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De pascuas, días nevados, y san Valentín por Nekoki

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Notas del fanfic:

Rise of the Guardians es copyright de Disney. Este es un trabajo sin fines de lucro y por mero entretenimiento.

Notas del capitulo:

¡Feliz día de San Valentín! Les traigo una encantadora historia que debía haberse publicado ayer (14 de febrero), pero como no tuve internet en todo el día, la publico hoy como regalo atrasado.


Esta historia comenzó a ser escrita en 2014, pero recién ahora verá la luz. Espero que la acepten y se sientan acobijados en su cálido abrazo del día de los enamorados.

San Valentín, un día dedicado al romance y la amistad, cuando las flechas de Cupido vuelan veloces para llenar a las personas con ese sentimiento rosado que se desborda de sus mejillas cuando dan un beso. Para los Guardianes también era un gran día, porque aunque a ellos no los afectara esta fecha en su calendario laboral, eran una familia muy afectuosa, y celebraban esta festividad como tal.
El sitio escogido este año era la casa de Bunnymund, un hermoso y floreado campo, lleno de huevitos de colores caminando por ahí y chocolate en abundancia. No pudieron elegir un mejor lugar para hacer un picnic de San Valentín. Norte llevó muchas galletas de jengibre y leche para acompañar, Toothiana insistió en llevar cosas que no dañaran los dientes, y Sandman preparó hermosas decoraciones para festejar la fecha. El único que faltaba era Jack, quien desde un principio había dicho que no pensaba participar. Pero, claro, dos yetis, un saco y un portal pueden ser muy convincentes.
—¿Por qué tenían que usar el saco otra vez? —preguntó Jack cuando aterrizó frente a la mesa del picnic.
—Porque dijiste que te encantaba que te metan a un saco y te tiren por un portal —respondió Norte.
Jack lo miró con extrañeza y estuvo a punto de responderle algo, pero calló con un suspiro de resignación. Miró a su alrededor, una mesa con galletas en forma de corazón, un mantel rosado, adornos empalagosos, sonrisas que lo miraban esperando su reacción.
—Sí, San Valentín no es lo mío, chicos.
—¡Oh, vamos, Jack! —Norte se levantó y lo rodeó con un brazo— Hoy es el día del amor y la amistad, ¿qué mejor forma de pasarlo que con tus colegas?
—En verdad no es lo mío. Tengo muchas tormentas que hacer, ayudar a algunos niños a impresionar niñas, arruinar algunos planes adolescentes de conquista… —Y mientras decía esto, se iba zafando del fuerte brazo de Norte y retrocedía; pero cuando daba media vuelta para escapar, se topó con el anfitrión.
—Hola, amigo, veo que decidiste venir al fin —dijo Bunnymund con su particular acento australiano.
—No es como si lo hubiera decidido por mi cuenta.
—Bueno, no sé qué pasó y, francamente, no me interesa. Sentémonos, traigo chocolate y algunas zanahorias para quien guste.
Mientras Bunnymund y Norte iban a la mesa, Jack hizo un último intento de escape que fue frustrado por Sandman, quien lo atrapó con una cuerda y le dijo «no» con su dedo índice y una sonrisa.
Finalmente todos se sentaron a la mesa.
—¿Y qué hacen los Guardianes en San Valentín? —preguntó Jack mientras masticaba una galleta.
—Bueno, simplemente nos reunimos a charlar —contestó Toothiana—. Generalmente estamos tan ocupados que no tenemos mucho tiempo para hacer reuniones informales.
—También jugamos juegos como el «dígalo con mímica» —dijo Norte—. Sandy es un experto en ese, ¿verdad, Sandy?
Sandman asintió efusivamente y formó un pulgar arriba sobre su cabeza.
—Y hoy colorearemos algunos huevos con motivos de San Valentín —agregó Bunnymund con entusiasmo.
Jack soltó una pequeña risa con tono burlón por lo que había dicho el conejo, todavía le daba gracia la afición de esa enorme bestia por algo tan delicado como pintar huevos de colores.
—¿Dije algo gracioso, amigo? —preguntó Bunnymund, evidentemente irritado.
—No —Jack aclaró su garganta—, me parece una actividad maravillosa. Muy… pascuera.
Bunnymund lo miró de reojo, al parecer Jack no había perdido su actitud pendenciera luego de todo lo que habían vivido, ni tampoco Bunnymund había dejado de tomarse todo a pecho.
Mientras tanto, los demás habían comenzado a charlar de un tópico diferente, Toothiana les contaba una hermosa historia que había encontrado en un diente de leche la semana pasada, lo que derivó en Sandman relatando un sueño que había visto en la cabeza de un bebé aún muy pequeño, un sueño puro y lleno de magia. Pronto Norte se emocionó y comenzó a relatar las travesuras más picantes de los niños en su lista de traviesos, y luego Bunnymund contó las mejores anécdotas de sus pascuas y los lugares más insólitos donde sus huevos se habían escondido mientras él no estaba mirando.
—¿Qué hay de ti, Jack? Cuéntanos una historia —dijo Toothiana.
—¿Yo? No, yo no tengo ninguna historia interesante.
—Vamos, no seas tímido, estás entre amigos —insistió Norte.
De pronto, Sandman comenzó a formar diferentes símbolos sobre su cabeza: un conejo, un muchacho, huevos, nieve…
—¡Es una gran idea, Sandy! —exclamó Norte— ¿Por qué no nos cuentas qué pasó entre tú y Bunny ese día de pascuas? Nunca supimos por qué estaba tan enojado.
—No, no creo que sea buena idea —dijo Bunnymund, nervioso.
—Creo que podría contarla… —dijo Jack con una sonrisa picarona.
—¡Muy bien! ¡Aquí vamos! —exclamó Norte con entusiasmo.
Jack tomó un vaso de leche y se acomodó en su asiento. Podía sentir la mirada de Bunnymund clavándose sobre él.
—Déjenme recordar —comenzó a decir—, fue en el setenta y…
—'68 —dijo Bunnymund.
—Sí, creo que era un sábado…
—Domingo. Domingo de pascua.
Por supuesto que Jack lo recordaba, pero quería ver hasta dónde podía presionar a Bunny, y al parecer, lo estaba llevando bien.
—Oh, sí, era una hermosa mañana, puedo recordar que apenas había caído aguanieve aunque era pleno invierno. Yo estaba recorriendo la ciudad, esperando a que todo mundo despertase, congelando algunos charcos, helando algunos autos, haciendo uno que otro muñeco de nieve, lo habitual; cuando de pronto lo vi, ¡un huevo de pascua! El pequeño se estaba moviendo de lado a lado, buscando un lugar para esconderse, pero los arbustos estaban deshojados por el frío. Cuando vi que los niños salían de sus casas y comenzaban a organizarse para realizar búsquedas, supe que tenía que hacer algo.
»Entonces, subí a lo más alto del cielo y reuní toda la nieve que pude encontrar, la mezclé con un poco de viento para darle velocidad y ¡bam! ¡La mandé para abajo! —En ese momento, Jack gesticuló con gran emoción y luego comenzó a reírse de sus recuerdos—. Oh, todos los huevos quedaron demasiado bien escondidos bajo la nieve, ¡deberían haber visto la cara del conejo!
Todos lo miraron atónitos, no entendían de qué se reía Jack. Bunnymund estaba furioso, esa historia le había traído viejos y desagradables recuerdos.
—Y así fue como un día de pascuas se convirtió en un día nevado —culminó Jack con una gran sonrisa.
—¡Tú, pedazo de irresponsable! —Bunnymund se levantó y se puso frente a Jack, estaba demasiado enojado— ¡Arruinaste todo mi trabajo! ¡Arruinaste la Pascua! ¡Y ahora te sientas a regodearte de ello como si fuera algo bueno!
—Ey, estaba tratando de darles un poco de camuflaje a tus huevos para que los niños no tuvieran que vivir la pascua más aburridas de sus vidas, podrías agradecérmelo —contestó Jack, haciendo frente a la acusación.
—¿Agradecértelo? ¡Perdí todo un lote de huevos! La mayoría no fueron encontrados o los aplastaron jugando en la nieve.
—No puedes culpar a los niños por jugar.
—Oh, no estoy culpando a los niños…
Para ese momento, los dos estaban cara a cara, arrojándose miradas mortíferas, ajenos a la incomodidad que habían causado en los demás. Pero antes de que pasase a mayores, Norte decidió intervenir.
—¿Quién quiere pintar unos huevos, eh? —dijo con su habitual entusiasmo, poniéndose en medio de ambos y apretándolos entre sus brazos.
Para cuando despejaron la mesa y trajeron los huevos y las pinturas, Bunny y Jack habían terminado en los dos extremos más alejados de la mesa de picnic, dándose las espaldas mientras pintaban sus huevos. Norte y Toothiana intentaban hacer conversación para aligerar el ambiente hostil, pero era difícil hacerlos participar, ambos estaban ensimismados en sus proyectos y evitaban hablarse a toda costa.
Bunnymund pintaba hermosos diseños con listones y corazones en varias gamas de rojo y rosado, Norte había hecho una fusión con corazones navideños, Toothiana estaba muy concentrada en pintar un hada bebé de plumaje rosa, y Jack simplemente dibujaba corazones desparejos de cualquier color o cualquier figura que se le viniera a la mente y soltaba el huevo; no era la actividad que más le entretenía.
Pintarrajear sus queridos huevos había calmado a Bunny, ahora se sentía mal por haberse enfurecido de esa forma ante algo que había pasado hace tanto tiempo, y hasta estaba dispuesto a pedir una disculpa, pero cambió de parecer cuando ocurrió el siguiente accidente: Jack había usado el color negro para pintar una carita en su huevo, y no lavó su pincel cuando decidió ocupar el color rojo para pintar otra cosa, embarrándolo. Toothiana estaba tan concentrada ultimando los detalles de su hada bebé que no se dio cuenta de que el color estaba manchado y terminó pintando una línea negra en medio del bello plumaje de colores radiantes de su obra.
—¡Ay, no! —gritó Toothiana mientras sostenía el huevo manchado en sus manos.
—¿Qué pasó? —preguntó Norte.
—El rojo estaba manchado y… Ahora todo está arruinado…
Sandman se acercó a ver y cubrió su boca con en una aspiración de sorpresa. Jack se acercó a ver lo que pasaba y se dio cuenta de que fue su pincel manchado el que provocó ese incidente.
—Lo siento, Tooth —dijo poniéndole una mano en el hombro.
—¿Tú hiciste eso? —preguntó Bunnymund.
—Lo siento, no me fijé que el pincel estaba manchado y…
—No, no, ahí está el problema. Tú nunca te fijas en lo que haces porque no te importa qué les pase a los demás.
—Bunny, está bien —dijo Toothiana—, yo no estaba prestando atención, no fue su culpa.
—¡No, claro que no! Nunca es su culpa. Él sólo hace lo que sabe hacer: divertirse. Pero déjame decirte una cosa, Jack Frost, no puedes ser irresponsable toda tu vida. No todo es un juego.
—¿Y qué podrías saber tú de diversión? —dijo Jack, poniéndose de pie— ¿Pintar huevos? ¡Qué divertido! Porque tú sólo haces lo que sabes hacer: pintar huevos.
—¡Se acabó! —Bunnymund saltó sobre la mesa y tomó a Jack de su abrigo— ¡Guardián o no Guardián, tú y yo vamos a arreglar esto de una vez por todas, amigo!
—¡¡¡Basta!!! —El grito de Norte hizo eco por todos los túneles y entre todas las montañas— ¡No permitiré más peleas! ¡Voy a llamar a la ley! —Sacó una bola de cristal y abrió un portal— ¡Sandy, asegúrate de que estos dos no peleen hasta que vuelva! —Sandman asintió, separó a los pendencieros con su látigo y los encerró en dos jaulas doradas— Ahora van a conocer qué les pasa a los niños traviesos en San Valentín… —Y mascullando estas palabras se fue por el portal.
Pasó poco más de media hora hasta que volviera; mientras tanto, Toothiana pintó otra hadita bebé, Sandman se preparó un sándwich de seis pisos con galletas de jengibre y chocolate, y Jack y Bunny siguieron encerrados, resignados a no poder salir luego de haber intentado convencer a Sandy por todos los medios que se les ocurrieron. Finalmente, el portal volvió a abrirse, pero Norte no volvía solo, una señora de vestido rosado, alas brillantes y afable rostro cruzó con él. Toothiana voló a saludarla en seguida con un abrazo, Sandman también se acercó y se quitó un sombrero dorado de la cabeza como todo un caballero.
—¡Sra. Cupido! ¡Qué gusto me da verla! —exclamó Toothiana.
—Oh, querida, parece que han pasado siglos desde la última vez que los vi —dijo la mujer con una risita—. ¡Feliz día de San Valentín!
—¡Feliz día! Pero, ¿qué la trae por aquí? Este es su día, de seguro su esposo y usted deben estar muy ocupados.
—Vine por encargo de Norte, me dijo que habían dos Guardianes que necesitaban mi ayuda.
—Y allí están —dijo Norte señalando las jaulas doradas—; puedes acercarte, no muerden.
La mujer revoloteó hasta las jaulas donde estaban los prisioneros gruñones y los miró con una sonrisa.
—Vaya, vaya, vaya —dijo—, ¿qué tenemos aquí? Bunnymund y Jack Frost. Feliz día de San Valentín, muchachos.
—Feliz día, Sra. Cupido —dijo Bunny con un tono un poco molesto.
—Wow, ¿usted es Cupido? —dijo Jack con sorpresa.
La mujer soltó una risita.
—No, Cupido es mi esposo, yo soy la Señora Cupido —hizo una pausa para revolotear alrededor de las jaulas—. Sandy, ¿podrías sacar a estos muchachitos de su encierro, por favor?
Sandman obedeció y desvaneció las jaulas, ambos quedaron libres y lo primero que hicieron fue verse feo. Luego, la Señora Cupido habló.
—Creo que estoy viendo por qué me llamó Norte. Chicos, ¿qué sucede?
—Nada, no sucede nada, estamos bien —dijo Bunny poniéndose a la defensiva.
—Yo no hice nada —dijo Jack—, el canguro me odia sin razón aparent…
—¿Cómo me llamaste? —lo interrumpió Bunnymund, y a su vez, él fue interrumpido por un grito de la Sra. Cupido.
—¡Oh, niño! ¡No puedes usar esa palabra en San Valentín! —dijo la mujer, escandalizada.
—¿Cuál? ¿Canguro? —preguntó Jack con incredulidad.
—Jack, se refiere a la otra, la que no es «amor»… —le susurró Toothiana.
—Oh, Norte —continuó la señora—, entiendo completamente por qué me llamaste. Estos dos necesitan toda la ayuda que les pueda dar, y ya tengo una idea.
—No, no, no, no, no, no necesitamos ayuda, estamos bien, sólo fue una pequeña discusión, un malentendido, es todo —decía Bunnymund, cada vez más desesperado.
—Bunny, tú y Jack necesitan aprender a llevarse bien, somos una familia, y no toleraré que le digan «no» a la señora —dijo Norte con tono de reproche.
Al final, Bunny cedió ante la insistencia y acordó que trataría de dar lo mejor de sí para llevarse bien con Jack, y aunque Jack acordó lo mismo, las palabras no eran suficientes.
La Sra. Cupido les pidió que se sentasen juntos a la mesa y comenzó a dar un discurso sobre el amor y la amistad, pero ni Bunny ni Jack parecían estar interesados, así que pasó a lo más interesante. Le colocó a cada uno unas hermosas pulseritas con cuentas de colores que les quedaron a la perfección y luego los miró complacida.
—¿Y qué es esto? —preguntó Jack.
—Esto, querido, es mi regalo de San Valentín para ustedes. Estas pulseras los mantendrán unidos hasta que logren crear un lazo entre ustedes, y si al final del día de San Valentín no lo logran, pues… Bueno, tendrán mejor suerte el año que viene.
Aunque no entendieron qué querían decir sus palabras exactamente, Bunny y Jack le agradecieron los presentes. Mientras la señora se quedó para tomar un poco de leche y probar los sándwiches especiales de Sandman, ellos no se movieron de su posición, tratando de dar la impresión de que estaban muy cómodos con la compañía del otro.
Finalmente, la Señora Cupido se despidió con abrazos y besos para todos; Norte la acompañó hasta el portal y luego los Guardianes quedaron nuevamente solos. Jack y Bunny lanzaron un suspiro de alivio.
—No me malinterpreten, es una mujer muy dulce y adorable, pero a veces pide demasiado —dijo Bunnymund.
—Ya lo creo —dijo Jack e intentó alejarse de Bunny, pero cuando dio unos cuantos pasos, una extraña fuerza lo empujó hacia atrás. Lo intentó de nuevo, pero no importaba cuánto se moviesen sus pies, no avanzaba.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Bunnymund. Todos miraban con extrañeza a Jack.
Jack pegó un salto e intentó volar, pero sólo se elevó un poco en el aire y cayó otra vez.
—Jack, ¿estás bien? ¿Qué pasa? —dijo Toothiana acercándose a él.
—No lo sé. Es como si no pudiera cruzar… ¿Tú hiciste esto? —preguntó mirando a Sandman. El pequeño le dijo que no con la cabeza, ni siquiera sabía de qué estaba hablando.
—¿De qué tonterías estás hablando ahora? —dijo Bunnymund.
—Intenta cruzar tú. Párate ahí y ve si hay algo —le dijo Jack señalando el lugar donde él se había atascado.
Bunnymund caminó unos tres pasos pasando a Jack y nada sucedió, se dio vuelta para mirarlo y él le dijo que siguiera caminando. Unos dos pasos después, Bunny comprobó que no podía seguir, era como si una pared de goma lo frenase, ya que si quería atravesarla, lo empujaba hacia atrás. Toothiana y Sandman también hicieron la prueba, pero ellos no encontraron ninguna pared.
—¡Esto es ridículo! —gritó Bunny y con su pata invocó un agujero en el suelo. Se introdujo en él, pero pronto se escuchó un quejido y el conejo volvió a salir del agujero. No podía cruzar luego de cierto punto.
Todos quedaron desconcertados ante esa mágica pared móvil e invisible, hasta que de pronto Sandman notó que las pulseras que Bunny y Jack llevaban, estaban brillando con una débil aura rosa. Norte se puso a reír con ganas.
—¡Oh, esa vieja traviesa! —exclamó entre risas— Ahora sí que están en problemas.
—¿Tú sabes qué está pasando? —preguntó Bunnymund.
—¿Acaso no la escucharon? Van a estar unidos hasta que formen un lazo, «u-ni-dos» —y volvió a carcajearse.
—Por favor, dime que estás bromeando —dijo Bunnymund. Quiso acercarse a Norte, pero no pudo avanzar—. ¿Qué clase de brujería es esta?
—Es un hechizo de San Valentín; ya lo he visto un par de veces. A ver, Jack, muévete lo más lejos de Bunny que puedas.
Jack así lo hizo, hasta que se encontró nuevamente con la pared. Norte calculó que entre los dos había una distancia aproximada de cinco pasos, lo que quería decir que no podían alejarse el uno del otro más de eso. Cuando oyeron esto, intentaron desesperadamente quitarse las pulseras, pero parecían pegadas a sus muñecas.
—¿¡Qué hacemos ahora?! —gritó Bunny con desesperación— ¡No quiero estar pegado a él todo el día!
—Me temo que no es… sólo un día —murmuró Norte.
—Un momento —dijo Jack—, ¿cuánto tiempo dura este hechizo exactamente?
—Ya escucharon a la dama, si no logran crear un lazo para el final del día… Pues, buena suerte el próximo año.
Jack y Bunny miraron a Norte estupefactos; no podían creerlo, tendrían que estar encadenados durante todo un año si no hacían algo, y algo rápido pues el sol ya estaba en el último tramo de su descenso. Entre tanta discusión las horas habían pasado y ya eran las siete de la tarde.
—Bueno, supongo que los dejaremos solos —comenzó a decir Norte y tomó a Toothiana y a Sandman entre sus brazos—, seguro tienen un montón de cosas de que hablar.
—¡Esperen! ¡Tienen que ayudarnos! —gritó Bunny.
—No, esto es entre ustedes dos, no hay nada que nosotros podamos hacer. ¡Feliz San Valentín! Nos vemos mañana.
Antes de que Bunny y Jack pudieran coordinarse para detenerlo, Norte abrió un portal y escapó con los otros dos Guardianes.
Quedaron solos en ese hermoso campo, con el atardecer pronto a posarse sobre las montañas. Bunnymund abrió un agujero en el suelo y se metió en él a pensar, a Jack le servía más congelar el pasto y levantar figuras de hielo con su bastón para concentrarse.
—¡Tengo una idea! —gritó Bunny saliendo de su agujero— Tenemos que ir a casa de Cupido, encontrarlo y pedirle que rompa el hechizo.
—¿Y por qué crees que lo haría? Es decir, fue la «Señora Cupido» quien nos lo puso, ¿qué te hace pensar que irá en contra de su esposa?
—Tienes razón, tienes razón… —Bunny hizo una pausa para pensar— Tal vez, sólo tal vez, podríamos usar su magia para romper el hechizo… —murmuró.
—¿Cómo?
—Mira, es una idea loca, pero ¿qué tal si robamos una de sus flechas… y la utilizamos en nosotros?
—Esa es la peor idea, ¿que acaso Cupido no se encarga de enamorar a las personas? No te ofendas, pero no eres mi tipo.
—¡Qué asco! Estaba hablando de una flecha de amistad, no de amor.
—¿Y cómo la conseguimos?
Bunnymund suspiró y miró hacia abajo con resignación.
—Tendremos que ir a la casa de Cupido.

El viaje a través de los túneles fue lento y muy accidentado, no había forma de que pudiesen avanzar coordinadamente más de cinco minutos sin que uno intentase adelantarse y terminase chocándose de bruces contra la pared invisible. Un viaje así durante kilómetros y kilómetros les consumió dos horas de su preciado tiempo, dos horas que más que unirlos los irritó al punto de pensar en golpear al otro y llevarlo desmayado a cuestas.
Finalmente llegaron a la casa de cupido, una gran casona llena de adornos, chocolates, flores y cosas cursis en la que se podía apreciar desde afuera un gran ajetreo. Angelitos revoloteaban de un lado a otro mientras la señora Cupido dirigía sus destinos. Bunny y Jack ingresaron furtivamente a la casa por el jardín, intentaron no ser vistos, pero esconderse coordinadamente fue un gran problema. Pronto fueron descubiertos por unos angelitos, pero todos estaban tan ocupados ese día que no les dieron mayor importancia a los extraños visitantes.
Caminaron entre decenas de alas y pañales hasta que encontraron la sala de las flechas, pero allí estaba el señor Cupido rellenando inventarios de las flechas que salían de dos grandes máquinas.
—Ahí están, esas deben ser las flechas de amor y de amistad —dijo Bunny susurrando.
—Sí, pero ¿cómo sabemos cuál es cuál? Las máquinas no tienen ninguna etiqueta.
—No lo sé, es mi primera vez aquí.
—¿Y cómo esperabas que resultara este plan, genio? —dijo Jack, molesto.
—Eso no es lo importante ahora, tenemos que encontrar una forma de distraer a Cupido o no podremos tomar las flechas.
—Cierto. ¿Qué hacemos?
—No lo sé, piensa en algo tú también.
Mientras discutían, un silbato retumbó en toda la casa.
—¿Qué es eso? ¿Una alarma? --preguntó Jack.
—No lo sé...
Poco después de ese sonido, un grupo de ángeles volando a toda velocidad cruzó el pasillo donde ellos estaban hacia las máquinas de flechas, pero éstos no volvían a recargar sus estuches, sino que devolvían las flechas que no habían usado a las dos grandes máquinas mientras el señor Cupido controlaba el inventario frenéticamente.
—¿Por qué las están devolviendo? —preguntó Jack.
Bunny quedó callado por un momento.
—Oh, no...
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—¿No te das cuenta? Las devuelven porque su trabajo terminó. ¡El día de San Valentín está terminando!
—¡¿Qué?! Eso no tiene sentido, salimos al atardecer, deberíamos tener como tres horas todavía.
—No, no está completamente terminado, debe haber partes del mundo en las que todavía es 14 de febrero, todavía tenemos una oportunidad, pero debemos apresurarnos.
—Tengo una idea. ¿Por qué no le pedimos a uno de esos angelitos que nos de algunas flechas que le sobren?
—¿Estás loco? ¿Ya viste cómo es Cupido con el inventario? Ningún ángel se atrevería a regalar una flecha bajo su comando.
—Entonces debemos quitársela y ya.
—Oh, eso es muy amable de tu parte, vamos a robarle una flecha a un bebé.
—Primero: no sería un robo, se la devolveríamos más tarde, de alguna forma. Segundo: si vas a quejarte tanto, propón algo tú, genio.
Bunnymund lo miró enojado  y luego comenzó a pensar golpeando su pata contra el suelo, suavemente para no hacer ruido.
—¡Está bien! Sacaremos a un angelito aparte y le pediremos unas flechas —dijo Bunny—. Pero ¿qué hacemos si no nos la quiere dar?
—No lo sé, es un bebé, ¿qué puede hacer? ¿Llorar?
Y, efectivamente, eso pasó. Cuando llevaron a uno de los ángeles al costado de un pasillo e intentaron tomar unas flechas mientras le explicaban los motivos por los cuales las necesitaban, el pobre bebé comenzó a lloriquear desconsoladamente.
—No, no, no, mira, te la devuelvo, te la devuelvo —le intentaba decir Jack, pero no había caso, el pobre ángel estaba alborotado.
—Si no lo paramos, Cupido va a venir a ver qué pasa en cualquier momento.
—Ya sé, ya sé, sólo déjame pensar...
De pronto a Jack se le ocurrió una idea muy acorde a su espíritu, y con sus poderes formó un angelito de hielo que revoloteaba alrededor del bebé llorón, quien ya había comenzado a calmarse viendo la hermosa figura.
—No está mal para alguien que sólo sabe divertirse, ¿no? —alardeó Jack mirando a Bunnymund tras él.
Pero en ese momento de distracción el angelito tocó su figura de hielo y su pobre dedito se congeló, haciéndolo romper en llanto otra vez.
—Genial —dijo Bunnymund con sarcasmo—, ¿le das hielo a un bebé que no lleva nada más que un pañal? Déjaselo a los profesionales, amigo.
Bunny empujó a Jack, se puso frente al bebé y sacó uno de los huevos de Pascua que había estado pintando. El bebé cesó su llanto, maravillado por los hermosos colores.
—Te gusta, ¿no? Por supuesto que sí. Ahora, ¿qué te parece si mi amigo y yo tomamos prestadas unas flechas mientras tú juegas aquí y luego te las devolvemos? ¿Te gusta la idea?
El bebé soltó una adorable risita, lo cual fue señal para Bunnymund de que podían tomar las flechas. Se cargó el pequeño carcaj al hombro y le hizo un gesto de retirada a Jack.
—Debo admitirlo, pintar huevos de colores puede ser útil en situaciones extrañas como esta —dijo Jack mientras salían de nuevo al jardín.
Bunnymund lo miró extrañado y sin saber bien qué decir.
—¿Gracias?, creo.
Un tercer silbido sonó dentro de la casa, se estaban quedando sin tiempo. Decidieron viajar nuevamente a las tierras de Bunnymund, sabían con seguridad que llegarían antes de que se terminase San Valentín. Cooperaron para poder viajar con la menor cantidad de contratiempos posibles y lograron acortar la duración del viaje a la mitad. Llegaron al lugar del picnic faltando media hora para que el 14 de febrero culminase allí.
—Bien, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Jack.
—Deberíamos clavarnos las flechas y esperar que la magia funcione.
—Muy bien, ¿cuáles flechas?
—Eh... —Bunnymund dudó mirando el carcaj— Éstas... ¿Tal vez?
—¿No lo sabes? ¿Cómo no puedes saberlo? ¿No le preguntaste al ángel?
—Era un bebé distraído por un huevo, ¿qué querías que le pregunte?
—¿Y ahora qué vamos a hacer?
—No lo sé, supongo que tendremos que probar suerte.
—Un momento. ¿Quieres que nos flechemos sin saber si son flechas de amor o amistad, dejándolo a la suerte? ¿Ese es tu gran plan?
—Si tienes una mejor idea, este es un buen momento para decirla.
Jack pensó, caminó en círculos, refunfuñó y finalmente tiró un rayo de hielo a un árbol cercano.
—¿Ya terminaste tu berrinche? Se nos acaba el tiempo, amigo.
—¡Ya sé! Ya sé que se nos acaba el tiempo, sólo... Sólo dame una, lo dejaremos a la suerte...
Ambos tomaron una flecha cada uno, sin notar diferencias entre esas y las que quedaban en el carcaj. La luna pronto llegaría a su cénit, marcando el final del día y el final de su travesía. Bunnymund y Jack se pusieron frente a frente, mirándose a los ojos y confiando en su última esperanza clavaron las flechas en sus pechos, las cuales se desvanecieron a medida que se clavaban.
Sintieron algo cálido, la magia entrando en sus cuerpos, cerraron un momento los ojos, inspiraron, y volvieron a mirarse. No se sentían diferentes. Miraron sus muñecas, las pulseras todavía estaban allí.
—No, no puede ser, ¿qué pasó? —dijo Bunnymund tocando la pulsera y retrocediendo, atónito— Usamos la magia de Cupido, ¿cómo es posible que no haya tenido efecto?
—¿Eso quiere decir que nos quedaremos así por un año? ¿Cómo voy a viajar, cómo voy a traer la nieve, la escarcha? —Jack alzó la voz— ¿Cómo voy a hacer cualquier cosa contigo pegado a mí como una garrapata?
—¿Cómo me llamaste? —Bunnymund se acercó a Jack con aire amenazante— ¿Te parece que quiero estar pegado a ti por todo un año? A diferencia de ti, amigo, yo tengo un trabajo que hacer, no voy por ahí perdiendo el tiempo... —Bunny hizo un alto y una idea atravesó su mente— Perder el tiempo...
—¿Qué? ¿Te quedaste sin una devolución? Pues déjame decirte que...
—¡Shh! —Lo interrumpió Bunny— Tengo una idea, pero tenemos que ser rápidos.
—¿De qué estás hablando? Acéptalo, San Valentín está a punto de terminar, perdimos.
—No, aún no termina en todo el mundo. Debemos ser rápidos, aún hay esperanza.
Aún quedaba un lugar, el último lugar en la Tierra donde el día termina, Hawaii. Pero no sería sencillo llegar allí con las limitaciones que tenían, así que Bunny le ordenó a Jack que se subiera a su espalda y se sujetara fuerte, pero Jack se rehusó rotundamente.
—¿Por qué no nos llevo yo con una ventisca? —sugirió Jack.
—Sabes muy bien que no llegaremos jamás así, la forma más rápida son mis túneles.
—Lo sé, es que... ¿Alguna vez me has tocado?
—¿Tocarte? Sí, muchas veces.
—No, no me refiero a un golpe o a un apretón de manos... Hablo de algo más prolongado, como un abrazo o algo así... Mi punto es que no soy exactamente cálido... —dijo mirando hacia abajo, apenado.
Bunnymund se le acercó.
—Jack, mírame. No importa cómo, pero vamos a lograrlo. ¿Estamos juntos en esto, amigo? —le dijo pasándole la mano.
Jack levantó la mirada y le sonrió, chocó su mano con la de Bunny y con ayuda de una ventisca se subió a su espalda, enredando sus brazos en su cuello. Un escalofrío sacudió a Bunnymund que al grito de «¡Aquí vamos!» invocó un túnel y comenzó a correr a toda velocidad. Jack se bamboleaba en cada curva, concentrándose lo más posible en no provocarle frío a su compañero y medio de transporte.
Finalmente, luego de un relativamente corto viaje a toda velocidad, llegaron a una de las islas de Hawaii. Jack bajó de la espalda de Bunnymund, viendo que le había dejado una fina capa de escarcha.
—No siento la espalda... —dijo Bunnymund con la voz un poco entrecortada— ¿Mi bumerang está bien?
—Sí, lo está —le contestó Jack y luego miró a su alrededor. Estaban en una playa desierta, un paraíso natural de arena blanca y agua límpida donde la luna se reflejaba acercándose a su punto más alto—. ¿Ahora qué?
—Sinceramente, esperaba que se me ocurriese algo en el camino, pero... Ya no sé qué hacer contigo, amigo.
—Comparto el sentimiento... «Amigo» —dijo Jack, imitando el acento australiano de Bunny.
Bunnymund soltó una risita y luego se sentó en la arena, Jack hizo lo mismo. Quedaron en silencio, mirando el mar, mirando la luna.
—¿Tienes hambre? —dijo Jack buscando en sus bolsillos y sacando un poco de chocolate.
—Sí, pero yo no puedo... —Comenzó a decir Bunnymund, pero fue interrumpido.
—Sé que los conejos no pueden comer chocolate, así que también traje esto —dijo, sacando una zanahoria y dándosela.
—Gracias...
—No es nada, los vi en la mesa y pensé que tal vez nos daría hambre cuando finalizáramos todo esto.
—Oh, yo también tengo algo para ti —le dijo Bunnymund buscando entre sus cosas y sacando un huevo a medio pintar—. En verdad me gustó lo que hiciste con este pequeñín, el copo de nieve blanco sobre una base celeste forma una cálida mezcla de colores. Me gusta porque siento que quien lo pintó en verdad tenía ganas de hacerlo... ¿Por qué no lo terminaste?
—No lo sé —le contestó Jack, mirando la parte del huevo que aún estaba en blanco—, supongo que me creí muy importante como para aceptar que me estaba... divirtiendo...
Las orejas de Bunny se pararon en atención.
—¿Qué dijiste?
—Nada.
—No, dijiste que te divertiste -le insistió con una sonrisa—. Claro que sí, a todo el mundo le gusta pintar huevos. —Jack dejó escapar una risita mientras veía el rostro alegre de Bunny— Y debo admitirlo —continuó el conejo—, todos los niños se divirtieron ese día.
—¿De qué hablas?
—Sabes de qué hablo. Aquél día nevado. Los chicos estaban contentos con la nieve, y algunos hasta encontraron uno que otro huevo. No debí haberme enojado tanto, los Guardianes existimos para traer alegría a los niños y tú lo lograste ese día. Claro que jamás hubiera imaginado que te convertirías en uno de nosotros.
—No, yo fui demasiado «travieso», como diría Norte. No debí haber tirado tanta nieve. Supongo que estaba celoso por ver a todos los niños disfrutando de la pascua. Pero ahora veo las cosas de otra forma, y me alegra ser un Guardián... —Jack hizo una pausa y suspiró— Lamento haberte llamado garrapata más temprano, no creo que pasar un año juntos sea tan malo después de todo...
—Lo mismo digo, amigo.
Ambos se miraron con una sonrisa. Y sin darse cuenta, Jack bajó su mano buscando apoyarse y la puso sobre la de Bunny, que estaba sobre la arena. Ambos dirigieron sus miradas allí al sentir el roce, y al mirar sus manos se dieron cuenta de que las pulseritas de San Valentín se habían ido.
Grande fue su alegría y su sorpresa. Se separaron primero caminando para ver qué tan lejos podían llegar, y al corroborar su libertad Bunny se perdió trotando entre sus túneles y Jack salió disparado por los aires remontando ventiscas, ambos gritando eufóricos por la alegría.
Cuando sus ánimos se calmaron, ambos volvieron al punto desde el que se habían despedido, respirando agitados por la repentina emoción. Sostuvieron la mirada con una sonrisa y sintieron que algo más fuerte los llamaba. Sin pensarlo, se fundieron en un abrazo, un abrazo que pedía perdón, un abrazo que decía que todo estaría bien a partir de ahora, un abrazo cargado de amor que coronó aquella noche de San Valentín.

Decidieron volver juntos una vez más por los túneles a la casa de Bunnymund, aunque esta vez con mayor libertad de movimiento. Bunny quería limpiar lo que había quedado del picnic, y como Jack estaba de buen humor, se ofreció a ayudarlo. Cuando llegaron se sorprendieron al ver a Norte, Sandman, Toothiana y al señor y la señora Cupido sentados a la mesa comiendo chocolates y galletas con leche. Los árboles habían sido cubiertos de luces navideñas blancas que daban una atmósfera romántica a la noche bajo el millar de estrellas en los campos de Bunnymund.
—¡Miren quiénes llegaron por fin! —exclamó Norte a medida que él y todos se acercaban a recibirlos.
—¿Qué están haciendo todos aquí? —preguntó Bunny.
—Somos una familia, no podemos despedir el día del amor y la amistad sin ustedes dos —respondió Toothiana.
—A ver, ¡muéstrennos esas muñecas! —ordenó Norte y soltó una risotada de alegría al ver que las pulseritas mágicas ya no estaban- ¡Ja! ¡Sabía que lo lograrían! No fue tan difícil, eh.
—Créeme, no tienes idea —contestó Jack con un sonrisa pícara y todos los Guardianes rieron.
El jolgorio de los Guardianes fue interrumpido por un hombre robusto de traje rojo que se abrió paso revoloteando hacia donde se encontraban Jack y Bunny, mirándolos con desdén.
—Así que estos son los ladrones que me robaron un par de flechas hoy.
—Usted debe ser el señor Cupido, ¿no es así? —dijo Jack— Lamento mucho lo que pasó hoy, no queríamos robarle, pensábamos devolverlas cuando todo terminara.
—Así que entraron a mi casa, hicieron llorar a uno de mis ángeles, lo sobornaron con juguetes y luego le quitaron todo su carcaj de flechas...
—Señor Cupido —interrumpió Bunnymund—, en verdad lo siento mucho, fue mi idea ir hasta su casa a buscar las flechas, no de Jack.
—Sí, pero yo fui quien sugirió que le quitemos las flechas al ángel, fue mi...
Cupido los interrumpió a ambos con un chistido y prosiguió con el sermón que le habían pausado.
—Así que le quitaron todo su carcaj —continuó Cupido en el mismo tono de reproche que antes—, salieron furtivamente como entraron, volvieron hasta aquí y se clavaron ustedes mismos dos flechas de mi preciado arsenal —los dos culpables agacharon la cabeza, esperando un castigo—; y yo les pregunto: ¿les sirvió de algo?
Bunny y Jack cruzaron miradas de extrañeza ante la inesperada pregunta, lo pensaron un momento y luego respondieron juntos: «¿No?».
De pronto, los duros rasgos del rostro del señor Cupido se ablandaron y comenzó a reírse, acompañado por su esposa que se había acercado para abrazarlo.
—Oh, estos chicos —dijo el señor Cupido entre risas burlonas—. Tanto esfuerzo para nada, ¿quién lo diría?
—Yo lo diría —respondió la señora Cupido—. Yo lo adiviné, por eso les preparé ese hechizo, ¿no? Donde pongo el ojo, pongo la pulsera.
La risa de la pareja alivió y contagió a los demás. Norte invitó a todos a volver a la mesa a continuar una partida de «dígalo con mímica» que habían dejado por la mitad cuando llegaron los chicos, una gran cantidad de chocolates y masas finas se habían sumado a la mesa, cortesía de los Cupido y las sobras que deja San Valentín, como cualquier otra festividad.
La noche continuó con mucha alegría para todos, pero Jack y Bunny todavía tenían una duda, que prefirieron resolver con la señora Cupido antes que con su esposo.
—Sra. Cupido —comenzó Bunny, con Jack sentado a su lado, atento—, quería preguntarle sobre las flechas que usamos... Primero, ¿usted sabe si usamos flechas de amor o de amistad?
La señora Cupido soltó una risita jovial y los miró con ternura.
—Cariño, nosotros sólo tenemos una clase de flecha, no hay ninguna diferencia entre ellas.
—Pero ¿y las dos máquinas desde donde salían las flechas?
—Ah, son la misma máquina. Sólo que con el tiempo y la explosión demográfica debimos instalar otra para poder suplir nuestra demanda. Es por eso que mi esposo está tan abocado al inventario en estas fechas.
—Pero ¿por qué las flechas no funcionaron? —preguntó Jack adelantándose a Bunny.
—Oh, queridos, eso es porque ustedes no las necesitaban. Las flechas de Cupido sirven para crear un lazo de amor y amistad entre dos personas, pero si ese lazo ya existe las flechas no tienen nada que hacer, es cuestión de que ese amor dormido despierte a su debido tiempo.
—Un momento, ¿qué significa eso? —preguntó Bunnymund con gran ansiedad.
—¿No es obvio? Lo que en realidad sucede es que...
—¿Quién quiere romper la piñata? —exclamó Toothiana junto a una piñata en forma de corazón colgando de un árbol.
—¡¡Yo quiero!! —gritó con desesperación la señora Cupido, alzando enérgicamente su mano; un momento después, aclaró su garganta y retomó su dulce compostura— Lo siento, chicos, esto de trabajar sin parar dos días es muy estresante —dijo y se fue revoloteando con gracia a jugar con los demás, dejando solos a sus interlocutores.
Luego de aquella explicación tan reveladora, Jack Y Bunny permanecieron sentados, con la mirada fija en el otro, tratando de buscar en sus ojos una respuesta que creían conocer, hasta que un grito de festejo que provenía de donde todos jugaban con la piñata los sacó de su sopor. Ambos vacilaron un momento y balbucearon un poco en busca de las palabras correctas. Finalmente comenzaron a reír, y como llevados por una coordinación especial, ambos levantaron sus puños y los unieron en una colisión suave.
—Parece divertido, ¿qué dices si vamos? —dijo Bunnymund.
—Me parece una buena idea, «amigo».
Ambos se unieron a la feliz familia que aún festejaba el día del amor y la amistad, seguros ahora de que este día también había sido hecho para ellos dos.


Fin.

Notas finales:

Este ha sido mi proyecto de San Valentín este año, espero que hayan disfrutado leyendo esta corta aventura temática apta para todo público y que su dulce inocencia sirva como reemplazo de cualquier espectativa de yaoi explícito que hayan tenido.


Como siempre, comentarios evaluativos y críticas constructivas son bien recibidas en la sección de reviews, espero poder leernos allí :D


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