Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Romance de Seda por Tsundere Chisamu-chan

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Al fin logré terminar este Fic. Sé que no es de mis mejores, sinceramente, las personas que me leen, o leían saben que soy una dramática de mierda y quería hacer algo más ligero. Pero no podía faltar el drama en esto así que con mucho cariño, espero que les guste el último capítulo de (talvez) el último fic que escribo. 

Les mando mucho amor y éxitos en sus vidas. Por favor no olviden dejar su comentario, me ayudan mucho. 

 

Capítulo IV

 

—Ville… me voy a casar.

 

Mi sonrisa se esfumó en un momento y sentí mis manos heladas.

 

—Pero dijiste... —Dudé. Él me miró con dolor. —Pensé que querías esto —terminé confundido.

 

—No me malentiendas, amigo —me respondió con voz dulce. —He tardado no sé cuántos años enamorado de ti, y me alegro de haber tenido la oportunidad de vivir esto, pero tengo una relación sólida con Paula. Llevamos tres años juntos, no le puedo hacer esto.

 

Sentí cólera e impotencia, fruncí en entrecejo y bufé escupiendo las palabras que se acumulaban en mi boca.

—¿De qué diablos hablas? Acabas de traicionarla. Sabes que ella no te puede dar felicidad, estás atrapado en una mentira, Lauri. —Me moví bruscamente de mi posición, sentándome en la orilla de la cama y dándole la espalda mientras apagaba mi cigarrillo que dejé de disfrutar.

 

El silencio reinó. Escuché movimientos de su parte y giré mi cabeza para verlo. Estaba haciendo lo mismo que yo y recogiendo su ropa del piso. Miré su espalda cómo se colocaba la camisa y se ponía de pie para colocarse sus prendas inferiores, sentí mis ojos llenándose de lágrimas. Siempre he tenido una fuerte coraza que me ayuda a disimular con insultos o sarcasmos mi tristeza, aunque ese dolor no lo había sentido nunca. Lauri me estaba rechazando.

 

—Yo te amo —Le dije limpiando mis lágrimas que resbalaban tortuosamente haciéndome ver patético.

 

—Lo lamento, Ville. Si sirve de algo, siempre te he amado.

 

—No me digas —contesté colérico del dolor y me puse de pie para mirarlo de frente. —Entonces ¿Qué significó esto para ti? ¿Solo querías quitarte las ganas?  —Mi voz quebrada lo hizo voltearse a verme y en su mirada había remordimiento, no creo que él supiera lo mucho que me dolería. Quería pensar que él no me lastimaría adrede y que todo fue una confusión fatal.

 

—¿Y tú? —Me respondió tranquilo pero punzante. —¿Pensaste que iba a abandonar a mi prometida cuando me besaste? Ni siquiera sabes lo que sentí o siento. —Se encogió de hombros y sentí mi estómago vacío. —Ambos apostamos creyendo que el otro pensaba igual y ambos nos equivocamos— agregó. Giró su cabeza e hizo una mueca de incomodidad. —Lo siento, no debí venir. —Me quedé sin palabras, congelado y temblando.

 

—Tienes razón —respondí. —No sabía lo que sentías, la verdad solo me dejé llevar porque te veías irresistible. —Quise sonreír, pero solamente me salió una mueca pavorosa. —Pero ahora ya los dos sabemos lo que sentimos, y si ambos nos amamos no entiendo por qué estamos discutiendo por esto. —Mi voz se elevó en la última oración hasta asemejarse a un grito.

 

—Porque ya es demasiado tarde —respondió mi amante a un volumen mucho más controlado que el mío. Ya se encontraba completamente vestido y rodeó la cama acercándose a mí, con su mirada imperturbable. —No tienes idea de cómo ha sido, llevo media vida tras de ti y nunca lo habías notado. —Caminó lento mientras hablaba. —Siempre tratando de hacerme notar por ti, tratando de impresionarte y buscando halagos tuyos. Guardaba una estúpida esperanza, pero nunca me quise arriesgar para no perderte como amigo, porque tenerte cerca era suficiente. Aunque al mismo tiempo me moría de celos cada vez que hablabas de alguna de tus conquistas.

 

Quedó frente a mí y me miró a los ojos ligeramente hacia arriba para contrarrestar los pocos centímetros de diferencia. —Me costaste muchas lágrimas, Ville. —Dijo colocando su mano en mi mejilla tiernamente. —Luego apareció Paula y aunque no fue lo mismo, me ayudó y logré dejar de sufrir. Aunque nunca te dejé de amar —agregó en un susurro y se acercó a mí para darme un abrazo de consuelo. Yo me encontraba todavía desnudo, perplejo y con sus palabras no pude evitar que mi llanto casi imperceptible se saliera de control.

 

—Lo lamento —gemí llorando, correspondiendo su abrazo, su cabeza estaba en mi hombro, así que acaricié su cabello deseando nunca soltarlo.

 

—No tienes porqué, yo fui el tonto. Yo lo lamento por lastimarte, no tenía ninguna intención de hacerlo. —Respondió.

 

—Nunca serías un tonto, eres increíble. —Refuté sin miedo de sonar demasiado cursi, ya a esas alturas no me importaba verme frágil porque sabía que ambos habíamos abierto nuestras almas y lo que más me preocupaba era ese abrazo agridulce que sabía a despedida. Ambos lloramos en silencio por unos minutos. —Quédate esta noche conmigo, Lauri. Haré lo que sea, lo que necesites. —Susurré y él se separó de mí limpiando su rostro.

 

—Solo necesito irme a casa —respondió en una sonrisa resignada. —Descansa, Ville.

 

 

Y sin agregar ni una palabra más, lo vi partir de mi habitación y apartamento. Me derrumbé sobre el colchón desordenado por todo lo que había sucedido allí. Miré el techo dejando que las lágrimas, que no habían dejado de salir, mojaran mis sienes. ¿Cómo podría alguien llegar a procesar lo que pasó? Habían sido tantas emociones en solo una noche, me repetí sus palabras una y otra vez en la mente mientras venían a mí, imágenes de su rostro desfigurado por el orgasmo.

 

Lo tuve y lo perdí en término de unos cuantos minutos. O talvez nunca lo tuve, talvez solo tuve la dicha de hacerlo mío y darnos unos buenos recuerdos para la vida que nos esperaba, fingiendo para siempre que esto no había sucedido y que solamente nos considerábamos buenos amigos. Me metí debajo de las sábanas y me acurruqué adolorido sin poder adivinar qué me repararía el futuro después de tal episodio.

 

¿Podríamos volver a ser amigos? Hace apenas un par de horas estaba preguntándome lo mismo, aunque por razones totalmente diferentes. Ahora pensaba que nunca nos podríamos ver de nuevo a los ojos sin recordar eso y que lo mejor, si no podría suceder nada más, sería alejarnos. Aunque trabajando para la misma compañía era demasiado complicado. Mil escenarios cruzaron por mi mente que no dejaba de dar vueltas sobre el asunto.

 

Desperté con una sensación de culpa, y remordimiento. Mejor hubiese seguido durmiendo. No solo mi cara y cuerpo se sentía desastroso, apenas pude abrir los ojos de lo hinchados que estaban por llorar, pues había derramado tantas lágrimas que ni siquiera recordaba en qué momento logré dormirme. Me sentía sucio e idiota. Solamente me incorporé a medias sentándome al borde de la cama y mi mente, una vez más, se activó dando vueltas sobre aquellos cuestionamientos abrumadores y que de todas maneras no podría responder.

 

Tomé mi teléfono y marqué al mannager. Timbró dos veces mientras yo carraspeaba tratando de sonar lo más despierto posible.

 

—Buenos días, señor Ville —contestó con respeto.

 

—Buenos días. —Mi voz salió ronca y áspera, me sorprendió, pero aproveché la situación. —Quería contarte que amanecí con un terrible resfriado hoy y no podré asistir al ensayo. ¿Podrías encargarte?

 

—Oh, lo lamento. Por supuesto, debes reposar la voz, me encargaré de notificar a los encargados. Espero que sigas mejor —.

 

—Muchas gracias.

 

Sabía que no era óptimo quedarse en casa sin hacer nada en esas situaciones, y no soy la clase de personas que faltan a sus responsabilidades solo porque sí. Pero no quería que mis compañeros y demás miembros del staff me vieran así.

 

Al terminar la llamada me levanté y dirigí al baño. “Repugnante” me dije al verme el espejo y mirar mi cara espantosa e hinchada por el llanto, de todas formas, hice mi ritual mañanero casi por instinto. Lavé mis dientes, mi rostro y oriné, para después ir a desayunar algo.

 

Me preparé un desayuno completo porque hasta freír un huevo era una buena excusa para no tener que lidiar con mi rechazo. Me debatí mil veces en si debía escribirle, tenía una enorme resaca moral por haber cometido error tan garrafal como lo fue acostarme con mi amigo. Error que solo servía para hacerme darme cuenta de mis sentimientos, que ahora dolían más porque él me había rechazado, y correr el riesgo de perder una amistad sólida y cultivada por años.

 

No lo hice, no le escribí. Lo amaba, pero no me humillaría rogando por amor, nunca lo había hecho y no empezaría hoy. En cambio, solo lo dejé arder en mi interior mirando en la televisión toda la revuelta acerca de la boda del vocalista de The Rasmus, que sería dentro de algunos días.

 

Al tercer día de faltar al trabajo Linde llegó de improviso a mi apartamento. Sinceramente, cuando escuché el timbre estaba en estado alcoholizado en el sofá solo escuchando música y tuve la esperanza de que fuera él, arrepentido y jurándome amor eterno. Así que corrí a abrir y al ver al tonto de mi compañero de banda no pude evitar una cara de decepción.

 

—¡Vaya!, también me alegra mucho verte —pronunció con sarcasmo. Y yo esbocé una sonrisa haciéndole un gesto para que entrara. Pero antes de hacerlo, me dio un fuerte abrazo y me palmeó la espalda. Lo correspondí sin energía.

 

—Estaba preocupado. No sueles faltar tantos días y sin comunicarte directamente con nosotros. Pero me alegra saber que estás bien.

 

Hizo ese comentario mientras entraba a mi hogar y colgaba su abrigo en el perchero. Yo no había podido decir nada, no sabía cómo confesar lo que había hecho, y lo que había pasado después. Puede sonar estúpido, pero nunca nadie había rechazado mi amor y me sentía avergonzado por ello. Especialmente hablando con Linde quién era mi compañero de conquistas y se sabía cada una de mis jugadas sucias.

 

—Sí, lo siento. Estuve muy mal estos días y necesitaba descansar. —Le dije mientras caminaba por la estancia haciéndome el ocupado, recogiendo cosas regadas por el sofá. Cuando vi que no había respuesta, me volví a mirarlo y él me clavaba sus ojos incrédulos.

 

—Deja eso —respondió sonriendo. —Entiendo si no quieres hablar, pero no me mientas, ¿ok? Te conozco lo suficiente.

 

Bufé y me senté en el sofá dejando la organización del espacio a medias. Lo invité a sentarse a mi lado, justo en los lugares “asignados” que siempre usaba cada uno y él lo hizo. Sabía que Linde no me juzgaría, ni me presionaría. Pero aun así se sentía extraño estar contándolo. Así que me tomé mi tiempo, respiré profundo y cerré los ojos buscando mi valentía extraviada.

 

—Me acosté con Lauri —dije al fin y él abrió su boca en señal de asombro. —Le dije que lo amaba, pero él me dijo que se casaría de todas formas —agregué en una sola frase, luchando para que no se me quebrara la voz.

 

Linde se quedó con una expresión extraña, como tratando de procesar lo que escuchaba. Miraba hacia abajo, perdida y la boca entreabierta.

 

—¿Lo amas? —preguntó con gesto de confusión y yo solo pude asentir lentamente sintiendo mi labio inferior temblando. Quise darme una bofetada por la pena que sentía en ese momento. Él suspiró y se rascó la barbilla. —¿Qué te dijo él? —agregó en respuesta a mi confirmación.

 

—Dijo que hace mucho que estaba enamorado de mí, hace muchos años. Pero que nunca me dijo nada para no arruinar nuestra amistad. — Paré para respirar, Linde solo hacía gestos de asombro mientras me escuchaba atento. —Dice que sufrió por muchos años pensando que yo nunca le correspondería, pero que ya es muy tarde porque ahora quiere a Paula.

 

Volteé mi cabeza hacia un lado aspirando para no llorar.

 

—Ya veo —contestó. —Vaya… lo siento mucho, amigo. —Puso su mano en mi hombro y yo asentí. Ambos nos habíamos quedado sin palabras, y aún en esas circunstancias estaba agradecido de haberlo podido soltar con alguien.

 

—¿Y cómo te sientes ahora?

 

Lo miré con una ligera sonrisa y me encogí de hombros. —Mejor ahora que pude contártelo. Pero, pues… francamente me siento como un tonto. No sé qué hacer.

 

—¿Porqué? —consultó incitándome a continuar.

 

—Él es uno de mis amigos más cercanos y queridos. Siento que la cagué, porque ahora ya nunca volverá a ser lo mismo. No sé si tengo el valor para verlo de nuevo e ignorar lo que pasó o eso solo nos atormentaría a los dos. —Hablé rápidamente y un poco alterado.

 

—Sí, lo entiendo. —Frunció los labios. —¡Qué putada! —lanzó al aire analizando mi situación. Agradecía infinitamente al cielo por Linde y su incondicionalidad, porque él me lo había advertido sentado justo en el mismo lugar. Que debía abstenerme y no arruinar todo por una calentura, aunque ya no era solo eso, pero el error era el mismo.

 

—Soy un idiota —dije dolido y él me miró sonriendo y asintiendo en son de burla, haciéndome reír por lo bajo.

 

—Bueno… al menos te quedó esa noche —respondió aligerando el ambiente. —¿Qué tal estuvo? —Sonrió pícaro.

 

—Más que buena —respondí esbozando una sonrisa enorme. Ambos soltamos una risilla.

 

—Prometiste que no te embriagarías sin mí, ahora me tienes que dar alcohol para compensarme. —Reclamó ya más relajado.

 

Se levantó y se fue a servir un whiskey al mini bar. El par de botellas que él se había llevado desde nuestra última borrachera las había reemplazado desde el día siguiente, yo no me podía permitir tener mi bar incompleto, era una cuestión de dignidad.

 

Transcurrió un lapso del tiempo en el que solo hablamos de cosas al azar, empezando por él contándome como había estado en ambiente en los ensayos los días que no me presenté. Y entonces volvimos al tema inicial poniéndose de nuevo serio.

 

—¿Irás a la boda? —Soltó de golpe y yo tuve que tardar unos segundos en procesar la pregunta y pensar la respuesta.

 

—No lo sé. En realidad, ni siquiera me invitaron. —Me encogí de hombros.

 

—Claro que sí, Lauri habló mil veces de tu invitación.

 

—Pero no me la dio nunca. —Hice un gesto de confusión. Él continuó bromeando y lo supe porque puso esa expresión tonta de cuándo va a decir alguna estupidez.

 

—Talvez lo hizo a propósito. —Dudé.

 

—¿Porqué? —pregunté iluso.

 

—Talvez pensó que si ibas correría por la iglesia a tus brazos y se escaparía contigo.

 

Me dolió. Porque, aunque fuera una broma me encantaría vivir algo así a su lado. Linde no estaba intentando ser descortés pero aun así no pude evitar mi gesto de incomodidad y él detuvo su risa.

 

—¿Tampoco te llegó la invitación electrónica? —agregó tratando de volver a la seriedad. Yo lo miré entornando los ojos porque no sabía de qué estaba hablando. —Así es, llegó una invitación por correo electrónico porque hay personas que vienen desde lejos y no les pudo llegar a tiempo la invitación real —. Me encogí de hombros.

 

—No la he visto.

 

—¡Revísalo! La enviaron hace un par de días. —Me quedé inseguro un momento y me levanté a buscar mi laptop para poder dar por finalizada ésta aventura.

 

La encontré en mi habitación acumulando polvo en un rincón, tenía días sin encenderla porque no quería lidiar con la realidad ni con mis compañeros. Regresé al vestíbulo donde mi amigo sentado en el mismo lugar disfrutaba de su bebida. Puse el aparato sobre mis piernas y lo encendí. Tecleando algunos códigos llegué hasta mi correo electrónico desesperado porque la velocidad del dinosaurio que tenía, no se ralentizara más. Lo abrí y chequeé el buzón de entrada, verificando un correo de mi amor: Lauri. Lo abrí con precaución y me brillaron los ojos cuando pude ver claramente el diseño dorado de la invitación, junto a un corto texto “Ojalá puedas asistir”. Así era él, corto y conciso.

 

—¿Y? —preguntó Linde con curiosidad. Asentí con una ligera sonrisa sobre mis labios, debatiéndome si debía ir o abstenerme de esa tortura cruel y personal hacia mi dignidad.

Mi compañero se levantó de su asiento para ver la pantalla al lado de mi sofá individual. Ambos nos quedamos solo mirando por un tiempo.

 

—¿Qué harás?

 

Dudé. La decisión era tan poderosa que me aplastaba. En mi mente transcurrían montones de escenarios de su boda, me podía imaginar rompiéndome frente a todos, prensa y amigos y manchando para siempre nuestra reputación. Pero necesitaba verlo con mis propios ojos, para al fin desprenderme de ese afecto que me estaba matando.

 

—Iré.

 

***

El día finalmente había llegado y yo nervioso, no podía ni colocarme la camisa. No sabía cómo iba a poder tolerar todo el proceso. Estaba a punto de romper en llanto y ni siquiera había salido de mi apartamento. Con todo el cuidado del mundo me preparé como el hombre poderoso y atractivo que era. Parecía una tontería, pero todavía en esas circunstancias no podía dejar de pensar en despertar el deseo de Lauri. Suspiré mientras me miraba en el espejo cuidando los últimos retoques y dándome valor.

 

Estaba seguro que atraería miradas, pues era un atuendo absolutamente negro, elegante, pero sin dejar de ser original y rockero. Aunque para ser sincero, solo había una mirada que me interesaba atraer, la suya verde y pícara, pero soñadora e infantil.  Respiré profundo y tragué grueso cuando recibí un mensaje de que el vehículo que me transortaría, estaba ya esperándome en la entrada del edificio de apartamentos donde vivía.

 

Tomé mis cosas con calma total intentando contagiarme de ésta. Y me dirigí al elevador para salir del edificio. Me subí en una camioneta donde ya estaban todos los miembros de mi banda quienes me recibieron con entusiasmo porque llevaba varios días sin verlos, debido a mi “resfriado” que se había extendido de más. Linde me dirigió una mirada de consolación al verme y yo solo asentí en complicidad.

 

El trayecto hacia el hotel donde se celebraría la recepción del evento estaba mucho más cerca de lo que esperé, o más bien, creo que solo quería retrasar el verlo directamente a la cara. Imágenes furtivas se aparecieron en mi cabeza de lo que había sucedido hace apenas algunos días, y solo cerré los ojos recordando nuestro agrio abrazo de despedida, porque a pesar del fabuloso encuentro sexual que habíamos tenido, lo que más calaba en mi mente era el momento de dolor que llegué a vivir.

 

Nos bajamos y dirigimos al salón. Este se encontraba lleno de periodistas quienes conversaban entre ellos, tomaban champagne, entrevistaban otros artistas presentes y demás. Entramos hasta un salón privado donde solamente se encontraban miembros de nuestra discográfica y discutían temas de logística relacionados a la publicidad del evento. Menuda mierda eran los matrimonios en este ámbito, ¿por qué todos se tenían que enterar de cómo había salido?, ¿acaso ya no existía la privacidad?

 

Me asaltaron los pensamientos anteriores a pesar de que no era la primera boda en la que estaba de esa índole, pero solo podía pensar en lo nervioso que estaba Lauri al tener que lidiar con un acontecimiento semejante y lidiar al mismo tiempo con una horda de periodistas necios y curiosos.

 

Cuando no pude tolerar más de esa farsa, me excusé y entré en el baño de caballeros, a la vuelta del salón y pasando por algunas puertas, finalmente lo encontré gracias al típico rotulo. Entré en este y me quedé en shock. El universo no podía ser tan condescendiente… o cruel. Él se encontraba recostado sobre el lavabo después de, evidentemente, haber lavado su rostro. Se veía espectacular, vestido totalmente de blanco. A él le gustaba usar el color negro como a mí, pero siempre creí que el blanco le lucía más, y al parecer su diseñador pensó lo mismo.

 

Él no se percató de mi presencia de inmediato. Tenía algunos mechones mojados de su cabello, y su camisa de botones se encontraba semi-abierta dejando ver tan deseable pecho. Estaba respirando agitado sin enderezar su postura como quien intenta recuperarse de una crisis.

 

 

—¿Estás bien? —pregunté sin adentrarme completamente y sin haber podido cambiar mi expresión sorprendida. Él se giró sobresaltado para mirarme con ojos súper abiertos.

 

—Viniste. —Parecía aliviado y su frente se frunció en un gesto muy propio que me hacía enloquecer.

 

—No podía perdérmelo —respondí por reflejo, aunque solo iba porque quería dejar zanjado nuestro romance mirando con mis propios ojos su casamiento con otra persona.

 

Él se acercó a mí con pasos seguros y me abrazó por el cuello, plantándome un fuerte beso en los labios. Acaté a cerrar la puerta apresuradamente detrás de mí. En medio del beso tan violento me empujó dentro de uno de los cubículos elegantes y prolijos de ese hotel 5 estrellas. Yo no había procesado lo que estaba pasando, no lo entendía, pero era muy débil como para resistirme así que lo seguí besando y puse mis manos en su cintura, para finalmente cerrar los ojos y dejarme llevar por esos besos apasionados y deliciosos que creí nunca más saborear.

 

Sentí su deseo de cogernos ahí mismo y abrí los ojos alarmado cuando dirigió su mano a mi entrepierna. Tomé su muñeca y usé todo el valor que me faltaba para pararlo en seco.

 

—¿Qué estás haciendo? —Él me miró ligeramente decepcionado y mi pecho dolió. —No seré tu juguete, Lauri. Sabes que esto no es solo una descarga para mí —dije con resentimiento.

 

Él pegó su frente a mi pecho por unos segundos y gimoteó.

 

—No lo sé, Ville. No sé qué estoy haciendo, ni lo que tengo que hacer. Por favor, perdóname. —Me abrazó con dulzura y yo sentí mi interior escocer porque, aunque lo amaba con locura, mi poca ética me impedía aprovecharme de su estado en ese momento. Solo lo abracé de vuelta sintiendo mis lágrimas resbalando por mis mejillas.

 

Tardamos unos minutos más en esa posición hasta que él se separó de mí y con una sonrisita tierna que me derretía, me volvió a pedir disculpas y salió del cubículo. Yo me quedé inmóvil escuchando como todo el espacio se quedaba en silencio y yo todavía no podía reponerme de ese estado en el que me había dejado el novio.

 

Resoplé con la excitación por las nubes y la angustia aún más alta. Finalmente salí del cubículo para revisar mi ropa desordenada y limpiar un poco mi rostro de las lágrimas y los besos. Tomé todo el aire que pude y salí para unirme a mi séquito de músicos. Quedaban pocos minutos antes de la ceremonia, así que nos dirigimos a nuestros lugares. El lugar no era demasiado grande y estaba repleto de gente que, seguramente, le valía un pepino quiénes eran las personas que se casaban allí.

 

Empezó el evento como si fuera un show. El cuarteto de cuerdas contratado resonó en toda la estancia y de pronto Lauri apareció frente al altar, se le veía más tranquilo y luciendo ese traje ya correctamente colocado y perfecto. Cómo todo él. No le pude quitar la mirada de encima, me quedé mirándolo cautivado recordando el sabor de su boca y la sensualidad en su voz masculina. Grité su nombre a todo pulmón en mi mente tratando de llamar sus ojos a los míos, pero no lo logré. Él solo miró en las direcciones donde había ensayado, como todo un profesional dando un show.

 

La novia ingreso en un vestido de novia medio punk y se tomaron de las manos al momento de decir los votos.

 

“Yo, Lauri Ylönen, te tomo como mi esposa.

Para cuidarte y respetarte,

amarte y acompañarte…”

 

 

Fue entonces que Lauri desvió la mirada medio segundo de su novia, para rozarme con ella. No fue muy notorio puesto que yo me encontraba en la misma dirección donde estaba ella, pero yo, que había estado todo el tiempo con mis ojos clavados en su carita, me percaté. Continuó su discurso mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, y los volvió a dirigir a mí a una velocidad acelerada.

 

“En la salud y la enfermedad…”

 

Pausó y dudó. Me miró nuevamente, yo solo quería gritar o morir. Sentía que ya no soportaba más ver esa escena, especialmente con la expresión de mi amante que parecía desfallecer en cualquier momento. Los pocos segundos que tardó su pausa parecieron una eternidad, tanto que Paula volteó a mirar encima de su hombro para verificar el objetivo de la mirada de su prometido. Las miradas y susurros de la gente no se hicieron esperar. Había periodistas y camarógrafos, no se les iba a ir una oportunidad de hacer más polémica la boda de un artista. Pude sentir el peso de muchos ojos en mi rostro.

 

 

“En la riqueza…”

 

Continuó lento y paró de nuevo. Su rostro estaba rojo y se notaba descompuesto, estaba a punto de llorar. No pude más.

 

—¡Lauri! —grité y el coro de sorprendidos no se hizo esperar. Mis piernas temblaban, pero sin dudarlo ni un momento caminé hacia el altar con pasos agigantados. Vi y escuché un gran alboroto a mi alrededor, los flashes de las cámaras me cubrieron. Me detuve a dos metros de la pareja que me miraba en shock.

 

—No tienes que hacer esto —agregué y extendí mi mano invitándole a tomarla. Una ola de reacciones llegó a un fuerte volumen con voces, gritos, palmas y toda clase de sonidos. Me quedé allí temblando y esperando su reacción.

Estaba arriesgando todo por salvarlo. Su rechazo me había dolido como nunca, pero estaba decidido a dejarlo ser feliz con su esposa hasta que vi su rostro dudando y la desesperación que no pudo ocultar. No me iba a quedar de brazos cruzados, lo amaba con locura, más que a mi carrera, más que a mi fama, más que a mi dinero. Solo rogaba al cielo no ser rechazado de nuevo.

 

Lauri me miró sorprendido, pude ver su boca entreabierta y su labio inferior temblando sin parar. Miró a Paula, respiró profundo cerrando los ojos y puso su mano sobre la mejilla de la chica, que parecía finalmente comprender lo que sucedía.

 

—Lo lamento mucho, Paula. —Su volumen fue apenas audible, pero yo, a la distancia que me encontraba, lo escuché. Mi pecho sintió un alivio enorme y mi cabeza quiso explotar de la emoción. Acto seguido, soltó las manos femeninas y corrió en mi dirección.

 

Ignoró mi diestra elevada y en cambio saltó sobre mí dando un fuerte abrazo. Lo correspondí de inmediato. El alboroto que estaba haciendo la prensa y los invitados pasó a segundo plano, porque ahora, teniendo a Lauri entre mis brazos, todo parecía ser menos importante.

 

—No pude dejar de amarte, Ville. Te lo juro que lo intenté —Me dijo bajito y yo solo pude esbozar una gran sonrisa.

 

—¿Te escapas conmigo? —consulté recordando la broma de Linde. Él separó su cara de mi hombro para sonreírme y asentir. Tomé su mano y corrimos hacia afuera. Dejando atrás a todas aquellas personas indignadas que no comprenderían un amor tan fuerte como ese. Tomamos el elevador al cierre de las luces blancas de los flashes que invadían la estancia y nos besamos con desesperación al quedarnos a solas.

 

—¿A dónde quieres ir? —preguntó en un susurro ahogado mientras besaba su cuello y aflojaba su camisa.

 

—Voy a hacerte el amor —respondí excitado y emocionado por las circunstancias. Él se rió disfrutando mis palabras y besos sensuales que cada vez se volvían más lascivos. —Voy a deshacerme de este estorboso traje de satín y a amarte hasta la madrugada —.

 

—No es satín, bobo. Es seda. —Susurró contra mis labios.

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).