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Locked por Daiane

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Notas del fanfic:

Dissclaimer: Kuroko no basket no me pertenece, es obra de Tadatoshi Fujimaki.

LOCKED

En medio de la calle se diferenciaba una gran carreta, que llamaba la atención de todo el que pasara cerca, siendo jalada por un castaño de ojos azules y expresión hastiada, que ponía empeño en pedalear para mover la pesada carga que llevaba. En la parte de atrás se encontraba sentado un joven bastante alto de cabello verde, haciendo que la escena fuera ridícula y extraña, pero graciosa. No todos los días veías a un muchacho que apenas media metro setenta y seis de altura llevar a uno de casi dos metros en una carreta, la situación era rara y cruel para el moreno. Sería lo que pensaría persona.

—No puedo creer que ganaras nuevamente —habló Takao jadeando por el esfuerzo.

—Es porque la suerte no está de tu lado. Quienes siguen al destino obtienen buena fortuna —explicó el peliverde mientras acomodaba sus lentes.

—Suerte, fortuna, nada de eso… —murmuraba estresado el pelinegro, cuidando que sus palabras no llegaran a oídos del escolta. Ya estaba cansado de pedalear todos los días. Había llevado a Midorima casi todo el año y las veces que había ganado se podían contar con la mano, además cuando el cáncer lo llevaba parecía que no se esforzaba mucho, era muy ligero en comparación a él.

—No reniegues, debemos llegar temprano, así que apresúrate.

—Sí, sí — respondió resignado el de ojos rasgados, al tiempo que ejercía más fuerza a los pedales de la carreta. Porque, a pesar de que Midorima fuera tan seco con él le era difícil enojarse. Siempre tan comprensivo con el mayor, al punto de parecer que su paciencia era inagotable, pero no era así. Sabía que la única manera en la que soportaba tanto era gracias al gran cariño que le profesaba —en secreto— a Midorima. Cariño que había descubierto hace algún tiempo, y aun recordaba como lo hizo. Era en medio de las prácticas del equipo cuando más lo observaba, sentía que su obsesión por su compañero no era normal, parecía más un hermano pequeño que sigue fielmente a su sorprendente hermano mayor que un amigo. Pero cuando, en un partido un pensamiento fugaz cruzó por su cabeza, supo que esa obsesión era más de lo que parecía. Reconocer que tu compañero de equipo es atractivo, e igualmente te atrae, y no en el sentido más sano, es espeluznante.

Midorima y él. Dos hombres.

Estaba seguro que ese día se puso azul ante la revelación de sus sentimientos, pero con el tiempo lo superó. Aun después de pensar que sus sentimientos eran como una traición a la amistad que tanto trabajo le costó desarrollar con Midorima, no se alejó. Después de todo en sus planes no estaba confesarse, tampoco llevarse sus sentimientos a la tumba, pero no quería arruinar su relación con su compañero. Sólo era cuestión de tiempo y las cosas seguirían su propio ritmo, o al menos eso esperaba. Se sentía como un prisionero, encerrado por sus propios sentimientos.

Cuando menos lo pensó ya estaba frente a la escuela. Su rostro de disgustó hizo presencia, no es como si odiara la escuela, pero tampoco la apreciaba. Y para peores la primera clase era química, una de las que más le disgustaba.


—Como saben estamos a punto de cerrar notas, y la próxima semana tendremos el examen de recuperación. Los estudiantes que perdieron el examen anterior deben obtener una buena nota a menos que quieran reprobar —lo sabía, odiaba química. Takao debía pasar ese examen, el anterior lo había reprobado con una pésima nota, y no quería estar fuera del equipo por notas bajas. Necesitaba estudiar, también necesitaba un poco de ayuda, pues era negligente en cuanto a química se trataba, y quien mejor para ayudarle que el estudiante con el mejor promedio de la clase. Takao se giró en su asiento, para ver a su compañero detrás de él, quien leía su cuaderno en ese momento.

—Shin-chaaan —el mencionado levantó la mirada—. ¿Me ayudas a estudiar? —Takao preguntó, con una voz cantarina y una sonrisa encantadora. El otro sólo entrecerró los ojos, al tiempo que miraba fijamente al pelinegro dándole a entender "es tu responsabilidad pasar la materia".

—Ayúdame — Kazunari suplicó y juntó las palmas de sus manos, tras entender el mensaje que le enviaban esos ojos verdes. Midorima mostró por un leve atisbo de sorpresa, pero rápidamente lo oculto cerrando los ojos. De alguna manera, últimamente estaba complaciendo mucho al menor, y no podía evitarlo —talvez no quería hacerlo—.

Estúpidos sentimientos. Fue lo primero que pasó por su cabeza ante la vista de Kazuanri pidiendo su ayuda.

Dicen que el amor te cambia, al punto en el que no te reconoces, y él había flaqueado ante sus emociones. Takao le gustaba, era algo de lo que era consciente, pero igualmente trataba de ignorar. Simplemente porque no sabía qué hacer con sus sentimientos, era algo nuevo para él.

Que se sintiera satisfecho sólo con la presencia del base y de nadie más. Que sus estruendosas carcajadas o simples sonrisas le hicieran sentirse feliz. Pensar constantemente en él. Todo era tan nuevo y el hecho de que la primera persona que le gustara fue un hombre lo descolocó. Por primera vez en su vida se sintió inseguro y fuera de lugar. Así que decidió dejar las cosas en manos del destino, porque este no se equivocaba y llevaba a las personas por el camino que debían tomar. Si estar con Takao era su camino, el tiempo lo guiaría a él.

—Muy bien —fue la corta respuesta del escolta. Takao respiró tranquilo, bajo la tutoría de Midorima estaba seguro que no reprobaría.

—El examen es el lunes, por lo tanto, estudiaremos todo el fin de semana. Te espero mañana después de la una en mi casa— Takao suspiró ante lo estricto que era su compañero, sin embargo, no se negó.

—Bien. Muchas gracias, Shin-chan —y le sonrió a Midorima.

¿Por qué? Esa sonrisa, esa natural y encantadora sonrisa. Sentía que se hundía en un hueco cada vez más profundo cuando la veía, se sentía encerrado. Cada vez que Takao le sonreía solo a él era como si el mundo estuviera en total tranquilidad. Y aunque se lo negara varias veces, sabía que esa sensación lo embargaba por completo, y le gustaba.


Horas después el sol comenzó a ponerse, tiñendo el cielo de un color naranja en degrade. Las clases habían terminado y los estudiantes con actividades extra-escolares continuaron en la institución. En el gimnasio el chirrido de los zapatos y el botar del balón eran los únicos sonidos presentes en la chanca. Shutoku, esa tarde decidió tener un partido de práctica y por ahora el equipo del moreno iba perdiendo. Los tiros de Shintaro eran increíbles cuando jugaba a su lado, pero eran aterradores cuando jugaba en contra.

El juego había sido difícil y Midorima no le daba ninguna chance de hacer alguna jugada. El escolta era difícil de marcar, era más alto y sus saltos le superaban por mucho, aunque evitó que muchos balones le llegaran. Los pases que hacía a sus compañeros llegaban, pero muchos fallaban los tiros o eran bloqueados por el capitán. Y Sinceramente tenía la mente en otro lugar, no se concentraba cuando Midorima se le acercaba mucho para marcarlo, y cuando el tirador tenía el balón guardaba un poco la distancia.

El baloncesto era un deporte de contacto, era difícil marcar algún jugador sin estar cerca o tocarlo, y eso era lo que Takao menos quería hacer, tocar a Midorima o rozar su piel. Ya sabía por experiencia en otros partidos, que cada roce con el peliverde lo ponía bastante nervioso.

Cerca del final el balón llegó al tirador. Inmediatamente Midorima entró en posición de tiro y saltó lo más alto que pudo. Takao juró que podía ver la escena en cámara lenta. Sus verdes cabellos se movieron al compás de sus movimientos y sus ojos brillaron levemente tras los lentes al momento de lanzar el balón en una perfecta parábola, calló en un grácil movimiento haciendo que su camiseta se levantará un poco, dejando ver su marcado abdomen.

Los ojos de Kazunari eran el deseo, anhelo y admiración en su totalidad.

—Muy bien, eso es todo por hoy —habló el entrenador, dando por terminado el entrenamiento.

Takao reaccionó, sólo para ver cómo los demás se dirigían a cambiarse. Soltó un suspiró cansino cuando estuvo solo, y después sonrió con tranquilidad.

Estúpidos sentimientos. Estúpidos deseos.

Y siguió a los demás para asearse. El fin de semana sería una montaña rusa de emociones.

El despertador sonó, rompiendo los odios de Takao, quien se levantó con pereza. Abrió sus ojos lentamente y miro el reloj junto a la cama, eran las nueve de la mañana. Se tumbó nuevamente. No quería salir de casa ese día, no tenía ánimos de nada.

Te espero mañana después de la una de la tarde en mi casa —la voz de Midorima retumbó en su cabeza. Y aun así se quedó en cama, tenía más pereza de la normal.

Tengo que ir a su casa. El examen de Química. Estaré con Shin-chan el fin de semana. Tengo que ir a su casa. El examen de Química. Estaré con Shin-chan el fin de semana. Repetía las mismas palabras, que le dieron más ánimo para levantarse, bañarse, comer algo y alistarse para el mediodía. Cuando llegó la hora dejó una nota donde avisaba que llegaría tarde y estaría en la casa de los Midorima. No hizo nada más.

En la casa Midorima, el hijo mayor estaba estudiando. Después de levantarse a las siete de la mañana continuó su sábado como cualquier otro, adelantando las actividades escolares. El peliverde estaba solo, sus padres y su hermana habían salido.

Estaba haciendo ejercicios de trigonometría y repasando un poco el tema de la clase siguiente. Hasta que miró el reloj, notó que era la una menos quince y Takao llegaría pronto. Se la pasó horas mirando el libro de cálculo y no notó como se le fue el tiempo.

Cerró los libros y el cuaderno. Ayer, el moreno actuó muy extraño en medio del partido, era como si lo evitara para que no le pegara algo. A penas y había intentado marcarlo y eso le molestaba, siempre que jugaba esperaba que los demás dieran todo de si —más si era Takao— pero parecía estar más presente en otro planeta que en la cancha.

Unos golpes en el primer piso pararon sus pensamientos, de seguro era Takao. Fue a abrirle la puerta.

—Hola, Shin-chan —Takao lucía tan jovial como cualquier otro día.

—Hola —La seca respuesta del mayor no hizo más que causar gracia al armador.

El menor llevaba una camiseta blanca con letras rojas, chaqueta negra, pantalones de mezclilla y tenis, venía con una maleta colgando de su hombro derecho. Entró en la residencia sin invitación y fue directo a la sala donde se quitó la cacheta y la dejó en uno de los muebles. Midorima ya estaba acostumbrado a que el menor entrara sin permiso, había ido varias veces y su relación con sus padres era buena.

—Vamos —Midorima acomodó sus lentes y se dirigió a la escalera.

—Vooy~ —los dos subieron hasta el cuarto del mayor el cual Takao notó organizado y limpió —un poco diferente al suyo—. El dueño de la habitación puso una pequeña mesa en medio y Takao se sentó en el piso.

—¿Trajiste tu cuaderno?

—Sí, aquí está —Takao sacó el objeto mencionado, un lápiz y un bolígrafo. Estaba listo para tomar nota.

—Bien —Midorima cogió uno de los tantos libros que tenía en la mesa —. El examen tendrá todo lo que vimos en el trimestre. Comencemos con las expresiones de concentración —Takao vio esa biblia, era un libro muy grueso y grande. Leyó la portada "Química general". Midorima abrió la enciclopedia y le mostró la página a su estudiante. —Son todas las fórmulas que vez aquí, tienes que saberlas de memoria —Takao miró el contenido del libro con desprecio, había muchas palabras de las cuales no tenía conocimiento escritas en esa página.

—¿Todas? —el desconcierto en el rostro del moreno era evidente.

—Sí, se usan para medir la solubilidad —Habló el tutor mientras recargaba su rostro en su mano derecha.

—¿Eh?

—Para saber la cantidad de soluto presente en una solución —¿Soluto? ¿Solución? ¿Qué era eso?, ni siquiera sabía de qué le hablaba.

La cara de "no entiendo nada" que tenía Takao le dio a entender que tenía que comenzar de ceros. Soltó un suspiro.

—Un soluto es una sustancia que se disuelve, como la sal en el agua. Una solución es una mezcla entre dos componentes —dijó mientras cerraba los ojos.

—Cómo la sal y el agua.

—Así es, estás expresiones son para saber cuánta sal hay en la mezcla —dirigió uno de sus dedos al libro señalando la tabla de expresiones.

—Mmm, ya veo —Takao comenzó a anotarlas en el cuaderno junto con todo lo que acababa de aprender, bajo la intensa mirada de su tutor, que cuidaba no se equivocara. Parecía un niño de primaria copiando todo lo que su maestro decía.

—Para aplicarlas debes tener los datos que hay en… —Continuaron con la clase privada unas cuantas horas. A Takao sólo le tomó unos minutos entender todo lo que Midorima le decía, pero aún no le gustaba. No le interesaba saber cuánto de qué había en tal cosa.

Cuatro horas después:

—Ahora, el peso molecular se halla… —Takao ya estaba aburrido, apenas sostenía su cabeza sobre sus manos. Había aprendido bastante, pero no quería estudiar más.

Sus ojos estaban en la tabla periódica y en los números que Midorima anotaba en su cuaderno, pero no prestaba atención. Estaba cansado de estudiar, movió su mirada de la tabla de los elementos hacía su acompañante, quien estaba tan tranquilo y concentrado, se notaba que le gustaba la materia, no como a él. Sinceramente, era más interesante mirar a Shintaro que a los ejercicios que resolvía. Sus ojos estaban atentos en lo que escribía, y sus tupidas pestañas lucían elegantes cada vez que parpadeaba, los lentes le daban un brillo a su rostro de vez en cuando. Takao bajó su mirada hacía su nariz, era recta, simétrica y bonita, pero no perdía su toque masculino. Continuó hacía su boca, sus labios eran gruesos y bien definidos y se movían suavemente por la explicación que le daba. Era tan atractivo. Sabía que sus pensamientos iban más allá que los de una simple amistad.

Frunció el ceño he hizo una rara mueca ante su ultimo pensamiento.

—No estás concentrado —el pelinegro levantó la mirada dejando sus anteriores ideas.

—Es que estoy un poco aburrido —su expresión confirmaba, que en efecto no disfrutaba mucho la clase.

—Voy por algo de tomar —el de ojos verdes de levantó y salió de cuarto.

Llegó a la cocina y abrió la nevera en busca de soda. Estaba un poco nervioso, sabía que Takao lo miraba más a él que a las notas de su cuaderno y aun así lo había soportado. Esperaba que su mirada volviera a los ejercicios, pero sus ojos lo veían tan intensamente, como si detallaran todo en él. Le intrigaba que eso le gustaba, que pusiera toda su atención en él ¿Eso lo hacía egoísta? Más que eso, por su cabeza pasó la idea de que Takao compartía los mismos sentimientos que él, pero cambió de parecer, una mirada intensa no significaba que Takao estuviera enamorado de él. Tal vez sólo eran imaginaciones suyas.

Excusas.

Sacudió su cabeza ante aquel pensamiento, era ridículo. Siguió buscando unos vasos y una bandeja.

En el piso de arriba, Takao suspiraba, no podía creer que había ofendido a Midorima lo suficiente como para hacer que se fuera. Miró la mesa con el libro, su cuaderno y los lápices sobre ella. Sería mejor cambiar un poco de aire, así que decidió salir del cuarto del tirador y bajar. En las escaleras vio la luz de la cocina, se le antojó comer algo y quiso entrar, justo cuando giró en la esquina de la puerta sintió que chocaba con algo duro y calló al suelo, un líquido calló sobre él, mojándolo casi por completo.

El sonido de vidrios rotos llegó hasta la calle. Takao sintió su rostro pegajoso y se lamió el borde de la boca por pura curiosidad.

—¿Soda?

—Takao —Midorima, sorprendido miraba al mencionado en el piso, lo había empujado y bañado en refresco, de milagro no se había cortado con uno de los vasos.

—Es Sprite —dijo Tako al reconocer la bebida.

—Serás idiota. Avisa que vas a entrar —se quejó quien sostenía la bandeja vacía.

—Entonces tú deberías avisar cuando sales, Shin-chan —dijo mientras veía los trozos junto a él.

Midorima se agachó y comenzó a recoger los trozos de vidrio y a ponerlos en la bandeja. Aprovechó la cercanía para ver disimuladamente si el moreno tenía algún corte. Detalló su rostro tal como el otro lo hizo hace unos minutos, sus ojos brillaban intensificando el azul de estos con brillos platinos. Una gotita de Sprite recorrió traviesa la mejilla del moreno y quiso lamerla cuando llegó a la comisura de la boca. Midorima abrió un poco la boca ante la vista, y la sangre le subió rápidamente a las mejillas.

—Estás empapado —El refresco había mojado completamente la cabeza del base, su camisa y la parte superior de su pantalón, que se le pegaban al cuerpo. Se notaba que no llevaba nada debajo de la camisa blanca. Midorima prefirió desviar la mirada. —Puedes bañarte arriba —¿Banarse? ¿En casa de Shin-chan? Bueno, no quería estar pegajoso, y mojado el resto de la tarde. Recorodo que no tenía más ropa.

—No tengo ropa de cambio.

El más alto se levantó con los vasos rotos. —Te pondrás pegajoso si no te bañas. Te llevo ropa en unos minutos —Kazunari sólo se levantó y subió al baño dejando un pequeño charquito y rastros de la bebida. Midorima vio el piso, ahora tendría que trapear.

En el piso superior, en el baño precisamente, Takao entró destellándolo todo. Éste era elegante, con baldosas blancas. El lavamanos y la tasa lucían caros junto con los muebles de madera perfectamente tallados, al fondo había una ducha grande una tina con una división de vidrio esmerilado, no había ninguna ventana. Vio toallas limpias en una mesa y cerró la puerta, esta chirreó un poco, pero no prestó atención a ese detalle. Comenzó a quitarse la ropa, que ya se sentía melosa y la dejó en la cesta. Se metió en la ducha y dejó el agua caliente correr. No llenaría la tina ya que se bañaría rápidamente. Tomó el jabón y lo pasó por su rostro.

Olía como él, a menta.

Calló en cuenta de lo que pensó y dejó el jabón en la jabonera, no era bueno pensar en Midorima cuando tomaba una ducha, sabía lo que eso le haría a su cuerpo. Había varios champús, de coco, fresas, hierbas y limón. Finalmente escogió el de coco y se lavó rápidamente. Minutos después ya estaba fuera de la ducha y tomó dos toallas, una la pasó por su cabello refregándolo y la otra la uso para secarse el cuerpo y después ponérsela en la cintura.

Justo en ese momento la puerta se abrió.

—Aquí… — Midorima estaba en la puerta con unas prendas en la mano. El rostro de Takao estaba sonrojado debido al agua caliente. Algunas gotas aún caían del cabello negro y mojaban sus hombros y pecho, su torso era completamente visible. Midorima bajó más la vista, donde las manos del moreno sostenían el nudo de la toalla y únicamente sobresalían dos marcas en su cadera formando una V. El vapor y el olor a coco sólo hacían que el momento fuera más incómodo, y erótico. En medio de la vista Midorima no se dio cuenta que la puerta se cerró fuertemente tras él —está… la ropa.

Takao se quería esconder ¡¿Por qué no puso el seguro?! La vergüenza tiñó su rostro. Y el que los ojos verdes lo miraran tan detenidamente sólo lo hacían sentir más nervioso. Midorima dejó la ropa sobre la tapa del inodoro.

El escolta se giró apresurado, tomando la perilla para irse, pero esta no se movía. "No puede ser, está atorada" pensó Midorima. Hizo más fuerza con las dos manos, y aun así la manija no cedió ni un poco.

—¿Shin-chan? —El pelinegro no obvió el hecho de el otro no salía, por el contrario, notó que hacia fuerza para abrir.

—No abre —puso toda su fuerza en la puerta, pero no sirvió de nada—. La puerta no abre.

Notas finales:

Eso es, este fic ya lo había escrito y publicado. Pero sinceramente no me gustaba mucho, así que lo modifiqué un poco. Como siempre los invito a dejar un review o crítica —siempre que sea constructiva— sobre la ortografía, argumento.


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