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"Coincidiendo esperanzas" por Chibi_Diggory

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Notas del capitulo:

 

Fic escrito  en colaboración de mi muy apreciada  Melancholy_LEGNA.  

Quisiera hacer hincapié que el primer capitulo es de mi total autoría, pero el segundo estará a cargo de Melancholy_LEGNA  Por lo que pedimos compresión a los diferentes estilos, esperamos que mas adelante estos sean menos distintos el uno del otro y logren un mejor acoplamiento.

Dedicado a  Melancholy_LEGNA

 

Para cuando por tercera vez en la noche, la joven Mulan había derrotado al ejército Huno en la popular historia china remembrada por Disney, sus extremidades le cosquilleaban debido al entumecimiento que la incómoda posición en el suelo le había provocado en las piernas. 

Qué tarde más tediosa era esa. 

Como ya era común, desde hacia varias semanas, estaba en la sala de estar de su hermana mayor, cuidando de dos criaturas infernales: sus sobrinos. No les llamaba así porque no les quisiera, sino que, pasar las tardes encerrado en esa casa, viendo programación infantil con la más pequeña o cuidando que el mayor no se metiera en dificultades con esa extraña tendencia suya por desarmar y armas aparatos eléctricos, no era su pasatiempo favorito. 

De hecho, en ese momento, hubiera dado cualquier cosa por estar en otro lugar; cambiar ese sofá manchado de comida para niños por un incómodo banco en el cinema bar de la calle principal; la compañía de dos pequeños niños, cuya platica principal giraba entorno a la programación televisiva, por la de cualquier otro, en especial si se trataba de su joven compañero de trabajo, cuya charla hacía referencia a cuantas chicas se cruzaban por su camino. 

-¿Tío? Tengo hambre.- escuchó que dijera el niño cuyo cuerpo se asomara por el marco de entrada a la sala. El pequeño no parecía mayor de once años, a pesar de que en un par de meses cumpliría catorce. Su rostro infantil lucía pequeñas pecas y sus cabellos castaños lo hacían muy parecido a su padre. 

Observó el reloj que marcaba pasadas las ocho de la noche, lo que significaba que su hermana se había retrazado más de una hora y media, el tiempo justo que le habría ahorrado ver una vez más a la joven heroína china salvando su nación; probablemente las cosas se habían complicado para Gracey con el que fuera su marido por casi catorce años. 

Estiró sus piernas para eliminar los fastidiosos calambres e inmediatamente se puso de pie, con un poco de dificultad. Sujetó acogedoramente a la pequeña de coletas entre sus brazos, quién se negaba a apartar la mirada de la pantalla del televisor. 

-Vamos a cenar, Nina, si no Tony te comerá a ti.- dijo, obteniendo así una sonrisa de la más pequeña y un gesto de desagrado del mayor de sus sobrinos. 

Caminaba rumbo a la cocina cuando sintió que los pequeños dedos de la niña se enredaban entre sus cabellos en un intento infantil por sujetarse de su cuerpo; momentos como ese le hacán sentir que en verdad valía la pena su estadía en ese lugar. 

Acomodó a la niña en la barra que conectaba la cocina con el comedor para ir en busca de los ingredientes necesarios para preparar algo sencillo, pero al abrir la nevera y observar en su interior sintió la vibración de su teléfono móvil luego del insistente repicar del mismo entre sus ropas. Tomó el cartón de leche y cerró la puerta con un golpe del pie a la vez que sacaba, con su mano libre, el pequeño aparato. No fue necesario ver el número dibujado en la pantalla, pues sabía de quién se trataba. Acomodó el teléfono entre su hombro y cuello, preparándose para escuchar los acostumbrados regaños de su compañero. 

-Si, ya lo sé...- habló mientras buscaba en las alacenas la caja de cereal y un par de tazones. –retrazado, si… ¿una hora, no crees que exageras? Ni siquiera han dado las nueve. 

Hizo unos cuantos malabares para colocar los tazones frente a los niños sirviendo un poco de leche para después dejar la caja de cereal a su alcance. Finalmente se apoyó sobre la meseta, estrujándose la sien con un gesto de dolor. La voz de Andrew solía causarle migraña cuando le reclamaba.´ 

Después de lo que pareciera una eternidad, apartó un poco el auricular de su oído sintiéndose harto de no poder explicarse siquiera; pese a la distancia a la que tenía el celular de su oído, la voz era bastante clara y fuerte, tanto así que incluso los niños se enteraron de lo enojado que estaba el sujeto al otro lado de la línea. Su compañero estaba especialmente enojado. Suspiró, intentó hablar para meter en razón el irracional comportamiento de su amigo, y es que no entendía porqué estaba tan molesto por su retrazo. El enfadado debería ser él por no poder irse de ahí, más de lo que pudiera estar su amigo esperándolo en su cómodo departamento. 

-Adelántate, te alcanzaré más tarde. Gracey no ha regresado…- trató de dar una solución y explicar la razón de su tardanza, pero fue nuevamente interrumpido –si, lo sé, pero…- intentó calmar a su amigo cuando escuchó el mecanismo del portón eléctrico accionarse, su rostro se calmó en ese momento. –Llegó.- anunció aliviado y eufórico, esperando que con eso el otro no siguiera presionando –Ya no tardaré, adelántate y…- sin embargo la voz al otro lado del teléfono no le permitió continuar. –Si, de seguro estaba con su abogado. 

Cómo si aquello aplacara a su compañero, su voz fue bajando hasta convertirse en un murmullo inaudible para quienes estuviesen cerca. 

-¿Pero que dices? Primero me reclamas y ahora…- de nuevo fue interrumpió -¡ya cállate!- expresó exasperado por la nueva actitud del sujeto. –Te veo en media hora. 

Y sin esperar respuesta, cortó la llamada. 

Cuando guardaba el teléfono en el bolsillo del pantalón, la puerta de la cocina se abrió dejando ver a su hermana, una joven que a pesar de tener más de treinta años no aparentaba ser mayor de veintiocho, gracias a sus facciones delicadas y juveniles que, junto con la coleta baja en que acomodaba sus rojos cabellos la hacían lucir más joven. 

Gracey era el vivo retrato de su madre y una total oposición a él, que tenía las facciones más marcadas y maduras, acentuadas por los trajes formales que solía utilizar a diario debido a las exigencias de su trabajo en la preparatoria Marista. 

La euforia de la llegada de la mujer, liberándolo de la responsabilidad de niñero, fue ahogada por la decepción al ver a quien la acompañaba; y es que en el momento en que Adrián pensaba reclamarle por el retrazo, vio aparecer a espaldas de la joven el alta e imponente figura del abogado de divorcio de Gracey. 

Con el cabello atado en una coleta, ojos verde claro, altura mayor a la promedio y piel blanca, aquel abogado era el perfecto prototipo de hombre gallardo, fantasía de todas las mujeres y envidia de cualquier hombre. 

Sin embargo, a él solo le producía desconfianza. Ya en varias ocasiones se lo había topado, pues cuando los niños estaban al cuidado de su padre, Gracey le pedía que la acompañase, alegando que al estar con él se sentía segura. Así que, cuando no fungía como niñero, lo hacía de fiel acompañante. 

Fue así como lo conoció. 

Tres meses atrás cuando el divorcio de su hermana era inminente, le había pedido que la acompañara en busca del que fuese su actual abogado. Aprovechando que Nina y Tony pasarían la tarde con su padre, Gracey lo esperó en la puerta de la opulenta preparatoria en donde impartía clases; este al verla, subió a la pequeña vagoneta e hizo a un lado los juguetes que Nina había dejado en el asiento del copiloto. 

Tras unos cuantos minutos de camino en los cuales la preocupación de Gracey fuese mal disimulada con una platica aburrida, aparcaron el automóvil cerca de un inmenso edificio de oficinas. Gracey encendió la alarma y caminaron rumbo a la entrada del edificio; ahí, un chico de cabellos castaños que ejercía como recepcionista, les dio la bienvenida. 

Mientras el recepcionista avisaba al buffet de abogados que la señora Estrada ya había llegado al edificio, Adrián observaba las placas que estaban colgadas en la pared, la firma elegida por su hermana para llevar el caso, estaba localizado en el cuarto piso y era de las más reconocidas en el medio. 

“Bonch Teith Asociados”, la cual se jactaba de tener más casos ganados en la ciudad y por el que Adrián podía profetizar, la cartera más elevada. 

Gracey debía estar desesperada por haber elegido menuda firma, sabiendo que sus ingresos eran mínimos, a pesar de que su fama estaba fundada en la falta de escrúpulos de sus miembros. 

Era penoso ser testigo de cómo lo que parecía un matrimonio feliz terminaría en una situación desagradable, en donde solo se buscaba mostrar quién podía más. 

Estuvieron varios minutos en la recepción del edificio antes de que les dejaran pasar al cuarto piso; Adrián siguió en silencio a la pelirroja, como si de un guardaespaldas se tratase. Pronto les atenderían y podrían retirarse de aquel lugar, o al menos eso creía, pues al llegar a la entrada del buffet observó que esta tenía otra sala de recepción, más pequeña que la anterior, pero aun así, más opulenta. 

La recepcionista, demasiado maquillada para el gusto de cualquiera, no dejaba de atender llamadas que desde el momento en que pisaron la oficina no habían dejado de sonar, y con fastidio se percató que la espera se prolongaría aun más y su hermana ni siquiera podría hablar con alguien que pudiese ayudarle. 

Tan solo unos minutos de espera y el estómago ya se le revolvía; el insistente repicar de los teléfonos y el “Bonch Teith Asociados, buenos días” de la recepcionista le taladraban la cabeza. No solía ser impulsivo, mucho menos impaciente, pero aquella actitud de suficiencia que le mostraban aquellos que pasaban por la recepción, además de la depredadora mirada de la mujer que no tenía reparos en mirarle maliciosamente le dejaban un sabor desagradable, lo hacía sentir como un pequeño conejo a punto de ser devorado por una feroz leona. 

-Saldré un momento. Cuando te atiendan, llámame al celular y regreso.– le dijo a su hermana antes de dejar atrás la recepción. Sabía que Gracey desaprobaba la idea, y agradecion en silencio que no hiciera nada por detenerlo. 

Al llegar al ascensor presionó el botón de la planta baja y recargó la cabeza en la pared. Se sentía extraño… estar involucrado en el fallido intento de final feliz para su hermana era… raro. 

Las puertas del ascensor se abrieron haciendo que volviera a la realidad ¿Qué clase de tonterías estaba pensando? La vida no era un cuento de hadas que necesariamente culmine con un final feliz. No todos encontraban la felicidad al lado del ser amado, él conocía a la perfección esa ley de la vida. 

Tras una leve parada en el segundo piso llegó finalmente  a la recepción, caminó con rapidez por el pulido piso y salió a la calle. Se sintió aliviado, abandonar tan asfixiante ambiente lo hizo sentirse bien. 

Con la mirada repaso las posibilidades de distracción, ubicando frente al edificio un pequeño parque era la opción más viable. Sin pensarlo en realidad caminó hacia él, un pequeño paseo entre los árboles le calmaría y renovaría su paciencia. Al final si algo pasaba, su hermana no dudaría en llamarle. 

Después de varios minutos se acomodó en una de las bancas del parque y sacó su teléfono, digitó rápidamente un mensaje para Andrew. No sabía porqué lo hacía, tal vez por pensar en lo que estaba pasando Gracey con su esposo le había hecho revalorar las cosas. Lo repasó un par de veces antes de comenzar a marcar el número… ¿qué tonta excusa le daría al profesor de idiomas por aquel mensaje? 

Pensando en eso y revalorando la situación, se puso de pie y con la firme presión de una tecla del aparato, borró el mensaje. 

-Que tonto.- se dijo mientras observaba el cielo. 

Cuando caminaba de regreso al edificio sintió que alguien le jalaba a un lado del camino, provocando que perdiera el equilibrio y cayera al pasto a un lado del que le hubiese jalado. 

-¿Qué diablos?- habló enojado, poniéndose de pie. Fijó la vista en el que estaba tirado en el pasto, aquel que había provocado su caída. Grande fue su sorpresa al toparse con un hombre joven con cabello largo atado con una pequeña liga. Reía a carcajadas. ¿Qué le causaba tanta risa? 

-Lo siento.- se disculpó el sujeto, tratando de controlar la risa mientras que, al igual que el profesor se ponía de pie. –Creo que andabas distraído y no viste a la bicicleta que se aproximaba a ti… siento el jaloneo.- habló, sacudiendo un poco su ropa. 

Adrián guió rápidamente su vista hacía adelante y constató lo que el sujeto decía, logró ver una bicicleta que iba a gran velocidad por el sendero en el que caminaba. 

-Creo que te he manchado.- habló de nuevo el sujeto señalando con el índice la mancha amarilla que lucía en el traje. –Creo que al final ha salido peor el remedio que la enfermedad.- afirmó tranquilo, sacando un pañuelo de su saco, tendiéndoselo a Adrián, este lo sujetó y trató de limpiarse la mancha. 

¿En que pensaba aquel hombre al jalarlo de aquella manera? Un simple “¡Ten cuidado!” hubiese bastado. 

-No pasa nada.- habló tranquilo. –Se quitará… espero. –se limpió lo mejor que pudo para luego tenderle el pañuelo y reparar en la enorme mancha, aun más grande que la de él, que lucía el hombre en su traje. –Tú también te has manchado. 

El aludido observó su ropa y tras pasar una de sus manos para limpiarlo, sonrió. 

-Eso parece… la próxima vez no sostendré comida cuando salve de ser arrollado a un distraído. 

-¿Insinúas que es mi culpa? 

-No estoy insinuando nada. 

-Entonces, ¿afirmas que es mi culpa?- enarcó una ceja, lo último que le faltaba… un sujeto que quería pasarse de listo. Sin embargo ese hombre no le molestaba, al contrario, se sentía tranquilo. Quizá fuera el hecho de que hubiese intentado ayudarle, cosa no muy común en la ciudad, o el simplemente el gesto infantil que había mostrado al percatarse que había tirado su comida. 

-Veamos… si revisamos los hechos…- el chico de ojos verdes sonrió con suficiencia, pero al ver que Adrián no lo tomaba con agrado, simplemente suspiró, -a veces se gana y a veces se pierde.- afirmó para luego acomodarse el saco y tapar la mancha de su camisa lo mejor posible. 

-¿Qué tal, si para disculpar mi torpe intento de héroe,- sonrió –me acompañas a buscar algo de comer? Creo que lo que tenía ha quedado regado en el suelo y nuestra ropa.- Al decir aquello señaló en el piso lo que parecía ser una salchicha de desagradable aspecto. 

No supo si fue el hecho de que Gracey no hubiese llamado y estuviese aburrido, o las “elocuentes” palabras del sujeto que tenía a un lado, pero ahora se encontraba frente a un puesto de salchichas atendido por un sujeto gordo de grasiento rostro y ropa sucia que escuchaba el reporte del juego de béisbol que se había realizado ese día en el estadio de los Alebrijes y compartía opiniones con el sujeto que había ensuciado su ropa. 

-¿Trabajas por aquí? –le preguntó el hombre, causando una negativa en el castaño. 

-He venido a acompañar a mi hermana.- contestó he instintivamente revisó su teléfono por si la aludida le había llamado durante el alboroto. 

-Entiendo, y el acompañante está divagando solo por el parque. 

-No divago, necesitaba un respiro. No soporto estar donde todos te ven como si fuesen superiores… además de que te hacen esperar… cómo si no tuviese nada mejor que hacer. 

-Y, ¿se puede saber dónde es ese lugar? –preguntó curioso. 

-Bonch Teith Asociados, ¿lo conoces? 

-Ligeramente.- afirmó mientras mordía un trozo de su salchicha. 

-Almorzar salchichas no es saludable ¿sabes? 

-¿Y?– se encogió de hombros –Sólo hay una vida. –Adrián rió y asintió. 

-¿Por eso hay que malgastarla? 

-Pues… 

Cuando el otro estaba por contestarle, la música de South Park  se hizo escuchar en un insistente repique, anunciando una llamada. El hombre miró la pantalla donde la palabra “oficina” se distinguía y disculpándose un momento, hizo a un lado lo que quedaba de su salchicha antes de levantarse y contestar con desagrado. 

Adrián solo pudo distinguir algunas frases de lo que pareciera ser una desagradable plática, pero por los gestos que el otro hacía adivinó que el ganador fue el que llamó, hecho que provocó que una sonrisa se dibujase en su rostro. Cuando el de ojos verdes colgó, se acercó de nuevo a donde él estaba y sonrió excusándose. 

-Parece que no pueden dejarme en paz. –habló frustrado he inmediatamente se dirigió al profesor. –Me tengo que ir, fue un placer… ¿sabes? Es curioso que no me hayas dicho tu nombre… 

-Adrián. –repuso el aludido poniéndose de pie, tendiéndole lo que quedaba de la salchicha con rostro amable. 

-Un placer, Adrián. Yo soy Ethan. Siento comer e irme, pero ya sabes, el deber llama y al parecer no pueden hacer nada sin que esté ahí. 

-¿Muy solicitado?- dijo en tono de burla. 

-Podría decirse.- y sin decir más, se despidió con una sonrisa y corrió inmediatamente para salir del parque. 

Cuando el hombre salió de su campo visual un mensaje llegó a su teléfono. Su hermana le decía que ya habían localizado al abogado de su caso y pronto le atenderían, que se diera prisa. No respondió el mensaje y se encaminó rápidamente al edificio. 

Al llegar, su hermana le esperaba ansiosa fuera del ascensor y tras un pequeño regaño por haberla abandonado de la forma en que lo hizo, le explicó la situación. Al parecer el abogado que le habían asignado era el más joven de la firma, el cual resultaba ser una resiente adquisición que por lo visto llenaba de orgullo a los presidentes. 

-Entonces, te dieron un novato, además de uno muy impuntual por lo visto. 

-¿Qué te pasa? Tú no eres así.- preguntó extrañada por la conducta de su hermano menor. 

-Ya pueden pasar.– interrumpió la exuberante recepcionista, dejando por un momento las llamadas que entraban al conmutador. –La primera oficina por este pasillo.- puntualizó señalando el corredor a su izquierda. 

Sin terminar la plática entablada en la recepción, Adrián y Gracey  entraron a la oficina señalada. Enorme fue la sorpresa de Adrián al entrar y reconocer al hombre que estaba sentado en la formidable silla de piel detrás del escritorio granito y cristal. 

¡Era aquel sujeto! Aquel con el que minutos antes había entablado una despreocupara charla en el parque y que ahora, lo miraba con una sonrisa complacida.

CONTINUARA....

 

Cualquier comentario o sugerencia serán bien recibidos.

Pueden enviar sus comentarios al correo Chibi_diggory@hotmail.com

Atte Chibi_Diggory

 

 


 

 


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