Hacía un frío terrible aquella noche de febrero, llovía y no había un alma por la calle, salvo un muchacho de cabellos rosas que, empapado, aceleraba el paso hacía casa de un buen amigo. De repente, corriendo como si le persiguieran los demonios, un chico de su edad y cabellos negros paso junto a él con dos sujetos a la zaga. Los ojos del otro reflejaban tanto miedo que Shû actuó por instinto; cuando uno de los sujetos pasó a su altura él le puso la zancadilla, el tipo cayó al suelo de manera estrepitosa y la katana que portaba bajo su gabán fue a parar a los pies del cantante, éste la recogió esgrimiéndola como si un antiguo maestro guiara su mano, puso el filo ante el rostro del hombre que estaba en el suelo y éste se levantó de improviso y saltó hacia atrás.
“Ya que tu corazón es puro y has podido esgrimirme es que eres mi señor, aquel que me estaba destinado desde que fui forjada en el inicio de los tiempos, ataca sin temor a esos seres y mátalos, pues no son humanos, sino criaturas de oscuridad pura”Shû no supo de dónde provenía la voz, pero de pronto se vio inmerso en una lucha que finalizó cuando, de dos certeras estocadas, atravesó el pecho de aquellos misteriosos seres que se desvanecieron en una nube de vapor pestilente. La katana brilló por un momento a la luz de un rayo que también iluminó al cantante de Bad Luck, quien se volvió para comprobar el estado de la persona que había chocado con él. Lo que contemplo lo sorprendió, allí, tirado en el suelo, atemorizado, respirando dificultosamente, estaba Aizawa. Shû enfundó la Katana en su vaina, que había quedado allí cuando los seres se desvanecieron y se inclinó sobre el otro chico.
-¿Estas bien Aizawa?
-S…Si.
-Esos tipos ¿Qué…?
-No diré nada, pero no me mates, te lo ruego.
-Si él te hubiese querido matar lo habría hecho hace un rato, tranquilo.
-¿Quién es Ud.?
-Mi nombre es Paris Troyed, y ¿Tu eres?.
-Shindou, Shûichi Shindou.
-Mucho gusto, ahora podrías bajar el arma.
-Ni loco.
Paris miro divertido a Shûichi que empuñaba de nuevo la katana y se había interpuesto entre él y el chico al que perseguían los monstruos.
-Te aseguro que no te haré daño, ni al chico tampoco.
-Y yo le creo- Dijo Shû- Pero por si acaso seguiré con la katana desenvainada.
Paris rompió a reír y miró al chico con admiración y ternura.
-Realmente la katana sabe elegir, mira te lo explicaré todo, ¿Vale? Pero mejor vamos a un sitio donde no nos mojemos.
Ya en un hotel muy lujoso Paris sirvió un café caliente a ambos chicos, se habían traído con ellos a Aizawa por que Shû se negaba a dejarlo tirado en la calle. En cuanto el ex cantante de Ask se durmió Paris le contó todo a Shûichi.
-La katana que tienes en la mano fue forjada casi al inicio de los tiempos, es la katana de Yamatai, cómo has podido ver posee conciencia y voluntad propias y elige a su amo en consecuencia, la katana no había escogido a nadie hasta ahora y nos fue robada por esos monstruos que pretendía mancillarla derramando la sangre de alguien inocente. Aunque, por lo que he podido ver de este chico, no es que sea muy inocente que digamos.
-¿Ver?.
-Si, mi arma es también muy peculiar, y es una chivata de cuidado, mira en el interior de los corazones humanos, al igual que la tuya, y me cuenta lo que ve. Y este, de inocente nada. Como nuestras armas son similares, según las normas de la organización, estamos destinados a ser compañeros, casi como hermanos.
-Bien- Dijo Shûichi tan tranquilo- ¿Algo más?
-Nada, ¿Me podrías decir ahora qué hacías a estas horas en la calle con el frío que hace y lo que llueve?
Shû le contó que su pareja le había echado de casa por ir a llevarle algo de cenar al estudio mientras trabajaba; se había enfadado con él y le había tirado la cena a la cara, luego lo agarró por un brazo y lo puso de patitas en la calle tras gritarle que no volviera.
Paris, con un enfado monumental, juró y perjuró matar a semejante tipo.
-Ahora lo principal es que te encontremos un alojamiento- A Paris le había salido la vena de hermano sobre protector- Mañana mismo notificaré a la organización que ya tengo compañero y te buscaremos una casa decente, nada de un piso. Y a ese tal Yuki me lo presentas que le voy a decir cuatro cosas bien dichas.
-Déjalo estar, que tiene unos prontos de miedo.
-Pues yo también, y a ti no te toca nadie, mi espada acaba de “ver” en tu interior y me ha dicho cuanto te ha hecho ese hombre, ya verás cuando lo coja.