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Romance de Seda por Tsundere Chisamu-chan

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Notas del capitulo:

I'm back baby

i'm back

Capitulo II

No recordaba mucho sobre mi tarde-noche de borrachera con mi compañero de banda. Sabía que habíamos conversado de mi sorpresivo enamoramiento hacia un chico, luego empezamos a decir burradas sobre qué pasaría si Lauri apareciera de pronto con una enfermedad venérea o si su pareja se quebrara una pierna antes de la boda. Estupideces que no diríamos estando sobrios, pues en realidad no poseíamos gran simpatía por la desgracia ajena. Y después… no recordaba nada. No podía ni imaginar lo mucho que había bebido para perder la consciencia.

Desperté en el sofá de mi departamento en horas de la madrugada y sentí mi estómago revuelto. Ignoré las náuseas y me di vuelta para volver a acomodarme, pues en la posición en la que me encontraba, acabaría con una lesión en la columna. Me acosté de medio lado y volví a cerrar los ojos rogando por dormir rápido y dejar el malestar para más tarde. Cuando desperté nuevamente, la luz del sol ya entraba en la estancia, colándose por entre las persianas y el calor mañanero empezaba a hacer de las suyas.

Tragué saliva y percibí de inmediato la incomodidad particular que ocasionaban las amígdalas inflamadas, como si me fuese a enfermar pronto. Claro, si había dormido en la estancia con la misma ropa que traía el día anterior y el clima en las madrugadas no suele ser muy amigable en esa época del año. Tosí y restregué mi rostro con la palma de la mano. Dudé de que Linde se encontrara todavía en el departamento, pero de todas formas me levanté y revisé la recamara, confirmándome justo lo que había imaginado. A él no le gustaba dormir en cualquier cama que no fuese la suya, y cuando debía hacerlo por obligación; se ponía arisco e irritable, por lo que en las giras siempre cargaba consigo su almohada, y aunque no se lo decía a nadie, yo lo sabía.

 Justo volví a la estancia para empezar a recoger el desorden que evidenciaba nuestra noche de “festejo” y ebriedad. Las botellas vacías se encontraban en todas partes, al igual que los vasos. El piso estaba hecho un asco y los restos de la comida que ingerimos antes de empezar a tomar, aún estaban intactas donde las habíamos dejado. Entorné los ojos cuando distinguí un papelito colocado con descuido en la mesa de cristal y rodeado de múltiples botellas casi o completamente vacías, así que me dirigí a este y lo miré sin tan siquiera tocarlo.

“Buenos días homo.” Suspiré sintiendo mi cabeza ardiendo de la cólera, la vergüenza y la carcajada que contuve. Gran inicio para un saludo; pensé y reí porque sabía que solo lo escribía con ganas de bromear puesto que en realidad había demostrado su incondicional amistad y apoyo la noche anterior.  Continué leyendo. “Robé las dos botellas que sobraron en tu casa, por si se te ocurría emborracharte sin mí”. Bufé y arrugué el papelito para tirarlo en el piso.

Miré a mí alrededor convencido de que no tenía la energía para encargarme de ese desastre, así que me dirigí a la cocina pensando en que más tarde llamaría a alguien para que limpiara y busqué algo para desayunar. Tomé una manzana de la nevera y me serví leche en un vaso, después de sacarlo de la alacena. Realicé mi ritual matutino sin el mayor contratiempo y salí de mi casa sintiéndome hecho mierda. Tenía una rinitis que se me quería salir por las orejas y me dolía la garganta, sin mencionar la migraña que me estaba azotando. Por desgracia, la resaca no me hacía apartar la mente de sus ojos verdes.

Conduje hasta el edificio de siempre y mientras buscaba estacionamiento me dediqué a recordar mi infantil comportamiento de la noche anterior preguntándome qué clase de golpe había recibido en la cabeza para creer que una fantasía era razón para emborracharse y me reí de solo analizarlo. ¿Qué idiotez me había llevado a procesar aquella obsesión como un enamoramiento? Era, probablemente, uno de esos misterios que jamás se resolverían. Cuando me enteré, ya estaba en el elevador presionando el botón para llegar al piso correspondiente.

Últimamente me sucedían mucho esas desconexiones del tiempo-espacio y solía actuar en automático. Suspiré y volví a recordar su rostro, relamí mis labios e imaginé los suyos porque si no iba a aceptar un enamoramiento, al menos nadie me quitaba mi imaginación pervertida, y la realidad era muy simple; Lauri me traía loco, solo pensar en él me ocasionaba ganas de tocarme. Cerré los ojos y exhalé con calma, permitiendo que mi mano se deslizara hasta mi entrepierna para rozarme por encima de la tela de mi pantalón.

—¡¡¡Ville!!! —escuché en un grito repentino y abrí los ojos alarmado apartando mi mano de un solo golpe. Las puertas metálicas del elevador se habían abierto para dejar entrar a Linde, que con malicia levantó la ceja al mirarme asombrado.

—Buenos días— bufó y sonrió con sorna. —Es un poco temprano para eso, ¿no crees?

—Pues no esperaba toparme con un adolescente en el elevador. ¿Pudiste dormir con tu osito de peluche? —Me uní a sus bromas venenosas y miré hacia el lado contrario haciéndome el indiferente.

—Oh sí, a la perfección. Tú no tuviste un coma etílico, estoy muy sorprendido. ¿Y amaneciste igual de homo?

—Para estar tan preocupado, te hubieses quedado. Habríamos pasado una velada muy divertida—. Lo miré y levanté una ceja por aquello de que no hubiese entendido mi broma maliciosa pero su sonrisa me hizo entender que no saldría victorioso.

—Pero si pasamos una noche increíble —acentuó la última palabra acompañado de un gesto erótico. —¿O no lo recuerdas? —

Lo miré dudoso puesto que, de hecho, no recordaba mucho. Explotó con una carcajada y yo lo acompañé, después de unos segundos de percatarme de su broma, al mismo volumen. Aún me sentía un poco incómodo de tocar el tema, sin embargo era bastante renovador poder compartirlo con alguien. Eso pensé hasta que las puertas del elevador se abrieron nuevamente dejando entrar al niño hermoso por el que estaba perdiendo la cabeza. Sonrió y su rostro cortó de inmediato con nuestras risas. Quise desaparecer; sostuve la respiración y sentí mi presión sanguínea acelerarse de golpe hasta calentarme la cara.

—¡Buenos días chicos! —. Linde le respondió antes de propinarme un codazo en la costilla y Lauri entró con lentitud y nos dio la espalda en absoluto silencio. Yo quería que la tierra me tragara con elevador y todo. Estar soportando su presencia en un espacio tan reducido no parecía suficiente para mi compañero de banda que me hizo cuanto gesto obsceno pudo, como si fuésemos malditos colegiales. Su cabello estaba húmedo y olía dulzón. Su pierna moviéndose de forma incesante me desconcentraba y el fragmento de piel expuesta en el cuello me llamaba a lamerla y llenarla de besos. ¿Porque lo deseaba tanto?

—Uy — de pronto la voz molesta de mi mejor amigo me hizo despertar de la fantasía. —Recordé que tengo que recoger un documento en la oficina de registro.

—¿Te acompaño?— pregunté con inocencia, pero su sonrisa ladina me hizo comprender que no era cierto y solo quería dejarme solo con el otro vocalista.

—No, no. Tú debes llegar a tiempo— y sin decir nada más, presionó el botón para abrir las puertas del elevador y salió de este como si tuviera una avispa en el trasero, antes de que las puertas se volvieran a cerrar. Lauri me miró extrañado y yo le sonreí incómodo. Quería volver a ver a Linde solo para hacerle una cara nueva por ser tan evidente, porque la oficina de registro ni siquiera quedaba en ese piso.

—No le prestes atención. Él es un tipo raro. —Me excusé con el sensual chico de porcelana y este se encogió de hombros haciéndome pensar que no tenía ni la más remota idea de lo que en realidad sucedía.

El ambiente se espesó en un dos por tres y los quince segundos en silencio parecieron una eternidad. No podía quitarle la mirada de encima, se encontraba apenas unos centímetros delante de mí y ligeramente hacia la derecha pero yo no podía despegar mis ojos de su sensual espalda y su pequeño pero moldeado trasero. Lo miré detalladamente imaginando las perversidades que haría si tuviera su cuerpo a mi disposición. Mordí mi labio inferior y lo recorrí nuevamente con mi mirada queriendo lanzarme sobre él y devorarlo allí mismo. En algún momento de mi perverso examinar, lo vi removerse incómodo y de manera instintiva llevé mi mirar hasta las puertas metálicas donde el reflejo de su rostro me sobresaltó al encontrarme con que me estaba mirando y desvió la mirada rápidamente cuando lo descubrí. ¿Cuánto tiempo llevaba mirándome? ¡Diablos! Me aterraba la idea de que se hubiese percatado de mi morboso acecho y resoplé excitado de la emoción.

 

—¿Cómo está tu novia? —Pregunté con disimulo para intentar calmar mis impulsos y amenizar la atmósfera en esa sofocante cápsula.

—Eeh… bien —Respondió seco ¿Acaso estaba nervioso?

—¿Cómo van los preparativos para tu boda?

Me miró directo a los ojos antes de responderme y me dirigió una sonrisa ingenua.

—Diablos… olvidé nuevamente tu invitación.

Negué con la cabeza y arrugué el entrecejo rechinando los dientes porque su actitud era tan cautivadora pero sus palabras me quemaban tanto. ¿Por qué no podía darse cuenta de que jamás iría a una maldita boda entré él y la bruja fea?

—Por cierto… —continuó, con inseguridad. —Quería preguntarte algo —agregó ladeándose un poco para mirarme a los ojos.

“Pregúntame lo que quieras, muñeco”, pensé al sumergirme en su mirada color esmeralda y sonreí al no poder decirlo.

—Dime —Respondí mientras sonreía con toda la lascivia que tenía dentro de mí. Él apartó un poco la mirada y se removió incómodo. Sentí que el silencio fue eterno, miré el marcador digital que parpadeaba en color rojo, percatándome de que faltaba poco para llegar y quería prolongar esa conversación el mayor tiempo posible. Me mataba ver a Lauri frente a mí, tragando grueso de los nervios y tembloroso. Cuando al fin se decidió a hablar elevó la mirada lo necesario, para contrarrestar la cantidad de centímetros que yo le llevaba de ventaja y tragó grueso. Por poco y sufro un orgasmo.

—¿Te desagrada Paula?

Seguido por un baldazo con hielo. Abrí la boca, queriendo carcajearme, pero haciendo lo posible por contenerme. Últimamente lo hacía tanto que ya me estaba volviendo experto. Miré hacia arriba formulando mi respuesta y volví a colocar mi mirada sobre la expectación de la suya. “No te imaginas cuanto” quise responder, pero sonreí y preferí jugar más sucio.

—¿Por qué lo preguntas? —solté con voz aterciopelada para después, lamer mis dientes. Él  levantó sus cejas desconcertado para después mirar hacia un lado dejándome ver algo de rubor en sus mejillas. Empecé a sospechar que mi coqueteo no había pasado tan desapercibido y eso me hacía desbordar la excitación.

—Ella mencionó…—cerró los ojos y suspiró, para continuar respondiendo mi pregunta capciosa, sabiendo que sería inútil mentir, pues era realmente pésimo en ello. Sé veía como si estuviese en una sala de declaración policiaca. Me regocijé para mis adentros. —Me dijo que… la estuviste mirando de forma muy extraña durante la fiesta.

Se mantuvo firme tras su revelación, esperando de forma expectante mi respuesta y volviéndome todavía más loco. Lauri en ocasiones, y cuando la situación lo ameritaba, se le solía ver con una personalidad segura, tenaz y hasta agresiva. Y a mí, lejos de desagradarme, me dejaba más fascinado, realzándole su lado sexy e indomable. Era como una criatura instintiva, que actuaba siempre con un rumbo de libertad natural, sin razones ocultas ni patrañas, justo lo contrario a lo que era yo. Su mirada desafiante me dejó sin aliento. Me recosté a la pared espejada y miré hacia arriba, “¡Cómo le daría!” pensé y sonreí continuando mi juego de seducción.

—No me desagrada. —Dí un paso en su dirección y él continuó estoico. —Solo le tengo algo de envidia —agregué ladeando la cabeza mientras lo recorría con la mirada de la cabeza a los pies. Por supuesto, hubiese sido más preciso decir que me estaba pudriendo de envidia, pero eso no sería nada sexy de escuchar. Lauri enarcó una de sus delineadas cejas y abrió la boca en un gesto que solo podía significar confusión. Por un segundo, maldije su ingenuidad de no captar incluso la confesión más evidente que le había hecho hasta el momento y opté por acercarme aún más. —Ella tiene todo lo que deseo —hablé cerca de su rostro y él respiró profundo. —A ti…—Susurré. Su cara de shock podría repetirla mil veces en mi mente solo para amenizar los orgasmos. Tuve la suerte de escuchar el pitido de llegada y poder huir por en medio de las puertas metálicas que se abrieron tras llegar al piso en el que yo me quedaría.

—Nos vemos, guapo. —Salí galopando y me di una vuelta para guiñarle un ojo antes de que su rostro paralizado desapareciera tras las puertas metálicas que volvieron a cerrar tras mi salida. Solté el aire y me sostuve de un escritorio cercano, sentía mi corazón a mil por hora y mis manos temblaban descontroladamente. Me sentía idiota, mil veces había hecho cosas tan o más atrevidas que esa, seducir y coquetear era como un pasatiempo para mí. ¿Cómo era que ese en particular había podido alterarme tanto? Tenía una guerra de sensaciones, su expresión me había dejado realmente caliente, estaba emocionado por haber logrado sacar lo que tanto me atormentaba, pero me daba pánico el pensar en que tal vez lo había cagado por completo.

Tardé unos cuantos minutos en recuperarme y poder emprender mi camino hacia la sala de ensayos. Pensé el día entero en él, mientras cantaba, mientras daba indicaciones, mientras mis compañeros hacían bromas sacándome una que otra carcajada, su rostro paralizado nunca desapareció de mi cabeza. Su cabello húmedo, su olor, ¡Dios! ¿Cómo fue que logré contenerme? Medité mientras lavaba mi rostro en uno de los sanitarios, después del arduo día laboral. ¡Qué imbécil que era! Después de haber superado la emoción del momento y haber analizado con la cabeza fría mis acciones, me sentía mucho peor. Estaba seguro de haber arruinado todo por completo, solo me quedaba la esperanza de lograr resolver todo con una disculpa, argumentando que en realidad estaba bromeando y que por supuesto que tal Paula era maravillosa. 

Me quedé estático, admirando en el espejo la clase de cara patética que tenía cuando entró Migue al baño, me saludó con un movimiento de cabeza y se metió a uno de los cubículos. Tenía náuseas y ganas de golpearme la cabeza sobre el lavabo de cerámica por haber sido un completo idiota, nunca debí iniciar ese juego tan arriesgado. Ahora peligraba mi amistad y cordialidad con él, tenía muy claro lo mucho que me atraía pero no podía olvidar que él había sido mi gran aliado durante nuestra vida de artistas. Estaba a punto de perderlo todo.

Anduve el resto del día y la semana con una sensación extraña en mi estómago, como nervios y no de los buenos. Me atormentaba no haber aclarado las cosas con él, hacerle entender que estaba bromeando, aunque eso en realidad era una mentira desesperada para que él no pensara lo peor de mí. Sin embargo sentía una profunda punzada de cobardía de solo pensar que me lo iba a encontrar, tenía vergüenza y miedo de verlo a los ojos nuevamente.

Para mi fortunio o desgracia, el tipo no apareció frente a mí, cuando me di cuenta, había llegado nuevamente el fin de semana y me sentí ligeramente aliviado de ese nerviosismo constante por encontrármelo frente a frente, pero ansiaba el momento de aclarar todo con él y al menos poder ser amigos nuevamente. Redacté el mensaje mil veces y lo borré mil y una, recordando su expresión al insinuarme, exhalé borrando de nuevo y replanteando mi disculpa. Debía ser seria y significativa, ¿o eso sería demasiado evidente? Talvez si sonaba más relajado y fresco sería más obvio que en realidad estaba bromeando.

Me recosté en mi cama con el cabello goteando por el baño que no me había ayudado a aclarar mis ideas. ¿Qué demonios? ¿Por qué estaba tan preocupado por eso? No tenía sentido, era una gran estupidez, no había ninguna razón para que Lauri pensara que aquella acción descarada no fuera una broma. Yo era un gran bromista descarado, él lo sabía y no sería la primera vez que le dije algo sexoso, aunque era la única vez que lo había hecho en serio. Sin embargo había algo en su expresión que me había hecho sentir que él lo sabía.

Tomé el celular nuevamente borrando el texto que había escrito para redactar uno nuevo y más adecuado. Empecé con un simpático “Hola amigo” y estaba en procedimiento de escritura cuando mi celular vibró y emitió un suave sonido que me hizo saltar de la cama solo del susto de haberme encontrado en ese momento de concentración. Temblé y mi corazón se disparó cuando vi que era un mensaje suyo. ¡Mierda! Llevaba como una hora atascado en un texto y él me escribía sin ningún peso. Rápidamente bajé para leerlo con desesperación y miedo de que fuera algo negativo. Tomé aire y tragué grueso entornando los ojos:

“¿Puedo verte?”

Simple y convincente así como era él. Cerré los ojos y respiré con una sonrisilla en mis labios que ni siquiera intenté ocultar.

—Por supuesto, bombón, siempre que quieras.—Susurré al aire y me dejé caer nuevamente sobre las sábanas satinadas .


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