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Dulce Melodía por Lady Yandere Rivaille

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Notas del fanfic:

Título: "Dulce melodía"

Personajes: Draco Malfoy, Harry Potter.

Resumen: "Porque algunas veces las palabras están de más, y es mejor expresar todo con una dulce melodía..."

Clasificación: Todo el público.

Advertencias: Mucha azúcar que puede llegar a dar diabetes. Leen bajo su propio riesgo. Están advertidos.

Género: Romántico/Songfic

Disclaimer: "Harry Potter es propiedad de Joanne y todos los multimillonarios que obtuvieron los derechos; yo sólo escribo esto por mero entretenimiento y por el de los lectores, por lo tanto no estoy infringiendo las normas. La canción original pertenece a Elton, pero a mi me gusta la versión de Ellie. Escuchenla :)"

Notas del capitulo:

¡Feliz Día de San Valentín atrasado! Como siempre, yo siempre llego para los aplausos, pero al menos ahora tengo a alguien a quién culpar: mi familia *se enfurruña* ¡Sí! Yo iba a publicar ayer a la noche, de no ser porque mi mamá entró y, apagando las luces, dijo: A dormir. ¡Apenas eran las una y media de la madrugada! ;A; Bueno, tal vez casi las dos... pero eso no es mucho, ¿no? (?) :v 

Al final decidí posponerlo para el día siguiente y como recompensa soñé con Draco y Harry♥ *ojos soñadores* Estaban tan lindos... >//3//< Ejem... bueno, dejo de darles rollo. 

Alerta: Este fic es para mi onee-san, Mid :D ¡Ojalá te guste, Mid!

* Espero que este one-shot sea de su agrado, y puedan recompensarme con sus reviews. Si tanto les gustó, me gustaría leer sus palabras, que son las que me motivan a seguir escribiendo. Ya saben, son como mi sueldo pagado por escribir xD Vamos, es lo menos que pueden hacer *los pica en la mejilla* 

Pd; Ah, y lo escribí todo de un tirón, este one-shot se escribió prácticamente solo, por lo que si encuentran alguna palabrita pegada a otra, pasenlo por alto y fingan que no la vieron (lol) 

Pd2; Los que me conocen bien, sabrán que me encanta Ellie Goulding♥ Así que la canción que leerán a continuación en alguna parte del fic es una de ella, no es mía. Quería aclararlo. 

Muchas gracias si leíste hasta aquí, ¡te has ganado una galletita! Yaay~ :3 Ahora sin más distracciones de mi parte, ¡a leer! 

 

Dulce melodía.

 

'No es una buena idea', se repitió Draco para sus adentros por enésima vez, al oír el sonido de un piano proveniente del piso inferior. Ya hace unas cuantas semanas que aquello sucedía, es decir, todo el mundo estaba al tanto de que Harry disfrutaba de tocar el piano y que era su indiscutible pasatiempo, pero jamás se había comportado de esa forma; encerrado en su estudio durante tantos días seguidos, tan a menudo.

Con un suspiro, dejó caer su cabeza suavemente sobre el cojín donde estaba descansando. Empezaba a extrañar a Harry, ya casi ni lo veía puesto que el susodicho se la pasaba en el trabajo para poder pagar el alquiler del sitio donde ambos residían actualmente, y cuando por fin regresaba, inmediatamente corría a su estudio para reunirse con su preciado piano, apenas saludando a Draco con una pequeña sonrisa.

Era inaceptable... era deprimente. Sólo podía verlo a la hora de la cena, y encima a Harry se le daba por tragar lo más rápido que su boca le permitía para poder levantarse y desaparecer en dirección a su estudio. Lo abandonaba ahí, dejándolo comiendo solo. Draco no podía comprender de dónde salía aquella prisa que el muchacho tenía por encerrarse en su bendita habitación con su piano. Tal vez sencillamente no quería compartir más tiempo con él.

El rubio cambió de posición, y acomodó el pequeño cojín que tiempo atrás le había resultado confortante y que ahora había comenzado a darle un ligero dolor de cuello. El colchón no estaba del todo mal, aunque tampoco precisamente bien, pero Draco no podía protestar, después de todo había requerido de un par de días de arduo trabajo con Harry –cada uno por su lado, claro– para poder reunir la cantidad suficiente de dinero para comprar todo lo necesario para el dormitorio de ambos. Desde que su familia lo había desheredado al enterarse de sus preferencias, las cosas no habían vuelto a ser las mismas. Había tenido que trabajar para conseguir sus propias cosas, se habían acabado sus días de chasquear los dedos y recibir sus peticiones al instante. Por lo que le tomó un par de meses conseguir un lugar –un apestoso lugar, por cierto– donde quedarse, con su orgullo Malfoy pisoteado y hecho trizas, pero afortunadamente un día había terminado por toparse accidentalmente con nada más ni nada menos que el 'salvador del mundo' en una plaza pública del sitio. Se saludaron como correspondía por educación, y de un momento a otro resultó que estaban entablando una conversación común y corriente, sin ningún puñetazo ni maldición. Draco se enteró de muchas cosas, entre ellas, que Harry había decidido olvidarse completamente del Mundo Mágico por una experiencia que había preferido no contarle. Para su sorpresa, habían congeniado tan espléndidamente que habían quedado en volver verse en algún café de la zona. En aquel segundo encuentro charlaron sobre temas un tanto más serios, entre los cuales Draco le contó que sus padres lo habían desheredado en cuanto descubrieron sus preferencias; en realidad, él no sabía muy bien el motivo que le impulsó a decírselo, pero el muchacho tenía algo que lo hacía sentir en confianza, algo que le alentaba a contarle su experiencia. Y había hecho bien, porque Harry, haciendo gala de su amabilidad gryffindorezca, enseguida se había ofrecido como buen samaritano a ayudarle, e incluso lo invitó a quedarse en su casa por “unos días”. Bueno, y así fue como Draco al final terminó por vivir bajo el mismo techo que Potter, como su 'compañero de cuarto', sin ninguna clase de lucha épica y logrando con éxito no batirse a duelo en cuanto surgiese el primer desacuerdo.

Draco aún tenía el recuerdo tan fresco como si hubiese sucedido apenas hacia un mes atrás, y no como si hubiesen transcurrido dos años ya del acontecimiento. Harry y él no habían cambiado mucho en apariencia, aunque sí en sus respectivas forma de pensar, y 'San Potter' le había echado una mano con eso de aclimatarse a su nueva vida, y le enseñó las muchas cosas buenas que el mundo muggle poseía…, que no todo era tan malo.

Una lejana melodía le llegó desde abajo nuevamente, y Draco sonrió levemente con melancolía. Por más que Harry estuviese pasando más tiempo con el piano que con él, el hecho de que el Gryffindor tocara precioso era innegable. Para cuando él lo conoció, hace tres años atrás cuando ambos tenían tan solo diecinueve años, él ya sabía tocar aquel instrumento. Asistía a unas clases especiales en algún sitio que Draco desconocía, y por lo que sabía Harry apenas tenía dinero para pagar el lugar donde vivía y mucho menos podía pagarse semejante piano que ahora ocupaba tranquilamente su estudio, pero los muggles que le enseñaron todo lo que sabía vieron en él alguna especie de “talento” –'muggles', pensó rodando los ojos– y entre todos decidieron regalarle uno el día de su cumpleaños. Harry había estado más que feliz aquel día, Draco había estado presente el día en que cumplió sus veinte y había visto su expresión en vivo y en directo.

Tal vez podría bajar e ir a ver... No se enojará conmigo” pensó, intentando autoconvencerse, pero nuevamente en su mente surgieron aquellas palabras: «No es una buena idea, no lo es». Y no lo era, si bien Harry jamás le había prohibido la entrada a su estudio, ahora que llevaba encerrándose allí hace aproximadamente dos semanas algún tipo de barrera invisible le impedía ir a visitarlo. Pero era algo más bien producto de su cabeza, porque Harry jamás se enfadaría si él iba a verlo tocar, era él quien sentía timidez o se sentía fuera de lugar yendo a su estudio. Porque sentía que encerrándose ahí Harry quería decirle que lo dejara en paz, y si él interrumpía quedaría en ridículo. Hace ya semanas que venía teniendo los mismos pensamientos, que luchaban sobre quién doblegaba a quién.

Draco se incorporó finalmente de su cama, sintiendo esa incómoda sensación de vacío en su estómago. Era un sábado por la mañana, las siete según su reloj muggle que descansaba en su mesita de noche, y no había desayunado nada por pasársela pensando con los ojos en el techo. Hoy no debía trabajar, y Harry tampoco, por algo podía oír las notas de su piano a través del suelo.

Descendió las escaleras hasta llegar a la planta baja, la melodía que Harry interpretaba cada vez más audible conforme se acercaba al piso inferior, y una vez abajo se abrió paso en dirección a la cocina a grandes zancadas. Su estómago había comenzado a demandar por comida.

Cuando Draco acabó su desayuno, las notas del piano del 'salvador del mundo' se cortaron abruptamente, dejando todo sumido en un repentino silencio sepulcral. Draco se quedó inmóvil durante unos instantes, pero luego continuó lavando todo lo que había ensuciado para su glorioso desayuno, hasta que oyó la puerta del estudio del Gryffindor abrirse de golpe y cerrarse de un estridente portazo. Pudo oír sus pasos rápidos acercándose cada vez más, hasta que Harry apareció de sopetón en la cocina y corrió hacia su persona.

–¿Oíste algo, Draco? –preguntó con urgencia, buscando su mirada mientras él le daba su último enjuague a un plato antes de colocarlo en su lugar, reluciente. Se volvió lentamente hacia Harry, enarcando una ceja elegantemente en el proceso; puede que lo desheredaran y él cambiara un tanto su forma de ser a una más agradable, pero había gestos que nunca se irían.

–Hm… ¿no? –contestó él, mirándolo extraño. Harry le devolvió la mirada con intensidad, y cuando él continuó haciendo lo que hacía, indiferente a su presencia, pudo jurar que suspiró con alivio–. ¿Por qué?

Y ahí fue cuando esa expresión de nerviosismo volvió a pintarse en las facciones del Gryffindor.

–B-Bueno… no es… no es nada en especial –masculló. Draco volvió a volcar toda su atención en él, tras depositar su taza limpia en su sitio, la última cosa que quedaba por dejar reluciente.

Finalmente estaba teniendo una conversación con el Gryffindor, por más rara y sospechosa que estuviese resultando. Tal vez había algo que estaba ocultándole.

–No importa, déjalo –murmuró el rubio, mirando por detrás de el otro muchacho el calendario. Boqueó durante un instante, puesto que había olvidado por completo que aquel día era el maldito catorce de febrero, día de San Valentín. “Otra razón para deprimirse de que Potter lo hubiera abandonado por un puñetero piano”, se recordó–. Si prefieres no contármelo, yo no te incomodaré más.

Y dicho eso, Draco se marchó. Atravesó la cocina a paso firme, dejando a un Harry inmóvil aún rumiando sus palabras. Para cuando el Gryffindor se decidió a actuar, el otro muchacho ya estaba subiendo las escaleras a toda prisa previendo la posibilidad de que lo siguieran.

–¡M-Malfoy! –balbuceó, haciendo su mismo recorrido hasta el punto de casi pisarle los talones. Oyó la puerta del dormitorio de ambos cerrarse, y el murmullo de Draco, que seguramente era el contra-hechizo de Alohomora, para bloquear la puerta e impedirle el acceso. Suspiró con frustración, apoyando su frente contra la pared contigua a la puerta. La mirada dolida de Draco se repitió en su mente, no sabía lo que le había pasado, quizás había hecho algo mal. Sólo quería saber si por casualidad Draco no había oído el fragmento de su canción, porque estaría en la ruina. Sabía que el día de San Valentín se acercaba, y hace varias semanas atrás había pensando en su regalo para Draco, la persona más maravillosa que había entrado a su vida. Y había llegado a la conclusión de que la mejor manera de expresarle todos sus sentimientos eran en la única forma en la que él sabía que podía hacerlo: una canción. Había estado encerrado en su estudio día y noche, elaborando una pieza única y extraordinaria sólo para su Draco, y todo el esfuerzo había valido la pena. Ahora tenía un regalo presentable, y estaba orgulloso de ello, una forma espléndida e ingeniosa de mezclar las dos cosas más importantes en su vida: su hermoso Draco y el instrumento más bello del mundo.

–¿Draco? Déjame pasar, por favor –pidió, dándole golpecitos a la puerta con los nudillos. Se oyó un débil «no» al otro lado–. ¿Por qué, Draco? ¿Qué te he hecho?

No hubo contestación.

–Vamos, déjame pasar –insistió. Y continuó haciéndolo durante casi un minuto, hasta que por fin el hechizo que le impedía entrar fue retirado y el mismo Slytherin abrió la puerta, mirándolo con fijeza.

–¿Para qué quieres entrar? Ve con tu piano –lo instó, cruzándose de brazos. Harry sonrió con alivio, y simplemente dio un paso adelante y envolvió el pequeño cuerpo del rubio con sus brazos. Draco cerró sus ojos y correspondió. Planeaba oponer más resistencia y soltar uno que otro comentario mordaz, pero sentir el aroma embriagante que Harry poseía después de semanas hizo que cualquier pensamiento que no fuese aspirar y estrecharlo se esfumaran de su mente con rapidez. Para colmo, podía percibir las cálidas bocanadas del muchacho golpeando suavemente su cuello, y su rebelde cabello azabache haciéndole cosquillas en la mejilla, cosa que no hizo más que aumentar sus deseos de recuperar todo lo que no había tenido en semanas.

–Harry… –musitó, removiéndose a gusto en su reconfortante calidez. Oyó su breve risita justo a la altura de su oído, y a continuación el muchacho se apartó, tomando una de sus manos entre las suyas.

–Ven conmigo, Draco –susurró, lanzándole una de sus miradas imposiblemente verdes, y el rubio permitió que lo guiara de la mano por las escaleras–. ¿Quieres saber por qué estuve durante tanto tiempo encerrado en mi estudio? Y de antemano te digo que no fue fácil… estar sin tí fue la cosa más complicada por la que tuve que pasar, pero me recordaba constantemente que era para un bien mayor.

Draco lo miró mitad extrañado, mitad ansioso. ¿De qué puñetero “bien mayor” hablaba? ¡Lo había ignorado por semanas, el desgraciado! Ahora que había dejado de abrazarlo se las vería con la ira Malfoy.

–Bueno, me gustaría saber, dime –replicó, alzando el mentón con superioridad, al tiempo que sus brazos volvían a cruzarse con molestia. Harry rió para sus adentros, puesto que si lo llegaba a expresar a un volumen audible para los oídos del rubio, su relación acabaría trágicamente con el 'salvador del mundo' desprovisto de cierta parte de su anatomía que personalmente a él le gustaba mucho. Aún así, continuó guiando a Draco hasta llegar a la planta baja, y lo condujo hacia su estudio.

–Sé que te he dejado solo por semanas, pero te repito que fue para un bien mayor. Perdóname, Draco, por todo, pero estoy seguro de que te sentirás mucho mejor cuanto lo veas…

Una vez que ambos estuvieron dentro, Harry cerró la puerta tras de sí. Miraba la expresión que Draco tenía en su rostro, mientras veía el lugar boquiabierto. De un momento a otro, se encontró con la gris mirada del rubio clavada en él. Harry simplemente sonrió de oreja a oreja.

–Feliz día de San Valentín, Draco –le dijo alegremente. El muchacho se quedó mirándolo de esa forma que a él tanto le encantaba, con sus bellos ojos grises refulgiendo de una manera que jamás había visto, y luego sintió su cuerpo pegado al suyo. Le devolvió el abrazo, mientras una de sus manos le acariciaba sus suaves hebras de cabello rubio.

El piano negro estaba ubicado en una esquina, y en cuya superficie reposaba tranquilamente un jarrón de porcelana con motivos bastante coloridos, repleto de bonitas flores. Camelias rosadas junto a varias peonías del mismo tono, haciendo armonía. Y no podían olvidarse las rosas, claro que no; eran las flores de San Valentín por excelencia.

El resto del estudio estaba decorado de forma similar, y por más ñoño que el sitio luciera, Draco debía admitir que le encantaban esas ñoñerías siempre que Harry fuera quien las hiciera para él.

–Está… está todo tan espléndido. Es... maravilloso –susurró, ruborizándose al sentirse repentinamente abochornado.

–Y eso no es todo –llegó la voz del Gryffindor a sus oídos, con el mismo entusiasmo de un niño de cinco años al abrir sus regalos de Navidad tiñendo su voz.

–¿Hay más? –cuestionó con sorpresa. Para él ya era bastante el que invirtiera su dinero para decorar el estudio de semejante manera, teniendo en cuenta que debían de estar tan bien económicamente como la familia Weasley. Pero ambos trabajaban duro, y solían planear durante las noches en susurros emocionados, imaginándose cómo podría ser su vida cuando lo lograran, cuando consiguieran tener una bonita casa en algún lugar rural.

Harry rió emocionado, asintiendo con la cabeza.

–Por supuesto que hay más, ¿acaso crees que estuve semanas privándome de tí sólo para decorar el estudio? Además de trabajar más de la cuenta para poder pagar la decoración… estuve ideando algo que es sólo para tí.

Harry lo tomó de la mano nuevamente y le señaló una silla, donde él tomó lugar, mirando a Harry expectante y con un deje de curiosidad. El Gryffindor caminó hacia el piano, y Draco palideció, ¿no iba a cantarle una canción, o no? Vale, al menos no sería el ridículo y patético «sus ojos son verdes como sapo en escabeche» de la comadreja menor.

–Vale… –masculló el azabache entre dientes, con las mejillas repentinamente ardiendo, vacilante. Sus dedos se movían sobre las teclas del piano sin tocarlas, simplemente como si dudara sobre si hacerlo o no. Le echó una mirada rápida al rubio, en la que él aprovechó para sonreírle tímidamente, dándole ánimos.

Harry tomó aire, y comenzó. Draco no pudo recordar nada más lindo que la melodía que sonó cuando la introducción por parte del piano comenzó, antes de que Harry comenzara a cantar suavemente:

 

Es un tanto divertido, este sentimiento aquí dentro.

No soy de esos que, con facilidad lo puede ocultar.

Y no tengo mucho dinero, pero si lo tuviera,

compraría una gran casa donde… juntos podríamos vivir.

 

Draco observó silenciosamente con las mejillas sonrosadas como Harry continuó moviendo sus dedos sobre el piano.

 

Así que perdóname por ser olvidadizo,

pero es algo que suelo hacer.

Parece que olvidé, si eran verdes o azules.

 

De todas formas, la cosa es…

Lo que en realidad quiero decir…

Es que tienes los ojos más hermosos que he visto.

 

Y puedes contarle a todo el mundo, que esta es tu canción.

Tal vez un poco simple pero, que se le puede hacer.

Espero que no te moleste, espero que no te moleste,

que haya puesto en palabras… cuán maravillosa es la vida,

ahora que tú estás en ella.

 

Draco esbozó una pequeña mueca conmovida, sin apartar la vista de Harry y su bello piano.

 

Tal vez si fuera un escultor…, pero resulta que no lo soy.

O si tal vez fuera alguien que hace brebajes en un espectáculo ambulante.

Sé que no es mucho pero, es lo mejor que puedo hacer.

Mi regalo es esta canción y… es para tí.

 

Draco contempló sin aire cómo Harry cerraba su boca, y movía sus dedos sobre las teclas a una velocidad impresionante, interpretando una melodía verdaderamente bella. Continuó haciéndolo durante unos momentos, hasta que nuevamente continuó cantando:

 

Y puedes contarle a todo el mundo, que esta es tu canción.

Quizás un poco simple pero, que se le puede hacer.

Espero que no te moleste, espero que no te moleste,

que haya puesto en palabras… cuán maravillosa es la vida,

ahora que tú estás en este mundo.

 

Harry dio las últimas notas finales del piano, y cuando acabó todo se sumió en un pequeño silencio, interrumpido únicamente por el sonido que emitieron los ligeros pasos de Draco al cruzar la habitación hasta llegar finalmente a los brazos del otro muchacho. Lo estrechó con fuerza, mientras intentaba ignorar su puñetero sentimentalismo que pugnaba por salir en forma de lágrimas al saber que Harry no lo había olvidado y no quería alejarlo. Porque Harry era lo único que él tenía, lo único que le quedaba. Y, aunque le costara admitirlo y a sus ojos le resultara algo ñoño y ridículo, tenía miedo de estar solo… de afrontar una vida sin esa mano en su hombro y esa voz que constantemente le hacía saber que lo apoyaba, que estaba con él, y que estaría ahí por siempre para aliviar su dolor y para cuidarlo.

–Gracias… gracias… –fue lo único que pudo susurrar contra su cuello, en el fiero abrazo del que ambos eran partícipes. Permanecieron de esa forma durante minutos, porque no hacían falta las palabras. Poco tiempo después, Harry lo separó de él lentamente, y tomó su pálido rostro entre sus manos, y depositó un dulce beso en su frente.

–Te amo, Draco –musitó. El muchacho sintió su cálido aliento golpeando sus labios, y lo único que tuvo que hacer fue inclinarse un poco más para rozar los labios de Harry, que rápidamente le correspondió. Se fundieron en un parsimonioso beso, del que ambos disfrutaron con calma, sin apresurarse, recuperando todo el tiempo que perdieron.

Después de todo, era sábado por la mañana, y tenían todo el día entero para disfrutar el San Valentín como les diera la gana.

 

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por llegar hasta aquí! Espero que les haya agradado y no les haya supuesto una pérdida de tiempo ♥ Se agradecen los reviews, ejem, ejem *voz sugerente* ¡Vamos, es el día del amor y la amistad, deben darme amor a mi también! D: 

Pd; Por favor, es urgente, alguien que me diga cómo diantres se publica en Fanfiction.net, ese sitio del demonio xD Por fis, por fis, que alguien me ayude ;m; *ojos de cachorro apaleado* 

Pd2; Shhh... *lo toma del hombro, acercándolo, y le susurra al oído* Si tú eres por casualidad un fiel lector de "Beautiful Feeling" no me mates, estoy en ello. No sabes cómo estoy en ello, estoy trabajando arduo en el próximo capítulo... ;A; 


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