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San Valentín por BlueMoon

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Notas del fanfic:

¡Hello!

*Se muestra nerviosa*

Os traigo un shot de los gemelitos por San Valentín (como su nombre indica jajajaja), espero que os guste.

Aviso: es un poco dulce jejeje, no estoy acostumbrada a escribir cosas tan románticas, así que espero no haya salido medio mal ^^'.

Disfutad.

Notas del capitulo:

Antes de empezar:

Disclaimer: Bill y Tom se pertenecen a ellos mismos, no son míos por desgracia (si lo fueran las cosas serían muy diferentes muajajaja o no XD). No gano nada con esto solo entretener a la gente.

Ahora sí, disfrutad^^.

Tom se paseaba nerviosamente por la estancia. Hoy era 14 de febrero, San Valentín. No debía ser una fecha especial, pues Bill y él nunca se habían regalado nada, siempre lo habían visto como un día más, además de comercial, solo para aquellos a los que se les había acabado la llama del amor y buscaban una tonta excusa para mantenerla… ellos siempre decían que el amor debía demostrarse día con día, no solo una vez al año.

Y pese a eso, pese a todo eso, hoy había invitado a su hermano gemelo y novio a una cena romántica al restaurante más exclusivo de aquél lugar.

El día había empezado con él preparando el desayuno para su gemelo, como casi siempre hacía, y llevándoselo a la cama. Entre besos, arrumacos y migas de pan, ambos habían desayunado y luego habían hecho el amor dulce y tranquilamente, sin prisas.

Todo había sido normal hasta que por la tarde le comentó a Bill que si quería ir a cenar fuera, que había hecho una reserva en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Un extrañado cantante le contestó que vale, aunque con la mosca detrás de la oreja (*).

Y ahora estaba esperando a que su hermano se acabara de preparar para la cena. Él ya estaba. Unos jeans negros ajustados a su cuerpo, algo sorprendente en él pues solo usaba ropa ancha y una camisa manga larga de color azul marino. El cabello sujeto en una pequeña cola y una bufanda gris descansaba en su cuello.

Incluso se había afeitado. A su gemelo le gustaba que se rasurara, aunque para él era más cómoda la barba, además que sabía lo guapo y sexy que lucía con ella y ahora solo se afeitaba cuando tenía una cita muy importante.

Como hoy.

Llevaba más de media hora esperando cuando la puerta se abrió y apareció por ella un Bill que lo dejó con la boca abierta y la garganta seca. Los pantalones negros de cuero que se le pegaban al cuerpo como una segunda piel y la camisa negra que llevaba le sentaba de maravilla. El maquillaje tenue le hizo sonreír. Echaba de menos que su hermano se maquillara y que hoy lo hubiera hecho… Su cuerpo le pedía que se quedaran en casa, que se quedara haciéndole el amor una y otra vez.

<<Calma, Tom<< se dijo >>es importante llegar al restaurante<<.

— ¿Vamos? —preguntó Bill tranquilamente aunque por dentro estaba deslumbrado por la apariencia de Tom, iba sencillo pero se veía espectacular y encima se había afeitado…

Salieron de la casa y decidieron andar. El lugar no estaba muy lejos pese a ser uno de los lugares más caros de la ciudad y además el ambiente era fantástico. La sala era de un color granate que daba serenidad al lugar y las mesas y las sillas eran de estilo clásico. Diferentes cuadros colgaban dando un toque artístico al local…

Llegaron y para su sorpresa el lugar estaba cerrado. Tom enarcó una ceja pero por dentro estaba sonriendo al ver la expresión de tristeza de Bill… No podía esperar por ver cuál sería su reacción al ver la sorpresa que le esperaba dentro…

—Tom, vámonos, ¿no ves que está cerrado? —Bill dijo un poco decepcionado sacándole de sus pensamientos. Que ese lugar que le gustaba tanto estuviera cerrado justo hoy, le entristecía un poco la verdad.

El aludido solo se limitó a negar con la cabeza y a conducirlo hacia la entrada del lugar. Decir que el cantante se sorprendió cuando el maître del lugar salió a fuera a recibirlos se quedaba corto.

Aunque la verdadera sorpresa se la llevó cuando entraron al lugar y vieron que estaba todo decorado con globos en forma de corazón y rosas rojas repartidas aquí y allá y en el centro del salón una mesa para dos personas con un ramo de rosas y un candelabro que hacía las veces de luz.

—Feliz San Valentín, mi amor —Tom le sacó de su ensoñación alargándole una rosa—. Espero que te guste.

— ¿Has hecho que cerraran un restaurante para nosotros dos solos? —tartamudeó en respuesta aún perdido en la sorpresa.

Tom se rascó la cabeza, gesto que hacía cuando estaba nervioso.

—Sí, ¿acaso no te gusta?

—Me encanta —afirmó alegremente y Tom pudo suspirar.

Se sentaron y miraron la carta. En ese momento, un camarero les pidió su orden y tranquilamente escogieron lo que querían. Mientras esperaban Bill le tomó de las manos y mirándole le susurró:

—Gracias, Tommy, por esto, te amo. Eres lo mejor de mi vida y aunque ciertamente no esperaba nada así, gracias. Aunque me sabe mal porque yo no te he comprado nada…

—Tranquilo, amor, no te alteres. No lo sabías. Todo esto lo he hecho porque te amo y quería decírtelo. No para que me regalaras nada con tener tu amor me basta.

Asintió, mudo de repente ante las palabras de su gemelo. Tom siempre era romántico, siempre regalándole cosas y consintiéndole, claro que no era el único, él también complacía a su hermano, pero el guitarrista hoy se había esmerado y estaba más meloso que nunca…

En esos instantes, llegó la cena que transcurrió entre risas y chistes, recuerdos de otras celebraciones, fue algo simplemente espectacular.

—Bill, sé que nunca nos hemos regalado nada—empezó Tom serio una vez que se habían acabado los platos—, pero simplemente me ha apetecido mucho invitarte a cenar. —Mientras decía esas palabras hacía una discreta señal al mesero, quien al entenderlo se apresuró a marchar a las cocinas.

El aludido vio la escena pero no le dio mucha importancia, absorto como estaba ante las palabras de Tom.

—Y te agradezco la cena, Tommy. Me ha encantado —contestó con verdadero entusiasmo. Sus ojos brillaban, ante la luz de las velas, con amor—, te lo vuelvo a repetir. Eres fantástico, Tom. Te amo.

Tom sonrió agradecido. Le encantaba hacer feliz a su pequeño y esperaba poder hacerlo siempre, siempre que Bill lo dejara, claro.

Carraspeó nervioso, intentando deshacer el nudo en su garganta. Ahora venía la parte más “complicada” de la cena.

—Y como postre —anunció el mesero llegando hasta ellos —, la especialidad de la casa—dijo dejando en la mesa una pequeña tarta de color blanco en forma de corazón, con una pequeña flor dulce encima de la tarta. Un pequeño estuche de terciopelo negro se hallaba puesto encima del dulce, como esperando algo…—, que les aproveche…

El camarero se fue dejándoles a solas y Bill enarcó una ceja ante la actitud del hombre.

Al mismo tiempo y por toda respuesta a la pregunta no formulada de su gemelo, Tom carraspeó y poniéndose de pie, cogió con manos temblorosas la caja y la abrió, luego se arrodilló delante de Bill quien incrédulo lanzó una exclamación.

—Tom… —susurró.

—William Kaulitz, hemos pasado muchas cosas tú y yo juntos. Primero como hermanos y luego como pareja. Sé que me amas de la misma forma en la que yo te amo a ti, con todo mi corazón. Nos costó mucho dar este paso, enfrentándonos a los miedos, al que dirán, aterrorizados por lo que el otro pudiera sentir, pero finalmente, aquí estamos después de tres años como pareja, con nuestros más y con nuestro menos, pero finalmente juntos como siempre deseamos.

Este anillo que quiero regalarte a ti es el símbolo de mi amor, y con él me gustaría que nos casáramos, que  nos prometiéramos amor eterno hasta que de aquí muchos años, mi amor, la muerte se atreva a reclamarnos a uno de los dos y nos lleve… Así que permíteme que te haga la pregunta, esa pregunta que durante siglos se ha hecho, ¿aceptarías ser mi esposo hasta la eternidad sin miedo a que la muerte nos separe?

Bill se quedó mudo ante esas palabras. Todo lo que había dicho Tom era tan bonito y a la vez tan cierto… Suspiró. Nada le gustaría más a él que poder casarse con su hermano, no, con su novio, entrar al lugar agarrados de la mano y salir del mismo con una sonrisa de oreja a oreja y un anillo en cada mano.

Pero, desgraciadamente, no se podía. El incesto era algo que hoy por hoy, estaba penado en la mayoría de los países siendo castigado además con una pena de prisión. Simplemente creía que no valía la pena.

—Pero, Tom —dijo paseando la mirada por todo el lugar, buscando alejarse de los ojos de su gemelo que ilusionado esperaba una respuesta—, creo que no va a poder ser. Somos hombres y peor aún, somos hermanos y gemelos…

Tom bajó la cabeza, derrotado. Eso no quería decir que Bill le estaba diciendo que no aceptaba casarse con él, ¿no? Solo que estaba siendo un poco realista.

—Sí, pero he estado mirando y en Las Vegas da lo mismo (*). Puedes ser quien seas y casarte ahí, incluso puedes vestirte como quieras, podríamos vestirnos de Marilyn y de Elvis, estoy seguro que estarías muy guapa, vestida como ella… —dijo riendo.

—No lo sé…

—Bill, sé que no es el mejor sitio para casarse y mucho menos el más romántico, pero simplemente me gustaría que lo hiciéramos. Si lo hacemos es como si quedara constancia de ello en algún lugar…

— ¿Y qué pensarían las fans? —preguntó aunque su tono de voz era mucho más suave.

—Bueno, ya lo pensaremos y si no que digan lo que quieran. Ahora me podrías contestar, ¿quieres casarte conmigo? —volvió a preguntar sintiendo los nervios volver a su cuerpo.

—Sí, quiero —respondió feliz mientras una lágrima descendía por su mejilla. No la apartó, era de felicidad—. Si es contigo me casaría en todos los lugares del mundo y del universo.

Tom, resplandeciente de feliz se levantó y cogiendo el anillo de la cajita se lo colocó a Bill, quien lo observó detenidamente. Era una banda, masculina, bastante sencilla, con una línea dorada en medio y las dos laterales de plata y grabado en su interior había las iniciales de ambos y la fecha en la que se dieron cuenta de que no podían vivir el uno sin el otro.

Sonrió. No era muy lujoso, pero para él era la joya más preciada del universo.

Tom había seguido sus movimientos y ante esa sonrisa no pudo más que acercarse a él y acortando las distancias darle un caliente beso. Fue un choque de lenguas que querían dominar una encima de la otra.

Cuando se separaron no pudieron más que jadear por el deseo. Se colocaron bien y disfrutaron de su postre, comiéndolo entre sonrisas y algún que otro beso lanzado.

—Estoy muy feliz que me hayas dicho que sí. —Fueron las palabras del mayor de los gemelos.

(*) (*)

Un mes más tarde, de noche, en la capilla del casino más exclusivo de la ciudad del pecado, estaban esperando para ser casados, Bill y Tom Kaulitz, enfundados en sendos trajes negros que les quedaban como un guante y con un antifaz para impedir ser reconocidos.

Bill se había vuelto a teñir de moreno para la ocasión y lucía un tenue maquillaje y Tom solo se había dejado suelto el pelo habiéndoselo planchado.

David al saber que se iban a coger unos días libres había puesto el grito en el cielo, gritándoles que en qué estaban pensando que cómo podían justo ahora, que estaba a punto de salir un nuevo disco, pillarse unos días de fiesta; aunque finalmente les había dejado.

 Quien los casaría sería el dueño del local que ejercía de “cura” en todas las ceremonias. Esa “capilla” no era más que una habitación en desuso del local y al que el dueño, Mark Turner, queriendo sacarle partido había empezado a oficiar esas bodas. Bodas que eran válidas solo en Las Vegas, pero al menos tenían validez en los papeles oficiales.

La pena del lugar es que no estuviera muy bien decorado, pues la mayoría de los que allí llegaban estaban ebrios como una cuba a causa del alcohol y poco se fijaban en la decoración o el anillo que lucieran. Solo casarse en ese momento.

Bill y Tom no eran de esos y les apenaba no poder casarse en algún lugar mejor, algún lugar con playa, rodeados por su familia y sus seres queridos…

—Siguientes.

Los gemelos se colocaron donde el señor Turner les indicó, y empezó la “ceremonia”:

—Queda en acta que hoy, día 14 de marzo Bill y Tom Kaulitz vienen aquí libres de cualquier coacción u otra imposición a contraer matrimonio. ¿Es verdad?

—Lo es —contestaron a coro los gemelos.

—Así pues, Thomas Kaulitz, ¿aceptas a William Kaulitz como tu legítimo esposo aunque esta unión solo sea reconocida aquí en Las Vegas?

—Acepto —contestó con dificultad Tom. Los nervios le podían.

—Y tú, William Kaulitz, ¿aceptas a Thomas Kaulitz como tu legítimo esposo aunque esta unión solo sea reconocida aquí en  Las Vegas?

—Sí, acepto. —Los ojos del menor brillaban intensamente, reteniendo las lágrimas.

—Si tenéis algún símbolo de unión y algunos votos que queráis decir este es el momento, chicos —dijo dándoles un poco de privacidad saliendo a buscar el acta de matrimonio que debía entregar.

—Bill, has sido y eres el motor de mi vida —empezó Tom sacando un anillo de su bolsillo. Este era todo de plata y con un brillante en medio—, lo eres todo para mí. Siempre te he amado y esto no es sino una muestra de mi amor. Con este anillo, que me ata a ti —afirmó poniéndoselo—, prometo amarte y respetarte. Quererte hasta el fin de nuestros días e incluso más allá, porque siempre hemos sido un alma dividida en dos cuerpos, siempre juntos. Llegamos juntos e igualmente juntos nos iremos, tendrás que aguantarme —sonrió brevemente—. Te amo.

Ante esas palabras, Bill ya no pudo retener por más tiempo las lágrimas y lloró de felicidad. Lágrimas que Tom con paciencia se apresuró a limpiar.

Bill carraspeó. Era su turno. Él no era tan bueno como su hermano, pero había hecho lo que había podido…

—Tommy, eres la mejor persona que he conocido. Atento, cariñoso y protector, demasiado a veces —sonrió mientras le colocaba la sortija, siendo esta igual que la que llevaba él desde hacía unos instantes—. Siempre has estado a mi lado, cuidándome, consintiéndome, siendo mi salvador y mi hombro sobre el que llorar. Te amo, demasiado, tanto que a veces duele. Con este anillo que me ata a ti, prometo serte fiel y respetarte incluso si la muerte me llega a separarnos, aunque ni ella podrá vencernos.

Se quedaron mirando por unos segundos. Parecía que se había parado el tiempo, aunque era así para ellos. Lamentablemente, la llegada del señor Turner, rompió ese mágico momento.

—Y como testigo de esta unión, yo, Mark Turner os hago entrega del certificado de casamiento que debéis firmar, aunque antes, podéis besaros si queréis.

Bill y Tom se volvieron a mirar y lentamente acortaron la distancia que los separaba y se besaron. Fue un beso dulce y casto, un simple roce que llevaba implícito todo el amor que se tenían.

<<Sí>> no pudo evitar pensar Bill cuando ya estaban firmando los papeles <<nunca se arrepentiría de haberle dicho que sí a Tom. Aunque fuera en un Casino de Las Vegas, todo valía la pena. No se arrepentía de nada<<.

Notas finales:

*Se esconde debajo de la mesa por si las moscas*

Sí, bueno, eso ha sido todo jejeje. Espero que os haya gustado^^, tanto si sí como si no, ¿me dejáis un review? Ni para decirme que ha sido una caca plis.

Ahora aclaraciones:

(*) Tener la mosca detrás de la oreja: Estar atento a otra persona porque su actitud es sospechosa.

(Sí vaya mierda de definición jajaja).

(*)Lo de casarse en Las Vegas pues ni idea si se podrían casar o cómo es la ceremonia en sí (XD) pero yo lo he puesto así.

Espero que hayáis disfrutado.

Saludos^^. Nos leemos en los coments

P.D: Sí, a mí también me ha dado un coma diabético cuando lo he escrito xD.


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