Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dust por Cliosan9

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen.

Advertencias: puede ser muy cursi, posible OoC

 

Dust


Recordar todo lo que pasó es casi hilarante, la manera en cómo actué, la manera en cómo me miraste. Pero quiero contarlo bien, así que empezaré desde el principio:


No éramos exactamente amigos, pero tampoco extraños totales. Aunque debo reconocer que me sorprendió de sobremanera verte sentado en la esquina de aquel bar, ahogando tus risas entre borbón y sake, una combinación asquerosa si me preguntas. Te acompañaba un hombre mayor, por su apariencia ya había pasado los 30 hace mucho y no solo un compañero de copas era lo que buscaba en ti. Decidí no intervenir al principio, realmente no debería importarme lo que hicieras con tu vida, ya eras mayor de edad y consideré que podrías cuidar de ti mismo, pero por algún motivo no pude simplemente hacerme a un lado. Cuando ese hombre casi terminaba de convencerte para llevarte a algún lugar barato, me acerqué a ti y en tono inocente, fingí que recién te había visto, saludé de forma respetuosa y comencé a hablar contigo. Te alegraste al verme y con un ademán indicaste que me sentara a tu lado. Aquel hombre estaba impaciente, retirándose a los minutos, no iba a perder más tiempo si no era sexo lo que podía obtener al final de la velada.


Quité de tu alcance la botella del licor que sobraba y como eras terco (aún más que ahora) empecé a bebérmela yo mismo, mientras pedía agua para ti y en aquel extraño ambiente de confianza empezaste a contarme como habías llegado a estar en tal situación. Estabas enamorado. Tonta y completamente enamorado de alguien quien no te amaba, quien tenía la sombra de un viejo amor rondando todavía en su mente, quien no te valoraba y quien había decidido salir con otra persona. Aquella persona no te dio ni el tiempo para confesarte, su nueva relación te agarró de sorpresa y no solo a ti, a todos nuestros amigos. Me contaste con una sonrisa triste que no le dejaste ver tu dolor, sólo hiciste un comentario entre gracioso y sarcástico para luego terminar felicitándolo con una sonrisa como era tu costumbre


Te conté de algo parecido que me había pasado hace unos pocos años, yo fui muy iluso y salí lastimado. Poco a poco sin darme cuenta las copas de licor se iban acumulando de mi lado de la mesa y aunque tú ya estabas bebido seguiste acompañándome mientras yo también dejaba atrás mis frustraciones.


Decir que no recuerdo cómo llegamos a mi departamento es una mentira, tú me lo propusiste primero como broma al no poder caminar por tu cuenta, te reíste escandalosamente y dijiste haber olvidado el camino a tu propia casa. Yo secundé la moción. Para cuando llegamos a la puerta del departamento ya nos estábamos comiendo a besos y cuando llegamos a la cama, nos habíamos despojado de toda prenda posible. Aquella noche, embriagados de amores fallidos te entregaste a mí, mientras susurrabas el nombre de aquel quien te rompió el corazón.


A la mañana siguiente despertaste casi al medio día, te dolía la cabeza por obvias razones y parecías casi shokeado cuando te supiste desnudo. Me miraste con impaciencia para que yo confirmase lo que ya sabías. Me disculpé, por mi borrachera, por mi atrevimiento y hasta me disculpé conmigo mismo porque realmente lo había disfrutado, pero sabía muy bien que este era solo un encuentro de una noche, de aquellos que se justifican por el alcohol y no se repiten. Desayunamos, o mejor dicho, almorzamos en silencio, estaba tentado en dejarte ir sin decir palabra, pero de nuevo no pude.


“Si deseas hablar, de cualquier cosa te escucharé. Como tú me escuchaste también a mi ayer” era una excusa tonta para volver a hablar alguna vez, pensé que sonreirías tristemente para después irte sin mirar atrás pero en vez de eso, me agradeciste sin especificar por qué y saliste apresurado por la puerta principal. Juro que sentí el apartamento completamente vacío y solo, una sensación extraña, no le di importancia.


Pasaron varias semanas, en ese tiempo los amigos que teníamos en común afianzaron más su amistad y nos invitaron a diferentes eventos, que incluían cumpleaños y reuniones para poder jugar básquet. Tuve que reunir el valor suficiente para hablarte primero, tratando de romper el hielo con una conversación acerca del partido de básquet de ese día, sé que al principio trataste de evitarme pero luego me seguías el hilo de la conversación y agradecí internamente eso. Poco a poco nuestras charlas empezaron a ser más frecuentes, cuyos temas eran de índole variada, nunca pronunciaste o hiciste alusión a lo que sucedió esa noche, ni tampoco pronunciabas su nombre en voz alta cuando hablabas conmigo. No me di cuenta al principio, pero cuando le recordabas ponías aquel rostro como el de un cachorro herido, mirabas al suelo y cambiabas de tema. Adoraba y odiaba aquella expresión, me causaban una serie de sentimientos diferentes porque aquella sonrisa triste sólo me la mostrabas a mí y porque sin saberlo quería que también me pertenecieran tus risas.


Pasaron un par de meses desde que nos conocíamos mejor. El timbre de mi departamento sonó con insistencia pasada la medianoche. Al abrir la puerta estabas al otro lado del umbral, tus cabellos ónix estaban desordenados, y tus ojos azules irritados por tanto llorar.


Entraste inmediatamente a abrazarme, me dijiste con la voz ronca cuanto te dolía lo que él te hacía. Cómo él ya no valoraba vuestra amistad y cómo poco a poco te iba dejando de lado. Me contaste también cuan enamorado de él estabas. Fui un idiota por pensar que aquella vez te veías hermoso, destrozado como estabas. Para cuando me di cuenta nos besábamos con insistencia encima del sofá. Esa vez fue diferente, los dos estábamos sobrios y completamente conscientes de lo que hacíamos por lo tanto no había excusas.


Sentí su piel bajo la mía, la tibieza de tu roce, tus suspiros, el sabor de tu piel y el vaho de tus gemidos chocando contra mi propia piel. Seguías llamándolo a él. No me importó. Mientras que respondieras a mi tacto y me abrazaras tan fuerte como si tuvieras miedo a perderme, no me importó ser “aquel” por esa y las noches que le siguieron.


Nuestra relación se volvió más estrecha, pero cuando hablábamos evitábamos cualquier tema correspondiente a nuestros encuentros, no decíamos nada, no etiquetábamos nuestra relación, sólo éramos dos simples confidentes contándonos poco a poco nuestros secretos porque la confianza iba creciendo. Pero cuando llegábamos a la intimidad de mi departamento, dábamos rienda suelta a nuestros bajos instintos, donde descubríamos el cuerpo del otro de maneras que nunca pensé que serían tan placenteras para nosotros. Ese era nuestro secreto.


Nuestros amigos organizaron otra reunión, tú estabas allí y la persona que aún amabas también. Te veías mucho más contento que lo habitual, así que termine preguntando a los amigos, que excusándose con ser un secreto me lo dirían de igual manera, la razón de la reunión y por supuesto la razón de tu animosidad. Uno de nuestros amigos anunciaba aquel día su compromiso, cosa que me sorprendió bastante conociendo a esa persona y la segunda noticia era que “aquel” había roto con su novia. Lo entendí ahora, tus ojos habían recuperado su brillo pero yo me sentía herido por dentro, debía estar feliz por ti pero sólo me irritaba el hecho de verte con él así que en aquella velada no te dirigí la palabra ni una sola vez. No te importó.


Ahora por fin podías tener una oportunidad real, o al menos podías engañarse con que era suficiente estar al lado de “aquel” para ser feliz. La amargura me consumió como óxido y me sumergió en una decadencia de la que no me enorgullece. No comía, sólo tomaba bocanadas de licor a toda hora y buscaba acompañantes de cabello azabache u ojos azules que me liberen de mi lívido, porque tus visitas eran constantes y ahora habían parado totalmente. Todos aquellos con los que dormí nunca me satisficieron, no me refiero exactamente al sexo, pude llegar al orgasmo sin problemas pero siempre fue tan irrelevante, tan vacío y me di cuenta que estaba jodido. Me había enamorado de ti.


Mi hermano se preocupó por mi estado y me aconsejó mil veces dejar el estilo de vida tan bohemio al que me había sumergido para autodestruirme, lo pensé mejor y recordé la vez en que te había dicho que debías pararte y seguir adelante. Era un inútil, pues no había seguido mi propio consejo. Atsushi, un amigo mío, me llamó una tarde, necesitaba ayuda para aconsejar a alguien, aunque parecía mayor por su gran estatura era tan inocente como un niño y en temas del amor completamente neófito. Bastante fue mi sorpresa cuando la persona que necesitaba aconsejar era “aquel”, se veía bastante demacrado, tenía ojeras pronunciadas, su cabello verde se veía como hojas marchitas y parecía haber salido de una pesadilla. Le tenía rencor, le odiaba por todo lo que te había hecho y por supuesto porque tú estabas enamorado de él, aun así parecía necesitar ayuda. Con la curiosidad como primer motivante, me tragué mi orgullo y pregunté el porqué de su estado. Mi sangre burbujeó y la sentí salir por mi boca cuando dijo que estaba confundido porque creía haberse enamorado de ti hace más de 2 años, los mismos 2 años en que habías sufrido por su paulatina separación.


Pregunté todo lo que pude, cada respuesta que denotaba dubitación y lloriqueo sólo hacían que la boca del estómago me ardiera más. No te había dicho nada por cobardía, porque pensaba que no le corresponderías, porque seguía sin poder asimilar que le gustara un hombre, porque sus padres nunca lo aceptarían y probablemente sería echado de casa sin ningún reclamo a herencia o pensión que aquella vez pagaban sus padres por sus estudios de medicina. Le odiaba, pero él había sufrido a su manera por ti, así que hice la única pregunta que podía hacerle “¿Le amas lo suficiente como para dejar TODO lo demás atrás por él, incluyendo a tu familia?


No le estaba imponiendo nada, no le metí ideas para que continuase con su vida y me deje el camino libre para poder consolarte. Sólo le hice una pregunta, la misma pregunta que antes me había hecho tratando de probarme a mí mismo que todo el remolino de emociones en mi pecho no sólo era un capricho, y aquí me encontraba aconsejando a mi peor enemigo sólo para verte feliz, porque te amaba.


Midorima no dijo nada, bajó la cabeza y parecía realmente estar tomando en cuenta mis palabras, yo había acabado mi labor y me retiré pidiendo disculpas a Atsushi por no poder ayudar más. No me despedí.


En casa me invadió un indescriptible sentimiento de intranquilidad, entre mis sentimientos y saber que tal vez por fin podrías ser feliz junto a la persona que realmente amabas. Sólo quedarían en mis memorias que alguna vez me dejaste amarte. Retomé mi vida donde la había dejado, tendría que tomar algunos exámenes de recuperación, pero eso era lo de menos porque aún no dejaba de pensar en ti y en alguna parte de mi corazón quería creer que Midorima no se atrevería a confesarse o que tú me escogerías a mí de alguna manera, quise creer tan desesperadamente que sentía que iba a volverme loco.


Las compañías empezaron a cesar, cada vez que lo hacía con ellos imaginaba tu cuerpo bajo el mío y terminaba llamando tu nombre, me llevé más de una cachetada. Y así fue durante unas semanas. La tercera semana de noviembre, era un viernes, lo recuerdo muy bien porque ese día no tenía clases, el aguacero se había precipitado desde la tarde y no parecía menguar. Estaba a punto de salir a algún bar para encontrar compañía cuando tocaron el timbre con insistencia, pensé que sería mi hermano, el único que me visitaba de vez en cuando para cerciorarse de que no estaba viviendo como un vagabundo, pero estaba completamente equivocado.


Tú estabas empapado con la mirada gacha detrás de la puerta, vestías una camisa blanca que estaba pegada a tu cuerpo por la lluvia y unos pantalones de mezclilla. Te invité inmediatamente a pasar y corrí al baño a buscar una toalla. Sequé tu cabello y tu rostro, por fin me di cuenta que tenías los ojos hinchados y vidriosos de tanto llorar, no te pregunté nada, no podía. Pero por dentro me sentía feliz, egoístamente celebraba el hecho que Midorima no tuvo el suficiente valor, pero no podía sonreír en frente tuyo. Te presté ropa y preparé algo caliente para que entraras en calor, desde tu llegada no habías pronunciado ni una sola palabra.


Aquella noche te acostaste a mi lado, me abrasaste fuerte, pronunciaste mil veces mi nombre y lloraste en lágrimas ahogadas hasta que te quedaste dormido. Tu respiración acompasada era lo único que lograba escuchar en la estancia, la lluvia ya había cesado, era como si el cielo hubiese llorado contigo y compartido tus desgracias. Acaricié tu cabello y te di un beso en la frente sin que te dieras cuenta. Abrazado a tu cálido cuerpo pude dormir como no lo hacía en mucho tiempo.


A la mañana siguiente desperté temprano, la luz se había colado por la ventana, no sé si fui yo quien dejó las persianas abiertas, pero aquel halo iluminado llegaba hasta la cocina, en donde estabas preparando el desayuno.


“¿Kazunari?” dije con voz pastosa por el sueño y porque dudaba que en realidad sea tu figura lo que veía paseándose de manera grácil por mi cocina, tal vez ya había cedido a la locura. Volteaste y me dedicaste una sonrisa, tu rostro se veía más lozano pero tus ojos aun denotaban cierta tristeza. Caminé hacia ti, toqué tu mano y la jalé sin mucha fuerza, deseaba que me miraras de frente. Cuando lo hiciste, me agaché un poco y te di un beso. Tú me correspondiste con labios temblorosos al principio, tus manos viajaron a mi nuca y las mías a tu cintura. Necesitaba decirte todo lo que sentía, pero no podía, no aún, sólo iba a lastimarte, así que traté de demostrarlo de la única manera en que nos hemos comunicado todo este tiempo.


Fueron pasando los días, venías seguido a mi departamento a cualquier hora. Conversábamos de cosas cotidianas, cosas interesantes o simplemente nos quedábamos juntos en silencio mirando alguna película. Éramos como una pareja aunque nunca definimos nuestra relación ni tuvimos sexo en ese periodo, nunca hablamos de qué había pasado aquel día de lluvia. Si no era importante para ti, tampoco lo sería para mí.


 


“Te amo” dije un día en el que habíamos salido a un parque de diversiones. El sol estaba poniéndose en el horizonte y caminábamos por un sendero lleno de árboles. Tal vez fue la belleza del momento que me impulsó a decir algo tan vergonzoso tan directamente, o tan solo fue un impulso de estupidez. No quería voltear a verte, quería tener un pequeño tiempo para prepararme mentalmente para las miles de respuestas que podrías darme. Te detuviste y tuve que voltear obligatoriamente a enfrentarte, tu respuesta fue más que sorpresiva. Te acercaste con toque delicado y besaste mis labios en público, sin importarte que hubiese gente mirando, gente juzgando. No te importó, ni a mí tampoco.


A partir de ese día estuvimos juntos, como una verdadera pareja. Nuestros conocidos se sorprendieron cuando se fueron enterando poco a poco y por supuesto recibí un par de puñetazos de Midorima cuando supo de nuestra relación, no me dedicó palabras, pero pude ver el odio en sus verdes ojos así como el atisbo de lágrimas. No me golpeó más, tal vez porque pensó que mi sonrisa era aterradora, pero en realidad estaba feliz.


“No te preocupes, lo haré feliz” fue lo último que le dije directamente a Midorima. Al parecer más de uno sabía de los sentimientos del peliverde, gracias a eso mi gigante amigo no volvió a dirigirme la palabra y Akashi se volvió mi enemigo jurado. Nunca intenté congraciarme con ninguno de ellos aunque era una pena que Atsushi dejara nuestra amistad. Aun ahora no me interesa hacerme amigo de ninguno de ellos, con el tiempo he descubierto quienes eran mis verdaderos amigos y lo descubrí de personas que no hubiese imaginado en su momento.


Han pasado ya 30 años desde aquello, ya no recuerdo algunos detalles y tuvimos que tergiversar algunos detalles de cómo empezamos nuestra relación, pero mis sentimientos por ti no han cambiado en nada. Tal vez te estés haciendo algunas preguntas, como por ejemplo ¿Por qué no le di un mal consejo a Midorima? Sé que soy un idiota celoso, pero pensé que él sería tu felicidad y no tenía derecho a arrebatártela, además que me sentiría una basura y no podría perdonarme a mí mismo en toda la vida, inclusive más. Ahora en estas bodas de Granito te cuento esto, porque tal vez era mi último secreto que he guardado celosamente de ti por todos estos años, quiero celebrar contigo los 25 sin esconderte nada y quien sabe, quizás lleguemos con respiradores a los 50. En este tiempo me he dado cuenta lo que importa realmente.


Por eso ahora me pregunto, ¿podrás perdonarme por habértelo ocultado o tendré que pedírtelo de rodillas como la vez que arruiné tu auto? ¿Tendré que componerte una nueva canción? ¿Tendré que subir al techo a pelearme con los cuervos que hacen sus nidos en las tejas de nuestra casa? ¿O tal vez tenga que soportar otra cena familiar catastrófica, con nuestros sobrinos arruinando las paredes y los ancianos haciendo preguntas incómodas sobre nuestra vida personal? Lo que sea que pidas te lo daré y por si acaso te recuerdo que en tus votos matrimoniales prometiste nunca dejarme a igual que yo lo prometí.


Ya logré recordar mi consejo: No interesa cuanto nos caigamos a lo largo de la vida, lo importante es pararnos sacudiéndonos el polvo y seguir adelante.


-DUST

Notas finales:

♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠

hola hola, bueno, es la primera vez que escribo de esta pareja, auque tenía ganas de escribir de ellos hace tiempo. Lamento haber hecho sufrir a Takis, pero esta historia llegó de un momento a otro y terminó desarrollandose así.

Tiene mucha miel, espero que les haya gustado.Normalmente ponen a Himuro como el espermas locos azotador, pues lo puse desde diferente ángulo, talvez me quedó OoC. Gracias por leer hasta aquí, nos vemos para una próxima ocasión.

♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).