio obligada a separarse, por fin había vuelto y era todo un hombre, si bien las facciones de su hijo eran delicadas, puesto que era un doncel como lo habían confirmado las hadas hace algunos años, no dejaba de ser un hombre, y uno apuesto pensó la madre, de seguro habría roto corazones tanto femeninos como masculinos.


-L-lo siento- dijo limpiándose las lágrimas -es que me separaron de ti cuando sólo eras un bebé, te extrañe tanto, me hiciste tanta falta.


-También me hizo falta una madre… quiero escuchar el por qué- dijo con seguridad -no los criticaré, pero necesito saber por qué crecí alejado de mis padres.


Los reyes llevaron a Kazunari a otra habitación, allí podían conversar más cómodos, y le relataron toda la historia, omitieron algunas partes con respecto al hechizo, sólo dijeron que para evitar que algo sucediera debía recibir un “beso de amor verdadero”.


-Por eso mañana contraerás matrimonio con el príncipe Midorima- dijo el rey y esto desconcertó totalmente al joven -tiene tu misma edad, y es codiciado por doncellas y donceles, tienes suerte que su padre te haya elegido, la competencia era reñida. De seguro se enamorará de ti, se besarán y te evitaremos cualquier daño…


-Cariño…- dijo su esposa al percatarse de la extraña mueca en el rostro del doncel.


-No… no quiero esto…- dijo Kazunari con un nudo en la garganta.


-Como que no jovencito, es un excelente partido, es heredero al trono y- sin embargo no termino lo que quiso decir.


-¡No es eso!- gritó enfadado –yo ya me enamoré de alguien y él también de mí.


-¿Qué dijiste?, esas hadas, debían evitar que esto pasara, pero eso no importa el trato está cerrado. Te casarás con él y es mi última palabra- sentenció el rey sin escuchar las negativas de su hijo a quien encerró en un cuarto que habían preparado para él, dejándolo con el corazón destrozado y lágrimas en los ojos.


A las hadas se les prohibió ver al príncipe, ya que el rey asumió que estas le ayudarían y las obligó a volver a la cabaña y buscar cosas que su hijo podría necesitar dejándolas volver solo cuando la ceremonia se haya realizado.


A misma hora Shintaro se enteraba de su destino y se negaba de la misma forma que Kazunari, no, él no se cazaría con un príncipe al que no conocía, esa misma noche escaparía, se volvería en contra de su padre y huiría lejos con doncel.


Cuando las hadas volvieron a la cabaña, se encontraban apenadas, no les gusto para nada ver a su pequeño sufriendo, se sentían culpables, sabían desde un comienzo que esto sucedería, por ello lo habían aislado del mundo, para evitar que su corazón fuera robado por alguna otra persona, no estaban muy de acuerdo con la idea del rey, pero en ese momento pareció la mejor solución. ¿Cómo no notaron que Kazunari se estaba encontrando con alguien? Si bien los habían visto más feliz últimamente, habrían creído que se trataba de su cumpleaños y que estaba emocionado por conocer a sus padres. Además el joven era honesto, no desconfiaban de él, jamás les había dado motivos y a pesar de haber estado con Kazunari desde que nació aún se les hacía difícil lidiar con las emociones humanas.


Kazunari estaba desolado, se había sentido tan feliz con el joven de anteojos y ahora su felicidad se le era arrebatada por sus propios padres, su madre se había mostrado más empática, le había ido a dejar comida, trató inútilmente de consolarlo con dulces palabras y promesas de una futura felicidad con el príncipe, pero él no quería escuchar. Ahora se encontraba solo, casi era medianoche, definitivamente iba a ser su peor cumpleaños, y cuando el reloj que se encontraba el pared de la habitación marcó las 12.


-Felicitaciones Kazunari- susurró, ese momento se llenó de determinación, se limpió la que prometió sería su  última lágrima, y se decidió a buscar una salida.


De repente una extraña luz iluminó un candelabro y al moverlo un pasadizo se abrió, Kazunari creyó que alguna fuerza lo estaba ayudando a escapar, pero no, se dirigía directo hacia una trampa. El pasadizo daba paso a una extensa escalera, silencioso el joven comenzó subir por esta, una vez que terminó de recorrerla se encontró con una gran sala repleta de ruecas destruidas, estaba encaminándose hacia la puerta de salida cuando algo llamó su atención, entre los escombros, había una única rueda para hilar que se encontraba intacta y peso de un extraño deseo por tocarla se acercó hasta pincharse el dedo con esta y se desplomó.


-Hola mi pequeño príncipe- dijo la bruja saliendo desde las sombras -años sin vernos, 17 para ser exactos, por lo que escuché de tu padre estabas en una cabaña en bosque, estabas seguro ahí, jamás debiste salir, pero al mismo tiempo, jamás debiste salir de aquí, cumplo mis promesas, estarías a salvo hasta los 17, lo único que consiguió tu padre fue alejarte del mundo, pero tampoco perdiste el tiempo, no- dijo un atisbo de diversión -a estas alturas ese al que llamas “Shin-chan” es el único que puede romper la maldición, ahora que me encargue de ti, debo encargarme de él, me asegurare que tus padres se arrepientan de haberme ignorado- terminó de decir con odio y se esfumó en busca del príncipe.


Los reyes se encontraban en su habitación cuando una misteriosa oscuridad se hizo presente, oscuridad similar a la ocurrida durante la celebración 17 años atrás, al temer lo peor fueron hasta la habitación de su hijo, sus sospechas se hicieron verdaderas al ver a la bruja salir de las sombras con una sonrisa en el rostro.


-El rey y la reina- dijo inclinándose con falso respeto- ya es tarde, jajá, su hijo se encuentra dormido frente a un cementerio de ruecas, no debiste dejarlas dentro del castillo- le dijo con tono burlesco al rey -alguna pudo quedar intacta o… fácil de armar- dijo con un movimiento de dedos dejando ver un humo negro -los dejo, ahora tengo cosas más importantes que hacer.


Los reyes al verla partir, apresuraron hasta la habitación y encontraron a su hijo tirado en el suelo víctima del profundo sueño, el rey lo tomó en brazos y lo llevó hasta su habitación, una vez ahí la madre le puso un elegante traje azul que había mandado a hacer para su boda y lo recostó sobre su lecho, ahora sólo un milagro podría salvar a su hijo.


-¡Kazunari!- gritaba el príncipe en busca del doncel -¡dónde estás!


Los gritos fueron escuchados por las hadas, a estas alturas y gracias a sus poderes, ya se habían enterado que el doncel había caído en el sueño eterno. “Él debe ser”, pensaron y se apresuraron a dale alcance.


-¿Tu eres es que se enamoró de Kazu-chan?- le pregunto una de las hadas.


-Lo conocen ¿Dónde está?, debo decirle la verdad, ustedes deben ser sus tías.


-Bueno, algo parecido, espera a qué verdad te refieres- pregunto otra de las hadas.


-No le conté mi verdadero origen, soy el príncipe Shintaro Midorima.


Las hadas reconocieron de inmediato el nombre decidieron rebelar el verdadero nombre de Kazunari.


-Pues, el verdadero nombre de Kazu-chan esa Kazunari Takao, y también es un príncipe- el ver la mueca del príncipe, las hadas temieron lo peor y la misma hada que hablo se apresuró a agregar- no, no creas que te engañó, él desconocía esto debido a una maldición, pero eso ahora no es importante, él te necesita, por favor síguenos.


Mientras avanzaban se dieron las explicaciones correspondientes, el príncipe explicó que quería escapar con Kazunari, debido a su compromiso pero que ahora no tenía sentido ya que su prometido era la misma persona que amaba. Por su parte las hadas le explicaron la maldición y como romperla, también dijeron de la bruja no se daría por vencida y que de seguro ya sabía del príncipe por lo que debían ser cuidadosos. No se equivocaron, la bruja los esperaba a las afueras del bosque y los atacó con magia y fuerza bruta, las hadas se hicieron cargo de la magia, mientras que Shintaro se encargaba de los golpes. A duras penas pudieron avanzar y cuando llegaron al castillo, la bruja se transformó en un dragón, los guardias del castillo y el rey también se enfrentaron a este, sin entender por qué se encontraba el príncipe Midorima antes de la hora acordada, evitó hacer preguntas, ahora sólo quería deshacerse de la bestia que amenazaba a su reino.


Luego de una ardua batalla, por fin el príncipe encestó el golpe final quitándole la vida a la bruja. El rey, aún confundido por la presencia del príncipe, se acercó hasta él e hizo las preguntas correspondientes, este explicó la situación y pidió ver a Kazunari.


-Aquí está- dijo la madre abriendo la puerta.


-Permítame estar a solas con él, por favor- pidió amablemente, la madre sólo asintió y los dejó solos.


Cuando sintió que la puerta se cerraba, se acercó hasta el joven que le robaba el aliento, recordó que cuando se quedaba dormido en las piernas de Kazunari, al despertar se lo encontraba dormido, la expresión que el doncel tenía en esos momentos era idéntica a la de ese entonces, una expresión llena de paz y calma, podría quedarse la eternidad viendo esa expresión, pero si ese fuera el caso, jamás volvería a ver el azul grisáceo que tanto enamoraba y sintió miedo, miedo de perder aquello.


-Hola Kazunari Takao, que gracioso, hace algunas horas hui de ese nombre, “Takao”, ahora resulta que eras mi prometido y ni tu no yo lo sabíamos- dijo sentado en una orilla de la cama mientras acariciaba el rostro del joven -las hadas y tus padres dicen que un beso de amor verdadero te despertará, no quise que esto se diera así, para nuestro primer beso ambos deberíamos estar despiertos y disfrutando del momento. Espero que funcione para que cuando despiertes pueda besarte como se debe.


Se acercó lentamente hasta los labios de Kazunari y depositó un tierno beso en los suaves labios del más bajo. Poco a poco el doncel fue despertando, no recordaba mucho de lo sucedido, pero al ver a Shintaro frente suyo, el recuerdo el compromiso lo alteró.


-Shin-chan, debemos escapar, mis padres quieren que me case con alguien a quien no conozco, no quiero que sea así, no quiero que me separen de ti- dijo abrazándolo fuertemente temiendo que alguien los separara.


-Tranquilo- dijo con calma y acariciando su espalda -eso ya no sucederá.


-¿Por qué tan seguro?- dijo despegándose un poco de Shintaro.


-Te lo explicaré, pero antes…-dijo acariciando los labios del doncel -dejamos algo pendiente…


Ambos sonrieron y se besaron lentamente, disfrutando el uno del otro, ninguno de los dos tenía experiencia, por lo que el beso fue inocente pero lleno de amor, luego reían de felicidad y por unos minutos se dedicaron a acariciarse y darse pequeños besos. Una vez que finalizaron Shintaro lo llevó fuera de la habitación y cuando se encontraron con los reyes se percataron que también estaba el padre de Midorima, quien se encontraba ahí para justificar a su hijo, cosa que no fue necesaria. Así empezaron las explicaciones, inicialmente Kazunari se enfadó con Shintaro por haberle mentido, pero al escuchar las razones de este, el enfado se desvaneció. Acordaron que mantendrían el matrimonio, pero la ceremonia se realizaría luego de que ambos cumplan los 18, por mientras aprovecharían de conocerse mejor, también compartirían con las familias de cada uno, saldrían bailes, tratarían de socializar, Kazunari sorpresivamente resultó ser muy sociable y su encantadora personalidad atraía mucho a las personas, en corto tiempo se hizo de muchos admiradores, desatando los celos que Shintaro, quien desconocía que podía llegar a ser posesivo, sin embargo el doncel siempre dejaba claro que estaba completamente enamorado de su prometido, dejando así  muchos corazones rotos.


La fecha del compromiso no tardó en llegar, y la espera sólo hizo más profundo su amor. Celebraron la boda en el lugar donde se habían conocido, a pesar de ser una boda importante, había pocos invitados, esta había sido la voluntad de los novios y los padres no se negaron. Se quedaron a vivir en la cabaña del bosque, sólo se despidieron de esta cuando fueron coronados reyes, producto de su compromiso los reinos fueron unidos, fueron grandes reyes, cuando delegaron el poder en sus hijos volvieron a la cabaña y ahí vivieron juntos y felices hasta el fin de sus días.


Fin

Notas finales:

Gracias por leer y espero que les haya gustado.

La siguente historia sera una versión de "La bella y la bestia" y estará protagonizada por la pareja AoKise, aun se esta escribiendo y no se cuando actualizaré (mi trabajo de verano me consume).

Como escribí antes, no duden en hacer sugerencias.

Nos leemos luego.

XOXO

 


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