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Parte de mí por fanamorfic

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Notas del capitulo:

Este es un capítulo bastante más largo que el anterior. Por eso he tardado tanto en subirlo, en parte.

Espero que les guste.

El muchacho colgó la llamada y aceleró el paso. Si no llegaba en menos de cinco minutos a casa su padre se le adelantaría, y entonces se armaría una buena. Se enteraría que no había ido a comer a casa y que se había saltado las clases particulares. Su madre era bastante más flexible al respecto, sabía que su hijo odiaba esas clases, en las que encima no aprendía nada, y se aburría como un muerto. Pero su padre era un cabezota, ni su esposa conseguía hacerle cambiar de opinión a veces.

-          Último kilómetro… - se animó el rubio. Por suerte para él tenía capacidades atléticas de primera. Siempre era el primero de su curso en gimnasia. Incluso había rivalizado, años atrás, con algunos alumnos de cursos superiores. Bien pensado, tal vez fuera porque siempre tenía que correr más de cinco kilómetros en tiempo record para que su padre no le castigara. – Meta.

Samuel se tomó unos momentos para tomar aliento antes de abrir la cerca de su casa. Miró a la derecha. El coche de su padre aún no había llegado.

-          Bien.

No hizo falta que sacara las llaves. Cuando subía los últimos escalones hasta la entrada su madre abrió la puerta.

-          Date una ducha, rápido. No creo que tarde.

Le dirigió una sonrisa de complicidad a su madre y tras un rápido beso en la mejilla subió las escaleras de dos en dos hasta su cuarto. Una vez dentro escondió la bolsa de deporte debajo de la cama y sacó algunos cuadernos y un boli de la mochila de clase. Así, aunque su padre entrara a saludar mientras él se duchaba, no sospecharía nada.

Se quitó toda la ropa, camiseta y pantalones de deporte, y los escondió también bajo la cama. Por último, tomó una toalla y entró en la ducha. Abrió el grifo y dejó que el agua helada recorriera sus hombros durante un rato. Nada como agua fría tras toda una tarde de ejercicio. Cuando empezó a sentir que empezaba a tiritar, abrió el agua caliente y empezó a enjabonarse el cuerpo. Se aclaró y regresó a su habitación con una toalla alrededor de la cintura.

Se dejó caer sobre la cama sin preocuparse por poder mojar las sábanas y cerró los ojos. Estaba muy cansado. En el piso de abajo podía oír a sus padres hablando. Eran sin duda un matrimonio feliz. Aún tras tantos años juntos seguían haciendo todas esas cosas que hacían que un hijo sintiera vergüenza cada vez que traía a alguien a casa. Aun así, y pese a las bromas de Iván, Samuel sabía que debía estar contento por ellos. Llevaban… cuántos años juntos, no lo sabía, pero aún se amaban. Aunque nunca lo admitiría sentía, algo de envidia.

Algo sonó bajo la cama.

El muchacho estiró el brazo y tanteó bajo la cama hasta que encontró la bolsa de deporte. De ella sacó su teléfono. Tenía un mensaje. Era de Iván. Un lugar y una hora.

-          …es una orden… - terminó de leer - Seguro que ha apagado el móvil por si acaso – se rio el rubio – supongo que tendré que ir…

Se levantó de la cama y cogió algo de ropa del armario con la que vestirse y bajar a reunirse con sus padres.

-          Hola campeón. – le saludó su padre nada más verle. - ¿Qué tal el día?

-          Bien, papá.

-          ¿Qué tal las clases?

Su madre le miró de reojo.

-          Bastante bien. Yo creo que estos exámenes me irán mejor. – realmente lo creía, pero más porque se había propuesto estudiar al menos algo para ellos que por las clases extra que en teoría daba a diario.

-          Me alegro. – la frente con arrugas de su padre se arrugó. – ¿Qué te ha pasado en las manos?

-          ¿Cómo? Ah… Esto. Me caí. Cuando volvía a casa, de clase. – el muchacho trataba de ocultar su nerviosismo como mejor podía, no se había parado a pensar en las heridas en sus manos.

Su padre le miró poco convencido. Por suerte, su madre intervino en ese momento.

-          Chicos, ayudadme a poner la mesa. La cena estará lista en un momento.

-          Sí, mamá. – se apresuró a contestar Samuel, aliviado. Al parecer, se había librado.

-          Mañana no te libras, muchacho. Quiero que vuelvas directo a casa desde clase. Tienes doble sesión – le susurró su madre en la cocina, asegurándose de que su marido le oyera.

La hermosa mujer ignoró la expresión de desesperación de su hijo y empezó a llevar platos al comedor. Desde la puerta Samuel podía ver a sus padres lanzándose miradas cariñosas y finalmente acercarse para darse un beso. Mientras, su hijo fingía una exagerada mueca de asco.

-          No pongas esas caras, muchacho – se rio su padre – Seguro que estás más que acostumbrado.

-          Aún es muy joven, cariño – le riñó la mujer a su marido, peinándole el rubio cabello con los dedos.

-          No te creas. Nuestro hijo ya es todo un hombre – volvió a reírse el hombre, esta vez a carcajadas.

La mujer puso los ojos en blanco y, tras recibir un beso en su oscura y rizada cabellera, regresó a la cocina a terminar la cena. Samuel se limitó a ignorar el comentario.

Lo cierto es que había salido con una chica, pero las cosas no habían ido muy bien. Al poco se había aburrido y, hacía como un año, habían cortado.

Samuel se sentó en la mesa del comedor y esperó a que todo estuviera listo para cenar. Nada más terminar subió a su cuarto diciendo que estaba cansado. Una vez ahí preparó todo lo que necesitaría por la noche y esperó a que sus padres se acostaran. Cuando oyó los ronquidos de su padre supuso que ya tenía vía libre.

Procurando hacer el menor ruido posible salió de su cuarto y bajó las escaleras hasta la entrada. Abrir y cerrar la puerta haría un poco más de ruido, pero confiaba en que los ronquidos de su padre en el piso de arriba taparían en ruido. Así había sido otras veces al menos. Como le pillaran, ni la bondadosa de su madre le salvaría de estar castigado hasta que terminaran las vacaciones de verano.

-          Bien – susurró cuando cerró la puerta de casa.

Había quedado con Iván unas pocas manzanas más lejos asique se apresuró. Llegaba tarde, y su amigo odiaba que le hicieran esperar.

-          Lo siento. He salido en cuanto he podido – se disculpó el rubio unos minutos más tarde.

-          No te preocupes, hombre. No es para tanto.

El rubio se le quedó mirando extrañado.

-          ¿Qué? – le preguntó el moreno sonriendo.

-          Estas de un sorprendentemente buen humor.

Su amigo le miró a los ojos, ahora serio. Tras unos segundos se encogió de hombros y echó a andar.

Veinte minutos más tarde llegaron a una casa abarrotada. Tenía todas las luces encendidas y se podía oír la música tronar incluso desde fuera.

Ambos chicos se miraron y sonrieron. Sí, esto era lo que estaban buscando.

Entraron en la casa y saludaron a algunos amigos y compañeros. Podían llamarla como quisieran, pero lo cierto es que aquella era una fiesta como cualquier otra. Por mucho que dijeran que aquella era una fiesta de graduación, o pregraduación, lo cierto era que la mayor parte de la gente que había ido probablemente no había ni oído hablar del instituto. Pero eso era lo de menos.

-          Oye, creo que he visto a unos amigos. Tú tráeme algo de beber mientras saludo – le gritó Iván al rubio por encima de la música.

-          ¿Alguna preferencia? – gritó también el rubio.

El moreno negó con la cabeza. Era más fácil hablar por gestos que seguir gritándose.

Samuel buscó con la mirada la mesa con las bebidas. Entre la multitud de adolescentes bailando y gritando logró ver lo que parecía ser una torreta de vasos de plástico junto a unas cuantas botellas de cristal.

Haciéndose hueco como pudo, el chico logró llegar hasta las bebidas. Había un montón de gente allí, por lo que tardó un buen rato en llenar dos vasos de plástico y regresar  a donde había dejado a su amigo.

-          Samuel – el moreno hizo señas desde un rincón para que se reuniera con él.

Para sorpresa del rubio, Iván estaba acompañado por otros dos chicos y una chica. Uno de los chicos le resultaba familiar. Le sonaba haberlo visto alguna vez junto a su amigo, aunque había hablado poco con él. Pero los otros dos no le sonaban de nada.

-          Gracias…

Una de las bebidas desapareció de las manos del rubio.

-          ¿Te acuerdas de él? – preguntó el moreno señalando al chico con el que estaba hablando.

-          Sí. Claro. Andrew. – saludó el rubio.

-          Estos son… - se giró hacia los otros dos muchachos. – Jared y Mari. Son hermanos.

Samuel miró a los dos chicos. Jared era más o menos de su altura y tenía el pelo tan liso como él. Sin embargo su color de pelo era castaño claro y no rubio. Mari, por el contrario era algo más alta y con una melena castaña oscura hasta la cintura.

-          Encantado. Samuel.

Mari le ofreció una cálida sonrisa. Su hermano se limitó a mirarle sin decir nada. Parecía algo incómodo. Tenía un vaso de plástico aún lleno en las manos, y no parecía tener ninguna intención de vaciarlo.

Andrew, Iván y Mari retomaron su conversación, pero Samuel escuchaba a cachos. Sentía más curiosidad por ese tal Jared. Todo en él le decía que no quería estar ahí. La verdad es que no parecía estar acostumbrado a las fiestas como aquella, y de vez en cuando no podía disimular un bostezo o dos. Miraba a su alrededor con cara algo somnolienta.

A su alrededor todo se desarrollaba con normalidad, muchos jóvenes reían y gritaban, algunos bailaban y otros rellenaban sus vasos con cerveza u otras bebidas.

-          ¿Qué tal? – Mari pasó el brazo por encima del hombro de su hermano. – Venga, pasmarote – agitó un poco al chico –, si sigues aquí quieto te vas a quedar dormido. Bebe.

Jared llevó el vaso hasta sus labios y dio un trago. No pareció gustarle mucho, pero aun así dio un par de sorbos más.

-          Jared no suele salir mucho – le explicó la chica a Samuel. – Le van más los libros y los videojuegos.

-          Siento si no me gusta trasnochar – se quejó el chico quitándose el brazo de su hermana de encima.

-          ¿A ti qué te va?

Samuel miró a la chica un poco desconcertado. Aquella pregunta le sonaba extraña. Miró a su alrededor.

-          ¿Iván y Andrew? ¿En dónde se han metido?

-          Ni idea. Andrew le quería decir algo a Iván y me han pedido que les deje solos un momento. No creo que tarden en volver – se encogió de hombros la chica.

Mientras tanto, su hermano tomaba un par de tragos más a su bebida.

-          ¿Vais a mi instituto? No me suena haberos visto por ahí.

-          No. - contestó Jared. -  Iván invitó a Andrew, Andrew a mi hermana y ella a mí. Tampoco creo que los que estén por aquí sean todos de tu instituto. Ya nos hemos cruzado con uno o dos compañeros nuestros.

-          Sí. De hecho… - Mari alzó un poco la vista y sonrió. – He visto a unas amigas. Os dejo. – revolvió un poco el cabello de Jared. – Cuida de mi hermanito – se burló mientras se corría hacia un grupito de chicas unos metros más lejos.

Jared soltó un bufido mientras Samuel se reía.

-          ¿Os lleváis mucho?

-          Un par de años. Aunque ella es la inmadura – contestó el castaño mirando mal a su hermana mayor.

Samuel se volvió a reír.

-          Yo soy hijo único, asique no hay ningún maduro en mi familia. Ni siquiera mi madre. – se rio. – Debo haber salido a ella.

-          Supongo que tu padre será el responsable de la familia.

-          Bueno, más que el responsable es el mandón. Se dedica a arruinar mi juventud con clases extras todas las tardes – dramatizó.

Esta vez fue Samuel el que se rio. El chico tomó lo último que quedaba de su bebida.

-          ¿Y tú?

-          ¿Padres?

Samuel asintió con la cabeza.

-          Bueno mi madre se encarga de cuidar a Mari y a mí. – se encogió de hombros. – Es como cualquier madre. Cariñosa. Hasta que te manda que ordenes o ayudes con las tareas de casa y esas cosas.

Ambos muchachos rieron.

-          ¿Y tu padre?

El rubio se dio cuenta de que el moreno parecía algo incómodo con la pregunta, asique empezó a pensar cómo cambiar de tema.

-          Murió.

El muchacho abrió la boca algo sorprendido.

-          Lo siento…

-          Tranquilo – le quitó importancia Jared. – Fue hace ya mucho tiempo.

-          Ya…

-          ¿Qué tal por aquí?

Iván regresaba seguido de Andrew. A Samuel le parecía que este último estaba de bastante mal humor. Al principio se sintió tentado de pregunta, pero se dio cuenta de que era a él precisamente al que miraba de forma extraña, lanzando rápidos vistazos a Iván. Aquello no hacía más que aumentar su curiosidad, pero ese sentimiento era superado por la incomodidad que le hacía sentir el chico.

-          ¿Pasa algo? – Iván llamó la atención del rubio.

-          No, nada – forzó una sonrisa el muchacho. Era imposible que su amigo no se diera cuenta de la expresión de Andrew. – Mari se ha ido con unas amigas.

Andrew asintió con la cabeza, pero no dijo nada.

Jared también pareció notar la tensión entre los dos chicos, por lo que decidió interferir.

-          ¿Queréis algo más para beber? – el castaño agitó el su vaso vacío.

-          Sí, claro – contestó Iván enseguida mientras Samuel apuraba lo que quedaba de su bebida.

-          Andy, acompáñame.

Jared tomó del brazo a su amigo y medio lo arrastró hacia la mesa de las bebidas.

-          ¿Qué le ocurre a Andrew conmigo?

 

Mientras Samuel interrogaba a su mejor amigo, Jared llenaba un par de vasos de alcohol, con poca puntería. La mayor parte del líquido acababa en el suelo, en el que ya había algún que otro charco.

-          ¿Te pasa algo? – preguntó distraídamente a su compañero mientras trataba de que el refresco de cola no cayera al suelo también.

-          Sí…

Jared conocía lo suficiente a su amigo como para saber que si seguía preguntando las cosas no acabarían bien. En cualquier caso, el muchacho no tenía muchas ganas de meterse en asuntos problemáticos en aquel momento. Bastante tenía con centrar la vista y lograr que el suelo a sus pies se mantuviera quieto. Hacía demasiado tiempo que no salía a beber, y gracias a su hermana ya llevaba tres vasos cargaditos.

Cuando logró terminar de preparar las bebidas tomó dos de ellas y se las dio a su amigo. Él llevó los otros dos. Se reunieron con Samuel e Iván. Ambos chicos parecían un poco incómodos, aunque Jared tampoco se sentía en condiciones de juzgar la situación correctamente.

Temiendo que la situación fuera a peor, Jared trató de sacar un nuevo de conversación. Con un poco de suerte lograría que los tres chicos olvidaran lo que fuera que hubiera pasado.

Unos minutos más tardes, los cuatro chicos hablaban animadamente entre sorbo y sorbo. Jared apenas bebía, sabía que había superado su tolerancia hacía bastante, y con lo último que le quedaba de juicio había tirado al suelo la mayor parte del contenido de su vaso. Aunque ni el propio Jared sabía si aquella había sido una decisión suya o una consecuencia del terrible mareo que sentía.

-          ¿Estás bien?

El castaño miró a su derecha con la mirada algo perdida, tardó unos momentos en procesar la pregunta.

-          Sí… Claro que… - una terrible arcada impidió al chico terminar la frase. – No. No estoy bien.

Los otros tres chicos le miraron algo preocupados.

-          Deberías salir a tomar algo de aire fresco – sugirió Iván.

-          Yo voy – se ofreció Andrew.

-          No – se interpuso Samuel. – Ya voy yo. Vosotros dos buscad a su hermana – añadió el rubio ante el ceño fruncido de los otros.

Iván asintió con la cabeza.

Jared notó como una mano tomaba la suya y tiraba de él hacia algún lado. El chico se dejó guiar por Samuel hasta la calle. El rubio hizo sentarse al moreno en un banco y esperó a que se le pasaran las náuseas.

-          ¿Mejor?

-          Gracias.

Samuel se sentó junto a él y miró el cielo despejado. Cerró los ojos y respiró hondo un par de veces antes de volver a abrirlos. Cuando lo hizo se percató que el moreno le estaba mirando.

-          ¿Estás bien?

Jared se limitó a asentir con la cabeza.

Samuel no lo había notado, pero lo cierto era que Jared le había estado observando durante toda la noche. Cuando les habían presentado se había sentido atraído hacia él de inmediato. Se podría decir que él era su tipo ideal. Lo cierto era que a Jared nunca le había interesado nadie antes, pero con Samuel se sentía fascinado. Siempre que el rubio estaba distraído, se había dedicado a memorizar sus rasgos. Su mandíbula, su fino pelo rubio, sus ojos… Y cuanto más se fijaba en él más ganas de acercarse a él sentía.

Y en esos momentos, viéndole con los ojos cerrados, relajado a su lado, la cabeza alzada hacia el cielo, Jared notaba su boca seca y unas ganas incontrolables de tocar su piel. Tal vez fuera por el alcohol, le susurraban los restos de su pensamiento racional. Pero eso le daba igual.

Lo que sin duda sí iba ser consecuencia del alcohol fue lo que ocurrió después.

Ante la mirada sorprendida del rubio, Jared alzó su brazo y lo estiró hasta tocar el cuello de Samuel. Lentamente, pues el castaño aún se sentía mareado, el muchacho se puso de rodillas en el banco y deslizó su mano por el cuello del rubio hasta su hombro y después hacia su nuca. Jared apenas fue consciente de que su compañero se tensaba. Con toda la decisión que el alcohol le puede dar a la más tímida de las personas, el castaño se apoyó en el pecho de Samuel y juntó sus labios con los de este en un beso algo torpe.

Unos instantes después el moreno separó su boca de la del otro muchacho y tomó aire. Aún no era consciente de lo que le rodeaba cuando notó que alguien le empujaba hacia atrás, haciendo que se tumbara en el banco. Con su mano aún en la nuca del rubio, dejó que Samuel se colocara encima de él.

Jared pareció ser consciente por fin de lo que estaba ocurriendo, pero antes de pudiera decir nada, el rubio tomó su otro brazo por la muñeca y se agachó hasta él y le besó con fervor. Este no fue un beso como el anterior. El moreno había besado a Samuel suavemente en los labios. Sin embargo, la boca del rubio sobre la suya parecía sedienta e infinitamente más ambiciosa.

Jared no tardó en sobreponerse a la sorpresa inicial y se dejó llevar. Tanto fue así, que no se dio cuenta de que los dos chicos no estaban solos.

Notas finales:

¿Qué opinan? Comenten por favor. Es lo que me anima a seguir escribiendo.


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