Hinata caminó, dirigiéndose rápidamente a la parte en que menos iluminación había. Se sentó en una banca de aquel parque mientras observaba a Kageyama seguirle a su propio paso.
Entendía que estuviera cansado, después de todo habían aprovechado cada segundo del tiempo libre que habían tenido durante el día para practicar, y debido a que no eran los únicos ‘intentando algo nuevo’ la práctica con el entrenador Ukai también se extendió.
Y no mentiría, él también estaba agotado pero en su camino de vuelta a casa había notado lo extraordinario que se veía el cielo esa noche. Siempre estaban tan ocupados con el vóleibol que no tenían cabeza para nada más, y nunca se daba tiempo para disfrutar de cosas tan simples como esa.
Sintió un peso sobre su regazo y al bajar la vista noto que se trataba de Kageyama, sin darle mucha atención devolvió la mirada al cielo mientras comenzaba a jugar con el cabello de si compañero mientras sonreía.
El cielo, completamente despejado, estaba repleto de brillantes estrellas, diferían en tamaño e incluso –después de algunos minutos observándolas- pudo ver que no todas eran blancas como siempre había pensado que eran, unas cuantas resplandecían en muy suaves tonos de amarillo o azul, incluso podría decir que había un par en tonos rojizos.
Entonces tuvo la realización de cuán enorme era el universo, la cantidad de planetas, estrellas, satélites. Sintiéndose tan, tan pequeño al pensarlo pero absolutamente feliz de ser capaz de contemplarlo. Se sonrojo ligeramente, sintiéndose emocionado y lleno de energía con su corazón latiendo fuertemente. Aunque no tenía palabras para describirlo, el sentimiento más cercano que podía evocar era similar a la primera vez que lograron hacer un ataque rápido y había sido capaz de ver más allá de aquel muro. Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza.
Kageyama había pensado en dormir un poco pero si notarlo se había quedado observando a Hinata, era algo que le ocurría muy a menudo, sin importar cuanto intentara concertarse en otras cosas terminaba por distraerse pensando –o viendo, en este caso- en el mayor.
Sintió al rematador temblar e inmediatamente pensó que tendrían que irse pronto ya que estaba refrescando bastante y no pensaba arriesgarse y que cualquiera de los dos -o ambos en el peor de los casos- terminara resfriado. Sin embargo, y como le venía ocurriendo, ver a Hinata por un segundo fue suficiente para hacer el pensamiento a un lado.
No tenía idea de qué tipo de cosas extrañas podía estar pensando el más bajo para tener esa expresión en su rostro, pero se veía realmente lindo -algo que no habría agradado del todo a su compañero, ya que un hombre no debía ser llamado lindo, aunque siempre se sonrojara cuando lo decía.
“Oi, Shouyou…” dijo con voz queda, el otro chico dio un respingo al escuchar su nombre mientras bajaba la mirada hasta fijarla sobre él.
“’¿Mh?” Kageyama llevó una de sus manos a la mejilla del contrario, acariciándole lentamente y deslizándola hasta el cuello y halando de él para cerrar el espacio que había entre ellos.
Posó con suavidad sus labios contra los del rematador, mientras éste abría sus ojos reflejando sorpresa. Hinata sintió un intenso calor apoderándose de él ante la sensación de aquellos labios moviéndose contra los suyos, el cual aumentó al sentir los dedos del pelinegro enredándose entre sus cabellos, impidiendo así que se alejara. Colocando una de sus manos sobre el pecho del armador se aferró a su camiseta, cerró los ojos lentamente entregándose a la sensación. Separando los labios mientras dejaba escapar un suave y–a oídos del colocador- tierno gemido, profundizando aquel beso, sintiendo como la lengua de Kageyama se adentraba en su boca recorriéndola, haciéndole suspirar. Una descarga lo recorrió entero ante el contacto.
Separándose de Hinata unos segundos después dejó que su mano viajara nuevamente a su rostro, depositando un beso en la comisura de sus labios. Lo apartó para incorporarse quedando frente a él, listo para irse de aquel lugar.
“Hoo, ¿y eso?” comentó sonriente mientras se ponía de pie.
Kageyama no respondió, en cambio se acercó para rodearlo por el cuello en un abrazo, atrayendo así la cabeza del más bajo hacia su pecho. Hundió la cara en el cabello de Hinata sintiendo como éste le abrazaba también, rodeándolo por la cintura.
"¿Qué pasa, Kageyama-kun?" Cuestionó con tono burlón. "¿Te da miedo estar en un lugar tan oscuro?" No necesitaba verlo para saber que estaba sonriendo.
"Hinata, idiota…" Respondió en un susurro.
Cuando estaba con Hinata sentía una enorme necesidad de abrazarlo, de tocarlo, de besarlo. Quería que aquellas sonrisas que le daba a cualquiera fuesen solo para sí, quería ver a Hinata sonrojándose mientras lo adulaba –por el motivo que fuera-, quería escucharlo decir su nombre mientras sonreía de aquella forma que hacía que su corazón se acelerara, aquellas miradas que sin pretenderlo hacían que el mundo entero desapareciera y solo quedaran ellos dos. Quería estar siempre con él.
«¿Es posible querer tanto a alguien?» pensó, sintiendo a Hinata alejarse un poco para verlo directamente.
"¿Vamos?" Y con ello reanudaron su camino.
Sin duda lo era.