Ese día tenía que despertarse a las 12:00 para poder ir a recoger la mercancía que debía de estar lista, con todo el pesar del mundo se dispuso a levantarse.
Llamo a su chofer para que tuviera el carro listo, odiaba el tener que depender de su chofer pero cocodrile se lo había impuesto por que siempre se perdía y nunca llegaba a tiempo a recoger su valiosa mercancía.
—Mr. Hunter, que bueno que llega, tenemos la mercancía lista y completamos su orden de matar a los que traían la mercancía— hablaba uno de sus subordinados.
—¿cuantas mujeres son?—pregunto cortante
—20 mujeres y me atrevo a decirle que la mayoría van al matadero — hablaba uno de los subordinados.
—saca a las mujeres las tengo que ver—decía Zoro entrando a su oficina.
—si señor, de inmediato—sus lacayos encaminaron a todas las mujeres al recinto de Zoro, colocándolas en una fila horizontal para que su jefe tuvieran una mejor visión de cada mujer.
Zoro inspeccionaba detenidamente cada mujer. Separando las en diferentes grupos las jóvenes y de mejor cuerpo de las que te poseían mayor edad o no eran muy agraciadas físicamente.
—a las que parecen zorras llévenlas a la casa en donde las prostituiremos, y a las viejas llévenlas al matadero para vender sus órganos. —dijo mirándolas a cada una a los ojos.
—Mr. Hunter, sir cocodrile acaba de hablar dice que necesita a dos de las piezas —decía uno subordinado con temor.
—¿a cuál de todas?— dijo mirando a cada una de las mujeres.
— la que tiene al niño y al niño—
En todo ese tiempo no se había percatado de el Niño que estaba escondido detrás de su madre, ese niño era diferente de todos los niños que habían pasado por sus negocios, el tenía la mirada que Zoro había tenido ya hace tanto tiempo, esa mirada vacía, sin ánimos de vivir. Esa mirada que daba pasó al sentimiento del querer morir, de ya no tener por quién luchar. Ese niño le recordaba mucho a su pequeño ser de hace 17 años aquel pequeño que ha querido salvar en tantas ocasiones.
—¿para que los quiere?— decía mirando a uno de los subordinados.
—no lo se, señor—
—los acompañare. Mujer, camina y agarra al niño—demando Zoro.
La mujer sin ánimos de vida, camino hasta donde le indicaban. El pequeño niño iba agarrado de la camisa de su madre.
—cocodrile ¿para qué necesitas a estas personas— pregunto Zoro.
—el esposo de esta mujersuela, y esta mujersuela me deben más de lo que puedas imaginar— decía en un tono tranquilo, señalando a la mujer.
—entonces la mataras enfrente de su hijo— miraba con intriga al crocodile.
—no...por favor- chillaba la mujer -no..no me maten, maten a este niño...pero por favor no me maten, les doy la vida de mi hijo a cambio de la mía— la mujer empujaba al niño, el cual estaba conmocionado por las palabras que su madre decía, lágrimas caían de sus pequeños y tristes ojos.—mátenlo a el, el merece morir—seguía llorando la mujer.
—que desperdició de persona, estas llena de mierda y por eso te matare lentamente—hablaba Zoro con una risa torcida en su cara.
—ah, ya veo entonces lo dejo en tus manos mocoso— cocodrile hablaba con Zoro—con El Niño has lo que quieras, aunque esta muy delgado para venderlo y de seguro tiene podrido alguno de sus órganos. No me sirve—decía viendo con asco al pequeño.
La señora y el pequeño se encaminaron a un pequeño cuarto en donde esperaban su terrible muerte. Era blanco y en el sólo había una mesa con una silla.
Zoro entro a la habitación portando una katana. Se encaminó hasta en donde estaba la señora con el niño.
—saca al niño y llévalo a mi oficina —le decía a uno de sus lacayos.
Cuando el pequeño dejo la habitación, hizo que la señora se sentará en la única silla que había, le amarro los pies y las manos.
—¿por dónde quieres que empiece?—pasaba la Punta de su katana por la garganta de la mujer, subiéndola hasta su cara y alojando la en el ojo.—tal vez quieres que empieza por triturarte este ojo —hablaba con tono de burla jalándole el cabello.
—no me haga nada....por favor se lo ruego..... Mate a mi hijo, la vida de el no vale nada desde que nació fue una desgracia para nosotros, por la culpa de ese asqueroso niño mi esposo, mi querido ya no me ama —la mujer hablaba con odio mientras lloraba.
—que pena por ti, porque en estos momento te matare pero no creas que será una muerte rápida, no, morirás desangrandote—le dedicó una sonrisa divertida. Mientras daba gruesos cortes en las abrazos y espaldas de la terrible mujer, ella gritaba en agonía al ver los pedazos de carne que se le eran arrancados, en cortes finos pero profundos, el dolor era su agonía, la sangre brotaba a chorros cual fuente de agua divina. Sus gritos de sufrimiento se fueron callando poco a poco hasta encontrarse con su muerte.
Salió de la habitación dando por hecho su trabajo, pensaba en lo que podía hacer con el niño, la única solución viable era el devolverlo a su asquerosa vida, no lo podía matar; la única regla que había seguido en toda su vida de asesino, era el no matar niños y menos a ese niño que le recordaba tanto a el, tanto su vida como su mirada.
Entro a su oficina y vio al niño recostado en el sillón, las lágrimas aún caían de sus ojos pero no emitía ningún sonido. Se percibía la angustia y el sufrimiento que su alma irradiaba en esos momentos. Zoro le dio un vistazo al niño y se percató que lo único que El pequeño vestía era una camisa blanca muy grande para su cuerpo desnutrido, y un pequeño bolso color azul con una "x" blanca al frente, las marcas de su tortuosa vida eran reflejadas en el pequeño cuerpecito y en la carita inocente del niño.
—¿Cómo te llamas?— pregunto Zoro caminado hacia su escritorio.
El pequeño limpio las lágrimas de sus ojos y en una voz casi inaudible le respondió —Tony Tony chopper— se sentó y acercó su pequeño bolso para poder abrazarlo —¿me matarás?— pregunto ya no temiendo a la muerte, poco le importaba morir o vivir.